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Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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DIA 7.<br />

DICIEMBRE.<br />

lanío respeto á san Ambrosio, que le dijo, que le avisase y<br />

le reprendiese, y como médico espiritual curase su alma,<br />

como lo mandaba la ley <strong>de</strong> Dios) los amaños esluvleron<br />

mas que qnielos; y lambien en tiempo <strong>de</strong>l emperador Graciano,<br />

hijo <strong>de</strong> Valenliniano, quo había sucedido á su padre,<br />

se reportaron y entretuvieron: porque Graciano fué<br />

religiosísimo príncipe, y <strong>de</strong>volísimo <strong>de</strong> san Ambrosio, y<br />

1c reverenciaba como á padre, y por sus oraciones alcanzó<br />

gran<strong>de</strong>s victorias <strong>de</strong> los bárbaros, y aprendió <strong>de</strong> él, que<br />

las victorias se alcanzan mas con la piedad y virtud <strong>de</strong> la<br />

fé, que no con el esfuerzo y apáralo <strong>de</strong> los soldados. Pero<br />

como Valenliniano, su hermano, era también emperador<br />

y niño, é hijo <strong>de</strong> Justina, arriana, mujer que habia sido<br />

<strong>de</strong>l emperador Valenliniano, su padre; los ai rianos, coníiados<br />

en el favor y po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Justina (que como madre <strong>de</strong>i<br />

emperador podía mucho, y <strong>de</strong>seaba con gran rabia amparar<br />

y propagar su falsa religión), cobraron gran<strong>de</strong>s brios<br />

y <strong>de</strong>terminaron atropellar al santo prelado Ambrosio, para<br />

que vencido un capitán tan valeroso, los <strong>de</strong>más se rindiesen<br />

y el campo quedase por ellos, l'ara esto, siendo muerto<br />

el obispo <strong>de</strong> Sirmio (que era la metrópoli <strong>de</strong> la provincia<br />

<strong>de</strong> Esclavonía), procuraron que fuese elegido uno <strong>de</strong><br />

su secta por obispo: mas san Ambrosio, por ser negocio <strong>de</strong><br />

mucha importoncia, fué á Sirmio, y con gran valor se<br />

opuso á Justina y á lodos los arríanos, y no se partió <strong>de</strong><br />

allí hasta que Avemio, varón calólicoy <strong>de</strong> probada virtud,<br />

fué elegido por obispo. Sucedió aquí una cosa digna <strong>de</strong><br />

ser referida, para enten<strong>de</strong>r el zelo <strong>de</strong> san Ambrosio, y la<br />

<strong>de</strong>svergüenza <strong>de</strong> los herejes y el castigo que da Dios á los<br />

que se atreven á sus santos. Estaba san Ambrosio un día<br />

predicando en un lugar alto, y exhortando con gran fervor<br />

al pueblo que se eligiese por obispo persona católica,<br />

y digna <strong>de</strong> aquella silla. Oíanle muchos arríanos, hombres<br />

y mujeres, y entre ellas una doncella mas ataviada y<br />

olvidada <strong>de</strong> la mo<strong>de</strong>stia virginal, subió al pulpito, y con<br />

rostro turbado y feroz asió <strong>de</strong> las vestiduras <strong>de</strong>l santo prelado,<br />

y comenzó á tirarle fuertemente, para que cayese<br />

allí á los piés <strong>de</strong> las otras mujeres amanas, y correrle y<br />

maltratarle. Volvióse á ella el santo, y díjola con mucha<br />

paz: Aunque yo soy indigno <strong>de</strong>l sacerdocio, no le conviene<br />

á ti ni á tu estado poner las manos en cualquier sacerdote<br />

: y así <strong>de</strong>bes temer el juicio <strong>de</strong> Dios : mira no le venga<br />

algún <strong>de</strong>sastre por este atrevimiento. Dijo estas palabras<br />

Ambrosio, y Dios nuestro Señor, allí <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> todos<br />

la castigó, quitándole súbitamente la vida : y el santo,<br />

para pagar con mansedumbre y oficio <strong>de</strong> caridad la afrenla<br />

que la <strong>de</strong>sventurada mujer le habia hecho, al día siguiente<br />

la acompañó á la sepultura. Dos obispos arríanos,<br />

llamados Claudio y Secundiano, fingiendo ser católicos,<br />

importunaron al emperador Graciano que mandase juntar<br />

concilio general, para tratar délas cosas <strong>de</strong> la fe. San Ambrosio<br />

lo resistió, y procuró que se congregase en Aquileya<br />

un concilio <strong>de</strong> los obispos occi<strong>de</strong>ntales que quisiesen<br />

venir, y en él se halló san Ambrosio; y con su gran<strong>de</strong> espíritu,<br />

doctrina y abtoridad, reprimió y confundió á ios<br />

herejes, y ensefió á todos, que los sacerdotes <strong>de</strong>bían ser<br />

jueces <strong>de</strong> legos, y nó los legos <strong>de</strong> los sacerdotes. Otra vez<br />

dos caballeros <strong>de</strong> la cámara <strong>de</strong>l emperador Graciano, que<br />

en su corazón eran arríanos, y por dar contonto á su<br />

principe se mostraban católicos: para hacer burla <strong>de</strong> san<br />

Ambrosio, le rogaron que les <strong>de</strong>clarase el misterio <strong>de</strong> la<br />

encarnación <strong>de</strong>l Yerbo cierno, rrometió el santo <strong>de</strong> ha-<br />

ÍH9<br />

cerlo en la igleeia, y eefialóles el día siguiente: y para<br />

cumplir su palabra fué á la iglesia, don<strong>de</strong> habia concurrido<br />

gran número <strong>de</strong> gente para oirle. Estuvo aguardando<br />

buen rato que viniesen aquellos caballeros, que le habían<br />

pedido la <strong>de</strong>claración <strong>de</strong> aquella cuestión; pero ellos haciendo<br />

poco caso <strong>de</strong>l santo, se fueron al campo para hacer<br />

mal á los caballos ¡ mas á <strong>de</strong>shora cayeron <strong>de</strong> ellos á<br />

tierra, y se quebrantaron <strong>de</strong> manera que allí acabaron sus<br />

vidas. Tenia Graciano en su servicio un criado muy favorecido,<br />

llamado Macedonio, el cual, yendo san Ambrosio á<br />

su casa, para rogarle por cierto hombre miserable, le<br />

mandó cerrar las puertas, y se le negó. Entonces el santo<br />

con espíritu pnQfétíco le dijo: Tú también vendrás algún<br />

tiempo á la iglesia, y hallando las puertas abiertas, no podrás<br />

entrar; y así le sucedió poco <strong>de</strong>spués, que buscándole<br />

Máximo, tirano, para matarle, huyó Macedonio á la<br />

iglesia, y estando las puertas abiertas no pudo hallar entrada,<br />

y cayó en manos <strong>de</strong> sus enemigos. Estos encuentros<br />

y otros semejantes tuvo san Ambrosio con los arríanos, en<br />

vida <strong>de</strong>l emperador Graciano: mas con su muerte cobró<br />

gran fuerza la herejía, y creció aquella llama coo los soplos<br />

<strong>de</strong> Justina que la atizaba. Procuraron que se hiciese<br />

un obispo <strong>de</strong> su secta, para oponerleá san Ambrosio, y nombraron<br />

á un scita <strong>de</strong> nación, que se llamaba lambien Auxencio,<br />

como el pre<strong>de</strong>cesor <strong>de</strong> san Ambrosio, y muy parecido<br />

á él en la maldad. Pero porque este nombre <strong>de</strong> Auxencio<br />

era odioso en la ciudad, disimulando su propio<br />

nombre, le llamó Mercurino. Pues el falso obispo y nuevo<br />

Auxencio provocó á san Ambrosio á disputar públicamente<br />

<strong>de</strong> la fé, tomando por jueces arbitros á hombres seglares<br />

y gentiles. No vino en ello el santo, nó por no querer<br />

disputar, sino porque era cosa nueva é indigna <strong>de</strong> la majestad<br />

<strong>de</strong> la Iglesia, que los seglares juzgasen <strong>de</strong> las cosas<br />

eclesiásticas, y los gentiles <strong>de</strong> las sagradas: y por ma.s<br />

que Valenliniano, como muchacho y engañado déla madre<br />

hereje, procuró que se disputase, jamás pudo vencer<br />

al fuerte y constante pecho <strong>de</strong>l santo prelado: alegando<br />

la coslumbre antigua <strong>de</strong> la Iglesia, y que los sacerdotes<br />

<strong>de</strong>beu juzgar á los emperadores, y nó los emperadores á<br />

los sacerdotes. Tampoco pudo alcanzar <strong>de</strong> san Ambrosio,<br />

que diese una iglesia <strong>de</strong> Milán á los arríanos, para celebrar<br />

sus ritos sacrilegos, y ceremonias: y diciéndole Calígono,<br />

camarero mayor <strong>de</strong> Valenliniano: ¿Viviendo yo, le<br />

atreves tú á menospreciar á Valenliniano'? Yo te corlaré la<br />

cabeza. Respondió el santo (como él mismo lo renero :<br />

Dios permita que cumplas lo queamenazas; porque yo pa<strong>de</strong>ceré<br />

lo que <strong>de</strong>be pa<strong>de</strong>cer un obispo; y tú harás lo que<br />

conviene á tu persona. No temo tus amenazas, porque tú<br />

pue<strong>de</strong>s matar ai cuerpo; mas no pue<strong>de</strong>s malar el alma.<br />

Pue<strong>de</strong>s quitarme la vida; mas nó el merecimienío, porque<br />

el alma á solo Dios está reservada, y nó á la potestad<br />

<strong>de</strong> la tierra. ¿Piensas que me haces daño ? Antes me haces<br />

gran beneficio, quitándome una vida temporal, para quo<br />

suceda la bienaventurada y eterna. Yo suplico á Dios que<br />

lodos los enemigos <strong>de</strong> la Iglesia la <strong>de</strong>jen á ella, y asesten<br />

contra mí todos sus tiros y máquinas, y harten su sed con<br />

mi sangre. Estas son palabras <strong>de</strong> san Ambrosio. Pues como<br />

Justina viese que todas sus trazas se le <strong>de</strong>shacían, y que<br />

no bastaba el nombre y autoridad <strong>de</strong>l emperador su hijo,<br />

para vencer á san Ambrosio, y que mientras que él estuviese<br />

en Milán, no podía hacer progreso su falsa religión; consumiéndose<br />

<strong>de</strong> dolor, saña y furor, <strong>de</strong>lerrainó echarle do

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