Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

no podía lúztw los brazos ni echar la palabra déla boca.
Murieron mas de mil criaturas, habiendo recibido el
«anto baulism), á las cuales el santo se enccn.endaba
como á almas que ya go/aban de Diis nuestro Señor.
Enseñó la doctrina cristiana á la mañana á los niños
y á la tarde á las niñas, con tanta perfección, que ellos
la enseñaban ásns padres y a los deudos y conocidos, y
eran Éfl celosos, que los acusaban ddante de! sanio, si alguno
de ellos, vencido del enemigo, volvia ásus idolatrías;
y tomaban los ídolos do sus mismos padres, los acoceaban
y escupian y hacían pedazos; y nuestro san Francisco
gustaba de ello, para qne los demonios (pie hablan sido
honrados y muy adorados de los padres, fuesen pisados y
abatidos de los hijos. Andaba lodo el ano de lugar on lugar,
proveyendo todo lo que le parecía necesario para
alentar y acrecentar aquella cristiandad; y lo mismo hacia
por su parle el hermano Francisco Matisilla.
Mas porque los lugares eran muchos y ellos eran solos
dos, y no podían satisfacer tantas necesidades, escogió en
cada lugar uno, dos ó lies hombres de mayor capacidad
y entendimiento, y de mejores costumbres, é instruyólos
muy de propósito en la religión cristiana, y en la forma
de bauti/ar, para qne en su ausencia y en los casos urgentes
lo [ludiesen hacer; y por estos hombres que en su
lengua malabar llaman Canacapoks, y en ta nuestra ipiiere
decir Procuradores de la Iglesia, remedió el santo muebascoeas,
y u o quien lo ayudas;1! á cnllivar aquella viña
que estab i ían desierta y por labrar. Y para que. el fruto
fuese iiKiyor, coinnizó el Señor á ilustrar á san Francisco
con muchos y grandes milagros, de los cuales hablaremos
oo su lugar; y eran laníos los enfermos cristianos \ genliles
que le llamaban para quo los sanase, y era lauta la
caridad y dulzura con que acndian á ellos, que no podia
darse mano, y gastaba lodo el tiempo que habia de dar á
oirás ciisas mayores: y viendo que esto le era grande estorbo,
determinó enviar á los enfermos que eslahan ausentes,
algunos muchachos de los mayores y mas bien
instruidos, para que hiciesen por él lo quo 61 hubiera de
hacer (si pudiera) por sí niismo. Los muchachos llevaban
consigo alguna cosa de san Francisco, como su rosario ó
Ja santa cruzó relicario que traia al cuello: llegados adonde
estaba el doliente, juntaban la vecindad y hacían que
lodos los que allí estaban dijesen algunas veces el credo,
y las otras oraciones de la doctrina cristiana, y después
amonestaban al enfermo que tuviese fé y que recibiría salud:
«la cual Dios nuestro Señor (dice el mismo santo en
una carta) por su infinita misericordia y por la fé de los
presentes y propia suya de ellos, se les daba en el cuerpo
y en el alma, (rayéndolos por este medio al conocimiento
y obediencia de su santa ley.» Estas palabras son de s.ui
Francisco, atribuyendo por su humildad la salud que Dios
daba por su intercesión á los enfermos, á la fé de ellos y
de ios presentes.
Aquí lambicn convirtió á un bracman viejo, qne por
sus letras y supersticiones y grande autoridnd era gran
lazo de Satanás y enemigo do la religión crislíana: el cunl,
convencido de san Francisco do sus engaños y alumbrado
con la luz del cíelo, abrió los ojos de su cnlendimbmlo
para conocer la verdad, y la abrazó con la voluntad y
se hizo cristiano, con admiración y espanto de los otros
bracmanes y genliles, y por su ejemplo se convirtieron
muchos.
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Dejando en la Vcsqueria la mejor órden que pudo, volvió
á Goa para tratar con el virey y con el obispo algunas
cosas importantes del servicio de nuestro Señor, y del
acrecentamiento de aquella cristiandad : y luego en acabándolas,
encomemlando al padre Pablo Camerate el cuidado
y gobierno del nuevo colegio de Goa ique ántcs habia
comenzado el P. Fr. Diego Barba para seminario délos niños
recien convertidos, y entonces por su ínslancíay mandato
del rey don Juan se encargó de él la Compafiía1, se
tornó á la Pesquería, llevando consigo algunos sacerdotes
virtuosos seglares, y otros muchos bien enseñados de los
que se habían criado en el mismo colegio de Goa. Llegó
á la Pesquería y repartió los obreros que consigo llevaba^
y tuvo una ocasión muy grande para ojercílar su caridad;
porque los badegas, gente feroz y bárbara y enemiga de
cristianos, entraron por toda aquella tierra quemándola y
destruyéndola, y los pobres cristianos fueron forzados á
retirarse por huir de sus manos, y á padecer muchas injurias,
perdidas sus haciendas y casas: pero san Francisco
con sus oraciones, valor y prudencia, los remedió y
consoló, y procuró que de otras partes se les envíase mantenimiento
y la provisión necesaria para que no pereciesen
de, hambre, y como buen pastor no dejó cosa por hacer
para recoger aquellas ovejas de Cristo que andaban tan
descarriadas y afligidas.
Después pasó al reino de Travancor, habiendo ganado
primero la voluntad del mismo rey; y alcanzando de él licencia,
bautizó innumerables gentiles sus vasallos, de todos
los pueblos, que llaman Machoas, y deseaban recibir
a fé de Cristo : después de haberlos bien instruido en los
misterios de nuestra santa religión, hizo que ellos mismos
qui lnasen todos los ídolos, y echasen por tierra los templos
en que los habian adorado: mas los demonios, para
vengarse del santo y do los uuevoscristíaiios, incitaron á los
hádelas que de repente diesen en ellos : y así sin pensar,
entraron los bárbaros, y dieron con su vista y alaridos
(que subian al cielo) grande espanto á los lugares de los
(TÍslianos, que no tenian armas para resistir, ni otro lugar
donde salvarse. Pero en teniendo esta nueva san Francisco,
hincadas las rodillas en tierra, y los ojos en el cielo,
hizo una breve y eficaz oración, y solo, sin armas, con un
ánimo de vencedor, y con rostro y semblante del Señor,
se opuso á af|uel ejército, que estaba armado y furioso, y
reprendiéndoles de infieles para con Dios, y de crueles
para con los hombres, sin dar un paso adelante, el ejército
perdió su braveza y las fuerzas, y volvió atrás sin hacer
daño á la tierra ni tocar á los cristianos, los cuales con
este favor y amparo del Señor quedaron mas confirmados
en la fé y ohedienies á san Francisco, y el rey Travancor
tan espantado, qu« mandó pregonar por todo su
reino, que lodos obedeciesen de allí adelante al Padre
(qne así le llamaba), corno á su real persona.
pero aquí donde fué honrado de los buenos, no fué ménos
perseguido de los malos ; porque además de las asechanzas
y peligros, de queel Señor le libró, de los infieles,
y que senfian á par de muerte la destrucción de sus ídolos,
los mismos cristianos de nombre, gentiles en la vida,
no podiendo sufrir la reprensión de sus vicios públicos y
escándalos, muchas veces le buscaron para matarle, y pusieron
fuego de noche á las casas donde se recogía; mas
el Señor estaba con él y le guardó: y con su gracia el
santo hizo grandísimo fruto en toda aquella tierra, edifi-