Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

DÍA 20.
labios para qucjarso. Extendiéronle sobro el potro y le
doscoyunlaron todos los miembros. Durante este suplicio
el ilustre alíela se mostraba tan alegre y tranquilo como
si estuviese sentado en un banqnele ó sobre un trono.
Volvieron después á encerrarle en la Ccárcel, y al cabo de
algunos dias le condujeron á un altar de ídolos , á cuyo
frenle habia un gran brasero de fuego con incienso al lado.
Negándose Barlann á ofrecerle, le metieron la mano derecha
entre las ascuas , y así lo tuvieron por largo ralo,
hasta que, espantados los mismos paganos con el espectáculo
de tan inaudita constancia, lo dejaron y poco después
murió. Su martirio sucedió, según la opinión mas
probable, durante la primera porsccuciou de Diocleciano.
San B.isilio , san Juan Crisóslomo y otros padres de la
Iglesia han ocupado sus plumas escribiendo excelentes
panegíricos en honor de esle santo.
Los SAMTOS SEVERINO, EXÜPERÍG Y FELICIANO, MÁRTIKES.
—Murieron por la confesión del nombre de Jesucrislo en
Viena de Francia, durante las persecuciones de la Iglesia.
Sus cuerpos fueron enterrados en la misma ciudad por los
crislianos, y sus reliquias, después de muchos afios, fueron
halladas por revelación de los mismos santos, y habiéndolas
recogido e! obispo, clero y pueblo de la misma
ciudad, las sepultaron con gran pompa y levantaron una
iglesia á su memoria.
SAN FAUSTO, DIÁCONO V MÁRTIR.—Perlenecia al servicio
de la Iglesia de Alejandría, en tiempo de su palriarca san
Dionisio, cuyas virtuosas huellas siguió couslanlemeule.
Durante la persecución de Valeriano tuvo que sufrir muchas
persecuciones y trabajos y fué desterrado con su prelado.
Después regresó á Alejandría, donde ejercitó saniamente
su ministerio, hasta que al principio del reinado del
emperador Diocleciano, siendo ya muy anciano, no queriendo
sacrificar á los ídolos, fue degollado y consumó un
martirio glorioso.
ISOVIEMDRE.
SAN AZA Y SUS COMI'ASEROS, MÁRTIRES.—Aza era un solitario
de Isauria, que mortificaba su carne y alimentaba su
espíriíu con la meditación de las cosas santas, preparándose
así para ser hostia agradable en los altares del Se-,
ñor. Un dia fué delatado al tribuno Aquilino, que mandó
unos soldados para que fuesen á prenderlo y se lo presentasen.
Habiéndole inlerrogado, mandó que atado por los
cabellos lo colgasen á un árbol y le desgarrasen todo el
cuerpo con hierros dentados. Después lo metieron en un
horno encendido , del cual salió sin lesión. A vista del milagro,
se convirtieron á Jesucrislo la mujer y una hija
del tribuno y lodos los soldados que hablan presenciado
el tormento, y lodos juntos, en número de ciento
cincuenta, acabaron con Aza la vida, siendo degollados el
año 304.
SAN CIUSPIN, OBISPO Y MÁRTIR.—Adon, Usuardo, Galesinó
y Daronio hacen memoria de esle santo como obispo
de Eoija en España, el cual gobernó aquella Iglesia, y apacentando
á sus ovejas en la santa doctrina de Jesucrislo,
fué preso por los gentiles. Y como se negase enleramcnle
á dar culto á los ídolos, probada su constancia con
hambre, sed y fuego, siendo al fin degollado, alcanzó la
palma del martirio tal dia como hoy en el imperio de Diocleciano.
DIA 20.
SAN FÉLIX DE VALOIS, CONFESOR Y FUNDADOR.—El doctor
TOMO III.
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máximo de la Iglesia, san Gerónimo, ni la vida de santa
Paula, nobilísima matrona romana, dice, que la nobleza no
es cosa grande para quien la tiene; pero es muy grande
para quien la desprecia. Que tan grande fué la nobleza
de san Félix de Valois; pues supo despreciar la mayor nobleza
por la virtud, que es la nobleza do la misma noble
za. Fué muchas veces noble, y muchas veces grande este
glorioso patriarca, porque fué noble según el mundo, y
noble segnn el cielo; grande delante de los hombres, porque
fué del tronco real de Francia, y mas grande delante
de Dios nuestro Seílor, porque pisando lauta grandeza,
supo hacerse mas grande por la virtud que lo era por la
sangre. ¡.
Fué padre de san Félix Ranulfo, conde de Vermandois
y de Valois, hijo de Hugo de Francia y nielo de Enrique
I, rey de Francia. La madre, igual en la nobleza á su
marido, fué madama Leonor hija de Teobahlo, tercero de
esle nombre, llamado el Grande, conde de Bles y Champaría,
y hermana de TeobaldoIV , llamado el Bueno. Vivian
Ranulfo y Leonor en la ciudad de an Quintin, cabeza
de sus estados: y Leonor, que era piadosísima, teniendo á
su hijo en el vientre, fué en romería al monasterio de San
Bedasto, célebre en el obispado de Cambray.
Allí hizo una novena á san Ilugon, arzobispo de Rúan,
cuyo sagrado cuerpo se guarda en aquel monasterio ; y al
úllimo dia de la novena, estando de rodillas delanle de|
altar del sanio arzobispo, se quedó Leonor dormida, y vió
en sueños á la Virgen María que traia á su preciosísimo
Uijo en los brazos, y le llegaba á otro niño muy hermoso
y gracioso que estaba á su lado. Tenia el niño Jesús una
cruz pesada en los hombros, y el olrcí nifio una hermosa
corona de flores en la mano: y trocando los dos niños como
por juego las dos joyas, Jesús dió al niño su cruz y el
niño dió á Jesús su corona. No sabia Leonor qué significaba
esta visión, y Juego vió á san Hugon que hablando
con ella la dijo: Ese niño que no conoces, es tu hijo, que
trocará las lises de Francia por la cruz de Cristo, y la dividirá
contigo para que ambos sigáis con ella al Señor
crucificado. Dividió el nho la cruz en dos partes, y dando
la una á su madre, se quedó con la olra para sí. Despertó
Leonory tuvo la visión por sueño, aunque tantas mujeres
tienen los sueños por visiones, pero el efecto mosti ó que
habia sido vaticinio, como veremos después. Nació san
Félix á 9 de abril de 1127, en el camino de Amiens, donde
cogió ásu madre el parto. Llamáronle Hugo en el bautismo,
ó por devoción de san Hugon, ó por memoria del
nombre de su abuelo, Hugo de Francia: el cual nombre
mudó después en el de Félix ; y así le llamaremos desde
ahora para evitar confusión.
Estando aun á los pechos el niño Félix, sucedió una
grande sequedad y hambre en toda aquella tierra: el ciclo
negaba á la tierra la lluvia; porque los pecadores no la
regaban con lágrimas: clamaban los hombres para aleanzar
el remedio, y la tierra abría muchas bocas para pedirle,
de la manera que podia ; pero Dios cerraba los oidos,
porquclospecadores se hacían sordos ásns voces, y duraba
el castigo porque no cesaban los pecados. Los campos
ni daban pan para los hombres, ni yerbas para los ganados:
padecían todos los que tenían culpa y los que no la
podían tener, para que padeciesen los culpados: acudían
los pobres á las casas de los ricos; y todos eran pobres ó
mostraban serlo para no dar ó para pedir: solo hallaba
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