Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

318 LA LKYímV DE ORO. DÍA 4.
pedirse; para que cnlendiese cuánto lo había ofendido el
ponerle en ocasión de perder á Dios y manchar la candidísima
pureza de su alma. Na fué esl.» vez sola la que
padeció san Cáiios semejaníes peligros, y (riunfó de la
carne con huir sus asechanzas.
Al paso que se esmeraba el sanio cardenal en su aprovechamiento,
y Grecia en virtud y perfección propia,
deseaba también la ajena , y abrasado de amor de Dios,
no perdía ocasión en (pie pudiese ap.ovechür á sus prójimos.
Para esto fundó un colegio suntuoso en Pachia,
donde se criasen muchos en letras y virtud : y viendo que
la conclusión del concilio trideniino habia de ser para universal
reformación de la Iglesia, puso gran cuidado ó
inslancia para fjue se concluyese sin perdonar á trabajo
suyo, venciendo en esta materia dificultades insuperables
al parecer de lodos ; pero el zelo de la casa de Dios que
ardia en el santo mancebo , le daba confianza para todo.
Después de concluido felicísimamento el concilio , no fué
menor el cuidado que tuvo de su ejenicion , siendo causa
que se publicase y recibiese en muchas partes ; y que se
señalase la congregación de los cardenales, que resolviese
las dudas que podían ocurrir acerca de su inleligimcia.
Hizo que se compusiese luego por varones doctísimos el
Catecismo romano, conforme á lo que dispone el concilio,
y que se reformase el misal y breviario romano. Dispuesto
lo tocanle á la ejecución del concilio, juzgó por
conveniente ser el primero á ejecutar sus órdenes para
ayudará obra tan imporlante por todos medios; y los pregados
y el pueblo mirándole como á espejo se moviesen
fácilmente á seguirle. Yeia que estaba puesto como ciudad
sobre el monte en el sublime grado de cardenal , sobrino,
coadjutor del pontítice , pastor imiversal de la
Iglesia , y que no hay mas eficaz remedio de persuadir
una ley que obedecerla quien tiene el primer lugar en el
gobierno í comenzó á practicar en sí mismo los saludables
consejos del concilio ; y deseoso de la perfección á
que anhelaba , iha dejando los honeslos entretenimientos
con que se recreaba alguucs ratos. Guardaba cierta gravedad
de costumbres que se acercaba á austeridad de
vida. Dióse á la oración con mayor frecuencia recogiéndose
dos veces al dia por lo menos : domaba su
cuerpo con ayunos y disciplinas : visitaba frecuentemente
las iglesias , en particular Santa María la Mayor: á
este sagrado templo iba con secreto de noche, subiendo
de rodillas todo el collado que comienza de Santa Potenciana
, acompañado de los mas confidentes criados: bacía
muchas limosnas en «orna , y en los lugares donde gozaba
rentas eclesiásticas, en especial en Milán, socorriendo
á los pobres, gastando espléndidamente cuanto en
beneficio de su Iglesia parecía necesario,de que se entiende
no haber recibido en Roma parte alguna de aquellas rentas
: moderó su vestido , dejó las telas de seda y todo traje
pomposo, reduciéndose á la observancia de una modestia
eclesiástica ejemplarísima.
l ucra de esto, viéndose constituido arzobispo, sucesor
de los apóstoles y pastor de almas, á quienes por obligación
toca apacentarlas con la palabra de Dios, como lo
advierte el mismo santo concilio; se iba amaestrando en
la facilidad de hablar en público. Comenzó á hacer pláticas
espirituales en convenios de monjas, en Santa María
la Mayor, donde era arcipreste, en Santa Práxedes, iglesia
de su título, con asombro de todos; ¡¡erque no se habia
visto basta entonces en los cardenales este ministerio: y
con este mismo- intento sabiendo cuán necesario es al obispo
el conocimiento de las sagradas Lelras, para oponerse
á la falsa doctrina de los herejes , para defender su rehaño
y enderezar los fieles por el camino de su salvación , se
dióal estudio déla sagrada teología, comenzando de la
lógica y filosofía. Era cosa verdaderamente digna de admiración
ver un hombre, en cuyos hombros cargaba el
peso del gobierno pontificio, como un simple estudiante
estar oyendo los discursos de sus maestros , y escribir las
lecciones de su mano con gran fatiga y paciencia.
De la reformación de su persona pasó á la de su famiTa,
para que fuese ejemplo á los demás prelados. Halló en su
servicio.buen mimero de caballeros y de personas nobles
de profesión seglar: y pareciéndole indecente á un prelado
eclcsiáslíco, los despidió todos, honrándolos conforme
al mérífo de cada uno con liberales dádivas. Keluvo
los eclesh'sticos (con los oficiales de ministerios ínfimos);
dió órdenes de una vida ejemplar; prohibió'es sedas y
otras cosas indecentes; y poco á poco la fué reduciendo á
tanto rigor que no parecía sino un convento de religiosos;
porque toda su casa ordenó como si fuera un colegio de la
C pafi;a de Jcsns , con semejantes ejercicios y cestum-
'ores, y aun con los mi mios oficios y nombres de oficios
que hay en una casa de la Compañía.
Aunque estaba en Itoma el santo cardenal delenido por
el sumo ponlílice , su ánimo tenia en Milán, deseando
y procurando el bien de sus ovejas ; y así desde Roma era
notable la vigilancia que tenia de ellas y de su reforma^
cion: para lo cual escogió los vicarios mas zelosos y prudentes
que judo, y les daba admirables órdenes : envió
al padre D.medic'o Paluiio, varón apostólico y predicador
de gran espíritu y prudencia , con otros padres de la
Compañía de Jesús, que no habían entrado entonces
en Milán , y el santo los introdujo y fundó muchos colegios.
Enviólos como precursores, para disponer al pueblo
á la reformación con sermones, frecuencia de sacramentos
, y enmienda de vida: signióies el santo cardenal,
recabamb) desnues du mucha instancia y ruegos
licencia del pontilice: el cual le hizo su legado á hiere en
toda Italia, que fué ocasión que se detuviese en el camino,
ordenando muchas cosas del servicio de Dios; porque por
todas partes donde pasaha iba echando llamas de fuego,
que ardia en su pecho, del amor de Dios y del prójimo. Al
cuirar en Milán, cuanto mayor era el regocijo de todo el
pueblo, tanio fué mayor el sentimiento de! enemigo común:
oyéronse gemidos de los demonios, que como bestias bramaban
desesperadamente, dando á entender cuán intolerable
tormento lesera la presencia del santo cardenal:
juntó luego concilio provincial, dando principio á la primera
sección con una procesión solemne de los preladas y
eidero: predicó luego el padre lienedícto Pjlmio déla
necesidad y modo de reformar la Iglesia, á la cual se ordenaba
aquella sínodo : hi/o luego el mismo san Cárlos
una oración del inslitnto y necesidad de los concilios provinciales
: en este concilio se leyeron y acoplaron los decretos
del santo concilio de Trento: ordenó el cardenal su
ejecución á todos los obispos que púbücamenle hiciesen la
profesión dé la fé: estableciéronse diversos decretos y órdenes
tocantes á la disciplina eclesiáslica, reformación de
la Iglesia, y las costumbres y el gobierno de los obispos,
y el modo de haherse en su persona y familia. Fué seña-