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Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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298 LA LEYF.NÍU DK ORO.<br />

cado se liallará domlu quisiere. La sutileza será lanía, que<br />

no hay aire lan <strong>de</strong>licado, ni rayo <strong>de</strong> luz lan sulil, ni voz <strong>de</strong><br />

hombre, ni cosa alguna <strong>de</strong> la tierra lan penetrante, que la<br />

suliicza <strong>de</strong>l cuerpo glorioso con gran<strong>de</strong>s ventajas no la exceda.<br />

Pues, ¿quediré <strong>de</strong> la impasibilidad? que es tanta,<br />

que á la manera que el rayo <strong>de</strong>l sol no se pue<strong>de</strong> con espatla<br />

corlar, ni ahogarse en el agua, ni quemarse en el fuego,<br />

ni ensuciarse ó mancharse con inmundicia alguna ¡ así<br />

el cuerpo glorioso no pue<strong>de</strong> pa<strong>de</strong>cer ni recibir lesión ó daño<br />

alguno. ¿Qué <strong>de</strong> la claridad? que sobrepuja á las estrellas<br />

<strong>de</strong> la luna y <strong>de</strong>l mismo sol; y todas las cosas claras y relucientes<br />

<strong>de</strong> acá son oscuridad cotejadas con ella. Esto toca<br />

á la gloria <strong>de</strong> los cuerpos <strong>de</strong> los bienaventurados. Mas<br />

para <strong>de</strong>clararla excelencia, gran<strong>de</strong>za, riqueza y hermosura<br />

<strong>de</strong> aquel palacio real y morada perpetua <strong>de</strong> los santos,<br />

seria menester que bajase uno <strong>de</strong> ellos <strong>de</strong>l cielo, y qce<br />

como testigo <strong>de</strong> vista nos la pintase y pusiese <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />

los ojos; porque el asiento <strong>de</strong> esta ciudad es sobre todos<br />

los ciclos, y la anchura y gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> ella exce<strong>de</strong> toda<br />

medida. Si hay algunas estrellas que, según los astrólogos,<br />

son mayores sesenta y ochenta veces mas que toda<br />

la tierra, ¿qué tan gran<strong>de</strong> será aquel cielo que abraza á<br />

todas las estrellas y todos los cielos? No hay gran<strong>de</strong>za en<br />

el mundo que con esta se pueda comparar: y por esto el<br />

profeta Banich, admirado <strong>de</strong> esta gran<strong>de</strong>za, atónito y como<br />

fuera <strong>de</strong> sí, exclamó y dijo: «O Israel, icuán gran<strong>de</strong><br />

es la casa <strong>de</strong> Dios é inmenso el lugar <strong>de</strong> su trono y asiento!<br />

Gran<strong>de</strong> es y no tiene término: excelso es é inmenso.»<br />

Pues si preguntas por las labores <strong>de</strong> su ediíicio, no hay<br />

lengua que lo pueda explicar; porque si esto que parece<br />

por <strong>de</strong>fuera á los ojos mortales es lan hermoso, ¿quéserá<br />

lo queallá está guardado á losojos inmortales? Y si acá en<br />

este mundo visible nos <strong>de</strong>leita tanto la hermosura <strong>de</strong> la<br />

tierra, la llanura <strong>de</strong> los campos, la altura <strong>de</strong> los montes,<br />

la verdura <strong>de</strong> los valles, la frescura <strong>de</strong> las fuentes, la gracia<br />

cielos rios repartidos como venas por lodo el etierpo<strong>de</strong><br />

la tierra, y sobre todo la anchura délos mares, poblados<br />

<strong>de</strong> tantas diversida<strong>de</strong>s y maravillas <strong>de</strong> cosas; ¿qué será<br />

en aquella casa real y en aquel sacro palacio que Dios<br />

edificó para solar y gloria <strong>de</strong> sus escogidos? De este lugnr,<br />

sobre todas las cosas lindo, admirable y divino, dice<br />

san l'cdto Damián unas palabras recogidas <strong>de</strong> diversos y<br />

varios lugares <strong>de</strong> san Aguslin, que quiero poner aquí.<br />

«Quién (dice) podrá explicar la alegría <strong>de</strong> aquella patria<br />

soberana, don<strong>de</strong> los edificios son todos <strong>de</strong> piedras preciosas<br />

y vivas, y los tejados están cubiertos <strong>de</strong> oro purísimo,<br />

y las salas resplan<strong>de</strong>cientes con maravillosa claridad, y<br />

toda la obra es <strong>de</strong> piedra <strong>de</strong> inestimable valor, y las calles<br />

<strong>de</strong> esta ciudad son enlosadas <strong>de</strong> oro mas puro que el cristal,<br />

sin polvo, ni lodo, ni inmundicia alguna: en don<strong>de</strong> la<br />

aspereza <strong>de</strong>l invierno y el ardor <strong>de</strong> estío no tienen lugar;<br />

ántes las flores y rosas que no se marchitan hacen una<br />

perpetua primavera: allí blanquean las azucenas y brotan<br />

mil fuentes <strong>de</strong> bálsamo; los prados están siempre ver<strong>de</strong>s,<br />

y los sembrados hermosos, y corren rios <strong>de</strong> miel en gran<strong>de</strong><br />

abundancia, y los ungüentos suavísimos y aromáticos<br />

echan <strong>de</strong> sí muy olorosa y divina fragancia; alh' las manzanas<br />

lindísimas están colgadas en aquellos bosques floridos<br />

pan siempre. En aquella ciudad no hay variedad en<br />

ía claridad <strong>de</strong> la luna, <strong>de</strong>l sol y <strong>de</strong> las estrellas; porque el<br />

Cor<strong>de</strong>ro es el que la alumbra sin jamás escon<strong>de</strong>rse,<br />

y por eso no hay noche ni sucesión <strong>de</strong> tiempo, sino un dia<br />

DIA 1.<br />

constante y perpetuo y cada uno <strong>de</strong> los santos resplan<strong>de</strong>ce<br />

como un sol.» Hasta aquí son palabras <strong>de</strong> san P«dro Damián:<br />

las cuales se han <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r nó como suenan materialmente,<br />

sino por otra manera mas alta, barruntando y<br />

sacando por estas cosas que nosotros conocemos, y en que<br />

acá nos <strong>de</strong>leitamos, cuánto mas espirituales y excelentes<br />

son las <strong>de</strong> allá.<br />

Pues ¿qué diré <strong>de</strong> los ciudadanos <strong>de</strong> esta ciudad, <strong>de</strong> su<br />

muchedumbre, <strong>de</strong> su nobleza, <strong>de</strong> su buena condición y <strong>de</strong><br />

la caridad y concordia que tienen entre si? El número es<br />

sin número y tan gran<strong>de</strong>, que san Juan en el Apocalipsi<br />

dice, qtie vió en espíri tu una innumerable compañía do<br />

bienaveniurados, que no bastaría nadie para contarlos, la<br />

cual habia sido recogida <strong>de</strong> lodo el linaje <strong>de</strong> gentes y pueblos,<br />

y lenguas, y estaban en presencia <strong>de</strong>l trono <strong>de</strong> Dios<br />

y <strong>de</strong> su Cor<strong>de</strong>ro, vestidos <strong>de</strong> ropas blancas y con palmas<br />

triunfales en las manos cantando á Dios cantares <strong>de</strong> alabanza<br />

: con lo cual concuerda lo que el profeta Daniel significa<br />

<strong>de</strong> este sagrado número, diciendo en el cap, T:<br />

«Millares <strong>de</strong> millares servían al Señor <strong>de</strong> la Majestad, y<br />

diez veces cien mil millares asistían <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> él: y con<br />

ser tantos no hay entre ellos confusión; ántes cuanto es<br />

mayor el número, tanto es mayor el ór<strong>de</strong>n y armonía;<br />

porque cada uno con maravilloso concierto está en su lugar<br />

y gloria según su merecimiento. Pues ¿qué diré <strong>de</strong> la<br />

nobleza <strong>de</strong> estos ciudadanos <strong>de</strong>l cíelo, siendo (como son)<br />

todos reyes é hijos <strong>de</strong> Dios? ¿Que <strong>de</strong> su condición suavísima,<br />

<strong>de</strong> su unión y concordia entre sí? Todos ellos son<br />

una ánima y un corazón ; y así viven en tanta paz, que la<br />

misma ciudad tiene por nombre Jerusalen, que quiere <strong>de</strong>cir<br />

«visión do paz.» Allí la virtud <strong>de</strong> la caridad, á la cual<br />

pertenece hacer todas las cosas comunes, está en toda su<br />

perfección, y lodos los santos mas unidos entre si que los<br />

miembros <strong>de</strong> un mismo cuerpo; porque todos participan<br />

un mismo espíritu que les da un mismo ser, y una bienaventurada<br />

vida. Pues siendo esloasí, ¿qué gozo tendrá allí<br />

un bienaventurado <strong>de</strong> la gloría <strong>de</strong> lodos los otros; pues<br />

á cada uno <strong>de</strong> ellos ama como á sí mismo? Porque (como<br />

dice san Gregorio) aquella heredad celestial para todos es<br />

una, y para cada uno toda; porque <strong>de</strong> los goces <strong>de</strong> lodos<br />

recibe cada uno lan gran<strong>de</strong> alegría como si él mismo los<br />

poseyese: y (como dice san Aguslin) si en el corazón <strong>de</strong>l<br />

hombre apenas pue<strong>de</strong> caber el gozo que tiene <strong>de</strong> su solo<br />

bien; ¿cómo cabrá en ella inmensidad <strong>de</strong> tantos y tan<br />

gran<strong>de</strong>s gozos que tendrá <strong>de</strong>l número casi iníinito <strong>de</strong> los<br />

bienaventurados ? Porque cierto es, que cuanto el hombre<br />

ama á otro, tanto se goza <strong>de</strong> su bien. Si supiésemos que un<br />

gran santo ha bajado <strong>de</strong>l cielo como un san Pedro 6 san<br />

Pablo, san Juan Bautista ó san Juan evangelista, ü otro<br />

cualquiera <strong>de</strong> aquellos gran<strong>de</strong>s príncipes <strong>de</strong> la córlc celestial,<br />

y que está entre nosotros, y que por algún rato le<br />

podíamos hablar y tratar familiarmente; ¿quien no se <strong>de</strong>sembarazaria<br />

<strong>de</strong> lodos los otros nogocios para verle y para<br />

oírle y comunicar sus cosas con él ? Y si la que hubiese bajado<br />

fuese la Reina <strong>de</strong> lodos los ángeles y todos los santos<br />

nuestra Señora la Virgen María; ¿con cuánta mayor <strong>de</strong>voción<br />

y cuidado nos daríamos priesa para gozar <strong>de</strong> su gloriosa<br />

vista, y aunque fuese por breve tiempo, recrearnos<br />

con su presencia? Pues ¿qué júbilo, qué gozo y qué alegría<br />

<strong>de</strong>be tener una alma que pue<strong>de</strong> tratar nó con un bienaventurado,<br />

sino con todos los santos que están en el cielo,<br />

nó por una hora ni por breve tiempo, sino por toda la éter-

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