Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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DÍA 13. OCTUBRK. 219 la Iglesia , inárliros y confesores, fueron de África, y fiorccieroíi duranle la persecución de los vándalos siendo reyel bárbaro Unnérico. De ellos unos eran obispos, oíros presbilercs otros diáconos y muchos seglares, y lodos sin distinción por defender la fé católica fueron desterrados á un áspero desierto. Algunos de ellos murieron por el camino en fuerza de los malos tratamientos que los daban los soldados que les acompañaban; pues los punzaban con los cuentos de las lanzas para que corriesen , los apedreaban, á otros los ataban por los piés y los llevaban arrastrando por los logares escabrosos, como si fueran cuerpos mnerlos y les descoyuntaban así lodos sus miembros. Por último, ó en el camino ó en el destierro , afligidos con diverso género de tormentos, casi todos ellos consumaron el martirio. De entre todos ellos hace la Iglesia particular mención de los obispos SAN FÉLIX Y SAN CIPRIANO. SAN MONAS, OBISPO Y CONFESOR.— Estando vacante la silla de Milán y hallándose el clero y el pueblo reunidos para la elección de un pastor, se apareció una luz milagrosa , que rodeando á Monas, designó que aquel era el designado por el Sefíor. En seguida fué unánimemente elegido y luego consagrado, atestiguando en lo sucesivo por sus virtudes y milagros que habia recibido del ciclo su misión. Gobernó la diócesis de Milán por espacio de cincuenta y nueve afios con prudencia y santidad y particularmente con admirable fortaleza en tiempo de la persecución , y finalmente murió en dichosa paz en medio de su rebaño en el siglo llí. SAN SALVINO, OBISPO Y CONFESOR.—Floreció en Yerona, cuya ciudad ilustró con sus ejemplos y sabiduría. Fué Ampiar de penitencia, y siendo tentado de la incontinencia, maceró su carne con cilicios y ayunos, y con asidua oración. Su humildad fué tan elevada, que se tenia por el mas despreciable y abatido de los hombres; pero sus eminetilcs virtudes le hacían considerar por cuantos 1c conocían como un modelo acabado de perfección. Poseyó el don de milagros y fué perfecto en todas sus obras y acciones, mereciendo que Jesucristo se le apareciese en su última hora para conducirlo á la patria celestial. SAN MAXIMILIANO , OBISPO Y CONFESOR. — Natural de Hungría y educado en la práclica de las virtudes evangélicas , fué el ornamento de su noble familia y de la Iglesia de Dios. Su instrucción en las ciencias sagradas y su acrisolada virlud le merecieron los sufragios del clero y del pueblo para ser elevado ála silla episcopal de Lorch, cuya diócesis gobernó con prudencia y distinción, dotándole el cielo con el don de profecía y de milagros, los cuales se continuaron en su sepulcro después de su dichosa muerte. Sus reliquias se conservan en la iglesia de Celene, en el mismo reino de Hungría. SAN EUSTAQUIO, PUESBÍTEUO Y CONFESOR.—Floreció en Siria, y aunque ignoramos la época, sabemos por un antiguo escritor llamado Pedro y por el venerable Boda, que fue insigne este sanio en la penitencia , la caridad con los pobres y el zolo por la gloria de Dios. NUESTRA SEÑORA DEL RiwsM0 ^0tr08 ponon g(l fics|a en el día 8 de este mismo mes. Es uno de los mas hermosos y poéticos títulos, bajólos cuales es invocada la Reina de los ángeles. DIA 13. SAN GERARDO, ABAD Y CONFESOR.—Fué san Gerardo, abad, hijo deEranlo , varón ilustre y de lá casa de 11aganon, duque de Austrasia y de Elelrude, hermana de EsU'ban , obispo de Tongeren, y desde nifio muy bien inclinado á todas las cosas de virtud. Habiendo ya salido de los tiernos años de la nifiez , y entrando en la juvéntiíd resplandeció en Gerardo una modestia de costumbres tan grande y una prudencia en sus consejos tan rara , y en sus palabras (anta suavidad y elegancia , que la gente se le comenzó á aficionar; y particularmente Bérengaiio, conde y señor de Namur, le cobró tanto amor que le llevó á su casa y se servia de él para muchas cosas de importancia , porque era hombre para la paz y para la guerra; y así le envió á Francia por su embajador , para despachar algunos negocios graves que ké )e ofrecían. Había, antes de esta jornada á Francia , tenido Gerardo en sueños cierta visión, en que se le mandaba que repárasela iglesia de Bromio que habia sido fundada de Pipino , y estaba mallraiada , y que trasladase á ella las reliquias de san Eugenio, mártir, arzobispo de Toledo. Él habia ya edificado la iglesia , y dádole muchas heredades y posesiones; mas no sabia cómo llevar á ella el cuerpo del glorioso san Eugenio, ni donde estaba; pero sucedióle en esta jornada de Francia, qne caminando un diá con deseo de llegar á la ciudad de París, Icsobrevino la noche y se hubo de detener en el monasterio de San Dionisio, cerca de la ciudad: y entrando en la iglesia para encomendarse al Señor y á los santos que en aquella eran honrados, oyó hacer conmemoración de san Eugenio, mártir : y queriendo'saber quién era aquel Eugenio, supo que era san Eugenio primer arzobispo de Toledo y discípulo de san Dicnisio; y que después de su maestro habia sido martirizado en Francia; y que su sagrado cuerpo estaba allí sepultado y venerado , resplandeciendo con muchos y grandes milagros en todo el reino de Francia. Eslrañamentc se gozó Gerardo con estas nuevas, pareciéndole que se le abria camino para cumplir y poner por obra loque se le habia significado del cielo. Pidió con mucha instancia al abad y monges de San Dionisio, que le diesen el cuerpo del santo: y como no se. lo concedieren, fué á la córte del conde Roberto (que después fué rey), y trató los negocios á que iba, y volvió á dar ciiénlá de ellos al conde Berengario, y suplicóle qne le diese licencia para dar libelo de repudió á todas las cosas de la tierra, y recogerse á servir al señor: y aunque con mucha dificultad y tristeza del conde, alcanzó su beneplácito; y tomando primero la bendición de Esteban, obispo de Tongeren, volvió al monasterio de San Dionisio, y pidió el hábito, y se hizo religioso en aquel santo convento, donde fué espejo de toda santidad y virtud. Allí comenzó á estudiar y aprender desde las primeras letras, como un niño; y aprovechó tanto en las humanas y después en las divinas, que á los nueve años de su conversión se ordenó.de sacerdote, con gran humildad y gozo de su espíritu, y edificación y aprovechamiento de los otros monges, á los cuales era gratísimo, y tenido de todos en gran veneración; porque conocían que era varón de Dios, y adornado délas raras virtudes y gracias del Señor. Honraba á. los viejos: amaba á los mozos: afligía su cuerpo con ayunos: gastaba las noches en oración: tentase por el menor de todos, y tratábase como fiel míníslro de Dios: estaba muy .asido á la guarda de su regla : su vestido era vil y su comida poca, en la obediencia pronto y en las injurias sufrido.

%W LA LEYENDA DE ORO. Todo su deseo era hacer lo que Dios lehabia mandado, y y llevar á la iglesia de Bronio las reliquias de san Eugenio. Para esto hizo juntar al abad y á los monges; y declaróles la revelación que habia tenido de Dios, y rogóles que lo diesen aquel precioso tesoro de las reliquias de san Eugenio, y que le dejasen ir á cumplir lo que el Señor le habia mandado. Vinieron bien en ello los monges: diéronle parto del cuerpo, y algunos de los mismos religiosos que le acompañasen; el santa, muy contento y regocijado, llevó sus reliquias y las colocó en aquella iglesia. Fué tanto el concurso de los pueblos, por donde pasaban, y las fiestas y regocijos que se hacian por todos, en el recibimiento do las sagradas reliquias, y tantos los milagros con que nuestro Señor las honraba y inagniücaba, que no se pueden decir con pocas palabras. Para mejor servicio y adorno de aquella iglesia y edificación de los fieles,quitó de ella á los clérigos, que primero él mismo había puesto, y puso en su lugar los monges que llevaba consigo, é instituyó en aquel lugar un monasterio: y habiéndole gobernado algún tiempo, por la mucha gente que acudió á él, y le inquietaba, uombró otro superior, y él se retiró á otro lugar mas apartado, para vacar mas al Señor, y darse á la contemplación con mayor libertad y paz de su alma. Entre los otros sanlos.que cultivaron los estados de Flandes y sembraron en ellos la palabra evangélica, fué uno san Gislcno, de nación griego: el cual, por divina revelación, dejando su patria vino á Roma, y de Roma á los eslados de Flandes, y en la provincia de Ilcnao, ó Anonia, fundó una iglesia que llamó Cela, á honra de los gloriosos príncipes de los apóstoles san Pedro y san Pablo. Allí vivió y murió santísimamcnle, y fueron colocadas sus preciosas reliquias. Mas andando el tiempo, los clérigos que vivían en Cela, no daban el ejemplo que á su estado convenia, ni trataban las reliquias de san Gisleno, con la decencia y reverencia que era razón. Apareció el sanio á Gisleberto, duque de Lorena, y avisólo que pusiese en aquel lugar á Garardo, abad, y quitase á los que allí oslaban; y el duque envió al obispo de Cambray, y á un conde principal, á buscar á san Gerardo, y rogarle con mucha instancia que se encargase del gobierno del convento de Cela, para cumplir con lo que san Gisleno le mandaba. Halláronle los embajadores escondido en su rincón; y apenas pudieron persuadirle que acéptasela dignidad de abad: pero finalmente, entendiendo ser aquello la voluntad del Señor, bajó la cabeza y lomó el cargo, y quitando á los clérigos, por ser escandalosos, fundó en aquel lugar un insigne monasterio de monges, y con una revelación que tuvo, apareciéndosele san Gisleno, halló sus santas reliquias, que las hablan hurlado, y las tornó á su lugar, y procuró con la santidad de vida y.con amor y dulzura, ganar los ánimos de sus subditos, ó inflamarlos cada dia mas á la perfección, juzgando que es mas fuerte el amor que ol temor, para gobernar bien á los que por el amolde Dios se sujetan al yugo de la religión. Decia cada dia misa; y una vez vino una mujer ciega y pidió que le diesen del agua con que el santo, diciendo misa, se habia lavado las manos : lavóse con ella los ojos, y luego cobró la vista; aunque Gerardo por su humildad, atribula este milagro á la fé de esta mujer, y á la virtud del santo Sacramento. Era señor de Flandes á la sazón, el marqués Arnulfo, DIA 13. hombre poderoso y muy jico; pero muy atormentado de dolor de piedra : para el cual no hallaba remedio, habiendo probado todos los que la medicina y los grandes médicos le podian dar. Parecióle que la salud le habia de venir del cielo, y que san Gerardo con sus oraciones se la podria alcanzar de Dios: rogólo instantemente, que le librase de aquel tormento cruel y perpetua agonía que padecía. Excusóse el santo por su humildad, diciendo que no era digno de tan grandes favores del Señor; y finalmente, como Arnulfo, con el deseo y ansia de la salud le importunase, san Gerardo le aconsejó que repartiese con los pobres sus grandes riquezas, y que ayunase tres dias, y se confesase y comulgase; porque de esta manera granjearla la voluntad del Señor, en el cual esperaba que le oiria y le concederla entera salud Todo lo hizo el marqués, como el sanio se lo dijo; y en acabando san Gerardo de decir misa, y él de recibir de su mano el santísimo cuerpo de nuestro Señor, echó la piedra que tanto le fatigaba, y cobró milagrosamente la salud. Ofreció grandes dones, y mueba cantidad de oro y plata Arnulfo, á san Gerardo; pero él no quiso aceptar para sí nada: porque decia, que cl-raongc que en la tierra tiene peculio, no tiene parte en el cielo, ni se puede llamar religioso. Pero Arnulfo le conjuró é importunó lanío, (ftui fué forzado ú aceptar la décima parle de sus bienes, para repartirla á los pobres; y él con gran prudencia y fidelidad la dispensó. También le encomendó la administración y gobierno do todas las abadías que tenia en su estado; y san Gerardo se encargó de este trabajo tan pesado, por la necesidad que habia de reformar y poner en mejor orden algunas de ellas. Entre los otros tuvo mucho que hacer, en componer y asentar el monasterio blandinense, que san Amando habla fundado en Cante: porque algunos clérigos le habían despojado y casi asolado; pero él los echó, y puso en su lugar monges: y pretendiendo los que habían sido echados malar al santo, aunque estuviese en el altar diciendo misa, y queriendo ejecutar su maldad ; mirándolo al rostro, vieron en él una cosa mas que humana, y so l-rbaron, y despavoridos y sobresaltados, se echaron á sus piés, y le pidieron perdón. Tuvo cargo de diez y ocho monasterios, y por su gran solicitud é industria, plantó en ellos la vida y observancia religiosa, y muchos tomaron el hábito de religión, por vivir debajo de su disciplina y regla. Finalmente, habiendo tenido revelación de su dichoso tránsito, puso en cada monasterio superiores que lo gobernasen, y recogióse al suyo antiguo y pobre, dfrBromio, en que habia colocado las reliquias de san Eugenio mártir, y allí, cargado de dias y merecimientos, dió su espíritu al Scfior; el cual le ilustró con muchos milagros en vida y en muerte. La vida de san Gerardo, escrita á Gunlcro abad, trae el P. Fr. Lorenzo Surio en su quinto tomo. Tritcmio dice que san Odón, abad cluniacense, la escribió; y Pedro, diácono dice que también la escribe Gregorio, obispo de Tarracina. Ilace mención de san Gerardo abad, el martirologio romano, á los 3 de octubre; y Tritemio y Mohíno en la adiciones de Usuardo y en el catálogo de los sanios de Flandes. Murió san Gerardo el año del Señor de 908. Los SANTOS FAUSTO, JANUARIO, Y MARCIAL MÁRTIRES.— Tres hijos de san Marcelo centurión, llamados Fausto, Januario y Marcial, padecieron martirio en Córdoba, siendo presidcflle Eugenio, y fué tan grande su fervor y deseo

%W LA LEYENDA DE ORO.<br />

Todo su <strong>de</strong>seo era hacer lo que Dios lehabia mandado, y<br />

y llevar á la iglesia <strong>de</strong> Bronio las reliquias <strong>de</strong> san Eugenio.<br />

Para esto hizo juntar al abad y á los monges; y <strong>de</strong>claróles<br />

la revelación que habia tenido <strong>de</strong> Dios, y rogóles<br />

que lo diesen aquel precioso tesoro <strong>de</strong> las reliquias <strong>de</strong> san<br />

Eugenio, y que le <strong>de</strong>jasen ir á cumplir lo que el Señor le<br />

habia mandado. Vinieron bien en ello los monges: diéronle<br />

parto <strong>de</strong>l cuerpo, y algunos <strong>de</strong> los mismos religiosos que<br />

le acompañasen; el santa, muy contento y regocijado,<br />

llevó sus reliquias y las colocó en aquella iglesia. Fué<br />

tanto el concurso <strong>de</strong> los pueblos, por don<strong>de</strong> pasaban, y<br />

las fiestas y regocijos que se hacian por todos, en el recibimiento<br />

do las sagradas reliquias, y tantos los milagros<br />

con que nuestro Señor las honraba y inagniücaba, que no<br />

se pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>cir con pocas palabras. Para mejor servicio y<br />

adorno <strong>de</strong> aquella iglesia y edificación <strong>de</strong> los fieles,quitó<br />

<strong>de</strong> ella á los clérigos, que primero él mismo había puesto,<br />

y puso en su lugar los monges que llevaba consigo, é<br />

instituyó en aquel lugar un monasterio: y habiéndole gobernado<br />

algún tiempo, por la mucha gente que acudió á<br />

él, y le inquietaba, uombró otro superior, y él se retiró á<br />

otro lugar mas apartado, para vacar mas al Señor, y<br />

darse á la contemplación con mayor libertad y paz <strong>de</strong> su<br />

alma.<br />

Entre los otros sanlos.que cultivaron los estados <strong>de</strong> Flan<strong>de</strong>s<br />

y sembraron en ellos la palabra evangélica, fué uno<br />

san Gislcno, <strong>de</strong> nación griego: el cual, por divina revelación,<br />

<strong>de</strong>jando su patria vino á Roma, y <strong>de</strong> Roma á los eslados<br />

<strong>de</strong> Flan<strong>de</strong>s, y en la provincia <strong>de</strong> Ilcnao, ó Anonia,<br />

fundó una iglesia que llamó Cela, á honra <strong>de</strong> los gloriosos<br />

príncipes <strong>de</strong> los apóstoles san Pedro y san Pablo. Allí vivió<br />

y murió santísimamcnle, y fueron colocadas sus preciosas<br />

reliquias. Mas andando el tiempo, los clérigos que<br />

vivían en Cela, no daban el ejemplo que á su estado convenia,<br />

ni trataban las reliquias <strong>de</strong> san Gisleno, con la <strong>de</strong>cencia<br />

y reverencia que era razón. Apareció el sanio á<br />

Gisleberto, duque <strong>de</strong> Lorena, y avisólo que pusiese en<br />

aquel lugar á Garardo, abad, y quitase á los que allí oslaban;<br />

y el duque envió al obispo <strong>de</strong> Cambray, y á un con<strong>de</strong><br />

principal, á buscar á san Gerardo, y rogarle con mucha<br />

instancia que se encargase <strong>de</strong>l gobierno <strong>de</strong>l convento<br />

<strong>de</strong> Cela, para cumplir con lo que san Gisleno le mandaba.<br />

Halláronle los embajadores escondido en su rincón; y<br />

apenas pudieron persuadirle que acéptasela dignidad <strong>de</strong><br />

abad: pero finalmente, entendiendo ser aquello la voluntad<br />

<strong>de</strong>l Señor, bajó la cabeza y lomó el cargo, y quitando<br />

á los clérigos, por ser escandalosos, fundó en aquel lugar<br />

un insigne monasterio <strong>de</strong> monges, y con una revelación<br />

que tuvo, apareciéndosele san Gisleno, halló sus santas<br />

reliquias, que las hablan hurlado, y las tornó á su lugar,<br />

y procuró con la santidad <strong>de</strong> vida y.con amor y dulzura,<br />

ganar los ánimos <strong>de</strong> sus subditos, ó inflamarlos cada dia<br />

mas á la perfección, juzgando que es mas fuerte el amor<br />

que ol temor, para gobernar bien á los que por el amol<strong>de</strong><br />

Dios se sujetan al yugo <strong>de</strong> la religión.<br />

Decia cada dia misa; y una vez vino una mujer ciega y<br />

pidió que le diesen <strong>de</strong>l agua con que el santo, diciendo<br />

misa, se habia lavado las manos : lavóse con ella los ojos,<br />

y luego cobró la vista; aunque Gerardo por su humildad,<br />

atribula este milagro á la fé <strong>de</strong> esta mujer, y á la virtud<br />

<strong>de</strong>l santo Sacramento.<br />

Era señor <strong>de</strong> Flan<strong>de</strong>s á la sazón, el marqués Arnulfo,<br />

DIA 13.<br />

hombre po<strong>de</strong>roso y muy jico; pero muy atormentado <strong>de</strong><br />

dolor <strong>de</strong> piedra : para el cual no hallaba remedio, habiendo<br />

probado todos los que la medicina y los gran<strong>de</strong>s médicos<br />

le podian dar. Parecióle que la salud le habia <strong>de</strong> venir<br />

<strong>de</strong>l cielo, y que san Gerardo con sus oraciones se la<br />

podria alcanzar <strong>de</strong> Dios: rogólo instantemente, que le<br />

librase <strong>de</strong> aquel tormento cruel y perpetua agonía que<br />

pa<strong>de</strong>cía. Excusóse el santo por su humildad, diciendo que<br />

no era digno <strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong>s favores <strong>de</strong>l Señor; y finalmente,<br />

como Arnulfo, con el <strong>de</strong>seo y ansia <strong>de</strong> la salud<br />

le importunase, san Gerardo le aconsejó que repartiese<br />

con los pobres sus gran<strong>de</strong>s riquezas, y que ayunase tres<br />

dias, y se confesase y comulgase; porque <strong>de</strong> esta manera<br />

granjearla la voluntad <strong>de</strong>l Señor, en el cual esperaba que<br />

le oiria y le conce<strong>de</strong>rla entera salud Todo lo hizo el marqués,<br />

como el sanio se lo dijo; y en acabando san Gerardo<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir misa, y él <strong>de</strong> recibir <strong>de</strong> su mano el santísimo<br />

cuerpo <strong>de</strong> nuestro Señor, echó la piedra que tanto le fatigaba,<br />

y cobró milagrosamente la salud. Ofreció gran<strong>de</strong>s<br />

dones, y mueba cantidad <strong>de</strong> oro y plata Arnulfo, á san<br />

Gerardo; pero él no quiso aceptar para sí nada: porque<br />

<strong>de</strong>cia, que cl-raongc que en la tierra tiene peculio, no tiene<br />

parte en el cielo, ni se pue<strong>de</strong> llamar religioso. Pero<br />

Arnulfo le conjuró é importunó lanío, (ftui fué forzado ú<br />

aceptar la décima parle <strong>de</strong> sus bienes, para repartirla á<br />

los pobres; y él con gran pru<strong>de</strong>ncia y fi<strong>de</strong>lidad la dispensó.<br />

También le encomendó la administración y gobierno do<br />

todas las abadías que tenia en su estado; y san Gerardo<br />

se encargó <strong>de</strong> este trabajo tan pesado, por la necesidad<br />

que habia <strong>de</strong> reformar y poner en mejor or<strong>de</strong>n algunas <strong>de</strong><br />

ellas. Entre los otros tuvo mucho que hacer, en componer<br />

y asentar el monasterio blandinense, que san Amando<br />

habla fundado en Cante: porque algunos clérigos le habían<br />

<strong>de</strong>spojado y casi asolado; pero él los echó, y puso<br />

en su lugar monges: y pretendiendo los que habían sido<br />

echados malar al santo, aunque estuviese en el altar diciendo<br />

misa, y queriendo ejecutar su maldad ; mirándolo<br />

al rostro, vieron en él una cosa mas que humana, y so<br />

l-rbaron, y <strong>de</strong>spavoridos y sobresaltados, se echaron á<br />

sus piés, y le pidieron perdón. Tuvo cargo <strong>de</strong> diez y ocho<br />

monasterios, y por su gran solicitud é industria, plantó en<br />

ellos la vida y observancia religiosa, y muchos tomaron<br />

el hábito <strong>de</strong> religión, por vivir <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> su disciplina<br />

y regla. Finalmente, habiendo tenido revelación <strong>de</strong> su<br />

dichoso tránsito, puso en cada monasterio superiores<br />

que lo gobernasen, y recogióse al suyo antiguo y pobre,<br />

dfrBromio, en que habia colocado las reliquias <strong>de</strong> san Eugenio<br />

mártir, y allí, cargado <strong>de</strong> dias y merecimientos, dió<br />

su espíritu al Scfior; el cual le ilustró con muchos milagros<br />

en vida y en muerte.<br />

La vida <strong>de</strong> san Gerardo, escrita á Gunlcro abad, trae<br />

el P. Fr. Lorenzo Surio en su quinto tomo. Tritcmio dice<br />

que san Odón, abad cluniacense, la escribió; y Pedro,<br />

diácono dice que también la escribe Gregorio, obispo <strong>de</strong><br />

Tarracina. Ilace mención <strong>de</strong> san Gerardo abad, el martirologio<br />

romano, á los 3 <strong>de</strong> octubre; y Tritemio y Mohíno<br />

en la adiciones <strong>de</strong> Usuardo y en el catálogo <strong>de</strong> los sanios<br />

<strong>de</strong> Flan<strong>de</strong>s. Murió san Gerardo el año <strong>de</strong>l Señor <strong>de</strong> 908.<br />

<strong>Los</strong> SANTOS FAUSTO, JANUARIO, Y MARCIAL MÁRTIRES.—<br />

<strong>Tres</strong> hijos <strong>de</strong> san Marcelo centurión, llamados Fausto, Januario<br />

y Marcial, pa<strong>de</strong>cieron martirio en Córdoba, siendo<br />

presidcflle Eugenio, y fué tan gran<strong>de</strong> su fervor y <strong>de</strong>seo

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