Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

218 LA LEYEND A m ORO.
dientes deseos y fervorosas súplicas, le fué adminislrado
el santísimo viático , que recibió con lágrimas de (ernísim
i devoción ; después pidió con mucha ansia la extremaunción
: pero el superior, creyendo- que no se hallaba en
peligro de muerte como lo aseguraba el médico, rehusó
condescender á sus instancias , diciéndole que ya habría
tiempo, y que moderase entre tanto aquel sobrado ardor:
á que replicó el siervo de Dios, con igual aseveración que
huüiildad : Tendrán después pesar de darm« este sacramento
con demasiada prisa. En efecto poco se tardó en
saber , con cuánta razón el santo se hubiese apresurado
en pedir este sacramento, que es el último conforlalivo del
almacrisliana, para pasar á la eternidad. Porque mientras
se enlretenia en dovolos y fervorosos coloquios con Dios
nuestro Seíior, fué sorprendido de un repentino deliquio,
que le redujo á los últimos extremos ; por lo que fué forzoso
administrarle el sacramento de la extrema unción
con la prisa posibie, según lo hahia predicho ; y acabada
esta sagrada función, acabó él también el curso de su vida,
y entregó su bienaventurada alma en las manos de su
criador , a 12 de octubre de dicho año 1604 , y á los sesenta
y cuatro años do su edad. Los muchos milagros que
Dios ha obrado después de su muerte por su intercesión,
han hecho siempre mas pública y mas auténtica su santidad.
Benedicto XIII, le beaticó solemnemente, y Clemente
X!1I, le puso en el catálogo de los santos, habiendo
antes aprobado á este efecto los dos milagros siguientes..
El primero se obró en la ciudad de Ascoli con Genaro
Ranali, italiano , al cua!, habiéndole salido el afio 11 íí
un tumor en el sobaco izquierdo, que le causaba intensísimos
dolores , se le hizo abrir en Yiena de Austria por un
famoso cirujano español, pero esta operación no le produjo
el menor alivio, ántes se le abrieron otras dos llagas,
de las cuales salia mucha sangre y materia de mala calidad;
consultó á otros cirujanos hábiles , y entre ellos á
Moliuari, que era cirujano del emperador ; pero ninguno
supo curarle ni aliviarle con todos ios remedios y operaciones
de su facultad; por lo que lodos le amenazaban que
su mal pararia á una mortal gangrena ; en vista de lo que
le aconsejar on , volvióse á Italia á probar si con los aires
nativos lograrla algún alivio: púsose en camino, y con
increibles trabajos , -yendo de un hospital á otro, descubriendo
en todos su mal, llegó por fin á Ascoli; y oyendo
los milagros que el Señor obraba por el beato Serafín, se
fué á la iglesia de los padres capuchinos, donde hizo al
sanio una fervorosa oración .- llegó en esta ocasión el padre
guardián., quién exhortándole á confiar en la protección
del santo, hizo sobre las llagas la señal de la cruz
con el mismo crucifijo que traia el santo mientras vivía:
continuó el paciente su oración y de improviso se conoció
curado, movió el brazo y se halló sin dolores: descubrió
las llagas y las vió cerradas y curadas perfectamente;
quedándole el brazo sano y bueno.
El segundo sucedió en la misma ciudad de Ascoli, á 12
de octubre de 11