Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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quo es uiunJo, y abrazarse mas perfeclamente con Cristo
en la cruz: y para oslo, habiéndolo comunicado con el
santo padre Ignacio, se resolvió á ir á Roma con ocasión
de ganar el jubileo plenísimo, que en el a no de 1")30, sa
celebraba en aquella santa ciudad, y visitar y reverenciar
los santuarios y reliquias de ella, y echarse á los piés de
su santo padre (que era lo que mas le tiraba), y descubrirle
toda su alma, y regirse por su santo consejo y obediencia.
Hecha esta resolución, se aparejó para el camino:
otorgó su testamento, el cual fué breve y claro, porque no
tenia di-scargos que hacer, ni legados quo dejar; pues con
cristiana prudencia, él mismo en vida habia sido ejecutor
de su testamento, y üado mas de sí que de sus herederos.
Y habiendo amonestado grave y paternalmente á su hijo
don Carlos (que era el primogénito, y quedaba por gobernador
dei estado) de la jornada que quería hacer á
Uoma, y de las causas de ella, y de lo que habia de hacer
en su ausencia, y despedtdose de los otros hijos,y de algunos
principales criados y vasallos suyos, y abrazado a los
padres y hermanos del colegio de la Compahía; el último de
agosto del año de lo50, salió de Gandía para Roma, llevando
consigo á su segundo hijo donjuán de Borja, y á
nueve padres de la Compañía y algunos criados á caballo,
y salió con lii me resolución do nunca mas volver á Gandía
; y así la cumplió, aunque tuvo ocasión para volver.
Prosiguió su camino con-tal concierto, quetoda su gente
y compafiía, mas parecía tina congregación de religiosos,
que de criados de señor. Cada dia, después de su larga
oración, se confesaba, y oia misa y comulgaba ; y eslo
nunca lo dejó, hasta que fué sacerdote y dijo misa. Comia
una vez al dia, y con mucha sobriedad, y á la noche tomaba
una ligera colación. Hacia su disciplina en las noches,
por e! camino: unos ratos oraba, otros tenia conferencia
de cosas espirituales, y santos y dulces razonamientos.
Entró en Roma con grande recibimiento que le hicieron,
mucho cotilra su voluntad (que era de entrar de
noche y sin ruido ): y aunque su santidad le convidó con
sa sacro palacio y muchos cardenales con sus casas; él
escogió para su habitación la pobre casa de la Compañía
de Jesús, en la cual le estaba aguardando á la puerta el
sanio padre Ignacio. En viéndole el duque, se arrojó á sus
piés, pidiéndole ia mano y su bemiieion, como á padre y
superior suyo, y varón tan esclarecido en e! mundo; mas
el padre le abrazó y se enterneció con él: porque veia ya
en é! los afectos maravillosos de la divina gracia, y de lejos
lo que aquella planta habia de fructificar en h santa
Iglesia, é ilustrar su Compañía. Estuvo algunos meses en
Roma con gusto y devoción, en los cuales ganó el jubileo,
y visitó los santuarios de aquella santa ciudad: Besó los
piés al papa Julio HI, del cual fué muy favorecido, y
cumplió con las otras obligaciones de fuera de casa, y
abno su pecho y todo su corazón á su santo padre, tomando
de él dirección para su vida, y entera noticia del instituto
de la compafiía, y dió principio con alguna renta que
dejó al colegio romano, que después fundó la santidad de
Gregorio lili para tanto bien dei mundo. Hecho todo esto,
queriendo el duque renunciar en Roma su estado, se derramó
esta voz; y él entendió que el papa trillaba de hacerle
cardenal; y temiendo tanto aquella dignidad, como
oíros la apetecen, por consejo del mismo santo padre
Ignacio se volvió á España, y se fué á la villa de Oñate, en
Ja provincia de Guipúzcoa, para aguardar allí á un criado
LA LEYENDA DE ORO
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snyo, que desde Roma habia enviado al emperador don
Carlos, dándole cuenta de lo que quería hacer, y suplicándole
que le diese licencia para renunciar el estado de
Gandía en don Carlos,-su hijo. El criado vino con cartas
del emperador, y con la licencia; y el duque hizo su ren:incÍacron
con incroible gozo y júbilo de su espíritu, sin
reservar cosa alguna para sí, y con tal aíecto, que si tuvÚTa
todos los reinos y la monarquía del universo, la renunciara
con la misma voluntad y alegría que dejaba el
estado de Gandía ; y ofreciéndose al Süñor, le decia: Recibidme,
Dios mió, en vuestra casa : acoged me en vuestra
cruz, pues para'caber en ella, con vos me desnudo. Aceptad
mi servicio : agradaos de mi sacrificio: favoreced mis deseo's:
esforzad mi flaqueza: pelead mis batallas; y otras
palabras de un encendido y afectuoso corazón. Hecha la
renunciación, se despojó el vestido secular, y se vistió del
de la Compañía: quitóse la barba: abrió la corona para recibir
los sacros órdenes : proveyó á sus criados; los ctiüles
S'¿ deshacían en lágrimas, y á escondidas recogían los cabellos
cortados, para guardarlos como reliquias de su señor,
al cual ya para sí le tenían por muerto, y le reverenciaban
como á santo.
No se puede explicar con pocas palabras, el contento y
alegría espiritual con que quedó el duque, cuando se v¡ó
desmido de este titulo y dignidad ; porque le pareria que
comenzaba ya á ser suyo, ó por mejor decir, de su Criador
y Señor, y que no habría ya cosa que te pudiese estorbar
el entregarse totalmente á él; y para comenzar á
hacerlo con mas fervor, se ordenó fuego de misa , Ja cual
dijo el primer dia de agosto del aíio de 1 Fiíil, en una capilla
que los señores de la casa de Loyola tenian aderezada,
la cual dijo rozada, y en aquella casa, por haber nacido
en ella el bienaventurado santo padre Ignacio, á quien él tenia
por gran santo y padre suyo. Después dijo la segunda
misa en público, en la villa de Vergara, para que la gente
gozase del jubileo que su santidad habia concedido á los
que la oyesen t y fué tan grande el concurso que vino de
toda aquella comarca á oírla, que fué necesario decirla en
el campo; y allí también predicó, y dió de su mano á
muchos el santísimo Sacramento del altar, con grande
edificación y admiración de aquellos pueblos. Oíanle predicar
con gran atención, y derramaban hombres y mujeres
muchas lágrimas, y no percibian muchos lo que predicaba,
por estar lejos del pulpito, y por no entender la
lengua castellana: y preguntados estos, ¿porqué lloraban
en el sermón, pues no entendían ? respondían, que por
ver un duque santo, y porque dentro de sus almas sentían
unas voces de Dios, que les daban á entender lo que el
padre desde el pulpito les estaba predicando.
Diéronle los de la villa de Oñate una ermita de Sania
María Magdalena que está allí cerca : en ella hizo edificar
nnosaposeniilíos de labor tosca y de madera sin labrar,
tan estrechos y deslucidos , que SG veia bien cuánto mas
estimaba el padre aquel pobre y angosto rínconcíllo, que
los palacios suntuosos de los reyes. Aquí se pasó el nuevo
sacerdote con algunos padres y hermanos de la Compañía,
gastando su vida en perpetua oración , contemplación y
ponílencia. Luego pidió con grande instancia al superior
que mi estaba , licencia para servir al cocinero. Traía
agua y leña i hacia lumbre : barría y fregaba ; y ocupábase
en todos los oficios de la cocina, como lo pudiera hacer
el novicio mas humildey mas abatido del mundo. Ser-