Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

DIA 10. OCTUBRE.
naria del principado, como en la que pasaba por él para
Italia: y sabian los capitanes, que de cualquier desórden
de sus soldados, hablan de dar ellos al virey cuenta con
pago. En su tiempo se hizo lodo el lienzo de delante de la
Lonja, poniendo el virey la primera piedra en el baluarte
de San Francisco. Y porque aquellos aílos fueron muy estériles
y trabajosos, y no se hallaba pan sino cá precios excesivos,
y la gente padecía hambre; él la desabogó con la
abundancia de trigo que hizo traer de fuera del reino". Hacia
grandes limosnas: casaba huérfanas: socorría las personas
que se habían visto en honra, y después venido á
pobreza y necesidad: proveía á los monasterios de frailes
y de monjas, y á todos los pobres y obras pias. Sobre
todo, se desvelaba en desarraigar los pecados públicos y
escandalosos: y cuando oía decir que se había cometido
algun grave delito en desacato de la divina Majestad, se
afligía en gran manera, y se le marchitaba el corazón, temiendo
que no hubiese sido por su culpa, y que se le había
de pedir estrecha cuenta, y así no reposaba hasta haber
puesto el remedio que podía.
Nmguna 'cosa dejaba de hacer de las que tocaban al
olicio de un gobernador cristiano, solicito y prudente,
para aprovechar á sus subditos : y para hacerlo mejor, y
ganar la voluntad del Seflor, que le habia puesto t-n aquel
cargo, atendia con sumo cuidado á cultivar su alma, y á
pedir favor á Dios. Anle todas cosas se determinó con gran
resolución á romper con el mundo, y no hacer caso de sus
desvariados juicios y vanas murmuraciones, y despreciar
las lenguas maldicientes, y escupir y hollar al ídolo «Qué
dirán, « que es tan cruel tirano, y está tan apoderado de la
mayor y mas noble parte del mundo. Con este fundamento,
comenzó muy de veras á darse á la oración, y á la
mortiQcacion y penitencia, y al uso de los santos sacramentos.
Rezaba las siete horas canónicas, conforme á los
estatutos de la regla de Santiago (cuyo comendador era),
que sefíala para cada una de ellas, cierto nümerO de Padre
nuestros y Ave Marías, y juntamente con la oración vocal
meditaba ios pasos de la santísima pasión de Jesucristo
nuestro Iledentor, que en las siete horas canónicas se encierran.
Rezaba asimismo el rosario de nuestra Sefíora,
meditando profundamente los sagrados misterios que en él
se contienan, reconociendo y agradeciendo el don soberano
del Señor en aquel misterio, y sacando confusión
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