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Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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174 LA LEYENDA DE ORO<br />

DIA 8<br />

3o que pasaba, rogándole quo Ies enviase una mujer ¡le que dispusiese <strong>de</strong> ello á su voluntad : y él mandó al mayordomo<br />

<strong>de</strong> la iglesia, que todo lo repartiese á las viudas,<br />

buena vtd» y ejemplo; y así lo hizo mandando ir á la iglesia<br />

á una señora, llamada Romana, que tenia el primer huérfanos y pobres, sin que cosa alguna <strong>de</strong> ello quedase<br />

lugar eníre las mujeres <strong>de</strong>dicadas á Dios. Vino Romana á á la iglesia; y así se hizo. Llamó <strong>de</strong>spués Magia á sus<br />

la iglesia, y halló á la pecadora abrazada con la tierra; y esclavos y esclavas, y dióles libertad con algunas joyas<br />

apenas^ laHpudo persuadir que se levantase <strong>de</strong> ella: y el que para ello habia guardado, exhortándoles á mirar por<br />

tanto obispo la preguntó, cómo se llamaba; y ella respondió,<br />

que sus padres le habían puesto por nombre Pelagia. dias, cuando ios nuevamente baulizados <strong>de</strong>jaban la vesti­<br />

sí, y librarse <strong>de</strong> la tiranía y vanidad <strong>de</strong>l siglo. A los ocho<br />

aunque los ciudadanos <strong>de</strong> Anlioquía le llamaban Margarita,<br />

por las muchas margaritas y perlas preciosas que nudó y se vistió do un áspero silicio; y sin <strong>de</strong>cir nada á<br />

dura blanca que recibian en el bautismo, ella se la <strong>de</strong>s­<br />

traia en sus vestidos y galas, siendo para muchas almas nadie, secretamente una noche se partió <strong>de</strong> Anlioquía,<br />

lazo <strong>de</strong> .Satanás. Con esto «I santo obispo la bautizó con <strong>de</strong>jando á Romana, su maeslra, muy <strong>de</strong>sconsolada por no<br />

nombre <strong>de</strong> Telagia : y hechas las <strong>de</strong>más ceremonias, le saber adón<strong>de</strong> t'clagia se hubiese ido; mas el obispo Nono<br />

dió el santísimo Sacramento <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> Jesucristo, y la la consoló, diciéndola, que Pelagia habia escogido la mejor<br />

parle como María Magdalena , y era guiada <strong>de</strong> Dios;<br />

entregó á Romana para que la instruyese y enseñase en<br />

las cosas <strong>de</strong> la fé.<br />

que no tuviese pena. Ella se fué á Jerusalen, y en el monte<br />

Gran regocijo hubo en la ciudad <strong>de</strong> Anlioquía, por ver Olívete edificó una celda y se encerró en ella vestida <strong>de</strong><br />

la conversión <strong>de</strong> una pecadora (an pública y famosa, especialmente<br />

los obispos se alegraron por extremo ó hicie­<br />

años, yendo á Jerusalen por su <strong>de</strong>voción un diácono <strong>de</strong>l<br />

hombre, y con nombre <strong>de</strong> Pelagio. De allí á li es ó cualro<br />

ron gracias al Señor ; pero el que mas <strong>de</strong>mostración hizo santo obispo Nono, que se llamaba Jacobo (que es el que<br />

fué el santo obispo Nono, que la celebró con los ángeles como testigo <strong>de</strong> vista escribe esta historia), el obispo le<br />

<strong>de</strong>l ciclo, é hizo fiesta aquel dia, echando aceite en la comida<br />

y bebiendo vino por haber ganado aquella mujer do Pelagio, que habia vivido algunos años solo y encerra­<br />

mandó que en Jerusalen preguntase por un monge llama­<br />

para Dios: mas al tiempo que comia, se oyeron unas voces<br />

lamentables y unos alaridos espantosos como <strong>de</strong> per­<br />

hallóle en la celda <strong>de</strong>l monte Olívete que he dicho, que tedo,<br />

y que <strong>de</strong> su parle le visitase, llízolo así el diácono:<br />

sona que se quejaba y á quien se hacia alguna fuerza; y nia una sola ventanilla, á la cual se asomó Pelagio: y<br />

era el <strong>de</strong>monio que se lamentaba por haber perdido aquella<br />

pecadora, en quien como en cebo sabroso picaban con los ayunos y penitencias estaba muy <strong>de</strong>sfigurado y<br />

aunque conoció al diácono, no fué <strong>de</strong> él conocido; porque<br />

tantas almas, y tragaban el anzuelo <strong>de</strong> su con<strong>de</strong>nación. flaco, el color pálido, los ojos hundidos y como un viva<br />

Oyóse que <strong>de</strong>cia : ¡Ay <strong>de</strong> mí miserable, cómo es.gran<strong>de</strong> rctralo <strong>de</strong> la nruiertc. Dióle el diácono el recado <strong>de</strong> su obispo;<br />

y el le respondió que era yaron santo y que rogase á<br />

el mal que pa<strong>de</strong>zco por este viejo <strong>de</strong>crépito!

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