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U LA LEYENDA DE ORO. DÍA i<br />
lica, encantadora y hochicci a, la cual <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> especie<br />
<strong>de</strong> religión, con su arte mágica y engañosa, tenia embaucado<br />
lodo aquel pueblo, y apartado totalmente <strong>de</strong> la obediencia<br />
<strong>de</strong>l papa y fé católica, siguiendo la falsa y herética<br />
pertinacia <strong>de</strong>l emperador. Vino Rosa, y viendo que con<br />
medios humanos y con sus sermones, no podia reducir<br />
aquel pueblo engañado <strong>de</strong> aquella perversa mujer, acudió<br />
á los divinos; y así, hecha oración á su esposo Jesús, hizo<br />
muchos patentes milagros, en confirmación <strong>de</strong> lo qne predicaba;<br />
y entre otros, fué el <strong>de</strong> dar vista á una mujer que<br />
era ciegí <strong>de</strong> su nacimiento , con solo tocarle los ojos con<br />
sus puros y <strong>de</strong>licados <strong>de</strong>dos. Hecho este milagro á vista <strong>de</strong><br />
todo el pueblo , en pública plaza, y habiendo procedido<br />
otros muchos, no hubo persona que no confesase á voces<br />
ta fé<strong>de</strong> Jesucristo: todos obe<strong>de</strong>cieron las ór<strong>de</strong>nes pontificias,<br />
y por todas las partes <strong>de</strong> la ciudad se veian señales<br />
evi<strong>de</strong>ntísimas <strong>de</strong> penitencia. Solo la maga, guiada <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio,<br />
quedó en su dura obstinación, y procuraba aparlar<br />
la gente <strong>de</strong> los buenos propósitos, y provocarlos con<br />
su sacrilega lengua contra la virgen y pura Rosa. Disputó<br />
con ella la bendita Rosa diversas veces , y aunque siempre<br />
la convenció, avergonzó y confundió, jamás pudo reprimir<br />
su temeridad, ni mover su obstinado corazón. Sentía<br />
Rosa entrañablemente la perdición <strong>de</strong> aquella alma ; y<br />
sabiendo que por ella sola daría su lísposo la vida, quiso<br />
esponerla suya, imiíándole por ganarla, viendo que otros<br />
medios no valían con'ella. Rogó á ios circunstantes, que<br />
eran muchos los que la oian disputar, que trajesen gran<br />
cantidad <strong>de</strong> tetia'; y encendiesen una gran<strong>de</strong> hoguera cu<br />
medio <strong>de</strong> la plaza, y qne al son <strong>de</strong> las campanas convocasen<br />
lodo el pueblo, para que supiesen qué ley habían<br />
<strong>de</strong> seguir; ó la que ella predicaba, ó la inventada déla<br />
hechicera berélica mujer; porque para prueba <strong>de</strong> ello quería<br />
entrar en el fuego.<br />
Tocáronse las campanas, concurrió todo el pueblo sin<br />
faltar un alma, y habiendo hecho mi monte <strong>de</strong> leña en<br />
medio <strong>de</strong> la plaza, tan gran<strong>de</strong>, que tenía mas <strong>de</strong> dos estados<br />
<strong>de</strong> alto, y cogía gran parte dé la plaza, le peg;iron<br />
fuego; cuyas voraces llamas subían á las nubes, y hadan<br />
que la genle se aparíase <strong>de</strong> miedo, porque su violencia no<br />
ofendiese. La sagrada virgen Rosa, puestas las rodillas cu<br />
tierra, alzó los ojos al cielo, y dijo <strong>de</strong>vola y humil<strong>de</strong>mente<br />
estas palabras: Señor mío Jesucristo, único refugio <strong>de</strong><br />
mí alma, yo pobre é indigna criatura, por mi obligación y<br />
por gloria vuestra, sin ciencia ni mérito, he hecho todo<br />
aquello que he sabido, y os habéis dignado alumbrarme,<br />
para que este pueblo y esta obstinada mujer se conviilieseu<br />
á la fé<strong>de</strong> vuestra católica Iglesia. Yos veis, Señor mió, la<br />
buena disposición <strong>de</strong>l pueblo, y la perfidia <strong>de</strong> esta mujer:<br />
conce<strong>de</strong>dme tanto vigor y fuerza, que yo pueda con vuestro<br />
po<strong>de</strong>r y virtud resistir al ardor <strong>de</strong> esta tremenda llama,<br />
para confirmar al uno, y convertir la otra. Oid, dulcísimo<br />
Jesús raio, oid los <strong>de</strong>votos ruegos que <strong>de</strong> lo íntimo <strong>de</strong>l corazón<br />
envía á vuestros piés esta vilísima sierva; y muévaos<br />
á piedad, para que lodos conozcan que vos sois el<br />
verda<strong>de</strong>ro Dios, y el verda<strong>de</strong>ro Esposo <strong>de</strong> !a santa Iglesia.<br />
Acabadas oslas razones, se levantó intrópida y animosa, y<br />
hecha la señal <strong>de</strong> la cruz, se arrojó á las llamas; y el fuego<br />
hizo tal salva al entrar, que la levantó en el aire, y la<br />
subió tanto, cuanto alcanzaban sus furiosas llamas. Gran<br />
confusión y dismayo causó esta acción á los que la miraban;<br />
pero no entendieron el mislerio que se encerraba en<br />
aquella violencia , con que daba ¡i enten<strong>de</strong>r H fuego que<br />
aquella criatura no ora terrena, sino celestial, y asila<br />
([tieria llevar á su centro. Ca^ó, pues <strong>de</strong> aquella violencia<br />
en piés, sobre las ardientes llamas, don<strong>de</strong> la pura niña estuvo<br />
paseándose hácia todas partes, como si fuese entre<br />
flores, y así perseveró <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> aquel volcan <strong>de</strong> fuego,<br />
sin tener sobre su cuerpo mas que su cilicio y túnica, <strong>de</strong>scubierta<br />
la cabeza, y los piés <strong>de</strong>scalzos: y no fué tan poce<br />
el tiempo que gozó <strong>de</strong> este incendio, pues estuvo en él,<br />
hasta que convertido en cenizas perdió su forma ürdiente,<br />
<strong>de</strong> don<strong>de</strong> salió la Rosa pura, viva y sana, sin daño alguno,<br />
ni mancha ni señal <strong>de</strong> fuego, tanto en el cuerpo cuanto en<br />
el hábito, causando maravilla increíble á lodo el pueblo, que<br />
postrado en tierra con abundantísimas lágrimas gritaba y<br />
repetía : Misericordia ; y dando gracias á Dios, glorificaban<br />
su gran<strong>de</strong>za, por tan señalada gracia y tan gran milagro,<br />
como habia obrado por medio y en persona <strong>de</strong> su<br />
esclarecida sierva santa Rosa.<br />
La maga quedó con aquel milagroso espectáculo atónita,<br />
inmóvil y llena <strong>de</strong> horror, sin po<strong>de</strong>r formar palabra<br />
alguna, hecha una eslaUia <strong>de</strong> hielo: pero la santa virgen<br />
Rosa llegándose á ella, con humildad y caridad la dijo:<br />
Amiga y hermana en el Señor, <strong>de</strong>ja ya la incredulidad <strong>de</strong><br />
lu corazón, y reconoce la fé <strong>de</strong> la santa madre Iglesia católica,<br />
que es la verda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Cristo; el cual como por su<br />
benignidad me ha librado <strong>de</strong> aquellas ardientes llamas;<br />
así también está pronto á recibirte en las entrañas <strong>de</strong> su<br />
misericordia. La mujer entonces hincada <strong>de</strong> rodillas, con<br />
lágrimas en los ojos confesó la verdad, y arrepentida <strong>de</strong><br />
sus pecados pidió perdón á Dios, dándole gracias á la<br />
santa que habia sido causa <strong>de</strong> su conversión. Así esta pura<br />
y santa Rosa, por su gran fé y caridad, acom¡)ariada con<br />
obras, fué patrocinada <strong>de</strong> Cristo su Esposo, y guardada<br />
<strong>de</strong> sus santos ángeles, y tuvo gracia <strong>de</strong> hacer en Vitorquiano,<br />
entre otros infinitos milagros, cuatro tan señalados<br />
y portentosos: no fué ofendida <strong>de</strong> las llamas <strong>de</strong> tati terrible<br />
y horrorosa hoguera: dio vista á una ciega <strong>de</strong> nacimiento<br />
: convenció, y redujo á penitencia y conocimiento<br />
<strong>de</strong> la fé católica, aquella pérfida y obstinada herética y<br />
maga, guiada y entregada ya á las manos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio; y<br />
convirtió juntamente lodo un pueblo á la ley evangélica<br />
<strong>de</strong> Cristo, por cuya virtud obraba este milagroso prodigio<br />
<strong>de</strong> santidad tantas maravillas.<br />
Huyendo los infinitos aplausos populares, que á vista <strong>de</strong><br />
tal portento se siguieron, y tan <strong>de</strong>bidos, se salió la humildísima<br />
Rosa <strong>de</strong> Vitorquiano, y se fué á convertir otros<br />
muchos pueblos <strong>de</strong> la provincia, como lo hizo : al fin so<br />
volvió á su patria, y al encierro <strong>de</strong> su amada celda. El pa-<br />
»pa Inocencio IV, hubiendo vuelto <strong>de</strong> Francia á Italia,<br />
muerto Fe<strong>de</strong>rico, oyó con mucha edificación la maravillosa<br />
y célebre santidad <strong>de</strong> ta beata virgen Rosa, y los milagros<br />
estupendos que obraba, y el fruto que hacia y sacaba en<br />
sus sermones <strong>de</strong> los herejes por <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la fé católicn,<br />
en virtud <strong>de</strong>l divino po<strong>de</strong>r, en sus pueriles años, pues aun<br />
no pasaba <strong>de</strong> los once; y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber recibido <strong>de</strong><br />
lodo cierlísima información, para que la sania madre<br />
Iglesia, en la infelicidad <strong>de</strong> aquellos tiempos, pudiese en<br />
provecho <strong>de</strong> sus fieles gloriarse <strong>de</strong> un nuevo triunfo, el<br />
año <strong>de</strong> 12S2 le concedió á la sania niña autoridad apostólica,<br />
para po<strong>de</strong>r predicar libVemeute, como lo hacia, el<br />
Evangelio <strong>de</strong> Cristo, y or<strong>de</strong>nó, por bula especial al prior<br />
<strong>de</strong> Santo Domingo, y al arcipreste <strong>de</strong> San Sivto <strong>de</strong> Viter-