Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

27.08.2017 Views

es golpes que provocaba á llanto su vista. Rosa sintió en ^ corazón y alma tanta compasión y dolor, qus como si a atravesasen con crueles lanzas, se halló tan dolorida y 'an falta de aliento, que á grandes voces imploró el favor •'e la sacralisima Keina de los ángeles, y postrada ála ve- 'lenicncia del dolor, cayó en tierra como muerta; mas volviendo en sí, derramando un mar de lágrimas de sus tier- "os y amorosos ojos, arrancándose de dolor los cabellos, é biriendosn delicado pecho con una piedra, pronunció est is pfMrraa: Badue y Señor mió, ¿quién ha sido el agredo • de tanto daño? ¿Quién os ha puesto tan lastimoso? ¿ Qüién os ha ofendido y malfrnta:lo así? Respondedme, mi Jesús. A cuyas amorosas preguntas respondió Josns: Kl airo;- y el ardor. Y Rosa prosiguió : ¿Quién os ha clavado en esa cruz ? Y el divino Redentor dijo: Kl pecado y 61 furor humano. Aquí sacando Rosa del corazón inflamado ardentísimos suspiros, gritó en alta voz: Misericordia, Ssfior, misericordia. Y sintiendo otra vez arrancársele las entrarías de dolor, cayó en tierra desmayada y quedó como difunta. Yolvió del desmayo, y bailada en sangre de los golpes que se daba, llena de lágrimas y con un cruciíijo en las manos, salió por las calles predicando penitencia , conmoviendo á todo el pueblo á que pidiese misericordia y perdón de sus culpas. Grandes fueron los marlirios que esta delicada niña eje- ('u!ó en su cuerpo, por haber visto á nuestro Redentor Jesucristo tan maltratado y herido. Pero como después de 'os m-irlirios y penitencias viene el premio de la gloria, con la consideración del Sefior; así le sucedió á Rosa, que despuos de af]uel!as terribles aflicciones, estándose retirada en su acostumbrada oración y devoción, le apareció de nuevo Cristo Jesús, glorioso y resplandeciente porconsohrla y regalarla, como á su amada esposa: con cuyo favor quedó w^sn toda gozosa y alegre, tanlo , que á lodos Jnoslraba la alegría de su alma, líscogióla sg esposo Jesús, para que cultivase la viña de la Iglesia , dándole oficio de apóstol, en que salió admirable al mmidoy agradable al cielo; pues sin haber salido jamás de su oscura celda , ni haber tenido maestro alguno, ni vislo libros como ya dijimos, la llenó de sabiduría y espíritu divino: y asi, para cumplir su ministerio, iba todos losdias por las calles de Yiterbo con un crucilijo en las manos, subiéndose á ios P'ilpilos de las iglesias, y sobre sillas y bufetes en las pla- Z!1s, predicando públicamente la observancia do la fé católica, la obiMliencia que se debe al vicario de Cristo, la Penitencia que se debe hacer por los pecados , el premio lúe esperan los buenos, y el castigo que hay para los malos, enseñando á lodos la verdad evangélica, con tantos ^gares de la sagrada Escritura , tañías autoridades y es- Posiciones de los santos padres, y tan eficaces y vivas raines, que tenia pasmado el mundo y compungida y llorosa toda la ciudad. Y como era tan humilde, y veia el Universal aplauso que todos hacianásus sermones, y que iQs hombres mas doctos y cursados cu las escuelas, con todo el pueblo la honraban; ella, bajando los ojos á la tiem y toda mortificada, se volvía ásu casa y se encerraba en su cueva, donde se disciplinaba tan cruelmente, como si hubiera cometido las mayores culpas. SETIEMBRE. No le iba bien al demonio con la predicación de la inocente Rosa ; pues perdia infinitas almas que antes eran soyas, no solo por la fuerza de la verdad y palabras santas, sino por inünilos milagros con que cada dia las confirmaba el Altísimo, de que se pudiera hacer un grande volumen; mas por abreviar referiré uno solo, por portentoso, aunque cualquiera lo era; pues daba vista á los ciegos, voz á los mudos, pies á los cojos y hacia otros infinitos, para confusión de los herejes y confirmación de los católicos: no siendo el menor el que sucedió infinitas veces; y era que, como la sania era tan niña, y acoulecia muchas veces ponerse á predicar en las plazas sin prevención de silla ó bufete, no alcanzando á verla el numerosísimo concurso de la gente, lo remediaba el Altísimo, levantándola en el aire sobre la piedra misma en que se bailaba, la cual permanecía así todo el tiempo que duraba el sermón, y en acabándole, se volvía la piedra á su centro y la nin i con ella á tierra. Disputaba con los herejes imperiales y los confundía á todos; de lo cual, corridos y avergonzados, no pudiendo sufrir que una nina los venciese, la acusaron al presidente imperial por alborotadora del pueblo, hechicera y loca, y la llevaron á su presencia de la manera que fué llevado Cristo, Ríen nuestro, á la del presidente Poncio Pilato, arrastrada por los suelos, herida y maltratada, arrancando sus cabellos. ¡ Qué impiedad con una niña de diez años! Y con la misma crueldad la pusieron en la cárcel, sin oírle otra palabra de su inocente boca, que: Yiva vuestra fé, mi Dios, socorred vuestros fieles, y no permitáis que prevariquen. No pararon los perversos herejes, hasta que hicieron con el presidente que sentenciase á muerte á la inocentísima Rosa, amenazándole [como los judíos á Pílalo), por si no lo hacia, le acusarian al emperador Federico. Temió, después de dada ta sentencia, el presidente un alboroto en la ciudad ; y así la mitigó con que saliese desterrada con sus padres, pena de la vida de los tres, si no salían al instante. Con esto, los crueles herejes la llevaron dándole muchas heridas y porrazos, fuera de la ciudad, donde la dejaron así herida y maltratada, en compañía de sus padres, y cerraron las puertas. Era en el rigor del diciembre, y cala tanta nieve y hielo, que no daban paso que no se sepultasen en ella : y finalmente , perdidos y desconsolados, los cogió la noche en la montaña, y así en la nieve y al frió la pasaron. Solo Rosa se consolaba, porque padecía por su esposo Jesús, si bien la afligía nuicho el ver padecer por osla causa á sus padres. Al fin Dios, que no se olvida de ios suyos, y mas cuando por su amor padecen, los guardó y abrigó aquella noche: y á la mañana, amaneciendo el dia claro y sereno, les señaló un camino hollado y bueno, que iba á la ciudad de Sorano, distante nueve millas de Viterbo, donde llegaron á medio dia, sin que se hubiese seguido el malvado intento del cruel presidente, que era que en el camino perdiese Rosa la vida. Convirtió con su predicación toda aquella ciudad ; y mas confirmada la dejó en la fé, cuando vieron que les profelizó la deseada muerte del tirano emperador Federico, y se siguió á pocos días : con que la Iglesia fué poco á poco volviendo á su paz y quietud, y el santo pontífice, qtie vivía retirado en Francia, volvió pacíficamente á Italia. Redujo Rosa , y convirtió con su predicación al gremio de ia santa Iglesia, muchos pueblos circunvecinos y miliares infinitos de almas. Pero donde mas se aplicó su fervor, fué donde había mas necesidad, que era en Yitorquiano, pueblo distante poco mas de cuatro millas de Viterbo, donde obró un portentoso milagro que tengo ofrecido referir. Babia en Yitorquiano una mujer diabólica, maga, here-

U LA LEYENDA DE ORO. DÍA i lica, encantadora y hochicci a, la cual debajo de especie de religión, con su arte mágica y engañosa, tenia embaucado lodo aquel pueblo, y apartado totalmente de la obediencia del papa y fé católica, siguiendo la falsa y herética pertinacia del emperador. Vino Rosa, y viendo que con medios humanos y con sus sermones, no podia reducir aquel pueblo engañado de aquella perversa mujer, acudió á los divinos; y así, hecha oración á su esposo Jesús, hizo muchos patentes milagros, en confirmación de lo qne predicaba; y entre otros, fué el de dar vista á una mujer que era ciegí de su nacimiento , con solo tocarle los ojos con sus puros y delicados dedos. Hecho este milagro á vista de todo el pueblo , en pública plaza, y habiendo procedido otros muchos, no hubo persona que no confesase á voces ta féde Jesucristo: todos obedecieron las órdenes pontificias, y por todas las partes de la ciudad se veian señales evidentísimas de penitencia. Solo la maga, guiada del demonio, quedó en su dura obstinación, y procuraba aparlar la gente de los buenos propósitos, y provocarlos con su sacrilega lengua contra la virgen y pura Rosa. Disputó con ella la bendita Rosa diversas veces , y aunque siempre la convenció, avergonzó y confundió, jamás pudo reprimir su temeridad, ni mover su obstinado corazón. Sentía Rosa entrañablemente la perdición de aquella alma ; y sabiendo que por ella sola daría su lísposo la vida, quiso esponerla suya, imiíándole por ganarla, viendo que otros medios no valían con'ella. Rogó á ios circunstantes, que eran muchos los que la oian disputar, que trajesen gran cantidad de tetia'; y encendiesen una grande hoguera cu medio de la plaza, y qne al son de las campanas convocasen lodo el pueblo, para que supiesen qué ley habían de seguir; ó la que ella predicaba, ó la inventada déla hechicera berélica mujer; porque para prueba de ello quería entrar en el fuego. Tocáronse las campanas, concurrió todo el pueblo sin faltar un alma, y habiendo hecho mi monte de leña en medio de la plaza, tan grande, que tenía mas de dos estados de alto, y cogía gran parte dé la plaza, le peg;iron fuego; cuyas voraces llamas subían á las nubes, y hadan que la genle se aparíase de miedo, porque su violencia no ofendiese. La sagrada virgen Rosa, puestas las rodillas cu tierra, alzó los ojos al cielo, y dijo devola y humildemente estas palabras: Señor mío Jesucristo, único refugio de mí alma, yo pobre é indigna criatura, por mi obligación y por gloria vuestra, sin ciencia ni mérito, he hecho todo aquello que he sabido, y os habéis dignado alumbrarme, para que este pueblo y esta obstinada mujer se conviilieseu á la féde vuestra católica Iglesia. Yos veis, Señor mió, la buena disposición del pueblo, y la perfidia de esta mujer: concededme tanto vigor y fuerza, que yo pueda con vuestro poder y virtud resistir al ardor de esta tremenda llama, para confirmar al uno, y convertir la otra. Oid, dulcísimo Jesús raio, oid los devotos ruegos que de lo íntimo del corazón envía á vuestros piés esta vilísima sierva; y muévaos á piedad, para que lodos conozcan que vos sois el verdadero Dios, y el verdadero Esposo de !a santa Iglesia. Acabadas oslas razones, se levantó intrópida y animosa, y hecha la señal de la cruz, se arrojó á las llamas; y el fuego hizo tal salva al entrar, que la levantó en el aire, y la subió tanto, cuanto alcanzaban sus furiosas llamas. Gran confusión y dismayo causó esta acción á los que la miraban; pero no entendieron el mislerio que se encerraba en aquella violencia , con que daba ¡i entender H fuego que aquella criatura no ora terrena, sino celestial, y asila ([tieria llevar á su centro. Ca^ó, pues de aquella violencia en piés, sobre las ardientes llamas, donde la pura niña estuvo paseándose hácia todas partes, como si fuese entre flores, y así perseveró dentro de aquel volcan de fuego, sin tener sobre su cuerpo mas que su cilicio y túnica, descubierta la cabeza, y los piés descalzos: y no fué tan poce el tiempo que gozó de este incendio, pues estuvo en él, hasta que convertido en cenizas perdió su forma ürdiente, de donde salió la Rosa pura, viva y sana, sin daño alguno, ni mancha ni señal de fuego, tanto en el cuerpo cuanto en el hábito, causando maravilla increíble á lodo el pueblo, que postrado en tierra con abundantísimas lágrimas gritaba y repetía : Misericordia ; y dando gracias á Dios, glorificaban su grandeza, por tan señalada gracia y tan gran milagro, como habia obrado por medio y en persona de su esclarecida sierva santa Rosa. La maga quedó con aquel milagroso espectáculo atónita, inmóvil y llena de horror, sin poder formar palabra alguna, hecha una eslaUia de hielo: pero la santa virgen Rosa llegándose á ella, con humildad y caridad la dijo: Amiga y hermana en el Señor, deja ya la incredulidad de lu corazón, y reconoce la fé de la santa madre Iglesia católica, que es la verdadera de Cristo; el cual como por su benignidad me ha librado de aquellas ardientes llamas; así también está pronto á recibirte en las entrañas de su misericordia. La mujer entonces hincada de rodillas, con lágrimas en los ojos confesó la verdad, y arrepentida de sus pecados pidió perdón á Dios, dándole gracias á la santa que habia sido causa de su conversión. Así esta pura y santa Rosa, por su gran fé y caridad, acom¡)ariada con obras, fué patrocinada de Cristo su Esposo, y guardada de sus santos ángeles, y tuvo gracia de hacer en Vitorquiano, entre otros infinitos milagros, cuatro tan señalados y portentosos: no fué ofendida de las llamas de tati terrible y horrorosa hoguera: dio vista á una ciega de nacimiento : convenció, y redujo á penitencia y conocimiento de la fé católica, aquella pérfida y obstinada herética y maga, guiada y entregada ya á las manos del demonio; y convirtió juntamente lodo un pueblo á la ley evangélica de Cristo, por cuya virtud obraba este milagroso prodigio de santidad tantas maravillas. Huyendo los infinitos aplausos populares, que á vista de tal portento se siguieron, y tan debidos, se salió la humildísima Rosa de Vitorquiano, y se fué á convertir otros muchos pueblos de la provincia, como lo hizo : al fin so volvió á su patria, y al encierro de su amada celda. El pa- »pa Inocencio IV, hubiendo vuelto de Francia á Italia, muerto Federico, oyó con mucha edificación la maravillosa y célebre santidad de ta beata virgen Rosa, y los milagros estupendos que obraba, y el fruto que hacia y sacaba en sus sermones de los herejes por defensa de la fé católicn, en virtud del divino poder, en sus pueriles años, pues aun no pasaba de los once; y después de haber recibido de lodo cierlísima información, para que la sania madre Iglesia, en la infelicidad de aquellos tiempos, pudiese en provecho de sus fieles gloriarse de un nuevo triunfo, el año de 12S2 le concedió á la sania niña autoridad apostólica, para poder predicar libVemeute, como lo hacia, el Evangelio de Cristo, y ordenó, por bula especial al prior de Santo Domingo, y al arcipreste de San Sivto de Viter-

es golpes que provocaba á llanto su vista. Rosa sintió en<br />

^ corazón y alma tanta compasión y dolor, qus como si<br />

a atravesasen con crueles lanzas, se halló tan dolorida y<br />

'an falta <strong>de</strong> aliento, que á gran<strong>de</strong>s voces imploró el favor<br />

•'e la sacralisima Keina <strong>de</strong> los ángeles, y postrada ála ve-<br />

'lenicncia <strong>de</strong>l dolor, cayó en tierra como muerta; mas volviendo<br />

en sí, <strong>de</strong>rramando un mar <strong>de</strong> lágrimas <strong>de</strong> sus tier-<br />

"os y amorosos ojos, arrancándose <strong>de</strong> dolor los cabellos, é<br />

biriendosn <strong>de</strong>licado pecho con una piedra, pronunció est<br />

is pfMrraa: Badue y Señor mió, ¿quién ha sido el agredo<br />

• <strong>de</strong> tanto daño? ¿Quién os ha puesto tan lastimoso?<br />

¿ Qüién os ha ofendido y malfrnta:lo así? Respon<strong>de</strong>dme,<br />

mi Jesús. A cuyas amorosas preguntas respondió Josns:<br />

Kl airo;- y el ardor. Y Rosa prosiguió : ¿Quién os ha clavado<br />

en esa cruz ? Y el divino Re<strong>de</strong>ntor dijo: Kl pecado y<br />

61 furor humano. Aquí sacando Rosa <strong>de</strong>l corazón inflamado<br />

ar<strong>de</strong>ntísimos suspiros, gritó en alta voz: Misericordia,<br />

Ssfior, misericordia. Y sintiendo otra vez arrancársele las<br />

entrarías <strong>de</strong> dolor, cayó en tierra <strong>de</strong>smayada y quedó<br />

como difunta. Yolvió <strong>de</strong>l <strong>de</strong>smayo, y bailada en sangre <strong>de</strong><br />

los golpes que se daba, llena <strong>de</strong> lágrimas y con un cruciíijo<br />

en las manos, salió por las calles predicando penitencia<br />

, conmoviendo á todo el pueblo á que pidiese misericordia<br />

y perdón <strong>de</strong> sus culpas.<br />

Gran<strong>de</strong>s fueron los marlirios que esta <strong>de</strong>licada niña eje-<br />

('u!ó en su cuerpo, por haber visto á nuestro Re<strong>de</strong>ntor Jesucristo<br />

tan maltratado y herido. Pero como <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

'os m-irlirios y penitencias viene el premio <strong>de</strong> la gloria,<br />

con la consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>l Sefior; así le sucedió á Rosa, que<br />

<strong>de</strong>spuos <strong>de</strong> af]uel!as terribles aflicciones, estándose retirada<br />

en su acostumbrada oración y <strong>de</strong>voción, le apareció<br />

<strong>de</strong> nuevo Cristo Jesús, glorioso y resplan<strong>de</strong>ciente porconsohrla<br />

y regalarla, como á su amada esposa: con cuyo favor<br />

quedó w^sn toda gozosa y alegre, tanlo , que á lodos<br />

Jnoslraba la alegría <strong>de</strong> su alma, líscogióla sg esposo Jesús,<br />

para que cultivase la viña <strong>de</strong> la Iglesia , dándole oficio<br />

<strong>de</strong> apóstol, en que salió admirable al mmidoy agradable<br />

al cielo; pues sin haber salido jamás <strong>de</strong> su oscura celda<br />

, ni haber tenido maestro alguno, ni vislo libros como<br />

ya dijimos, la llenó <strong>de</strong> sabiduría y espíritu divino: y asi,<br />

para cumplir su ministerio, iba todos losdias por las calles<br />

<strong>de</strong> Yiterbo con un crucilijo en las manos, subiéndose á ios<br />

P'ilpilos <strong>de</strong> las iglesias, y sobre sillas y bufetes en las pla-<br />

Z!1s, predicando públicamente la observancia do la fé católica,<br />

la obiMliencia que se <strong>de</strong>be al vicario <strong>de</strong> Cristo, la<br />

Penitencia que se <strong>de</strong>be hacer por los pecados , el premio<br />

lúe esperan los buenos, y el castigo que hay para los malos,<br />

enseñando á lodos la verdad evangélica, con tantos<br />

^gares <strong>de</strong> la sagrada Escritura , tañías autorida<strong>de</strong>s y es-<br />

Posiciones <strong>de</strong> los santos padres, y tan eficaces y vivas raines,<br />

que tenia pasmado el mundo y compungida y llorosa<br />

toda la ciudad. Y como era tan humil<strong>de</strong>, y veia el<br />

Universal aplauso que todos hacianásus sermones, y que<br />

iQs hombres mas doctos y cursados cu las escuelas, con<br />

todo el pueblo la honraban; ella, bajando los ojos á la<br />

tiem y toda mortificada, se volvía ásu casa y se encerraba<br />

en su cueva, don<strong>de</strong> se disciplinaba tan cruelmente,<br />

como si hubiera cometido las mayores culpas.<br />

SETIEMBRE.<br />

No le iba bien al <strong>de</strong>monio con la predicación <strong>de</strong> la inocente<br />

Rosa ; pues perdia infinitas almas que antes eran<br />

soyas, no solo por la fuerza <strong>de</strong> la verdad y palabras santas,<br />

sino por inünilos milagros con que cada dia las confirmaba<br />

el Altísimo, <strong>de</strong> que se pudiera hacer un gran<strong>de</strong><br />

volumen; mas por abreviar referiré uno solo, por portentoso,<br />

aunque cualquiera lo era; pues daba vista á los ciegos,<br />

voz á los mudos, pies á los cojos y hacia otros infinitos,<br />

para confusión <strong>de</strong> los herejes y confirmación <strong>de</strong> los católicos:<br />

no siendo el menor el que sucedió infinitas veces;<br />

y era que, como la sania era tan niña, y acoulecia muchas<br />

veces ponerse á predicar en las plazas sin prevención <strong>de</strong><br />

silla ó bufete, no alcanzando á verla el numerosísimo concurso<br />

<strong>de</strong> la gente, lo remediaba el Altísimo, levantándola<br />

en el aire sobre la piedra misma en que se bailaba, la<br />

cual permanecía así todo el tiempo que duraba el sermón,<br />

y en acabándole, se volvía la piedra á su centro y la<br />

nin i con ella á tierra. Disputaba con los herejes imperiales<br />

y los confundía á todos; <strong>de</strong> lo cual, corridos y avergonzados,<br />

no pudiendo sufrir que una nina los venciese, la acusaron<br />

al presi<strong>de</strong>nte imperial por alborotadora <strong>de</strong>l pueblo,<br />

hechicera y loca, y la llevaron á su presencia <strong>de</strong> la manera<br />

que fué llevado Cristo, Ríen nuestro, á la <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte<br />

Poncio Pilato, arrastrada por los suelos, herida y maltratada,<br />

arrancando sus cabellos. ¡ Qué impiedad con una niña<br />

<strong>de</strong> diez años! Y con la misma crueldad la pusieron en la<br />

cárcel, sin oírle otra palabra <strong>de</strong> su inocente boca, que:<br />

Yiva vuestra fé, mi Dios, socorred vuestros fieles, y no<br />

permitáis que prevariquen.<br />

No pararon los perversos herejes, hasta que hicieron<br />

con el presi<strong>de</strong>nte que sentenciase á muerte á la inocentísima<br />

Rosa, amenazándole [como los judíos á Pílalo), por<br />

si no lo hacia, le acusarian al emperador Fe<strong>de</strong>rico. Temió,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dada ta sentencia, el presi<strong>de</strong>nte un alboroto<br />

en la ciudad ; y así la mitigó con que saliese <strong>de</strong>sterrada<br />

con sus padres, pena <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> los tres, si no salían<br />

al instante. Con esto, los crueles herejes la llevaron dándole<br />

muchas heridas y porrazos, fuera <strong>de</strong> la ciudad, don<strong>de</strong><br />

la <strong>de</strong>jaron así herida y maltratada, en compañía <strong>de</strong> sus<br />

padres, y cerraron las puertas. Era en el rigor <strong>de</strong>l diciembre,<br />

y cala tanta nieve y hielo, que no daban paso que no<br />

se sepultasen en ella : y finalmente , perdidos y <strong>de</strong>sconsolados,<br />

los cogió la noche en la montaña, y así en la nieve<br />

y al frió la pasaron. Solo Rosa se consolaba, porque pa<strong>de</strong>cía<br />

por su esposo Jesús, si bien la afligía nuicho el ver pa<strong>de</strong>cer<br />

por osla causa á sus padres. Al fin Dios, que no se<br />

olvida <strong>de</strong> ios suyos, y mas cuando por su amor pa<strong>de</strong>cen,<br />

los guardó y abrigó aquella noche: y á la mañana, amaneciendo<br />

el dia claro y sereno, les señaló un camino hollado<br />

y bueno, que iba á la ciudad <strong>de</strong> Sorano, distante<br />

nueve millas <strong>de</strong> Viterbo, don<strong>de</strong> llegaron á medio dia, sin<br />

que se hubiese seguido el malvado intento <strong>de</strong>l cruel presi<strong>de</strong>nte,<br />

que era que en el camino perdiese Rosa la vida.<br />

Convirtió con su predicación toda aquella ciudad ; y mas<br />

confirmada la <strong>de</strong>jó en la fé, cuando vieron que les profelizó<br />

la <strong>de</strong>seada muerte <strong>de</strong>l tirano emperador Fe<strong>de</strong>rico, y<br />

se siguió á pocos días : con que la Iglesia fué poco á poco<br />

volviendo á su paz y quietud, y el santo pontífice, qtie vivía<br />

retirado en Francia, volvió pacíficamente á Italia. Redujo<br />

Rosa , y convirtió con su predicación al gremio <strong>de</strong> ia<br />

santa Iglesia, muchos pueblos circunvecinos y miliares infinitos<br />

<strong>de</strong> almas. Pero don<strong>de</strong> mas se aplicó su fervor, fué<br />

don<strong>de</strong> había mas necesidad, que era en Yitorquiano, pueblo<br />

distante poco mas <strong>de</strong> cuatro millas <strong>de</strong> Viterbo, don<strong>de</strong><br />

obró un portentoso milagro que tengo ofrecido referir.<br />

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