Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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no, siendo mongo, hncia iták» obi'as con los monges, ilice
así: «¡íl monge amenaza á los mongos (¡ay dolor!;, ó im-
]ioti a ijiio soan desterrare*; i y mongo que se jacta leuciia
ciiiedi") aposiólica! iS'o saben los mongos rendirse por
teri'oreí y espantos; y al golpe de la espada, ánles darán
el cuello que I;is manos. ¿Qué monge'hay, que desterrado
de su patria, no se tenga por doslerrado del mundo? ¿Para
que es menesler autoridad publica, y rescriptos, y provisiones,
y discun ir por lodo el mundo contra nosotros? Tóqnenoscon
su dedo mas [cq iefio; y de buena gana nos
iremos. De Dios es la tierra y toda su redondoz.» Todo esto
es de san Gerónimo: el cual por esta misma causa y
Contienda de la le tuvo grandes reyertas con Ruíino, que
do grande amigo y compañero que babia sido suyo, se le
hiso adversario y enemigo; porque, ensoñado de Dídimo,
do lid manera se aficionó ¡i Orígenes, y bebió sus errores,
que trasladó de griego en lalin un libro suyo, llamado
l'cñarchon, en griego, y en latin De principiis; y le pnbÜ-
CÜ en Roma, como doctrina sana y segura , babioudo en
él muchos errores y herejías; y alabando al santo, como á
amigo y admirador de Orígenes. Hubo de e.^o grande escándalo
en Roma, y los devotos y aficionados de san Geninimo
luego acudieron á él, y le osciibiorou á Jerusalen
lo que pasaba, rogándole que les avisase de lo que babia
de creer y hacer, y que volviese por si. Kl santo lo hizo,
y trasladó fielmenteel libro de Orígenes que Rufino habia
trasladado con poca fidelidad y se lo envió. Y para cumplir
con la amistad anligna de Rufino, y el oficio demodes-
,,!, y caridad, ánles que escribiese contra él , le avisó
amoroiíamente que quitase aquel escándalo v tropiezo
que habia pm-sto á los fieles; y le dice estas palabras:
« Pongo por testigo á Jesucristo, que de mala gana y por
fu 'iza vengo á hablar, y que siempre hubiera callado, si
tú no me provocaras y obligaras á hablar. Finalmente, no
me acuses; y yo no me defenderé. Dejemog de defender á
lus herejes; no habrá contienda alguna entre nosotros.
Deja la espada y yo dejaré el broquel, En una sola cosa
no podré consentir contigo: que perdone á los herejes, y
que no me muestre en lodo católico. Si esta es la causa
de nuestra discordia, mm ir podré; mas nó callar. Haya
entre nosotros fé; «pie luego habrá paz.» Esto dice san
Gerónimo á Rufino, exhortándole á ser calótico y á la ant'gna
amistad. Pero aunque no bastó esta diligencia para
que Rufino se reconociese y emnondase; bastó ella y otras
que hicieron Marcela y otros discípulos do san Gerónimo,
para quedan Anastasio, pupa, varón de riquísima pobreza
y solicitud apostólica [Como el mismo santo le llama),
que babia sucedido á Siricio, sucesor de Dámaso, condenase
los errores de Orígenes, quedando el santo y la vc'rdftd
con victoria ; y sus adversarios, Juan Jorosolimitauo y
Hufino y oíros, humillados y confusos. Y aunque ellos
pioim arón por medio de Alipio (compañero y discípulo
'le san Agusiinque habia ido á Jerusalen, poner mal al
mismo san Agusiin con san Gerónimo, y por esto al principióse
escribieron algunas cartas algo desabridas; poro
después, entendida la verdad, fueron muy grandes ami-
8os, sin que los origeHÍstas, con todos sus embustes y
Artificios, los pudiesen apartar ni dividir á los que con
tfneoto de caridad tan estrecho oslaban tan imidos y abrazados.
bespues do esta tan gloriosa victoria, alcanzó olra, no
'"ónosüuslro, conlia un hereje llamado Vigilando, á quien
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el santo, por ironía y risa, llama Dormilancio. Este al principio
con extraña hipocresía disimulaba sus errores; mas
después se quitó la máscara y públicamente los enseñaba
y defendía en Francia. Estando en Rarcelona babia tenido
amistad con san Paulino, y yendo en romería á Jerusalen,
llevó cartas suyas de recomendación para san Gerónimo,
creyendo san Paulino que era do dentro lo que de fuera
parecía. Mas después se manifestó y vomitó el veneno que
traia en el pecho, reprendiendo la castidad de los clérigos
y la veneración de las reliquias de los santos mártires, y
enseñando otros disparates como estos : los cuales de tal
manera deshizo nuestro gran doctor con su admirable doctrina
y elocuencia, que el hereje no levantó mas cabeza y
quedó con sus errores sepultado; porque nuestro Señor, en
casligo de los que en Francia le habian croido, envió por
este tiempo los vándalos y alanos que entraron en ella,
haciendo gran riza y estrago; de manera, que cada uno
miraba cómo oscaparia con la vida, sin acordarse mas do
Vigilancio, que si tal hombre no hubiera habido en el
mundo. Levantóse también otro hereje, enemigo asimismo
de la gracia de Jesucristo, que fué Pelagio, mongo, é inglés
de nación, contra el cual escribió san Gerónimo, á
ruego de sus devotos: aunque nó de muy buena gana, por
parocerle que no habia necesidad de lomar él aquel Irabajo,
habiéndole lomado ánles con lauta loa san Agusiin;
y así dice: «Paróleme que es bien rpie dejemos osle trabajo:
porque no se nos diga aquella sentencia de Horacio:
¡n siliHua ve lipia [eras: No Retes leña al bosque; porque,
ó habernos de decir las mismas cosas queeslán ya dichas,
(y cs'o no hay para qué), ó cosas nuevas: pero ya se ha
anticipado Agustino, y dicho las mejores con su clarísimo
ingenio. » i'or donde se ve la estima que san Gerónimo tenia
de san Agustin. Y no fué menor la que san Agusiin tuvo
de san Gerónimo: del cual hablando, dice: «No pienses
que es de desechar Gerónimo, aunque no fué mas que
presbítero: el cual fué muy erudito en la lengua griega,
hebrea y latina i de la Iglesia occidental pasó á la orienlal,
y vivió en los lugares sagrados, y estudió letras sagradas
hasta la edad decrépita ; cuya elocuencia echó su resplandor,
como lámpara, desde el Oriente hasta el Occidente.»
En estas cosas se ocupaba el santo el tiempo que
esluvocn líelen, y en traducir, interpretaré ilustrar con
sus comentarios las divinas Letras, deshaciendo por una
parle las tinieblas de los herejes; y por otra alumbrando
con su singular doctrina toda la Iglesia católica.
Pero sucedieron dos cosas las'imosas en que el santo
buho de ejercitar mucho su gran confianza en Dios y la
caridad con los prójimos. La primera fué, que el año de
39:i, entrándolos himnos, gente brava y feroz, por Armenia,
por lodo el Oriente, talando las tierras del imperio
romano, con tanta braveza y furor, que rindieron y asolaron
casi lodo Egipto ; mataron muchos mongos y caulivaron
gran número de gente, y los rios iban tenidos en sangre
humana y como pasasen adelante con su victoria, llegó
nueva que venian á Jerusalen; y fué tan grande el espanto,
que todos los peregrinos y extraños, y entre ellos
Fabiola, matrona romana principal y devotísima del santo,
se partieron de Jerusalen. Con esta nueva Gerónimo y su
gente también se aprestaron parala partida; y teniendo
ya aparejada la embarcación, y oslando ya en la ribera
para embarcarse, al punió que entendiesen que vanian los
enemigos; fué nueslro Señor servido por las oraciones y