Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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DIA 30 aquellos hombres que le perseguian mas que las serpieales y fieras que en el liabitabati. Habiendo pues , vivido cuatro anos en aquella soledad, con un género de vida tan rigurosa y penilenlc, y sido probado del Señor con lan duras bolallas, y vencido y quebrantado al enemigo , salió del yermo: y siguiendo al Scfíor que le guiaba y llamaba para mayores cosas , so fué á Jerusalen , así por ver y reverenciar aquellos sanios lugares en que se obró nueslra redención , como por perücionarse en la lengua hebrea . y estudiar muy de propósito la sagrada Escritura , y ver con sus propios ojos los mismos lugares , en que habían pasado las cosas que en ella se cuenlan, para poderla mas lacil enlender , \ asi le sucedió. Tomó por maeslro de la lengua y cosas hebreas á un judio, por nombre Barrabano , ó Darnanina , el cual venia de nodie al monasterio por medio de los oíros judíos para enseñarle ; y el santo selo pagaba largamanle. Aquí también era consultado de san Dámaso , papa: el cual siendo supremo de toda la Iglesia católica, y varón santísimo y sapientísimo, y ya viejo , no se desdeñaha de escribir á san Gerónimo, que á la sazón era nmo, y pi 'eguntarle dudas y lugares dilicullosos de la sagrada Escrir lin a ; y con tan grande humildad suya y eslima de san Gerónimo, que en una epístola le dice estas palabras: «No pienso que podemos hallar mas suave conversaeion , ni mas provechosa comunicación entre nosotros, que hablar de las Escrituras sagradas ; de tal manera , que yo le pregunte , y lú me respondas ; porque no hay en esía vida .cosa de mayor deleite, ni miel lan dulce, como este manjar del alma.» Esto es de san Dámaso , escribiendo á san Gerónimo. De donde se vé la eslima que hacia de él, y la opmion que tenia de sus sagradas letras y virtud. Mas, dado que san Gerónimo tenia una sed insaciable de saber y entender los misterios profundos , que en la sagrada Escrilura cslán enconados , no le faltaron sus impedimentos y diliculladcs que vencer en aquel sagrado estudio : porque como él se había dado tanto á la elocuencia , y á la elegancia del estilo, y no hallaba (á su parecer) en la divina Escritura aquel órnalo de palabras, lomaba algunas veces alguu prolela en las manos para leer, y dejábale luego ofendido de la llaneza y humildad del estilo, cen que el Espíritu sanio (para confundir á los soberbios , y ensenar á los humildes) quiso que se escribiesen los liaros sagrados. Pero como Dios le habia escogido para in~ ^'rprete y expositor principalísimo de osla misma Kscritura sagrada, le castigó severamente, porque la leia con menos atención y cuidado, que á Cicerón y á oíros aulof|S profanos. La manera como esto pasó, es bien que lo bigamos con las mismas palabras del santo, que, cscri- ^iendoa la virgen Eustoquia , su hija en Cristo regalada, h a así : « Quiérele contar la historia de mi desdicha y miseria. Gomo yo muchos años há me hubiese determina do Privarme, por el reino de los cielos, de mi propia casni padres, hermanos y parientes, y lo que esmasdiü filoso de la costumbre de las comidas regaladas, y me Puliese para morar cu Jerusalen; no podia deshacerme e la librería que con cuidado y cosía habia allegado en ma- i jo miserable por leerá Tulio, ayunaba, y des- PUPS de las vigilias largas de la noche y de las copiosas lágrimas quede lo mas íntimo de mi corazón destilaban mis 0J0s por mis pecados, me ponia á leer á Planto : y si algu- V02 • mirando mi daño y volviendo en mí, comenzaba SKTIOIBUE. á leer al Profeta , luego me daba el rostro en el estilo llano y mal limado, y como con mis ojos ciegos no podia ver la luz, pensaba yo que eslaba la falla en el sol, y no en ellos. Al tiempo, pues, que la antigua y astuta serpiente de esta suerte me engaQaba , rae vino á media cuaresma una lan recia calentura, que, como eslaba mi cuerpo ñaco y exhausto , me puso en lo último , y los que estaban conmigo aparejaban lo que era necesario para mi sepultura. Al tiempo que ya el calor vital del alma habia desemparado las demás parles del cuerpo , y solo se sentía en e¡ pecho, fui súbilamciUe arrebatado en espíritu y llevado ajuicio delante del trono real de Jesucristo , donde era tanta la claridad y el resplandor que salía de lodos les que allí estaban, que derribado en tierra no osaba alzar los ojos. Siendo preguntado de mi condición y fé , respondí libremente que era cristiano. Jlienlcs (respondió el que presidia en aquella audiencia): que no eres cristiano , sino ciceroniano ; pues donde está tu tesoro, allí está lu corazón. Oyendo eslo enmudecí : mandóme azotar crudamente el juez; y yo, aunque senlia el dolor de los azotes, mucho mas me atormentaba el fuego de mi conciencia y llurando y gimiendo comencéá decir: Perdonadme, Señor : Señor, perdonadme. Esta sola voz se oia entre el ruido de los azotes. Al lin los que estaban presentes, se pusieron de rodillas delante del juez, suplicándole que perdonase mi culpa, que era de mozo , y me diese lugar para enmendar el yerro con la penitencia; con tal condición, (pie si en mino hubiese enmienda, quedase obligado á mayor castigo. Mayores cosas prom(4iera según el estrecho en que eslaba ; juré de así cumplirlo; y hecho el juramcnlo, me dejaron libre , y yo torné á mi sentido y abrí los ojos tan bañados en lágrimas de dolor, que todos los presentes se admiraron , y las tomaron por testimonio bástanle de lo que yo habia padecido.» Y añade el santo: «Y no piense nadie, que aquel fué sueño vano , y de los (]ue algunas veces nos dejan burlados : testigo es el juez, en cuya presencia yo fui azotado : testigos J'ucron los santos ángeles ; también las señales de los azotes, que por muchos dias quedaron en mi cuerpo. Desde aquella hora yo me di con tanta diligencia y atencioa á leer las cosas divinas , con cuanta jamás habia leído las humanas.» Todo eslo es de san Gerónimo, de cuya verdad no se puede dudar, aunque algunos hombres libres y atrevidos, por parecer ciceronianos han hecho risa de ello, y dicho, que no hubo razón de azotar á san Gerónimo por ciceroniano, porque no lo es en su estilo : no mirando que no le castigaron porque seguía el estilo de Cicerón, sino por la afición con quo le leía, y porque, por leerle, dejaba de loor las divinas Letras que Dios quería que leyese, deleitándose mas en las palabras muertas y compuestas de TuÜo, que en las sentencias vivas y divinas del Señor. Ni tampoco advierten', que el ser uno ciceroniano consiste lanío en usar de las palabras y frases que usó Cicerón, cuanto en imitarle en la gravedad de las palabras, y disposición y orden do lo que se escribe, para ensenar, deleitar y persuadir al que lo leyere: lo cual lodo lo tuvo san Gerónimo , con (anta eminencia como olro cualquier autor: porque, ¿que orador hay cnlre los griegos y latinos , que enseñe con mas claridad, que deleite con mayor suavidad y mueva con mayor eficacia ? ¿ Quien hay que alabe con tanta sinceridad, y reprenda con lanía vehemencia, y exhorte con tanto espíritu y fervor ? ¿ Qué así levan'.e ó abala , lo quo m TOMO ni. \1

30 LA LEYENDA I)K OUO. DIA 30. quiere levmitar y nbalir ? ¿Oiiú cloclor de la Iglesia hay; que ti-alií las cusas sagradas boa lar. gramuajeslad, las llanas con lanía crudicimi, iasoscabrosas con Mnla clocncncia, las oscuras con lanía Itiz? ¿Que así se sii'va úv tódaa cicncins , divinas y humanas, piM'a explicar y poner dclanle, do nuestros ojos los Diisterios de nueslra sanlísiiua religión ? Eslo os ser simio orador: eslo es sor ciceroniano, ó imilár á Cicerón en lo que él fué oxcolenlísúno y peffeclísiiiio orador, y por lo que es llamado príncipe de. la romana elocuencia ; porque lodas las ciencias humanas son como criadas que deben servir, como á su señora y reina , á la sagrada loología , y los tesoros de los egipcios al pueblo do Dios, como gravísimamonle nos lo ensena el mismo san Gerónimo, y mas con obras que con palabras. Volviendo pues , á nueslro glorioso doctor, después que so vió obligado con tan riguroso castigo á Irocnr el eslndio de Cicerón y de las letras humanas en las divinas, rominciando y cortando do sí lodo lo (pie le podia estorbar, se entregó á la celestial sahiduría , y procuró con grande ansia meditar do dia y de noche en la sagrr.da Kscrilnra, y buscar á los hombi cs que mejor se la podían enseñar, sin reparar en costa , ni trabajos é incomodidades de camino. Para eslo se ordenó primero de presbítero en Antioquía, siendo do edad de treiula años, por manos de Paulino, obispo, que se lo rogó: aunque nunca pudo acabar con él, que do tal- manera se ordenase , que se atase á la residencia y sujeción de alguna iglesia , sino quedar mongo como antes; porque quiso quedar libre para poder en la soledad llorar sus picados, y para darse mas enteramenle al estudio de las dividas Letras, sin impedimento y embarrizo, como el mismo santo lo dice en una epístola, que osla 61 , la cual escribió troco años después de muerto san Dámaso, papa. Ni aun se pudo acabar con él, que quisiese en el monasterio ejercitar en público ios miniítoriosdel olido sacerdotal. Siendo, pues , ya ordenado de sacerdote, fué á Constanlinopla para ver y oír á san Gregorio Nacianceno : al cual por su singular sabiduría y elocuencia llamaron el Teólogo; y san Geróniifto a boca llena le llama su maestro, y se precia de haber sido su discípulo, que es sefial del gran caudal de la doctrina de san Gregorio , y no ménos de la pioíunda humildad do san Gerónimo: porque siendo ya 61 tan grande letrado y conocido por tal, y que lo consultaban los obispos de Occidente, y el obispo de los obispos y sumo pastor, san Dámaso y le pedían que Ies declarase los lugares oscuros de la sagrada Escritura, y al que los obispos de Oriente co» tanto cuidado procuraban ganar, y traerle á su opinión, para defenderla y sustentarla con su autoridad ;como arriba se dijo); con lodo eso quiso el santo antes ser discípulo de san Gregorio Nacianceno, que maestro de los demás. En Constanlinopla estuvo casi tres anos, oyendo en público á san Gregorio, cuando ensenaba, y conliriendo familiarmente en casa con él, como un varón docto con otro, y como un amigo con otro amigo, los lugares mas dificultosos de la Escritura. Allí también conoció y trabó amistad censan Gregorio Nicenohertnanodesan Basilio,yayudóá su maestro san Gregorio Nacinneenoen las contiendas y debates que tuvo Máximo, filosofe cínico, que con hipocresía y engaño lo pretendió quitar la silla : mas san Gerónimo escribió á san Dámaso, papa, en favor do su maestro, y por las cartas de san Dámaso, Máximo fué echado de la ciudad de Constantinopla: donde, él tiempo que estuvo en ella, escribió san Gerónimo sobro el sexto capítulo de Isaías, y le dedicó ásan Dámaso, que se lo habia mandado, y otros amigos se lo habiau impoiiuuado, como lo dice el mismo santo doctor. En esta sazón, estando las cosas de la Iglesia oriental alteradas, y algunas Iglesias con graves disensiones entre sí, pareció al santo pontífice Dámaso y al emperador Teodosio, ambos españoles y religiosísimos príncipes, que era bien juntar concilio en Uorna de los obispos do Oriente y Poniente, para dar asiento en ellas, y paz y sosiego á toda la Iglesia. A esle concilio fuéron á liorna san Epifanio, obispo de Salamina, en Chipre, y Paulino, obispo de .Vnlioquía (el cual habia ordenado de presbítero á san Gerónimo) ¡ varones do conocida santidad, y grandes rmiigcs suyos : y ahora sea porque ellos se lo pidieron, ahora, y es lo mas probable, porque el mismo papa san Dámaso so lo mandó; san Gerónimo también fué á I'.oma, y entró en ella en compañía de estos santos prelados. Allí fué recibido del sumo ponUGcc con grande benevolom ia y amor, y doloda la ciudad con extraordinaria admiración y respeto. Halló allí á Pamaquio, su antiguo condiscípulo, y á olros amigos, qué ya ántes le conocían, ó por conversación, ú por fama de su santidad y doctrina. Todos concurriau á él, y cada uno procuraba ganarl« la voluntad: unosalababan su santidad, otros la doctrina, otros su dulzura y trato suave y benigno, y linalmenle todos lenian puestos los ojos en él, como en un espejo de toda viitud, dechado de poniloncia, y oráculo de sabiduría; de tal manera, que comunmente lo juzgaban por digno-dolsnmo sacerdocio. Aquí en Roma sirvió al sanio pontiÚce Dámaso en responder á todas las dudas que le proponían, y en las cosas eclesiásticas qtié le consultaban de lodas las Iglesias orientales y occidentales. Y como la Iglesia en aquel tiempo estaba tan extendida por lodas las provincias del mundo, ora negocio gravísimo y do mucha dilicullad, satisfacer en materias tan importantes á lanías domantes, y responderá lautas preguntas. Tenia también cuidado de proponer la confesión de la fé, que habían de hacer, y ensenarles lo que habían de creer, á los que se conveiiian de la herejía, y, para sor reconciliados con la Iglesia, acudían á la silla apostólica ; y en las demás cosas, que pertenecen al gobierno do la Iglesia católica , era san Gerónimo el que llevaba gran parto del peso, y con su cuidado descuidaba san Dámaso, y con su trabajo descansaba. En este tiempo procuró que en la Iglesia romana, como esciibe san Gregorio, papa, se cantase el AUeluya, nó solamente en el tiempo de Pascua, como ántes se usaba, sino también en el resto del tiempo, fuera de Septuagésima á la Pascua, como lo usaba la Iglesia de Jerusalen ; y que en el fin de los salmos se cantase oí «Gloria Patri, » como se usaba en la Iglesia de Antioquía. Él enmendó en Roma los salmos, según la inlerprelacion de los setenta intérpretes, que la Iglesia lee y cania • y por orden de san Dámaso el Testamento Nuevo, que en su tiempo andaba no tan correcto. El lué el primero, que con brevedad escribió los martirios de los santos mártires, que en la Iglesia se leen, como lo dicen Casiodoro, Usuardo y Aden, obispo de Viena. Kl ordenó el leccionario, y dispuso las lecciones que se ha- • bian de rezaren el oficio divino, y las epístolas y evangelios que se habían de recitaren la misa. Además de esto se ocupaba el santo en visitar los santuarios de Roma, que siendo mucliacho soíia frecuentar; aunque ahora lo ha-

DIA 30<br />

aquellos hombres que le perseguian mas que las serpieales<br />

y fieras que en el liabitabati.<br />

Habiendo pues , vivido cuatro anos en aquella soledad,<br />

con un género <strong>de</strong> vida tan rigurosa y penilenlc, y sido<br />

probado <strong>de</strong>l Señor con lan duras bolallas, y vencido y<br />

quebrantado al enemigo , salió <strong>de</strong>l yermo: y siguiendo al<br />

Scfíor que le guiaba y llamaba para mayores cosas , so<br />

fué á Jerusalen , así por ver y reverenciar aquellos sanios<br />

lugares en que se obró nueslra re<strong>de</strong>nción , como por perücionarse<br />

en la lengua hebrea . y estudiar muy <strong>de</strong> propósito<br />

la sagrada Escritura , y ver con sus propios ojos los<br />

mismos lugares , en que habían pasado las cosas que en<br />

ella se cuenlan, para po<strong>de</strong>rla mas lacil enlen<strong>de</strong>r , \ asi le<br />

sucedió. Tomó por maeslro <strong>de</strong> la lengua y cosas hebreas<br />

á un judio, por nombre Barrabano , ó Darnanina , el cual<br />

venia <strong>de</strong> nodie al monasterio por medio <strong>de</strong> los oíros judíos<br />

para enseñarle ; y el santo selo pagaba largamanle. Aquí<br />

también era consultado <strong>de</strong> san Dámaso , papa: el cual<br />

siendo supremo <strong>de</strong> toda la Iglesia católica, y varón santísimo<br />

y sapientísimo, y ya viejo , no se <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñaha <strong>de</strong> escribir<br />

á san Gerónimo, que á la sazón era nmo, y pi 'eguntarle<br />

dudas y lugares dilicullosos <strong>de</strong> la sagrada Escrir<br />

lin a ; y con tan gran<strong>de</strong> humildad suya y eslima <strong>de</strong> san<br />

Gerónimo, que en una epístola le dice estas palabras: «No<br />

pienso que po<strong>de</strong>mos hallar mas suave conversaeion , ni<br />

mas provechosa comunicación entre nosotros, que hablar<br />

<strong>de</strong> las Escrituras sagradas ; <strong>de</strong> tal manera , que yo le pregunte<br />

, y lú me respondas ; porque no hay en esía vida .cosa<br />

<strong>de</strong> mayor <strong>de</strong>leite, ni miel lan dulce, como este manjar<br />

<strong>de</strong>l alma.» Esto es <strong>de</strong> san Dámaso , escribiendo á san Gerónimo.<br />

De don<strong>de</strong> se vé la eslima que hacia <strong>de</strong> él, y la<br />

opmion que tenia <strong>de</strong> sus sagradas letras y virtud. Mas,<br />

dado que san Gerónimo tenia una sed insaciable <strong>de</strong> saber<br />

y enten<strong>de</strong>r los misterios profundos , que en la sagrada Escrilura<br />

cslán enconados , no le faltaron sus impedimentos<br />

y diliculladcs que vencer en aquel sagrado estudio : porque<br />

como él se había dado tanto á la elocuencia , y á la<br />

elegancia <strong>de</strong>l estilo, y no hallaba (á su parecer) en la divina<br />

Escritura aquel órnalo <strong>de</strong> palabras, lomaba algunas<br />

veces alguu prolela en las manos para leer, y <strong>de</strong>jábale<br />

luego ofendido <strong>de</strong> la llaneza y humildad <strong>de</strong>l estilo, cen<br />

que el Espíritu sanio (para confundir á los soberbios , y<br />

ensenar á los humil<strong>de</strong>s) quiso que se escribiesen los liaros<br />

sagrados. Pero como Dios le habia escogido para in~<br />

^'rprete y expositor principalísimo <strong>de</strong> osla misma Kscritura<br />

sagrada, le castigó severamente, porque la leia con<br />

menos atención y cuidado, que á Cicerón y á oíros aulof|S<br />

profanos. La manera como esto pasó, es bien que lo<br />

bigamos con las mismas palabras <strong>de</strong>l santo, que, cscri-<br />

^iendoa la virgen Eustoquia , su hija en Cristo regalada,<br />

h a así : « Quiérele contar la historia <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>sdicha y<br />

miseria. Gomo yo muchos años há me hubiese <strong>de</strong>termina<br />

do<br />

Privarme, por el reino <strong>de</strong> los cielos, <strong>de</strong> mi propia casni<br />

padres, hermanos y parientes, y lo que esmasdiü<br />

filoso <strong>de</strong> la costumbre <strong>de</strong> las comidas regaladas, y me<br />

Puliese para morar cu Jerusalen; no podia <strong>de</strong>shacerme<br />

e la librería que con cuidado y cosía habia allegado en<br />

ma- i jo miserable por leerá Tulio, ayunaba, y <strong>de</strong>s-<br />

PUPS <strong>de</strong> las vigilias largas <strong>de</strong> la noche y <strong>de</strong> las copiosas lágrimas<br />

que<strong>de</strong> lo mas íntimo <strong>de</strong> mi corazón <strong>de</strong>stilaban mis<br />

0J0s por mis pecados, me ponia á leer á Planto : y si algu-<br />

V02 • mirando mi daño y volviendo en mí, comenzaba<br />

SKTIOIBUE.<br />

á leer al Profeta , luego me daba el rostro en el estilo llano<br />

y mal limado, y como con mis ojos ciegos no podia ver<br />

la luz, pensaba yo que eslaba la falla en el sol, y no en<br />

ellos. Al tiempo, pues, que la antigua y astuta serpiente<br />

<strong>de</strong> esta suerte me engaQaba , rae vino á media cuaresma<br />

una lan recia calentura, que, como eslaba mi cuerpo ñaco<br />

y exhausto , me puso en lo último , y los que estaban<br />

conmigo aparejaban lo que era necesario para mi sepultura.<br />

Al tiempo que ya el calor vital <strong>de</strong>l alma habia <strong>de</strong>semparado<br />

las <strong>de</strong>más parles <strong>de</strong>l cuerpo , y solo se sentía en<br />

e¡ pecho, fui súbilamciUe arrebatado en espíritu y llevado<br />

ajuicio <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l trono real <strong>de</strong> Jesucristo , don<strong>de</strong><br />

era tanta la claridad y el resplandor que salía <strong>de</strong> lodos les<br />

que allí estaban, que <strong>de</strong>rribado en tierra no osaba alzar<br />

los ojos. Siendo preguntado <strong>de</strong> mi condición y fé , respondí<br />

libremente que era cristiano. Jlienlcs (respondió el que<br />

presidia en aquella audiencia): que no eres cristiano , sino<br />

ciceroniano ; pues don<strong>de</strong> está tu tesoro, allí está lu corazón.<br />

Oyendo eslo enmu<strong>de</strong>cí : mandóme azotar crudamente<br />

el juez; y yo, aunque senlia el dolor <strong>de</strong> los azotes,<br />

mucho mas me atormentaba el fuego <strong>de</strong> mi conciencia<br />

y llurando y gimiendo comencéá <strong>de</strong>cir: Perdonadme, Señor<br />

: Señor, perdonadme. Esta sola voz se oia entre el<br />

ruido <strong>de</strong> los azotes. Al lin los que estaban presentes, se<br />

pusieron <strong>de</strong> rodillas <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l juez, suplicándole que perdonase<br />

mi culpa, que era <strong>de</strong> mozo , y me diese lugar para<br />

enmendar el yerro con la penitencia; con tal condición,<br />

(pie si en mino hubiese enmienda, quedase obligado á<br />

mayor castigo. Mayores cosas prom(4iera según el estrecho<br />

en que eslaba ; juré <strong>de</strong> así cumplirlo; y hecho el juramcnlo,<br />

me <strong>de</strong>jaron libre , y yo torné á mi sentido y<br />

abrí los ojos tan bañados en lágrimas <strong>de</strong> dolor, que todos<br />

los presentes se admiraron , y las tomaron por testimonio<br />

bástanle <strong>de</strong> lo que yo habia pa<strong>de</strong>cido.» Y aña<strong>de</strong> el santo:<br />

«Y no piense nadie, que aquel fué sueño vano , y <strong>de</strong> los<br />

(]ue algunas veces nos <strong>de</strong>jan burlados : testigo es el juez,<br />

en cuya presencia yo fui azotado : testigos J'ucron los santos<br />

ángeles ; también las señales <strong>de</strong> los azotes, que por<br />

muchos dias quedaron en mi cuerpo. Des<strong>de</strong> aquella hora<br />

yo me di con tanta diligencia y atencioa á leer las cosas<br />

divinas , con cuanta jamás habia leído las humanas.» Todo<br />

eslo es <strong>de</strong> san Gerónimo, <strong>de</strong> cuya verdad no se pue<strong>de</strong><br />

dudar, aunque algunos hombres libres y atrevidos, por<br />

parecer ciceronianos han hecho risa <strong>de</strong> ello, y dicho, que<br />

no hubo razón <strong>de</strong> azotar á san Gerónimo por ciceroniano,<br />

porque no lo es en su estilo : no mirando que no le castigaron<br />

porque seguía el estilo <strong>de</strong> Cicerón, sino por la afición<br />

con quo le leía, y porque, por leerle, <strong>de</strong>jaba <strong>de</strong> loor las divinas<br />

Letras que Dios quería que leyese, <strong>de</strong>leitándose mas<br />

en las palabras muertas y compuestas <strong>de</strong> TuÜo, que en las<br />

sentencias vivas y divinas <strong>de</strong>l Señor. Ni tampoco advierten',<br />

que el ser uno ciceroniano consiste lanío en usar <strong>de</strong><br />

las palabras y frases que usó Cicerón, cuanto en imitarle<br />

en la gravedad <strong>de</strong> las palabras, y disposición y or<strong>de</strong>n do<br />

lo que se escribe, para ensenar, <strong>de</strong>leitar y persuadir<br />

al que lo leyere: lo cual lodo lo tuvo san Gerónimo , con<br />

(anta eminencia como olro cualquier autor: porque, ¿que<br />

orador hay cnlre los griegos y latinos , que enseñe con<br />

mas claridad, que <strong>de</strong>leite con mayor suavidad y mueva<br />

con mayor eficacia ? ¿ Quien hay que alabe con tanta sinceridad,<br />

y reprenda con lanía vehemencia, y exhorte con<br />

tanto espíritu y fervor ? ¿ Qué así levan'.e ó abala , lo quo<br />

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