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i 08 LA LEYENDA DE ORO. DIA 2ü.<br />
prerogativas, concedió aquel imperioso dominio sobre las<br />
olas y arrogancia <strong>de</strong>l mar, tan leniido y respetado <strong>de</strong> él,<br />
como reconocido, aun en vida, <strong>de</strong> ios alligidos navegantes,<br />
cuya favorecida gratitud le dió el nombre <strong>de</strong> María<br />
<strong>de</strong>l Socorro (que eso, como dijimos, significa Socós), olvidándose<br />
el <strong>de</strong> Cervcllon, aunque tan ilustre en Europa.<br />
Referir en esta parte las nmchüs <strong>de</strong>mostraciones que ha<br />
dado la santa <strong>de</strong> su maravilloso po<strong>de</strong>r, y las veces que lia<br />
sacado Je la boca <strong>de</strong>l riesgo á ios que, ya anegados, casi<br />
tenia tragada la muerte, seria inlenlar otra navegación<br />
muy larga. Solo, pues, insinuaremos por ahora uno ú<br />
otro suceso, que en vida <strong>de</strong> la santa dio testimonio <strong>de</strong> esle<br />
maravilloso dominio, el cual <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte se<br />
continuó, como veremos. Kl nñoMe 1278, partió mi navio<br />
<strong>de</strong> la playa <strong>de</strong> Barcelona, al principio con bonanza y lan<br />
agradables señas <strong>de</strong>l temporal, como las suele dar la engafiosa<br />
inconstancia <strong>de</strong> este elenujMto. Manlúvose sereno<br />
el cielo, y sjpló el viento favorable, solo lo que bastó á engolfar<br />
á los navegantes en un piélago <strong>de</strong> peligros; porque<br />
apenas se hablan en alta mar alejado <strong>de</strong> tierra, cuando<br />
M'pullaroii casi <strong>de</strong> repente al sol, inquietaron al mar y<br />
amotinnron el aire aquellos vientos, que cuanto mas discor<strong>de</strong>s,<br />
soplaban mas unidos, conspirando todos á la ruina<br />
<strong>de</strong>l mismo bajel. Ninguno se atrevia á poner los ojos en el<br />
agua : porque sumergidos en las profundas cavernas que<br />
formahan las olas, se miraban inferiores ul mismo mar,<br />
temiéndose á cada paso, no ya naufragar, sino precipitarse<br />
al abismo. Entre tanta confusión se recurria con<br />
ruegos y lágrimas al cielo. Trajeron á la memoria muchos<br />
<strong>de</strong> los navegantes el po<strong>de</strong>r ya acreditado en otras ocasiones,<br />
con que la santa madre María favorecía á los que <strong>de</strong><br />
veras la invocaban en semejantes riesgos; y lodos, alenfados<br />
<strong>de</strong> esta noticia y esforzando, cuanto pudieron, su fe,<br />
empezaron entre clamores y lágrimas, á implorar su favor<br />
entre los mismos afectos con que solicitaban el <strong>de</strong> Varia<br />
santísima déla Merced. La esperiencia acreditóla fé, y el<br />
suceso correspondió á los votos; porque inmediatamente<br />
oyeron cerca <strong>de</strong> si una voz, que les dijo: Yo soy sor María<br />
<strong>de</strong> Ccrvellon, que con la santísima Virgen vengo á socorreros.<br />
Sucedió el efecto á la promesa; porque al punto,<br />
ahuyentados los vientos, se resliluyóal ciclóla serenidad,<br />
al mar la quietud y la alegría á los navegantes. En otra<br />
ocasión, cuyo tiempo no señálala historia, si bien creemos<br />
seria cerca <strong>de</strong> los mismos años, sucedió haber sin gido<br />
un navio en la playa <strong>de</strong> Barcelona, que entonces no<br />
tenia la gran<strong>de</strong>za y capacidad <strong>de</strong>l puerto que hoy tanto la<br />
ilustra. El piloto y los mas prácticos <strong>de</strong>l mar habian saltado<br />
en tierra, fiados mas <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>bieran en la serenidad<br />
<strong>de</strong>l tiempo; pero no lardó este, como acosíumbra, en<br />
castigarles la confianza: porque en breve se levantó un<br />
furioso viento, que escitando una fuerte tormenta, rompió<br />
las amarras, y metió al navió en el golfo, en don<strong>de</strong> para<br />
su miserable naufragio, sóbrela braveza <strong>de</strong>l mar y fiiria<br />
<strong>de</strong> los vientos, que era gran<strong>de</strong> y por momentos se aumentaba,<br />
concurría la falta <strong>de</strong> gobierno y turbación <strong>de</strong> los<br />
que habian quedado en el vaso. Llevábanle los aires irritados<br />
<strong>de</strong> una parte á otra, esperando ellos en cada ola la<br />
muerte, y en cada vaivén el sepulcro; pero santa María <strong>de</strong><br />
Socós, que con mas perspicaces ojos vió, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el retiro<br />
<strong>de</strong> su oración, el peligro <strong>de</strong>l bajel, se apresuró á la playa,<br />
y en presencia <strong>de</strong> aquella muchedumbre, haciendo sobre<br />
por el mar: cuyas olas, olvidadas <strong>de</strong> sí, ú obedientes á<br />
aquellas plantas que movía la caridad, la dieron paso sobre<br />
sí mismas, tan seguro y sólido, como si se huliioran<br />
converlido en mármoles. Arribó, pues, por medio <strong>de</strong> las<br />
ondas, nuestra santa al navio, al punto mismo que se sumergía<br />
<strong>de</strong>l lodo: y serenando primero el mar, extendió<br />
la mano al bor<strong>de</strong>, suslenlando la nave sobre las aguas, y<br />
conduciéndola así, con no visto prodigio, hasta al mas se <br />
guro lugar <strong>de</strong> la orilla, en don<strong>de</strong> la admiración <strong>de</strong>l porlenlo<br />
no sabia qué hacerse ni qué <strong>de</strong>cir, sino esclamar y<br />
preguntarse todos, como los <strong>de</strong>l mar <strong>de</strong> Palestina: ¿Quién<br />
es esta, á quien así obe<strong>de</strong>cen los vientes y el mar? Finalmenle,<br />
el año <strong>de</strong> 1289, que fué el que procedió á su dichoso<br />
tránsito, partieron á las costas <strong>de</strong>l Africa al ministerio<br />
déla re<strong>de</strong>nción <strong>de</strong> los cautivos, los padres re<strong>de</strong>ntores<br />
Fr. Manuel <strong>de</strong> Alburquerque y Arnaldo <strong>de</strong> Linivcr, en un<br />
bien pertrechado navio. Navegaron algún líempo prósperamente,<br />
hasta que un viento recio, haciéndoles per<strong>de</strong>r<br />
el rumbo que llevaban, los acosó con lan furioso temporal,<br />
que en breve ralo perdieron los marineros mismos las<br />
esperanzas <strong>de</strong> salvamento: pf)rque el cielo escondió su<br />
rostro, como quien huía <strong>de</strong> mirarlos por no favorecerlos:<br />
las olas, sobrepujando á la nave, y casi locando á las nu •<br />
bes, anegaban el vaso: el viento embravecido soplaba<br />
con formidables silbos, amenazando á aquellas vidas, ya<br />
casi sepultadas en su temor; y finalmente, lodo se había<br />
reducido á un estado cstiemamente. miserable; porque,<br />
tronchado el mástil, y rotas la entenas y jarcias, solo esperaban<br />
verse con la nave sepultados en el profundo, <strong>de</strong>jando<br />
el timón en un escollo. No omitieron en la fuerza <strong>de</strong><br />
este conflicto los marineros aquel lamentable remedio do<br />
alijorar el vaso, echando para esle fin al mar las riquezas.<br />
Arrojaron, pues, en esle caso la carga <strong>de</strong>l navio p¡u a<br />
aliviarle, y entre ella intentaban arrojar la piala <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción,<br />
que á fuerza <strong>de</strong> súplicas y piadosas instancias<br />
consiguieron los re<strong>de</strong>ntores fuese lo úllimo que se abandonase.<br />
Acogiéronse entretanto los venerables padres al<br />
patrocinio <strong>de</strong> la sania madre María <strong>de</strong> Socós, <strong>de</strong> quien<br />
antes <strong>de</strong> partirse habían <strong>de</strong>spedido, y á cuyas oraciones<br />
habían encomendado el suceso <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción: y fué lan<br />
efectivo remedio esta piadosa diligencia, que cuando estaba<br />
la tormenta en su mayor fuerza, vieron cuan os estaban<br />
en la nave á la santa, que vestida <strong>de</strong>l hábito <strong>de</strong> nuestra<br />
Señora <strong>de</strong> la Merced, caminaba sóbrelas aguas, según<br />
y como muchos <strong>de</strong> ellos la habian visto en Barcelona. La<br />
novedad y la admiración, era tal, qué obligaba á todos á<br />
lener por ilusión lo que veían, incrédulos al testimonio <strong>de</strong><br />
sus ojos; pero confirmólos en la verdad el oír junlamento<br />
su voz, que les dijo: Alentaos en el Señor, carísimos hermanos;<br />
que luego quedareis sin peligro: y así fué; porque<br />
al mismo punto, sosegado el mar y los vientos, huyó<br />
la tempestad, apareció la luz y sucedió á la borrasca<br />
una tranquilidad admii-able. Desapareció la sania, y prosiguió<br />
la nave su camino con próspero viaje; y volvieron<br />
con é! los navegantes y los rescatados á Barcelona, porque<br />
el mar, obediente ó temeroso, los trató con respeto<br />
dé favorecidos. <strong>Los</strong> padres re<strong>de</strong>ntores fuéron á dar las<br />
<strong>de</strong>bidas graciasá la sania; pero ella, á-quien molestaban<br />
mas las honras, que á otras las afrentas, les pidió humil<strong>de</strong>menle<br />
postrada, como en pago <strong>de</strong> su socorro, el silencio<br />
<strong>de</strong> tan estraordinaría maravilla. Otras muchas veces<br />
las aguas y sobre sí misma la sfñal dtí la cruz, se enlró | esperimentaron los afligidos navegantes el amparo <strong>de</strong> la