Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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DESPUES DE PENTECOSTES. pnsados, ó tal vozlambien á aqucílcs viajeros, qne debiendo llegar en dia preciso al término de su viaje, y habiéndose divertido algún tiempo en el camino, doblan el paso, aguantan el mal tiempo, so quitan hasta las horas del descanso, y hacen un esfuerzo para llegar á tiempo á su término. Continúa san Pablo sus avisos saludables á los Deles de Efeso, y en sus personas á lodos los cristianos, sosteniendo siempre la misma alegoría. «Por esto, les dice, no obréis imprudontemente, sino comprended bien la voluntad de Dios.» lié aquí en pocas palabras el gran secreto de la vida espiritual. Todo nuestro mérito no consiste en hacer mucho, sino en hacer lo que Dios quiere y de la manera que Dios quiere. El medio de reparar el tiempo perdido, no es el hacer lodo género de obras buenas; las obras no son buenas, sino en tanto que agradan á Dios; los primeros deheres que Dios pide son los de nuestro estado, estos os menester cumplirlos con fidelidad. Una madre de familias que descuida el gobierno de su casa, el cuidado de sus Lijos, por visitar los hospilales, ó por estar en la iglesia, no hace lo que Dios exige de ella. La voluntad de Dios es que ella comience por cumplir toilos los deheres de su eslado. Si le queda algún tiempo, puede emplearlo en huenas obras. Apliquémonos á hacer con fervor y con puntualidad lo que Dios quiere de nosotros en todas las cosas; muy pronto seremos entonces sanios. Después de haber dado el santo Apóstol estos avisos generales, desciende al pormenor de algunos vicios capitales que deben mirarse con horror por todos los fieles. «Guardaos de los escesos del vino, que conducen á la impureüa.» Era muy ordinario en Kleso el vicio de la intemperancia. San Pablo no podia, al parecer, inspirar mas horror á los fieles contra él, que diciéndoles que el vino enciende los ardores impuros. La castidad no se aviene con la embriaguez. Los escesos del vino causan siempre estos incendios; la impureza se nutre con el vino. «Obrad de modo que os llenéis del Espíritu Santo.» El Apóstol, dice san Gerónimo, opone aquí la santa embriaguez, por decirlo así, del Espíritu Santo, á la embriaguez de la intemperancia. No hay cosa mas incompatible; cuando el Espíritu Santo llena una alma, la inspira la sabiduría, la dulzura, h modestia, el pudor y la castidad : la estravagancia, el furor, la impureza, la desvergüenza, son los efectos naturales de los escesos del vino. Si vosotros eslais llenos del Espíritu Santo, continúa el santo Apóstol, os entretendréis con los salmos, himnos y cánticos espirituales, dirigiendo estos cánticos y salmos al Seíior en el fondo de vuestros corazones. De la abundancia del corazón habla la boca. Un hombre animado de! espíritu de Dios, apenas encnenli a gusto en los enlretenimienlos profanos: esto es, lo que hace decir al santo Apóstol en otra parte, que un cristiano no debe tener conversación que no í-ea do Dios. La Iglesia, llena de esto espíritu, en todos tiempos ha puesto en la boca de los fieles cánticos espirituales para onlrelenor sn piedad y su alegría inferior, y para desterrar de toda boca cristiana los cánticos profanos, herencia adquirida de los paganos, llállanse en los salmos tan bellos sentimientos de religión y de piedad, que nada parece mas á propósito para mantener la do los fieles; por esto la Iglesia desdo sn nacimiento ha hecho de ellos su oración ordinaria, y obliga á todos su» ministros á que esta sea también la suya: «Cante cánticos de alabanza, decia David, este 5Gi pueblo que está consagrado al Seflor, y los hijos de Israel que tienen el honor de acercarse á su santo templo.» San Pablo quiero que se medite, quo se entretenga uno á sí mismo con salmos, himnos y cánticos espirituales, dirigiéndose estos cánticos y estos salmos al Señor; pero (pie esto sea de lo íntimo del corazón. Sea enhorabuena la oiacion que se hace la mas religiosa, la mas sagrada, la mas santa, si no sale del corazón, inútilmente se pronuncia con los labios. Dios no oye mas que la voz del corazón. «Dando continuamente gracias á Dios Padre, en nombre de Jesucristo nnestroSeñor, por todas las cosas:» puesto que nada sucede sino por un órden de la divina providencia, debemos estar persuadidos que todo loque sucedo es por nuestro bien. Enfermedad y salud, prosperidades y desgracias, bienes y males de esta vida, lodo contrihnyo á la gloria del Señor, y á la ventaja de sus elegidos. «Para los que aman á Dios, dice san Pablo en otra parte, todas las cosas contribuyen á su bien.» Es propio do la virtud de los cristianos, dice san Gerónimo, el dar gracias á Dios por todo lo que les sucede, aun por lo mas molesto. «En fin , añade el santo Apóstol, manteneos en una sumisión mutua por el temor de Jesucristo.» Ordenando san Pablo á todos los fieles que cada uno en su estado satisfaga perfectamente á sus deberes, como lo hace en la coniinuacion de este capitulo, les da en o^to una lección general que puedo servirles mucho para hacer mas fácil esta puntualidad, inspiiándoles esla subordinación l;m necesaria en todas las condiciones. Quiere que osía subordinación indispensable la tengan por el temor de Jesu ­ cristo, porque con respecto á los fieles no hay motivo alguno mas poderoso; cuando se ama á alguno se teme desagradarlo, y este saludable temor es el que recomienda á lodos los cristianos. La historia de la curación del hijo de un señor do la córlode Ilerodes Antipas, tetrarca de Galilea, esloes príncipe que gobernaba en arpie! pais con autoridad soberana, y á (¡uien se da también el nombre de rey, como se ha dicho en otra parle, esta historia , repitu, constituye el asunto de! Evangelio de la misa de este dia. Habiendo vuelto el Salvador á Galilea, al salii-de Samaría, fué segunda vez á Cana, en donde h. Ida Iieclio su primer milagro convirtiendo el agua en vino. Allí fué en donde un hombre de calidad (era un señor de la corle de! rey Herodes, que habitaba en Gafarnaum, en cuyo pueblo acaso tenia algún empleo), habiendo sabido que Jesús estaba en Caná, poco dislante de aquella ciudad, vino á verle, y le suplicó con instancia que tuviese la bondad do tomarse el trabajo do ir á su casa á curar á su hijo quo estaba gravísimamenle enfermo, y que se moria. El Salvador que trataba siempre de curar mas bien las enfermedades del alma quo las del cuerpo, no quiso dar al hijo la salud basta no haber curado al padre de su poca fé. Aquel señor creia verdaderamente quo Jesucristo podia curar á su hijo enfermo; porque si no lo hubiera creído no habría venido de tan léjos para pedirlo la curación milagrosa; pero era aun imperfecta esta fé, pues que creia que el Salvador tenia necesidad de trasportarse al lugar en donde oslaba el enfermo paracurarle. Esla fé vacilante, esta media féfuó entonces tan común en cuasi lodos ios que admiraban y seguían á Jesucristo, que obligó á este divino Salvadora hacera todos una pequeña reconvención: «¿ Qué, les dice , será necesario que yo haga siempre TOMO IV. 71

m cosas oslrnordinarins para qno croáis, rio modo qno si no veis milagros, no creéis nada?» ¡Cosa eslía ña ! yo hallo docilidad y hasla fé en ei espíritu y on el corazón ile los eslranjcros, en Tiro, en Sidnn y en Samaria, sin que tenga necesidad de obrnr prodigios ; ¿y entre vosotros,;! menos que no se vean maravillas, nada se cree? AlgMuos inlérpreles traducen estas palabras diciendo: Si vosotros, gentes de calidad, gentes de córle, cnlre quienes la íé es lan remisa, no veis olios milagros, ó como si el Salvador dijera : Vosotros gentes ricas, gentes de calidad, gentes de córle, tenéis ordinariamenle una fé tan lánguida, lan vacilante, que á ménos que no veáis milagros no creéis. Esla queja, o mas bien esta reconvención saludable, aunque justa, hizo poca impresión en e! ánimo de un padre afligido que no pensaba mas que en la curación de su hijo. Kn lugar de responder á lo que el Salvador le decía: ¡Ah, Seíior! le dijo, con las lágrimas en los ojos, si no os dais priesa á venir, acaso no llegareis íiliempo; mi Lijo-se muere, y no le hallareis con vida. Esta perseverancia en pedir y en rogar agradó á Jesucristo: Vé, le dijo, vé; tu hijo está sano : consuélate, fu oración ha sido oida. Creyólo el padre, y sin replicar mas, habiendo hecho una profunda reverencia al Salvador, se volvió. Apenas habia llegado á la mitad del camino encontró á algunos de sus criados que le sallan al enctienfro para hacerle saber que su hijo estaba curado, y ya sin la fiebre. Fácilmente puede comprenderse cuál seria su alegría. Ualiia notado bien la hora en que Jesús le habia dicho alirmativanienle, que su hijo calaba bueno y libre de la enfermedad. Por esto lo primero que les preguntó fué la hora en que el enfermo se habia encontrado sano: Ayer, le dijeron, le dejó la calentura íi la séptima hora del dia, esto es, una hora después de meció dia, y en el inslanle se hallo perfectamente sano, y como si no hubiese estado enfermo. Inmedialamenle se acordó el .señor que aquella era precisamente la hora en que el Salvador le habia dicho: Vé, tu hijo está bueno. Desde entonces creyó él y toda su casa que Jesns era el Mesías ¡ti omelido, y su fé no fué ya imperfecta. San Cirilo cree que la pregunta que desde luego hizo el señe r á sus domésticos sobre la hora en que su hijo se habia encontrado curado, no fué (auto una prueba de su poca fé, cuanto una señal de su zelo por instruirse y conlirmarse en su creencia. Jíl padre creyó, y con é! creyó toda su casa ; esto debe convencer á las cabezas de faniifia y á toda persona de autoridad, dice un intérprete, de lo (¡ue pueden sus ejemplos en aquellos que están sujetos á ellos, y cuánto deben temer dárselos malos. Todrá uno ser poco dócil á las lecciones mas patéticas; pero con dificultad se resiste por mucho liempo a! ejemplo. La oración de la in'taa de esle dio es como sigue : Largire, quawnnus. Domine, fidelibus luis indaffjCiüiamplaralns e.í pacem : ut pariler (ib ómnibus mundentar oj¡i'nsis, el secura tibi menle dcscrviant. l'er Doiniiniin... Señor, os suplicamos que movido de los ruegos de vuestros Cíeles, les concedáis el perdón de sus ofensas y la verdadera paz; á fin de que, puriocados por vuestra gracia di- lodos sus pecados, os sirvan con la tranquilidad de una santa confianza. Por nuestro Señor Jesucristo, etc. DOMINGO VIGESIMO • .• La Epístola esld tomada del capilvlo 3 de la del apóstol san ' Pablo á los Efesinos. Fratres: Vidcte qmmodo cante ambulelis : non qnasi insipienles, sed ul sapientes : redimen tes tempus , qmn'um dies mali suul. I'roplerea nolite fieri imprudentes, sedinlelligenles , qucu sil voluntas Dei. El nolite inebriari riño , ÍÍI quo eU Ivxuria : sed iinplemini Spirilu Sánelo , loquenles vobismetipsis in psalmis, et hymnis, el canticis spiritualibus, canlimtes elpsnllenles in cordibus vestribus Domino, gratias agentes semper pro ómnibus, in nomine Domini noslri Jesu Cltrisli, Deo el l'alri. Suhjecti inricem in limore Chrisli. Hermanos mios: 5! ¡ra d rom o camináis con precaticicn. nó como gente sin razón, sino como persomis racionales, rescatando el liempo, porque los dias son malos. Por esto no obréis imprudenlemenle , y procurad comprender bien cuál es la voluntad de Dios. Guardaos de los escesos del vino, que conducen á la impudicicia ; ántes bien obrad de modo que seáis llenos del Espíritu Santo, enlreteniéndoos vosotros mismos con salmos, himnos y cánticos espirituales, dirigiendo estos salmos al Señor de lo ínfimo de vuestro corazón; dando gracias continuamente á Dios Padreen nombre de Jesntrislo nuestro Señor, por todas las cosas. Manteneos además en una sumisión mutua por el lemor de Jesucristo. Entre muchas instrucciones importantes que san Pablo da á los crislianos deEfeso, les exhorta siempre á que rediman el liempo perdido, empleando los pocos dias que les quedan en los ejercicios de piedad que él les enseña ea esla Epístola. REFLEXIONES. «Rescatando el liempo, porque los dias son malos.» Es muy precioso el tiempo para quo no sean los dias muy apreciables; ni son tampoco malos los dias, sino por el mal uso que hacemos de este liempo. Seria necesario conocer el precio inestimable del liempo para comprender la pérdida (¡ue se hace empleándole mal. Es el tiempo una cosa tan preciosa, que todos los honores, todos los bienes del mundo no valen lo que vale un momento; y aun cuando no se hubiera empleado nías que un momento para adquirir lodos los bienes del mundo; aun cuando no ha ja mas que esto, puede decirse que delante de Dios, (pío juzga sanamente de todas las cosas, es haber perdido el tiempo. No hay reprobo en el infierno que no estnviesu prontoá dar todos los reinos y lodos los bienes del mundo, si fuese dueflo de ellos, por tener un momento de aquel liempo que ha perdidoen bagatelas, y que nosotros perdemos también del mismo modo. Concibamos, si es posible, loque es la gracia, el premio de la sangre y de la muerto de un Dios; concibamos lo que vale la posesión de un Dios en la mansión de los bienaventurados; el liempo no se nos ha concedido sino para que cada momento procuremos un aumento de gracia; para merecer con el auxilio de esta misma gracia el reino délos cielos, la estancia de los bienavenlmados, la posesión del mismo Dios. Es, pues, innegable que cada momento que no hemos empleado para Dios, hemos hecho mayor pérdida que si hubiésemos perdido todos los tesoros de la tierra, lo que los santos no

DESPUES DE PENTECOSTES.<br />

pnsados, ó tal vozlambien á aqucílcs viajeros, qne <strong>de</strong>biendo<br />

llegar en dia preciso al término <strong>de</strong> su viaje, y habiéndose<br />

divertido algún tiempo en el camino, doblan el paso,<br />

aguantan el mal tiempo, so quitan hasta las horas <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>scanso, y hacen un esfuerzo para llegar á tiempo á su<br />

término.<br />

Continúa san Pablo sus avisos saludables á los Deles <strong>de</strong><br />

Efeso, y en sus personas á lodos los cristianos, sosteniendo<br />

siempre la misma alegoría. «Por esto, les dice, no obréis<br />

imprudontemente, sino compren<strong>de</strong>d bien la voluntad <strong>de</strong><br />

Dios.» lié aquí en pocas palabras el gran secreto <strong>de</strong> la<br />

vida espiritual. Todo nuestro mérito no consiste en hacer<br />

mucho, sino en hacer lo que Dios quiere y <strong>de</strong> la manera<br />

que Dios quiere. El medio <strong>de</strong> reparar el tiempo perdido,<br />

no es el hacer lodo género <strong>de</strong> obras buenas; las obras no<br />

son buenas, sino en tanto que agradan á Dios; los primeros<br />

<strong>de</strong>heres que Dios pi<strong>de</strong> son los <strong>de</strong> nuestro estado, estos<br />

os menester cumplirlos con fi<strong>de</strong>lidad. Una madre <strong>de</strong> familias<br />

que <strong>de</strong>scuida el gobierno <strong>de</strong> su casa, el cuidado <strong>de</strong> sus<br />

Lijos, por visitar los hospilales, ó por estar en la iglesia,<br />

no hace lo que Dios exige <strong>de</strong> ella. La voluntad <strong>de</strong> Dios es<br />

que ella comience por cumplir toilos los <strong>de</strong>heres <strong>de</strong> su eslado.<br />

Si le queda algún tiempo, pue<strong>de</strong> emplearlo en huenas<br />

obras. Apliquémonos á hacer con fervor y con puntualidad<br />

lo que Dios quiere <strong>de</strong> nosotros en todas las cosas;<br />

muy pronto seremos entonces sanios.<br />

Después <strong>de</strong> haber dado el santo Apóstol estos avisos generales,<br />

<strong>de</strong>scien<strong>de</strong> al pormenor <strong>de</strong> algunos vicios capitales<br />

que <strong>de</strong>ben mirarse con horror por todos los fieles. «Guardaos<br />

<strong>de</strong> los escesos <strong>de</strong>l vino, que conducen á la impureüa.»<br />

Era muy ordinario en Kleso el vicio <strong>de</strong> la intemperancia.<br />

San Pablo no podia, al parecer, inspirar mas horror<br />

á los fieles contra él, que diciéndoles que el vino encien<strong>de</strong><br />

los ardores impuros. La castidad no se aviene con<br />

la embriaguez. <strong>Los</strong> escesos <strong>de</strong>l vino causan siempre estos<br />

incendios; la impureza se nutre con el vino. «Obrad <strong>de</strong><br />

modo que os llenéis <strong>de</strong>l Espíritu Santo.» El Apóstol, dice<br />

san Gerónimo, opone aquí la santa embriaguez, por <strong>de</strong>cirlo<br />

así, <strong>de</strong>l Espíritu Santo, á la embriaguez <strong>de</strong> la intemperancia.<br />

No hay cosa mas incompatible; cuando el Espíritu<br />

Santo llena una alma, la inspira la sabiduría, la dulzura,<br />

h mo<strong>de</strong>stia, el pudor y la castidad : la estravagancia, el<br />

furor, la impureza, la <strong>de</strong>svergüenza, son los efectos naturales<br />

<strong>de</strong> los escesos <strong>de</strong>l vino. Si vosotros eslais llenos <strong>de</strong>l<br />

Espíritu Santo, continúa el santo Apóstol, os entretendréis<br />

con los salmos, himnos y cánticos espirituales, dirigiendo<br />

estos cánticos y salmos al Seíior en el fondo <strong>de</strong> vuestros<br />

corazones. De la abundancia <strong>de</strong>l corazón habla la boca. Un<br />

hombre animado <strong>de</strong>! espíritu <strong>de</strong> Dios, apenas encnenli a<br />

gusto en los enlretenimienlos profanos: esto es, lo que hace<br />

<strong>de</strong>cir al santo Apóstol en otra parte, que un cristiano no<br />

<strong>de</strong>be tener conversación que no í-ea do Dios. La Iglesia,<br />

llena <strong>de</strong> esto espíritu, en todos tiempos ha puesto en la<br />

boca <strong>de</strong> los fieles cánticos espirituales para onlrelenor sn<br />

piedad y su alegría inferior, y para <strong>de</strong>sterrar <strong>de</strong> toda boca<br />

cristiana los cánticos profanos, herencia adquirida <strong>de</strong><br />

los paganos, llállanse en los salmos tan bellos sentimientos<br />

<strong>de</strong> religión y <strong>de</strong> piedad, que nada parece mas á propósito<br />

para mantener la do los fieles; por esto la Iglesia<br />

<strong>de</strong>sdo sn nacimiento ha hecho <strong>de</strong> ellos su oración ordinaria,<br />

y obliga á todos su» ministros á que esta sea también<br />

la suya: «Cante cánticos <strong>de</strong> alabanza, <strong>de</strong>cia David, este<br />

5Gi<br />

pueblo que está consagrado al Seflor, y los hijos <strong>de</strong> Israel<br />

que tienen el honor <strong>de</strong> acercarse á su santo templo.» San<br />

Pablo quiero que se medite, quo se entretenga uno á sí<br />

mismo con salmos, himnos y cánticos espirituales, dirigiéndose<br />

estos cánticos y estos salmos al Señor; pero (pie<br />

esto sea <strong>de</strong> lo íntimo <strong>de</strong>l corazón. Sea enhorabuena la oiacion<br />

que se hace la mas religiosa, la mas sagrada, la mas<br />

santa, si no sale <strong>de</strong>l corazón, inútilmente se pronuncia con<br />

los labios. Dios no oye mas que la voz <strong>de</strong>l corazón.<br />

«Dando continuamente gracias á Dios Padre, en nombre<br />

<strong>de</strong> Jesucristo nnestroSeñor, por todas las cosas:» puesto<br />

que nada suce<strong>de</strong> sino por un ór<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la divina provi<strong>de</strong>ncia,<br />

<strong>de</strong>bemos estar persuadidos que todo loque sucedo<br />

es por nuestro bien. Enfermedad y salud, prosperida<strong>de</strong>s y<br />

<strong>de</strong>sgracias, bienes y males <strong>de</strong> esta vida, lodo contrihnyo<br />

á la gloria <strong>de</strong>l Señor, y á la ventaja <strong>de</strong> sus elegidos. «Para<br />

los que aman á Dios, dice san Pablo en otra parte, todas<br />

las cosas contribuyen á su bien.» Es propio do la virtud<br />

<strong>de</strong> los cristianos, dice san Gerónimo, el dar gracias á<br />

Dios por todo lo que les suce<strong>de</strong>, aun por lo mas molesto.<br />

«En fin , aña<strong>de</strong> el santo Apóstol, manteneos en una<br />

sumisión mutua por el temor <strong>de</strong> Jesucristo.» Or<strong>de</strong>nando<br />

san Pablo á todos los fieles que cada uno en su estado satisfaga<br />

perfectamente á sus <strong>de</strong>beres, como lo hace en la<br />

coniinuacion <strong>de</strong> este capitulo, les da en o^to una lección<br />

general que puedo servirles mucho para hacer mas fácil<br />

esta puntualidad, inspiiándoles esla subordinación l;m<br />

necesaria en todas las condiciones. Quiere que osía subordinación<br />

indispensable la tengan por el temor <strong>de</strong> Jesu ­<br />

cristo, porque con respecto á los fieles no hay motivo alguno<br />

mas po<strong>de</strong>roso; cuando se ama á alguno se teme <strong>de</strong>sagradarlo,<br />

y este saludable temor es el que recomienda<br />

á lodos los cristianos.<br />

La historia <strong>de</strong> la curación <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong> un señor do la<br />

córlo<strong>de</strong> Ilero<strong>de</strong>s Antipas, tetrarca <strong>de</strong> Galilea, esloes<br />

príncipe que gobernaba en arpie! pais con autoridad soberana,<br />

y á (¡uien se da también el nombre <strong>de</strong> rey, como<br />

se ha dicho en otra parle, esta historia , repitu, constituye<br />

el asunto <strong>de</strong>! Evangelio <strong>de</strong> la misa <strong>de</strong> este dia.<br />

Habiendo vuelto el Salvador á Galilea, al salii-<strong>de</strong> Samaría,<br />

fué segunda vez á Cana, en don<strong>de</strong> h. Ida Iieclio su<br />

primer milagro convirtiendo el agua en vino. Allí fué en<br />

don<strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong> calidad (era un señor <strong>de</strong> la corle <strong>de</strong>!<br />

rey Hero<strong>de</strong>s, que habitaba en Gafarnaum, en cuyo pueblo<br />

acaso tenia algún empleo), habiendo sabido que Jesús estaba<br />

en Caná, poco dislante <strong>de</strong> aquella ciudad, vino á<br />

verle, y le suplicó con instancia que tuviese la bondad do<br />

tomarse el trabajo do ir á su casa á curar á su hijo quo<br />

estaba gravísimamenle enfermo, y que se moria. El Salvador<br />

que trataba siempre <strong>de</strong> curar mas bien las enfermeda<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>l alma quo las <strong>de</strong>l cuerpo, no quiso dar al hijo la<br />

salud basta no haber curado al padre <strong>de</strong> su poca fé. Aquel<br />

señor creia verda<strong>de</strong>ramente quo Jesucristo podia curar á<br />

su hijo enfermo; porque si no lo hubiera creído no habría<br />

venido <strong>de</strong> tan léjos para pedirlo la curación milagrosa; pero<br />

era aun imperfecta esta fé, pues que creia que el Salvador<br />

tenia necesidad <strong>de</strong> trasportarse al lugar en don<strong>de</strong><br />

oslaba el enfermo paracurarle. Esla fé vacilante, esta media<br />

féfuó entonces tan común en cuasi lodos ios que admiraban<br />

y seguían á Jesucristo, que obligó á este divino<br />

Salvadora hacera todos una pequeña reconvención:<br />

«¿ Qué, les dice , será necesario que yo haga siempre<br />

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