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Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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á riesgo <strong>de</strong> nuestra salud. Vivimos en medio <strong>de</strong> peligros,<br />

hasta la muerte habitamos en pais enemigo; es necesario<br />

lener <strong>de</strong> continuo las armas en la mano para combatir y<br />

para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rnos, y el cielo no se da por recompensa sino<br />

á los victoriosos. La carne, las pasiones, las tentaciones<br />

que nacen en nuestro propio terreno son enemigos tanto<br />

mas peligrosos, cnanto que son enemigos domésticos que<br />

nosotros mismos alimentamos. Nuestro propio corazón nos<br />

hace traición: mieslros sentidos están <strong>de</strong> acuerdo con<br />

nuestras pasiones; tenemos que combatir contra nosotros<br />

mismos. (2. ad Tim. 3.) Pero Dios, autor <strong>de</strong> toda gracia,<br />

que nos ha llamado en Jesucristo á su eterna gloria, nos<br />

hará perfectos, firmes é incontrastables, luego que hubiéremos<br />

sufrido un poco. Llama el Apóstol á Dios autor <strong>de</strong><br />

toda gracia, esto es, <strong>de</strong> todo don perfecto, <strong>de</strong> todas las<br />

gracias que ha <strong>de</strong>rramado sobre su Iglesia dándola el Espíritu<br />

Santo; <strong>de</strong>sea que este Dios <strong>de</strong> bondad y <strong>de</strong> misericordia<br />

acabe en los fieles lo que su gracia ha comenzado<br />

en ellos, que los sostenga en sus aflicciones, que los asista<br />

en las pruebas, que los afirme en el bien, que les conceda,<br />

en fin, el don <strong>de</strong> la perseverancia, á fin <strong>de</strong> qno Etogoietl á<br />

la gloria, y merezcan las coronas que solo serán concedidas<br />

á aquellos que hubieren combalido hasta el fin. Como<br />

si les dijese: por la gracia <strong>de</strong> Jesucristo habéis sido llamados<br />

á la fé, y habéis entrado en el seno <strong>de</strong> la Iglesia;<br />

pero no basta esto, es preciso sostener esta dic hosa vocación<br />

con la práctica <strong>de</strong> todas las virtu<strong>de</strong>s, y sobre todo con<br />

una generosa paciencia en medio <strong>de</strong> las adversida<strong>de</strong>s y <strong>de</strong><br />

las persecuciones, que, como el fuego que purifica el oro,<br />

lejos <strong>de</strong> abatiros ó <strong>de</strong> consumiros <strong>de</strong>ben hacer mas pura y<br />

mas brillante vuestra virtud. No basta tampoco el haber<br />

sido llamados á un estado tan santo, ni aun el haber brillado<br />

en él con el resplandor <strong>de</strong> vuestras virtu<strong>de</strong>s; es menester<br />

perseverar hasta el lin, puesto que la gloria no se<br />

da como recompensa sino á la perseverancia final. Yo espero<br />

en la misericordia <strong>de</strong> nuestro Dios, que él acabará su<br />

obra; la afirmará contra los vientos y las bonaseas <strong>de</strong> h\<br />

persecución, y la hará eterna por ia gracia <strong>de</strong> la perseverancia.<br />

A él esa quien pertenece la gloria y eh soberano<br />

po<strong>de</strong>r en los siglos <strong>de</strong> los siglos. Teniendo Dios el supremo<br />

po<strong>de</strong>r y no pudiendo resistirle cosa alguna, no <strong>de</strong>béis temer<br />

la malicia <strong>de</strong> los hombres : ellos no <strong>de</strong>jarán piedra<br />

por mover para espantaros, para trastornaros y per<strong>de</strong>ros;<br />

pero tened una confianza firme en su bondad, y lodos los<br />

hombres juntos no son capaces <strong>de</strong> arrancaros uno solo <strong>de</strong><br />

vuestros cabellos sin su permiso, ni toda su malicia producirá<br />

otro efecto que aumentar vuestro mérito, y hacer<br />

mas brillante y <strong>de</strong> mayor precio vuestra virtud. Pero no<br />

<strong>de</strong>jéis <strong>de</strong> dar á Dios toda la gloria que le es <strong>de</strong>bida; y por<br />

mas virtud que tengáis, por mas obras buenas que hiciereis,<br />

reconoced que todo bien proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> él.<br />

El Evangelio refiere la solicitud con que los publícanos<br />

y los pecadores públicos venian á oir a Jesucristo, hechizados<br />

<strong>de</strong> la dulzura y la bondad con que este divino Salvador<br />

les recibía, y <strong>de</strong>l zelo sobre lodo que Ies manifestaba<br />

por su salvación, mientras que los orgullosos c hipócritas<br />

fariseos no se dignaban ni aun consentirlos un momento<br />

en su presencia.<br />

Jamás proponía el Salvador cosas difíciles y <strong>de</strong> una alta<br />

perfección, sin que tratase <strong>de</strong> suavizar las dificulta<strong>de</strong>s por<br />

algún temperamento, y ordinariamente por medio <strong>de</strong> alguna<br />

parábola cuyo sentido alegórico animase á los peca-<br />

DESPUES DE PENTECOSTES. 405<br />

dores y escitase su confianza. Sabia mezclar el amor con<br />

el temor, y si <strong>de</strong> una parle imponía á sus oyentes, por otra<br />

les movía, les consolaba y les ganaba <strong>de</strong> tal modo por su<br />

dulzura que jamás <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong>cirle. No había nadie, hasta<br />

los publícanos, gentes <strong>de</strong>sacreditadas entre los judíus y<br />

miradas como pecadores públicos y escandalosos, que no<br />

procurasen su conversación , y que no lo escmhnsen con<br />

placer. Por esto eran siempre recibidos con dulzura y con<br />

cariño. <strong>Los</strong> escribas y fariseos murmuraban <strong>de</strong> esto, y <strong>de</strong>cían<br />

altamente que un hombre como Jesucristo, que hacia<br />

una vida tan santa y tan perfecta, no <strong>de</strong>bía sufrir qnc se<br />

le acercasen los pecadores, ni <strong>de</strong>bia tener con ellos comercio<br />

alguno. La indignación y las murmuraciones <strong>de</strong>les<br />

fariseos, dice san Gregorio, nos hacen ver que así como<br />

la verda<strong>de</strong>ra justicia está llena <strong>de</strong> compasión, así la falsa<br />

no tiene mas que dureza y acritud. No hubo hipócrita que<br />

no quisiese esterminar á todos los pecadores, y cuyo zelo<br />

no respirase muertes y rayos. No es esto <strong>de</strong>cir, aña<strong>de</strong><br />

este Padre, que á los justos no se les vea también algunas<br />

veces indignados contra los pecadores ; pero hay nmcha<br />

diferencia entre la indignación que proce<strong>de</strong> <strong>de</strong>l orgullo, y<br />

la que nace <strong>de</strong>l zelo puro <strong>de</strong> la gloria <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> la salvación<br />

<strong>de</strong> las almas. Cuando los justos repren<strong>de</strong>n llevados<br />

<strong>de</strong> su zelo, conservan en el corazón la dulzura inseparable<br />

<strong>de</strong> la caridad; aborrecen el pecado, aman al pecador y<br />

aprecian á aquellos á quienes corrigen, al paso que aquellos<br />

á quienes una falsa opinión <strong>de</strong> su mérito hincha <strong>de</strong><br />

orgullo, <strong>de</strong>sprecian á todo el mundo, y no tienen compasión<br />

<strong>de</strong> los flacos, y tal es el carácter <strong>de</strong> todo espíritu <strong>de</strong><br />

partido. <strong>Los</strong> fariseos eran <strong>de</strong> este número, dice este sanio<br />

doctor, y por tanto el Salvador íes propone <strong>de</strong> continuo,<br />

y ordinariamente bajo <strong>de</strong> alguna parábola, el maravilloso<br />

ejemplo <strong>de</strong> su dulzura.<br />

«Este hombre,» <strong>de</strong>cían, «recibe los pecadores, y como<br />

con ellos. » Esto es todo lo que aquellos hipócritas echaban<br />

en cara al Salvador. Jesucristo para confiindii les les<br />

respon<strong>de</strong> con una parábola fundada, á la cual no saben<br />

qué replicar: compárase á un pastor que corre Iras do una<br />

oveja <strong>de</strong>scarriada; á tina mujer que busca con anhelo una<br />

dracma que ha perdido; á un padre que lamenta los <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes<br />

<strong>de</strong> un hijo libertino. <strong>Los</strong> pecadores comparados<br />

á la-oveja <strong>de</strong>scarriada, <strong>de</strong>trás do la cual se corre, á la<br />

dracma perdida que busca con tanta diligencia, lodo esto<br />

juslilicaba admirablemente su conducta, y cubría <strong>de</strong> confusión<br />

la falsa <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong> los fariseos.<br />

El raciocinio <strong>de</strong>l Salvadores <strong>de</strong>l todo conduycnle y sin<br />

réplica. «¿Quién <strong>de</strong> vosolros,» les dice, «que tiene cien<br />

ovejas, si pier<strong>de</strong> una, no <strong>de</strong>ja las nóvenla y nueve en la<br />

pra<strong>de</strong>ra , y va á buscar la que ha perdido hasta que la<br />

encuentra?» Esta oveja ; dice san Agustín, se htíhh perdido<br />

ella misma saliéndose <strong>de</strong> la manada, y siguiendo sus<br />

caprichos, y no podía reducirse otra vez si la misericordia<br />

<strong>de</strong>l pastor no la hubiera buscado. No hay pecador que<br />

allá en el fundo <strong>de</strong> su corazón no perciba la voz <strong>de</strong>l Dios<br />

<strong>de</strong> bondad que le busca , que le llama, que le invila, y le<br />

solícita para que se vuelva áél, poro cuando uno se halla<br />

bien en sus estravíos, cuando <strong>de</strong>ja gritar al pastor que llama,<br />

y se complace en estraviarse cada día mas, ¿es acaso<br />

dócil á esta voz? ¿piensa volver á su <strong>de</strong>ber? ¡ Qué alegría,<br />

dice el Salvador, para el pastor cuando encuentra su oveja<br />

eslraviada! Guárdase bien do maltratarla, ni aun la<br />

lleva por <strong>de</strong>lante hacia él ganado , quiere ahorrarla lodo<br />

TOMO iV<br />

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