Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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DOMINGO TERCERO DESPUES DE PENTECOSTES. 403 allnros desde la institución do esto adorahlo Sacrainenlo. Con un corazón humillado y despedazado de dolor os pido mil y mil veces perdón de todas estas injurias. ¡ Que no pued;i yo, ó Qios mió, regar con mis lágrimas y lavar con mi sangre todos los lugares en que vuestro sagrado cuerpo lia sido lan horrihlemente ultrajado, y recibidas con un desprecio tan eslrafío las señales de nuestro amorl ¡fjue no pueda yo con algún nuevo género de homenaje, do liunullacion y do anonadamiento reparar tantas sacrilegas profauacioues! ¡quo no pueda por algunos momenlos ser dueño del corazón do lodos los hombres para reparar en alguna manera con el sacriücio que os baria de ellos el olvido y la insensibilidad de lodos los que no han querido conoceros, ó que hóbiéndoos conocido os han amado tan poco, y con tanto ultráje os han despreciado l Pero ¡ó divino Salvador mió! loque me cubre todavia maü de confusión, lo que mas debe bacenne gemir es quo yo mismo be sido del número de estos ingratos. Dios mió: vos que veis el fondo de mi corazón, sabéis el arrepentimiento que tongo de mis ingratitudes, y el senlimionloquc me aflige por haberos tratado tan indignamente. Vos sabéis la disposición en quo estoy de sufrirlo todo, y de hacer cuanlo esté de mí parte para repararlas. Vedme aquí, Señor, con el corazón contrito y humillado, postrado á vuestros pies, pronto á i-ceibir de vuestra mano cuanto os agradare exigir de mí para la reparación de tantos ultrajes. Castigadme, Señor, castigadme, yo bendeciré cien veces , yo besaré la mano que ejerciere tan justo castigo sobre mí. ¡Que no sea ye una víctima á propósito para reparar tantas injurias, y para indemnizaros en algún modo de tantos sacrilegos desprecios ! Por lo ménos ¡ó Dios mió! dignaos recibir esta reparación pública que yo bago en unión de la que vos hicisteis á vuestro Padre sobre el Calvario, y de la que vuestra divina Madre os hizo al pió de vuestra cruz. Perdonadme tantos vilipendios, tantas irreverencias cometidas en vuestra presencia en el sacramento de la Eucaristía; y haced eficaz por vuestra gracia el vivo y ardiente deseo que tengo y la resolución en que estoy de no omitir nada en el resto de mis ám para amaros con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, y de ofreceros todo el respeto y todo el cuHo que os es debido en el Santísimo Sacramento. Amen. Es una práctica piadosa, muy santa y muy útil, el hacer esta reparación todos los jueves ó todos los viernes del año delante del Santísimo Sacramento. DOMINGO TERCERO DESPUES DE PENTECOSTES. Como el primer domingo después de Pentecostés está consagrado á la solemnidad de la fiesta de la santísima Trinidad, y el segundo concurre siempre en la octava del Santísimo Sacramento, el primero (fue sigue iumedialamenle á ía celebración de todas estas tiestas es siempre el tercero ; y por consiguiente por el domingo tercero después de Pentecostés es por donde empiezan nuestros ejercicios de piedad para todos los domingos que quedan basta el Adviento. Los griegos llaman á este domingo el segundo de la doctrina ó predicación de Jesucristo, ó en otros términos, ol de «Cristo docente;» por los latinos es llamado el domingo de los Publicanos y de los Pecadores , y coraunloente el «de la oveja descarriada,» con motivo do leerso esto dia en la misa el Evangelio en quo se relioi e la solicitud con que ios publícanos y los pecadores públicos procuraban oir á Jesucristo. Habiendo murmurado de esto los fariseos, dieron ocasión al Salvador para proponerles la parábola consoladora de la oveja eslraviada, que con tanto zelo va el pastor á buscar, dejándose las noventa y nueve en el redil. Toda la historia del oficio do este domingo está llena de los rasgos de la bondad de Dios con el pecador, y de la confianza que debe inspirarnos una misericordia tan oficiosa. La misa de esto dia comienza por osle versillo del salmo 2í: «Volved, ó Dios mió, vuestros ojos hácia mí: dignaos favorecerme con una de vuestras miradas; destituido de todo socorro, miradme como objeto de vuestra compasión. Considerad mi abatimiento y los males que yo padezco, y sírvanme al menos estos para espiar lodos los pecados que be cometido. Es verisímil que este salmo fué compuesto durante la rebelión de Absalon. Arrojado David de Jerusalen, y perseguido á lodo trance por aquel hijo rebelde, abandonado de todos sus cortesanos, insultado por Semei, y obligado á salvarse á pié como el mas vil de ios esclavos, reconoce que todos estos males son penas justas por su pecado, y señaladamente por su adulterio. Confiesa que su pecado es grande; pero reconoce que es mas grande todavía la misericordia de Dios, y penetrado de los mas vivos sentimientos do confianza en esta infinita misericordia, tanto por lo ménos como de amargo dolor de su pecado, toma ocasión de la enormidad de este mismo pecado para tener mas confianza en esta divina misericordia: « Aplacaos sobre mi pecado, porque es muy grave.» Como si dijera : Yo estoy persuadido, Señor, que esta rebelión de mi hijo J lodos los males que yo padezco son justos efectos de mi pecado. Grande es, en verdad, este pecado, yo conozco toda su enormidad ; pero cuanto mas grande es, es mas á propósito para hacer brillar vuestra bondad, que siempre predomina en todas vuestras obras. Perdonando, pues, á un pecador lan grande como ye, es como se ostenta vuestra misericordia. Todo este salmo está lleno de admirables sentimientos de confricion, de humildad y de penitencia, y en todo él brilla la confianza de este ilustre penitente. «Yo levanto mi corazón á vos, Señor: en vos solo, Dios mió, pongo toda mi confianza ; no pase yo, Sefior, por la confusión de verme abandonado de vos.» Levantar el alma hacia algún objeto, es una manera de hablar bástanlo ordinal ia en la Escritura; y significa el deseo ardiente que uno tiene, la viva confianza que le anima en la bondad do aquel que puede conceder lo que se le pide. En este sentido hablando Jeremías de los israelitas cautivos en Babilonia, los cuales suspiraban por la vuelta ásu amada patria, á la que no debían volver, dice que aquel pueblo no volverá á la tierra, hácia la cual eleva su alma. «Elevemos nuestros corazones y nuoslras manos al cielo hacia el Soñar,» dice en otra parte. Fácil es ver la relación que tiene el principio de la misa de este dia con todo el resto del oficio, el cual gira todo sobre la bondad do Dios con el pecador, y sobre la confianza del pecador en esle Padre de las misericordias, en este Dios de toda consolación. La Epístola que se ba elegido para la misa de esle dia, está tomada de la exhortación quo hace san Pedro á los fieles para inclinarles á que se humillen delante de Dios, á que reposen en él y velen sobre sí, á fin de no dar mo-

464 DOMINGO TERCEUO livo al onomigo de nueslra salvación, quo nos observa y da viu'llns continuamotitc alrededor de nosotros, para aproveoliarsc de lodas las ocasiones de dañarnos. c Humillaos,>; pues, dice el sanio Apóstol, «bajo de la mano poderosa de Dios, á fin de que os exalte en el tiempo de su visitación » rorrnando arpií san Pedro un compendio dfi la vida cristiana, comienza exhollando á los iielesá que tengan humildad, la cual debe ser la virtud fiindamcníal de los cristianos, puesto que ella es la base y el sólido fnndanienlo de todas las virtudes cristianas. Sin ella se edilioa sobre arena movediza. Por mas que el edificio de la perfección oslé apuntalado con cien prácticas de piedad, lodas á cual mas especiosas, sin una humiidad sincera y profunda todo bambolea, todo se hunde, el edificio y los puntales. Humillaos, pues, bajo de la mano del Omnipotente, adorad sus órdenes, obedeced su voluntad, someteos á las leyes de su providencia. Reconoced en su presencia que nada podéis sin su auxilio, que vuestra salud está en sus manos, que no tenéis bien alguno (pie no bayais recibido de su pura liberalidad; espíritu, tálenlo, bellas cualidades, penetración, ciencia, genio: todas eslas ventajas son puros dones, son bienes de los cuales le debéis el capital y Jos réditos. « Dios resiste á los orgullosos, y da su gracia á los humildes.» ¡ Cosa estraña I estamos convencidos de nueslra pobreza ; nueslra ignorancia, nuestros defectos, nuestras flaquezas, todo nos predica, todo nos da á conocernueslra nada; nada hay, h;isla nuestro mismo orgullo, que no nos humille ; mas en tanto, aunque nos vemos así humillados, no somos por eso mas humildes: sin embargo, es menester ser humildes pura ser exaltados en el tiempo de la visitación, esto es, en el dia decisivo de nueslra suerte eterna, en el que por mas virtud que hayamos tenido, nos hallaremos todavía cargados de deudas. Sola la humildad puede enternecer á nuestro soberano Juez : ella es la que le desarma. Un corazón generoso, un corazón noble fácilmente perdona á un criminal que ve á sus piés. Tenéis un Dios que es también vuestro Padre, descargad en él lodo lo que puede inqnielaros. Dios ha tenido cuidado de vosolros antes que fueseis, dice san Agustín: ¿os olvidará por ventura ahora que os ha criado? Procurad servirá Dios con fidelidad, y no lengais cuidado por lo venidero. \ Cuántas inquietudes , temores y disgustos nos ahorraríamos, si tuviésemos una verdadera confianza en Dios, y conlásemos firmemente con su providencia! Dios quiere, si.-que seamos solícitos en proveerá nuestras necesidades, y no condena una sabia previsión. Las vírgenes necias son repudiadas por no haber tenido cuidado de hacer en tiempo su provisión de aceile. Es menester obrar, dice un gran santo, como si el éxito dependiese solo de nueslra induslria; y sin embargo es preciso contar con la divina providencia, como si para nada sirviesen lodos nuestros cuidados y toda nuestra induslria. Sirvamos á Dios con fervor, y estemos tranquilos en órden á lodos los acontecimientos de la vida, porque él mismo tiene cuidado de nosotros. Dios todo lo ve, lo futuro como lo presente; Dios es omnipotente, y nos ama; lomando pues á su cargo el cuidado de nosotros, nada leñemos que temer mas que nuestra desconfianza ; ella es la que detiene muchas veces el curso de los beneficios y do las gracbis de Dios sobre nosolros. « Sed sobrics,» vivid con modestia y con templanza; pero con todas eslas virtudes no dejéis de velar siempre. No contéis ni con vuestra piedad, ni con la seguridad del estado que habéis abrazado, ni con los auxilios que tenéis, ni con la buena voluntad de que estáis animados, ni con vuestra inocencia: velad incesantemente, estad siemiire sobre las armas, porque vuestro enemigo el demonio, semejante á un león que ruge, da vueltas por lodos lados buscando á quien devorar. Estáis, es verdad, como en un coto y en el aprisco á la vista de Jesucristo vuestro divino pastor ; pero este mismo buen Pastor os exhorta á que oréis y veléis para que no seáis sorprendidos por el león rugiente que no duerme, y que da vueltas de continuo para devorar á cualquiera que sale del redil, y aun para entrar en él apenas encuenlre la mas pequeña brecha ; y si entra, ¡ qué estrago que hace! Manteneos, pues , en el aprisco, esto es, en la Iglesia católica, apostólica y romana ; luego que se sale uno de ella, ó por la apostasía , ó por el cisma, ya está devorado. No es bastante permanecer en el aprisco, es menester «na vigilancia eterna , y oslar dia y noche alerta conlra un enemigo que está al pié del muro buscando algún subterráneo por donde introducirse en la plaza, ó para volar alguna mina, y dar en seguida el asalto. Kl demonio no se cansa, y jamás duerme. Sutil, hábil y aslulo observa los parajes débilc.-!, y conlra ellos dirige siempre todos sus esfuerzos. Por poco que descuidemos el reparar las brechas ó el fortificar los puestos mas descubiertos, la plaza es lomada. Hesistidle, consliluyendo vuestra fuerza en la fé. Las almas que así lo hacen son las que vencen al demonio y al mundo. Tomando en todo encuentro el escudo de la fé, es el medio por el cual se eslinguen todos los tiros encendidos del espíritu maligno. La fé es la que nos descubre los bienes infinitos y eternos que debemos esperar, los males que debemos evitar, y los medios de que debemos servirnos para ello. Ella es la que nos inspira la confianza en Dios, el espíritu de oración, la vigilancia y el temor saludable de los enemigos de nueslra salud. Sin la fé no hay mas que flaqueza, tinieblas, ilusión y error. Por esto el demonio deja muy tranquilos á los que han perdido la fé, ó que no están ya en la Iglesia. Siendo la fé el fundamento de la salvación, no tiene mucho empeño en arruinaran edificio que llaquea por el fumbimento. Los crislianns perseguidos á quienes iba dirigida esla Epístola podían creer que no sucedía lo mismo en las demás iglesias, sino que gozaban en lodas parles de la paz de que estaban ellos privados, lo que hubiera sido paradlos el colmo del desconsuelo. Desengáñales, pues, el Apóstol de esla falsa idea, y les manifiesta que la persecución que suscitan contra ellos el mundo y el infierno es enmun á todos los fieles derramados sobre la tierra. Sabed, les dice, que lodos vuestros hermanos esparcidos por el mundo tienen quo sufrir lo mismo. No os desaniméis, cual si estuvieseis solos en el combate. Jesucristo está á vuestra cabeza, y todos vuestros hermanos repartidos por lodo el universo combaten con vosotros, y tienen los mismos enemigos (pie vencer. ¿Seria juslo quo v solros permanecieseis en inacción, mientras que toda la Iglesia de Jesucrislo está á las manos, por decirlo así, con el enemigo, con todas las potestades de las tinieblas? El ciisíianismo no quiere almas cobardes. Toda la vida, dice Job, es una guerra conlinua sobro la tierra. No hay paz, no hay tregua con unos enemigos que no la quieren sino

464 DOMINGO TERCEUO<br />

livo al onomigo <strong>de</strong> nueslra salvación, quo nos observa y<br />

da viu'llns continuamotitc alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> nosotros, para<br />

aproveoliarsc <strong>de</strong> lodas las ocasiones <strong>de</strong> dañarnos.<br />

c Humillaos,>; pues, dice el sanio Apóstol, «bajo <strong>de</strong> la<br />

mano po<strong>de</strong>rosa <strong>de</strong> Dios, á fin <strong>de</strong> que os exalte en el tiempo<br />

<strong>de</strong> su visitación » rorrnando arpií san Pedro un compendio<br />

dfi la vida cristiana, comienza exhollando á los<br />

iielesá que tengan humildad, la cual <strong>de</strong>be ser la virtud<br />

fiindamcníal <strong>de</strong> los cristianos, puesto que ella es la base<br />

y el sólido fnndanienlo <strong>de</strong> todas las virtu<strong>de</strong>s cristianas.<br />

Sin ella se edilioa sobre arena movediza. Por mas que el<br />

edificio <strong>de</strong> la perfección oslé apuntalado con cien prácticas<br />

<strong>de</strong> piedad, lodas á cual mas especiosas, sin una humiidad<br />

sincera y profunda todo bambolea, todo se hun<strong>de</strong>,<br />

el edificio y los puntales. Humillaos, pues, bajo <strong>de</strong> la mano<br />

<strong>de</strong>l Omnipotente, adorad sus ór<strong>de</strong>nes, obe<strong>de</strong>ced su voluntad,<br />

someteos á las leyes <strong>de</strong> su provi<strong>de</strong>ncia. Reconoced<br />

en su presencia que nada podéis sin su auxilio, que<br />

vuestra salud está en sus manos, que no tenéis bien alguno<br />

(pie no bayais recibido <strong>de</strong> su pura liberalidad; espíritu,<br />

tálenlo, bellas cualida<strong>de</strong>s, penetración, ciencia, genio:<br />

todas eslas ventajas son puros dones, son bienes <strong>de</strong> los<br />

cuales le <strong>de</strong>béis el capital y Jos réditos. « Dios resiste á<br />

los orgullosos, y da su gracia á los humil<strong>de</strong>s.» ¡ Cosa estraña<br />

I estamos convencidos <strong>de</strong> nueslra pobreza ; nueslra<br />

ignorancia, nuestros <strong>de</strong>fectos, nuestras flaquezas, todo nos<br />

predica, todo nos da á conocernueslra nada; nada hay,<br />

h;isla nuestro mismo orgullo, que no nos humille ; mas<br />

en tanto, aunque nos vemos así humillados, no somos<br />

por eso mas humil<strong>de</strong>s: sin embargo, es menester ser humil<strong>de</strong>s<br />

pura ser exaltados en el tiempo <strong>de</strong> la visitación,<br />

esto es, en el dia <strong>de</strong>cisivo <strong>de</strong> nueslra suerte eterna, en el<br />

que por mas virtud que hayamos tenido, nos hallaremos<br />

todavía cargados <strong>de</strong> <strong>de</strong>udas. Sola la humildad pue<strong>de</strong> enternecer<br />

á nuestro soberano Juez : ella es la que le <strong>de</strong>sarma.<br />

Un corazón generoso, un corazón noble fácilmente<br />

perdona á un criminal que ve á sus piés.<br />

Tenéis un Dios que es también vuestro Padre, <strong>de</strong>scargad<br />

en él lodo lo que pue<strong>de</strong> inqnielaros. Dios ha tenido<br />

cuidado <strong>de</strong> vosolros antes que fueseis, dice san Agustín:<br />

¿os olvidará por ventura ahora que os ha criado? Procurad<br />

servirá Dios con fi<strong>de</strong>lidad, y no lengais cuidado por<br />

lo veni<strong>de</strong>ro. \ Cuántas inquietu<strong>de</strong>s , temores y disgustos<br />

nos ahorraríamos, si tuviésemos una verda<strong>de</strong>ra confianza<br />

en Dios, y conlásemos firmemente con su provi<strong>de</strong>ncia!<br />

Dios quiere, si.-que seamos solícitos en proveerá nuestras<br />

necesida<strong>de</strong>s, y no con<strong>de</strong>na una sabia previsión. Las<br />

vírgenes necias son repudiadas por no haber tenido cuidado<br />

<strong>de</strong> hacer en tiempo su provisión <strong>de</strong> aceile. Es menester<br />

obrar, dice un gran santo, como si el éxito <strong>de</strong>pendiese<br />

solo <strong>de</strong> nueslra induslria; y sin embargo es preciso<br />

contar con la divina provi<strong>de</strong>ncia, como si para nada<br />

sirviesen lodos nuestros cuidados y toda nuestra induslria.<br />

Sirvamos á Dios con fervor, y estemos tranquilos en ór<strong>de</strong>n<br />

á lodos los acontecimientos <strong>de</strong> la vida, porque él mismo<br />

tiene cuidado <strong>de</strong> nosotros. Dios todo lo ve, lo futuro como<br />

lo presente; Dios es omnipotente, y nos ama; lomando<br />

pues á su cargo el cuidado <strong>de</strong> nosotros, nada leñemos que<br />

temer mas que nuestra <strong>de</strong>sconfianza ; ella es la que <strong>de</strong>tiene<br />

muchas veces el curso <strong>de</strong> los beneficios y do las<br />

gracbis <strong>de</strong> Dios sobre nosolros.<br />

« Sed sobrics,» vivid con mo<strong>de</strong>stia y con templanza;<br />

pero con todas eslas virtu<strong>de</strong>s no <strong>de</strong>jéis <strong>de</strong> velar siempre.<br />

No contéis ni con vuestra piedad, ni con la seguridad<br />

<strong>de</strong>l estado que habéis abrazado, ni con los auxilios que<br />

tenéis, ni con la buena voluntad <strong>de</strong> que estáis animados,<br />

ni con vuestra inocencia: velad incesantemente, estad<br />

siemiire sobre las armas, porque vuestro enemigo el <strong>de</strong>monio,<br />

semejante á un león que ruge, da vueltas por lodos<br />

lados buscando á quien <strong>de</strong>vorar. Estáis, es verdad,<br />

como en un coto y en el aprisco á la vista <strong>de</strong> Jesucristo<br />

vuestro divino pastor ; pero este mismo buen Pastor os<br />

exhorta á que oréis y veléis para que no seáis sorprendidos<br />

por el león rugiente que no duerme, y que da vueltas<br />

<strong>de</strong> continuo para <strong>de</strong>vorar á cualquiera que sale <strong>de</strong>l<br />

redil, y aun para entrar en él apenas encuenlre la mas<br />

pequeña brecha ; y si entra, ¡ qué estrago que hace!<br />

Manteneos, pues , en el aprisco, esto es, en la Iglesia<br />

católica, apostólica y romana ; luego que se sale uno<br />

<strong>de</strong> ella, ó por la apostasía , ó por el cisma, ya está<br />

<strong>de</strong>vorado. No es bastante permanecer en el aprisco, es<br />

menester «na vigilancia eterna , y oslar dia y noche alerta<br />

conlra un enemigo que está al pié <strong>de</strong>l muro buscando<br />

algún subterráneo por don<strong>de</strong> introducirse en la plaza,<br />

ó para volar alguna mina, y dar en seguida el asalto.<br />

Kl <strong>de</strong>monio no se cansa, y jamás duerme. Sutil, hábil y<br />

aslulo observa los parajes débilc.-!, y conlra ellos dirige<br />

siempre todos sus esfuerzos. Por poco que <strong>de</strong>scui<strong>de</strong>mos<br />

el reparar las brechas ó el fortificar los puestos mas <strong>de</strong>scubiertos,<br />

la plaza es lomada. Hesistidle, consliluyendo<br />

vuestra fuerza en la fé. Las almas que así lo hacen<br />

son las que vencen al <strong>de</strong>monio y al mundo. Tomando en<br />

todo encuentro el escudo <strong>de</strong> la fé, es el medio por el<br />

cual se eslinguen todos los tiros encendidos <strong>de</strong>l espíritu<br />

maligno. La fé es la que nos <strong>de</strong>scubre los bienes infinitos y<br />

eternos que <strong>de</strong>bemos esperar, los males que <strong>de</strong>bemos evitar,<br />

y los medios <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bemos servirnos para ello.<br />

Ella es la que nos inspira la confianza en Dios, el espíritu<br />

<strong>de</strong> oración, la vigilancia y el temor saludable <strong>de</strong> los enemigos<br />

<strong>de</strong> nueslra salud. Sin la fé no hay mas que flaqueza,<br />

tinieblas, ilusión y error. Por esto el <strong>de</strong>monio <strong>de</strong>ja muy<br />

tranquilos á los que han perdido la fé, ó que no están ya<br />

en la Iglesia. Siendo la fé el fundamento <strong>de</strong> la salvación,<br />

no tiene mucho empeño en arruinaran edificio que llaquea<br />

por el fumbimento. <strong>Los</strong> crislianns perseguidos á quienes<br />

iba dirigida esla Epístola podían creer que no sucedía lo<br />

mismo en las <strong>de</strong>más iglesias, sino que gozaban en lodas<br />

parles <strong>de</strong> la paz <strong>de</strong> que estaban ellos privados, lo que hubiera<br />

sido paradlos el colmo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sconsuelo. Desengáñales,<br />

pues, el Apóstol <strong>de</strong> esla falsa i<strong>de</strong>a, y les manifiesta<br />

que la persecución que suscitan contra ellos el mundo y<br />

el infierno es enmun á todos los fieles <strong>de</strong>rramados sobre<br />

la tierra. Sabed, les dice, que lodos vuestros hermanos<br />

esparcidos por el mundo tienen quo sufrir lo mismo. No<br />

os <strong>de</strong>saniméis, cual si estuvieseis solos en el combate. Jesucristo<br />

está á vuestra cabeza, y todos vuestros hermanos<br />

repartidos por lodo el universo combaten con vosotros, y<br />

tienen los mismos enemigos (pie vencer. ¿Seria juslo quo<br />

v solros permanecieseis en inacción, mientras que toda la<br />

Iglesia <strong>de</strong> Jesucrislo está á las manos, por <strong>de</strong>cirlo así, con<br />

el enemigo, con todas las potesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las tinieblas? El<br />

ciisíianismo no quiere almas cobar<strong>de</strong>s. Toda la vida, dice<br />

Job, es una guerra conlinua sobro la tierra. No hay paz,<br />

no hay tregua con unos enemigos que no la quieren sino

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