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Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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prometo que los que se hicieren dignos <strong>de</strong> este pan, vivirán<br />

para siempre.<br />

Comienza aquí Jesucristo (\ hablar positivamente do la<br />

siüiciü!) real y verda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> su cuerpo. Son tan espresas<br />

las palabras <strong>de</strong> que se sirve, que los judíos, aunque acoslinnbrados<br />

a un estilo figurado y metafóric o, no pudieron<br />

menos <strong>de</strong> tomarlas en el sentido propio y literal; yel<br />

Salvador, lejos <strong>de</strong> dulcificar ó <strong>de</strong> modificar loque acababa<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir, continúa esplicándose en términos todavía<br />

mas fórmalos y mas manifiestos. Sí, les dice, «el pan que<br />

yo os daré es mi propia carne.» Estas palabras tan espresas,<br />

tan claras hicieron toda la impresión que <strong>de</strong>bian hacer<br />

naUiralmentc. ¿ Cómo pue<strong>de</strong> ser, se <strong>de</strong>eian «nos á<br />

otros, que este hombre nos dé á comer su carne? Kn verdad<br />

, si este divino Maestro, cuyas palabras son otros tantos<br />

oráculos, no hubiese querido <strong>de</strong>jar á los fieles masque<br />

una figura <strong>de</strong> su cuerpo, y no darles mas que el pan comun,<br />

¿hubiera podido ver y oir á sangre fria y sin esplicarse<br />

la dispula que se suscitó entre sus oyentes y sus<br />

didpulos? ¿No era fácil y necesario para sosegar los ánimos<br />

conmovidos, <strong>de</strong>cirles que este pan misterioso <strong>de</strong>que<br />

hablaba no <strong>de</strong>bía ser mas que una figura <strong>de</strong> su propia<br />

carne? Mas como aquí se trataba <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los puntos<br />

principales <strong>de</strong> la fé y <strong>de</strong> una verdad importante conlra la<br />

que <strong>de</strong>bian suscitarse y vomitarse tantos errores en los siglos<br />

sucesivos, Jesucristo confirma con términos todavía<br />

mas espresivos y mas fuertes lo que habia sentido en or<strong>de</strong>n<br />

á este divino misterio. Sí, dice el Salvador, disputad<br />

manto quisiereis, y mirad mi proposición como una verdad<br />

incomprensible: en verdad, en verdad, os lo repito,<br />

si no coméis la carne <strong>de</strong>l Uijo <strong>de</strong>l hombre, y no bebéis su<br />

sangre, no tendréis la vida en vosotros; y vivid persuadidos<br />

que el que come mi carne y bebe mi sangre tiene la<br />

vida elerna. ¡Qué prueba tan concluyente <strong>de</strong> la realidad<br />

<strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> Jesucristo en el Santísimo Sacramento es<br />

esta verdad, tantas veces repelida y espresada en términos<br />

tan claros á unas gentes á quienes se les hacia tan<br />

dura! Y como si el Salvador no se hubiese aun esplicado<br />

bastante, aña<strong>de</strong>: «Porque mi carne es,» nó en figura, sino<br />

«verda<strong>de</strong>ramente una comida, y mi sangre es verda<strong>de</strong>ramente<br />

una bebida.» Al oíros hablar así, ó Salvador<br />

mió, esclama el sabio intérprete que queda ya citado, no<br />

temo pronunciar que si yo estoy engafiado, sois vos el<br />

que me engañáis; el hereje rehusa adoraros bajo <strong>de</strong> las<br />

especies <strong>de</strong> pan, porque no compren<strong>de</strong> cómo podéis estar<br />

allí; y ¿compren<strong>de</strong> mejor cómo sois uno en tres personas?<br />

¿os habéis esplicado con mas claridad acerca <strong>de</strong>l misterio<br />

<strong>de</strong> la Trinidad, que lo habéis hecho sobre el <strong>de</strong> la Eucaristía?<br />

¿y queriendo enseñarnos que estáis realmente presente<br />

bajo las apariencias <strong>de</strong> pan y <strong>de</strong> vino en la Eucaristía,<br />

podíais hacerlo <strong>de</strong> un modo mas preciso, mas espreso,<br />

ni en términos mas claros?<br />

Diríase que como si Jesucristo rezelase no haberse esplicado<br />

bien todavía sobre la realidad <strong>de</strong> este misterio, á<br />

la manera que cuando tememos no haber sido bien entendidos<br />

en lo que hemos querido <strong>de</strong>cir, repetimos muchas<br />

veces la misma cosa y con espresiones diferentes para<br />

hacer compren<strong>de</strong>r mejor el verda<strong>de</strong>ro sentido, así Jesucristo<br />

hace lo mismo tocante á la Eucaristía. Yo soy el<br />

pan <strong>de</strong> vida, el pan vivo que ha <strong>de</strong>scendido <strong>de</strong>l cielo.<br />

¿Mmminan los judíos conlra él, porque ha dicho que él<br />

cs éá pan vivo? Jesús les respon<strong>de</strong>: No murmuréis entre<br />

DEL SS. SACRAMENTO. 450<br />

vosotros. Sí, yo soy el pan <strong>de</strong> vida; vuestros padres han<br />

comido el maná, y han muerto. Aquí está el pan bajado<br />

<strong>de</strong>l cielo, á fin <strong>de</strong> que si alguno come <strong>de</strong> él, no muera.<br />

Yo soy el pan vivo que he bajado <strong>de</strong>l cielo; si alguno come<br />

<strong>de</strong> este pan vivirá eternamente. Me esplique, ¿y vosotros<br />

comprendéis mi pensamiento? Este pan celestial <strong>de</strong><br />

que os hablo, y que yo os daré, es mi carne. Dice el pan<br />

celestial que yo os daré, porque no habia instituido todavía<br />

el sacramento <strong>de</strong> la Eucaristía; y aquí esplicaba este<br />

misterio quo no <strong>de</strong>bía instituir hasta la víspera <strong>de</strong> sn<br />

muerte. Disputáis entre vosotros, les dice el Salvador, cómo<br />

pue<strong>de</strong> ser que yo os dé á comer mi carne. Cierlamenle<br />

que si Jesucristo no hubiese querido hablar mas que do<br />

la figura <strong>de</strong> su carne, este era e! lugar en quo <strong>de</strong>bía esplicar<br />

su pensamiento; lo esplica en efecto, y <strong>de</strong>l modo<br />

mas claro, pero es para no <strong>de</strong>jar duda alguna sobre la<br />

realidad. En verdad, en verdad, respon<strong>de</strong> Jesús (notemos<br />

que cuando Jesucristo quería <strong>de</strong>cir alguna cosa que mereciese<br />

una atención particular, ordinariamente lo hacia<br />

con estas espresiones: «en verdad, en verdad es digo):»<br />

en verdad, en verdad os digo, respon<strong>de</strong> Jesús, si no coméis<br />

la carne <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong>l hombre, ni bebéis su sangre^<br />

no tendréis la vida en vosotros. El que come mí carne y<br />

bebe mi sangre, aña<strong>de</strong>, tiene la vida eterna. « Ponpu1 mi<br />

carnees verda<strong>de</strong>ramente comida, y mi sangre es verda<strong>de</strong>ramente<br />

bebida.» Y como entre todas las maneras <strong>de</strong><br />

unión no conocemos otra mas íntima que la que se baco<br />

por el alimento, aña<strong>de</strong> Jesucristo: «El que come mi carne<br />

y bebe mi sangre está en mí, y yo en él: y como yo vivo<br />

por mi Padre, <strong>de</strong>l mismo modo el que me come vivirá también<br />

por mí; esto es, que así como Jesucristo cs uno con<br />

su Padre por razón <strong>de</strong> la naturaleza divina, y por su Padre<br />

le ha sido comunicada esta vida divina, así también,<br />

guardando la <strong>de</strong>bida proporción, él se hace el principio <strong>de</strong><br />

una vida espiritual y divina en aquellos que se unen á él<br />

por la participación <strong>de</strong> su cuerpo y <strong>de</strong> su sangre: «Este<br />

es el pan que ha venido <strong>de</strong>l cielo : el que come <strong>de</strong> este<br />

pan vivirá eternamente.»<br />

Enseñaba Jesucristo este misterio en la sinagoga do Cafarnaum.<br />

Muchos <strong>de</strong> sus discípulos, bien penetrados d»Í<br />

sentido <strong>de</strong> esta verdad, no pudieron resolverse á creerla:<br />

tanto les chocaba la realidad <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> Jesucristo en<br />

la Eucaristía, que <strong>de</strong>jaron al Salvador. Esto no les llamó,<br />

les <strong>de</strong>jó quo se fuesen, contentándose con <strong>de</strong>cir, que sabia<br />

bien (¡ue entre los que le seguían habia quienes no tenían<br />

fé. «llay algunos <strong>de</strong> vosotros que no creen.» dijo á sus<br />

verda<strong>de</strong>ros discípulos: «porque,» afia<strong>de</strong> el Evangelista,<br />

«siempre habia conocido á los que no creian.» Y dirigiéndose<br />

á los apóstoles les dijo: ¿Queréis también vosotros<br />

marcharos? lo cual hizo <strong>de</strong>cir á san Pedro en nombre<br />

do lodos; «Señor, ¿y áquién iremos? Vos tenéis<br />

palabras <strong>de</strong> vida elerna: como si dijese: no es posible<br />

ser salvo ninguno, sino so creen vuestras palabras.<br />

Por incomprensible que sea al entendimiento humano el<br />

misterio que acabáis <strong>de</strong> enseñarnos, nosotros creemos que<br />

nada hay tan cierto como él, puesto que estamos persua ­<br />

didos que sois el Mesías, el Uijo único <strong>de</strong> Dios vivo, y que<br />

nada os es imposible porque sois omnipotente.<br />

La fiesta que celebramos durante esta octava ha sido<br />

instituida en honor <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> Jesucrislo. Era justo<br />

que este cuerpo adorable, unido suslancialmenle á la divinidad,<br />

que habia sido tan mallratado en la tierra, recibió-

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