Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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Hat, tamqmm ex virlulü,
quam admiuislrat DCHS,
ul in oumihus honarifteelur
Deus per Jcauin Christum
Dominum noslrum.
cosas por nuestro Seííor JesuíiÉpSÍ:
Wróp-.í
lialila, hágalo como un hombre
que ainuncia la palabra de
Dios ; si alguno está encargado
do al^un minislerio,
DOMINGO
ejérzalo
como por la virtud que
Dios comunica, de suerte que
Dios sea honrado en todas las
•.-Í : .'pristo.
Dirige san Pedro su Epístola á las iglesias do Asia,
del Ponto, do Galacia, de Bitinia, quo eran nuiy n\uneios
is, pero que sufrian mucho du parle do los judíos incródulos
y do los gentiles; les consuela, les instruye y les
anima. Cuando dice que está cerca el dia del Señor, indica
con esto la próxima ruina de Jerusalen; io (pie hace
creer que esta Epístola se escribió en liorna onlre el año
43 y 30 de Jesucristo.
REFLEXIONES.
&Si alguno habla hágalo como un hombre que anuncia
la palabra de Dios.«No prelende el Apóstol que todos los
Heles sean predicadores, sino que quiere (pie todos los
predicadores si^an ministros fieles do la palabra que anuncian.
Pretendo que todas nuestras conversaciones, todos
nueslids enirenimientos, todos nuestros discursos sean
cristianos. Nada mas justo, nada deheria ser mas común:
¿(pié cosa mas racional que el que un cristiano no hable
como pagano, sino como cristiano? Sin embargo, ¿son
editicantes lodos mi es tros discursos? ¿En.quó se cnlrelionen
en esas frecuentes conversaciones, en esas asambleas
mundanas? Si alguno habla, ¿lo hace como un hombre
que anuncia la palabra de Dios? esto es, ¿tiene Dios mucha
parto en todas esas conversaciones? Se pasan las horas
enteras en conversar; pero ¿de qué? de mil bagatelas,
y muchas veces también do asuntos qué á muy poco tiempo
se reducen á nada. Un cuento, una historia, un sueño,
lié aquí lo que ocupa el descanso, por no decir la ociosidad
de ciertas personas que creen tener talento, porque
saben Hablar mucho sin decir nada. Qué cosa mas lamen-
Uible que las conversaciones de esas tertulias brillantes,
do esas mujeres mundanas, cuyo talento se agola en los
discursos mas pequeños y mas vanos. Una moda, un locador,
un adorno, una joya ocupan todos esos grandes
genios. Apenas pasarían entre niños entretenimientos tan
frivolos y lan vacíos. Examínese de cerca , pésese lo quo
forma el fondo de esas conversaciones mundanas que absorven
una gran parte de la vida; ¿qué es lo que se hallará
en ellas de sólido, de cristiano ni aun de racional? Si
so le quita la murmuración que es la sal de lodos los miserahles
pasatiempos, todo lo que en ellos se dice es tan
fastidioso, lan lánguido, tan pueril, que costaría trabajo
creer, si no se viera, que gentes de razón fueran capaces
de ocuparse de lanías inutilidades. Ah Señor, si se ha de
dar cuenta de la menor palabra ociosa que se hubiera dicho,
bqué cuenta habrá que dar de laníos discursos y cn-
Irelenimientos lan poco cristianos? «De lo que abunda el
corazón habla la boca. (Matlh. 12.) » Seria , pues, muy
cstraño que se hablase bien cuando se vive mal. La lengua
no solo da á conocer el pais de donde uno es, sino
también el vicio que tiene. ¿Nosenos oye jamás hablar de
oíra cosa que de bagatelas, de placeres, de adornos, de
uej[Ooios del munJo? señal que nuestro corazón está lleno
del amor del siglo. Llenémosle del amor de Dios,
hagámosle
por este medio el mas rico en verdaderos tesui os.
No ( iiesta trabajo hablar de Dios, cnlrelcnersc con Dios,
cuando se lo ama. Un corazón lleno del mundo, y ocupado
de los deseos terrenos, se seca muy pronto luego qu«
se habla de Dios.
In illo impon? : uixit
Jesns discipvlixsuis: Cum
venerü l'araclüus , quem
c(¡o mitUm vohis a Paire,
Spiritumverilalis,
El Evangelio de la misa está lomado del de san Juan, capítulos
45 y iG.
qui a
Paire proccdil, Ule testimonitan
perhihebit dv. me:
el vos lestimonivm perhibohiñs,
qvia abimiio mecum
eslis. Ilceclocuiussum
vobis, wt non seandalizemim.
Absque
syníuiofjis
[acienl vos : sed venil hora,
ul ofiiius, ^m' interficit
vos, arbilretur obsequium
seprceslare Deo. El hwc
facieni vobis, quia non noveruvt
Patrem , ñeque
me. Sed hmc loculus mm
vobis, ul cum vencril hora
corum ,
reminiseamini,
quia ego dixi vobis.
En aquel tiempo dijo Jesús
á sus discipulos: Cuando viniere
el Consolador que yo os
enviaré del seno del l'adre, c'
que es el Espírilu de verdad,
que procede del l'adre, dará
leslimonio de mí, y vosotros
también daréis testimonio porque
habéis
oslado conmigo
desde el principio. Os he hablado
de este modo, á fin de
que no os escandalicéis. Os
pondrán fuera de las sinagogas;
y so acerca también
e'
tiempo en que cualquiera (¡ue
os hiciere perecer, se imaginará
qne hace un servil io á
Dios. Y obrarán asi con vosotros,
porque no conocen ni á
mi l'adre ni á mi: mas yo os
be hablado de este modo para
que cuando llegare el tiempo
os acordéis que os hedicho eslas
cosas.
htift«nftóó'sise-1 üilÜMt
MEDITACION.
De las contradicciones y pruebas á que están espuestos
los buenos.-
-¿"Iwtitó In »»mAii0ímHÍtM^>)uíiprí••.•
*>;•. •.
PLNTO PIUMEBO. —Considera quo es necesario que nos
persuadamos que no puede dejar de cumplirse la palabra
de Jesucristo: Discípulos mios, vosotros seréis maltratados,
y aun secreerá que mallratándoosse hará un servicio
á Dios. Aunque esla verdad se verifica lodos los dias,
no deja, sin embargo, de sorprender. Que el desarreglo
de las costumbres escite la indignación y la persecución
contra los libertinos; que una devoción fingida devuelva
todos los humores, y encienda la bilis de todo el mundo;
nada hay que sea mas justo. Los impíos y los hipócritas
son objetos del odio de Dios y de la aversión do los hombres
de bien; pero que se rebelen también contra la verdadera
piedad, y que la piedad cristiana sufra una especie
de persecución en medio mismo del cristianismo, son
estos unos hechos quo solo la esperiencia hace creíbles, y
que parecen opuestos á la religión, igualmente que á la
razón y al buen sentido. Sin embargo, nada bay mas común
ni mas ordinario. Parece que desde que uno hace
profesión de piedad.desde que se declara por la devoción,
desde que se muestra siervo fiel del Señor, se hace el
bkmeo de la malignidad del corazón humano, de las zumbas
do los indevotos, de la envidia misma de los méuos
desarreglados, de la persecución de los mundanos, y muchas
veces basta de la calumnia. Pondóranse los mas pe-