Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-
adjutor (HHS, et Omnipoteas bcncdicel libi bciicdictionibiis cali desupcr, benpdkúonibusabtissíjocentis deorsum, benediciionibus ubenm el vulm. lienediclioncs palris lui eonforialoí sunl bennlktionibus palrum cjus : doucc venir el detidciium eoUiam (eleinormn : ¡ianl in cupile Juseph, el in vértice Nazarm inler fralm suos. REFLEXIONES Los palriarcas anlignos lenian la loable coslnmhrc de llaniai- á todos sus hijos al liompodo morir, y á cada uno lo liaban su beodicion. Como hablaban por la mayor parlo inspirados de Dios , cada bendición era una profecía del bien ó del mal que habian de esperimcnlar en el resto
386 DOMINGO TERCERO. están on la mano de ningún hombro, ni caon bajo del podt-r de ninguna jurisdicción criada. Si estos afocíos le hacen infeliz y miserable, en vmo procurarás el favor humano, pensando que esto pucdi? hacerle venturoso. Lo quo r,o tiene para s!, mal podrá darlo á sus favorecidos. \ín medio de aquellos resplandores con que brilla la grandeza, hay'unns tinieblas densísimas en (pie están envueltas las almas dé los que la disfrutan ; en medio de aquella gran copia de oro y abundancia de todas las cosas, apenas encnenlran una que les cause un pequeño gusto, y con (pie den una salisfaccion á su alma. Esta misma abundancia los aumcnla los deseos, y estos les mulliplican las necesidades, que por su multitud son tan insaciables como una sola m la baja fortuna. Si le fuera posible ver claramente el corazón de un poderoso, de quien tal vez esperas favor, auxilio y consuelo, quedarlas lastimado viendo las feos pasiones que le despedazan, ios cuidados que le carcomen, las necias esperanzas que le entrelienen, los deseos que le atormentan, los disgustos que le martirizan, y el lleno de miseria y de desvenlura en quo '.vive sumergido. Si duerme, es con un sueño interrumpido, quejamás pueden Irmiquilizar la holanda y los brocados : si vela, una multilad de negocios enfadosos le disipan, y hacen que descuide de sí mismo por atender á los intereses ajenos: si se sienta á la mesa, la salud débil y los humores enfermizos le hacen insípidas las mas esquisitas viandas t si va en fin al espectáculo, al festin, al pasatiempo, la misma costumbre de disfrutarlo se lo hacen zonzo, faslidioso, cansado y aun molesto. ¿ Y es posible que has de poner en este hombre lu esperanza para que le dé consuelo, para que le libre de miserias, para que te haga venturoso? ¿Y esto á cuánta costa? A costa de humillaciones, de bajezas, de mil sufiimienlos vergonzosos, que comparados con el bien que pretendes, son, realmente un mal mucho mayor que el que estás padeciendo. Unas veces (o finges humilde, otras le aparentas modesto, otras afectas una afabilidad risueña, olías le ves precisado á simular con el semblante benigno y amoroso un secreto despecho que está royéndote el corazón. Tienes que frecuentar ios palacios, esperar por mucho tiempo en las antesalas, confundido con una multitud de truhanes, que como le ven humillado, se alreven á tratarte con la altanería de siis señores: ¿quemas? Te constituyes en una necesidad de hacer traición á tu alma, á tus ideas, átus conocimientos, para lisonjear á aquel personaje de quien esperas la dignidad, el puesto, ó acaso mucho menos. Porque- ¿cómo es posible que lú te atrevas á llamar blanco á lo blanco, ni á decir bueno á lo bueno, si oyes que lo llama o reputa por negro y por malo? ¿cómo osarás manifestar la verdad, aunque le la hagan conocer mi evidencia lus estudios, delante de aquel que deseas tener benévolo, y ves que se declara partidario delamenlira? Pero aun esto es poco: ose hombre cuyo favor pretendes, le desprecia, y llevas con paciencia sus desprecios. Ese hombre lo insidia , y lleno de rubor bajas los ojos haciendo el sacriíicio mashumilJantc y vergonzoso que puede hacerse á la ambición ó al capricho. Y este hombre exige de tí una graliUid anticipada, que apenas puedes veriticar con tantas bajezas, con taniossinsabores, con laníos sufrimientos, cnanlos bastarían para hacerle su esclavo. ¿Y un favor de tan poca ulilidail, un favor tan inútil y lan vano le has de comprar á lanía costa? ¿merece tanto aprecio lu misma inquietud) l» mismo abalimionlo, lu deshonor mismo? ¿Kerás todavía tan necio que conociendo todo esto quieras seguir con esa pretensión caprichosa que le ha costado ya laníos Irabajos, y que será acaso la ruina de lu familia? PLNTO SEGUNDO. — CoiiMtlera (pío aun cuando el favor humano sea para tí lan elicazy efectivo, queconíra su íeslumbre verilique con los efectos las esperanzas que tienes concebidas, en eslo nada mas ha hecho que doblarle un peso que te oprime, agravarte mas el yugo, y hacerte responsable de mil maneras delante de Dios y delante de los hombres. Al mismo tiempo que le veas favorecido, te verás nuevamente ligado con unas fuertes cadenasque se llaman gratitud ; pero que en realidad no son otra cosa quo unos lazos que atan mas fuertemente á lu alma la miseria y la desvenlura. El que hizo un favor, le mira como un esclavo de sus caprichos, y ó los has de seguir ciegamente, ó has de quedar con el remordimienlo de haberle sido ingrato. Pero supongamos por un momento que tengas valor para resistir á sus injustas pretensiones; supongamos que aquel que le favoreció es lan comedido y ajustado que deja en tu mano la responsabilidad del cargo que lograste; ¿evitarás por eso los peligros (pie traen consigo los puestos y dignidades? ¿ no es cierto que en los lugares encumbrados hieren los rayos mas fi ecuenlemente y con mas violencia ? ¿no ves como los huracanes arrancan los altos y robustos pinos que están en las cimas de las montañas, cuando en los valles se burlan los humildes juncos de su bravura ? Trae á la memoria aquel árbol frondosísimo de eslraña grandeza y hermosura (pie vió on sueños el rey de Babilonia, y de que habla Daniel en el cap. i; verás que su misma grandeza fué la causa de su ruina. Eslo enseña que los puestos y altas dignidades no son otra cosa quo un recinto de peligros, y un imán que atrae hácia sí las desgracias. Pero considera eslo mismo cgn una razón superior á la humana filosofía ; mira la superioridad, la dignidad, el cargo con los ojos sobrenalurales de la fé; prccisamenle te estremecerás cuando consideres que ha de llegar un din en que le pida cuenta estrecha de todo un JUCÍ recto, infinitamente sabio, y delante de quien nada podrán ni h adulación, ni la mentira, ni el artificio, ni el soborno. Esta consideración hacia á los ¡Crisóslomos, á los Ambrosios, á los Agustinos huir las dignidades con mas empeño que el que ponen muchos mortales en conseguirlas. Esta misma consideración hizo que san Bernardo escribiese al papa Eugenio, admirándose de que hubiese aceptado la liara, diciéndole [Episl. 2;,,7.): «Considero la altura del puesto, y temo la caida: miro la cumbre de la dignidad en quo estás, y veo á su lado un profundo despeñadero que acaba en el abismo.» Lograste lu pretensión; u\ favor te ensalzó; ¿ pero te dió talento y fuerzas para cumplir exactamente lus obligaciones? te eximió de la responsabilidad de las cargas? ¿no se puede decir con verdad que pretendiste tu misma inquietud, lu opresión, tu peligro y lu ruina?» JACULA.TOUUS. — Los que tuvieron la dicha de conocer lu sacrosanto nombre, deben, Señor, poner en lí toda su confianza; bien satisfechos de que jamás desamparas á aquellos que te buscan como á proleclor y padre. (Psalm. 9.) Mi Dios es mi ayudador, mi proleclor y mi patrono, y en él solo esperaré, (rsalm. 17.)
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están on la mano <strong>de</strong> ningún hombro, ni caon bajo <strong>de</strong>l podt-r<br />
<strong>de</strong> ninguna jurisdicción criada. Si estos afocíos le hacen<br />
infeliz y miserable, en vmo procurarás el favor humano,<br />
pensando que esto pucdi? hacerle venturoso. Lo quo<br />
r,o tiene para s!, mal podrá darlo á sus favorecidos. \ín medio<br />
<strong>de</strong> aquellos resplandores con que brilla la gran<strong>de</strong>za,<br />
hay'unns tinieblas <strong>de</strong>nsísimas en (pie están envueltas las<br />
almas dé los que la disfrutan ; en medio <strong>de</strong> aquella gran<br />
copia <strong>de</strong> oro y abundancia <strong>de</strong> todas las cosas, apenas encnenlran<br />
una que les cause un pequeño gusto, y con (pie<br />
<strong>de</strong>n una salisfaccion á su alma. Esta misma abundancia<br />
los aumcnla los <strong>de</strong>seos, y estos les mulliplican las necesida<strong>de</strong>s,<br />
que por su multitud son tan insaciables como una<br />
sola m la baja fortuna. Si le fuera posible ver claramente<br />
el corazón <strong>de</strong> un po<strong>de</strong>roso, <strong>de</strong> quien tal vez esperas favor,<br />
auxilio y consuelo, quedarlas lastimado viendo las feos<br />
pasiones que le <strong>de</strong>spedazan, ios cuidados que le carcomen,<br />
las necias esperanzas que le entrelienen, los <strong>de</strong>seos que<br />
le atormentan, los disgustos que le martirizan, y el lleno<br />
<strong>de</strong> miseria y <strong>de</strong> <strong>de</strong>svenlura en quo '.vive sumergido. Si<br />
duerme, es con un sueño interrumpido, quejamás pue<strong>de</strong>n<br />
Irmiquilizar la holanda y los brocados : si vela, una multilad<br />
<strong>de</strong> negocios enfadosos le disipan, y hacen que <strong>de</strong>scui<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong> sí mismo por aten<strong>de</strong>r á los intereses ajenos: si se<br />
sienta á la mesa, la salud débil y los humores enfermizos<br />
le hacen insípidas las mas esquisitas viandas t si va en<br />
fin al espectáculo, al festin, al pasatiempo, la misma costumbre<br />
<strong>de</strong> disfrutarlo se lo hacen zonzo, faslidioso, cansado<br />
y aun molesto. ¿ Y es posible que has <strong>de</strong> poner en<br />
este hombre lu esperanza para que le dé consuelo, para<br />
que le libre <strong>de</strong> miserias, para que te haga venturoso?<br />
¿Y esto á cuánta costa? A costa <strong>de</strong> humillaciones, <strong>de</strong><br />
bajezas, <strong>de</strong> mil sufiimienlos vergonzosos, que comparados<br />
con el bien que preten<strong>de</strong>s, son, realmente un mal mucho<br />
mayor que el que estás pa<strong>de</strong>ciendo. Unas veces (o<br />
finges humil<strong>de</strong>, otras le aparentas mo<strong>de</strong>sto, otras afectas<br />
una afabilidad risueña, olías le ves precisado á simular<br />
con el semblante benigno y amoroso un secreto <strong>de</strong>specho<br />
que está royéndote el corazón. Tienes que frecuentar ios<br />
palacios, esperar por mucho tiempo en las antesalas, confundido<br />
con una multitud <strong>de</strong> truhanes, que como le ven<br />
humillado, se alreven á tratarte con la altanería <strong>de</strong> siis señores:<br />
¿quemas? Te constituyes en una necesidad <strong>de</strong><br />
hacer traición á tu alma, á tus i<strong>de</strong>as, átus conocimientos,<br />
para lisonjear á aquel personaje <strong>de</strong> quien esperas la dignidad,<br />
el puesto, ó acaso mucho menos. Porque- ¿cómo<br />
es posible que lú te atrevas á llamar blanco á lo blanco, ni<br />
á <strong>de</strong>cir bueno á lo bueno, si oyes que lo llama o reputa<br />
por negro y por malo? ¿cómo osarás manifestar la verdad,<br />
aunque le la hagan conocer mi evi<strong>de</strong>ncia lus estudios,<br />
<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> aquel que <strong>de</strong>seas tener benévolo, y ves que se<br />
<strong>de</strong>clara partidario <strong>de</strong>lamenlira? Pero aun esto es poco:<br />
ose hombre cuyo favor preten<strong>de</strong>s, le <strong>de</strong>sprecia, y llevas<br />
con paciencia sus <strong>de</strong>sprecios. Ese hombre lo insidia , y<br />
lleno <strong>de</strong> rubor bajas los ojos haciendo el sacriíicio mashumilJantc<br />
y vergonzoso que pue<strong>de</strong> hacerse á la ambición ó<br />
al capricho. Y este hombre exige <strong>de</strong> tí una graliUid anticipada,<br />
que apenas pue<strong>de</strong>s veriticar con tantas bajezas, con<br />
taniossinsabores, con laníos sufrimientos, cnanlos bastarían<br />
para hacerle su esclavo. ¿Y un favor <strong>de</strong> tan poca ulilidail,<br />
un favor tan inútil y lan vano le has <strong>de</strong> comprar á<br />
lanía costa? ¿merece tanto aprecio lu misma inquietud)<br />
l» mismo abalimionlo, lu <strong>de</strong>shonor mismo? ¿Kerás todavía<br />
tan necio que conociendo todo esto quieras seguir con<br />
esa pretensión caprichosa que le ha costado ya laníos Irabajos,<br />
y que será acaso la ruina <strong>de</strong> lu familia?<br />
PLNTO SEGUNDO. — CoiiMtlera (pío aun cuando el favor<br />
humano sea para tí lan elicazy efectivo, queconíra su íeslumbre<br />
verilique con los efectos las esperanzas que tienes<br />
concebidas, en eslo nada mas ha hecho que doblarle un<br />
peso que te oprime, agravarte mas el yugo, y hacerte responsable<br />
<strong>de</strong> mil maneras <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> los<br />
hombres. Al mismo tiempo que le veas favorecido, te verás<br />
nuevamente ligado con unas fuertes ca<strong>de</strong>nasque se llaman<br />
gratitud ; pero que en realidad no son otra cosa quo<br />
unos lazos que atan mas fuertemente á lu alma la miseria<br />
y la <strong>de</strong>svenlura. El que hizo un favor, le mira como un<br />
esclavo <strong>de</strong> sus caprichos, y ó los has <strong>de</strong> seguir ciegamente,<br />
ó has <strong>de</strong> quedar con el remordimienlo <strong>de</strong> haberle sido<br />
ingrato. Pero supongamos por un momento que tengas valor<br />
para resistir á sus injustas pretensiones; supongamos<br />
que aquel que le favoreció es lan comedido y ajustado que<br />
<strong>de</strong>ja en tu mano la responsabilidad <strong>de</strong>l cargo que lograste;<br />
¿evitarás por eso los peligros (pie traen consigo los puestos<br />
y dignida<strong>de</strong>s? ¿ no es cierto que en los lugares encumbrados<br />
hieren los rayos mas fi ecuenlemente y con mas<br />
violencia ? ¿no ves como los huracanes arrancan los altos<br />
y robustos pinos que están en las cimas <strong>de</strong> las montañas,<br />
cuando en los valles se burlan los humil<strong>de</strong>s juncos <strong>de</strong> su<br />
bravura ? Trae á la memoria aquel árbol frondosísimo <strong>de</strong><br />
eslraña gran<strong>de</strong>za y hermosura (pie vió on sueños el rey<br />
<strong>de</strong> Babilonia, y <strong>de</strong> que habla Daniel en el cap. i; verás<br />
que su misma gran<strong>de</strong>za fué la causa <strong>de</strong> su ruina. Eslo enseña<br />
que los puestos y altas dignida<strong>de</strong>s no son otra cosa<br />
quo un recinto <strong>de</strong> peligros, y un imán que atrae hácia sí<br />
las <strong>de</strong>sgracias.<br />
Pero consi<strong>de</strong>ra eslo mismo cgn una razón superior á la<br />
humana filosofía ; mira la superioridad, la dignidad, el<br />
cargo con los ojos sobrenalurales <strong>de</strong> la fé; prccisamenle te<br />
estremecerás cuando consi<strong>de</strong>res que ha <strong>de</strong> llegar un din<br />
en que le pida cuenta estrecha <strong>de</strong> todo un JUCÍ recto, infinitamente<br />
sabio, y <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> quien nada podrán ni h<br />
adulación, ni la mentira, ni el artificio, ni el soborno.<br />
Esta consi<strong>de</strong>ración hacia á los ¡Crisóslomos, á los Ambrosios,<br />
á los Agustinos huir las dignida<strong>de</strong>s con mas empeño<br />
que el que ponen muchos mortales en conseguirlas. Esta<br />
misma consi<strong>de</strong>ración hizo que san Bernardo escribiese al<br />
papa Eugenio, admirándose <strong>de</strong> que hubiese aceptado la<br />
liara, diciéndole [Episl. 2;,,7.): «Consi<strong>de</strong>ro la altura <strong>de</strong>l<br />
puesto, y temo la caida: miro la cumbre <strong>de</strong> la dignidad<br />
en quo estás, y veo á su lado un profundo <strong>de</strong>speña<strong>de</strong>ro<br />
que acaba en el abismo.» Lograste lu pretensión; u\<br />
favor te ensalzó; ¿ pero te dió talento y fuerzas para cumplir<br />
exactamente lus obligaciones? te eximió <strong>de</strong> la responsabilidad<br />
<strong>de</strong> las cargas? ¿no se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir con verdad que<br />
pretendiste tu misma inquietud, lu opresión, tu peligro y<br />
lu ruina?»<br />
JACULA.TOUUS. — <strong>Los</strong> que tuvieron la dicha <strong>de</strong> conocer<br />
lu sacrosanto nombre, <strong>de</strong>ben, Señor, poner en lí toda su<br />
confianza; bien satisfechos <strong>de</strong> que jamás <strong>de</strong>samparas<br />
á aquellos que te buscan como á proleclor y padre.<br />
(Psalm. 9.)<br />
Mi Dios es mi ayudador, mi proleclor y mi patrono, y<br />
en él solo esperaré, (rsalm. 17.)