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Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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376 DOMINGO TERCERO.<br />

mo 03 , el cual puedo llamnrso mi cíiulico <strong>de</strong> nlopría, quo.<br />

los judíos no Besabftd <strong>de</strong> canlai' <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su caulividad.<br />

«Pueblos <strong>de</strong> toda la tierra, <strong>de</strong>mostrad al Seilor vuestra<br />

alegría , celebrad su nombre con vuestros bimnos, dadle<br />

]a gloria (pie le es <strong>de</strong>bida, )> no ceséis <strong>de</strong> ben<strong>de</strong>cirle y <strong>de</strong><br />

darle gracias, <strong>de</strong> cantar sus alabanzas, <strong>de</strong> amarle y <strong>de</strong><br />

gloriíicarle. «Decid á Dios : Qué terror inspiran , Señor,<br />

viieslras obras: cuando os place <strong>de</strong>splegar vuestro po<strong>de</strong>r,<br />

hacéis ver <strong>de</strong>masiado á nuestros enemigos que en vano se<br />

lisonjean <strong>de</strong> resistiros. » Nada conviene mejor (pie estas<br />

espresiones á un tiempo en que la Iglesia celebra el triunfo<br />

do la resurrección <strong>de</strong>l Salvador, la gloriosa victoria que<br />

ha conseguido sobre todos sus enemigos; el terror y el<br />

espanto que ha causado á los soldados que guardaban su<br />

cuerpo en el sepulcro, .y á lodos los que habian contrihuido<br />

á su mucrlo, y babian tomado tantas medidas para<br />

impedir, ó á lo menos para hacer inútil su resurrección<br />

gloriosa.<br />

Este salmo <strong>de</strong> don<strong>de</strong> está sacado el introito <strong>de</strong> la misa<br />

tiene por título: «Cántico ó salmo <strong>de</strong> la Resurrección.»<br />

En efecto, lodo él pue<strong>de</strong> perfectamente aplicarse á la resurrección<br />

<strong>de</strong> Jcsucrislo, según el parecer do san Agusiin<br />

y <strong>de</strong> otros santos Padres. Aquí da gracias á Dios lodo el<br />

pueblo judio por su libertad. <strong>Los</strong> judíos libres <strong>de</strong> su cautividad<br />

son la figura <strong>de</strong> los gentiles en particular, y <strong>de</strong><br />

todos los hombres libres <strong>de</strong> la esclavitud <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio por<br />

el bautismo.<br />

La Epístola do la misa contiene una exhortación paiélica<br />

que san Pedro hace á los fieles para moverles á que<br />

se consi<strong>de</strong>ren como estranjeros y viajeros en este mundo,<br />

llabirndonos Jesucristo por su muerte y su resurrección<br />

becbo bijos adoptivos <strong>de</strong> Dios y cobere<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la gloria<br />

que nos ha merecido, nos ha becbo al mismo tiempo ciudadanos<br />

<strong>de</strong> la patria celestial: «Vosotros no sois ya estranjeros<br />

ni advenedizos,» dice el Apóstol, «sois <strong>de</strong> la<br />

ciudad <strong>de</strong> los santos y <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Dios. » Debemos,<br />

pues, mirar el cielo como nuestra verda<strong>de</strong>ra patria; somos<br />

ciudadanos do él; osla vida no es mas que un viaje<br />

que hacemos por un pais estranjero; la tierra os para nosotros<br />

un lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>stierro, y el mundo es para todos los<br />

cristianos una tierra estrafm. La vida es muy corta para<br />

creer que el viaje <strong>de</strong>be ser largo; con frecuencia se loca<br />

su término cuando apenas se ha comenzado. En este concepto,<br />

dice el apóstol san Pedro, yo os conjuro como es-<br />

Iranjeros y viajantes, que os abstengáis <strong>de</strong> los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong><br />

la carne que hacen la guerra al espíritu. Llama aquí sr.n<br />

Pedro <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> la carne que hacen la guerra al espíritu,<br />

aquellos movimienlos involuntarios <strong>de</strong> la concupiscencia,<br />

aquella propensión, aquella inclinación a! mal <strong>de</strong> que son<br />

esclavos los pecadores, y que se convierte en ocasión <strong>de</strong><br />

mérito páralos justos por la violencia que se hace para<br />

resistir á ella. En este mismo sentido dice san Pablo en su<br />

Epístola á los romanos, que ve en los miembros <strong>de</strong> su<br />

cuerpo una ley que se opone á la ley <strong>de</strong> su espíritu.<br />

(Rocíi 1.) Esta ley <strong>de</strong>l espíritu osla ley do Dios, la voz <strong>de</strong><br />

la concienciados piadosos movimientos <strong>de</strong> la gracia, las<br />

inspiraciones santas que nos mueven á la justicia y á la<br />

virtud. Dentro <strong>de</strong> nosotros tenemos osle enemigo doméstico,<br />

esta concupiscencia, esta inclinación al mal, contra la<br />

cual es preciso eslar continuamente sobre aviso. La guerra<br />

es continua; no hay paz, no hay treguas; es preciso<br />

siempre combatir para no ser nunca vencido.<br />

<strong>Los</strong> cristianos, dice san Justino mártir, escribiendo á<br />

Diognetes, están en el mundo como en un <strong>de</strong>stierro: considéranse<br />

como ciudadanos <strong>de</strong> la Jerusalen celestial. Están<br />

en medio <strong>de</strong> las ciuda<strong>de</strong>s, pero como viajeros; toman<br />

parle en las cosas <strong>de</strong> esía vida, pero como gentes que esperan<br />

otra; viven en una tierra eslranjera como en su casa<br />

, y en su casa como en una tierra eslranjera. Viven en<br />

la carne, pero no viven según la carne ; moran sobre la<br />

tierra , y su comercio es en el cielo. Tal es la pintura que<br />

hace san Justino <strong>de</strong> los cristianos : ¿. es esta la nuestra ?<br />

«Guardad entre los gentiles,» continúa el Apóstol, «una<br />

conducta regular,» á íin <strong>de</strong>que al mismo tiempo que<br />

olios no omiten nada para <strong>de</strong>snci editaros en el mundo hablando<br />

mucho mal <strong>de</strong> vosotros , se llenen <strong>de</strong> confusión al<br />

verse <strong>de</strong>smentir ante todo el mundo por el bien qno hacéis.<br />

Cárgucscnos enhorabuena <strong>de</strong> injurias, ennegrézcasenoscon<br />

las calumnias mas horribles, impóngansenos crímenes<br />

enormes como lo hacían los paganos con los primeros<br />

cristianos; suframos nosotros con paciencia y en silencio<br />

como lo ha hecho Jesucristo; una conducta sabia,<br />

irreprensible , cristiana , aunque muda , es la mas elocuente<br />

y la mas concluyentc <strong>de</strong> todas las apologías. La<br />

maledicencia , el odio, la pasión pue<strong>de</strong>n maltratar y aun<br />

<strong>de</strong>spedazar á las gentes <strong>de</strong> bien; pero la malicia mas negra<br />

no será capaz <strong>de</strong> oscurecer ó <strong>de</strong>bilitar la inocencia;<br />

ella se <strong>de</strong>ja ver á través <strong>de</strong>l humo negro y espeso que levantan<br />

las pasiones, y tar<strong>de</strong> ó temprano se le hace justicia.<br />

Observemos con lodo el mundo una conducta regular;<br />

no respondamos á la malignidad <strong>de</strong> nuestros adversarios,<br />

mas que por la pureza <strong>de</strong> nuestras costumbres , y<br />

por la regularidad do una conducta edificante que jamás<br />

se <strong>de</strong>smienta.^Sea en todas parles pura, santa y ejemplar<br />

la conducta <strong>de</strong> los cristianos , y muy pronto será todo el<br />

mundo cristiano. Siempre que se nos acuse <strong>de</strong> otra cosa<br />

que <strong>de</strong> ser cristianos, <strong>de</strong> ser mas mo<strong>de</strong>stos, mas reservados<br />

, mas <strong>de</strong>votos que los <strong>de</strong>más, tales acusaciones <strong>de</strong>ben<br />

honrarnos. Al fin , nuestros enemigos harán justicia á<br />

nuestra virtud <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Dios, á lo menos en el dia <strong>de</strong> su<br />

visita , esto es , en el gran dia <strong>de</strong>l juicio.<br />

«Someteos á todo género <strong>de</strong> personas» mirando á Dios;<br />

sea al rey, como soberano <strong>de</strong> lodos , sea á los magistrados,<br />

como á quienes han recibido la autoridad <strong>de</strong>l príncipe,<br />

y son sus enviados para adminisliar justicia. Era<br />

una acusación muy común en los primeros siglos contra<br />

los cristianos el <strong>de</strong>cir que inspiraban á los pueblos el espíritu<br />

<strong>de</strong> rebelión contra las potesta<strong>de</strong>s legítimas y el <strong>de</strong>sprecio<br />

<strong>de</strong> los dioses. Por lo que hace á este último capítulo<br />

era evi<strong>de</strong>nte; los cristianos no adoraban mas que al único<br />

Dios verda<strong>de</strong>ro, y miraban con horror á los ídolos; perosolocalumniosamente<br />

podia acusárseles <strong>de</strong> que eran rebel<strong>de</strong>s<br />

á los príncipes, aun á los paganos. La religión cristiana no<br />

inspira mas que sumisión, fi<strong>de</strong>lidad y <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia; se vo<br />

bien la solicitud y el zelo con que los apóstoles san Pedro<br />

y san Pablo se han aplicado á inspirar á lodos los fieles<br />

oslo espiritu.<strong>de</strong> obediencia y <strong>de</strong> sumisión. No hay pretesto,<br />

no hay razón que autorice jamás la rebelión contra su<br />

príncipe. Su polcslad es la <strong>de</strong>l mismo Dios. Si abusan <strong>de</strong><br />

su po<strong>de</strong>r, si su vida es poco cristiana, si tienen la <strong>de</strong>sgracia<br />

<strong>de</strong> profesar una religión falsa, no es esto una razón,<br />

dice Tertuliano, para negarles la obediencia que les es <strong>de</strong>bida.<br />

Ellos han recibido <strong>de</strong> Dios el <strong>de</strong>recho que tienen<br />

para mandarnos. No basta tampoco obe<strong>de</strong>cerles, es pre-

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