Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

espantados, y dijeron : Ks!o Iiombro era verdaderamente
Hijo ilo Dios. Ilahia allí nnichas imijores que habían seguido
á Joans desde. Galilea, cuidando do él, entre las
cuales estaba María Magdalena, María, midre de Santiago
y de.T «é, y la madre de los hijos del ZL'IKMIOO. Cerca ya
de la noche vino un hombre rico llamarlo José, qne era de
la ciudad de An'malhea, y él mismo discípulo de Jesús.
Este fué á ver á l'ilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pílalo
mandó que se le diese inmedialamente ; y habiéndole
tomado, le envolvió en una sábana muy limpia, le puso en
un sepulcro suyo nuevo, qne había hecho cavar en una
roca, y habiendo llevado rodando una gran piedra, la
puso á la entrada del monumenlo; se fué, pero María
Magdalena y la otra María estaban allí sentadas delante
del monumenlo.
Altera autem dic, qum
esl posl Parascemn, convenerunl
principes sacerdolum
el phariswi ad Pilalum,
dicenles: Domine,
reenrdoli snmus, quia seductor
Ule dixil adhuc, viváis
: Posl ¡res dics resurgam.
Jtthe crgo cuslodiri
sepukhrum nsqne m diem
tcríiinn : nc ¡orle veniant
discipiili cjus, el [vrenlur
eum, el dicanl píebi: Surrexil
a morlvis : el erit
novissimus error pejor
priore. Mi iSti Pilntus:
Uabelis cuslodunn , ile,
cuslodile sicul schis.
lili
aulem abeunles, munierunt
seputchrinn, siijnnntes
lapidem, CUÍ>I OíStodibus.
Al dia siguiente, que era sábado,
se reunieron los príncipes
de los sacerdoles y los fariseos
en casa de Pilato, y lo
dijeron: Señor, nos acordamos
que aquel seductor dijo
cuando aun vivia: Hesucilaré
al cabo de tres dias. Manda,
pues, queso guarde el sepnlcro
basta el (creer dia, no sea
que acaso vengan los discípulos
, lo roben, y digan al
pueblo: lia resucitado de entre
los muertos, Y este error
seria peor que el primero.
Respondióles entonces rilato:
Tenéis guardia, id, guardadle
como sabéis. Fueronse inniedialamenlcal
sepulcro, cerráronle
bien, pusieron el sello
sobre la piedra, y dejaron la
guardia.
El Evanijelio de la misa de la fiesta de llamos, es lomado del
de san Mateo, cap. Sí.
In illo lemporc: Cum
approphqmsscl Jesús Jerosohjmis,
el venisset lielhphaije
ad moniem Oliveli,
tune misil dúos discipulos
SUOS, diecnseis: lie in rastellum,
quod contravos est,
ctsliilim inveniclis asinam
aUiijitiam, el pidhm cum
alada, y con ella su buchecica:
suiche, el addncitemi-
''i: ci si quis vobis aliqnid
dixarll, diáie, quia Domi-
nus hisopus babel, el con-
feslimdimillelcos.Uoc au-
,e»t lolum faclum esl, nt
que se cumpliese lo ipio oslandímpkrelur
quod diclum
esiper Propbelam dicen-
Dicilc filia; Sion: Ecce
fox luus venúiibimansue-
'"s, sedens super asinam,
(ipullum (U'mm subjuyi-
Üt-Euníes aulem
En aquel tiempo: Acercándose
Jesús á Jerusalen y habiendo
llegado á Bclphagó al
piédel monle Olívele, enviódos
de sus discípulos, diciéndoles:
Id á esa aldea que está enfrente
de vosotros, é inmedhitamonte
hall.-ireis una pollina
lio. Desatadlos y traédmelos»
y si alguno os dijere algo, del
cidlo quo el Si-ñor los necesita)
5'a' ¡"Slanle los dejará traer.
Todo esto sucedió así, para
ba anunciado por el Profeta,
cuando dijo: Decid á la hija
do Siorí: Mira á tu Roy que
viene á II, en espíriln de dulzura,
montado sobre una pollina,
y sobre el buchecillo de
la que lleva el yugo. I'uéron
DE RAMOS.
fccerunl sicut prwnpil iUis
Jcms. Kl addaxemnl asinam,
elpnllnm : el impnsuerunl
svper eos veslimcnla
sm, el eum desvper
sedere feceruni. Plurinn
aitlcm
(urba slrarcnnil
veslimenia sm in via: alii
aulem cwdehant ramos de
arboribus, el slernebanl in
via : lurbm aulem, qna;
pmcedebant, el qum sequebautur,
clamabanl, dicenles:
Hosanna Filio David
: Benediclus, qui venilin
nomine Dominl.
m i
los discípulos é hicieren lo que
Jesús Ies hahia mandado. Trajeron
la pollina y el honiqui-
11o , y habiéndoles cubierto
con sus vestidos, le hicieron
subir encima. Al mismo tiempo
innumerables gentes estendieron
sus vestidas por
donde habia de pasar, otros
corlaban ramas á los árbulrs,
y con ellas sembraban el camino.
Las tropas que iban dolante
y las que seguian, clamaban
: ¡líosanna al lijo do
David! ¡Rendilo sea el qne
viene en el nombre del Seííor!
¡ üosanna en lo mas alio de
los cielos!
MEDITACION.
Sobre el misterio de este dia.
PCNTO rnntEno.—Considera que jamás hubo demostración
de regocijo mas justa, mejor fundada, y aun se puede
añadir, mas afectuosa ni mas sincera, que la que. el
pueblo que habia salido de Jerusalen
manifestó en este
dia á la llegada del Salvador. Movidos do las maravillas
asombrosas que Jesucristo obraba, hacia ya tres afios, en
toda la Judea, y de las que la mayor parto do aquellos quo
contribuian al triunfo, hablan sido testigos, no podían dudar
que aquol que venia á Jerusalen no fuese su Salvador,
su Redentor y su Mesías. Animados de aquel zelo quo inspira
la veneración y que el amor hace tan generoso, salen
al encuentro de aquel á quien esperaban hacia lautos siglos;
acompañan con deseos piadosos y gritos de viva el Mesías,
do Hosannas, de bendito sea el quo viene en el nombro
del Señor, al triunfo del Salvador del mundo; todo resuena
con las aclamaciones de aquel piadoso pueblo. La multitud,
los caminos sembrados de ramas do árboles y de (lores,
los ramos de palmas y de olivos en sus manos, la admiración;
la veneración, la alegría derramada cu todos los
corazones, pintada en lodos los rostros; todo concurría
para hacer esta enírada del Salvador la mas augusta, la
mas religiosa, la mas sania qne hubo jamás. Fué propiamente
la entrada triunfante del Mesías en Jerusalen, á pesarde
la envidia, del odio y do la maligna obslinacion de
los sacerdotes y de los fariseos en no querer recorioccrlo.
Entretanto el Salvador entra allí en cualidad do Mesías
montado sobre una pollina, como lo habia predicho el profeta
Zacarías; toda la ciudad está en movimiento, todo
anuncia su triunfo. Todo esto era necesario para que se
cumpliesen las profecías. Bastantes veces habia venido el
Salvador á Jerusalen, y siempre sin esplendor, sin ruido,
sin distinción que honrase su persona adorable. Uoy observa
otra conduela, porque viene para ser inmolado en
ella, para acabar la obra de nuestra r.'dencion , para consumar
allí su sacrificio, y esla os ta cansa porque entra con
tanta solemnidad. Llevábase como en triunfo la\íclima
que se debía inmolar, y bjó aquí uno do los motivos de esto
entrada triunfante. Pero ¿qué frutos tan lisonjeros no doblan
esperarse de una demostración de respek) y de alegría
tan general? Sin embargo ¡cuan tristes fueron los i lep-