Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
ciguar vuestra cólera, ni recurrir á vuestra clemencia,<br />
ofreciéndoos en vuestro templo sacrificios sangrientos: recibid,<br />
al menos, con bondad el único sacrificio qno po<strong>de</strong>mos<br />
ofreceros, que es un corazón contrito y humillado, que<br />
implora vuestra misericordia. Dignaos, Señor, mirar con<br />
ojos favorables á vuestro pueblo afligido, y <strong>de</strong>jaos ablandar<br />
por nuestros gemidos y por nuestras lágrimas comeen<br />
olro tiempo por los holocaustos <strong>de</strong> loscarncrosy <strong>de</strong> los toros<br />
que se os ofrecian en el templo. «Haced, Dios y Señor,<br />
que <strong>de</strong> tal modo se presente hoy <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> vos el<br />
sacrificio que os ofrecemos, que os sea agradable.» Estas<br />
palabras las ha ingerido la Iglesia en el canon <strong>de</strong> ta misa.<br />
Por On, Azarías, animado <strong>de</strong>l Espíritu Santo, no olvida en<br />
esta admirable oración ningún motivo que sea á propósito<br />
para interesar el corazón <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong>sarmar su cólera:<br />
confesión sincera <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>sbarros, dolor <strong>de</strong> haber pecado,<br />
propósito do conversión, confianza en su misericordia,<br />
<strong>de</strong> todo se vale en medio <strong>de</strong> aquel horno, para apaciguar<br />
la indignación <strong>de</strong> Dios sobre todo el pueblo.<br />
El Evangelio refiere la conversión <strong>de</strong> la célebre pecadora,<br />
que se hizo un mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> <strong>de</strong>voción, <strong>de</strong> fervor y <strong>de</strong> penitencia<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio <strong>de</strong> su conversión.<br />
Un fariseo, esto es, uno <strong>de</strong> los judíos que hacian profesión<br />
<strong>de</strong> observar con mas religiosidad los mandamientos<br />
<strong>de</strong> la ley, y <strong>de</strong> hacer una vida mas santa á los ojos <strong>de</strong> los<br />
hombres, rogó al Salvador que fuése á comer á su casa.<br />
Aceptó el Salvador con el <strong>de</strong>signio que tenia <strong>de</strong> atraer por<br />
su dulzura y por su complacencia á unas gentes que no le<br />
amaban, y sobre todo el do acabar la conversión <strong>de</strong> un<br />
alma que habia vivido hasta entonces en el <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>n,y á<br />
la que habia ya locado su gracia. Mientras que estaban on<br />
la mesa, recostado cada uno sobre uno <strong>de</strong> aquellos lechos<br />
que se ponian al re<strong>de</strong>dor, según la costumbre <strong>de</strong> los judíos<br />
y aun <strong>de</strong> los romanos, apoyada la cabeza sobre la<br />
mano izquierda, y el codo izquierdo sobre un almohadón,<br />
eslendido el cuergo á lo largo, y los pies vueltos sobre<br />
atrás, una mujer muy <strong>de</strong>sacreditada en la ciudad por su<br />
licencia y su mundanidad, habiéndose informado en dón<strong>de</strong><br />
estaba el Salvador, vino, durante la comida, á casa <strong>de</strong>l<br />
fariseo, adon<strong>de</strong> habla concurrido una gran multitud <strong>de</strong><br />
geníes; atravesó por entro la muchedumbre, y sin hablar<br />
mas que con su llanto, so echó'llena <strong>de</strong> confianza á<br />
los piés <strong>de</strong>l Salvador , los regó con sus lágrimas, los<br />
enjugó con sus cabellos, ios besó con respeto, y<br />
<strong>de</strong>rramó sobro ellos un perfume do gran precio, cu<br />
un licor precioso.<br />
DE PASION. 263<br />
Viendo esto el fariseo, y no sabiendo el motivo, formó<br />
mal concepto <strong>de</strong> un hombre quepermilia á una mujer tan<br />
<strong>de</strong>sacrediiada que se acercase tanto á él. Si este hombre,<br />
<strong>de</strong>cía él eníre sí, fuese profeta, como se dice, sabría cuál<br />
os la mujer que le besa los piés.<br />
Jesús, que leía en el alma <strong>de</strong>l fariseo todo lo que pensaba,<br />
no quiso confundirle, echándole encara públicamente<br />
un juicio tan falso y tan poco caritativo, y se sirvió <strong>de</strong><br />
una parábola para corregirle. Débese siempre, al repren<strong>de</strong>r<br />
el vicio, tener consi<strong>de</strong>ración con ej honor <strong>de</strong> la persona:<br />
ninguna cosa hay mas cortés, mas atenta, mas circunspecta<br />
que la caridad. Admiremos aquí la bondad <strong>de</strong>l<br />
Salvador, que dando caritativamente la lección al fariseo,<br />
sin <strong>de</strong>sacreditarle, hace al mismo tiempo la apología <strong>de</strong><br />
aquella penitente. Dos personas, le dice el Salvador, eran<br />
<strong>de</strong>udoras <strong>de</strong> cierto hombre; la una Ic <strong>de</strong>bia quinientos dcuarios<strong>de</strong><br />
plata y la otra cincuenta; mas como las dos eran<br />
pobres y no tenían con qué pagar, perdonó á entrambas<br />
la <strong>de</strong>uda. «¿Cuál <strong>de</strong> las dos en tu juicio le ama mas?» esto<br />
os, ¿cuál <strong>de</strong> las dos ha <strong>de</strong>bido amar mas á su bienhechor<br />
para inclinarle á que la perdonase una <strong>de</strong>uda tan consi<strong>de</strong>rable,<br />
y cuál <strong>de</strong> las dos le <strong>de</strong>berá estar mas reconocida<br />
por el beneficio recibido? La pregunta <strong>de</strong>l Salvador encierra<br />
dos sentidos según el parecer délos mejores intérpretes.<br />
Es claro, respon<strong>de</strong> Simón, que aquel á quien ha<br />
perdonado mayor suma, lias juzgado bien, replica el Salvador,<br />
y volviéndose hácia la pecadora penitente: ¿Ves<br />
esta mujer? le dice, pues iuzga <strong>de</strong> su amor á su bienhechor<br />
por lo que ella hace y por la gracia quo yo voy á<br />
hacerla: cuando he entrado en tu casa, no me has dado<br />
agua para lavarme los piés, según nuestro estilo ordinario:<br />
ella no cesa <strong>de</strong> regármelos con sus lágrimas y enjugármelos<br />
con sus cabellos: no mo has dado el ósculo <strong>de</strong><br />
paz, si bien apenas hay quien falta á osla cortesía; y ella<br />
<strong>de</strong>s<strong>de</strong> que ha entrado no ha <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> besar mis piés: no<br />
has acompañado esta comida <strong>de</strong> perfumes conforme á la<br />
costumbre; y ella ha <strong>de</strong>rramado sobre mis piés un licor<br />
oloroso: ¿no son todas estas señales visibles <strong>de</strong> su contrición<br />
y <strong>de</strong> su amor? Por tanto «os digo, que se le perdonan<br />
muchos pecados porque amó mucho;» ó como dice el<br />
testo griego, le han sido ya remitidos. El dolor y la contrición<br />
sobrenatural que acompañaban, ó mejor que habían<br />
prevenido las seriales esterioros <strong>de</strong> penitencia, habian<br />
procurado ya á aquella mujer el perdón <strong>de</strong>l que le da aquí<br />
el Salvador una entera seguridad. «Aquel á quien se le<br />
perdona ménos,» añadió Jesucristo, «ama ménos.» Estas<br />
palabras miran á Simón el fariseo, quien léjos <strong>de</strong> haber<br />
tenido á Jesucristo aquel amor que obtiene el perdón <strong>de</strong><br />
los pecados, ni aun le habia hecho aquellos obsequios <strong>de</strong><br />
amistad quepodian exigirse <strong>de</strong> un amigo. Veia también el<br />
Salvador las verda<strong>de</strong>ras disposiciones interiores <strong>de</strong>l corazón<br />
<strong>de</strong> Simón, y lo que aquí le dice, es propiamente una<br />
lección que le da y que él podía fácilmente compren<strong>de</strong>r.<br />
Por fin, no contento con haber justificado á aquella mujer<br />
en público, quiso también este amable Salvador darle á<br />
ella misma una seguridad positiva <strong>de</strong>l perdón <strong>de</strong> sus faltas<br />
pasadas, diciéndola: «Yé, tus pecados te son perdonados.»<br />
Este <strong>de</strong>creto consolatorio <strong>de</strong> justificación suscitóla<br />
murmuración entre los que estaban á la mesa; dijéronsc<br />
en voz baja los unos á los otros: «¿Quién es este hombre<br />
que también perdona los pecados?» porque en fin á<br />
solo Dios pertenece el perdonar los pecados, ni es osle un<br />
po<strong>de</strong>r que pueda conferirse á ningún hombre. Algunos interpretan<br />
esto en buena parte y preten<strong>de</strong>n con bastante<br />
probabilidad, que las palabras <strong>de</strong> los convidados eran<br />
mas bien efecto <strong>de</strong> su admiración que <strong>de</strong> su censura. Como<br />
todos ellos estaban instruidos <strong>de</strong>l milagro que habia<br />
hecho resucitando el hijo <strong>de</strong> la viuda <strong>de</strong> Naim, admiraron<br />
aquí el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Jesucristo. Preciso es, <strong>de</strong>cían, que esto<br />
hombre sea mas quo un simple profeta, puesto que no solo<br />
resucita los muertos, sino que también perdona los pecados.<br />
Sea lo que se quiera <strong>de</strong> esto, el Salvador no respondió<br />
nada, mas dirigiéndose á aquella dichosa penitente:<br />
«Tu fé te ha salvado,» la dijo, «vé en paz.» Tú has creido<br />
en mi; te habías persuadido que yo podia conce<strong>de</strong>rle el<br />
perdón <strong>de</strong> tus pecados; has acudido á mí con esta esperanza.<br />
Tú has concebido horror á tus <strong>de</strong>sór<strong>de</strong>nes pasados;<br />
has formado una verda<strong>de</strong>ra conlrkion do ellos: sabe, puest