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Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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El Evangelio roflon; la hisloria <strong>de</strong> la maravillosa resurrección<br />

<strong>de</strong> Lázaro el amigo <strong>de</strong> Jesocrislo.<br />

No habia salido aun el Salvador <strong>de</strong> Galilea, cuando<br />

luvo nolicia <strong>de</strong> la enfermedad <strong>de</strong> un hombre á quien amaba<br />

mucho ; era ésle el hermano <strong>de</strong> Marta y <strong>de</strong> María, llamado<br />

Lázaro, que habilaba con ellas en el pueblo <strong>de</strong> Beihania,<br />

en cuya casa se habia hospedado algunas veces el<br />

Salvador. Luego que la enferniíulad se presentó peligrosa,<br />

enviaron las dos hermanas un propio á Jesús, con estas<br />

dos palabras: tíSeflor, el que amáis está enfermo. »Nada<br />

mas sencillo ni mas mo<strong>de</strong>sto que osla espoaicion. Dios no<br />

pifie ni sutileza, ni elocuencia, ni cumplimienlo; bástale<br />

una manifestación humil<strong>de</strong> <strong>de</strong> nuestras necesida<strong>de</strong>s, un<br />

Keníimiento <strong>de</strong> amor vivo y ardiente, una confianza plena<br />

en él. Como si le hubiesen dicho, dice san Agustín; basta,<br />

Señor, que sepáis que nuestro hermano está enfermo, porque<br />

amándole como le amáis no le abandonareis. El Salvador<br />

se hallaba entonces en Helhabara, al otro lado <strong>de</strong>l<br />

Jordán, cerca <strong>de</strong> dos ó tres jornadas <strong>de</strong>l pueblo <strong>de</strong> BelhaniH,<br />

Habiendo leido el billete, Ies respondió, que aquella<br />

enfermedad no les llevarla á su hermano, y que antes<br />

bien servirla para gloria <strong>de</strong> Dios, puesto que darla ocasión<br />

ai Mesías <strong>de</strong> probar su divinidad por medio <strong>de</strong> un milagro<br />

pasmoso. El Evangelista aña<strong>de</strong> que Marta y su hermana<br />

María y Lázaro su hermano eran amados <strong>de</strong> Jesús; el historiador<br />

sagrado no <strong>de</strong>ja nunca <strong>de</strong> indicar en particular<br />

esta augusta prerogaliva <strong>de</strong> todos los queel Salvador honraba<br />

con una amistad especial; oo hay nada, en efecto,<br />

que honro tanto; ninguna cualidad, ningún título están<br />

glorioso ¡litan honorable como el ser singularmente amado<br />

<strong>de</strong> Jesucristo. Habiendo, pues, sabido el Salvador que Lázaro<br />

estaba enfermo, permaneció aun dos dias en el mismo<br />

lugar. Sabe Jesús á qué estremo estaba Lázaro reducido,<br />

lo ama, y sin embargo difiere dos dias enteros el ir á socorrerle.<br />

Parece que Dios está algunas veces sordo á nuestros<br />

votos, que se olvida al parecer <strong>de</strong> los males que sufrimos,<br />

pero no por esto <strong>de</strong>sconfiemos <strong>de</strong> su amor. Él sabe el<br />

tiempo en que conviene socorrernos, y si difiere el hacerlo<br />

es para darnos señales mas sensibles <strong>de</strong> su bondad. Deja<br />

morir á Lázaro, dice san Crisóstomo, y no llega á líelhania<br />

hasta cuatro dias <strong>de</strong>spués que fué enterrado, á fin <strong>de</strong> que<br />

el milagro fuese mas incontestable.<br />

Habiendo pasado los dos días, dijo á sus discípulos:<br />

volvamos á Ju<strong>de</strong>a. Esta resolución les sorprendió, y aunque<br />

era el Maestro, le dijeron: ¿no hace mas que. un mes<br />

que los <strong>de</strong> Ju<strong>de</strong>a querían apedrearos en el templo <strong>de</strong> Jerusaleri<br />

el día <strong>de</strong> la Dedicación y queréis volver allá? El dia<br />

no tiene mas que doce horas, les respondió el Salvador,<br />

¿qué hay que temer cuando se camina mientras dura el<br />

día? ¿<strong>de</strong>be esperarse á la noche para trabajar ó para caminar?<br />

<strong>Los</strong> judíos contaban el dia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la salida hasta la<br />

puesta <strong>de</strong>l so!, y le dividían siempre como los <strong>de</strong>más pueblos<br />

orientales en doce horas iguales, pero que <strong>de</strong>bían ser<br />

mas cortas ó mas largas, según la diversidad <strong>de</strong> las estaciones.<br />

El Salvador compara aquí ta vida al dia y la muerte<br />

á la noche, y como el dia <strong>de</strong>be tener doce horas completas,<br />

sin que se le pueda quilar nada <strong>de</strong> su duración; <strong>de</strong>l<br />

mismo modo, dice Jesucristo, estando ya <strong>de</strong>signado el<br />

tiempo que tengo que vivir, nada pue<strong>de</strong> a<strong>de</strong>lantar el momento<br />

<strong>de</strong> mi muerte. Gomo si hubiese dicho que en lanío<br />

que viviese en este mundo no faltaría la luz; así que no<br />

temía la malicia <strong>de</strong> sus enemigo?, los cuales podrían ícn-<br />

DE CUARESMA.<br />

m<br />

<strong>de</strong>rleimílilmente lazos para íorpren<strong>de</strong>rle; pero no podrían<br />

quitarle la vida hasta que hubiese llegado el tiempo <strong>de</strong>terminado<br />

para ello; y que entonces se entregaría él mismo<br />

en sus manos. A<strong>de</strong>más, aña<strong>de</strong>, Lázaro nuestro amigo<br />

duerme y yo quiero irleá <strong>de</strong>spertar. Era bien claro que<br />

el Salvador hablaba <strong>de</strong> un modo figurado, entendiendo lo<br />

que<strong>de</strong>cia por el sueño <strong>de</strong> la muerte; porque ¿quién podía<br />

figurarse que Jesucristo tratase <strong>de</strong> empren<strong>de</strong>r un viaje <strong>de</strong>dos<br />

ó tres jornadas para ir á <strong>de</strong>spertar un hombre que<br />

dormía? Sin embargo, los apóstoles fueron tan simples que<br />

creyeron que su divino Maestro hablaba solamente <strong>de</strong>l<br />

sueño ordinario. Esto obligó al Salvador á <strong>de</strong>cirles abierta<br />

mente que Lázaro había muerto, y yo me alegro, añadió,<br />

<strong>de</strong> no haberme hallado allí, porque el milagro que<br />

voy á hacer resucitándole, va á hacer la fé que tenéis<br />

en mí mas pura y mas incontrastable, pero vamos á verle.<br />

A! oíroslas palabras, se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> los apóstoles el temor<br />

y quedaron en silencio. Solo Tomás, viendo al Salvador<br />

<strong>de</strong>terminado á partir y á llevar consigo los que tuvicíen<br />

valor para seguirle, dijo á sus companeros: Vamos, sigamos<br />

á nuestro Maestro y si es necesario muramos con él.<br />

Es estraño que á una resolución tan generosa baja sucedido<br />

una fé tan débil y tan vacilante en este Apóstol.<br />

No son unos trasportes pasajeros los que nos hacen dignos<br />

discípulos <strong>de</strong> Jesucristo, sino solo una caridad sostenida.<br />

Estos ímpetus <strong>de</strong> fervor son llamaradas que so eslínguen,<br />

sí el corazón no está abrasado con el fuego <strong>de</strong>l amor<br />

divino.<br />

Habiendo llegado á Belhania el Hijo <strong>de</strong> Dios, halló que<br />

Lázaro estaba enterrado había ya cuatro dias. Muchas<br />

personas <strong>de</strong> las cercanías habían ido á ver á Marta y María<br />

para consolarlas; pero á pesar <strong>de</strong> esta multitud <strong>de</strong> consoladores,<br />

no lloraban por esoménos las dos hermanas. Solo<br />

Jesús es e! que pue<strong>de</strong> enjugar las lágrimas; él solo es el<br />

que sabe el secreto <strong>de</strong> consolar en la alliccion. Así es que<br />

Marta y María, apenas supieron su llegada, <strong>de</strong>jaron al instante<br />

á aquellos con quienes estaban. «Señor,» le dijo<br />

Marta apenas se presentó á él, « si hubieseis estado aquí<br />

mi hermano no hubiera muerto. » parece, dice san Juan<br />

Crisóstomo, que su fé era todavía un poco débil, pues que<br />

creia que la presencia <strong>de</strong>l Salvador era necesaria para<br />

impedir que su hermano muriese. Sin embargo, ella no<br />

<strong>de</strong>ja do tener una gran confianza en su bondad y en su po<strong>de</strong>r.<br />

Yo sé, le dice ella, qu^atm ahora lodo lo que pidiereis<br />

á Diosos lo conce<strong>de</strong>rá, aunque fuese la resurrección do<br />

mí hermano. No se atreve á pedirlo directamenle un favor<br />

tan gran<strong>de</strong>; únicamente le recuerda que pue<strong>de</strong> hacerlo;<br />

y conociendo la bondad <strong>de</strong>l Salvador, no tiene necesidad<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle mas. Está segura, repuso Jesús, que tu hermano<br />

resucitará. No dudo yo, replicó Marta, que en el último<br />

dia cuando se verifique la resurrección general, resucito<br />

también con lodos los <strong>de</strong>más. Pero ¿por quién resucitará<br />

sino por mí, le dijo Jesús, que soy la resurrección y la vida?<br />

¿y por qué nu podría yo resucitarle hoy como le resu -<br />

citaré entonces? Este es el sentido que da san Agustín á la<br />

respuesta que el Salvador dió á Marta. De este modo<br />

instruye Jesucristo y afirma la fé <strong>de</strong> Marta, y la conduce<br />

como por grados á confesar como lo hizo, «que, él era el<br />

Cristo, el Hijo <strong>de</strong> Dios vivo que había venido á este<br />

mundo,»<br />

Viendo Marta que n^ parecía su hermana María, no dudó<br />

<strong>de</strong> que ella ignoraba la llegada <strong>de</strong>l Salvador; por oslo

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