Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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cgo daho ci, non siúri u% Mmium; sed aqua , f¡Wm ego dado ci, fiel in eo fons a/}uw saHenlis in vilam wlernam. Didt ad eum mulier: Domine, damilii lianc oquam ni non silium, ñeque veniain huc haurire. Dicil ei Jesús: Vade, voca virum luum, et vine huc. Respondil mulier, el dixil: Non habeo virum. Dicil ei Jesús : ¡i»ne d'ixisli, quia non huheo virum: quinqué enim vitos habuisli, et mne, quem habes, non, est tuus viv: hoc veré dixisú. Dicil ti mulier : Domine, video quia prophela es lu. Paires noslri in moalc hoc adorare.'unl , et vos dicitis quia Jcrosolymis est loeus, ubi adorare oportet. Dicil ei Jesús: Mulier, crede nuhi, guia venilliora, quahdo ñeque in monle hoc, ñeque in Jerosohjmis adorabilis l'aírem. Vos adoralis quod nesciús: nos adoratnus quod seiinus, quia salas ex Judcms Cáí- Sed veuit hora, el nunc est' cuando veri adoratores Qborabunt l'atrem in spirilu e' veriiale. Nam el Palcr lalesquatril, qui adorcnl eum. Spirilus est Deus: el eos, qui adorant eum, in spirilu et veriiale oportet adorare. Didl ei mulier: Scio quia Mcs- SÍJS venil (qui dicüur Chrisí«s). Cum ergo vencrit, ü!e nobis annunliabil omnia. Dinl ü 'le-mis : KIJO suni, qui loquor lecum. Et conlinuo wnerunt discipuli ejus, et vimtbanlur quia enm mulkre loquebulur. Nemo lamen dixit: Quid quairis, aul quid loqueris cum ea ? Reíiquil er90 hydriam suam mulier, e} übiil in cmiaicni, el dicit lítis hominibus: Venile, el ydetc hominnn, qui dixil mi- 11 omnia quuemmque feci: nWnquid ipse esl Chrislus? ««ieruttí ergo de, civilale, el ^icbant ad enm. Interea To9

19* VIERNES TERCERO convertirla. Si habiéndolo escuchado, le hubiese dejado MEDITACION. De la gráci l. PUNTO PRIMEKO.—Considera que la gracin, es aquella agua viva que salta hasla la vida elerna; la única que puede bruscamente sin haber querido rendirse á las solicitaciones interiores de la gracia. Qué desgracia para tantos grandes santo?, si no se hubiesen rendido dóciles á la voz interior que les llamaba, los unos á la soledad, los oíros apagar nuestra sed en esta. ¡ Diclioso el que conoce su | al claustro; estos á romper aquel comercio, aquellos á iiíérito y su precio ! ¡ Feliz el que sabe hacer buen uso de ella! La gracia es el don de Dios por esceiencia; ella sobrepuja inünitamente á lodos los dones de la nalmaleza; sin ella nada podemos, y con ella lo podemos todo. Esla gracia es la que nos ilustra, nos atrae, nos peisaade, nos convierte. Este es el don perfecto que nos viene de lo alto, y que desciende del Padre de las luces, que es don sobre todos los demás, don de los dones, que solo Jesucristo ha podido merecernos, y que recibimos déla misericordia infinita de Dios; don de Dios, que muy pocos conocen : por este don somos lodo lo que somos, como dice el apóstol, si somos acaso alguna cosa delante de Dios. Esta gracia es el precio de la sangre de un Hombre-Dios, i Comprendamos, sí es posible, lo que vale esla gracia ! y sin embargo, ¡cosa estrafia ! este mismo don, por una ignorancia grosera, no le conocemos, y por una ingratitud todavía mas criminal, no hacemos diligencias para conocerlo. De aquí es, que con tanta frecuencia le recibimos en vano, y que lejos de servirnos de él par a glorificar á Dios, y para santificarnos á nosotros mismos, abusamos de él hasta perveilirnos á nosotros mismos, y despreciar á Dios. Por esto nos dice Jesucristo como á la Samarilana: ¡ Si conocéis el don de Dios 1 ¡ O si conociésemos este don tan cscelenle, tan precioso, tan saludable! ¿lo despreciariamo.s hasta el punió que lo hacemos ? Por mas precioso, por mas inestimable que sea este don, Dios lo da, Dios lo derrama con una liberalidad asombrosa. Dios no solo nos hace participes de-este tesoro á los pies de los altares, en los dias de fiesta ó en el ejercicio de las buenas obras; en medio del mundo mismo, en medio de nuestros estravios, hasta este país lejano , va la gracia á buscar al hijo pródigo, para volverle á traerá su padre. Aun cuando la gracia sea de un gran precio, Diosla derrama con abundancia, y no la niega á nadie. Parece increíble, pero es sin embargo verdad; no solamente nos hacemos indignos de esle precioso don por nuestras infidelidades, sino que le rehusamos tenazmente cuando Dios nos lo da. Nos endurecemos contra sus mas fuertes impresiones, sufocamos sus piadosos movimientos, cerramos voluntariamente los ojos á su luz. Traigamos á la memoria aquel número prodigioso de gracias que hemos recibido, y cuyo efecto hemos estorbado. ¡Cuántas inspiraciones sanias, cuántos buenos deseos, cuántos pensamientos saludables! A la vista de aquella muerte imprevista, á la noticia de aquel accidente vencer tal pasión; lodos á trabajar sin dilación en el negocio de su salvación: ¿Que hubiera sido de estos héroes cristianos, de eslos-grandes modelos? Recordemos de nuevo aquellos favores singulares de que Dios nos ha colmado, y que nosotros hemos mirado con tanta indiferencia, ¡Qué de santas lecturas, hechas al parecer por casualidad, y sin embargo tan á propósito ! ¡ qué de encuentros felfees, imprevistos á la verdad, pero muy proporcionados al designio que Dios tenia de convertirnos! ¡qué de pequeños milagros, por decirlo así, hechos en nuestro favor I una inspiración que uno ha tenido, una reflexión que ha hecho, una palabra que ha oido, han sido muchas veces la causa de una conversión perfecta. Si hemos tenido la felicidad de haber sido consagrados al servicio de Dios, examinemos lodo lo que ha pasado en nuestra vocación; consideremos todas las circunstancias de ella, y admiremos con qué bondad, con qué sabiduría ha manejado Dios todas las cosas para nuestra salud. Convino mucho que nos hallásemos en tal tiempo con tales personas, y en tal ocasión; que los placeres del mundo no hayan tenido ningún atractivo para nosotros en el tiempo en que naturalmente debían hallarse en ellos mas embelesos ; que no nos hayamos dejado deslumhrar con cien oropeles que llaman la atención de tantos jóvenes ; que el amor mismo de bis parientes no hayan sido un lazo bastante fuerte para relenernos; que el torrente del mal ejemplo no nos haya arrastrado; que la austeridad de una vida que nada lenia que no fuese chocante, no haya sido capaz de desanimarnos; que hayamos tenido bastante generosidad para sobrepujar los mayores obstáculos; todo esto son oíros tantos efectos milagrosos déla gracia, i O Dios mió, qué importante es el ser dócil á la gracia y estar prontos para seguir vuestras inspiraciones ! ¡á cuántos llamáis que no oyen vuestra voz! ¡cuántas gentes son poco exactas en obedécelos y seguiros! El tumulto aturde, el mal ejemplo seduce, la vida blanda enerva. Los prelestos especiosos de los negocios, de las dificultades, de la edad, del estado, de la cualidad, hacen diferir la conversión, y esla dilación, hace que se desvanezcan los mejores deseos. ¡Oh, y cuánto importa el estar atentos para escuchar la voz del cielo! Pero ¿de qué sirve oírla, si no somos dóciles á ella? Haced, Señor, que yo comprenda tan bien el precio y el mérito de este don inestimable de la gracia, que no pierda jamás ninguna por mi indocilidad. pesado, leyendo aquel libro de piedad; en aquel sermón, JACULATOIUAS.—Señor, dadme de esla agua viva que en aquella enfermedad ; todas estas sanias inspiraciones, salta bástala vida eterna. (Joan. 4.) todos estos piadosos movimientos interiores que hemos tenido, pero que no hemos escuchado, que no hemos seguido, son otras tantas gracias que hemos perdido. ¡ Qué pérdida, Si, Dios mió, yo reconozco que por vuestra gracia soy lo que soy, y espero do vuestra misericordia que podré decir que no se me ha dado en vano. (l. Cor. 15.) buen Dios! ¿y quién es el que se resiente de ella? PI NTO SEGUNDO.—Considera qué desgracia hubiera sido para la Samarilana y para lodos los de la ciudad que creyeron en Jesucristo, si no hubiese ido á buscar agua á la hora en que el Salvador habia concebido el designio de ilustrarla, convertirla ó instruirla ; ó si habiendo ido, no hubiese querido escuchar 11 que no la hablaba, sino para PROPÓSITOS. 1 Haceos cargo en este dia de cuánto precio es la gracia; puede decirse que la menor no tiene precio; estimadla como es debido; pedidla todos los dias al Señor con fervor; recibidla con reconocimiento, y no temáis nada tanto como el dejar de ser líeles á lasque recibís. Aunque las

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convertirla. Si habiéndolo escuchado, le hubiese <strong>de</strong>jado<br />

MEDITACION.<br />

De la gráci l.<br />

PUNTO PRIMEKO.—Consi<strong>de</strong>ra que la gracin, es aquella<br />

agua viva que salta hasla la vida elerna; la única que pue<strong>de</strong><br />

bruscamente sin haber querido rendirse á las solicitaciones<br />

interiores <strong>de</strong> la gracia. Qué <strong>de</strong>sgracia para tantos<br />

gran<strong>de</strong>s santo?, si no se hubiesen rendido dóciles á la voz<br />

interior que les llamaba, los unos á la soledad, los oíros<br />

apagar nuestra sed en esta. ¡ Diclioso el que conoce su | al claustro; estos á romper aquel comercio, aquellos á<br />

iiíérito y su precio ! ¡ Feliz el que sabe hacer buen uso <strong>de</strong><br />

ella! La gracia es el don <strong>de</strong> Dios por esceiencia; ella sobrepuja<br />

inünitamente á lodos los dones <strong>de</strong> la nalmaleza;<br />

sin ella nada po<strong>de</strong>mos, y con ella lo po<strong>de</strong>mos todo. Esla<br />

gracia es la que nos ilustra, nos atrae, nos peisaa<strong>de</strong>, nos<br />

convierte. Este es el don perfecto que nos viene <strong>de</strong> lo alto,<br />

y que <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Padre <strong>de</strong> las luces, que es don sobre<br />

todos los <strong>de</strong>más, don <strong>de</strong> los dones, que solo Jesucristo ha<br />

podido merecernos, y que recibimos déla misericordia infinita<br />

<strong>de</strong> Dios; don <strong>de</strong> Dios, que muy pocos conocen : por<br />

este don somos lodo lo que somos, como dice el apóstol,<br />

si somos acaso alguna cosa <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> Dios. Esta gracia<br />

es el precio <strong>de</strong> la sangre <strong>de</strong> un Hombre-Dios, i Comprendamos,<br />

sí es posible, lo que vale esla gracia ! y sin embargo,<br />

¡cosa estrafia ! este mismo don, por una ignorancia<br />

grosera, no le conocemos, y por una ingratitud todavía<br />

mas criminal, no hacemos diligencias para conocerlo.<br />

De aquí es, que con tanta frecuencia le recibimos en vano,<br />

y que lejos <strong>de</strong> servirnos <strong>de</strong> él par a glorificar á Dios, y<br />

para santificarnos á nosotros mismos, abusamos <strong>de</strong> él hasta<br />

perveilirnos á nosotros mismos, y <strong>de</strong>spreciar á Dios.<br />

Por esto nos dice Jesucristo como á la Samarilana: ¡ Si conocéis<br />

el don <strong>de</strong> Dios 1 ¡ O si conociésemos este don tan<br />

cscelenle, tan precioso, tan saludable! ¿lo <strong>de</strong>spreciariamo.s<br />

hasta el punió que lo hacemos ? Por mas precioso, por mas<br />

inestimable que sea este don, Dios lo da, Dios lo <strong>de</strong>rrama<br />

con una liberalidad asombrosa. Dios no solo nos hace<br />

participes <strong>de</strong>-este tesoro á los pies <strong>de</strong> los altares, en los<br />

dias <strong>de</strong> fiesta ó en el ejercicio <strong>de</strong> las buenas obras; en<br />

medio <strong>de</strong>l mundo mismo, en medio <strong>de</strong> nuestros estravios,<br />

hasta este país lejano , va la gracia á buscar al hijo pródigo,<br />

para volverle á traerá su padre. Aun cuando la gracia<br />

sea <strong>de</strong> un gran precio, Diosla <strong>de</strong>rrama con abundancia, y<br />

no la niega á nadie. Parece increíble, pero es sin embargo<br />

verdad; no solamente nos hacemos indignos <strong>de</strong> esle precioso<br />

don por nuestras infi<strong>de</strong>lida<strong>de</strong>s, sino que le rehusamos<br />

tenazmente cuando Dios nos lo da. Nos endurecemos<br />

contra sus mas fuertes impresiones, sufocamos sus piadosos<br />

movimientos, cerramos voluntariamente los ojos á<br />

su luz. Traigamos á la memoria aquel número prodigioso<br />

<strong>de</strong> gracias que hemos recibido, y cuyo efecto hemos estorbado.<br />

¡Cuántas inspiraciones sanias, cuántos buenos<br />

<strong>de</strong>seos, cuántos pensamientos saludables! A la vista <strong>de</strong><br />

aquella muerte imprevista, á la noticia <strong>de</strong> aquel acci<strong>de</strong>nte<br />

vencer tal pasión; lodos á trabajar sin dilación en el negocio<br />

<strong>de</strong> su salvación: ¿Que hubiera sido <strong>de</strong> estos héroes<br />

cristianos, <strong>de</strong> eslos-gran<strong>de</strong>s mo<strong>de</strong>los? Recor<strong>de</strong>mos <strong>de</strong> nuevo<br />

aquellos favores singulares <strong>de</strong> que Dios nos ha colmado,<br />

y que nosotros hemos mirado con tanta indiferencia,<br />

¡Qué <strong>de</strong> santas lecturas, hechas al parecer por casualidad,<br />

y sin embargo tan á propósito ! ¡ qué <strong>de</strong> encuentros<br />

felfees, imprevistos á la verdad, pero muy proporcionados<br />

al <strong>de</strong>signio que Dios tenia <strong>de</strong> convertirnos! ¡qué <strong>de</strong><br />

pequeños milagros, por <strong>de</strong>cirlo así, hechos en nuestro favor<br />

I una inspiración que uno ha tenido, una reflexión que<br />

ha hecho, una palabra que ha oido, han sido muchas veces<br />

la causa <strong>de</strong> una conversión perfecta. Si hemos tenido la<br />

felicidad <strong>de</strong> haber sido consagrados al servicio <strong>de</strong> Dios,<br />

examinemos lodo lo que ha pasado en nuestra vocación;<br />

consi<strong>de</strong>remos todas las circunstancias <strong>de</strong> ella, y admiremos<br />

con qué bondad, con qué sabiduría ha manejado Dios<br />

todas las cosas para nuestra salud. Convino mucho que<br />

nos hallásemos en tal tiempo con tales personas, y en tal<br />

ocasión; que los placeres <strong>de</strong>l mundo no hayan tenido ningún<br />

atractivo para nosotros en el tiempo en que naturalmente<br />

<strong>de</strong>bían hallarse en ellos mas embelesos ; que no nos<br />

hayamos <strong>de</strong>jado <strong>de</strong>slumhrar con cien oropeles que llaman<br />

la atención <strong>de</strong> tantos jóvenes ; que el amor mismo <strong>de</strong> bis<br />

parientes no hayan sido un lazo bastante fuerte para relenernos;<br />

que el torrente <strong>de</strong>l mal ejemplo no nos haya<br />

arrastrado; que la austeridad <strong>de</strong> una vida que nada lenia<br />

que no fuese chocante, no haya sido capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>sanimarnos;<br />

que hayamos tenido bastante generosidad para sobrepujar<br />

los mayores obstáculos; todo esto son oíros tantos<br />

efectos milagrosos déla gracia, i O Dios mió, qué importante<br />

es el ser dócil á la gracia y estar prontos para<br />

seguir vuestras inspiraciones ! ¡á cuántos llamáis que no<br />

oyen vuestra voz! ¡cuántas gentes son poco exactas en<br />

obedécelos y seguiros! El tumulto atur<strong>de</strong>, el mal ejemplo<br />

seduce, la vida blanda enerva. <strong>Los</strong> prelestos especiosos<br />

<strong>de</strong> los negocios, <strong>de</strong> las dificulta<strong>de</strong>s, <strong>de</strong> la edad, <strong>de</strong>l estado,<br />

<strong>de</strong> la cualidad, hacen diferir la conversión, y esla dilación,<br />

hace que se <strong>de</strong>svanezcan los mejores <strong>de</strong>seos. ¡Oh,<br />

y cuánto importa el estar atentos para escuchar la voz <strong>de</strong>l<br />

cielo! Pero ¿<strong>de</strong> qué sirve oírla, si no somos dóciles á ella?<br />

Haced, Señor, que yo comprenda tan bien el precio y<br />

el mérito <strong>de</strong> este don inestimable <strong>de</strong> la gracia, que no<br />

pierda jamás ninguna por mi indocilidad.<br />

pesado, leyendo aquel libro <strong>de</strong> piedad; en aquel sermón, JACULATOIUAS.—Señor, dadme <strong>de</strong> esla agua viva que<br />

en aquella enfermedad ; todas estas sanias inspiraciones, salta bástala vida eterna. (Joan. 4.)<br />

todos estos piadosos movimientos interiores que hemos tenido,<br />

pero que no hemos escuchado, que no hemos seguido,<br />

son otras tantas gracias que hemos perdido. ¡ Qué pérdida,<br />

Si, Dios mió, yo reconozco que por vuestra gracia soy<br />

lo que soy, y espero do vuestra misericordia que podré<br />

<strong>de</strong>cir que no se me ha dado en vano. (l. Cor. 15.)<br />

buen Dios! ¿y quién es el que se resiente <strong>de</strong> ella?<br />

PI NTO SEGUNDO.—Consi<strong>de</strong>ra qué <strong>de</strong>sgracia hubiera sido<br />

para la Samarilana y para lodos los <strong>de</strong> la ciudad que<br />

creyeron en Jesucristo, si no hubiese ido á buscar agua á<br />

la hora en que el Salvador habia concebido el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong><br />

ilustrarla, convertirla ó instruirla ; ó si habiendo ido, no<br />

hubiese querido escuchar 11 que no la hablaba, sino para<br />

PROPÓSITOS.<br />

1 Haceos cargo en este dia <strong>de</strong> cuánto precio es la gracia;<br />

pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse que la menor no tiene precio; estimadla<br />

como es <strong>de</strong>bido; pedidla todos los dias al Señor con fervor;<br />

recibidla con reconocimiento, y no temáis nada tanto<br />

como el <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser líeles á lasque recibís. Aunque las

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