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Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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hallaba aquella pobre viuda, viéndose á pun(o <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r<br />

sus dos hijos y verlos en una triste esclavitud; ella conocia<br />

á Eliseo, recurrió al siervo <strong>de</strong> Dios que era lodo su<br />

recurso. El profeta se movió á compasio:i. <strong>Los</strong> sanios son<br />

siempre sensibles á nueslros males y su caridad es s'muprc<br />

eíieaz. Ellos llenen crédito con su Señor, á quien nada<br />

cueslnn los miiagros, y nunca rehusan emplear su crédito<br />

en favor <strong>de</strong> los que les pi<strong>de</strong>n. Amigos seguros, protectores<br />

po<strong>de</strong>rosos, abogados <strong>de</strong>sinteresados, guías fieles, tales son<br />

los siervos <strong>de</strong> Dios; ¿y no merece esto que se ambiciono<br />

su protección y su benevolencia?<br />

El Evangelio <strong>de</strong> este dia es <strong>de</strong>l cap. 18 <strong>de</strong> san Mateo.<br />

la illo tempore: Dixit Jesús<br />

disripulis suis : Si peccaveritin<br />

te ¡núer íuus, va<strong>de</strong>,<br />

et corripe ew)i inler te et ipsum<br />

solum. Si te audierit,<br />

hicraius cris fralrem tuum.<br />

Si autem te, non auáierit ,<br />

adhibe tecum adhuc unnm vel<br />

duos, MÍ í'ii ore duorma vel<br />

Irium testium stet omne verbum.<br />

Qmd si non audieril<br />

eos, dic Ecdcsiai. Si aulem<br />

Ecctcsiam nori audierit, sit<br />

tihi sicul ethnicus el publica-<br />

En aquel tiempo dijo Jesús<br />

á sus discípulos : Si tu<br />

hermano le ofendiere, vé y<br />

corrígele á solas; si le oyere,<br />

habrás ganado á tu hermano.<br />

Mas si no le oyere,<br />

loma contigo una ó dos personas,<br />

á fin <strong>de</strong> que en el<br />

teslimonio <strong>de</strong> dos ó II'CJ testigos<br />

se apoye lodo lo que<br />

le has dicho. Mas si tampoco<br />

te oyere, dísolo á la iglesia.<br />

Si ni aun á ia Iglesia<br />

oyere, mírale como un parcas.<br />

Amen dico vobis, qim- gano y un pubücano. En<br />

cumque aUigavcrüis super<br />

tcrramí ermí ligala el in<br />

MBíO; et qawcumque solverilis<br />

super terram, erunt soluta et<br />

ift coció. Itcrum dico vobis,<br />

(juta si dúo ex vobis consenserint<br />

super terram, <strong>de</strong> om~<br />

ni re quamcimque pelierint,<br />

verdad os digo, que cualesquiera<br />

cosas que alareis sobre<br />

la tierra, serán aladas<br />

en el cielo ; y las que <strong>de</strong>salareis<br />

sobre la tierra,<br />

serán <strong>de</strong>saladas en el cielo.<br />

También os digo, que<br />

si dos <strong>de</strong> vosotros se confivt<br />

illis a Paire meo, qui in vinieren enlre sí sobre la<br />

(wHs esl. U'oi enim sunt dúo tierra , cualquiera que sea<br />

velices congregati in nomine<br />

la cosa que pidieien, seles<br />

meo, ibi sum in medio eo-<br />

conce<strong>de</strong>rá por mi Padre,<br />

fum. Tanc acce<strong>de</strong>nsPelrusad<br />

fum, dixil: Domine, quolics<br />

que está en el cielo; porque<br />

don<strong>de</strong> están dos ó tres congregados<br />

peccrihii in me ¡rater meus,<br />

en mi nombre,<br />

et dimittam ci ? usque srp- allí estoy yo en medio <strong>de</strong><br />

'«ffi? Dixit illi Jesús: Non ellos. Acercándose enlomvs<br />

dico tibi usque seplies; sed Pedro al Señor, le dijo:<br />

usque sepiiKigies seplies. ¿Señor, cuántas veces perdonaré<br />

á mi hermano que<br />

me Imhiere ofendido; hasta<br />

siete? Díjolc Jesús; No solo<br />

te digo hasta siete, sino hasta<br />

setenta veces siete.<br />

MEDITACION.<br />

Sobre la caridad cristiana.<br />

RBN»D9 imtoBRQ.—Consi<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> cuánía importancia es<br />

primer mandamiento <strong>de</strong> la ley; amarás al Señor Dios<br />

"y0 ron lodo tu corazón y con loda lu alma: el segundo<br />

lúe manda amar á so prójimo como á si mismo, es seiücjante<br />

al primero. Son dos mandamienlos, pero cuasi no<br />

TOMO IV,<br />

BE CUARESMA. 177<br />

es mas, por <strong>de</strong>cirlo así, que una sola cosa la que se manda,<br />

puesto que so ] ue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que el amor con que los<br />

cristianos se aman entre sí no es mas que una misma virtud<br />

y un mismo amor, que el amor con que Dios mismo<br />

quiere ser amado. Es una misma cosa laque amamos, ya<br />

que amemosá Dios, yaque amemos á nuestros.hermanos<br />

con toda caridad cristiana; porque no amamos masque<br />

á Dios en fnueslros hermanos, y porque no amamos á<br />

nueslros hermanos sino por Dios. ¡ Qué bueno es el Señor<br />

por haber unido tan eslrechameule estos dos mandamientos!<br />

Este es mi precepto, dice el salvador (Joan 2o.): que<br />

os améis mutuamenlo como yo os he amado. Este es el<br />

mándalo <strong>de</strong> nueslro buen Maestro, dice san Juan (Joan. 3),<br />

y si le cumplimos, lodo esíá hecho. La señal, dice el Hijo<br />

<strong>de</strong> Dios, por la que lodos conocerán que sois mis discípulos,<br />

es si os amáis muiuamente. (Joan. 23.) ¡Oh qué razón<br />

lan escelenlo para inclinarnos á amar á nueslros hermanos!<br />

¿Es necesario que se nos proponga otro mo'ivo? Es<br />

el precepto singular y favorito <strong>de</strong> Jesucristo; es la señal<br />

por la que se conocen sus discípulos; es lo que po<strong>de</strong>mos<br />

hacer mas agradable á Jesucrisfo.<br />

¡ Qué error el pensar que se ama á Dios, si no se ama al<br />

prójimo! Aun cuando no hubiera masque una sola persona<br />

en el mundo á quien no amásemos como á nosolrcs<br />

mismos, nos lisonjearíamos en vano <strong>de</strong> que amábamos á<br />

Dios. Devoción falsa, amor <strong>de</strong> Dios imaginario, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> qi e<br />

hay n él la menor envidia, la menor aspereza, la mas<br />

lijera aversión en el corazón: ¿cuál será, pues, la suerte<br />

<strong>de</strong> aquellos que retienen la hacienda ajena, ó que se<br />

complacen en <strong>de</strong>nigrar la reputación <strong>de</strong> sus hermanos?<br />

¿Qué <strong>de</strong>ben esperar aquellos corazones malignos, aquellos<br />

espíritus acres, que para cohonestar su venganza, ó al<br />

ménos su envidia, ó alguna otra pasión, preten<strong>de</strong>n no<br />

aborrecer mas que los <strong>de</strong>fectos <strong>de</strong>l otro, y quieren hacer<br />

un mérito <strong>de</strong> la malignidad <strong>de</strong> su falso zelo?<br />

La caridad cristiana ignora estos caprichosos ro<strong>de</strong>os.<br />

Es propio <strong>de</strong> los insectos venenosos el apegarse á las llagas;<br />

la caridad no percibe mas que las virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> sus<br />

hermanos; escusa, inlerprela en buena parle hasta sus<br />

<strong>de</strong>fectos.<br />

¡Ah, Señor! ¡qué poco me caracteriza á mí la señal<br />

quecaracleriza a vuestros hijos! ¡ y cuáo sensiblemente<br />

prueba lo poco (¡ue os he amado, la poca caridad que he<br />

tenido hasta aquí con mi prójimo!<br />

PUNTO SEGUNDO.—Consi<strong>de</strong>ra (¡ue clamor <strong>de</strong> Dios está tan<br />

ligado con el amor <strong>de</strong>l prójimo, que no pue<strong>de</strong> subsistir sin<br />

esta caridad fraterna. «Si alguno dice que ama á Dios,»<br />

dice el discípulo amado, «y no ama á su hermano, míente.»<br />

Pero ¿cuál <strong>de</strong>be ser la medida, y por <strong>de</strong>cirlo así, el<br />

mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> esta caridad? es el amor que nos ienomos á<br />

nosotros mismos. ¡Ah, Señor, qué pocos hay en el mundo<br />

que tengan caridad!<br />

Consi<strong>de</strong>remos todas las cualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> nuestro amor propio:<br />

qué atención para buscar uno sus comodida<strong>de</strong>s, para<br />

apartar lodo lo que pueda entrisleeer, lodo lo que pueda<br />

dañar; qué ingenioso para ocultar, para disimular sus <strong>de</strong>fectos;<br />

qué pronto para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r sus inlerosos; qué ardor<br />

para procurarse todas las ventajas: el amor propio<br />

es el mayor <strong>de</strong> todos los lisonjeros; escusa hasta las imperfecciones<br />

mas groseras, aprueba todo lo que lisonjea.<br />

¿ Conocemos por estas señas el amor que tenemos á nues.-<br />

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