Tomo Cuatro Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-
es oslo secreto! ¡cuím escondido está cslc tesoro á los sabios do! siglol Pero se conocerá en la mnerle, se sabrá por toda la eternidad, cuán precioso era este tesoro, cuán estimable era esto Nocrelo. Dadme una alma ilustrada con las luces de la fé, dadme un corazón que ame á Dios, decia san Agustín, y él onlemlerá lo (¡ue yo digo , conocerá esta verdad y gustará maravillosamente esta doctrina. ¡AJi Señor,y cuándo seré yo de este número! ¿Me contentaré no mas que con coníesar estas ver dades, aplaudir osfas rellexioncs, 110 csüniai'¡a-adversidades mas que en los otros? ¿ Acaso no quiero yoser del número de vuesd es discípulosV ¿Y cómo ser discípulo vuestro si no se lleva la cruz, si no so ama la cruz, si no está uno unido toda su vida á la cruz? Goncededme, Señor, este amor de la cruz, y bacedme fastidioso, insípido cualquiera otro gusto que el de la cruz. Dadme vuestro amor , y yo amaré la cruz. JACüLAToaus.—Sí, Salvador mío Jesucristo; yo me complazco en mis enfermedades , en las adversidades, en las persecuciones, en los estreñios disgustos que sufro por vos. ( 2. Cor. 12. ) Esté yo de continuo cerca de vos y en vuestra presencia , y después de esto que cualquiera se arme contra mí. (Job. 17.) TROPOSITOS. DE CUARESMA 1 No bay nadie que no tenga su cruz. Las espinas nacen en toda1; parles, son de todas l
JCEVES SEGUNDO (h) ellos, los grabaljnn sobre los ostrümcs tic sus aliares profanos, á ejemplo de los paganos, á fm de que nadie pudiese ignorarlos. Ni aun trataban do disimular su idolatría con el temor, ni encubrirla con la vergüenza: se gloriaban de ella; era pública y declarada; procuraban en algnn modo que sn maldad pasase á la posteridad por medio de iuscripcioues: susbijos, dice el rrofola, lian impreso en su memoria sus altares, sus grandes bosques consagrados á las divinidades paganas. Esto es lo que irritó tanio la ira do Dios contra ellos, lié aquí lo que dice el Seíior, esclama: Maldito es el bombre que pone su confiaoza en el bombre. Esas medidas tan bien lomadas, esos resortes tan bien montados, esos apoyos manejados con tanto aríiücio, son fundamentos sobre arena. En vano tom.iis esas precauciones, dice el Profeta, que os sugiere la prudencia de la carne; á Dios es á quien se ha de recurrir : en su auxilio es en el que habéis de poner vuestra confianza. Mudad de conducta, apaciguad su ira, y no temáis, si lo baccis así, á vuestros enemigos. Todo bombre, añade, que se apoya en un brazo de carne, y cuyo corazón se reiira del Señor, será semejante al tamariz que e;tá en el desierto; y permanecerá en el desierto, en la sequedad, en un terreno lleno de sal y donde no so puede babitar. El tamariz salvaje, de que habla aquí Jeremías, tiene siempre un verde pálido, y por mucha agua que le caiga eslá siempre seco. Leño inútil, fruto que no es bueno para nada; tal es la prudencia de la carne, tales son los frutos de la industria humana sola. Mucha sal en esas obras del tálenlo, en esas medidas tomadas con tanto arte, en esas precauciones, en esas prolecciones tan bien manejadas: tamariz salvaje, arbusto desnudo, leñoimitil, tierra llenado nitro, de una esterilidad eterna; al paso que aquel que pone toda su confianza on Dios es dichoso. Este se parece á un árbol fructuoso, plantado en un terreno cscclenle, regado continuamente con aguas vivas; que no teme ni la sequedad ni la escarcha, cuyas hojas no pierden jamás el verde de primavera, y cuyos frutos son de una dulzura esquisita. Pocos corazones hay que no estén corrompidos, almenando el disimulo los encubra; pero jo, dice el Señor, soy el que profundiza los corazones, el que desenvuelve todos sus pliegues, el que corre el veloá todos sus misterios. Yo no me dejo deslumhrar por las eslerioridades engañosas é imponentes; conozco todos los rodeos y todos los arlilicios de una política refinada: así que, no recompensaré mas que la verdadera virtud y el verdadero mérito; y en las obras mas plausibles no atenderé mas que al motivo que las produce. Desde el octavo siglo ha sido el Evangelio do oslo jueves la historia del mal rico y del pobre Lázaro, llabia un hombre rico, decía el Salvador á sus discípulos, que vesfia de escarlata y de finísimo lienzo , que n :da negaba á sus sentidos, que tenia lodos los dias una mesa espléndida, sin perdonar cosa alguna para sus placeres, y pasando una vida deliciosamente. llabia al mismo tiempo un pobre llamado Lázaro, cubierto por todas parles de úlceras, que estaba tendido á la puerta del rico pidiendo las migajas tpie caian de su mesa, creyéndose dichoso si hubiese podido obtener este socorro tan débil para apaciguar su hambre, y mas bien para retardar su muerte que para sostener su vida ; poro no habia ninguno (pie quisiese hacerle este pequeño servicio, mientras que los perros estaban abundantemente mantenidos en una casa ca donde reinaban la suntuosidad y la abundancia. El ünicoconsuelo que recibía este pobre en su eslrema miseria, era do aquellos viles animales que se acercaban alguna vez á él y le lamían sus llagas, Es chocante el contraslo que bacen estas dos condiciones tan opuestas: ¡qué diferencia entre oslas dos vidas ! mas al lin, la muerte vino muy pronto á terminar las delicias de la una y las miserias de la otra; pero ¡qué diferencia desuertel Lázaro muero en su pobreza ; pero su muerto es preciosa á los ojos de Dios, y los ángeles llevan su alma á aquel lugar do paz y de alegría, adonde las almas santas, libres do las aladuras del cuerpo y exentas do toda miseria, reposan con Abraham, como los hijos entre los brazos y en el seno de sn padre. ¿Y no se creería Lázaro catre las manos de los ángeles, y seguro do su felicidad oleí na, bien pagado de todo lo que habia sufrido? ¿Hubiese él entonces querido haber sido dichoso en la tierra, y ser condenado? El rico no le sobrevivió mucho tiempo. La muerte vino en medio de sus dias mas lloridos á concluir aquella vida tan deliciosa. Muere el rico. Aquel cuerpo tan acostumbrado á los placeres, alimentado en el lujo y en la molicie, es dado como presa á la podredumbre y á los gusanos, al mismo tiempo que el alma, hasta entonces esclava de los sentidos y del cuerpo, es precipitada en el infierno ¡para ser eternamente presa de las llamas. ¡Qué sorpresa! pero ¡qué rabia y qué desesperación, pasar en un momento de la prosperidad mas bríllaiite, del oslado mas floreciente, de la región do las delicias á la región de las tinieblas y del llanto, al centro de la desolación, á los fuegos eternos, á la estancia de lodos les suplicios! Desde lo profundo do los infiernos, aquel desgraciado vió en espíritu al patriarca Abraham, y á Lázaro que brillaba como el sol, al lado de este patriarca. Este espectáculo redoblo sus penas y su desesperación. En medio de la fuerza do sus tormentos se dirigió á Abraham, y con gritos lamentables, hijos del dolor mas vivo y de la desolación mas cruel, le hizo esla súplica : Padre Abraham, que me veis on este lastimoso estado, tened compasión d e mí, y enviadme á Lázaro, á fm de que mojando la punta do su dedo en agua, me deje caer una gota en la lengua que tengo penetrada toda de fuego. No neguéis oslo pequeño consuelo á un desgraciado que en medio de estas llamas crueles sufre dolores inconcebibles. Sedesprecian los pobres en esto mundo ; apenas hay quien so digno lijar en ellos la vista ; un rico creería deshonrarse si se detuviese á conversación con un pobre; en la otra vida los que fueron mas dichosos en el siglo mendigan sus sufragios, piden sus ruegos, envidian su fortuna, y querrian estaren lugar do aquellos á quienes han despreciado tanto. Hijo mió, le dijo Abraham, acuérdate que mientras has vivido has disfrutado del placer, y que por el contrario Lázüro ha estado siempre sufriendo. Ahora se ha cambiado esta escena : una alegría que nada puedo alterar, una felicidad llena, pura y satisfactoria, es el patrimonio de e. le pobre que has despreciado con tanta dureza ; y el tuyo es la reunión do todos los tormentos imaginables, sin que tongas que esperar jamás do él el menor consuelo. INohay comercio alguno do caridad entre los elegidos y-los reprobes ; toda comunicación les está entredicha. Vosoiros ardéis y arderéis para siempre , sin que nunca recibáis el menor refrigerio. A lo menos, replicó el rico iiet^raciado, os suplico (piole enviéis á la casa de mi pa- dre para que avise á mis cinco hermanos del deplorable
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luces <strong>de</strong> la fé, dadme un corazón que ame á Dios, <strong>de</strong>cia<br />
san Agustín, y él onlemlerá lo (¡ue yo digo , conocerá esta<br />
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¡AJi Señor,y cuándo seré yo <strong>de</strong> este número! ¿Me contentaré<br />
no mas que con coníesar estas ver da<strong>de</strong>s, aplaudir<br />
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discípulosV ¿Y cómo ser discípulo vuestro si no se lleva la<br />
cruz, si no so ama la cruz, si no está uno unido toda su vida<br />
á la cruz? Gonce<strong>de</strong>dme, Señor, este amor <strong>de</strong> la cruz, y<br />
bacedme fastidioso, insípido cualquiera otro gusto que el<br />
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JACüLAToaus.—Sí, Salvador mío Jesucristo; yo me complazco<br />
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persecuciones, en los estreñios disgustos que sufro por vos.<br />
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Esté yo <strong>de</strong> continuo cerca <strong>de</strong> vos y en vuestra presencia<br />
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