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LINARES CARDOZO EL CACIQUE A 4

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

<strong>LINARES</strong> <strong>CARDOZO</strong><br />

“El Cacique”<br />

Sonoridades de un río insondable<br />

Horacio Martinez<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

<strong>LINARES</strong> <strong>CARDOZO</strong><br />

“El Cacique”<br />

Sonoridades de un río insondable…<br />

El hombre y su obra: Cada carrero… cada silbo del monte<br />

… cada silencio costero… le fue marcando la huella…<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

El libro “Linares Cardozo, El Cacique. Sonoridades de un río insondable”, es el último trabajo de Horacio “Chino”<br />

Martínez. Artista de nuestra tierra, paceño de corazón y alma, investigador y escritor. Se trata de un capítulo más<br />

en su extenso aporte a la cultura, la historia y la identidad entrerriana.<br />

Rubén Manuel Martínez Solís, Linares Cardozo, “penetra con respetuoso empeño en el folclore entrerriano y<br />

argentino, mas no para ofrecernos una copla impersonal, estática, de su amor por el pago”, sostiene Martínez en<br />

una justa síntesis.<br />

“Él lo recrea, lo renueva, lo estiliza, lo perfecciona y le imprime el sello de esa sapiencia ganada tantos años de<br />

recorrer almas y sufrimientos, oficios y caminos”, continúa el autor en las páginas introductorias, ofreciendo una<br />

breve pero suficiente semblanza del espíritu que caracterizó a don Linares.<br />

“En el horizonte entrerriano, Linares, se yergue como un resplandor de un árbol eterno, de un arroyito que<br />

junta todos los misterios; del río que corre indefinidamente contando el milagro del hombre de nuestra tierra”,<br />

ilustra.<br />

Por todo ello “escribir un estudio introductorio sobre la vida y la obra de un cultor popular de la talla de don<br />

Linares Cardozo resulta ser una tarea casi imposible”, sostiene Martínez y advierte que el suyo es “un camino<br />

incompleto, parcial”<br />

La obra que desde esta Cámara queremos destacar se circunscribe a una parte de la labor poética, musical,<br />

testimonial de Don Linares, caracterizada por una búsqueda permanente de la identidad entrerriana. Creemos,<br />

como sostiene el autor, que “Linares fue uno de los<br />

grandes investigadores y hacedores del lenguaje poético y musical de nuestra provincia”.<br />

A lo largo de sus páginas, el libro de Martínez recorre las distintas facetas de la vida y la obra de don Linares.<br />

Sus paisajes, el arroyo y el río, sus músicos y poetas amigos, sus preguntas fundamentales. Y todo ello hilvanado<br />

con fragmentos de sus poemas y canciones. También es de notar el capítulo en el que el autor plasma las fuentes<br />

consultadas para la realización del trabajo, lo que da cuenta de la profunda tarea investigativa que ha llevado a<br />

cabo Horacio Martínez.<br />

Por todo ello, Señor Presidente, quiero solicitar a los y las Diputados y Diputadas de Entre Ríos que me<br />

acompañen en esta iniciativa.<br />

Información General - Asunto PROYECTO DE DECLARACIÓN<br />

Cámara Origen DIPUTADOS<br />

Síntesis PROYECTO DE DECLARACIÓN: DE INTERÉS <strong>EL</strong> LIBRO “<strong>LINARES</strong> <strong>CARDOZO</strong>, <strong>EL</strong> <strong>CACIQUE</strong>. SONORIDADES DE<br />

UN RÍO INSONDABLE” D<strong>EL</strong> ARTISTA E INVESTIGADOR ENTRERRIANO, HORACIO “CHINO” MARTÍNEZ.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Temas: LIBRO - Autores: BÁEZ PEDRO ÁNG<strong>EL</strong><br />

Coautores: VIOLA MARÍA ALEJANDRA | OSUNA GUSTAVO ALFREDO<br />

TRATAMIENTO EN CÁMARA DE DIPUTADOS<br />

Observaciones: NUMERO DE INGRESO: 2899<br />

29 / 03 / 2017<br />

SANCIÓN<br />

Observaciones: DECLARACIÓN Nº4. TRATÁNDOSE SOBRE TABLAS ES APROBADA EN GENERAL Y EN PARTICULAR.<br />

SE REMITE COPIA AL SR HORACIO "CHINO" MARTINEZ CON NOTA Nº 322 HCD DE FECHA 03/04/2017. PASA AL<br />

ARCHIVO.<br />

Índice: INGRESO pag.49 | SOBRE TABLAS pag.180 | CONSIDERACIÓN pag.190 | SANCIONADO pag.191.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

1. PRÓLOGO<br />

______________________________<br />

La valía de un artista no siempre puede medirse por su popularidad. Esta puede ser momentánea y engañosa.<br />

No es ése, seguramente, el caso de don Linares Cardozo.<br />

Linares penetra con respetuoso empeño en el folclore entrerriano y argentino, mas no para ofrecernos una<br />

copia impersonal, estática, de su amor por el pago. Él lo recrea, lo renueva, lo estiliza, lo perfecciona y le imprime<br />

el sello de esa sapiencia ganada en tantos años de recorrer almas, sentimientos, caminos y sufrimientos; y conocer<br />

los duros oficios del hombre entrerriano, bueno, sano, esperanzado, luchador.<br />

Frente a tanto folclorista trasnochado que padece el país, a tanto fraude que se encarniza con la expresión<br />

nativa, a la reaccionaria y deliberada deformación que se comete contra nuestro arte folclórico, se alza vigorosamente<br />

la labor tenaz, profunda, sincera, fervorosa y austera de Linares Cardozo.<br />

Recuerdos de la infancia y de la juventud vividas a orillas de su arroyito que nunca olvidaría, la evocación de la<br />

madre buena y el padre sabio, de aquellos peones del campo de su tío que le enseñaron a conocer los montes y<br />

los arroyos, lo llevó a valorar y a lograr una profunda definición estética; todo eso se vuelca después en los hermosos<br />

y profundos temas que aborda Linares en su vasta obra. Todo eso fue la demarcación precisa de un camino y<br />

de una búsqueda constante a lo largo de toda su vida. Fueron los senderos luminosos, y también aquellos de la<br />

inquietud y el desvelo. Ahora, la historia musical entrerriana los guarda no para el olvido sino para la revelación.<br />

Y a cada instante encontramos en sus coplas y en su música al viajero dispuesto con su lámpara encendida; no<br />

es el viajero de la mirada admirativa, el de la preocupación estética o el analista intelectual. La mirada de este<br />

viajero que ha encendido caminos en la noche, es la de un hombre de fe, fe en su tierra y en su gente humilde, en<br />

su historia y en sus recuerdos, por eso, la luz que tienen sus canciones no se apagará nunca, siempre encontrará<br />

las guitarras y las voces de cientos de cantores que seguirán su huella. Y así, nunca se perderá su voz en los caminos<br />

de la noche.<br />

En el horizonte entrerriano, Linares, se yergue como un resplandor de un árbol eterno, de un arroyito viajero<br />

que junta todos los misterios; del río que corre indefinidamente contando el milagro del hombre de nuestra tierra.<br />

La intención de este Ensayo, ha sido ir más allá de la belleza o de la lírica de la obra de don Linares, para mostrar<br />

a los que se han quedado sólo con eso, el verdadero, único significado de la obra de este gran cultor entrerriano:<br />

Linares Cardozo, “El Cacique”.<br />

Pescador de río bravo,<br />

viento sur y correntada,<br />

así eran esas coplas<br />

que don Linares cantaba.<br />

Compartió la mesa austera<br />

la del pan endurecido,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

por eso a veces su copla<br />

es un canto entristecido.<br />

“Mi corazón guitarrero<br />

en un abrazo lo ofrezco,<br />

con el amigo costero<br />

yo me marchito y florezco”.<br />

Pescador de río dulce<br />

hombre sabio, espinelero,<br />

le va guardando su pena<br />

la inmensidad del estero.<br />

Por eso le cantó tanto<br />

su corazón cancionero,<br />

fue guardando en su guitarra<br />

las penitas del costero.<br />

A veces fue viento fuerte,<br />

grito libre, jornalero:<br />

-esta lonja no se da,<br />

ni se vende, compañero-<br />

En un cielo ribereño<br />

va la luna lastimada,<br />

llora la copla perdida,<br />

le está faltando guitarra.<br />

Lo vi tristón esta tarde,<br />

cansado al espinelero,<br />

le dio una lágrima al río<br />

por ese adiós de febrero. (Martinez, 2016, Inédito)<br />

Horacio “Chino” Martinez<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

2. NOTA INTRODUCTORIA<br />

________________________________________<br />

Linares Cardozo (Fotografía: Blog Horacio Martinez)<br />

Escribir un estudio introductorio sobre la vida y la obra de un cultor popular de la talla de don Linares Cardozo<br />

resulta ser una tarea casi imposible. De ahí que necesariamente todo intento de esta naturaleza termina siendo<br />

siempre un camino incompleto, parcial. Estos seres elegidos tienen una capacidad, una existencia creativa tan amplia,<br />

tan profunda que es muy difícil abarcarla en su totalidad.<br />

El presente estudio se circunscribe a una parte de la labor poética, musical, testimonial de Rubén Manuel<br />

Martinez Solís, Linares Cardozo; y pretende mostrar a los lectores solo algunos aspectos de su vasta producción,<br />

de su búsqueda incansable de la identidad entrerriana; matices encontrados en la lectura de sus obras y en el<br />

regalo inmensurable que me dio la vida de haber gozado de encuentros y charlas que llenaron mi alma de un enorme<br />

amor a la comarca, a su gente, a su tradición. Durante su fructífera existencia y aún después de su muerte; la<br />

figura y sobre todo sus obras han tomado una dimensión que traspasa los límites de la patria chica y de nuestro<br />

país; su búsqueda, su rescate, su música, su poesía, se constituyen en los pilares fundamentales del cancionero<br />

litoraleño y argentino. Humildes trabajos como éste, pretenden sencillamente, contribuir a esa tarea.<br />

Linares fue uno de los grandes investigadores y hacedores del lenguaje poético y musical de nuestra provincia,<br />

eso es una verdad innegable y cuando nos acercamos a su poesía nos quedamos deslumbrados por su colorido y<br />

su ritmo, por tanta imagen sonora y sutileza del movimiento, ante la presencia palpable del paisaje entrerriano, y<br />

en ese paisaje, el hombre.<br />

La búsqueda de la belleza, de la autenticidad está dentro de los principales elementos de su poética y fue el<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

norte de su vasta producción musical y literaria. El poeta mismo en sus innumerables obras parece advertirnos<br />

que toda su vida ha sido una incansable averiguación de la identidad de nuestra tierra, de sus colores, de sus<br />

olores, de sus costumbres, de aquellas pequeñas y grandes cosas que conforman el ser entrerriano.<br />

La función del poeta es armonizar lo infinito con lo mundano; mostrar esa magia oculta que subyace en todo<br />

lo que nos rodea, hasta en los seres y cosas más insignificantes y que a veces, por falta de momentos o estados<br />

propicios para la reflexión en la vorágine de nuestras preocupaciones y ocupaciones diarias, no solemos captar.<br />

(Cardozo, 1985, p.2).<br />

Para esto cuenta con un instrumental poético, musical capaz de develar los recónditos misterios y las inefables<br />

bellezas de nuestro universo comarcano, ellos son: la metáfora, la descripción y el símbolo, instrumentos perfectamente<br />

manejados por el trovador paceño. Él sabía recordar en sus charlas las palabras de Rubén Darío cuando<br />

decía: El don del arte es un don superior que permite entrar en lo desconocido de antes y en lo ignorado de después,<br />

en el ambiente del ensueño o de la meditación. Hay una música ideal como hay una música verbal. No hay escuelas;<br />

hay poetas. El verdadero artista halla la belleza bajo todas las formas. (Cardozo, 1985, p. 2).<br />

Podemos decir sin temor a equivocarnos que, Don Linares es uno de nuestros más grandes poetas, músicos,<br />

investigadores y, en nuestra patria chica, su nombre divide la historia musical en un "antes" y un "después". Pero<br />

no sólo fue un maestro del ritmo. Con gusto y elegancia incomparables poetizó el gozo de nacer y sentirse entrerriano.<br />

Y es que, el cantor paceño, poseía un gran sentido musical que le permitió el ensayo con toda clase de<br />

versos y de ritmos.<br />

Sus combinaciones métricas y cambios de acentuación, sus rimas interiores, su prosa rítmica, constituyeron<br />

grandes obras que llevaron nuestra música y nuestro canto hacia nuevas potencialidades. Linares fue un ser inquieto,<br />

buscador, transido de amor por su tierra y su gente. Fue una persona ansiosa desde su niñez por aprender<br />

y difundir las bellezas de su entorno mágico a orillas del Cabayú Cuatiá en su La Paz natal. Ya muchachuelo, asumió<br />

su papel de poeta y músico con la conciencia de dar a conocer toda esa riqueza que estaba acumulada en su<br />

corazón de hombre del interior, y entonces contrajo la tarea de ser simplemente un mensajero de la poesía y de<br />

la música y llevar su recado esperanzado a ese mundo que muchas veces agonizaba embestido por la tristeza<br />

y el desconcierto.<br />

La obra de Linares Cardozo tiene muchas aristas donde trabajar. Sus letras están puestas en temas tan profundos,<br />

con esa marca introspectiva que le impuso Linares: la soledad, el silencio, la guitarra, el hombre, el monte, el<br />

río, y eso ya lo transforma en alguien absolutamente interesante para abordar sus ideas y sus creaciones. Es<br />

apasionante, además, el recorrido que emprendió en su vida, habló desde su propia tierra, mirando hacia su lugar<br />

de origen, cantando las penas y alegrías de su gente y contando el paisaje comarcano.<br />

Dedicó gran parte de su existencia a recorrer parajes. Hablando con los habitantes de cada pueblo, que luego<br />

manifestó en sus canciones, fuertemente marcadas por lo paisajístico y humano. Introducirse en sus obras, revelar<br />

sus sentires en sus poesías, en su música, es descubrirse a uno mismo.<br />

Dijo una vez el gran poeta salteño Ariel Petroccelli hablando de Linares en la década del `70: Si los jóvenes<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

quieren conocer Historia Antigua, no pueden saltearse el capítulo dedicado a los griegos… Bueno, si alguien quiere<br />

comprender la historia del folclore argentino, no puede desconocer la obra de Linares Cardozo, puntal del cancionero<br />

de nuestra patria. Si no la conoce, “le van a faltar cinco para el peso”. (Córdoba, 1972, p. 19). Por esto que<br />

expresaba este gran poeta salteño y por mucho más, es necesario recordar a Linares en el doble sentido de la<br />

expresión: traerlo a la memoria, pero también despertarlo.<br />

Recordar a Linares cantándolo, analizando y conociendo su obra. Despertar a Linares para seguir siendo sensibles<br />

a una concepción de la canción abrazada a nuestra verdadera historia de entrerrianos y argentinos. A este<br />

hombre que tanta conciencia supo despertar en nuestra provincia y en el país, lo despertaremos a menudo para<br />

preguntarle por la justicia, por la belleza, por la soledad.<br />

Don Linares Cardozo es un referente fundamental para la construcción de nuestra identidad porque ha dado<br />

“testimonio” desde su andar por nuestra patria, desde su condición de investigador, desde su canto que reflexiona<br />

sobre la tierra, la naturaleza, el trabajo, la justicia, la libertad y muchas otras cuestiones. Como pocos, él ha sabido<br />

tratar, con la autenticidad que brota de la vivencia, los grandes temas que desvelan a la condición humana y que<br />

habitan en el corazón del hombre.<br />

Un día fui la madera, raíz desesperada,<br />

hundida en el silencio de un desierto sin agua.<br />

Después fui un caracol quién sabe dónde.<br />

Y los ríos me dieron su primera palabra.<br />

Yo no estudio las cosas ni pretendo entenderlas.<br />

Las reconozco, es cierto,<br />

pues antes, mucho antes, viví en ellas.<br />

Converso con las hojas en medio de los montes<br />

y me dan sus mensajes las raíces secretas.<br />

Y se mezcla mi canto con los trinos alados.<br />

Y así voy por el mundo, sin edad ni destino,<br />

al amparo de un cielo provinciano que camina conmigo.<br />

Amo la luz, y el río, y el silencio y la estrella,<br />

la arena y las barrancas.<br />

Y florezco en guitarras porque fui la madera. (Yupanqui, 1967).<br />

La guitarra, con sus alas bien abiertas<br />

por un cielo ribereño se me va...<br />

Se acopla a ese río milenario,<br />

le suma sus acordes al cantar.<br />

Y las nubes de este cielo lapaceño<br />

nos dibujan esa estampa del cantor,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

que ha partido en febrero a las estrellas<br />

dejando entre las madres su canción.<br />

Y ese canto es tibieza fogonera,<br />

es abrazo de un hermano,<br />

entrerriano, litoral,<br />

cogollito de ternura trae el canto<br />

que repite incesante el Paraná.<br />

Se hace trino de un zorzal en la mañana<br />

y en la siesta de chicharras, un clamor,<br />

entrerriana y costera, la guitarra,<br />

nos devuelve las coplas del cantor. (Martinez, 2014, p. 47)<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

3. DESTINO DE CANTOR<br />

________________________________________<br />

“Guitarrero” (Dibujo de: Y. D. Koos)<br />

3.1 La guitarra<br />

Acaso cuando el cielo abrazador de enero<br />

se desangre en la costa de mi pago costero,<br />

yo recoja ese llanto ancestral en el tiempo<br />

y lo deje en tus manos tan tibias, guitarrero.<br />

Acaso cuando el río descienda desbocado<br />

y sea para el hombre doloroso cordaje,<br />

yo buscaré tus manos, mi viejo guitarrero,<br />

y en alguna milonga darás paz al paisaje.<br />

Encontraré en tus notas obstinación de pájaros<br />

que apenas baja el agua reconstruyen sus nidos,<br />

así como hace el hombre, mi costero curtido,<br />

lo he visto triste a veces, pero nunca vencido.<br />

Guitarrero, te pido, cuéntanos de su vida,<br />

busca en el rescoldo para encender su historia,<br />

si quieres yo te ofrezco hasta mis manos secas<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

y mi voz, y un poema, que escribí en su memoria.<br />

Acaso alguna tarde entre el humo y el viento,<br />

me encuentre con tus uñas mi viejo guitarrero<br />

y en el llanto del sauce o en el rumor del río<br />

escuches esas coplas que nombran al costero. (Martinez, p. 21, 2014).<br />

En un tiempo, antes de ser una guitarra, antes de que la madera fuera ahuecada, la guitarra fue simplemente<br />

un trozo de un árbol. Integró el cuerpo de un árbol determinado, un abeto azul, un jacarandá. Y ese árbol no<br />

era solitario, no estaba solo en una colina, sino que formaba parte de una pequeña selva, de eso que llamamos<br />

monte. Y ahí ese árbol era vecino de otros de todo tipo y especie, de hojas perecederas o no perecederas, de<br />

madera dura o madera blanda, de madera que absorbe la humedad o de madera que la conserva. Ahí vivía la<br />

guitarra antes de ser guitarra. Y ese pedazo de madera integrante de la selva tiene que haber recibido un gorjeo<br />

de algún ave al atardecer, o al amanecer, o al mediodía. De toda clase de pájaros a toda hora del día. Toda la<br />

selva recibió el cántico de pájaros a lo largo de los años, de pájaros que han cantado con frío en invierno, con<br />

sol, con siestas, con sustos, con coraje y en primavera con amor, con polluelos, con hijos o sin hijos. El cántico<br />

del ave ha sido siempre el elemento. Y a la madera sensible se le ha penetrado ese cántico. Alguna vez el hacharon,<br />

alguna vez se cayó y la usaron, la ahuecaron, la pusieron a templar como tabla y alguna vez la formaron.<br />

Pero es una madera llena de infinitas vibraciones y de qué vibraciones: miles de horas de canto de pájaros. Y<br />

así se formó la guitarra. (Yupanqui, 2008).<br />

Los sonidos de una guitarra rondaron mi cuna desde pequeño. Desde las horas tempranas de mi nacimiento<br />

acompañando las nanas lugareñas que entonaba mi madre. Con la guitarra alcanzaba el sueño... (Cardozo,<br />

1982,p.1)<br />

Sonidos del río… Chamarritas, chacareras estiradas, serenatas costeras, vidalitas, huellas, cielitos, chamamés y<br />

milongas que tocaban su madre y los troperos; canciones que conformaron el marco sonoro que siempre lo acompañaría.<br />

Porque además de aquellos a los que estaba unido por el misterioso vínculo de la sangre, estaban los<br />

otros, los que la vida colocaba en el recién emprendido camino del pequeño Rubén. Los que se reunían en torno<br />

a un fogón amistoso en el campo de su tío con un canto concentrado, serio, que tenían una magia especial y que<br />

le ofrecían un mundo recóndito, milagroso, extraño. Para Linares esos paisanos eran, por obra de la música, como<br />

duendes de un cosmos en el que el niño sólo penetraba a manera de invitado o descubridor privilegiado.<br />

Desde niño encuentra ese mágico paisaje; los hombres, las melodías, los enigmas. La vida lo había colocado<br />

según él mismo lo diría después: en la comarca de la música y de la copla más linda de la tierra. Allí aprendió que<br />

cada ser canta lo que el solar le dicta. Que el cantor no elabora, solamente traduce.<br />

Las creaciones de Linares Cardozo expresan de una manera inigualable el misterio de la existencia humana<br />

como un camino. Durante muchos años, este excepcional artista, fue como una copla errante, peregrinó incansablemente<br />

por nuestra tierra guiado por aquello que sintió como un destino superior: el de traducir con su canto<br />

el alma de ese universo. Después de trajinar tenazmente su desvelada vocación en pos de paisajes y rostros<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

hermanos, el poeta y cantor comprendió cuánto de hondo anhelo escondían esas ansias suyas de andar y andar.<br />

Por eso, la obra de este creador, que supo atravesar tantas noches cielo arriba y corazón adentro por los senderos<br />

de la provincia y del país con la sola compañía de su guitarra, se ha hecho huella luminosa para el recorrido<br />

personal y como pueblo. Hilvanando numerosas poesías, relatos, leyendas y dichos de Linares, les propongo<br />

recorrer lo que entiendo ha sido el itinerario interior que guio su caminar; con la esperanza de que esa senda<br />

recorrida nos anime a emprender nuestro propio transitar en la vida. Y, recogiendo entonces, aquella expresión<br />

linariana que habla de su instrumento cual el templo donde rezar su salmo, no sólo nos oriente en la búsqueda de<br />

otros textos suyos, sino que además nos abra respetuosamente a la perspectiva de poder ligar su poesía y su canto<br />

con el lenguaje trascendente que encerró su tiempo.<br />

¿Por qué el reconocimiento a la creación de Linares Cardozo se alza casi omnipresente a lo largo y a través del<br />

abigarrado conjunto del folclore entrerriano y argentino? Este interrogante, que funciona como disparador de la<br />

argumentación, será lo que trataremos de responder en estas páginas.<br />

En el sentir y en el decir del canto linariano descubrimos matrices que incluyen el esencialismo hegemónico (el<br />

folclore pensado por intelectuales orgánicos como Lugones o Rojas), junto a discursos subalternos cimentados, en<br />

el caso de Linares Cardozo, por la reivindicación de un amor a la tierra, a sus recuerdos y a la vivencia trashumante<br />

del hombre de las islas y de los campos, poseedor de saberes no validados por el racionalismo moderno y, al<br />

mismo tiempo, víctima de grandes desigualdades sociales.<br />

Linares y su destino… Linares y la guitarra… Una de sus canciones es como una dulce plegaria para ese instrumento<br />

al que encontró de niño, en aquellos puros días en que con sus hermanos se escondía bajo la gran mesa<br />

del comedor de la casa paterna para escuchar cantar a su madre; su guitarra, que lo acompañó hasta las últimas<br />

horas de su vida, la que guardó en su cofre las tristezas y alegrías de la gente del pago, esa caja sonora ha hecho<br />

decir a los costeros, que en febrero suelen oír en la quietud de la noche islera un sonido de cuerdas estelares…<br />

No me dejes esta noche<br />

noble guitarra costera<br />

tengo un espinel de plata<br />

quiero prender una estrella.<br />

No me dejes esta noche<br />

mi guitarra bien querida,<br />

quiero que llegue mi canto<br />

al hermano de las islas.<br />

No me dejes esta noche<br />

mi guitarra ribereña,<br />

que el amor está esperando<br />

tendido sobre la arena.<br />

No me dejes esta noche<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

mi guitarra espinelera,<br />

que mi barca de ilusión<br />

aguas arriba navega.<br />

No voy solo repechando<br />

tengo guitarra aparcera,<br />

silgadora de mis sueños<br />

mi guitarra espinelera.<br />

La brisa la fue llevando<br />

fue creciendo toda entera,<br />

se ganó el alma del río<br />

en mi guitarra costera.<br />

ya navega mi ilusión<br />

con mi amor hacia la estrella. (Cardozo, 1973, p. 12).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

3.2 Semblanza<br />

Don Linares Cardozo se llamaba realmente Rubén Manuel Martínez Solís. Había nacido el 29 de octubre de<br />

1920 en la ciudad de La Paz, provincia de Entre Ríos, en una casa cercana al arroyo Cabayú Cuatiá; su “caballito<br />

pintado” al cual tanto le cantaría.<br />

Amigos, tengo la historia<br />

muy hermosa de contar<br />

la del Caballo Pintado<br />

y la Paloma torcaz.<br />

Érase que era un arroyo<br />

uno de tantos como hay<br />

en los pagos de Entre Ríos<br />

del Paraná al Uruguay.<br />

Ocurrió en tiempo lluvioso<br />

de esos que suelen durar<br />

el arroyito crecía<br />

cada día más y más.<br />

Desbordado, correntoso<br />

todo arrastraba al pasar<br />

o lo azotaba a la playa<br />

o iba a dar al Paraná.<br />

Así trajo a la deriva<br />

un raigón original<br />

símbolo entero, glorioso<br />

de mi ensueño y heredad.<br />

Era el corcel de la vida<br />

galopando sin cesar<br />

alas de mi fantasía<br />

con él va mi palpitar.<br />

Se hamacaba entre las aguas<br />

el tordillo litoral<br />

tallado en blanca madera<br />

¡Caballito de La Paz!<br />

Remos rizando el arroyo<br />

entre el verde del chilcal.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Tras la visión repentina<br />

la lluvia empezó a amainar,<br />

fue cundiendo una alborada<br />

que despejó el paraisal.<br />

En el cielo encapotado<br />

con nítido aparecer<br />

un rutilante arco iris<br />

al arroyo va envolver.<br />

Así se sintió tocado<br />

por colores magistral<br />

deslumbrante caballito<br />

¡Caballito de La Paz!<br />

A mi caballo pintado<br />

se lo llevó el Paraná<br />

que lo han visto me han contado<br />

¡Galopando por el mar!... (Cardozo, 1982a p. 139).<br />

Hijo de Don Lindolfo Martínez Vigil y Doña Delicia Bernabela Solís. Realizó sus estudios primarios en la Escuela<br />

Nº 26, llamada Escuela de Los Hornos, donde su madre ejercía como maestra; luego los continuó en la Escuela Nº<br />

1 José de San Martín y posteriormente cursó la instrucción secundaria en el Colegio Nacional, Domingo Faustino<br />

Sarmiento siendo de la promoción 1941.<br />

Si pudiera volver como los peces<br />

con una arribada genética de luz<br />

o como las bandadas hundirme en la niebla<br />

con instinto, sin ser tan veloz.<br />

Ser como el tierno y gracioso guazubirá<br />

capaz de superar la carreta que aturde,<br />

reencontrarme con la raíz del sonido<br />

que late y se pronuncia en tu aire, pueblo mío.<br />

Aquella campanita me sigue llamando…<br />

y allá voy a la Escuela de Los Hornos<br />

por la senda agreste<br />

donde se asolean los cuises huidizos.<br />

Si pudiera recobrar, el candoroso asombro<br />

en el descubrimiento del nido de chingolo<br />

al pie del varillar florecido… (Cardozo, 1982a, p. 34).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Su madre era correntina, cantaba muy bien, también hablaba perfectamente el idioma guaraní. Su padre era<br />

uruguayo; trabajó de escribiente en el Registro Civil y después fue administrador de la estancia de su hermano<br />

Manuel. Ese lugar ubicado en el Distrito Yeso, departamento La Paz, sería mágico para el niño Rubén Martinez, le<br />

marcaría su vida con huellas imborrables, huellas que quedarían por siempre en su vida y volverían a aflorar en el<br />

poeta, el músico, el cantor.<br />

Linares tuvo cinco hermanos: Lindolfo Felipe, Ramón Alcides, Juan María, Elsa Isabel y Delicia María de La Paz.<br />

Trabajó desde muy joven en una escribanía y también de bibliotecario. Cuando termina el bachillerato decide<br />

partir hacia Buenos Aires. Trabaja cargando bolsas de lana en el frigorífico “La Negra”; vive situaciones difíciles en<br />

la gran Capital y decide regresar a Entre Ríos y se afinca en la ciudad de Paraná donde tenía un grupo de amigos<br />

preocupados por la cultura litoraleña.<br />

Al poco tiempo de estar radicado en la ciudad de Paraná, contrae matrimonio con Sara Boero y conciben dos<br />

hijos. Trabaja como empleado de la justicia y luego en la policía. Obtuvo el título de Profesor de Filosofía y Ciencias<br />

de la Educación, ejerciendo en la Escuela de Bellas Artes y Escuela Politécnica “José Martí".<br />

Se aquerencia en su nuevo lugar, comienza a descubrir y a amar los paisajes paranaenses, pero siempre<br />

vuelve a su añorado pago norteño, a revivir los buenos momentos con amigos, a recorrer sus calles y aspirar su<br />

aire costero.<br />

En cierto modo fue influenciado por Atahualpa Yupanqui, a quien seguía con un interés no exento de admiración.<br />

Entonces entendió que Entre Ríos atesoraba un riquísimo material para desarrollar en su ámbito una obra<br />

similar a la que estaba realizando Yupanqui en otras regiones.<br />

Si bien es conocido en la provincia y el país, por constituir la base angular del canto vernáculo entrerriano, su<br />

proyección como plástico también trascendió y fue valorado más allá de la patria chica.<br />

Apasionado por los bellos paisajes de su tierra y la nobleza de su gente, sus tintas, dibujos, óleos, y acuarelas<br />

expresan la belleza eterna que existe en la naturaleza, plasmada principalmente en impresiones del ámbito fluvial.<br />

Recibe en 1994 de la Universidad Nacional de Entre Ríos el título de “Doctor Honoris Causa”. La distinción le fue<br />

otorgada merced a su proficua labor como creador, intérprete, compilador y difusor de la música y la poesía entrerriana;<br />

y por haber realizado una incesante tarea de rescate, valorización y custodia de las tradiciones provincianas.<br />

Siempre decía: ...Soy del pago de La Paz, el norte entrerriano y tengo la dicha de reconocer que todo lo que he<br />

volcado en mí andar poético y cancionero, me lo dio esa fontana maravillosa, ese cielo de palomas y ese arroyito<br />

de ensueño; todo eso que bebí de niño fue aflorando a cada instante de mi vida, en cada paso andado, en cada<br />

copla que eché a volar al viento.<br />

La Paz entrega su andar al hijo que anda soñando<br />

porque lleva en su emoción destino de copla y canto.<br />

La copla para ser bella fresca debe florecer,<br />

pero más copla es aquella con dulzor de la niñez.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Dejen que cuente la copla, la dicha de mi heredad<br />

cuando un gurí bullanguero correteaba por La Paz.<br />

Yo también tuve mi arroyo, mi Cabayú del cantar<br />

donde canta un lapaceño su canto de libertad. (Cardozo 1982a, p. 47)<br />

Ahora veamos de dónde proviene el nombre de Linares Cardozo. El solía contar de un baqueano de la estancia<br />

de su tío Manuel:<br />

Un hombre dotado de nobles virtudes, un gaucho cabal, manso, sereno, conocedor de todo lo concerniente<br />

a las duras tareas del campo entrerriano... ese paisano marcó para siempre mis días de niño.<br />

... En el pago le decían sencillamente: “Don Lino”, se había ganado el respeto de todos. Venía a nuestro hogar<br />

de visita y le gustaba apreciar como bailaban mis padres; siempre estaban en casa algunos musiqueros, el<br />

cieguito Balengo el payador Cóceres, animadores de hermosas tertulias. (Casís, 1988, p. 5). De este criollo lapaceño,<br />

toma su nombre artístico.<br />

Algunos de sus amigos de aquellos tiempos, sin embargo, solían contar que de este paisano utiliza el nombre<br />

Linares; y Cardozo lo toma de un paraguayo amigo de sus padres, guitarrero y cantor; asiduo visitante de su casa.<br />

Pero él, siempre habló de don Linares (Lino) Cardozo.<br />

Dice en una carta fechada el 5 de junio de 1988 en Concepción del Uruguay, y enviada para ser publicada en la<br />

revista Chamamecero y en la Revista Anual del festival “Cuando el pago se hace canto”, “El encuentro del alma:<br />

…A mis padres les encantaba su estampa, era un paisano con todas las letras. Mi papá, tan chacotón, cuando lo<br />

veía subir la loma que lo llevaba a casa le decía: “Yo soy Linares Cardozo / mania´o al Distrito Yeso / si una moza<br />

me acaricia / yo no me enojo por eso”, Don Lino festejaba la copla con una carcajada tendida. (Casís, 1988, p. 6).<br />

Dedicó su vida a la música, a la poesía, a la investigación. Llegó también a ser un gran recopilador de anécdotas<br />

y versos anónimos. Una de sus primeras obras en el año 1942 fue: Semblanza de mi madre maestra.<br />

Entre sus primeros temas grabados podemos mencionar: Chamarrita de la encierra, Chamarrita entrerriana,<br />

Chamarrita del adiós, Lázaro Blanco, La lindera, Canción del mainunbí, Canción de cuna costera, Peoncito de estáncia,<br />

Entrerriano, etc.<br />

Escribió el libro El caballo pintado y la paloma. En él, a través de la poesía, vuelve a su querido pago natal. Todo<br />

este trabajo poético está dedicado a sus recuerdos de La Paz.<br />

Otra de sus obras literarias fue su último libro Júbilo de Esperanza; memorias, ideas y apuntes básicos para una<br />

didáctica de la música, la poesía y el canto regional.<br />

Participó también en la antología Paraná, pariente del mar, donde logra un verdadero rescate de la vida, las<br />

costumbres de los habitantes de las islas y en la que realiza, además, una recopilación de versos anónimos. Graba<br />

los siguientes discos en los dos sellos importantes de la discografía argentina en la década del ´70, Microfón y CBS:<br />

Siempre Entre Ríos (1973), Canción de cuna costera (1973), Coplas a mi barranca (1974), Coplas del caracolero<br />

(1977), Dos ríos y un solo amor (1980) y (Entrerriano (1981).<br />

La colección de la famosa revista “Así” le reedita un disco con doce temas; y la editorial Reader´s Digest Argen-<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

tina) le edita cuatro casetes con sus canciones más conocidas.<br />

Y mucho más se podría decir de Don Linares, ese ser excepcional que tan bien define Jorge Enrique Martí (Elogio<br />

a Linares Cardozo, octubre de 1994) cuando dice: … el, fue esencialmente un docente con alma de poeta, corazón<br />

de músico y sensibilidad de pintor... (Martí, 1994, p. 3).<br />

El maestro Linares Cardozo fallece a la edad de 75 años en Paraná, el día viernes 16 de febrero de 1996. Sus<br />

restos fueron trasladados a La Paz y sepultados sin ceremonia ni homenaje. Él mismo, cuando había venido al<br />

entierro de su hermano Lindolfo, eligió el lugar para su sepultura, a la sombra de un hermoso timbó de cara al río;<br />

allí hoy descansa en paz, al lado del “pariente del mar” que tanto amaba, bajo el cielo lapaceño que lo vio nacer.<br />

Pa´l campo santo rumbi ´e como en otras ocasiones,<br />

a dejar mis oraciones hasta una tumba llegué,<br />

sereno me santigüé y al observar esos lares,<br />

me invadieron los pensares y me dije: ¿qué pasó?,<br />

al no encontrar el timbó que eligiera don Linares.<br />

Entré en averiguaciones en amistades, vecindario,<br />

surgieron los comentarios casi diría a montones,<br />

todos con sabias razones, despacio me fui enterando<br />

y estos versos hilvanando por las cosas ocurridas<br />

pobre el timbó, que sin vida, ya se estaría secando.<br />

Fue mucho lo comentado de aquel árbol ya famoso<br />

donde Linares Cardozo en persona había indicado,<br />

que al morir sea enterrado bien cerquita del timbó,<br />

y el pedido se cumplió como hecho por escrito,<br />

sin andar con requisitos como el paceño pidió.<br />

Linares lo había elegido para su eterno descanso,<br />

como pa´ ver un remanso del viejo río querido,<br />

el timbó había crecido como guia´o por una estrella<br />

brindando una sombra bella a la cruz que protegía,<br />

pero en un lluvioso día le había caído una centella.<br />

Si la centella cayó, dañando al árbol al medio,<br />

no nos queda más remedio, al menos pensaba yo,<br />

que plantar otro timbó pa´ que de sombra a la cruz<br />

y acompañe la quietud donde descansa el maestro<br />

que fue para el canto nuestro, claro sendero de luz.<br />

Con un trozo de madera, de aquel árbol en cuestión<br />

un criollo de corazón ha buscado la manera,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

que el timbó allí quedara como un recuerdo precioso<br />

pa´ que descubran los mozos el legado de las manos<br />

de Silguero, el artesano, pa´ don Linares Cardozo.<br />

Y a Sánchez, el tallador, algo también le han pedido<br />

y el hombre muy decidido poniendo empeño y amor,<br />

ha hecho una obra flor a mano él ha tallado,<br />

en quebracho colorado rústica cruz de madera,<br />

como señal estrellera para el cultor tan amado. (Sosa, 2000, Inédito).<br />

Muchos poetas le cantaron… todos, lo lloraron…<br />

Ya viene galopando el caballito<br />

y es un soplo de luz buscando el río,<br />

desconsuelo en la piel del arroyito<br />

se ha llevado a Linares el estío.<br />

Por el declive de la tarde viene,<br />

casi toda su fuerza ha perdido<br />

y en un calmo remanso se detiene,<br />

suplica una oración por el amigo.<br />

Y el “pariente del mar” se ha conmovido<br />

al oír ese rezo lastimero<br />

y aquel son de guitarras estelares.<br />

Un andar milenario ha detenido<br />

se ha plegado a la pena de febrero<br />

y ha llorado también por don Linares. (Martinez, 2011, p. 37).<br />

El primer deber del hombre es definitivo; ubicarse como testigo de un viejo pleito entre la mentira y la verdad.<br />

Con esa autoimposición vivió Linares Cardozo hasta que en una tardecita de febrero de 1996 murió mansamente<br />

en la Clínica Adventista del Plata, en Villa Libertador San Martín, Entre Ríos. A la mañana siguiente muy temprano,<br />

sería sepultado en el cementerio de su pago natal, sin homenajes como había sido su deseo.<br />

Se quedó dormido para siempre, mansamente, quizás pensando en las palabras de su gran amigo Atahualpa<br />

Yupanqui: Cuando muere un poeta, no deberían enterrarlo bajo una cruz, sino que deberían plantar un árbol<br />

encima de sus restos. Así lo pienso yo, por cuanto, con el tiempo, ese árbol tendrá ramas y un nido y en el nacerán<br />

pájaros. De ese modo, el silencio del poeta, se volverá golondrina. Y él, siguiendo las palabras de su amigo, había<br />

elegido el lugar muy cerca del río, bajo la sombra de un timbó, el “árbol canoero”.<br />

Dicen que esa noche, la ribera lapaceña se pobló de historias, de cuentos, de canciones que los abuelos les<br />

dejaron a sus hijos y nietos para contarles la partida del poeta y cantor de los ríos. Un incansable rumor de agua<br />

acompañaba suavemente las historias. Cuando la primera luz de la mañana del sábado 17 de febrero alumbró la<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

ribera, los pájaros cantaron como nunca, entonces, me di cuenta que ya no estaba allí, se había ido al encuentro<br />

de los poetas y cantores amigos a sumar su guitarra y su canto a la inmortal canción del infinito…<br />

El monte…<br />

el monte llamó a sosiego como murmurando un rezo,<br />

calló los golpes el hacha lloró en silencio el hachero;<br />

la brisa de aquella tarde y un murmullo lagunero,<br />

dieron su adiós al cantor que fue a buscar el silencio.<br />

Un zorzal quebró la tarde y su canto plañidero cobró altura<br />

y se fundió con el azul de febrero,<br />

era un pañuelo de adiós que despedía al trovero.<br />

Duerma tranquilo, Linares, su canto no ha sido en vano<br />

y anda brillando su estrella en cada pecho entrerriano.<br />

Duerma tranquilo, Linares, que el monte vela su sueño<br />

con alitas de ternura y piquitos pedigüeños;<br />

duerma tranquilo… descanse, que en algún rancho costero<br />

temblando está en la guitarra<br />

su duende chamarritero. (Morel, 1996, Inédito).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

3.3 Su madre. Su padre. Estrellas en la frente<br />

Mi madre que fue paloma / una paloma me dio / y me la dejó en la frente / con el primer beso de amor. (Cardozo,<br />

1982a, p. 55).<br />

Seguramente el poeta descubrió su inquietud permanente por la música y los cantos populares entrerrianos,<br />

por haber atesorado el colorido de la página primera de la vida; ese tiempo del feliz amanecer; gozando del trino<br />

de los pájaros, del arrullo del arroyo, del contrapunto de ternura y poesía hogareña.<br />

Tal vez fuera la inocencia<br />

de yeso, tiza y cristal,<br />

de la pura miel materna<br />

o del mate paternal.<br />

Un padre, diría<br />

mejor con franqueza,<br />

amigo, alegría<br />

de una sola pieza. (Cardozo, 1982a, p. 26).<br />

Su padre, uruguayo, portavoz de un mensaje rioplatense, buen bailarín que siempre tenía graciosas ocurrencias<br />

y felices dichos. ¡Cuántas horas alegres, sugestivas, colmadas de antiguos y dulces refranes y cuentos lugareños!<br />

Por el trabajo que tenía en el establecimiento de su tío Manuel se ausentaba durante muchos días.<br />

Una alegría inmensa llenaba el alma del niño cuando lo veía aparecer subiendo la lomada donde estaba ubicada<br />

su casa natal. Vendrían las noches de fábulas y coplas:<br />

Mi papá era la felicidad personificada recordaba. El, improvisaba juegos, cantaba a veces con el acompañamiento<br />

de un raro sonido que le sacaba a un serrucho, vasos, botellas; todo servía para hilvanar alguna copla.<br />

Nos hacía a mí y a mis hermanos flautas con los cañaverales y en las tardecitas, a la sombra de un añoso sauce<br />

a orillas del arroyito, su armónica, acompañado de la guitarra de mi madre, nos entibiaban el corazón. (Cardozo,<br />

1982b, p. 6).<br />

Delicia… La dulce madre bondadosa, atareada, atendiendo sus diversos quehaceres cantando; fluyendo a rauda<br />

les su prístina dulzura; arrullando la inocencia de Rubén y sus hermanos con viejas y dulces nanas infantiles que<br />

hablaban de duendes del arroyo, de pájaros, de flores silvestres; de un mágico arco iris, algunas de esas poesías,<br />

coplas y canciones interpretadas mágica y sugestivamente con una afabilidad increíble en lengua guaraní.<br />

Cantaba con una melosidad nativa y con sentida delicadeza tocaba su mandolina o su guitarra; trayendo en<br />

canciones y rondas los aires anónimos que dejaron los guaraníes.<br />

Siempre sonriente andando a su lado por la senda del monte hacia la escuela de Los Hornos donde ejercía la<br />

docencia. Una tropillita de gurisitos blancos de los humildes ranchitos, se acoplaban a su paso y llegaban canturreando;<br />

-recuerda en la presentación de su libro El caballo pintado y la paloma- en el frío invierno corríamos el<br />

frío con un batir de palmas y entonando coplas con tanto brío que el cielo se poblaba de bandadas de palomas.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

(Cardozo, 1982b, p.3).<br />

Qué lindos recuerdos tengo<br />

de mi madre criolla entera,<br />

al evocarla les canto<br />

a las madres de mi tierra.<br />

Su vida fue luz señera<br />

amor hecho luz y canto,<br />

endurecida por fuera<br />

como florcita del campo.<br />

De mañanita temprano<br />

con unos mates apenas,<br />

era una paloma blanca<br />

caminito de la escuela.<br />

Se acollaraban al paso<br />

niñitos de tez morena,<br />

majadita de esperanza<br />

con una madrina estrella.<br />

Mucho lidiar con sus hijos<br />

otro tanto con su escuela,<br />

si le sobraba un tiempito<br />

se abrazaba a la vigüela.<br />

Qué lindos recuerdos tengo<br />

de mi madre criolla entera,<br />

al evocarla les canto<br />

a las madres de mi tierra. (Cardozo, 1974, p. 4).<br />

Con ese cariño materno su infancia jubilosa y esperanzada estuvo plena de canto y música. Todos los días, en<br />

cada charla mantenida, ella estaba presente en las palabras y en el silencio, en sus gestos y en su mirada; en todo<br />

momento la buscaba, en cada instante vivido y la encontraba en sus canciones. No es casualidad entonces que<br />

Semblanza de la madre maestra sea su primera canción compuesta en 1942 a los 22 años.<br />

Su madre se llamaba Delicia y era toda una delicia. Educadora de la fe humana, plena de bondades; era como<br />

el jazminero que colgaba en la ventana que daba al aljibe; el aura de su presencia perfumaba el patio.<br />

Maestra, cantora, música, estudiosa de las costumbres del pago, valoraba la emoción motivadora del canto.<br />

Copleando los hacía describir a él y a sus hermanos, las bellas avecillas que anidaban en los montes cercanos. Así,<br />

aprendieron a recrearse con la copla decidora del descubrimiento del paisaje. Los elementos del lugar, los árboles,<br />

las flores, el agua del arroyo, los pájaros, los duendes imaginarios, el caballito pintado del Cabayú Cuatiá, los<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

aromos, los azules capullos de los camalotes se tornaban símbolos; se humanizaban los animalitos del monte y la<br />

fábula afloraba con las leyendas del pago y los mitos del litoral.<br />

Mi madre siempre me decía después de llover: Anda, Rubén, quizás veas al caballito pintado sumergiéndose<br />

en el Cabayú. Yo siempre iba, más no veía nada. Así una y otra vez. Hasta que un día cuando volvía pensé, hoy<br />

le voy a decir que lo vi, porque me da lástima decirle otra vez que no. Llegué y mamá me preguntó: ¿Rubén, lo<br />

viste? Yo respondí: No, le vi solo la colita al zambullirse en las aguas del arroyito. Ella soltó una carcajada, pero<br />

Rubén -me dijo- el caballito del cual te hablo es el arco iris, nunca te diste cuenta que nace al este y se funde<br />

justo en el medio del arroyito. Los dos nos reímos a carcajadas… Estas y otras anécdotas más ligadas al Cabayú<br />

Cuatiá y a su entorno mágico quedaron grabadas en mi tiempo niño. (Cardozo, 1982, b, p. 6).<br />

Por eso en muchas de sus canciones trae las emociones encantadas vividas en su ciudad natal empinada de<br />

verdores; con un firmamento pleno de bandadas de palomas. Esa mamá dulce y cariñosa estimulaba el ensueño<br />

en la búsqueda del caballito pintado del Cuatiá o les desataba la ilusión después de cada lluvia de encontrarse con<br />

el galope del arroyo hasta el cielo de la tropilla volandera llena de colores de aquel arco iris mágico.<br />

En sus composiciones nativas se siente complacido cuando encuentra en las melodías y en las coplas, el seductor<br />

sonido de la voz de su madre que siempre estaba plena de contenido y profundidad.<br />

Toda su infancia fue asombrosa. Sus días con su madre; las noches cuando su padre lo llevaba a algún encuentro<br />

fogonero en la estancia de su tío junto a las costas del río Feliciano; allí escuchaba los cantares amanecidos de los<br />

obrajeros; el repique heridor de las palas de hierro golpeando el costado de los carros de bueyes; y en ese andar<br />

parsimonioso y lento, carreros balanceándose en el pértigo cantando un triste, alguna milonga; ese canto<br />

adorador del ser querido. La escala vibradora y resonante de los cencerros de latón colgados en el cuello de los<br />

yeguarizos; los típicos sonidos de los anillos de cuero crudo con que los carreros hacían notar su paso por las<br />

picadas del monte. Su papá incitándolo a recordar los nombres de los paisanos amigos; a silabear los trinos madrineros,<br />

los “bajos” cantantes de los “cururuses” en las lagunas o el contrapunto de los badajos. En cada canción,<br />

ese niño que se volvió el Linares de Entre Ríos evocó en su cantar el silbo de los troperos y trajo sus imágenes<br />

azuzando la vacada que se quedaba con esos silbos y gritos. También como ellos, desató la guitarra de los tientos<br />

e inspirado por una luna montielera desparramó felices coplas de chamarritas entrerrianas en los bravos montes<br />

provincianos, una dulce melodía de cuna para la madre costera o se hizo largo silencio con el espinelero. Todo eso<br />

lo atesoró en el cofre inmaculado de su corazón de niño; en esa infancia bendecida a la vera del arroyo que supo<br />

de sus sueños. Desde una sentida evocación siempre le cantó a la madre buena, al padre sabio, a aquellos músicos<br />

que conoció “robando la música de los ríos” como el cieguito Balengo, buen acordeonista amigo de sus padres<br />

que se arrimaba todas las tardes y saludaba en guaraní y después tocaba hermosas y dulces melodías desbordadas<br />

de matices regionales y cuando su mamá le preguntaba de quien era ese tema respondía sonriendo:<br />

Se lo robé al arroyito en el instante que pasaba,<br />

no diga nada doña Delicia.<br />

Mi madre, señora musical lo sentenciaba:<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

¡Balengo es un artista!<br />

Sentado en el patio de tierra<br />

sombreado entre tártagos,<br />

frontal, hierático, ligado a su instrumento<br />

el Cabayú se ganaba en su acento.<br />

Por su tacto brotaba esa fuerza<br />

cósmica, universal, secreta<br />

latente en mi arroyuelo,<br />

eterna en la euforia de mi pueblo.<br />

¡Cieguito Balengo! Te busco en el regreso<br />

déjame acompañarte con humilde rasgueo.<br />

Como ayer te llevaré hasta el Cuatiá<br />

para que llenes de música el arroyo. (Cardozo, 1982a, p. 36).<br />

Su hermano menor Juan María, apodado (Pirungo), compañero junto a Lindolfo el mayor, de las andanzas de<br />

la infancia, solía recordar:<br />

Nuestra casa paterna era visitada asiduamente por amigos. En la mesa de los domingos siempre había algún<br />

cantor y musiquero, por ejemplo, Don Silvano y el cieguito Balengo que tocaba el acordeón. Así, desde niños le<br />

tomamos el gusto a la experiencia del encuentro entre amigos.<br />

Casa natal de Linares Cardozo (Oleo de: Carlos Pintos).<br />

A mi padre le gustaba mucho la música y tocaba la armónica, a mi madre le agradaba el dibujo y el canto,<br />

tocaba el bandolín y la guitarra y, además, cantaba muy bien, tenía una voz muy dulce. Podemos decir que hay<br />

una historia de gusto por el arte que mamaron todos los Martínez. Mis dos hermanas, Elsa y Chela, cantaban<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

hermoso, Lindolfo era alfarero... Ramón fue el único que no se dedicó a la cuestión artística... Rubén descolló<br />

por su visión de superación y trascendencia.<br />

Cuando terminó el bachillerato dijo que La Paz era muy pequeña y que para triunfar había que irse a Buenos<br />

Aires. Luego cambiaría esa visión y afirmaría que el triunfo se logra en el terruño. Se dedica a recorrer la geografía<br />

entrerriana y argentina divulgando la cultura litoraleña como una forma de aportar y de rescatar el espíritu<br />

popular tantas veces relegado por falsos profetas.<br />

Linares solía ir a la costa y se pasaba horas charlando con pescadores, dialogando con los canoeros, comprartiendo<br />

comidas, aprendiendo siempre el sentir cotidiano de nuestra gente, afirma y termina diciendo: Cada<br />

vez que escucho las canciones de Linares me gustan más porque ha logrado unir el estudio exhaustivo de la<br />

costumbre con el toque personal y creativo. (nortedigital.com.ar).<br />

Los guitarristas trashumantes y los talentosos arpistas que traía el Paraná, sembrador de cascadas, recalaban<br />

siempre en su casa natal para regocijo del duende costero que habitaba en su corazón.<br />

Esas evocaciones de la infancia estimuladas por la frescura de la canción litoral le marcaron el destino. Por<br />

suerte su guitarra nos devolvió en melodías esa comarca, ese pago de agua; montecitos y lomadas; arroyos cansinos<br />

que se detenían para hablar con él. Porque así creció ligado desde siempre con el sentimiento nativo y un rico<br />

tesoro vernáculo.<br />

Tengo que confesarte hermano terruñero<br />

me creció la ternura vibrando regocijos del arroyo.<br />

Prendido está en el ser,<br />

galopa el Cabayú mi sangre adentro.<br />

Dichosos aquellos catadores<br />

que gustaron la miel de sus parajes<br />

y nos emborracharon<br />

con el almíbar del licor del pago.<br />

Tengo que confesarte hermano terruñero.<br />

¡Soy todo lapaceño!<br />

Crecido entre pájaros zahareños,<br />

el tañer de la pala montaraz de los carreros<br />

y ese limpio cencerro madrinero<br />

que le ponía la música al lucero.<br />

La calandria paceña del trajín hogareño.<br />

Integrado al Cabayú nadé en sus aguas,<br />

por el Cuatiá desemboqué a la vida.<br />

Fue duro mantenerse,<br />

obstinado no me dejé llevar por la corriente.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Fecunda aflora mi alegría arroyuela,<br />

ando en amor por ella<br />

cosechando los frutos de mi siembra, agradecido,<br />

con la dicha inmensa de saber<br />

que en mi noble querencia<br />

¡Canta mi litoral! y ¡Canta América!<br />

Tengo que confesarte hermano terruñero,<br />

como todo entrerriano, no te asombre<br />

ni más ni menos hombre<br />

con la gracia augural de la palabra<br />

que es impronta y sentencia,<br />

honroso santo y seña: ¡Libertad!<br />

¡Voy soltando palomas lapaceñas!... (Cardozo, 1982a, p. 19).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

3.4 Linares Cardozo… el seudónimo<br />

Sus días de niño transcurrieron mágicamente entre dos mundos: el de su casa paterna bordeando el arroyito y<br />

el de la estancia de su tío Manuel. Los dos eran fascinantes, ambos lo asombraban; aunque siempre recordaba: El<br />

campo era un mundo de brillos y sonidos dulces y bárbaros a la vez. El monte y sus misterios, vuelcos, pialadas,<br />

domas, comentarios dicharacheros, supersticiones, mil modos de entender las luces malas y el “destino escrito”.<br />

(Cardozo, 1983, p. 2).<br />

Cada mañana antes de partir hacia la escuela, junto a sus hermanos “domaba” las ramas de uno de los árboles<br />

del patio remedando a los jinetes de la finca de su tío; llegaban a la escuelita con el guardapolvo manchado de<br />

verde y mojado por el rocío, a causa de alguna caída que aquel bagual mágico, imaginario, les había propiciado.<br />

Sus padres y esos jornaleros de rostro curtido, de firme mirar, de manos encallecidas, ejercieron una influencia<br />

importantísima sobre él; son quizás, las primeras palabras que se escriben en las páginas de su vida. En verdad, no<br />

podía ser de otro modo; su padre sabio, su madre maestra y cantora y la temprana presencia de esos peones junto<br />

al niño constituyeron el abono fundamental para que creciese desde allí el gran poeta popular.<br />

Cuando decide emprender el camino de la canción y la poesía, aquellos duendes de su tiempo niño afloran en<br />

sus recuerdos; sobre todo uno de ellos Don Lino: un hombre bueno, íntegro, cabal, dotado de infinitas virtudes…;<br />

así lo recordaría siempre:<br />

Ya venimos de vuelta… Tranquilo y agradecido de la vida, con ese inmenso deseo de reencontrarme con el<br />

pago de la niñez; los recuerdos me acosan a granel.<br />

¡Cuántas travesuras de gurí y algunas con sus secuelas como aquella vez que me perdí en los pagos del<br />

Chilingo! Andado costeando el río Feliciano y de golpe me emponchó la noche sin poder orientarme entre el<br />

monte. La soledosa angustia se me pasó cuando escuché la voz de “don Lino” que me llamaba y seguidamente<br />

se me aparecía amable, sonriente y cariñoso apostrofándome: ¡Qué clase de gauchito baqueano me había<br />

resultado, amigo! Con su brazo fuerte me levantó y enancado, prendido a su cintura de centauro rumbeador,<br />

dirigió a su montado entre el monte cerrado, derecho para el casco de la estancia. En silencio, escuchaba con<br />

atención sus palabras sentenciosas: -No se aflija m`hijo, si por estos campanales de ñandubays cualquiera se<br />

pierde, yo mismo nomas me he pega ‘u mis guenos sustos…<br />

Cuántos ariscos se guarecieron por aquí, si hasta el gaucho “Calandria” se sabía seguro- Ya casi llegando<br />

topamos con unos puesteros que también habían salido a buscarme. Todos eran dichos, preguntas y bromas<br />

a `don Lino´ que con voz gruesa, musical y honda los atendía: Lo hallé en el ñandubaysal cercano a los pajonales<br />

de la isleta toreando un yaguareté…- El festejo a la salida, era unánime. Así era él, dotado con todas las nobles<br />

virtudes del gaucho cabal, capataz de la Estancia San Antonio, manso y sereno, otro “Segundo Sombra”. Sus<br />

bondades pialaron para siempre en mí ser con un lazo afectivo que para ser sincero con el respeto a mis<br />

apellidos familiares me siento feliz de haber utilizado como seudónimo su nombre… Su estampa imponía<br />

respeto, con creces se había ganado el “don Lino”. Con el correr de los años se me agiganta su recuerdo; ya es<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

un símbolo y en él veo pasar todos los gauchos de mi patria que, en mis andanzas con mi guitarra y mis charlas,<br />

por dicha del destino he tenido la suerte de conocer. Don Linares era entero y pausado, con el señorío de los<br />

hombres de mi tierra entrerriana; parco en el hablar, contestaba seguro y suficiente. No le conocí palabra<br />

grosera en su lenguaje; su derechura era proverbial. Sobre el caballo parecía que iba buscando cielos. Su<br />

indumentaria era muy simple, lo veo con un guardamonte flecado; su presencia se hacía notar y también sus<br />

dichos ricos en experiencia. Don Lino se había criado sobre el lomo de los baguales y era sabedor de todo lo<br />

concerniente a las tareas del campo entrerriano. Lo he visto correr la hacienda por entre el monte cerrado<br />

esquivando las ramazones con un donaire y una gracia de movimientos dignos de los mejores jinetes. Era<br />

responsable en su trabajo y su conducta se destacaba entre el gauchaje de la costa del Feliciano. Su tez era de<br />

color cetrino oscura; cuando le daba el sol parecía tallado en bronce. Le corría sangre criolla mezclada con<br />

aborigen y no faltaba quien dijera que a su piel morena la había heredado de uno de sus abuelos, un esclavo<br />

liberto que luchó en las guerras fratricidas de la patria chica. Conmigo era manso, paternal, paciente y bueno.<br />

En mi mente quedó grabado todo ese inmenso caudal de experiencias brindadas a raudales con generosidad.<br />

Me aclaraba todos los secretos montaraces y era para mí un honor salir a andar el campo a su lado. Me<br />

sentía orgulloso cuando me decía: - Mocito, usté va a salir gueno pa´ apadrinador -. Cuando salíamos en yunta<br />

solía quedarme de ex profeso entre las sendas de los pajonales medio rezagado, era solo para admirarlo. Me<br />

hacía descubrir todos los detalles y me pedía que no deje de observar minuciosamente todo; por ahí brotaba<br />

una frase plena de contenido: -Mire m`hijo, al monte hay que aprender a mirarlo pa` quererlo´- y continuaba: -<br />

Uste es entuavía pichón confia´o, a estas cosas no hay que facilitarlas, son bravas. No se olvide del refrán:<br />

“Yesero y víbora de la cruz”. “Cuando se tire al agua cuídese del yacaré ceba‘u y de la palometa”-. En los<br />

atardeceres incendiados por el beso del sol sobre el festón de ceibos florecidos, me emocionaba observar la<br />

piara de carpinchos azotarse en el Feliciano. Don Lino acotaba: -Ta´ linda la carpinchada… Lástima el cazador<br />

que no perdona ni un bicho, como sigamos ansi… no va quedar ni pa´ muestra- Evoco aquel atardecer invernal<br />

con llovizna intermitente, veníamos con mi padre y “don Lino” trayendo unas lecheras para nuestro hogar de<br />

La Paz; hicimos un alto en la pulpería de La Perra, llamada así, jocosamente, porque su dueño tenía una perra<br />

oscura muy grande de guardiana.<br />

Pidieron una ginebra “pa´ calentarse pa´ adentro”; para mí una porción de queso criollo con dulce de<br />

membrillo, el postre favorito. La charla estaba muy amena cuando se comenzó a escuchar el tropel y los balidos<br />

de una tropa grande que llevaban a Santa Elena. Los troperos eran varios y el más rezagado venía como adormilado<br />

ejecutando en una típica “cordiona dos hileras” un aire contrapunteado con toda la gracia y el sabor de<br />

la música popular entrerriana. Al pasar frente a la pulpería se proyectó su estampa al contraluz: un sombrero<br />

de alas caídas, pañuelo negro y poncho brasilero que lo protegía. Don Lino, se me arrimó discretamente y<br />

pasándome su brazo cálido sobre el hombro me dijo: -Prieste atención a ese musiquero; va tocando la chama<br />

rra- … Yo ya la conocía por mi padre, no obstante, valoré la sugerencia. Él, se quedaba en nuestra casa dos o<br />

tres días, donde recibía la atención afectuosa de mi madre y de mi padre, y en ocasiones cuando se hacía pre-<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

sente algún músico como el cieguito Balengo, Silvano Rodríguez o el payador Cóceres, les pedía a mis padres<br />

que bailaran la chamarrita; ellos cariñosos y complacientes no se hacían rogar, luciéndose con galanura en la<br />

danza y el canto de los troperos entrerrianos. Mi papá, siempre terminaba el baile improvisando una copla…<br />

Don Lino festejaba la estrofa con una carcajada. Añoranzas felices, que como tantas otras me dieron el buen<br />

rumbo de la vida. (Casís, 1998, pp. 18 - 19).<br />

Desde mozo sé que anduvo<br />

en los campos entrerrianos,<br />

era como el monte mismo<br />

todo un enigma, el paisano.<br />

Su vida fue lucha dura,<br />

todo viento y correntada,<br />

sólo le atenuaba el alma<br />

la brisa de las bandadas.<br />

Alambrador, peón de campo<br />

y también buen domador,<br />

si encontraba una guitarra<br />

hasta se hacía cantor.<br />

En el monte puro filo,<br />

en el corral firme tiento,<br />

hombre de pocas palabras<br />

todo sapiencia y esfuerzo.<br />

Y casi sin darse cuenta<br />

fueron mudando los años,<br />

de a poco se fue enredando<br />

su corazón en el pago.<br />

Fue espinillo florecido<br />

y un arroyito que pasa,<br />

lucero en las madrugadas,<br />

fue calandria, fue torcaza.<br />

A veces, en su mirada,<br />

alguna pena dormida<br />

y en su rostro los caminos<br />

que le ha marcado la vida.<br />

Y entonces me hago milonga,<br />

me hago guitarra estrellera,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

me hago vino en los domingos<br />

para templarle la huella. (Martinez, p. 17,2014).<br />

Han pasado varias décadas; don “Lino” Puig descansa confundido con su tierra querida de la costa del Feliciano;<br />

su recuerdo regresa en alguna copla anónima que quedó prendida al alma como un dulce aroma de esperanza<br />

paceña: Anunciaba el bastonero: / chamarrita del Chilingo, / se floreaban los troperos, / bailaban hasta los gringos.<br />

(Casís, 1988, p. 6).<br />

El historiador paceño Julio Oscar Blanche en su compendio: La Paz entrerriana, Miscelánea del pasado en el<br />

capítulo “Una carta de amor”, contribuye con un dato valioso. En una epístola llena de recuerdos y nostalgias que<br />

Manuel Tezanos Pinto, dueño de un establecimiento lindero al de don Manuel Martinez le envía al doctor Delio<br />

Panizza el 13 de octubre de 1942 describe la estampa del paisano “Lino” Puig (Linares). En una parte de la misiva<br />

de dieciséis carillas, se lee: …Cuidaban la puerta más lejana los Puig -de los de Berón- Felipe, el mayor, indio leal<br />

a quien de una puñalada le partieron el corazón por defender al italiano Canevari que anduvo cerquita de la muerte<br />

en una reyerta de pulpería. Su hermana Felipa, y la vieja Luisa, madre de todos ellos, que murió a los ciento dos<br />

años. El tropero de la finca era don Linares (Lino Puig), hermoso gaucho, de alto porte, fiel y de muy pocas palabras.<br />

Era el dueño del paisaje,<br />

él era un canto a la vida,<br />

solo mirando las nubes<br />

sabía cuando llovía.<br />

Llegó un día hasta la estancia<br />

era un hombre de “Berón”<br />

conocedor del oficio<br />

mano franca y corazón.<br />

Tan servicial y callado,<br />

conocedor de caminos,<br />

no tenía ni un secreto<br />

el campo, para “Don Lino”.<br />

Acomodaba sus pilchas<br />

en un rincón del galpón,<br />

siempre una copla en sus labios,<br />

a veces hasta era cantor.<br />

Se fue ganando el respeto<br />

de los peones en la estancia,<br />

Manuel Martinez, el dueño,<br />

admiraba su elegancia.<br />

Juntar marlos pa´ hacer fuego,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

arreglar un alambrado,<br />

cortar lonjas, sacar tientos<br />

para hacerse algún trenzado.<br />

Y fue la mano derecha<br />

del patrón allá en la estancia,<br />

comentaba el paisanaje<br />

de “Don Lino”, su prestancia.<br />

Y un día llegó a ese campo<br />

aquel gurí lapaceño<br />

y en seguida se hizo amigo<br />

del sabio y viejo puestero.<br />

“Don Lino” le fue enseñando<br />

los mil secretos del campo,<br />

y cual tesoro del alma<br />

el niño los fue guardando.<br />

Él, le enseño los peligros<br />

del monte y de los arroyos,<br />

más de una vez lo sacó<br />

de algunos bravos embrollos.<br />

El niño lo acompañaba<br />

en las tareas del campo<br />

y fue su segundo padre<br />

aquel viejo peón de campo.<br />

Después el tiempo pasó<br />

el niño se hizo cantor,<br />

y siempre en alguna copla<br />

de aquel gaucho se acordó.<br />

Recordaba que al llegar<br />

a su casa aquel paisano,<br />

su padre lo recibía<br />

con esta copla en sus labios:<br />

“Yo soy Linares Cardozo<br />

mania’o al Distrito Yeso,<br />

si una moza me acaricia<br />

yo no me enojo por eso”. (Martinez, 2016, Inédito).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

4. SUS COMARCAS DE AGUA<br />

___________________________________________<br />

“Familia islera” (Oleo de: Juan María Martinez)<br />

4.1 Su pago de palomas<br />

Yo soy del pago de La Paz, del norte entrerriano -así se presentaba Linares, “El Cacique”, para sus amigos- y<br />

tengo la dicha de reconocer que el ánimo que me ha llevado a trabajar con un programa de cultura entrerriana<br />

está arraigado, enraizado en esa fontana maravillosa que es mi querido pueblo paceño. Ese solar que he amado<br />

tanto y que, con solo nombrarlo, me siento temblar en todo mi ser, porque reconozco que de ahí en más fui<br />

consciente de que tenía que asumir una responsabilidad, una obligación de bregar culturalmente por mi<br />

provincia. (Cardozo, 1982b, p. 2).<br />

Siendo adolescente ya enseñaba bailes; participaba de bastonero en las bailantas populares que se hacían en<br />

los ranchos paceños con piso de tierra y luz de faroles. Organizaba fiestas nativas en las escuelas del pago, sobre<br />

todo en la vieja escuelita donde su madre era maestra.<br />

Tuvo un educador cordobés el señor Allende, una figura hermosa que le enseñó danzas. Este docente que hizo<br />

en el norte entrerriano un gran trabajo por la cultura criolla, le marcó su infancia. Él, lo ilustró en el conocimiento<br />

de los compases de la música argentina de manera que, con ese basamento más la instrucción que le dio su madre<br />

que era una buena guitarrista y cantora, se sumergió en ese ancestro paceño que guardaba las profundas historias<br />

dejadas por los guaraníes.<br />

En tiempos de su nacimiento allá por 1920, La Paz era muy montaraz. Era un retazo del Montiel que se sumergía<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

en los montes y que abarcaba gran parte del departamento.<br />

Si bien nació en la ciudad propiamente dicha a orillas del Cabayú Cuatiá, arroyo que le marcaría su infancia, se<br />

crio en una zona llamada Distrito Yeso. Su tío Manuel tenía allí una pequeña estancia cuyo capataz se llamaba<br />

Linares Cardozo. Ese hombre, ese paisano entrerriano le marcó sus días de niño. Era una especie de Segundo<br />

Sombra, -contaba- también me llevó a la naturaleza y me enseñó a descubrir ese mundo increíble, que parece que<br />

fuera intrascendente, pero que está cargado de riqueza en cada árbol, cada yuyo, cada arroyito, cada pájaro.<br />

(Casis, 1988, p. 6).<br />

A partir de esas enseñanzas, de ese hermoso descubrimiento, trató a cada momento de valorar la importancia<br />

que tienen los valores regionales en los antecedentes culturales para darle conciencia de destino al hombre. Todo<br />

lo vivido en su infancia llenó el alma de ese niño que luego sería Linares Cardozo, pilar del cancionero argentino.<br />

Cada carrero, cada silbo en el monte escuchado en las noches tranquilas fue una lección perenne en su vida. De<br />

manera que eso conformó un programa cultural en su ser y le dio una definición.<br />

Solía recordar: Cuando desde la Estancia San Antonio del Yeso me venía con los carreros en las embuchadas<br />

y echábamos tres días para llegar a La Paz. Me extasiaba sintiendo su cantar por el camino. Preparaban sus<br />

guisos y hacían sus diálogos, sus coplas, sus cuentos, sus bichearías; contaban sus anécdotas, había un caudal<br />

emotivo maravilloso de esos hombres. (Cardozo, 1983, p.2).<br />

Yo soy carrero del Montiel, si señor...<br />

Carrerito soy...<br />

Llevo mi leña a La Paz, puro ñandubay,<br />

puro ñandubay de mi campanal...<br />

¡Paloma!... ¡Crespín!... ¡Boyero!... ¡Zorzal!...<br />

Me gusta el monte donde hay<br />

un campanal vibrador<br />

pa´ que aprenda la guitarra<br />

del carrerito cantor...<br />

El monte en silencio está, sí señor,<br />

pronto va a aclarar,<br />

cuantito llegue a La Paz<br />

la voy a entregar<br />

y a mi negra qué...<br />

qué le vi ‘a llevar...<br />

¡Boyero!... ¡Crespín!...<br />

¡Calandria!... ¡Zorzal!...<br />

Pertigueros de mi flor,<br />

no hay por qué aflojar,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

si esa es nuestra ley, ¡por la huella andar!...<br />

Yo soy carrero del Montiel, sí señor,<br />

carrerito soy... (Cardozo, 1973, p. 4).<br />

Sabía que la experiencia musical en su pueblo se hallaba un poco virgen porque ni había sido tocada o estaba<br />

quizás, postergada; por eso siempre se le oía decir, por ejemplo, que la educación entrerriana tan gloriosa; esa<br />

tradición educativa que tenemos los entrerrianos, tenía una gran deuda, le faltaba algo, la sabiduría popular. O lo<br />

que bien podríamos llamar la raíz folclórica de Entre Ríos. Entonces, decidió volcar su vida a la búsqueda, a la<br />

investigación, y preparó un plan de trabajo, una didáctica regionalista y se lanzó a dialogar, a lograr esa interacción<br />

que fue fundamental para su cometido cultural; un mano a mano con la gente, el conocimiento del pueblo en un<br />

coloquio permanente; en un mutuo amor, una especie de actitud socrática, de mayéutica hablando metodológicamente<br />

y lo hizo con un gran amor y con una consciente humildad. Se sumergió en todos los rincones de la<br />

provincia. Anduvo por estancias, rancho por rancho haciendo lo que se llama investigación de campo.<br />

Así contaba él su caminar:<br />

Como dice Atahualpa: “El viento me arrimó historias”. Una vez un paisano se me presentó diciéndome que<br />

él era el “peoncito de estancia” a quien yo le canté, y era cierto, yo tomé la imagen para el tema de un peoncito<br />

de carne y hueso representativo de tantos otros y que yo había perdido de vista y ahora se me presentaba “crecido,<br />

hombrecito”. Ya que estamos en este tema que se relaciona con la sociedad, les digo que estas canciones<br />

testimoniales: Lonja costera, El alza´o de las islas, también la del peoncito…, son las que tocan el corazón del<br />

pueblo porque protestan una injusticia, pero sin destilar odio ni usar palabras que sean ofensivas. Ante todo,<br />

son canciones, no panfletos, por eso el pueblo que las generó las hace suyas. Cardozo, 1983, p. 1).<br />

Siempre estaba regresando a su pago natal, La Paz; físicamente o en alguna copla volandera, pero volvía. Quizás,<br />

esa bandada de palomas permanentes que aun hoy pueblan el cielo paceño lo llamaba. En el tiempo de su niñez,<br />

en las yeseras y en los pastizales del Cabayú anidaban cientos de palomas y a ese niño paceño le gustaba ver ese<br />

estadio de la postura y estudiar a las torcazas.<br />

¡Era una emoción muy grande que tenía en mi tiempo cuando niño! Las miraba con un respeto tan identificado<br />

con el amor al terruño y me decía esto me pertenece, esto es mío, mío… En el mundo no debe existir otro<br />

lugar de postura de palomas como el que tiene La Paz. Se echaban a volar las bandadas y para mí cada paloma<br />

era como una estrella que salía de mi pago. Hacían un ruido, un murmullo que me tocaba el alma, como me la<br />

tocaban también las palas de los carreros que sonaban igual que las campanas, mientras ellos se sumergían<br />

por leguas en los montes paceños, en ese Montiel virgen como lo conocí; esos ñandubayzales en los que uno<br />

podía perderse, poblados por un mundo de personajes mágicos que marcaron mi ser. Y por eso hay un poema<br />

permanente para La Paz que siempre me acompañó en la vida…<br />

Tierra veraz y pujante.<br />

Tierra de buena cimiente,<br />

forjadora de la vida<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

descanso de hoy y de siempre.<br />

Mi tierra tiene un galope<br />

que se ve en el horizonte<br />

una ovejita que baja,<br />

un retacito de monte.<br />

Gracias mi tierra querida,<br />

gracias mi pago entrerriano,<br />

tengo el alma florecida<br />

con el sabor de tus pájaros.<br />

Tierra humana, bendecida,<br />

tierra de fe, solar mío,<br />

la copla se hace dulzura<br />

cuando te nombro Entre Ríos.<br />

El día que yo me muera<br />

quiero morir en La Paz,<br />

con mi arroyo, mi tablada<br />

y una paloma torcaz. (Cardozo 1982b, p. 9).<br />

Equidistante del viejo campanario,<br />

vibraron sus alas al son de las campanas,<br />

desbordando al aire y al viento que juega,<br />

esquivando redes que tienden las nubes,<br />

camino a la orilla… se van las palomas.<br />

La creciente trajo murmullos de siglos,<br />

las voces perdidas andan en la playa,<br />

buscando en el musgo de un río que pasa,<br />

bebiendo recuerdos que ha dejado el agua,<br />

allí en la orilla… están las palomas.<br />

La mañana mira, se siente nerviosa,<br />

va desperezando recién su desgano,<br />

ha cruzado en vuelo la caricia alada<br />

que pasó flotando camino del río<br />

y allí en la orilla… ya están las palomas.<br />

La pizarra inerte de los techos viejos,<br />

los bancos, la plaza, lloran esa ausencia,<br />

ellas se marcharon sin decirles nada,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

dejando una duda y un dolor presente,<br />

buscando la orilla… fueron las palomas.<br />

Las miro y recuerdo mis tiempos de niño<br />

como ellas andaba allí mi destino,<br />

la vara de un sauce era el caballito,<br />

un aire salvaje llenaba mi alma,<br />

como las palomas… en la orilla andaba.<br />

De pronto los cielos busca la bandada<br />

de vivos colores se tiñe al celeste,<br />

y hasta el sol costero abre sus ojitos,<br />

en el vuelo libre de todas las tardes<br />

se van las palomas... buscando campanas.<br />

Son esas de palomas de mi tiempo niño<br />

cuando las miraba, se iban los pesares,<br />

son esas palomas, las que florecían<br />

en aquellas coplas que traía Linares. (Martinez, 2014 p. 109).<br />

Ese arroyo Cabayú Cuatiá, que en la lengua guaraní significa: “caballo blanco”, “caballo pintado”, “caballo de<br />

papel”, estuvo presente desde el tiempo niño en la vida de Linares. Este arroyo tuvo siempre para él algo mágico,<br />

siempre, aun siendo hombre lo siguió viendo con aquel candor de la niñez.<br />

En su infancia, este curso de agua cristalina era el centro de la actividad de La Paz. Entraban los lanchones<br />

cargados se sandías, de zapallos, de naranjas, de melones que venían desde Corrientes, navegaban el Cabayú y se<br />

apostaban en lo que en la actualidad llamamos el “puente blanco”; en esa época le llamaban “puente naranjero”.<br />

En ese lugar pasó gran parte de su infancia y su adolescencia. Solía contar que algunos días se hacían “la rabona”<br />

y con sus amigos del colegio llegaban hasta los barcos. Allí se ingeniaban para conseguir naranjas y sandías; con<br />

sus amigos se tiraban del puente al arroyo haciendo saltos y piruetas, se zambullían un largo trecho y los<br />

empleados de los lanchones les regalaban sandías, melones, naranjas. Siempre recordaba: “eran mucho más<br />

sabrosas esas frutas que conseguíamos divirtiéndonos que las que podíamos comprar”.<br />

Su figura, su vida, su historia, siempre fue atrapante para poetas, músicos, directores de cine. En la década del<br />

´70, el joven videasta paceño Jorge Salvador, radicado en Córdoba, decide hacer cuatro documentales con diapositivas<br />

como homenaje al maestro y a su obra. Julio Marbiz, presentador oficial del Festival de Cosquín durante<br />

muchos años, lo elige para formar parte de la película “Argentinísima II”, filmada en 1973; allí, Don Linares interpreta<br />

“Chamarrita del adios”.<br />

… Ha pasado mucho el río, lejos se quedó aquel niño… Cada vuelo de torcaza… cada silbo del monte, cada<br />

silencio costero, nos traerá su nombre, nos marcará la huella.<br />

Él vino de una patria<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

del agua que murmura,<br />

de rojos y de grises<br />

y un verde que cautiva;<br />

territorio embrujado<br />

de los duendes siesteros,<br />

y de un sol gurisito<br />

jugando en sus esteros.<br />

Él vino de la patria<br />

del valor y la hombría,<br />

tierra de la gauchada<br />

y la mano tendida,<br />

de criollos y de gringos<br />

que, bajo el mismo cielo,<br />

con generosa entrega<br />

entrelazaron sueños.<br />

Él vino de una patria,<br />

cuna de los caudillos,<br />

un chasquear de tacuaras<br />

le marcó su camino,<br />

y un rumor de palomas<br />

endulza su latido,<br />

de pluma es su ropaje,<br />

de agua es su destino.<br />

Él vino de la patria<br />

del sol y de la luna,<br />

donde algún arroyito<br />

es toda su fortuna,<br />

donde un río andariego<br />

cerquita del sauzal,<br />

le deja a la mañana<br />

su canto vegetal.<br />

Él vino de una patria<br />

con aires de chamarras,<br />

zorzales y calandrias<br />

anidan su guitarra,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

y en un dulce concierto<br />

van entibiando el alma,<br />

Linares entrerriano,<br />

cantor de la esperanza. (Martinez, 2014, p. 25).<br />

Linares Cardozo dejó una huella imborrable que muchos cantores populares y poetas entrerrianos siguen<br />

andando. Siempre retoman la senda de Linares y buscan inspirarse en la inmensa obra del poeta paceño. Intentan<br />

seguir desentrañando a través de la poesía y la canción, aquellos misterios de la tierra entrerriana que atrapó a<br />

Linares. Encontrarse con el pago, con los recuerdos de la infancia, con el silencio de los pescadores, con el sudor<br />

del peón de campo, con el dulce trino de los pájaros ribereños…<br />

La Paz es un pedazo<br />

de suelo bendecido,<br />

el Paraná le canta<br />

con una antigua voz,<br />

es bella, pintoresca,<br />

nuestra tierra del alma,<br />

la de Pascual Echague<br />

y el Coronel Berón.<br />

La Paz, serena y calma,<br />

se peina en sus sauzales,<br />

aquel que la visita<br />

no la olvida jamás,<br />

La Paz, marrón de río<br />

y roja en sus ceibales,<br />

y entrando desde el Arco,<br />

azul jacarandá.<br />

Hermosas son sus termas<br />

juntito a la Curtiembre,<br />

sus barrancas, sus islas,<br />

cielo claro y azul,<br />

junto a su costanera,<br />

el parque, el museo,<br />

y su mansa ribera<br />

con gurises de luz.<br />

El puerto con su historia,<br />

el guinche, su vigía,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

y las viejas casonas<br />

que cuentan de su ayer,<br />

después llego a la plaza<br />

la iglesia, sus campanas,<br />

me envuelven los recuerdos<br />

y vuelvo a mi niñez.<br />

Son muchos los poetas<br />

La Paz, que te cantaron,<br />

te hiciste melodía,<br />

guitarra y acordeón,<br />

tu canto como el río,<br />

es dulce y rumoroso,<br />

y a veces en un llanto<br />

nos quiebra el corazón.<br />

Qué bueno fue cantarte<br />

La Paz de mis amores,<br />

“querencia bendecida”<br />

del Linares cantor,<br />

cuando un día me vaya,<br />

cuando callen mis pasos,<br />

ojalá que los niños<br />

te canten mi canción. (Martinez, 2014).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

4.2 Su provincia de alas libres<br />

Sencilla y sinceramente me animo a reavivar el rescoldo de la expresión nativa, a remover la emoción de mi<br />

patria chica. Ésta es mi gloriosa tierra de héroes, de hermosas mujeres, de arroyos, ríos y pájaros, acogedora y<br />

esperanzada, despertó para siempre en el entrerriano una franca sonrisa, forjadora de su proverbial optimismo<br />

y de ese sentimiento desbordante de amor y poesía.<br />

Más que ferviente deseo por realizarlo, este mensaje es un arraigado imperativo en mi ser, que viene de muy<br />

lejos con la sangre misma, saturada de coplas, trinos y paisajes. Desde mi infancia todo fue música, desde el<br />

alumbramiento puro y prístino de las canciones de cuna maternales hasta el montaraz contrapunto de bellos<br />

pájaros zahareños. Con mi experiencia, hoy puedo traducirla para Entre Ríos, mi litoral y mi patria. He conocido<br />

las sendas y caminos por donde anduvo el Supremo y tanto gaucho Calandria que inmortalizara don Martiniano<br />

Leguizamón. Por esas huellas de tropas y ariscas picadas quedaron prendidas en la emoción de pueblo, como<br />

clavel del aire hermoseando sus montes, ingenuas chamarras y compuestos. En ese tesoro vernáculo se inspira<br />

mi canto. Se lo devuelvo con cariño a mi pueblo como un homenaje a mi tierra de fe que trabaja y sueña. Lo<br />

entrego también a la juventud para que no deje apagar su gloriosa herencia, y apuntalada por la raíz del canto<br />

y la música la proyecte promisoria y renovada con la esencia del alma entrerriana.<br />

Ésta es mi Patria chica tan hermosa<br />

donde mi corazón con tanto empeño<br />

siente que su latir se torna copla<br />

porque vive en el pago de sus sueños.<br />

Arriba un cielo azul, en su heredad<br />

umbrosos talas atrapan los gorjeos<br />

la calandria, augurando libertad,<br />

fecunda inspiración de montoneros.<br />

cuajarones de ceibo y un zorzal<br />

se encuentra con la luz arrebolada<br />

pico del monte, verde tremolar.<br />

Entre Ríos, nido musical de aguas<br />

donde las aves todas se convocan<br />

con arrullo de fe para cantarla. (Cardozo, 1981, Portada [CBS]).<br />

En toda la inmensa obra del gran juglar entrerriano encontramos una sutil percepción poética y en cientos de<br />

coplas describe la relación íntima e integral que se establece entre el río y el hombre de la región. Del río y junto<br />

al río vivían nuestros antepasados, con tristezas y alegrías y el poeta los rescata en bellísimas canciones.<br />

Como la mejor provincia fue sentida y narrada por Tomás de Rocamora quien había advertido las enormes<br />

posibilidades del territorio, y al elaborar un plan político y económico para la región elevado al virrey Vértiz el 11<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

de agosto de 1782, documentación en la cual bautizó a la provincia con el nombre de Entre Ríos y vaticinó en la<br />

frase final: “…antes de muchos años será la de Entre Ríos… la mejor provincia de América”.<br />

Hay un temblor de tacuaras<br />

en el cielo de Entre Ríos,<br />

es de pluma su ropaje<br />

y es de agua su destino.<br />

Hay una infancia de islas,<br />

de abuelos que fueron míos,<br />

los recuerdos se me enredan<br />

cuando te nombro Entre Ríos.<br />

Hay un rumor de palomas<br />

cruzando en vuelo sencillo,<br />

montecitos encendidos<br />

de rojos y de amarillos,<br />

y los campos ondulados<br />

teñidos de un azul lino,<br />

pareciera que hasta el cielo<br />

ha bajado en Entre Ríos.<br />

Se ha quedado el corazón<br />

de los recuerdos cautivo,<br />

concierto de voces nuevas<br />

tiene mi andar peregrino,<br />

por eso quiero pedirte<br />

un sueño para mis hijos,<br />

que te quieran sin medidas,<br />

como te quiero Entre Ríos.<br />

Sigo teniendo aquel niño<br />

que sueña sueños de río,<br />

aquel que encontraba duendes<br />

en tus montes de espinillo,<br />

el de las tardes cansinas<br />

de barrilete y baldío.<br />

aquel con alma de arroyo<br />

porque nació en Entre Ríos.<br />

Y tengo un grito rebelde<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

floreciendo en mi guitarra,<br />

herencia de los caudillos<br />

de poncho, lanza y moharras,<br />

y llevo este canto libre<br />

como norte en mi camino,<br />

torrente de verde y agua<br />

porque nací en Entre Ríos.<br />

Se ha quedado el corazón<br />

de los recuerdos cautivo,<br />

concierto de voces nuevas<br />

tiene mi andar peregrino,<br />

por eso quiero pedirte<br />

un sueño para mis hijos,<br />

que te quieran sin medidas,<br />

como te quiero Entre Ríos. (Martinez, p. 23, 2000)<br />

El nombre utilizado por primera vez quedó para siempre. La predicción es todavía potencial, aunque aún estamos<br />

a tiempo de realizarla. Claro que depende de nosotros, los entrerrianos.<br />

Entre Ríos, aguas de arroyos y riachos; montes de talas, algarrobos y espinillos; cielo azul que en lejanías besa<br />

lomadas y cuchillas. En medio de este paisaje los hombres, en temerario desafío, se atrevieron a habitar la tierra<br />

virgen y con el correr de los años convirtieron a nuestra provincia en protagonista de singulares episodios de la<br />

vida nacional.<br />

En la historia lejana vivieron en nuestra provincia diversos grupos étnicos: los chaná-timbúes, a ellos los rescata<br />

en una obra maravillosa: Canción de la ocarina perdida; y los charrúas y los guaraníes a quienes trae a la memoria<br />

en una de sus últimas creaciones: La pluma de ñandú… “La pluma anda en el aire” -cuenta en la canción-.<br />

Pueblos con una cultura particular y definida. Resistieron con mucha tozudez, con mucho valor ante el conquistador.<br />

Se perdió gran parte de su cultura, pero aún nos quedan vestigios de su lengua; costumbres como el mate,<br />

el chipá, la pesca con fijas y el uso de la paja y el barro para la construcción de viviendas.<br />

A partir de la Reforma de la Constitución Nacional y actualmente de la Provincial (2008) se reconoce la preexistencia<br />

étnica y cultural de sus pueblos originarios y el derecho a una educación bilingüe e intercultural.<br />

De estas tierras surgieron también valientes caudillos que enarbolaron la bandera de la causa federal destacándose<br />

entre otros: Francisco “Pancho” Ramírez, Ricardo López Jordán y Justo José de Urquiza; quienes contribuyeron<br />

a la organización nacional e institucional.<br />

Así le canta al caudillo enamorado en su Chacarera de Río Seco:<br />

Se va el supremo entrerriano<br />

por San Francisco a Río Seco<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

en retirada y peleando<br />

contra Bedoya y Dorrego.<br />

Le quedan muy pocos gauchos.<br />

¡Qué lejos tú patria chica!<br />

ya no verás a Entre Ríos<br />

por defender tu Delfina.<br />

Apresan su bien amada,<br />

ultrajan sus atavíos<br />

y un sálvame que le grita,<br />

hace volver al caudillo.<br />

Yaguareté…<br />

que despierta su fiereza.<br />

Así era “Pancho” Ramírez<br />

en defensa de su amor. (Cardozo, 1974, p. 9).<br />

También aportaron elementos que hoy constituyen un gran patrimonio regional las grandes corrientes migratorias.<br />

Hombres y mujeres venidos del otro lado del mar pusieron su trabajo y esfuerzo para el engrandecimiento<br />

de la provincia.<br />

Tierra de lomadas y riachos; colmada de historias y leyendas; tiene la gracia de haber nacido abrazada por el<br />

Paraná, el Uruguay, el Guayquiraró y el Mocoretá, un clima pródigo, incidió en sus magníficos paisajes ribereños.<br />

Esos cursos de agua son los que hicieron soñar al cantor y quedaron inmortalizados en sus obras. Decía el poeta<br />

en la portada de su disco Dos ríos y un sólo amor, grabado en el sello Microfón en 1980:<br />

Sencillamente a lo entrerriano, quiero traducir la emoción decidora de mi provincia vigorosa y noble. He<br />

andado su canto como un tropero más que tiene puesto un rumbo y una huella para su tropa, pero que va<br />

usando noches montaraces acribilladas de estrellas y sus mañanas sonoras, plenas de trinos.<br />

El sentimiento provinciano es uno solo, pleno de paisaje y de vivencias, aspecto inalienable de la herencia<br />

gloriosa, la que ha definido una manera de ser feliz y honesta en nuestra gente, la que ha dado hombres rectores<br />

proyectados al ámbito nacional, valientes, probos y excelentes de verdad, que revelaron una sana conducta y<br />

jamás se acomodaron al vaivén de todos los vientos.<br />

Un buen entrerriano y esto lo saben, conoce sus prohombres, los reverencia y sigue su rumbo realizador. Es<br />

necesario seguir cantando, que por simple que el canto sea, vale si es positivo y esperanzado, y más aún, vale<br />

como ejemplo, porque está hecho con levadura terruñera fundamental, floreciendo como el trigo en pan de<br />

amor para las generaciones de este siglo desmantelado de valores, y donde pareciera que cada vez más, nos<br />

invade el frío nihilismo, la mentira, la desmedida ambición y la obsecuencia.<br />

“Dos ríos y un sólo amor”, elogia la condición insular de nuestro pueblo, el de los pagos fluviales, apegado a<br />

sus ríos y arroyos que le dan a Entre Ríos un cristalino y permanente canturrear de aguas, desde el mágico<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

alumbramiento brota nuestro existir como agüita fluyente y todos los estadios y tiempos de la vida parecieran<br />

al identificarse con este otro río eterno, ser único y múltiple a la vez.<br />

Alumbra el gurí como manantial, al igual que tantos arroyitos entrerrianos que despiertan en una límpida<br />

vertiente. Todo entrerriano sabe que tiene uno, puro y virginal, y le entregará esa impronta de dulzura perdurable<br />

a su río de esperanza. En su andar, se darán todas las formas del agua, la libertad, ancha y dilatada como<br />

los ingentes cauces de sus ríos: el “pariente del mar” y el otro, el “río de los pájaros”; rebosantes de bríos como<br />

sus avasalladoras correderas y estará también en la nube, pleno de exaltación, y por fin será lluvia bienhechora<br />

que regresa a su predio querido concluyendo su mensaje con un “no quiero llegar al mar” de los egoísmos y<br />

desde su predio fluvial desata otro río de cultura con la premisa puesta en el ideal de servir lo mejor posible a<br />

su país y a su medio al que se siente tan integrado. (Cardozo, 1980, portada [Microfón]).<br />

De norte a sur, entre lomadas y montes corre también tajante y profundo el río Gualeguay dividiendo la tierra<br />

entrerriana casi por completo. En el calado de su suelo florece una de las mayores reservas de agua dulce de<br />

América, el Sistema Acuífero Guaraní.<br />

Si bien la naturaleza regaló una tierra y un clima más que propicios para la vida del hombre y el desarrollo de<br />

sus actividades, es indudable lo que significó en el pasado el aislamiento a causa de los grandes ríos que encierran<br />

el territorio, pero el poblador entrerriano nunca se dejó amedrentar por los inconvenientes que producía la<br />

incomunicación sino por el contrario, con esfuerzo tesonero fue desarrollándose hasta que encontró sus vínculos<br />

con el resto del país y países vecinos. Tenemos que estar orgullosos de ser insulares, de formar parte de esta<br />

provincia, la del abrazo eterno de agua, como decía el poeta. (Cardozo, 1983, p. 5). Y a este orgullo y al amor nunca<br />

ocultado por su provincia de agua, los nombra en muchas de sus obras, pero quizás esta milonga entrerriana lo<br />

sintetiza todo:<br />

Del Paraná de los sueños al Uruguay de ilusión,<br />

se viene andando mi río verdeando alegre pregón.<br />

Soy un río esperanzado de corazón silbador,<br />

y digo en gracia del pago dos ríos y un sólo amor<br />

De la entraña de mi madre despertó mi manantial<br />

frescura plena de infancia vertiente de mi cantar.<br />

Este “pariente del mar” con sus canchas me enseñó<br />

a vivir en libertad creciente del corazón.<br />

Después el manso y cantor Uruguay, azul, cordial,<br />

me dio una fe terruñera y un destino litoral;<br />

y la luz de mis arroyos los trinos y el diapasón,<br />

emparejaron el alma torrente de mi pasión.<br />

Pasión sentida, entrerriana, afirmada a su solar<br />

río que sueña entre dos ríos no quiere llegar al mar.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Porque mi río tiene alas cuando vuela la emoción,<br />

y digo en gracia del pago dos ríos y un sólo amor.<br />

Amo el mar de mis orillas el de mi patria total,<br />

el de mar humanizado que trae ríos de paz.<br />

Pasión sentida, entrerriana, afirmada a su solar<br />

río que sueña entre dos ríos no quiere llegar al mar.<br />

Porque mi río tiene alas cuando vuela la emoción,<br />

y digo en gracia del pago dos ríos y un sólo amor.<br />

Amo el mar de mis orillas el de mi patria total,<br />

el de mar humanizado que trae ríos de paz.<br />

Al otro mar no le temo donde vamos al final,<br />

en tropa de nube y lluvia retornaré a mi solar.<br />

Siempre mi tierra querida entre soñar y soñar,<br />

entrerriano florecido agüita de manantial.<br />

Del Paraná de los sueños al Uruguay de ilusión,<br />

bendición de entrerrianía dos ríos y un sólo amor. (Cardozo, 1980, p. 1).<br />

Los brazos gigantescos del río de los pájaros (Uruguay en vocablo guaraní) y el pariente del mar (Paraná en<br />

vocablo guaraní y para otros de origen tupí) juntan sus manos hacia el sur y dan vida a otro gran torrente de agua,<br />

el Río de La Plata. Como guardianes de esta tierra se alzan los “cerros” indios, patrimonio cultural e histórico por<br />

excelencia que da cuenta de la presencia de los antiguos pobladores.<br />

“La chamarrita” (Danza entrerriana) (Fotografía de: Entre Ríos al mundo).<br />

Siguiendo el río Mocoretá se encuentra el Departamento Feliciano, donde se produce el encuentro con el<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Guayquiraró afluente del Paraná. Él nos dice en su chamarrita La lindera, una de sus creaciones más difundidas:<br />

Cerquita ’el Guayquiraró<br />

por el Paso Yacaré<br />

escuché la chamarrita<br />

y ahí nomás me entreveré.<br />

Le dije “mi palomita”<br />

a una moza de ojos vivos<br />

bailemos la chamarrita<br />

chamarrita de Entre Ríos.<br />

Chamarrita, chamarrita<br />

chamarrita ‘e Las Estacas<br />

la bailo con mi guainita<br />

porque es livianita y flaca.<br />

La chamarrita lindera<br />

pagos del Mocoretá<br />

se baila media cansada<br />

como el trote de aguará.<br />

Anteayer fin de semana<br />

estuve en las Cuatro Esquinas<br />

bailando la chamarrita<br />

chamarrita correntina.<br />

Cuando llueve en Entre Ríos<br />

el buen gaucho se sosiega<br />

deja el trabajo y al rancho<br />

como el peludo a su cueva.<br />

La prienda le está esperando<br />

con sabrosas tortas fritas<br />

matecitos con guitarra<br />

y una linda chamarrita.<br />

Por los pagos de Montiel<br />

pisoteando el mío mío<br />

encontré la chamarrita<br />

chamarrita de Entre Ríos. (Cardozo, 1973, p. 1).<br />

Aquí, entre las lomadas se divisan montes bajos de ñandubay, algarrobos y palmeras caranday; cuyas hojas con<br />

forma de abanico sirven para pantallearse (al decir de los lugareños) en los días de intenso calor.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Era un secreto de miel<br />

que el monte arisco guardaba<br />

era sabia milagrera<br />

dormida entre palmas altas,<br />

un carpintero cantor<br />

vocero de los palmares<br />

picó el tronco y se embriagó<br />

con el dulzor de mis lares,<br />

después cayó un montaráz<br />

con la suerte acorralada<br />

sediento y sin una luz<br />

pasó alazán llamarada.<br />

Pero el lumen de Montiel<br />

le devolvió su calandria<br />

bebió el surgente cristal<br />

de la palma legendaria<br />

de pago en pago corrió<br />

la gracia de su bonanza<br />

hubo creciente de trinos<br />

con chamarras de alabanza.<br />

Y el tropero trovador<br />

libó en la palma con agua<br />

y la noche se hizo canto<br />

por las huellas entrerrianas,<br />

y los enfermos de amor<br />

se curaron sus nostalgias<br />

en torcaza aquerenciada,<br />

y un sentimiento insular<br />

trasfoguero de esperanza<br />

se templó cual ubajay<br />

con el agua azucarada.<br />

Ya la alborada feliz<br />

con fragancias seculares<br />

vive la paz del trigal<br />

entre arrullos de zorzales,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

así es mi tierra bondad<br />

así es mi tierra pujanza<br />

meollo dulce, fresco y puro<br />

como la palma con agua<br />

Así es mi tierra bondad<br />

así mi tierra pujanza<br />

meollo dulce, fresco y puro<br />

como la palma con agua. (Cardozo, 1980, p. 11).<br />

En este pago se conserva lo autóctono, lo tradicional reflejado en sus leyendas: Lázaro Blanco, Ramoncito<br />

Muñoz, don Pata de Palo, La maestrita de Basualdo; manteniendo vivo un fuerte sentimiento de identidad regional<br />

y pinceladas costumbristas. Estas tradiciones junto a los fogones, cantos, música y bailes dan brillo a fiestas populares<br />

donde algún cantor del pueblo seguramente traerá sus Coplas felicianeras, versos siempre recordados del<br />

gran poeta.<br />

Despierta aquí mi cantar<br />

con un silbido entrerriano,<br />

cantan y silban las aves<br />

de mis costas, Feliciano.<br />

Trenzada en coplas de a dos<br />

para Don Carlos Parera,<br />

buen amigo marca "Sol"<br />

de cepas felicianeras.<br />

¡Ay!, quien pudiera vivir<br />

como ese pájaro hermano,<br />

para nacer y morir<br />

en tus costas Feliciano.<br />

Ser alas de mi Feliciano<br />

y en tu destino soñar,<br />

hacer de la vida un trino<br />

y en el canto perdurar.<br />

Del verde al azul viajar<br />

tener “paye” ser baqueano,<br />

florecer con el cantar<br />

de mis costas Feliciano.<br />

Silencio de tus playadas,<br />

espesuras del chilcal<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

que se rompen en la alerta<br />

temblorosa del zorzal.<br />

Cuando la luz acuchilla<br />

el corazón de los talas,<br />

cuando destila armonía<br />

la embrujadora calandria.<br />

Tan mesturado de voces<br />

de pajonales y esteros<br />

y el arrullo encadenado<br />

dulzón de los chucarreros.<br />

¡Ay! quien pudiera vivir<br />

como ese pájaro hermano<br />

para nacer y morir<br />

en tus costas Feliciano.<br />

Y ya me voy despidiendo,<br />

amigo Carlos Parera,<br />

con mi bandada y mis coplas<br />

de savias felicianeras. (Cardozo, 1973, p. 7).<br />

Y siguiendo el recorrido bordeando el río Guayquiraró, se baja hasta encontrar el Paraná y así se llega al<br />

departamento La Paz caracterizado por una variada gama de accidentes naturales; un gran delta atrapante,<br />

barrancas, inmensas lagunas pobladas de abundantes aves acuáticas; bosques y selvas en galerías. Se escuchan<br />

los cantos de los pájaros errantes que peregrinan cruzando este espectacular paisaje. Escritores, cantores, poetas,<br />

artistas plásticos y artesanos acompañan desde sus orígenes la historia lugareña logrando con sus aportes definir<br />

una identidad propia, rica en los más diversos matices. La Paz, cuna natal de Linares Cardozo, figura señera de la<br />

cultura regional que se inspiró en las expresiones del hombre de campo, de los pescadores y de las personas<br />

humildes de su tierra y sus alrededores recogiendo vivencias que luego volcaría en sus creaciones musicales,<br />

poéticas y plásticas. (1)<br />

La copla para ser bella<br />

fresca debe florecer,<br />

pero más copla es aquella<br />

con dulzor de la niñez.<br />

Dejen que cuenta la copla<br />

la dicha de mi heredad<br />

(1) Consejo General de Educación Entre Ríos. (2009, 2). Lineamientos Curriculares. Paraná.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

cuando un gurí bullanguero<br />

correteaba por La Paz.<br />

Yo también tuve mi arroyo,<br />

ya nunca se ha de apagar<br />

plena de amor y esperanza<br />

es la copla de La Paz.<br />

Doña Muerte si me busca<br />

que me encuentre por La Paz<br />

junto a mi arroyo y mi río,<br />

yo soy de ese palomar. (Cardozo, (1982), p. 47 - 49).<br />

Solía decirnos: El arte implica un camino liberador donde todo es posible y nos trae el dulce milagro de<br />

reencontrarnos en una copla, en una canción.<br />

La palabra de Linares acompañada de guitarra, nos alivia las tensiones y nos transporta a nuestros montes, a<br />

nuestros ríos y arroyos, a los sonidos de todos los pájaros, al correr del agua, al sentir de ser entrerrianos y<br />

argentinos. No tiene fronteras, y el aprendizaje llega cálido con el perfume de espinillos florecidos, unido intrínsecamente<br />

a la problemática de la vida del hombre.<br />

Crecí en el litoral -decía- con una geografía en que el horizonte era un vasto mar de redondas lomas, como<br />

disformes, verdes y atrayentes caparazones de tortugas; de ríos cual colosales lampaguales, de una fluida y<br />

brillante claridad. Allí, donde la mitad de la vida del hombre es a caballo y la otra mitad en la canoa. Exaltaron mi<br />

mente infantil, el balido de la hacienda y el sincopado redoble de los pasos de la chamarra cimarrona. Me rodeaba<br />

un mundo de lunas, como rodajas de plata madura, de soles que eran brasa entibiando el alma henchida de alegrías,<br />

impalpables, sonoras, dulces… Esas lentas vibraciones que hacían del corazón una ramita cimbreante, repleta<br />

de sueños incomprendidos, pero tan hondos… Siempre anduvo buscando los pájaros, sus trinos le inspiraron su<br />

canción y en la calma soledosa de los montes extasiado se quedó su corazón. Quiso quedarse en una copla decidora<br />

para siempre o en el simple dulzor de una guitarra. (Martinez, 2014, p.7).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5. LOS POETAS Y MÚSICOS AMIGOS<br />

___________________________________________________<br />

“Atahualpa, el cantor de los caminos” (Dibujo de: Cano)<br />

5.1 Palabras del alma…<br />

"La dulce madre siempre decía: Hijo, hay cosas que no se compran en al almacén de la esquina, hay que<br />

hacer una enorme y costosa diligencia de adquirirlas en el paisaje, con el alma y el corazón. Por ella me hice<br />

cantor. Y eso soy, tan sólo un cantor, un andador de senderos y ríos que anda por mi provincia y mi patria<br />

para que nadie olvide lo que es inolvidable: el canto y la música entrerriana. Un deseo profundo anida en mí;<br />

ser un día solo una sombra, no importa mi imagen, ni mi rostro, ni siquiera mi historia. Quisiera ser solo una<br />

copla errante, apenitas un eco que les señale a mis hermanos provincianos el deseo íntimo de amar lo nuestro<br />

y encontrar la libertad del espíritu”. (Cardozo, p. 7, 1985).<br />

Caminador del horizonte. Amigo del viento,<br />

de los árboles y ríos. Peregrino del silencio.<br />

Amigo de los gritos del campo<br />

y de los secretos costeros.<br />

De gurí, las raíces de su alma<br />

se aquerenciaron con el paisaje<br />

de su pueblo costero y de su “Cabayú Cuatiá”;<br />

ese curso de agua paceño que lo llevó<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

a navegar por la provincia y el país.<br />

En el cuenco de su guitarra<br />

guardó los trinos del pago,<br />

el vuelo de sus palomas<br />

y el perfume de la copla<br />

de la madre buena<br />

consejera de la infancia.<br />

Y a ese mágico paisaje,<br />

lo llevó por los caminos<br />

en la entrega de su canto,<br />

en su guitarra estrellera<br />

y en el dulce perfume<br />

de esas coplas provincianas.<br />

Montecitos entrerrianos,<br />

senderitos del tiempo niño,<br />

sonidos de un viejo río le regalaron<br />

los duendes que alimentaron su espíritu.<br />

Las tacuaritas “ratonas”<br />

que anidaban en su patio,<br />

las “brasitas” con alitas<br />

saltando de rama en rama,<br />

los “taces” y pisingallos,<br />

las frutitas de su infancia,<br />

endulzaron siempre su vida<br />

y su largo andar sin pausas…<br />

Y de los grillos costeros,<br />

de los trinos mañaneros,<br />

de los crespines tristones,<br />

de las madres ribereñas,<br />

del silencio espinelero,<br />

fueron naciendo las coplas<br />

de chamamés y chamarras,<br />

de dulces canciones de cuna<br />

que me entibiaron el alma.<br />

Hombre de noble templanza<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

y honda raigambre entrerriana<br />

fue enancado en su guitarra<br />

un sembrador del camino,<br />

fue juntando los recuerdos<br />

y pesares de su gente<br />

y los contó en sus canciones<br />

cargadas de alas y trinos.<br />

El silencio sepulcral<br />

de ese río espinelero<br />

fue cascada musical<br />

en su canto provinciano;<br />

un fogoncito encendido<br />

en esas noches costeras,<br />

tibieza de mate amargo<br />

en la mano de un paisano.<br />

El cantor sigue presente...<br />

a pesar que se ha marchado<br />

aun se nota en los costeros<br />

que hay dolor de soledad,<br />

es como una angustia larga<br />

que anda buscando y no encuentra<br />

la dulzura de sus coplas,<br />

su sapiencia, su humildad. (Martinez, 2016, Inédito).<br />

Linares ha sido una de esas grandes personalidades que ha tenido el país, y aunque ya no esté físicamente, su<br />

copla sigue más fuerte aún, perenne en el tiempo. Está vivo en las voces, en el sentimiento de muchos cantores;<br />

en imágenes, y constantemente se va resignificando.<br />

Linares, el bien nacido, su obra debe ser el recorrido necesario para adentrarse en nuestra cultura. Escuchar su<br />

voz, es oír a todo un pueblo que en su palabra habla para contar su historia. El pescador, el peoncito, el carrero;<br />

todos ellos están en su guitarra; la identidad, la cultura, el pensamiento de una provincia toda es lo que narra su<br />

cancionero. Su canto sigue conmoviendo. Los que lo amamos sentimos y tenemos la convicción de que, cada<br />

tanto, hay que volver a poner la mirada en él y en sus obras. Volver a Linares para recuperar algo; fue y será un<br />

referente y eso se percibe en la emoción que produce el escucharlo.<br />

Linares fue una figura inmensa. Haberlo escuchado en Cosquín en la década del ´70, la plaza en silencio mientras<br />

él cantaba Canción de cuna costera fue emocionante. Hoy, un cantor así, no sería programado en un festival de<br />

este tiempo, nos han impuesto una cultura donde todo es pasatista, desechable y eso nos deja en un estado de<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

confusión. Él, era simple y claro como el agua, profundo como la tierra. Fue uno de los artistas más elevados del<br />

arte nativo entrerriano. Su música y sus letras estuvieron aliadas a la tierra y al enigma de la vida.<br />

La profundidad y encanto de sus creaciones poéticas constituyeron el espíritu recurrente que llenó de misterios<br />

su voz y su guitarra. Las aves, los ríos, las historias de los hombres con sus penas y alegrías fueron contadas en sus<br />

canciones y traspasaron todos límites hasta llegar al alma.<br />

Linares nos escribió desde su propia existencia, de una infancia mágica bordeando el arroyuelo de su pago<br />

natal; una vida rica en andanzas, en experiencias y reflexiones. Por eso quizás su obra es tan trascendente. No se<br />

lo contaron ni lo imaginó. Fue desde niño un gran observador del paisaje y del hombre entrerriano.<br />

Cantar a Don Linares no es fácil. No hay distracciones armónicas ni melódicas. Uno tiene que encontrarse con<br />

su alma para interpretarlo. Es como enfrentarse con uno mismo… mirarse para adentro… descubrirse… y es<br />

necesario para ello, encontrar el silencio y amar profundamente a la provincia. Siempre asocié el cancionero<br />

linariano a una necesidad mía de andar los caminos. Desde niño cantaba con mi padre Canción de cuna costera,<br />

esa canción insignia en el cancionero entrerriano. Linares logró instalar la sensación angustiosa y deseable a la vez<br />

de andar los caminos sin saber con lo que uno se va a encontrar; una necesidad imperiosa de andar caminos y<br />

hacer de ellos nuestra casa.<br />

Una de las cosas que más me conmueve en un artista es cuando tiene la capacidad de alcanzar gran profundidad<br />

desde la sencillez. El, era uno de esos hombres que comenzaba a contarte historias, sucedidos, te mostraba sus<br />

canciones en proceso, y uno mientras compartía los mates, deseaba que no se fuera nunca, que se quede allí<br />

hablando y cantando para siempre.<br />

Linares es para la música popular entrerriana y argentina como el agua o el aire para la vida. En sus creaciones<br />

se refleja ese amor y esa identidad profunda de lo que es ser entrerriano, provinciano. Linares somos nosotros,<br />

hoy, antes y después. Toda su obra poética, sus canciones nos llevan allí donde el mercado no ha podido entrar<br />

todavía: al misterio del alma humana ante la inmensidad del universo. Para Linares, el canto es la mediación<br />

privilegiada para domar caminos haciendo emerger un sentimiento. Sentimiento que alumbre ese camino, para<br />

uno y para los demás. Por eso para Linares, cantar es una manera privilegiada de dar. Supo desde aquel tiempo<br />

que pulsó una guitarra, que el canto se asocia a la vida errante, por lo que el caminante deviene en un trovador<br />

que no se queda en ningún lado. Si bien sabe que finalmente quizás será olvidado, el canto y la poesía, le permiten<br />

tomar conciencia de sus lindas riquezas y manifestarlas.<br />

El trovador canta su propia vida, la del hombre de campo, la de los sufridos costeros, la de la gente sencilla, que<br />

por experiencia conoce muy bien, desde su tiempo niño andado en los montes y los ríos y arroyos de su pago<br />

natal.<br />

Confieso honestamente que le envidio la pureza que fluye de su evocación de la niñez, porque en esa semblanza<br />

sagrada descubro que hay cosas que siempre quise decir y no pude o no supe hacerlo. Hago mías las palabras del<br />

escritor Adolfo Torres Arias, autor del Prólogo del libro El caballo pintado y la paloma: Déjame decirte ¡gracias<br />

hermano musiquero!; por tu fervor poético, por la nobleza de tu arraigo al terruño amado, y, por sobre todas las<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

grandezas que te honran, por la serena humildad con la que siempre te brindaste, sin rebusques estudiados, sin<br />

posturas incómodas que usan solo los alpinistas del oportunismo. ¡Gracias amigo del alma!, porque nadie más que<br />

vos ha alcanzado a reunir el decálogo sagrado para entronizar la palabra: Amigo. (Cardozo, 1982a, p. 6).<br />

Linares, entrerriano de “pura cepa”, amigo, siempre con la sonrisa y la mano tendida. A veces partía buscando<br />

otros cielos, pero siempre volvería a su provincia querida, la “república de los trinos” a decir de un poeta. Aunque<br />

a él, también como a Atahualpa, le gustaba decir que: “…los caminos se hicieron para ir, no para volver”…<br />

Entre Ríos, solar bendecido… su amada provincia…<br />

Entre Ríos, tierra verde,<br />

solar cargado de historias,<br />

andan los bravos caudillos<br />

galopando su memoria.<br />

Entre Ríos, tierra azul,<br />

de límpida transparencia,<br />

los que están lejos la añoran,<br />

andan llorando la ausencia.<br />

Entre Ríos, tierra roja,<br />

en su cardenal altivo,<br />

y en la brasita que deja<br />

montecitos encendidos.<br />

Entre Ríos, tierra blanca,<br />

diáfano cielo de infancia,<br />

de un corazón desbocado<br />

al sentirla a la distancia.<br />

Entre Ríos, tierra fuerte,<br />

en el monte un alarido,<br />

o sosiego y placidez<br />

de un arroyito cansino.<br />

Entre Ríos de “solapas”<br />

y del crujir de chicharras,<br />

de una chamarra dulzona<br />

enredada a una guitarra.<br />

Entre Ríos prodigiosa<br />

de la lucha y el esfuerzo,<br />

la de la mano tendida,<br />

la del corazón abierto.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Entre Ríos, ribereña,<br />

la de pueblos ancestrales,<br />

la que aún sigue clamando<br />

por chanáes y minuanes.<br />

Entre Ríos, cielo y campo,<br />

y musa del canto mío,<br />

me va atemperando el alma<br />

el apretón de dos ríos.<br />

Entre Ríos, mi regazo,<br />

don Linares ya lo dijo:<br />

“mejor muerto en Entre Ríos<br />

que vivo en el paraíso”. (Martinez, 2014, p. 23).<br />

Han sido tantos los entrerrianos bien nacidos que le han cantado, cientos de coplas lo nombran, cientos de<br />

coplas le dicen…<br />

Gracias don Linares<br />

por darnos sus sueños,<br />

gracias don Linares<br />

por ser estrellero,<br />

por tantas mañanas<br />

llenas de poesía.<br />

Por su aliento largo,<br />

por su fe en la vida,<br />

por la mano abierta,<br />

corazón de amigo,<br />

gracias don Linares,<br />

por quererla tanto<br />

a nuestra Entre Ríos.<br />

Bajo un cielo lapaceño<br />

un hombre se hizo canción<br />

y en caminos de mi tierra<br />

su canto fue ceibo en flor.<br />

Y en el río una mañana<br />

cuando despertaba enero,<br />

se hizo chamarra en la risa<br />

de los gurises costeros.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Le fue contando a otras tierras<br />

de la alegría hecha echa trino,<br />

del trabajo y la esperanza<br />

de tus hombres Entre Ríos.<br />

Ya es un pedazo de suelo,<br />

es don Linares del río,<br />

busca que busca mil coplas<br />

teñidas de algún estío.<br />

Linares es canto nuestro,<br />

es calandria y es zorzal,<br />

una mano que se tiende<br />

y es espiga de un trigal.<br />

Él es vincha colorada,<br />

él es bandera entrerriana,<br />

su alma llena de trinos,<br />

se abre en cada madrugada.<br />

Linares silbo de islero,<br />

amigo, padre y hermano,<br />

sauce, costa, monte, río,<br />

por siempre bien entrerriano.<br />

Ya es un pedazo de suelo,<br />

es don Linares del río,<br />

busca que busca mil coplas<br />

teñidas de algún estío. (Martinez, 2007, p. 3).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.2 Crónica de un viaje<br />

Jueves 15 de setiembre del año 1975, hermosa mañana primaveral. Me aprontaba a saborear los mates<br />

mañaneros cuando llaman a la puerta de casa, eran las ocho de la mañana. Entre rezongos fui a atender el llamado.<br />

Con asombro, veo a Linares Cardozo que muy sonrientemente me decía: -Prepara un bolsito y la guitarra, que nos<br />

vamos a Quitilipi- Pero maestro -atiné a decirle- no tengo nada preparado-, -pone unas cositas nomás, volvemos<br />

el domingo-, contestó sonriendo.<br />

Al rato, emprendíamos viaje en su “Tacuarita azul” (un Citroën bastante destartalado) donde nos esperaban<br />

unos músicos amigos de Colón. El viaje fue largo, pero el cansancio pasó desapercibido porque el trayecto estuvo<br />

lleno de anécdotas y coplas. Linares nos fue contando que todos los años lo invitaban para una gran fiesta que<br />

vivía ese pueblo chaqueño.<br />

Llegamos el viernes a la tardecita. Nos alojamos en una escuela cercana al pueblo. Para sus habitantes recibir a<br />

un artista con tanta trayectoria, era todo un orgullo. Se le acercaban, le tendían sus manos, los niños lo rodeaban<br />

y lo besaban. Actuamos esa misma noche. Linares recién lo hizo el sábado como número central. Fue una actuación<br />

memorable, cautivó a los cientos de oyentes que lo escuchaban con un silencio casi sepulcral. En un momento<br />

aproveché para recorrer el predio y pude observar que la mayoría de los presentes pertenecía a comunidades de<br />

pueblos originarios.<br />

Finalizado el espectáculo, el intendente del lugar se le acercó, lo abrazó y le dijo: -Hermoso el recital maestro,<br />

por el pago ¿hacemos como siempre? -. Linares nos había contado durante el viaje que él nunca cobró por esa<br />

actuación, hacía cinco años que iba, ni siquiera aceptaba que le reintegren los gastos, lo que le pagaban lo dejaba<br />

para que sea distribuido en alimento a las comunidades originarias del lugar. Quizás por eso nos sorprendimos<br />

cuando le dijo: -No amigo, esta vez quiero cobrar, ando bastante mal económicamente-. El funcionario titubeó,<br />

pero le respondió: -Bueno, ahora vamos a mi oficina y le doy el dinero- Después de la cena, mientras compartíamos<br />

unos mates con los amigos de Colón, surgió inevitablemente el tema. Había entre nosotros un aire de extrañeza,<br />

no era el Linares que conocíamos. Bueno, -dijo uno de los muchachos- cualquiera puede tener un momento malo<br />

y necesitar dinero. Compartimos la apreciación, era una manera de justificarlo. Igual esa noche fue difícil dormir.<br />

El domingo muy temprano Linares se presentó en el aula donde dormíamos en unos improvisados catres y nos<br />

dice: - ¡Arriba, dormilones, tenemos mucho que hacer! - Preparamos el mate, subimos a su “Tacuarita azul” y<br />

partimos rumbo al pequeño pueblo que distaba unos siete kilómetros de la escuela. Llegamos a un almacén de<br />

ramos generales. Al entrar el dueño se acercó feliz a saludarlo: -Don Linares, lo vi anoche, estuvo sensacional,<br />

tengo un disco suyo ¿me lo firma? -. Linares le dio un fuerte abrazo, cumplió con el pedido y después sacó del<br />

bolsillo de su saco un sobre con el dinero de la actuación. Cuente amigo -le dijo-, y deme todo de: yerba, azúcar,<br />

grasa, harina, aceite y algunas bolsas con caramelos. Llenamos el vehículo con tantas cajas que casi no<br />

entrábamos. Nos dirigimos hacia un montecito que estaba a unos veinte kilómetros del pueblo. Después de recorrer<br />

una larga y sinuosa senda llegamos a un descampado. Detuvo el auto y nos dijo: -Vamos, bajemos las cosas-<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Linares -le dije- no hay nadie. Sonrió y me respondió: -Hace caso, que el “diablo sabe por diablo, pero más sabe<br />

por viejo”-. Dejamos las cajas en el espacio limpio. Me llamó la atención el gran silencio que reinaba en el lugar,<br />

no se oía ni el trino de los pájaros, sólo se percibía el susurro del viento entre los árboles. Terminada la tarea,<br />

comenzamos a emprender lentamente el regreso. Linares nos dijo entonces: -Miren para atrás-. Observamos<br />

como el descampado comenzaba a llenarse de madres con bebés en los brazos, hombres de tez oscura, muchos<br />

niños que saludaban con la mano en alto. Linares nos miró y nos contó: Me enteré que hace dos años que no les<br />

compran nada con lo que dejo por mi actuación, así que este año quise tomar el toro por las astas”. Miré a mis<br />

amigos, los tres nos apretamos fuertemente las manos, Linares seguía siendo el de siempre, buen poeta, buen<br />

cantor… gran ser humano.<br />

Al año siguiente no pude ser de la partida, pero los amigos colonenses, al regresar me contaron: - Estuvo<br />

hermoso, Linares sensacional, sabes que los jefes de las familias se acercaban, lo abrazaban y le decían: Gracias<br />

maestro, gracias “Cacique”- … Desde ese momento para nosotros fue el “Cacique”. A él no le gustaba mucho, se<br />

enojaba un ratito y después largaba una carcajada… (Luján L., Diario El Pueblo, Villaguay, Entre Ríos, 10 de octubre<br />

de 1975: Reportaje: Linares Cardozo, “Memoria de los Pueblos” y “Chino” Martinez: Una canción para los wichis).<br />

Siempre con buenos consejos,<br />

con el amor a la tierra,<br />

hubo alas en tu vida<br />

y un arroyito de ensueño,<br />

algún chaná en otros tiempos<br />

quizás soñó en sus orillas,<br />

como regalo del tiempo<br />

vos heredaste los sueños.<br />

Siempre llevando en la copla<br />

esa “la paz” de tu pueblo<br />

y fuiste por los caminos<br />

como un antiguo guerrero.<br />

Llevaste nuestras historias<br />

por los senderos del tiempo<br />

nunca jamás un olvido<br />

jamás nunca, un silencio.<br />

Seguro aquellos guardianes<br />

del “caballito pintado”<br />

acompañaron tu huella<br />

y a tu sombra, escoltaron.<br />

Fuiste canción en el viento,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

en la arena y en la huella,<br />

canto de fe y esperanza<br />

hacia un camino de estrellas.<br />

Un día volviste al pago<br />

y fue en un triste febrero,<br />

y acompañaron tu viaje<br />

los antiguos hechiceros.<br />

Cantó vibrante el zorzal,<br />

fue lamento la torcaza,<br />

y el río dijo pasando,<br />

Linares ha vuelto a casa.<br />

Tu guitarra no ha callado<br />

y tu copla no se ha muerto,<br />

sos bandera en nuestro canto<br />

porque el “Cacique” no ha muerto. (Martinez, 2016).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.3 El “Elogio”<br />

“Elogio” proviene del latín “elogium”; y es la alabanza de los méritos y cualidades positivas de una persona, un<br />

objeto o un concepto. Consiste en una afirmación que puede realizarse tanto en privado como en público.<br />

José Enrique Martí, nació en Rosario el 11 de septiembre de 1926 y cuando tenía dos años sus padres se<br />

radicaron en Entre Ríos, primero en Colón y luego en Pueblo Liebig. Estudió en el histórico Colegio del Uruguay<br />

Justo José de Urquiza, siendo interno de La Fraternidad.<br />

Tuvo una intensa relación con el periodismo escrito y radial de Entre Ríos y ha sido colaborador en las páginas<br />

literarias de La Nación y La Prensa de Buenos Aires, La Capital de Rosario y El Diario de Paraná.<br />

También fundó y dirigió el periódico Tribuna y la revista del mismo nombre. Dictó conferencias en escuelas,<br />

colegios y entidades culturales entrerrianas, de varias provincias de nuestro país y de la República Oriental del<br />

Uruguay. Fue Secretario de Extensión Universitaria y Cultura y asesor del Rectorado de la Universidad Nacional de<br />

Entre Ríos.<br />

Escribió doce libros; el primero fue Panambí, luego le siguieron: Versos entrerrianos, Al Colegio del Uruguay,<br />

Fraternilla, Antigua Luz (Faja de Honor de la SADE), Entrerriano por el Canto, Rapsodia entrerriana. Es autor además<br />

de Cantata en unión y libertad, homenaje a Justo José de Urquiza con música de Leopoldo Martí. La misma<br />

fue representada en Concepción del Uruguay y Paraná en el marco de las celebraciones por el Bicentenario de<br />

la Patria. Su último libro Cancionero colonense del siglo y medio, se presentó en el marco de los festejos de la gran<br />

fiesta del sesquicentenario de Colón.<br />

Amigo personal del cantor paceño; conocedor y gran admirador de su obra. Cuando en 1994 la Universidad<br />

Nacional de Entre Ríos (U.N.E.R) le entrega a don Linares Cardozo el título de Doctor Honoris Causa en reconocimiento<br />

a su aporte invalorable a la música entrerriana, es Martí, el que tiene a su cargo la presentación y<br />

entonces, emocionado deja a consideración de los entrerrianos su Elogio de Linares Cardozo:<br />

Creo que el encomendarme esta gratísima tarea el estimado rector tuvo en cuenta mi antigua y fraternal<br />

amistad con Linares Cardozo, mi condición de ex alumno de este histórico colegio que nos abre sus puertas<br />

cordiales, mis diez años de trabajo en el Rectorado de la U.N.E.R y también ¿por qué no?, mi vieja relación<br />

noviera con las nueve hermanas musas, todo lo cual hace suponer mi idoneidad para poder cumplir el honorable<br />

encargo.<br />

Adviértase que dije Linares Cardozo, porque en este ilustre comprovinciano se repite el caso de José Sixto<br />

Álvarez, el gualeguaychense universalmente conocido como “Fray Mocho”. Y es que el profesor Rubén Manuel<br />

Martínez Solís ha sido superado, desdibujado por el seudónimo que él mismo adoptó en recuerdo y homenaje<br />

de gratitud a un ser de la vida real que iluminó su infancia en campos de su pago lapaceño: don Linares Cardozo.<br />

Y bien, aquí estamos, querido, admirado Linares, leyendo estas páginas en nombre de la Universidad Nacional<br />

de Entre Ríos, en cumplido elogio previo al acto de entrega del diploma que te acredita como Doctor Honoris<br />

Causa. Sé que más que una formal ceremonia académica en el alto nivel universitario, hubieses preferido una<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

charla en la ronda galponera de los peones y en algún vivac montaraz, entre mate y mate o arrimándole brasas<br />

al fogón donde se comparte el buen vino convocador de recuerdos. Y algo de ello ocurre ahora y aquí, porque<br />

esta es una reunión de amigos en la que celebramos con alegría el otorgamiento de este justo y merecido<br />

galardón. Esta universidad que sostiene la Nación con el nombre de tu amada provincia, está despojada de<br />

boatos y ya ves que no usamos pelucas, togas ni borlas doctorales, porque somos una expresión popular. Anda<br />

mi voz, en representación de cuantos te quieren y te admiran.<br />

¿Elogio de Linares Cardozo? Y entonces digo que es muy difícil intentar en apretada síntesis una valoración<br />

de la compleja y completa obra de don Linares Cardozo, que con sentido renacentista abarca todo lo concerniente<br />

al hombre y que se proyecta artísticamente en su triple dimensión de músico, poeta y pintor.<br />

Alguien podría preguntar cuál de esas tres facetas debemos considerarla primordial o si se prefiere, la más<br />

destacada. Al buscar una respuesta nos encontraremos con que el músico ha sabido pintar con elementos<br />

poéticos el alma de esta provincia mensurada de ríos; que el poeta pintó también con elementos musicales la<br />

vida del hombre entrerriano y de los pequeños seres que dibujan su entorno; y que el pintor supo reunir los<br />

signos poéticos y musicales para dejarnos en juego de luces y de sombras el encanto de nuestro paisaje de<br />

ocioso color suave, como diría Carlos Mastronardi. Es que, en definitiva, en Linares se funden con naturalidad<br />

el poeta, el músico y el pintor, para modelar un testimonio hecho de amor que las generaciones venideras<br />

valorarán en todo lo que tiene de auténtico su mensaje de belleza innúmera. Y puesto que la belleza, según la<br />

definición de Lugones, es la manifestación de Dios en la armonía de lo creado, afirmo que en la obra de Linares<br />

andan los manes de nuestra tierra, los duendes que habitan nuestros montes y las náyades que pueblan nuestros<br />

ríos y arroyos. Esto supone un acto de fe, casi siempre reservado al poeta, que es un pequeño Dios, como<br />

decía el gran Vicente Huidobro en su Arte poético. Hombre sabio, además, este Linares que juntó las lecciones<br />

del Instituto del Profesorado de Paraná con las enseñanzas que surgen de la inagotable vertiente popular. Hay<br />

que arrimarse a la orilla de esta corriente caudalosa de vida que es la vida de don Linares Cardozo, para poder<br />

dimensionar su extraordinaria personalidad y ver cómo asoma, casi sin darnos cuenta, su labor docente que se<br />

le desborda del alma.<br />

Hombre de coplas llevar este amigo Linares que aplica con sabiduría los proverbios y consejos que aprendió<br />

de su pueblo y que tiene en sus labios esa sonrisa del humor que nos hace buenos y generosos.<br />

Ha enseñado en la Universidad y en varios establecimientos secundarios. Concurrió cada vez que se lo<br />

llamara al sitio de la convocatoria, casi siempre una escuelita desvencijada y animosa que estaba necesitando<br />

una ayudita de unos ladrillos. Y así nos ha enseñado a todos, en cumplimiento de cualquiera de sus muchas<br />

labores y en ejercicio de esa profunda vocación docente. En Linares hay siempre gran una enseñanza. Pero<br />

además y enmarcando toda su vida, luce su dignidad de hombre cabal y de ciudadano probo, creyente en la<br />

democracia como instrumento realizador. Ha sido amigo de todos, pero jamás se complicó con quienes pierden<br />

el rumbo de la ética y se equivocan de andarivel. El suyo, el de buen caminante, es el de las fuerzas morales.<br />

Entrerriano / pa´ lo que guste paisano<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

en un apretón de manos / se va toda mi amistad…<br />

Viene de allá, de su natal La Paz, en pagos del rumoroso Cabayú Cuatiá. Desde la altura de las barrancas sus<br />

ojos niños contemplaron con admiración el eterno viaje del gigantesco río Paraná, ese gran “pariente del mar”<br />

que será su fuente de inspiración. Con el andar de los años yo lo he visitado en su casa paranaense de Bajada<br />

Grande, que parecía colgada también de la altísima barranca, con el ventanal abierto al padre río. Paisaje de<br />

increíble belleza, que Linares reflejó para siempre en sus canciones y en sus acuarelas.<br />

Volviendo a La Paz, ese rincón entrerriano que recibe el influjo guaranítico de su apegada Corrientes le dará<br />

sus primeras emociones de gurí curioso y preguntador, con las respuestas del padre sabedor de los secretos del<br />

monte y la guía amorosa de su madre maestra que también tenía inclinación musical.<br />

En su hogar paterno supo de la primera guitarra y aprendió los primeros acordes. Y siendo niño tuvo allí el<br />

privilegio de escuchar nada menos que a Agustín Barrios, el excelso guitarrista paraguayo que ha sido uno de<br />

los mayores creadores de música para las seis cuerdas del mágico instrumento. Fue muy especial ese hogar<br />

paterno, al que siempre llegaban músicos y artistas viajeros por los caminos de Dios.<br />

Regalos de la vida, como aquella simbólica ocarina modelada por anónimas manos aborígenes, que tuvo la<br />

suerte de encontrar en Curuzú Chalí, la isla cercana a La Paz, a la que llegaba brazada a brazada de buen nadador<br />

o empuñando los remos de su canoa rumbeadora.<br />

Pagos de La Paz, en vecindades del río Feliciano que le inspirará los rumores de sus coplas felicianeras, en<br />

las que aparece de cuerpo entero como todo señor aquel don Carlos Parera que fue otro de sus hermosos<br />

recuerdos de la amistad. Pagos de andar en largas caminatas montesas, por senderos apenas insinuados, o al<br />

galope en el infaltable petiso que pintará en su “Peoncito de estancia”, que parece una figura de Güiraldes<br />

retratada musicalmente en campos entrerrianos.<br />

Pagos de La Paz, con rayadores de lagunas, tajamares y con la frutita del tala que pone dulzor en la siesta<br />

provinciana. Y allí las dulces avecillas, como él las llama con inocultable ternura. Son alitas entrerrianas que<br />

vuelan y cantan en su inagotable cancionero. Están los cantores, como ese zorzal que cuando inicia su matinal<br />

gorjeo maravilloso parece que el monte sonoro se queda en silencio para escuchar su admirable concierto.<br />

O esa calandria que imita todas las voces, pero deja caer desde lo alto de la rama dorada por el sol naciente el<br />

derroche de su canto inigualable. Zorzal y calandria, calandria y zorzal, y están dichos todos los pájaros que<br />

alegran nuestro paisaje y anidan en la obra de Linares. Es que él puede decir, como en la copla de Gaspar L.<br />

Benavento que yo desarrollé en uno de mis poemas:<br />

Como dos ríos de coplas<br />

me suben por la garganta<br />

un Uruguay de zorzales<br />

y un Paraná de calandrias.<br />

No hay olvido para ninguna de nuestras avecillas. Pero sería imperdonable no mencionar a doña Gallineta,<br />

con el tic nervioso de su cola y sus gritos al anochecer; y al Juancito Chiviro con su pregón de despedida en las<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

últimas luces de la tarde, o al morajú, ese pobre “guachito” de las bandadas abandonado y andariego que cruza<br />

por su canción.<br />

Son retratos de toda esa maravilla que se abre ante sus ojos sorprendidos. Entre Ríos, su provincia, la querida<br />

provincia, para usar el calificativo que Mastronardi reitera en su clásica “Luz de provincia”, cuando repite en<br />

su alejandrino: “la bien amada, la tierna, la querida provincia”. Después, Paraná, que ha sido parte sustancial<br />

de y en la vida de Linares. Él pudo decir con Marcelino Román, uno de sus amigos más queridos: De donde se<br />

comen, / cogollos de palma, / miquichíes, cardos / miel de lechiguana, / taces, pisingallos / tunas baguales, /<br />

como matrereando / llegué a estas barrancas / y aquí, como pude, / planté la esperanza.<br />

En Paraná hizo los cursos del Instituto del Profesorado, donde obtiene su título de profesor de Filosofía y<br />

Ciencias de la Educación. Pero también las enseñanzas ex cátedra de una fabulosa pléyade de artistas que él<br />

conoció y admiró y fueron sus amigos entrañables. La mención también para ellos sería larga y seguramente<br />

inconclusa. Pero yo sé que andan por aquí, que están esta noche con nosotros, acompañando a Linares, aquellos<br />

seres iluminados por el arte que son gloria y prez de la entrerrianía: Amaro Villanueva, Juan L. Ortiz, Reynaldo<br />

Ros, Marcelino Román, Carlos Alberto Álvarez, José Eduardo Seri, Alfonso Sola González, Alfredo Martinez<br />

Haward, Galo y P. Jacinto Zaragoza. Sí, ¡Qué hermosa pléyade poética! Días de trabajo y de estudio, que por<br />

las noches abrían el ocio lírico de la bohemia.<br />

¡Ah!, tiempos de “Vinos, a la izquierda”, con la consabida flecha indicadora. Y también años formativos en<br />

esa Paraná de Carlos María Onetti, que se daba el lujo -lujo del alma- de recibir con su abrazo de jacarandás<br />

en flor a Juan Ramón Jiménez acompañado de su infaltable “Platero” y a Nicolás Guillén con sus sóngoros<br />

cubanos y a León Felipe con su antología rota y la esperanza entera en su España inquebrantable o al gran<br />

maestro Ricardo Rojas con su encendida prédica nacionalista. Y años también de los grandes intérpretes de la<br />

música universal, que llegaban contratados por el Teatro Colón y se acercaban luego al recato provinciano por<br />

el camino andante de los grandes y bravos ríos mesopotámicos, cuando aún disfrutábamos de aquellos vapores<br />

de la carrera que entrevemos con ojos nostálgicos.<br />

Paraná con sus artistas plásticos, con sus propios pinceles creadores y con los pintores que exponían en sus<br />

prestigiosos museos y salas. No es bueno el olvido, cabe repetirlo, pero de entre tantos nombres posibles recuerdo<br />

para Don Linares: Mario Gargatagli y Ricardo Supisiche. Hombre de muy vasta cultura artística es nuestro<br />

homenajeado. Durante horas nos hablaría, para deleite nuestro, de la historia de la pintura, desde Leonardo<br />

hasta Kandinsky, recalando un largo rato en torno a la obra de nuestro Cesáreo Bernaldo Quirós. Y también<br />

nos mostraría y demostraría, con suceso de su propia invención, que la humilde biznaga considerada plaga<br />

nacional presta asistencia técnica al artista con sus tallos propicios para la realización de sorprendentes dibujos<br />

y manchas reveladoras.<br />

Hechura de amor y ternura es la obra de Linares, en el gurisito adormecido en su cunita isleña y en la madre<br />

costera que lo mece con la suavidad del arrorró: Gurisito costero, / duérmase, / si se duerme mi amor, le daré<br />

chalanita de ceibo / será buen pescador, será buen pescador.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

¿Quién de nosotros no ha entonado alguna vez la dulce melodía de esa Canción de cuna costera que yo<br />

mismo escuché emocionado una ya lejana madrugada por la onda corta de una radioemisora holandesa?<br />

Hombre andariego este Linares, que conoce la extensión de la provincia tanto o más que la palma de su<br />

mano y que además ha recorrido los cuatro rumbos del país, cantando y enseñando, como es su norma. El<br />

educador anda siempre en Linares de la mano del artista y viceversa. Es su modo legítimo de ser un ejemplo<br />

permanente, de ser el entrerriano por antonomasia.<br />

En el prólogo de “La rebelión de las masas” cuenta Ortega un episodio del jubileo de Víctor Hugo. Estaba el<br />

gran poeta recostado en un amplio salón de mármoles lucientes y recibía el homenaje de las naciones a través<br />

de sus embajadores, anunciados por un ujier de alta voz sonora. Y Hugo entonces repetía el nombre de cada<br />

nación que se presentaba y agregaba el nombre del artista que más lo representaba. Así decía: España, ah,<br />

¡Cervantes!, Inglaterra, ah, ¡Shakespeare!; Italia, ah, ¡Dante Alighieri! Yo estoy cierto de que en una ceremonia<br />

similar que ocurriera en nuestro país, el gran homenajeado nacional, como Víctor Hugo en su Francia, cuando<br />

llegara el turno de Entre Ríos diría el nombre de Linares Cardozo.<br />

Y aquí, para concluir, una confidencia del poeta que anda en mí sobre uno de mis poemas. Traté de reunir<br />

un manojo de versos simples, octosilábicos como el habla de mi pueblo, la esencialidad del hombre entrerriano,<br />

su idiosincrasia definitiva y definidora y así escribí las tres décimas de Destino, que me parecen un retrato cabal<br />

de Linares Cardozo y que, si me permiten, voy a leer ahora como final de este Elogio: Claro, altivo y vertical /<br />

alto de nube y de cielo, / con esa actitud de vuelo / del pájaro y del puñal; / libre por toda señal / y entrerriano<br />

por el canto, / en mi guitarra levanto / los rumores provincianos / porque me tiembla en la mano / la tierra que<br />

quiero tanto. Entre Ríos, suave encanto / de azulados horizontes, / con alitas de tus montes / vuelan las coplas<br />

que canto. / De tanto quererte tanto / ya eres todo lo que miro, / sonrisa, nube, suspiro / y acuarela del paisaje,<br />

/ como flor que va de viaje / en el pico de un chiviro. / Para el amor, Entre Ríos, / y Entre Ríos para el canto, /<br />

Entre Ríos en el llanto y en la alegría, Entre Ríos. / Únicamente Entre Ríos / para nacer y vivir, / en Entre Ríos<br />

sentir / el pulso fiel del hermano / y con orgullo entrerriano / en Entre Ríos, morir. (Martí, 1994, Disertación<br />

Concepción del Uruguay, E. Ríos).<br />

En este momento tan grato que me ha regalado la vida, a pesar del mal trance que estoy pasando, quisiera<br />

dejar las palabras más profundas de afecto; entonces invoco a los duendes de mi infancia para que traigan la<br />

gama de todos los colores que me acompañaron desde mi niñez; esos duendes que en este momento difícil me<br />

devuelven la estrellita del amor que encontré alguna noche allá, en mi querido pago lapaceño, a orillas del<br />

Cabayú Cuatía que quise y quiero tanto. No sé si he cumplido mi cometido, pero siempre he tratado de ser<br />

sincero, fiel, y de llevar a los cuatro rumbos de mi patria el trasunto de esta tierra verde y esperanzada que<br />

tanto queremos. Confieso que yo soy un agradecido y que he vivido inmensamente feliz, desde aquellos días de<br />

niño cuando costeaba mi arroyito o algún tajamar de mi pago y me demoraba porque iba juntando sus misterios<br />

en la alforja de mi vida. Desde siempre me llamó la música, y mi madre que nos hacía rezar cantando, mi madre<br />

que era una delicia me decía: si tienes un tienes un dolor, canta, canta, que la canción vale por dos oraciones;<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

así me crie y caminé por la vida llevando ese mensaje de amor y toda la fuerza expresiva que siempre tuvo el<br />

pueblo entrerriano… Siempre he hablado desde la humildad, el hombre debe ser humilde para que el pueblo lo<br />

escuche. Esa fue la enseñanza, el legado que me dejaron mis padres y aquellos paisanos sencillos de mi pago y<br />

que humildemente he tratado de dejar. Les dejo al final unas coplas que en estos días andan rondando y calentando<br />

mi alma:<br />

Yo vi la muerte en un vaso,<br />

la mar en un caracol<br />

y todo el temor del hombre<br />

adentro del corazón.<br />

Qué cosa será la muerte<br />

dijo don Pedro Godoy<br />

cuando me venga a buscar<br />

que le digan que no estoy. (Cardozo, 1994, Palabras de agradecimiento, Concepción del Uruguay).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.4 Pa´ don Linares Cardozo<br />

El hombre y el paisaje habitan en su verso firme y pausado. A veces es monte, en otras, río; pero siempre es la<br />

existencia misma la que canta y la soledad del ser desgaja su copla de preguntas ante la espesura de la tierra y su<br />

destino. La dicha, la pena, la nostalgia, el colorido del pago han ocupado su voz. Su canto ha sido la voz de un<br />

pueblo contando su historia, sus pesares y alegrías. El gaucho, el peoncito, el islero, el pescador, la dulce madre<br />

ribereña, cantan cuando él canta. Cielitos, valses, chacareras estiradas, vidalitas, chamarritas, chamamés… la identidad,<br />

la cultura, el pensamiento de su provincia es lo que narran sus coplas. Grandes músicos argentinos y de<br />

otros países destacaron siempre las creaciones de Linares Cardozo; ellos encontraron en sus temas la esencia<br />

misma del hombre de las islas, de los campos, inmersa en las soledades profundas del paisaje. Así es su obra. Su<br />

canto revela, irrumpe y trasciende el silencio.<br />

José Larralde nació un 22 de octubre de 1937 en Huanquelén, provincia de Buenos Aires. Escribió sus primeros<br />

versos a los siete años de edad, iniciando así un camino vasto y fecundo que lo llevaría inexorablemente al corazón<br />

de los argentinos. Descendiente de vascos y árabes, ha sido trabajador rural, tractorista, albañil, mecánico, soldador<br />

y, como él mismo se define, guitarrero y cantor.<br />

Escuchaba frecuentemente a Jorge Cafrune; una noche de encuentros, lo conoce. La guitarra pasaba de mano<br />

en mano Larralde interpreta: Sin pique y Permiso. Cafrune queda prendado del joven cantor y de sus composiciones;<br />

y aunque ya tenía las canciones para la grabación que haría en unos días, cambia e incorpora esos dos<br />

temas en el disco que llevó por título “Yo digo lo que siento”. (CBS 8745 / 1976). Cafrune regresa a Huanquelén<br />

para una actuación, hizo invitar a José Larralde para que lo acompañe. En aquella oportunidad, el destacado folclorista<br />

canta tres temas solamente; presentó a Larralde y ya no cantó más.<br />

En la década del `70, fui a Radio Nacional a promocionar mi disco Canción de cuna costera y allí se me acerca<br />

un joven y se presenta diciendo: Don Linares, es un honor y una gran alegría conocerlo, mi nombre es José<br />

Larralde. Se sorprendió cuando le dije: Usted es muy bueno, conozco su obra, y el paisano Jorge Cafrune me ha<br />

hablado maravillas de su persona. Ahí comenzó una linda amistad. Yo siempre le decía: -Cuando usted comienza<br />

a cantar me tiembla hasta el “caracú”; parece que es la tierra misma la que canta-. En el año 1976, recibo un<br />

día un disco que tenía como título: De hablarle a la soledad; con gran sorpresa y no menos alegría encuentro<br />

que el tema número ocho se llamaba Pa´ don Linares. Al tiempo nos vimos, le agradecí el gesto y nos dimos un<br />

fuerte abrazo. (Yedro, 1981, p. 4).<br />

Vaya este verso paisano / pa´ don Linares Cardozo<br />

dueño de un canto precioso / y pa´ su suerte, entrerriano,<br />

y el abrazo verdadero / de este humilde servidor,<br />

y el “rispeto” y el calor / de este mi pago pampero.<br />

Quiero que sepa aparcero / todo lo mucho que encierra<br />

mi cariño por su tierra / sus ríos y sus esteros.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Su orgullo felicianero / y La Paz de sus amores,<br />

en donde no hay desertores / cuando hay que jugarse entero.<br />

Vaya este canto sincero / del Paraná al Uruguay,<br />

de Chajarí a Gualeguay, / Diamante, Estacas, Caseros<br />

y en el recuerdo me esmero / cuando nombro a Villaguay,<br />

¡Si habré camina ‘o por ahí / encarnando el “taruchero”!<br />

Perdóneme si me paso / un tanto en las alabancias<br />

pero sé de las fragancias / del Tala y Basabilbaso,<br />

si he dormido a cielo raso / y he conversa ‘o con mi Dios,<br />

allá en el Guayquiraró / a la orillita del Paso<br />

por eso llevo un pedazo / de su pago aquí en el pecho.<br />

Pago entrerriano y derecho / que no sabe de fracasos.<br />

pago argentino y machazo / te saluda este cantor<br />

pa´ tu gente lo mejor, / pa´ Don Linares, mi abrazo.<br />

y esta milonga de paso, / cortito, pero afirma ‘o<br />

es una flor que he rega’o / pa´ obsequiarle en este caso. (Larralde, 1976, p. 8).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.5 Linares y Víctor Velázquez<br />

Quiero encontrar tu senda transitada,<br />

tu antiguo andar de un tiempo indefinido<br />

y ser como tu voz, canto sentido,<br />

un gemir de guitarra bien templada.<br />

Ser arroyo viajero, ser lomada<br />

y un silencio profundo, estremecido,<br />

ser zorzal en un trino conmovido,<br />

como el Víctor Velázquez, copla amada.<br />

Tu sombra quiero ser, tu viejo acento,<br />

fogón y mate amargo en los ranchitos,<br />

ser milonga, chamarra, sentimiento.<br />

Ser un gorjeo libre, bien paisano,<br />

aromado de luz y de infinito<br />

como el “Víctor Velázquez”, entrerriano. (Martinez, p. 16, 2014).<br />

Nació en Altamirano Norte, departamento Tala, provincia de Entre Ríos en 1931. Siendo muy joven dejó su<br />

pequeño pueblito en el Abra del Chajá portando una humilde guitarra pobremente encordada y los bolsillos llenos<br />

de sueños. Emigró a Buenos Aires con la esperanza y la fe natural de llevar su canción a otros lugares del mundo;<br />

más, siendo joven y sin experiencia no advertía cuanta dureza le depararían esos caminos que habría de transitar.<br />

Tenaz y desafiante, afrontó los obstáculos sin prisa, pero sin pausas y desde entonces los senderos de todos los<br />

rumbos de la patria se fueron abriendo para que pase su alma entera y su corazón ancho ofreciendo el trueque<br />

del canto por el amigo; de un trago cordial, por una mano apretada.<br />

Víctor Velázquez actuó por primera vez desde los micrófonos de Radio Rivadavia a la edad de veinte años en la<br />

audición “Voz Entrerriana” que, por su índole, representó para él un pedazo del amado terruño nativo en la gran<br />

capital. El joven cantor, consciente de su gran responsabilidad, se aplicó a honrar aquel espacio radial con hermosas<br />

canciones hondamente sentidas y busca integrar su repertorio con canciones de alguien a quien admiraba:<br />

Linares Cardozo. La vida luego, le dará la inmensa alegría de conocerlo personalmente y de ser su amigo. Comenta:<br />

Siempre tuve palabras elogiosas para Linares. Entre Ríos ha dado buenos músicos, buenos poetas, buenos cantores,<br />

pero Linares le sumó el buscar la hondura de las cosas, detenerse en cada detalle del paisaje y de la vida del hombre<br />

entrerriano. Siempre solo con su guitarra, como el espinelero en la inmensidad del río, como el hombre de la pampa.<br />

(nortedigital.com). En su último disco Memorias Vuelo (y otras milongas), como admiración a su gran amigo incluye<br />

dos temas dedicados a él que reflejan la estima del cantautor por el creador de la chamarrita entrerriana. En<br />

un hermoso aire de chamarra: A don Linares Cardozo, recordando al cantor amigo dice:<br />

Fue don Linares Cardozo<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

un cantor comprometido,<br />

siempre lleva en sus canciones<br />

silencio, tiempo y olvido.<br />

Donde estarán las chamarritas<br />

que Don Linares cantaba,<br />

donde se han ido los trinos<br />

de aquella dulce guitarra.<br />

Abrió los surcos cantando<br />

cuando despuntaba el alba<br />

y una luna cancionera<br />

alumbraba su esperanza.<br />

Anda el peoncito de estancia<br />

del brazo con las estrellas,<br />

y una lunita le canta<br />

canción de cuna costera.<br />

Tierra de Pancho Ramírez,<br />

Urquiza y López Jordán,<br />

con el lucero del alba<br />

tus sueños madurarán.<br />

Linares Cardozo, hermano,<br />

amante de la verdad,<br />

Entre Ríos te proclama<br />

canto de la libertad.<br />

Entrerriana chamarrita<br />

entrerriana y federal,<br />

te cantan en los fogones<br />

los criollos del Villaguay. (Velázquez, 2014, p. 3).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.6 Entre tintas y acuarelas<br />

Amigo de Carlos Nine y Miguel Ángel Estrella, Narciso Antonio Cena llegó a La Paz en el año 1975 luego de su<br />

paso por la ciudad de Buenos Aires; oriundo de Villa del Totoral al norte de la provincia de Córdoba, a escasos 20<br />

kilómetros de Jesús María. Artista plástico y docente, amante de las cosas terruñeras, se integra inmediatamente<br />

a la comunidad cultural de La Paz ocupando en la década del `80 la Dirección Municipal de Cultura.<br />

En una noche de canto y guitarra se conocen con Linares; nace desde ese instante una hermosa amistad. Los<br />

dos compartían el amor por la pintura; cuando el poeta venía a su pago coordinaban una visita ineludible: el arroyo<br />

Cabayú Cuatiá. Partían hacia ese lugar símbolo en la vida del gran cantor con la intención de plasmarlo en atractivos<br />

bocetos. Narciso, disfrutaba viendo la facilidad que tenía Linares para realizar perfectos trazos en sus tintas<br />

usando palitos que encontraba a orillas del curso de agua, sobre todos los de biznaga; los usaba como pinceles de<br />

una manera llamativa y extraordinaria.<br />

Recordaba en el documental Linares Cardozo, la voz de Entre Ríos, -realizado por el joven documentalista<br />

paceño Maximiliano Petigirard en el año 2009:<br />

Indudablemente el arroyito de la infancia, ese Cabayú Cuatiá mágico, fue un sitio de ensueño para el poeta.<br />

Aunque pasaban los años lo seguía mirando con los ojos de aquel niño que recorrió sus orillas buscando nidos<br />

de aves o caracoles. Cierta magia encerró siempre ese arroyo para él; dicen que el alma de un niño guarda<br />

recuerdos que de vez en cuando aparecen, y posiblemente ese “caballito pintado” volvía en figuras de hermosas<br />

vivencias que quedaron plasmadas en muchas obras del maestro. Ese lugar lo atrapaba; hay amigos que compartieron<br />

ese tiempo de la dulce niñez con él que lo expresaban de una forma magnífica: Ir al arroyo era como<br />

una doctrina, como un pacto, era como la misa de los domingos, no se podía faltar. (Petigirard, 2009).<br />

A que le voy a contar<br />

recuerdos de mi querencia<br />

todo gaucho suele andar<br />

padeciendo mal de ausencia.<br />

Mi rinconcito entrerriano<br />

donde yo aprendí a soñar<br />

riberitas lapaceñas<br />

y aquel Cabayú Cuatiá.<br />

El color de tus rincones<br />

la luz de los pedregales<br />

y pedacitos de cielo<br />

por detrás de los sauzales. (Cardozo, 1973, p. 2).<br />

En que instante esencial, en qué momento<br />

de aquel amanecer, cuando el asombro<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

aligeró, sin más sobre los hombros<br />

contó la duración del sentimiento.<br />

Solo sé que mi arroyo fue el acento<br />

multiplicado en voces cantarinas,<br />

fue la patria de luz que se sublima<br />

a la magia y misterio de mi canto.<br />

Entorno de humildad, nido y poesía,<br />

dichosa dignidad del alma mía,<br />

fue su cauce cordial, canción del agro.<br />

Meciéndose en sus aguas vi la estrella,<br />

ya jamás la dejé, porque en aquella<br />

alborada feliz, se dio el milagro. (Cardozo, 1982a, p. 11).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.7 16 de febrero…<br />

Seguramente no habrá poeta o cantor de nuestra tierra que en algún momento de su vida no se detenga a<br />

descubrir la obra de Linares Cardozo… Ese trovador que en su canto y en su música nos trajo las bandadas de<br />

pájaros surcando un cielo provinciano; el que nos contó la historia de ese peoncito de estancia trotando en su<br />

caballo mientras vuela y llena el monte con su armonioso y largo silbido; el observador permanente de los ríos y<br />

arroyos que, emancipados, corren en la comarca de agua. Ese espíritu de libertad que nos transmite en sus obras,<br />

nace de la persistente observación del paisaje y del hombre entrerriano.<br />

Roberto Romani, poeta y músico provinciano de los pagos de Larroque, recordaba así al maestro:<br />

Con la seguridad de mantener viva la acuarela eterna y bienhechora del mágico y sagrado hacedor de los<br />

tiempos, los hijos de la comarca descubrimos el alma del maestro que “va pasando en suave elevación hacia el<br />

encuentro con la dulce, infinita guitarra madre de la noche estrellada”, mientras cada hermano provinciano<br />

abraza la convocatoria permanente que como aquel legendario caudillo enamorado siempre nos hacía: “¡Entrerrianos!<br />

… ¡Adelante! … Que en esta patriada ¡no hay retirada!”.<br />

De pronto, un silencio de siglos se apoderó de las almas.<br />

Una simpleza de río buscó refugio<br />

en las profundidades del corazón provinciano<br />

para llorar el vuelo lastimado.<br />

Nosotros, los oscuros poetas de lo cotidiano,<br />

sentimos el temblor de la tacuarita azul,<br />

sorprendida de espinas en diminuto sueño.<br />

Advertimos entre la fronda tenue la melancolía del crespín<br />

y la tristeza blanca de la torcaz lapaceña<br />

que regresaba al solar querido;<br />

al nido encantado de la felicidad.<br />

Los amigos, en la intimidad, pusieron un timbó playero,<br />

para cubrir la humildad del hombre y la grandeza de su canto.<br />

Los lejanos y extraños florecimos una lágrima<br />

e inauguramos la estrella donde mirarnos mañana. Y siempre.<br />

Recién al amanecer del 17,<br />

comprendimos que el Rubén Martinez de la vida<br />

se había ocultado en la acuarela,<br />

eterna y bienhechora, del Linares Cardozo,<br />

mágico y sagrado…<br />

Hacedor de los tiempos. (Romani, 2011, p. 60).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.8 Al cantor del Montiel<br />

Discípulo y amigo de Linares Cardozo ese maestro de tantos folcloristas, don Lorenzo Macías a cada instante lo<br />

trae al presente:<br />

Fue gracias a Linares Cardozo que aprendimos a conocer la chamarrita, (Diario Argentino Digital, 2016): Era un<br />

artista y tenía un alma muy generosa, -dice con la seguridad de quien sabe muy bien de lo que está hablando-.<br />

Fue y será un patriarca de nuestra música, la auténticamente entrerriana, soy un fiel seguidor de su obra.<br />

Autor de una hermosa letra Al cantor del Montiel en homenaje precisamente al poeta paceño. Esa canción -<br />

cuenta- me dio muchas satisfacciones. A don Linares lo comencé a frecuentar cuando él se radicó en Colón y más<br />

tarde en Concepción del Uruguay. En la última época de su vida. Aunque lo conocía de mucho antes; había venido<br />

a tocar a Gualeguaychú, ahí lo conocí y estuvimos dialogando largo y tendido. ¿Cómo fueron esos primeros diálogos<br />

con él?, emocionantes, justamente porque era un maestro y tenía un alma muy generosa.<br />

Recuerda que en una de las primeras charlas les hizo una observación, que ellos tocaban música folclórica, pero<br />

de Salta, Santiago del Estero, del norte y les propuso que difundieran la musicalidad entrerriana; más precisamente<br />

la chamarrita que tiene el colorido ideal del paisaje y las costumbres provincianas. Así sigue recordando:<br />

Nos invitó humildemente a que le cantemos al suelo que nos vio nacer. Agregamos canciones de su autoría<br />

y tuvimos prácticamente que empezar de nuevo porque nos habíamos hecho escuchando otro folclore; nos<br />

abocamos a estudiar los ritmos, amarlos, comprenderlos, descubrir los secretos de nuestras melodías. Nos empezó<br />

a pasar temas y fue un gran maestro que en forma permanente nos incitaba a cantarle a nuestra tierra.<br />

En ese entonces se escuchaban polcas, rancheras, tangos, valseados. Fue gracias a don Linares Cardozo que<br />

pudimos revelar algo muy nuestro como es la chamarrita y la llegamos a amar para toda la vida.<br />

Los encuentros con el maestro estaban llenos de amistad y afectos. Visitarlo era salir después plenos de luz. Era<br />

un ser excepcional -acota- y con una gran sensibilidad para transmitir todas las cosas de la vida. Siempre lo<br />

consideré un amigo y le estaré eternamente agradecido por lo mucho que me ha enseñado y por lo que se ha<br />

brindado.<br />

En largas charlas, Linares les contaba que de niño había escuchado esa melodía entrerriana tocada por los<br />

troperos paceños, por los obrajeros, por los músicos populares de su pueblo y por su madre. Gracias a él, -afirmahoy<br />

la chamarrita es la música de Entre Ríos y del río Uruguay. Es una armonía distintiva, con características propias<br />

y una identidad muy clara y fecunda. Culmina diciendo: Era muy generoso, de corazón abierto y mano tendida.<br />

Tengo un recuerdo muy lindo. Un día se acercan allá por la década del ´70 “Los Hermanos Spiazzi”; querían representar<br />

a Entre Ríos en el festival de Cosquín. La idea era interpretar una chamarrita, entonces los llevé con el<br />

maestro; no sólo los escuchó, sino que les dio sugerencias; los invitó varias veces para escuchar cómo iba quedando<br />

el tema; al final fueron ganadores en Cosquín… Así fue Linares, un alma muy bondadosa.”<br />

Chamarrita, mi chamarra / nadie lo ha visto pasar<br />

a don Linares Cardozo / el que te supo cantar.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Lo campié por María Grande / sin tener noticias de él<br />

me dijeron que es posible / que lo encuentre por Montiel.<br />

Con un canto y su guitarra / por el monte se adentró<br />

y el monte le contó cosas / que a otros no se las contó.<br />

Al que le canta a su pago / siempre debemos honrar<br />

chamarrita yo te pido / no lo vayas a olvidar.<br />

Cierro los ojos, lo veo / abraza´o a su guitarra<br />

hamacándose en el ritmo / entrador de una chamarra.<br />

Sus letras son cuadros vivos / de belleza sin igual<br />

le cantó a las avecillas / desde el tero al cardenal.<br />

Es conocedor profundo / de la tierra y la distancia<br />

desde el Supremo Entrerriano / hasta el peoncito de estancia.<br />

Al que le canta a su pago / siempre debemos honrar<br />

chamarrita yo te pido / no lo vayas a olvidar. (Macías, Mondragón 1987, p. 11).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.9 Como leñita de biznaga<br />

Mario Alarcón Muñiz se afianzó en el periodismo desde chico y transformó su carrera en un camino de profunda<br />

dedicación. En su extensa trayectoria hizo prácticamente de todo: se ocupó de la programación de varios medios<br />

de comunicación en la provincia; participó del grupo fundador de L. T. 38 de Gualeguay; fue jefe de programación<br />

de Canal 9 de Paraná; trabajó en Radio Nacional Gualeguaychú, L. T. 14 de Paraná, entre otros. En el año 2007<br />

publicó el libro Entrerrianías, relatos y sucesos de la historia de nuestra provincia. Si bien nació en Victoria, en el<br />

seno de una familia numerosa, el temprano traslado a Gualeguay, donde su padre dirigió el diario El Debate, hizo<br />

de Mario Alarcón Muñiz un gualeyo de pura cepa.<br />

Hice la primaria en la escuela Castelli y luego en la escuela Normal. Nos apasionaba jugar a la pelota. Para<br />

mí leer también era una pasión. A la noche, la lectura era como un encuentro. Leer siempre me apasionó. Mi<br />

padre nos incentivaba a leer, y a mí me agradaba mucho la lectura.<br />

Linares Cardozo…, un elegido, tuve el honor y la alegría de entrevistarlo varias veces. Hablar de Linares, vaya<br />

si es difícil. ¿Cómo abarcar toda su vida y su inmensa obra? La única forma es que el corazón ocupe el lugar de<br />

las palabras, dejar que el alma se exprese. Linares fue un intelectual, un docente y ejerció con mucha responsabilidad<br />

y esmero la profesión; era un investigador, pero sobre todo fue un hombre que hablaba con la gente<br />

humilde de su pueblo, con el pescador, con el tropero, con la madre ribereña. Crecía igual que un algarrobo<br />

hacia lo alto, sin embargo, tenía las raíces metidas en la tierra. Decía en sus coplas: “Yo soy como la calandria,<br />

que prefiere morir antes que vivir en cautiverio”. También sintetizaba el orgullo de ser entrerriano: “Soy<br />

entrerriano feliz, pero envidio al cardenal que toda la vida luce vincha federal”. Y fue un testigo de la vida de su<br />

tiempo y pensaba en el futuro; y por ello escribió maravillosas obras donde retrató a nuestra provincia, con sus<br />

ríos y arroyos; con sus aves y sus árboles, pero en ellas, está presente el hombre entrerriano, honesto, sufrido,<br />

trabajador, de mano tendida, bueno, esperanzado. Si me preguntan qué quiero, es muy simple, que Linares<br />

permanezca siempre entre nosotros, como esa humilde leñita de biznaga que alimenta el fogón costero. (www.<br />

sepaargentina.com.ar).<br />

Aquí estoy como entrerriano<br />

con chamarrita nomás<br />

pa’ rescoldarles el alma<br />

con fueguito ‘el biznagal.<br />

La biznaga es un puyito<br />

que se tupe en matorral,<br />

luce ramazón de plata<br />

ni bien comienza a secar.<br />

Cuando el sol deja las lomas<br />

y se escucha la torcaz,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

pasan viejitas cargadas<br />

que vuelven del biznagal.<br />

Frazadita de biznaga,<br />

humilde calor de hogar,<br />

la leñita de los pobres<br />

que va a remediar su mal.<br />

¡Ay!... si fuera como vos<br />

biznaguita mi cantar,<br />

pa’ arrimarle un calorcito<br />

a mi pueblo litoral...<br />

Me contó la chamarrita,<br />

tal vez ni me lo creerán,<br />

que al yuyo la biznaguita<br />

lo abonó sangre minuán.<br />

Y como todo Entre Ríos<br />

sabe aroma a biznagal,<br />

crecen airosos sus hijos<br />

respirando libertad.<br />

Comentan los sabedores<br />

de que es plaga nacional,<br />

yo bien sé que hay otras plagas,<br />

más plagas que el biznagal.<br />

Quiera Dios, cuando descanse,<br />

que me cubra un biznagal...<br />

Que en algún horno de un pobre<br />

daré calor a su pan.<br />

¡Ay!... si fuera como vos<br />

biznaguita mi cantar,<br />

pa’ arrimarle un calorcito<br />

a mi pueblo litoral... (Cardozo, 1973, p. 10).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.10 Los amigos del alma<br />

En la década del `60 Amílcar Angelino funda junto a su hermano Juan Carlos y dos músicos más de Maciá el<br />

conjunto Los Montaraces que alcanzaron gran reconocimiento en la provincia. Cuando este grupo se disuelve<br />

forma el dúo Marta y Amílcar con Marta Gaedes. Esta formación toma trascendencia a partir del año 1970.<br />

Ambos entablaron una hermosa amistad con Linares Cardozo incluyendo en su repertorio muchas de sus<br />

canciones. Lamentablemente el fallecimiento de Marta en 1989, precipitó el abandono de Amílcar Angelino de los<br />

escenarios en los que dejó el recuerdo imperecedero de su voz y su presencia artística.<br />

Linares Cardozo era un amigo del alma, -recordaba-. Nosotros con Marta, mi compañera de la vida, sacábamos<br />

una canción y corríamos a hacérsela escuchar y él, humildemente nos daba consejos, pero nunca te<br />

imponía nada. Después se dio al revés la cosa; estando en Paraná, en Colón, en Concepción del Uruguay, llegaba<br />

a nuestra casa a cualquier hora, sin avisar y nos decía: A ver Marta, a ver Amilcar que les parece esto que estoy<br />

haciendo… estos ruiditos…, así decía, estos ruiditos; y eran unos temas maravillosos llenos de un dulzor<br />

entrerriano y de un sentimiento y una profundidad sin límites. (www.wordexpress.com.ar, 2015.)<br />

Qué tenían tu canto, tu antiguo patio, la madre buena y el padre sabio; ese aljibe iluminado allá en tu casa en<br />

tu La Paz y aquellas rejas donde quedaron silenciadas las quejas del payador. Tu voz se hizo zorzal, se hizo<br />

calandria; no habrá días que no escuche tus canciones viejas y encuentre la miel, esa que encontraste tú de niño<br />

bordeando el Cabayú de tus amores. No sé si serán la misma calandria y el mismo zorzal, pero allí estarán cantando<br />

como ayer cuando pasabas pequeño muchachuelo lapaceño con tu canto y guitarra, y ese corazón que andaba<br />

buscando los murmullos del agua y los colores del cielo. ¿Dónde andará tu canción estremecida?; deja que sueñe<br />

tu regreso al nido para encontrarte de nuevo con la madre bondadosa y el padre sapiente. ¿Quién le cantará al<br />

arroyo comarcano, al pato sirirí y a los sauzales?; que tu pluma encendida don Linares siga poniendo en la voz de<br />

los cantores el corazón paisano, la dulzura del camachuí de tus cantares, con el silbido aquél que llenaba el aire…<br />

Aquí estoy porque he venido<br />

desde mi norte obrajero,<br />

guitarra de montielero<br />

me fue templando el camino;<br />

la taba de mi destino<br />

echó suerte mis hermanos,<br />

flor de madera en mis manos<br />

me fue dejando el mensaje<br />

hecho de trino y paisaje<br />

con un silbido entrerriano.<br />

¡Ah!, mis tiempos de boyero<br />

cuando andaba por la huella,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

en pos de lejana estrella<br />

apadrinando troperos;<br />

contrapunto de cencerros<br />

de los carreros baqueanos,<br />

se me vuelven tan lejanos<br />

aquellos limpios acentos<br />

que los rastrea el sentimiento<br />

con un silbido entrerriano.<br />

Recuerdos de mi Entre Ríos<br />

los dulces aires cordiales,<br />

en sus noches estivales<br />

sobre los montes dormidos;<br />

no puedo echar al olvido<br />

tus lunitas Feliciano<br />

ese crespín trasnochado<br />

tan monótono y sentido<br />

el trotecito cansino<br />

y aquel silbido entrerriano. (Cardozo, 1973, p. 1).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.11 Una canción vive cuando el pueblo la canta<br />

Con esta frase comenzaba Linares una conferencia dictada en el Museo Rosa Galisteo de Rodríguez en la capital<br />

santafecina el 15 de agosto de 1985 junto a su entrañable amigo y poeta Julio Migno.<br />

Del lado que tienen nido<br />

la guitarra y el zorzal,<br />

donde el paisano es leal,<br />

donde el honor no se ha ido.<br />

Es Julio Migno, cabal<br />

y frutal desde la cuna.<br />

Como su voz no hay ninguna.<br />

Es de gaucho, porque a él<br />

le dio San Javier su piel,<br />

su amor, su río, su luna…<br />

Con franco ademán de dar<br />

trae una flor levantada,<br />

de algún ceibal arrancada<br />

de a caballo y al pasar;<br />

la trae hasta este lugar<br />

del lino color de cielo<br />

como prenda de su suelo.<br />

La costa y la pampa, así,<br />

cambian esta noche, aquí,<br />

sangre por oro de pelo.<br />

Muestre amigo, su cuchillo<br />

y su guitarra adornada,<br />

en San Javier refugiada<br />

como un pájaro amarillo.<br />

Extienda su manta atada.<br />

Prenda su chala escondido.<br />

Saque todo lo traído:<br />

rodajas, cuerdas, puñal...<br />

para que vea el trigal<br />

el mundo que hemos perdido. (Pedroni, 1960, p. 21).<br />

La familia de Olga Ramírez, quien fue esposa de Julio Migno llegó a San Javier desde Cayastacito según lo<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

documenta Pedro Molinas en su libro Retrato de un Poeta Enamorado y que rescata la revista Nosotros del diario<br />

El Litoral de Santa Fe del 26 de noviembre de 2005.<br />

Érase un pueblito / con sus cuatro esquinas. / Era ver sus casas diagonadas. / En una de ellas vivía mi abuela /<br />

Griselda, severa y altiva; escribió en Cuatro esquinas, de Miquichises. (Migno J., 1972. p. 29).<br />

Allí vivía también la familia Migno. Su papa Julio, su mamá Ofelia y él, “el gringuito rubio, piel de Judas de todo<br />

el vecindario”; preocupación permanente de su madre por su aseo personal y para que asistiera a clases. Rebelde<br />

desde siempre, buscador de pájaros, amigo de los indiecitos y de las siestas en ese río que le perdonó la vida varias<br />

veces.<br />

En aquellos tiempos sus padres y la familia en pleno debían solucionar el dilema que representaba la rebeldía<br />

de este niño, optaron por enviarlo de pupilo al Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe. Los Jesuitas -<br />

decían- se encargarán de domar al chúcaro.<br />

Ya adolescente, Julio asistió a una fiesta de fin de curso y la florista del acto escolar le arrojó una flor que cayó<br />

en su falda. Eso provocó algo que nunca había sentido; quedó prendado de su hermosura. La niña era aquella a<br />

quien él molestó tantas veces con un tirón de trenzas, y ella correspondió a su amor. Olga y Julio se unieron para<br />

siempre, y fueron fieles “como los caseritos”, solía contar el poeta. Ella recuerda cómo conoció su esposo al cantor<br />

entrerriano.<br />

Una tarde, Julio estaba en el patio dibujando unas letras que tenía en la cabeza como le gustaba decir, y<br />

llaman a la puerta. Salgo y estaba un señor alto, elegante y me pregunta por él; lo llamo y cuando se encuentran<br />

se abrazan un largo rato, tan prolongado fue ese abrazo, que para mí fue como eterno ese instante. “Chocha”<br />

-me dijo- vení, te presento a don Linares Cardozo un grande del canto de la patria; la noche los encontró<br />

cantando y recitando. Con el tiempo se repitieron los encuentros siempre en casa porque a mi esposo no le<br />

agradaba viajar mucho.<br />

Dieron charlas y conferencias juntos; se presentaron en algunos festivales. Un día entra a casa tenía lágrimas<br />

en los ojos; mira “Chocha” -me comenta- Linares me ha grabado Chasque para la costa, vení, escucha la versión<br />

que hizo solo con guitarra de la serenata costera es extraordinaria. Su rostro tenía la felicidad de un niño con<br />

un juguete nuevo. (htpp://sepaargentina.com.arregionalesjuliomigno).<br />

Yo tengo un oficio, patrona, estrellero,<br />

comprendo en que forma conversa la luz<br />

yo se la guarida que tiene el lucero,<br />

de las Tres Marías conozco el sendero<br />

y se porque causa no sale la Cruz.<br />

Y tengo otro oficio, patrona, platero,<br />

trabajo en las noches celeste metal,<br />

y hago un jazmín blanco, santos milagreros,<br />

tirolas pa’ gauchos y anillos novieros<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

y visto de fiesta la luz del puñal.<br />

Si uste’ necesita que un hijo costero<br />

le labre un mensaje celeste de amor,<br />

si quiere algún verso yo soy estrellero<br />

y en la brujería de un arroyo islero<br />

fundiré la plata del canto mejor.<br />

Y tengo otro oficio, cazador de versos,<br />

mi trampa de seda recorre un querer,<br />

sigo mi destino, mi rumbo no tuerzo<br />

y entre las guitarras, señora, converso,<br />

de flores, calandria, dulzura, mujer.<br />

Patrona esta noche serena en que brilla<br />

juntito a mi frente la banda ‘el Berón,<br />

cúrenme esas aguas tantas pesadillas<br />

y yo los cencerros de siete cabrillas<br />

colgaré en el ceibo de su corazón.<br />

Si uste’ necesita que un hijo costero<br />

le labre un mensaje celeste de amor,<br />

si quiere algún verso yo soy estrellero<br />

y en la brujería de un arroyo islero<br />

fundiré la plata del canto mejor.<br />

Ladrón de panales en la estrellería<br />

trabajo la plata cantando con fe,<br />

a tener mi cielo con mis Tres Marías<br />

y un lucero grande que no vendería<br />

ni pobre, ni hambriento, ni muerto de sed. (Cardozo,1974, p. 5).<br />

Julio Migno fallece el 5 de diciembre de 1993, Linares ya estaba enfermo, pero igual viajó a despedir y llorar al<br />

amigo… Olga culminaría la charla diciendo: Linares era una gran persona; de esos seres elegidos por Dios.<br />

(www.sepaargentina.com.ar, 2014).<br />

Fue en diciembre de 1986, en Santa Fe. Carlos Casís, un estudioso de nuestro folclore regional, llega hasta la<br />

casa de don Julio Migno, para tener una charla con él. Luego de casi dos horas de escuchar su palabra, siempre<br />

cargada de recuerdos emotivos, Julio le entrega, dedicado, un alto poema titulado “Versos para mi pluma” que,<br />

luego publicaría en la Revista "Cuando el Pago se hace Canto, (enero de 1987). Carlos le comenta que Linares<br />

andaba de visita por La Paz y entonces el poeta santafecino le dice: - ¡Ah!, ¿está Linares en La Paz?, toma, llévale<br />

esto - En esas letras don Julio Migno, dejó testimonio de su admiración, del afecto y de la coincidencia en el camino<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

como creadores; en una carta que redactara en un simple papel de estraza, y que Carlos entregara a don Linares<br />

en La Paz. El texto era el siguiente:<br />

"Querido Rubén: Hijos de Santa Cecilia y pueblo "espeso" y sabroso, te rendirán honores como a la bandera<br />

entrerriana del folklore. Cómo te aprecio y te quiero, como fuimos "albañiles del aire" levantando patria a<br />

verso y guitarra, te saludo y aplaudo como hermano, mientras la Canción de Cuna Costera rompe la melodía<br />

del pago para exclamar: "Compone lindo y bien canta / toca mejor y sin pares / y si Cardozo es segundo /<br />

primero es siempre ¡Linares!".<br />

Un abrazo de tu hermano; Julio Migno.<br />

Ahí anda don Julio Migno<br />

como un timbó canoero,<br />

hombre de buena madera,<br />

copla, canción y silencio.<br />

Y un caserito costero,<br />

barrero de las orillas<br />

deja su trino dulzón<br />

al coplero de las islas.<br />

Y alguna vieja vasija<br />

guarda el alma del poeta,<br />

cuentan que en noches de luna<br />

la ven andar por la huella.<br />

Se hace rumor en los sauces<br />

en la paz de los ocasos,<br />

el río lo reconoce<br />

y ha detenido sus pasos.<br />

Ser inmortal en sus versos<br />

¡ese ha sido su destino!,<br />

siempre un candil encendido<br />

del pago sanjavierino.<br />

Una vida trajinada<br />

andada de sol a sol,<br />

del mocoví fue su canto,<br />

canto de luto y dolor.<br />

Fue copla libre en el viento<br />

gritando por la opresión,<br />

para la noche del indio<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

luz profunda fue su voz.<br />

Con el “Linares cantor”<br />

fueron chasques estrelleros,<br />

Don Linares, ¡del Montiel!,<br />

Don Julio, ¡Sanjavielero! (Martinez, 2016, Inédito).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.12 Por el regreso<br />

Bandoneonista entrerriano de sobresalientes aptitudes e inspirado creador de temas populares, Francisco<br />

“Pancho” Casís nació el 29 de enero de 1922 en la ciudad de La Paz, Entre Ríos. Aprendió a ejecutar el instrumento<br />

a la temprana edad de 13 años con Salustiano Piedrabuena, músico paceño. Dos años más tarde, inicia su carrera<br />

musical como integrante de un sexteto típico en el cine Ítalo de su lugar natal. Alentado por las promisorias<br />

posibilidades musicales decide viajar hacia la gran Capital en el año 1946, desempeñándose en la primera fila de<br />

bandoneones tangueros en cafetines, pistas bailables y cabarets de la época. Actuando con una orquesta en el<br />

Salón Bompland en Buenos Aires, solicita al acordeonista de Curuzú Cuatiá Ramón Estigarribia “El Yaguareté” para<br />

ejecutar con sus músicos acompañantes el chamamé Hermenegildo Pérez, uno de los primeros temas que había<br />

compuesto. Su ejecución basada en la utilización de la mano izquierda para lograr las variaciones, causa inmejorable<br />

impresión al intérprete; quien lo incorpora de inmediato a su grupo musical Azul y Blanco que completan los<br />

guitarristas Britez y Medina, permaneciendo dos temporadas en el sitio danzante.<br />

Desvinculado de aquél, continúa con los guitarreros en el Balneario de Quilmes, donde secundan a la<br />

cancionista Leonila Esquivel bajo el rótulo de “Conjunto Ituzaingó”, con las presentaciones y glosas del bonaerense<br />

Leopoldo “Polito” Castillo. En esa época se vincula con Luis Mendoza con el cual integran una exitosa dupla autoral.<br />

Fruto de esa unión pueden mencionarse numerosos temas, entre ellos el vals criollo El beso aquel, cuya primera<br />

y segunda parte suscribe solo, mientras que al “bis”, lo confía a Luis Mendoza, componiendo la melodía tarareando.<br />

También estuvo con Francisco Acebal y el conocido conjunto Los Troveros Guaraníes, cumpliendo exitoso ciclo<br />

con la gran cancionista Betty Avalos en la emisora LR3 Radio Belgrano. Su nombradía, inmediatamente fue<br />

ganando posiciones en el concierto del cancionero correntino y en una reunión de camaradería en la imprenta<br />

donde se redactaban las revistas: Iverá, El recluta y El payé en la barriada boquense, Casís sorprende gratamente<br />

a don Ernesto Montiel por sus dotes de excepcional bandoneonista, incorporándolo al Cuarteto Santa Ana, cuyas<br />

formaciones lo verán pasar con señalado suceso durante ocho temporadas. Cuando Pedro de Ciervi se aleja por<br />

un entredicho con el director, ingresa Julio Luján por sugerencia de don “Pancho” Casís. Más tarde sucedería algo<br />

similar cuando lo acerca al cantor Roberto Galarza, poniendo así en relieve, su gran generosidad.<br />

Creador de alma, sin pausas, compuso los chamamés: Amor ingrato, Tagüé rapé, Morenita correntina, Isla Iverá,<br />

El camalote, entre otros. (1)<br />

Su bandoneón compañero dio la nota final el 17 de enero de 1996 a la edad de 73 años, en la ciudad de Mar<br />

del Plata (Buenos Aires).<br />

Nacieron y crecieron en el mismo pueblo de cielo y palomas. Linares dos años mayor que Francisco.<br />

Compartieron las travesuras de la infancia, pero sobre todo su amor por la música y los latidos de ese solar<br />

entrerriano. Francisco, se reencuentra después de 40 años con su ciudad y sus compañeros un enero; mes en el<br />

(1) Emilio Noya. (2010), Nostalgias de mi litoral, Corrientes: Ediciones Mburucuyá.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

que se realiza el festival Cuando el pago se hace canto, el “Encuentro del Alma”, como lo llaman los músicos<br />

paceños. Ese año coincide su presencia con la de su amigo de la infancia, el “Cabezón” Rubén, apodo con el que<br />

llamaban a Linares en su tiempo niño. La Paz, su amado solar de la infancia y la música, volvían a juntarlos.<br />

Compartiendo una peña organizada con motivo de ese reencuentro, “Pancho” interpreta un chamamé con una<br />

melodía dulce y cadenciosa. Linares le comenta: -Qué lindo y sentido eso que tocaste, una belleza, ¿cómo se llama?<br />

-. -No tiene ni título aún, contesta “Pancho” y le acota: - ¿Te animas a ponerle letra? - Y entonces el poeta dice<br />

entusiasmado: - ¡Cómo no, en el próximo encuentro la cantamos!-<br />

La Paz, 12 de agosto de 1987 (Carta enviada por Linares Cardozo a Carlos Casís).<br />

Estimado amigo Casís: Por intermedio de “Pocho” (se refiere a su amigo de la infancia en La Paz, Pocho Calleja),<br />

y cumpliendo con el amigo, le hago llegar la letra para el chamamé de “Pancho”: Por el regreso. Te confirmo que<br />

me siento muy feliz de acompañar al viejo y querido amigo en una de sus canciones.<br />

(Como podrás apreciar la rima está un poquito quebrada, he seguido las notas). Su contenido es sencillo, pero<br />

cargado de sentimientos. Francisco es un auténtico creador popular litoraleño, su lenguaje melódico es exclusivamente<br />

de él, lo mismo que su color emotivo. Te ruego le trasmitas mi abrazo y el afecto de siempre.<br />

Formulo votos por tu bienestar y hago propicia la oportunidad para felicitarte por esa por esa noble y dignísima<br />

inquietud de preocuparte por la emoción de nuestro pueblo entrañable y el acervo litoraleño. No desmayes que<br />

mucho te necesitamos.<br />

Hasta prontito. Un abrazo. ¡Con humildad; ojalá te agrade! Un abrazo grande…<br />

Linares Cardozo.<br />

Después de tanto y tanto andar,<br />

te recupera mi solar,<br />

me llama el ángel soñador de la ciudad<br />

que tiene miel en la garganta popular.<br />

Está de fiesta el corazón, hace prodigios la ilusión<br />

retorna el hijo trashumante triunfador<br />

y el alma toda le desborda el corazón.<br />

Vuelve a tu verde paraisal el muchachuelo<br />

el cielo azul sonriendo en el arroyo,<br />

es el milagro que se da en la gracia del pan,<br />

tus calles son la voz del río.<br />

Hay mucha luz y un resplandor,<br />

despierta mi emoción<br />

mis manos floreciendo por La Paz.<br />

Eternamente vivirás,<br />

tu nombre puro sabe a hogar<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

manso refugio santo y seña de amistad<br />

paloma estrella, anunciadora de hermandad.<br />

Crece tu empeño sin cesar,<br />

rosa de amor y humanidad<br />

tus cinco letras de esperanza pueden más<br />

asoma el alba enamorada en tu portal.<br />

Deja que goce de tu alegre lejanía,<br />

ese perfil colmado de poesía.<br />

Tu caballito montaraz, tu magia litoral<br />

y un cálido zorzal que alumbra.<br />

Madura el pueblo en libertad su aliento musical<br />

el canto más hermoso por La Paz. (Cardozo, 1987).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.13 La chamarrita… Música de agua…<br />

Cruzó el océano en barco envuelta en perfumes de tabaco, vino, limón y naranja desde las portuguesas Islas<br />

Azores donde nació, nadie sabe cuándo, pero si a qué: a alegrar al pueblo, para que canten los juglares en las calles<br />

y bailen las parejas en los patios. Tocó tierra en el sur de Brasil; se subió a las canoas que bajaban por el río Uruguay<br />

y desparramó sus sones hacia el este y el oeste, cambiando a veces de nombre y modificando apenas el ritmo<br />

hasta detenerse y quedarse finalmente en nuestra provincia y formar parte de su identidad. La chamarrita, esa<br />

música tan entrerriana se reconoce de todos modos si la nombran chimarrita o cimarrita como en Brasil o<br />

chamarra como en algunas zonas de Uruguay.<br />

Lo que he podido rastrear, averiguar, investigar, humildemente, es que este ritmo originalmente viene con<br />

los azoreros (los nativos de las Islas Azores), que emigraron de su tierra y que, al llegar a América del Sur algunos<br />

se quedaron en Brasil y se establecieron en Río Grande do Sul; otros siguieron de largo y fundaron Yaguarón, y<br />

un grupo marchó en diagonal hacia el sur por el territorio uruguayo y dio origen a Colonia Sacramento y los<br />

demás cruzaron el río de los pájaros y llegaron a la zona del Guayquiraró, afluente del Paraná, en el límite de<br />

Entre Ríos con Corrientes y que fue así como su música echó raíces junto con ellos en el nuevo e inmenso suelo<br />

americano. (Cardozo, 1983, p. 17).<br />

Mulata riograndense<br />

melodía inspiración<br />

chamarrita hoy te cantan<br />

como nadie te cantó.<br />

Un paisano lapaceño<br />

que de ti se enamoró<br />

te rescató del olvido<br />

y hallaste tu propia luz.<br />

Paisano del canto nuestro<br />

se fue afirmando en su voz,<br />

la voz de la entrerrianía<br />

Linares del Cabayú.<br />

En el alma de la tierra,<br />

el alma de tu cantor<br />

templó por última vez<br />

la guitarra de su adiós.<br />

Plegó sus alas el trino<br />

detuvo su andar el tiempo<br />

a la sombra de un timbó<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

lloró su pueblo en silencio.<br />

Se fue a buscar sus raíces<br />

para descansar en paz<br />

con el lucero del río<br />

y una paloma torcaz.<br />

En la cruz de los caminos<br />

metáfora de los vientos<br />

chamarrita una poesía<br />

te dirá que no está muerto.<br />

En el alma de la tierra,<br />

el alma de tu cantor<br />

templó por última vez<br />

la guitarra de su adiós. (Martinez, A., 2000. Inédito).<br />

No es casualidad entonces, que su chamarrita más difundida, aquella que nos muestra en su letra que ella es<br />

canto y danza sea La lindera. Porque allí en ese paraje entrerriano (Paso Yacaré) lindando con el pago correntino<br />

(Guayquiraró) la encuentra y la rescata.<br />

Anteayer fin de semana<br />

estuve en las Cuatro Esquinas<br />

bailando la chamarrita<br />

chamarrita correntina.<br />

Cerquita ´el Guayquiraró<br />

por el Paso Yacaré<br />

encontré la chamarrita<br />

y ahí nomás me entreveré.<br />

Por el Paso Yacaré<br />

pisoteando el mío mío<br />

encontré la chamarrita<br />

chamarrita de Entre Ríos. (Cardozo, 1974).<br />

Fue don Linares, -dice Rubén Cuestas, integrante del afamado dúo entrerriano Los Hermanos Cuestas difusores<br />

de sus grandes creaciones- quien redescubrió la chamarrita en el límite de Entre Ríos y Corrientes y por eso compuso<br />

La lindera, una canción cuyo título la define. Este ritmo se había ido de la tierra correntina donde reinaba el<br />

chamamé y se estaba desdibujando en nuestra provincia hasta que el investigador, tras pacientes y constantes<br />

búsquedas logró rescatarla y difundirla con las características que hoy la identifican.<br />

El periodista Luis María Serroels también escribe sobre el poeta y cantor:<br />

Interminable lista de títulos jalona su obra creativa; una inmensidad de ritmos guardó en la caja de su<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

guitarra; chamamé, vidalita, valseado, milonga, estilo, rasguido doble, vals, carancho cupé, tanguito montielero,<br />

cielito, chacarera estirada o canción entrerriana, pero ha sido un ritmo, la chamarrita, lo que nos llevó a<br />

sentirnos depositarios de un género que en pocos años terminaría consagrando la identidad musical de la<br />

provincia. (Salvarrey, 2013, cardoncosas.com.ar).<br />

Incluso, muchos folclorólogos de una gran zona correntina, suelen asegurar que el actual rasguido o sobrepaso<br />

correntino es la vieja chamarrita. En Uruguay, el ritmo de la chamarra es a veces un poco más rápido que el de<br />

este lado del río; la nuestra es cansina y lenta.<br />

Un día, cerca de la estancia de mi tío Manuel, -recordaba- vi venir a un paisano en su caballo; este llevaba<br />

las riendas sueltas porque el hombre tenía sus manos ocupadas tocando un acordeón “verdulera”. Tocaba una<br />

canción cuya melodía se asemejaba al paso cansino del animal; mi padre me dijo: -escuche m´ hijo, es una chamarra-.<br />

(Cardozo, 1983, p. 7).<br />

Latido entrerriano<br />

Discípulo del gran maestro Linares Cardozo y abocado a contar el universo de agua junto con otros<br />

compositores como “Chacho” Müller y Aníbal Sampayo; Miguel “Zurdo” Martinez eligió cantar la vida del hombre<br />

del río y las islas para universalizar su región. Todo ese mundo está integrado en inspiradas obras. Madrugada del<br />

pescador la primera que compuso a los 20 años y que definió un estilo propio que continuaría en otras profundas<br />

y hermosas piezas: Costero del alma, Paraná, mi pueblo y De la guitarra a la costa, por mencionar algunas. Conoció<br />

desde muy joven a Linares, amigo de su padre y de su madre; éste solía compartir largas noches de canto, poesía<br />

y música en su casa.<br />

Me crie en una familia de clase media baja, trabajadora, soy el primero de los cuatro hijos, mi padre fue<br />

bancario y empleado del Senado de la provincia; tenía inclinaciones poéticas; era lo que se dio en llamar un<br />

recitador criollo; y mi madre era de apellido Bevilaqua de origen italiano-español; los dos tenían cursado solo<br />

tercer grado de la escuela primaria, pero sus inquietudes los encaminaron y fueron a la Universidad Popular<br />

Elio C. Leyes de Paraná; allí había cursos para adultos y estudiaron lo que se habían perdido antes. En mi casa<br />

el clima siempre estaba relacionado a la cultura y los deportes; mi mamá cantaba muy bien, se escuchaba<br />

mucho folclore, tango, milonga, más no era un hecho aislado, muchas familias también lo hacían.<br />

A los 10 años empecé a tocar la guitarra y a los 15 integré un grupo folclórico donde hacíamos chacareras.<br />

Estas inclinaciones culturales que había en mi familia hicieron que mis padres compartieran una amistad con<br />

Linares Cardozo a quien llamábamos “el tocayo” porque su nombre era Rubén Martínez. Valoro muchísimo<br />

haberlo conocido, sin dudas fue un grande, un elegido, de él aprendí sobre todo a valorar nuestra provincia de<br />

agua, a su gente humilde, trabajadora, soñadora. Linares y mi padre se hicieron muy compinches y Sara, su<br />

esposa amiga de mi madre. Yo lo admiré desde muy joven, sin dudas, él y mi padre me marcaron el camino.<br />

( www.galeon.com.ar. 2010).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Los Hermanos provincianos Rubén y Néstor Cuestas supieron ponerle voz, música y silbido a tantas chamarritas<br />

que ya perdieron la cuenta, pero no el ritmo. En la actualidad ya no actúan como dúo, pero, el corazón aún late al<br />

compás de la música que los identifica con su pago y con su gente.<br />

Rubén, que vive en la actualidad en una casa en las afueras de la ciudad de Paraná, ha regresado al canto y a<br />

entonar nuevamente las canciones del maestro como solista, además, es presidente de la Comisión Permanente<br />

de Homenaje a Linares Cardozo, con sede en Paraná, uno de sus logros más importantes fue insertar el “Día de la<br />

Chamarrita Entrerriana” el 29 de octubre en el calendario escolar, idea que en el año 2004 se convirtió en Ley<br />

Provincial. En esa fecha, los entrerrianos festejamos el natalicio del gran maestro. El músico, con alegría y nostalgia,<br />

dice del dúo que conformó con su hermano menor:<br />

Los Hermanos Cuestas sentimos una satisfacción inmensa porque la propuesta musical que hicimos, fue<br />

rescatar en la década del `50 al gran Linares Cardozo, fue tomada con gran regocijo por los entrerrianos, que<br />

se sintieron identificados y más aún, que haya traspasado los límites nacionales logrando que su nombre, sea<br />

sinónimo de Entre Ríos. (Salvarrey, 2013, cardoncosasnuestras.com.ar).<br />

Latido oriental<br />

Se llama Héctor Numa Moraes y es uno de los máximos representantes del canto popular uruguayo. Nació<br />

en Curtina (Uruguay) -un pequeño pueblo del departamento de Tacuarembó- y tiene mucho para decir sobre la<br />

chamarrita, uno de los ritmos que integran su cancionero y tal vez, el que más hermana a nuestro territorio de<br />

Entre Ríos con la República Oriental del Uruguay.<br />

La chamarrita es una dulce melodía que pobló mi universo musical desde la infancia misma. Venía con las<br />

acordeonas gauchas y se mixturaba al cruzar la frontera, pero también me llegaba de otro lado; si iba a<br />

Tacuarembó don Aníbal Sampayo (el cantor de Paysandú cuyo estilo es el más próximo a las formas conocidas<br />

en el litoral argentino), siempre contaba alguna, aunque distinta de las que llegaban del norte. ¿Cuál era la<br />

diferencia? Por supuesto, no lo podía saber. Sólo que a veces le decíamos chamarrita, y en otras, chamarra; y<br />

con Pedro Larrique, músico de Durazno grabamos una chamarrita.<br />

Cuando José Carbajal, “El Sabalero” aparece cantando, chamarritas y era de Colonia. Es decir, que esa<br />

música estaba muy metida en todo el cancionero uruguayo. De Entre Ríos, sin dudas, hay que mencionar al<br />

gran Linares Cardozo, quien ha realizado un trabajo extraordinario de rescate de este ritmo. Con mi profesor<br />

de Literatura y amigo del alma, con quien compartimos muchas obras, Washington Benavidez siempre lo<br />

admiramos, y en un hermoso encuentro le recordamos una melodía que cantaban nuestros padres en<br />

portugués: La chamarrita no es de aquí, / es de allá, de la frontera, / ella vino de gallo en gallo, / cantó de nuevo<br />

en nuestra tierra. Le agradó mucho y se sorprendió, al poco tiempo la grabamos; Washington le agregó varias<br />

coplas hermosas. (Salvarrey, 2013, cardoncosasnuestras.com).<br />

Isleña de Las Azores<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

“falabas” el portugués,<br />

la noche le puso estrellas<br />

a la noche de tu piel.<br />

Morena ardiente, sensual,<br />

surco abierto amanecer,<br />

lejanía, amor, distancia<br />

y los sueños por volver.<br />

La magia de una guitarra<br />

sutilmente te atrapó,<br />

fuiste quedando en el tiempo<br />

sin regreso, sin adiós.<br />

El Río Grande do Sul<br />

vio deslizar tu destino,<br />

seguro no imaginaba<br />

que te adoptara Entre Ríos.<br />

Isleña de Las Azores<br />

“falabas” el portugués,<br />

mis mayores te enseñaron<br />

el lenguaje del Montiel.<br />

Así fue que para siempre<br />

te hermanaste a mis paisanos,<br />

musa vestida de luna,<br />

cantar de los entrerrianos.<br />

Chamarrita tus raíces<br />

florecen junto a las mías,<br />

canto que nace del alma,<br />

alma de la entrerrianía.<br />

El Río Grande do Sul<br />

vio deslizar tu destino,<br />

seguro no imaginaba<br />

que te adoptara Entre Ríos. (Martinez A., 2016, Inédito).<br />

Hubo grandes músicos entrerrianos y correntinos que sumaron este hermoso ritmo a su repertorio<br />

interpretado a veces con acordeón, con piano, bandoneón, guitarra y en algunos casos hasta con arpa y que se<br />

baila en pareja enlazada. Linares solía referirse a ellos con mucho respeto, podemos mencionar a Tarragó Ros<br />

(padre), Mario Millán Medina, Ricardo Zandomeni, Los Hermanos Spiazzi, Miguel “Zurdo” Martinez, Julio López,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Los Chamarriteros, Los del Gualeyán, Abelardo Dimotta, Ariel Ramírez y Los Trovadores, entre otros. Los Hermanos<br />

Cuestas en toda su obra hicieron hincapié en la chamarrita sumándole el célebre silbido que los caracteriza con el<br />

que recrean el trinar de los pájaros de la región. En 1974 graban el álbum Canto a Entre Ríos con temas de Linares,<br />

junto a la Sinfónica de Entre Ríos, el Coro de la Asociación Verdiana y artistas invitados.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.14 Atahualpa Yupanqui… y Linares<br />

Atahualpa Yupanqui (que en quechua quiere decir "el que viene de lejanas tierras para decir algo"), es el<br />

seudónimo que utilizó Héctor Roberto Chavero, que nació en Pergamino el 31 de enero de 1908 y falleció en<br />

Nimes, Francia, el 23 de mayo de 1992. "Don Ata" fue cantautor, guitarrista, poeta, músico, escritor y un orgullo<br />

argentino.<br />

El gran poeta y músico en su obra El Canto del Viento cuenta así su paso por nuestra provincia:<br />

(…) Hermosa tierra entrerriana, / símbolo de rebeldía, / vas curando el alma mía / con el sol de tus mañanas.<br />

/ Te admiro fresca y lozana / en las orillas del río, / amo tu monte bravío, / amo tus campos sembrados / amo<br />

tus yuyos mojados / con el vapor del rocío.<br />

Rastreando la huella de los cantos perdidos por el viento, llegué al país entrerriano. Sin calendario, y con la<br />

sola brújula de mi corazón, me topé con un ancho río, con bermejos barrancos gredosos, con restingas bravas<br />

y pequeñas barcas azules. Más allá, las islas, los sarandisales, los aromos, refugio de matreros y serpientes,<br />

solar de haciendas chúcaras. Lazo. Puñal. Silencio. Discreción. Me adentré en ese continente de gauchos, y<br />

llegué a Cuchilla Redonda, desde Concepción del Uruguay. Llevaba un papel para Aniceto Almada. Y días<br />

después -hace ya treinta y tantos años-, crucé por Escriña, Urdinarráin, y fui a parar a Rosario Tala. Era una<br />

ciudad antigua, de anchas veredas, con más tapiales que casas. Anduve por los aledaños hasta el atardecer,<br />

sin hablar con nadie, aunque respondiendo al saludo de todos, pues allá existía la costumbre de saludar a todo<br />

el mundo, como lo hace la gente sin miedo o sin pecado. Al filo de la noche, penetré en la ciudad. La luz de las<br />

ventanas apuñalaba la calle. Algunos jinetes pasaban al galope. Busqué el mercado y entré a un puesto de<br />

carne. Almada me había indicado a un hombre allí: don Cipriano Vila. Era un gaucho alto, fornido, medio rubión,<br />

de bigote entrecano. Había un grupo de hombres rodeando una pequeña mesa, paisanos y amigos de Vila.<br />

Bebían lucera y charlaban en voz baja. Yo saludé y me arrinconé cerca de la mesa. Nadie me miró dos veces.<br />

Hay un acuerdo tácito. Un entendimiento. Una voz de adentro que hace callar, y esperar, y prudenciar. Y todo<br />

forastero debe conocer este código. Sobre todo, si se es paisano. (Yupanqui, 1965, pp. 22 - 23).<br />

Casi todas sus vivencias están referidas a la ciudad de Rosario del Tala; tres capítulos de esa obra literaria hablan<br />

de esta tierra: Entre Ríos; Genuario Sosa, un entrerriano y Sin Caballo y en Montiel.<br />

En el año 1931, comunica en el Registro Civil de Urdinarráin, el nacimiento de su hija Alma Alicia. Treinta años<br />

después, sin caballo y en Montiel, -contaba-, regresé a esa tierra que amé tanto… Treinta años de ausencia y<br />

distancias, no quise pensar que regresaba, si no que iba a Entre Ríos nuevamente; dicen los trashumantes que los<br />

caminos se han hecho para ir, nunca para regresar. (Delmonte, 2010, eldiarioonline.com.ar).<br />

De este modo Atahualpa reafirma su condición de trotamundos y de un profundo amor a nuestra tierra y<br />

respeto por el hombre entrerriano, al cual le deja un mensaje y un desafío:<br />

Mire mi amigo, sobre cada ceibo hay una guitarra encendida en la espera. Busca en el aire las manos que<br />

desaten las lianas que la ciñen, para darse a su dueño, libre y vibrante. La guitarra entrerriana tiene una gran<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

misión: dar el paisaje. Darlo con una pasión sin demagogia, y a eso lo ha cumplido con creces mi amigo Linares.<br />

(Delmonte, 2010).<br />

Treinta años después en 1961, regresa Atahualpa Yupanqui a Paraná y visita a sus amigos. Se encuentra con<br />

Linares Cardozo y el doctor Domingo Nanni. En una larga tertulia comparte “cosas del alma”, diría luego en una<br />

carta. En esa oportunidad el cantor entrerriano le presenta al joven guitarrista paranaense, Miguel “Zurdo”<br />

Martinez, quien recientemente había compuesto una hermosa pieza musical: Madrugada del pescador. Atahualpa<br />

lo escucha con silencio y admiración y comenta: Linares, como usted, este muchacho ha llegado a vislumbrar el<br />

lenguaje y el rumbo del viento, y a comprender su voz y su destino.<br />

Y lloraron las barrancas<br />

con la pena antigua que acercaba el río.<br />

Mientras mi corazón buscaba en vano<br />

el calor del nido que estaba vacío.<br />

El agua trae pájaros; yo siento su gorjeo,<br />

también arrima penas, insomnios y delirios.<br />

El río, consejero del abuelo<br />

que midió el mundo con su paso firme<br />

hasta encontrar la arena y envejecer tranquilo.<br />

Como lo envidio… Y lloraban las piedras en el río…<br />

Vino la noche al fin, distinta en cada uno,<br />

para el árbol, para el aire, la piedra,<br />

el sauce y el ceibo.<br />

Yo armaba la noche dentro mío.<br />

Iba de estrella a estrella para encenderlas<br />

y bebí en copas de ocaso los vinos de mi sueño.<br />

Miré los pájaros que volvían al monte.<br />

Un duende costero custodió sus nidos.<br />

Los pescadores, desandando correntadas,<br />

sembraban en la costa su silbido.<br />

Olvidé la belleza de la tarde<br />

cuando vi el azul de la noche en mis ojos.<br />

Y entonces, repartí en pedazos mi noche sobre el mundo<br />

y ofrecí mi canción herida. (Martinez, 2016, Inédito).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.15 Cardozo - Sampayo: Identidad musical<br />

A diferencia de otras regiones, la nuestra tiene un cancionero relativamente nuevo. El Noroeste, Cuyo, Santiago<br />

del Estero, el Noreste, tienen una tradición, una raíz musical mucho más antigua.<br />

Por estos pagos entrerrianos empieza a tener color propio en la década del '50 con las investigaciones y rastreos<br />

de Linares Cardozo, Rubén Manuel Martínez Solís, en las costas del Paraná y el trabajo de Aníbal Sampayo en las<br />

del Uruguay.<br />

Aníbal Sampayo, (canta-autor uruguayo amigo personal de Linares).<br />

Qué tienes río, mi río (Linares Cardozo) y Río de los pájaros (Aníbal Sampayo), entre tantas, son mojones<br />

fundamentales del cancionero que nos representa.<br />

Que tienes río mi río<br />

que siempre pasas y pasas<br />

Y vas trenzando dulzuras<br />

diapasón de mi guitarra. (Linares Cardozo).<br />

El Uruguay no es un río,<br />

es un cielo azul que viaja.<br />

Pintor de nubes, camino,<br />

con sabor a mieles ruanas. (Aníbal Sampayo).<br />

Antes era marcada la influencia guaranítica, polcas, chamamé, rasguido doble, valseados, galopas y guaranias<br />

en el norte de la provincia y en las orillas de los grandes ríos que traían de “aguas arriba” toda esa cultura. Desde<br />

el pago de Villaguay para abajo las formas musicales representativas provenían de la pampa bonaerense (milongas,<br />

estilos, con estribillos valseados o gateados, cielitos, compuestos, etc.). No podemos obviar las músicas de<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

influencias gringas: chotis, mazurcas, rancheras. La milonga entrerriana según Yupanqui se parece mucho a la<br />

oriental, por su diseño florido en la guitarra, casi achamarritada. Sin caballo y en Montiel de Atahualpa y Evocación<br />

entrerriana de Linares, son una muestra valedera de lo expresado. La chamarrita con su vivacidad rítmica rescatada<br />

precisamente por Linares Cardozo y Sampayo en esta región (no se rasgueaba, se arpegiaba con la mano derecha,<br />

como la milonga), es sin dudas, la expresión más característica en estos tiempos de nuestra tierra.<br />

La mentalidad comercial alentada desde los festivales ha logrado que casi desaparecieran nuestras hermosas<br />

formas musicales; nuestro público por ello, cada vez se aleja más de “la canción para adentro”, como decían<br />

Yupanqui y Linares; aquella que hace meditar, pensar y denunciar las injusticias que ya José Hernández y Marcelino<br />

Román por citar algunos, en otros tiempos, nos enseñaron y nos enseñan siempre, con su poesía rica en<br />

matices populares. Por eso debemos reivindicar y afianzar una identidad que, nosotros los músicos y poetas de<br />

vocación, con amor a la tierra y a su gente y a través del estudio, el trabajo y el conocimiento tenemos que preservar<br />

y enriquecer. El río tiene su armonía, su poesía. Estos cultores siempre le han cantado; en sus letras está<br />

presente el habitante del Paraná y del Uruguay, el pescador, el nutriero y el islero; y vaya transgresión, ese hombre<br />

que vive al otro lado del canal y eso ya es Santa Fe, es el mismo, con los mismos dolores, con las mismas<br />

alegrías. Ellos parecen querer decirnos en sus obras: Para el vuelo de los pájaros, no existen fronteras geográficas,<br />

a veces comen en una costa y anidan en la otra y en otras, es a la inversa; lo mismo sucede con los ríos; los ríos no<br />

separan, al contrario, unen, no saben de fronteras, andan y andan. Así es nuestro canto, como el de esos cantores,<br />

no tienen límites… son libres… infinitamente libres.<br />

Río que vienes y vienes,<br />

río que siempre te vas,<br />

quédate solo un ratito<br />

a calmar mi soledad.<br />

Río hondo de los sueños,<br />

de los silencios y el grito,<br />

río que a veces te duermes<br />

en los ojos gurisitos.<br />

Río viejo, caminante,<br />

que no entiendes de fronteras,<br />

río que a veces me cuentas<br />

de una ausencia o de una espera.<br />

Río amigo del costero<br />

cuando manso te sosiegas,<br />

otras veces corcoveas,<br />

sueños isleros volteas.<br />

Río que eres abundante,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

río que siempre te das,<br />

en las mesas ribereñas<br />

eres río de bondad.<br />

Río que cuentas historias<br />

del chaná y del guaraní,<br />

hoy cuéntame de los sueños<br />

de los hermanos de aquí.<br />

Río rey, en el dorado,<br />

río tigre, surubí,<br />

río que pasas y dejas<br />

dulzura de camachuí.<br />

Río con fondo de barro,<br />

río inmenso y arenal,<br />

río de sauces y piedras,<br />

junto a ti, está mi lugar.<br />

Río que eres mi vida,<br />

como no te voy a amar,<br />

voy a morirme cantando<br />

por mi río Paraná. (Martinez, 2014, p. 49).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.16 “El Tata” y “La Tona” … sus hijos<br />

Crecieron en un mundo de pinceles, tintas, acuarelas y óleos; de guitarra, canto y música; donde su papá les<br />

contaba historias de la abuela Delicia, del abuelo Lindolfo, de Don Lino, el peón que lo quería como a un hijo; él,<br />

les hablaba de un arroyito en el que el arco iris se bañaba los días de lluvia y las palomas anidaban allí nomás, al<br />

alcance de la mano.<br />

Su padre trabajaba mucho. Fue escribiente y secretario en un Registro Civil, trabajó en la policía, estudiaba<br />

porque quería ser profesor, pero sobre todas las cosas, amaba la guitarra, el canto, la pintura.<br />

Su mamá Sara sabía que los sábados a la tarde y los domingos no podían contar con él. Con el cajoncito de<br />

tintas y pinceles, un bastidor y a veces su guitarra rumbeaba para Puerto Sánchez con los amigos. -No te olvides el<br />

mate, Rubén. Mujer, no me entra más nada, -contestaba y se reía-, lo lleva un amigo-.<br />

Nosotros éramos muy pequeños, cuatro o cinco años y ya nos acordamos de papá estando en su piecita; en<br />

todas las casas donde él vivió tenía una pieza para él, la llamaba: la pieza “de los papeles”; y ahí en esa piecita<br />

él cantaba, él componía. Se lo escuchaba cantar hasta entrada la noche, de madrugada, porque él tenía sus<br />

actividades durante el día y no tenía tiempo para la guitarra y el canto; entonces le quitaba horas a su descanso<br />

para componer sus canciones, sus poemas.<br />

Cuando almorzábamos era común preguntarle: ¿Papá, cuantas horas descansas?, y él respondía: Tres o<br />

cuatro horas. Pero tienes que descansar más, insistíamos; y él tenía una frase que lo definía de cuerpo entero:<br />

Miren chicos, cuando yo me muera voy a tener tiempo para el descanso.<br />

Papá tenía un oído distinto al de nosotros. En todas las cosas escuchaba música; en el ruido del viento en las<br />

hojas de los árboles; en el sonido del agua en las marejadas; en el silbo de los pescadores y hasta en el silencio<br />

de los espineleros. Salía a recorrer la ribera y a pintar con su amigo Tedy Rey, generalmente iban a Puerto<br />

Sánchez y al regresar empezaba a sacar de sus bolsillos pedacitos de papeles con pequeñas anotaciones;<br />

nosotros le preguntábamos que escribía y él nos contestaba: Cositas, ruiditos para algún tema. Así nace Canción<br />

de cuna costera creo; él ya tenía sonidos e imágenes en el alma y cuando la conoce a Dominga Almada y la<br />

retrata, y comparte charlas con ella y su marido concreta a mi modo de ver, su tema más bello. Sus amigos<br />

siempre recordaban que el día que la cantó por primera vez ponía los pedazos de papel en sus rodillas y la iba<br />

cantando.<br />

En el año 1966 -recuerda el “Tata”- viaja a San Pablo, Brasil, recuerdo bien ese momento porque yo iba a<br />

viajar con él y no pude; cuando vuelve nos cuenta muy emocionado que, estando en una esquina con su guitarra<br />

esperando que el semáforo le de paso, para un colectivo con estudiantes universitarios, se bajan, lo rodean y le<br />

cantan Canción de cuna costera; el quedó impactado, primero porque sabían la canción, y segundo porque lo<br />

reconocieron, le decían: -Don Linares, ¿me firma el cuaderno-? Ese recuerdo siempre lo emocionaba. Con el<br />

tiempo -culmina el “Tata”- fui admirando su obra cada vez más. Conocí su trabajo, su esfuerzo, sabía hacia<br />

donde apuntaba, cuál era su sueño, su inmenso amor a nuestra provincia, ese fue el gran legado que nuestro<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

padre nos ha dejado.<br />

Fue un hombre que entregó su tiempo y sus sueños por llevar el canto entrerriano al país y al mundo (Del<br />

Guercio, Como hice, 2013) [digital]).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.17 Walter Ocampo… un romance para don Linares<br />

Poeta y decidor, nació en San José, Entre Ríos, el 16 de septiembre de 1941. Cursó los primeros años de estudio<br />

en el Colegio Niño Jesús de su ciudad natal y completó el ciclo primario en el Colegio San Agustín de Buenos Aires.<br />

Avezado lector, la vida lo encontró desde la juventud expresándose a través de la poesía, ya lanzado a la aventura<br />

de las letras, vivió algún tiempo en la fronteriza localidad de Los Andes, en Chile. En la década del ´70 algunas<br />

colaboraciones suyas fueron publicadas en el diario Clarín. En 1979 su poema Bajo los Puentes obtuvo la segunda<br />

mención en el Festival de los Juegos florales provinciales, realizado en la ciudad de Colón. Igual premio consigue<br />

al año siguiente en Gualeguay con la obra Romance de las siete cuerdas, composición ésta dedicada a su admirado<br />

amigo Linares Cardozo. En 1981 publicó, junto a Alfredo Jorge Maxit, el libro Entre Tierra y Canto; en 1999 publica<br />

Heredades de Niebla y otros poemas. Linares alentaba permanentemente al joven escritor y en los encuentros de<br />

guitarra y poesías solía pedirle:<br />

Subiste por la cuerda y la madera<br />

hasta la flor de alguna melodía.<br />

Y prendido como una enredadera<br />

a una reja te halló la luz del día.<br />

Ojos de fuego en largas trasnochadas<br />

no los besó el amor, duende escarlata.<br />

Tu sangre por alcohol adulterada<br />

desbordó su pasión en serenatas.<br />

Cada noche fue un río cadencioso,<br />

cada estrella, un farol en tu escenario.<br />

Cada ventana, un hueco interminable<br />

para enterrarte, amante solitario.<br />

Así fuiste tejiendo tu derrota.<br />

¡Ay! nocturno zorzal de pueblo chico.<br />

Y por ruidos molestos una noche<br />

del brazo te llevaron los milicos.<br />

La moneda cansada de tu canto<br />

arrimó a los boliches su destino.<br />

En la noche más cruel de los recuerdos<br />

la perdiste en el trueque por un vino.<br />

Tu guitarra se ha roto hace ya tiempo,<br />

tu garganta se agota en un murmullo.<br />

Sueña Gilito, sueña que esta noche<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

el ventanal del cielo es todo tuyo. (Ocampo, 1995, p. 9).<br />

Como letrista y decidor -según una definición que le es propia- integró el grupo musical Memoria de los Pueblos,<br />

desde los inicios de la formación y hasta que en el año 1991 decidió alejarse, luego de un hermoso y largo tiempo<br />

de actuación y de importantes reconocimientos. En 1995, la Asociación Cultural El Patio del Poeta publicó Heredades<br />

de Niebla, obra que fue reeditada en 1999 por el Municipio de San José, con el agregado de otros poemas,<br />

prólogo de Enrique Jorge Martí, ilustraciones de María Elena Fernández de Williman y el ensayo crítico Apuntes<br />

para la Poética de Walter Ocampo de Alfredo Maxit. Entre 2007 y 2011 se desempeñó como Coordinador del Área<br />

de Cultura de su ciudad natal.<br />

Romance de las siete cuerdas:<br />

Campa un preludio de aromas<br />

en cada hueco del aire,<br />

en el cuenco de los bajos<br />

burbujean los enjambres<br />

un hosco vuelo de azúcar,<br />

campanas de miel salvajes<br />

que el punzón de las iguanas<br />

violará a la media tarde.<br />

Tiene una cuerda de néctar<br />

la guitarra de Linares.<br />

Finos puñales de espuma,<br />

calandrias elementales<br />

parten la monotonía<br />

de dos jugosas mitades.<br />

Una naranja de sueños<br />

pulseando con el ramaje<br />

le obliga a reverenciar<br />

su gravidez reclinante.<br />

La guitarra de Linares.<br />

Las matracas del verano<br />

se abanican en los sauces.<br />

Con un temblor de membranas<br />

motorizan el paisaje<br />

que trepa saltando aristas<br />

de sol por los pedregales.<br />

El gran canario de fuego<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

canta en perpendiculares.<br />

Y le revierte la luz<br />

la guitarra de Linares.<br />

Hijos livianos del agua<br />

altos pájaros de alambre<br />

le están rindiendo al arroyo<br />

permanente vasallaje.<br />

Pero a cada inclinación<br />

cobran en plata vibrante.<br />

Un misterio de alcancías<br />

sangran las pinzas del hambre.<br />

Mil mojarritas sonoras<br />

la guitarra de Linares<br />

El carro rueda la historia<br />

arenosa de la calle;<br />

los caballos lentos, pocos.<br />

Me llueve en nubes de sangre<br />

el repatriado galope<br />

hacia eternos hontanares.<br />

Sembraron cruces de fósforos<br />

y jaulas de costillares.<br />

Potros de nervios abalanza<br />

la guitarra de Linares.<br />

el regocijo silvestre<br />

que simula devanarse<br />

en husos de sombra fresca<br />

clava pica en los juncales<br />

donde cruje granulosa<br />

ronda de hojas guturales.<br />

Diéresis de lejanías<br />

le pone a las soledades<br />

el crespín. Por el oeste<br />

amplio el gallo de la tarde<br />

su cresta de reñidero<br />

evapora. Ya el celaje<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

del gran árbol abrirá<br />

sus colmenas estelares.<br />

(La luna será una iguana<br />

con su cola de menguante).<br />

Con la noche frente a frente<br />

jugaremos las verdades.<br />

No es solo campo mi campo<br />

por mugidos y trigales.<br />

Campo porque campa en él<br />

la séptima cuerda grande,<br />

cuando la tierra nos da<br />

un don como don Linares. (Ocampo, 1980, p. 20).<br />

Una vez más se justifica en nuestra poesía el porqué de las bellezas entrerrianas: las canciones y poemas de<br />

nuestros jóvenes poetas son un alumbramiento; son una feliz identificación con el paisaje, con los personajes<br />

del lugar; es el descubrimiento de la realidad de cada pago hermoso que hace al “todo” del Entre Ríos. El lirismo<br />

de nuestros jóvenes poetas está rebosante de luz, fiel al paisaje familiar, revelador de un sentido plástico<br />

representativo, despierto hacia el amor verdadero y la libertad, gesto permanente de una esperanza bien<br />

entrerriana. (Cardozo, 1983, p. 27).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.18 Daniel Elías… el poeta que siempre admiró<br />

Ser poeta es tener un alma de cristal, sonora, transparente, frágil: el roce con la realidad la empaña siempre y,<br />

a veces, la quiebra… Es vivir de recuerdos, que son el Pasado, o de esperanzas que quisiéramos fuesen Futuro; es<br />

no existir jamás en el Presente… Es llevar dentro un ruiseñor que canta y que nos va comiendo el corazón.<br />

Daniel Elías, el enorme poeta, se ha marchado a hacer versos a una estrella. La Cruz del Sur, ya tiene a su Jesús…<br />

(Panizza, 1929, p. 137).<br />

La relación del pájaro y la libertad puede ser tema de la poesía del mundo, pero en Entre Ríos es el eje, el centro,<br />

la metáfora sin discusión e interminable, por repetida que parezca. Lo primero que ve y escucha Daniel Elías en<br />

“Las alegrías del sol”: …y la calandria intermitente canta… Y Linares Cardozo dice en “Como los pájaros”, su chacarera<br />

estirada, ¿Quién duda que la calandria prefiere morir antes de verse apresada?<br />

Entre Ríos fue en antaño, en su época criolla, tierra de payadores. No en vano alguna experiencia de los paisanos<br />

entrerrianos palpita con seguridad en las páginas del Martín Fierro. Luego fue también madre de poetas.<br />

El nombre de Daniel Elías aparece brillante en medio de la mejor tradición provincial, vinculado a las cosas de<br />

su tierra, pero al mismo tiempo discípulo de Leopoldo Lugones y de Julio Herrera y Reissig, dentro de la corriente<br />

universal que en español inauguró el “indio divino”, Rubén Darío.<br />

Las glorias entrerrianas cantadas en bellos y épicos octosílabos y el campo bucólico en endecasílabos encierran<br />

al menos en lo formal casi toda la poesía de Elías.<br />

Delio Panizza, Raúl Uncal, Luis E. Berga, entre otros, recogieron muchas de sus valiosas obras y las publicaron<br />

un año después de su muerte. Otros diez años y esos mismos amigos y otros hacían aparecer “Los arrobos de la<br />

tarde”.<br />

El primero, que la crítica consideró siempre el mejor, está centrado en el campo entrerriano, su vida, sus aromas,<br />

sus sonidos, su gente, sus costumbres. El segundo, de temas más variados, se ocupa por cierto de las impresiones<br />

y emociones de la tarde, pero también denuncia las preferencias literarias del autor en envíos a Verlaine y alusiones<br />

a Carriego, Almafuerte y a los tres grandes modernistas: Darío primero, el uruguayo Herrera después y Lugones,<br />

por último. No se trataba sólo del conocimiento de la naturaleza.<br />

El profesor uruguayense Roberto Parodi conjetura en un trabajo sobre Elías que éste debió conocer en su niñez<br />

a algún veterano de los entreveros jordanistas, “cuya figura pudo tener presente cuando describe un montonero<br />

en el frenesí de la carga, con la proverbial melena negra y lacia sujeta a la frente por una vincha rota y descolorida”.<br />

El montonero, las riñas de gallos, las labores de la tierra y el rústico hogar campesino son sus temas. Pero<br />

alejado del modo tradicional de tratarlos, pues Elías estaba tocado por una gracia y una elegancia nuevas, y a la<br />

sombra del genial nicaragüense y sus discípulos del Sur sabía emplear un lenguaje sutil y precioso, que entonces<br />

no había sufrido menoscabo todavía.<br />

En pocas líneas, Parodi describe su gran personalidad poética: “Daniel Elías no recogió en sus estrofas la<br />

angustia de la prisa cotidiana, pero sí sus alegrías, no se inclinó por la problemática de la existencia, sino que le<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

cantó a la vida tal como el creador se la entregó a los hombres con todo el prodigio de la naturaleza, desde la cruda<br />

luz que golpea temprano la ventana hasta las espigas inocentes y amarillas en que se abisma el campo”.<br />

Y en las que él mismo se abismó una tarde de manera incomprensible. Lo recordamos ahora como a quien<br />

intentó lleno de buena voluntad y talento realizar en esta tierra el milagro de la belleza.<br />

Daniel Elías, hijo de Norberta Piquet y José María Elías, nació en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, el 10<br />

de marzo de 1885 -según consta en los registros parroquiales- criándose a partir de 1888 y hasta alrededor del<br />

año 1900 en la estancia familiar de Mojones Norte, Departamento de Villaguay, permanencia que le permitió<br />

conocer la vida rural de esa época.<br />

A los 16 años ingresa como internado en “La Fraternidad” de Concepción del Uruguay, y cursa estudios en el<br />

Colegio Nacional que fundara Urquiza. En esos años comienza a borronear sus décimas, viendo la luz algunos de<br />

sus poemas en la revista estudiantil.<br />

Ya bachiller, se establece en La Plata para seguir la carrera de Derecho en U.N.L.P., recibiendo el diploma de su<br />

título el 22 de octubre de 1914.<br />

Según sus biógrafos, en su estadía platense vivió “la bohemia literaria. Porque no solo se acercó a los cenáculos,<br />

sino que compartió con los líricos de entonces la soñada plática…”.<br />

Frecuentó la casa de Almafuerte, a quien admiraba y con quien trabó amistad. El mismo año de su graduación<br />

se establece en su provincia, en Gualeguay, donde es designado Defensor de Pobres y Menores, permaneciendo<br />

allí hasta mediados de 1919, cuando nombrado Juez en lo Civil y Comercial de Gualeguaychú, vuelve a vivir a su<br />

ciudad natal, aunque brevemente, ya que al año siguiente ocupa el Juzgado de Concepción del Uruguay, donde se<br />

radica.<br />

Respecto de su poesía, el gran santafesino Don Julio Migno, lo definió: Orfebre y miniaturista, no pierde el rumbo<br />

en la obra; pone el oído sobre los pastos, y por ello su acento es afirmativo y rotundo como contracanto de espuela.<br />

Lucido autor de sonetos y décimas, muchos de sus temas pueden inscribirse en lo que Adolfo Golz llama “criollismo<br />

épico”.<br />

Con un poema de éste tono titulado “La Lanza”, el 9 de julio de 1910 obtuvo el Primer Premio en los Juegos<br />

Florales que organizó el “Centro Patriótico de la Juventud de Paraná”.<br />

Sus libros, de edición póstuma, son: “Las alegrías del sol” (Concepción del Uruguay, 1929) y “Los arrobos de la<br />

tarde” (Concepción del Uruguay, 1938).<br />

Voluntariamente renunció a la vida en la ciudad de Concepción del Uruguay, el 29 de noviembre de 1928, siendo<br />

despedidos sus restos en el cementerio, por otro gran vate entrerriano: Delio Panizza.<br />

Diciembre del año 1941. El joven Rubén Manuel Martinez Solís viaja a Paraná con sus compañeros de<br />

promoción a rendir las últimas materias del secundario. Por ser la primera promoción del Colegio Nacional de La<br />

Paz, los alumnos que culminaban su bachillerato ese año, debían rendir los exámenes finales en la capital<br />

provinciana. Rubén es uno de los primeros en rendir, espera a sus mejores amigos y deciden conocer la ciudad.<br />

Algunos prefieren ir al parque; él y dos compañeros deciden recorrer las librerías, seguro que hallarían buenos<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

libros. Rubén amaba la lectura, sobre todo de libros ligados a la tierra entrerriana, ese amor por la lectura se lo<br />

había sembrado su madre Delicia, la de los baúles llenos de libros. En una librería del centro encuentra cientos de<br />

libros, todos lo apasionaban, pero el dinero no era lo que sobraba. El dueño se acerca y le pregunta que anda<br />

buscando. “Algún libro de canciones o poemas gauchescos, provincianos”, -contesta el joven Rubén-. Entonces le<br />

muestran unos ejemplares de autores entrerrianos. Toma en sus manos uno y lee Los arrobos de la tarde de Daniel<br />

Elías. El librero le comenta: Este poeta falleció hace unos doce años muy joven, por propia decisión, gran escritor<br />

entrerriano, sus amigos le han editado este ejemplar en su memoria. Rubén lo vuelve a mirar, Los arrobos de la<br />

tarde de Daniel Elías… A la nochecita regresa con sus amigos a su pago, feliz, ya era bachiller y además, Daniel<br />

Elías… y Los arrobos de la tarde, venían con él.<br />

Año 974. Aquel joven nacido en La Paz, Rubén Manuel Martinez Solís se había convertido en el gran folclorista<br />

entrerriano Linares Cardozo. Viaja a Buenos para grabar un nuevo disco en Microfón. El L P. llevaría por título<br />

“Coplas a mi barranca”. En los discos anteriores siempre era el autor de todos los temas grabados, sin embargo,<br />

ese año decide rendirles un homenaje a dos grandes poetas que siempre había admirado, incluye como tema<br />

número 5: “Chasque para la costa” del sanjavierino Julio Migno, y el tema número 11, un fragmento del poema<br />

“La lanza”, del gran poeta al que admiró desde que leyó “Los arrobos de la tarde” y años más tarde encuentra en<br />

“Las alegrías del sol”, en la página 109, un hermoso poema en décimas: La lanza…<br />

Clavada yace en el techo<br />

la vieja lanza enmohecida,<br />

la que en la lid fratricida<br />

agujereó más de un pecho.<br />

La que exhibió su derecho<br />

sobre la pampa salvaje,<br />

cuando el clinudo gauchaje<br />

irrumpía a rienda suelta<br />

y oficiaba en la contienda<br />

el culto de su coraje.<br />

Ella escribió nuestra historia<br />

cimbrando en el entrevero,<br />

el sol se quebró en su acero<br />

con chispazos de victoria.<br />

Como una hija de la gloria<br />

cruzó los montes bravíos<br />

y los indómitos ríos,<br />

sin saber lo que es el miedo<br />

con ese heroico denuedo<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

de los machos de Entre Ríos.<br />

Pasaron las pesadillas<br />

de los años enemigos<br />

y vibran surcos y trigos<br />

sobre las patrias cuchillas,<br />

ya no se quiebra en astillas<br />

la chuza de la victoria<br />

y en la paz propiciatoria,<br />

bajo un cielo montielero<br />

a la sombra de un alero<br />

duerme el sueño de su gloria. (Cardozo, 1974, p. 11).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.19 Linares y el canto alado de los Hermanos Cuestas<br />

Rubén Rodolfo Cuestas, nacido el 7 de febrero de 1942 y Néstor Esteban Cuestas nacido el 17 de agosto de<br />

1944 son los que conforman el conocido dúo:" Los Hermanos Cuestas".<br />

Desde muy chicos, en las reuniones familiares donde asistían músicos, ellos se sentaban cerca de ellos prestando<br />

atención e interesándose por la música. Rubén, desde niño, silbaba imitando a los pájaros como la mayoría de<br />

los chicos.<br />

En la adolescencia forman parte del coro de la Asociación Verdiana y del Coro de Cámara. Siguiendo su vocación,<br />

el 12 de agosto de 1958, forman el dúo al que llamaron "Los Baqueanos". Este dúo comienza a actuar en diferentes<br />

lugares y va conquistando el público de nuestra provincia.<br />

Rubén asiste por las noches a la escuela de Artes Visuales, siendo su profesor de historia del arte Rubén<br />

Martínez más conocido como don Linares Cardozo. El encuentro con este cultor entrerriano a quien conocía a<br />

través de los programas radiales, marcaría su destino.<br />

En el año 1964 fueron a Cosquín obteniendo una mención especial ya que no había premio para dúos. La noche<br />

del 23 de enero del año 1972, los hermanos Rubén y Néstor lograban que la obra de Don Linares Cardozo sea<br />

conocida por todo el país; esa noche son consagrados en Cosquín. Ese año, apadrinados por Florencio López, se<br />

presentan en la Plaza Próspero Molina de Cosquín, donde tras una interminable ovación se convirtieron en<br />

“Ganadores del Pre Cosquín”.<br />

Esto les posibilitó participar en el festival mayor de ese año, y apenas en la segunda luna fueron consagrados<br />

“Revelación Cosquín 1972”.<br />

En el año 1980 alcanzan su máxima aspiración, el tan esperado disco de oro. En el año 1982 obtienen nuevamente<br />

el disco de oro con Los sonidos de mi tierra. También logran un disco de platino con Silbando como los<br />

pájaros.<br />

Aparte de esta exitosísima carrera, no se puede dejar de resaltar su maravillosa parte humana: buenas personas,<br />

generosas, amables, con un gran sentido del humor y de gran sabiduría. A ellos les debemos que nuestra<br />

música entrerriana sea conocida en nuestro país y en el mundo. Al recordar los 40 años de aquella consagración,<br />

Rubén Cuestas afirma:<br />

Fue muy emocionante ver que el público (en esa noche unas 10.000 personas) se pare y te aplauda de pie, y<br />

señala además, nuestra alegría era por nosotros y por Linares, ya que la canción que conquistó a los presentes<br />

en Cosquín fue "Como los pájaros" de autoría del gran maestro. El tema además de ser un bello canto a nuestra<br />

tierra y a nuestras aves, se embelleció esa noche por el silbido que imitaba el trino de las avecillas, ese don que<br />

me dio la vida, desde muy niño aprendí a imitar el canto de los pájaros.<br />

Traigo coplas de Montiel<br />

bello monte secular,<br />

con su silbar armonioso<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

me las dio un zorzal.<br />

Yo soy como la calandria<br />

que florece en su decir,<br />

antes que verse apresada<br />

prefiere morir.<br />

No hay espinas para mí<br />

si riendas doy al soñar,<br />

igualito que el chingolo<br />

vivo entre el cardal.<br />

Dulce trino de avecillas<br />

que alumbra el pago natal,<br />

así he de morir cantando<br />

en la libertad...<br />

Siempre sobra una ilusión<br />

que mata la soledad,<br />

¡Ay! tacuarita que anida<br />

en las taperas.<br />

Tierra mía por tu bien<br />

he de luchar con amor,<br />

como brasita de fuego<br />

purita pasión...<br />

“Los baqueanos” (Rubén y Néstor Cuestas), Dúo que diera origen a “Los Hermanos Cuestas”)<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Soy entrerriano feliz<br />

pero envidio al cardenal,<br />

que toda su vida luce<br />

vincha federal.<br />

Dulce trino de avecillas<br />

que alumbra el pago natal,<br />

así he de morir cantando<br />

en la libertad... (Cardozo, 1974, p. 3).<br />

Rubén, le suma a la nota unas coplas de su hermano Néstor, coplas que seguramente, harían feliz al maestro<br />

nunca olvidado…<br />

Voy a entonar estas coplas<br />

para nombrarlo al cantor,<br />

se llama Juancho Chiviro<br />

y canta que es un primor.<br />

Me despierta a la mañana,<br />

anuncia que amaneció,<br />

y sigue cantando afuera<br />

mientras espera la ración.<br />

Soy amigo de las aves<br />

pero sin jaula, señor,<br />

tengo un patio bullanguero<br />

donde mateo con amor.<br />

Grita el bicho feo, canta el cardenal,<br />

silba la calandria, canta el zorzal.<br />

Soy amigo de las aves<br />

pero sin jaula, señor.<br />

Los amansé sin apuro<br />

con las sobras del mantel,<br />

el chiviro fue el primero<br />

y luego todos tras él.<br />

Hay quien en alguna jaula<br />

el canto quiere encerrar,<br />

pero en prisión nadie canta,<br />

sólo se puede llorar. (Cuestas, N., 1990, p. 4).<br />

Las guitarras, el canto y el silbido de Los Hermanos Cuestas, identificaron durante muchos años nuestra<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

música entrerriana. Su presencia, canto y su silbido desparramaron por los senderos de la patria, la inmensa y<br />

valiosa obra de Don Linares Cardozo; siempre fue Linares, la bandera que levantaron en los grandes escenarios.<br />

Sus guitarras se transformaron en un cálido nido donde hallaron el calorcito del pago las obras del gran cultor.<br />

Muchas de las creaciones de Linares, brillaron en sus voces y encendieron su corazón; ellos habían descubierto<br />

el verdadero mensaje del maestro, y entonces cientos de aves se transformaron en música y canto en sus voces;<br />

sus voces; sus guitarras fueron como el nido prestado del “morajusito andariego”…<br />

Te canto esta chacarera<br />

morajusitio andariego,<br />

porque sos tordo sin gloria,<br />

y dulzura de boyero.<br />

Quién condenó tu destino<br />

andar en bandada errante,<br />

nacer en un nido ajeno<br />

sin el plumón de la madre.<br />

Poncho de noche y misterio,<br />

negro azul tornasolado,<br />

sigue buscando tu rancho<br />

corazón abandonado.<br />

Dejé que entibie tu sueño<br />

morajusito andariego,<br />

guachito de las bandadas<br />

como tantos de mi pueblo.<br />

Mas nadie podrá negarte<br />

tu gracia y don volandero,<br />

cuando se duerme la tarde<br />

llenas de trinos los cielos.<br />

Que sería de mis montes,<br />

mi pajonal, mi bañado,<br />

sin retozona comparsa,<br />

sin tu barullo encantado. (Cardozo, 1977, p. 2).<br />

Así cuenta Rubén Cuestas cuando alguien le pregunta sobre aquella inolvidable noche en que recibieron el<br />

espaldarazo consagratorio del público y donde fue.<br />

Y mira, fue una noche del verano del 63, creo, en el escenario junto al río Paraná de uno de los festivales más<br />

lindos que hay: el de la música del litoral, en Posadas, Misiones, un paisaje imponente y un público maravilloso.<br />

Y prosigue contando:<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Llegamos a Posadas, al anfiteatro, sin conocerlo, sin haber estado nunca en su escenario que tiene como<br />

maravilloso telón de fondo el río y el Paraguay. Mi hermano sufría una disfonía y me propuso cantar a media<br />

voz y que yo le metiera al silbido imitando el canto de los pájaros; yo siempre lo hacía pero, nunca en un<br />

escenario. Le dije que no, me negué terminantemente, pero me convenció. Cantamos: Carancho asa´u, La Lindera<br />

y cuando hicimos: Como los pájaros decidimos meterle al silbido… y entonces al imitar al benteveo levanto<br />

la mirada y veo la tribuna; la gente prendía fuego y yo que sabía que el silbido tenía críticas pensé, ¡nos van a<br />

pegar! Valió la pena el golpe. Esa noche, fue una noche inolvidable…<br />

Néstor cuenta esta anécdota y luego aclara: La gente de Posadas con sus antorchas - una tradición de ese<br />

festival -, le estaba dando a los hermanos Cuestas y a la gran obra de Linares, el impulso para pasar al primer<br />

plano del folclore argentino. Y a Entre Ríos y sus pájaros la bendición hecha antorchas.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.20 Entre “Martinez” es la cosa…<br />

Alfredo “Pituco” Martinez, viene de un tiempo agradecido por el regalo de la vida de haber nacido y crecido<br />

en esta amorosa tierra de poetas y cantores.<br />

En su vida ha ido sumando experiencias, y las ha transmitido en sus coplas, poemas y canciones. Ha sido<br />

partícipe activo de la vida cultural de este pueblo con nombre de paloma; el mismo de Rubén Manuel, el “Linares<br />

Cardozo” de Entre Ríos, su amigo personal, que en noches de fogón y guitarra, compartió con el amigo los sueños<br />

guitarreros.<br />

Conociendo el valor de la música y el canto, el valor inestimable que tiene el rescate de las historias de los<br />

abuelos dormidos, desde hace muchos años viene transmitiendo a las nuevas generaciones la raíz del canto<br />

nuestro, lapaceño, entrerriano; y en ese mensaje no puede estar ausente don Linares Cardozo<br />

Estoy seguro que el maestro diría: ¡“Qué hermoso tu camino, amigo “Pituco”…, un camino entrerriano, cantor,<br />

esperanzado!<br />

Gracias amigo “Chino” Martinez por brindarme la posibilidad de poder evocar a través de la palabra escrita a<br />

don Rubén Manuel Martinez, él que al decir de Héctor Abel Yedro, eligió llamarse artísticamente Linares Cardozo.<br />

Observando que al aplicar a una persona la palabra “talento·, es reconocer sus dotes intelectuales. Linares<br />

Cardozo, un intelectual que volcó la suma de sus conocimientos en beneficio de nuestro patrimonio cultural,<br />

pero no solo de nuestra provincia; sino que además, enriqueció sin duda alguna la cultura popular a nivel nacional.<br />

Linares Cardozo nos deja un rumbo iluminado por donde andan fuertemente unidos pensamientos y<br />

sentimientos que nacen de lo profundo de la entrerrianía. La propiedad de sus palabras dio claridad a su lenguaje,<br />

conocía el valor etimológico de las mismas. Según los entendidos “la poesía es el arte por excelencia”, la poesía<br />

en la que los pensamientos no están unidos por un vínculo determinado es como expresó Ramón de Campo Amor,<br />

poeta y político español: “Un rosario sin el hilo que sujeta las cuentas, podrá ser una colección de perlas, pero<br />

nunca se podrá formar con ellas, un collar”.<br />

Linares Cardozo supo encontrar el hilo que menciona Campo Amor, formando con sus versos un rosario de<br />

poesías y en el amor y sencillez que contienen las mismas se encuentra la belleza de la palabra. Su sensibilidad<br />

transmitió sentimientos vivos y para eso es necesario hablar con el corazón, al corazón de la gente.<br />

Don Rubén Manuel Martinez, Linares Cardozo, logró hacerlo…<br />

“Y por gracia del destino / tengo a mano un arroyuelo / una lomada, un bajío / donde calmar tantos sueños”…<br />

(Cardozo, 1981, p. 1).<br />

Estos versos de Linares pintan poéticamente el lugar donde todavía se mantiene en pie su casa natal. Linares<br />

nació en el año 1920, yo nací en el año 1939, en el mismo pueblo, en el mismo barrio, cerca del Cabayú Cuatiá, su<br />

arroyo… mi arroyo…<br />

Mi arroyito es una lonja<br />

de luna sobre la tierra,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

cauce de noche entrerriana<br />

con canoítas de estrellas.<br />

Navegante solitario<br />

de una embarcación de sueños,<br />

hallé en sus aguas tranquilas<br />

la magia del universo.<br />

Arroyito de mi pueblo<br />

mojarreros, la ilusión,<br />

al duende de tus sauzales<br />

lo llevo en el corazón.<br />

Yo fui chicharra en tus siestas,<br />

crespín al anochecer,<br />

fui lucero de esperanzas<br />

un feliz amanecer.<br />

Cuando mis pasos transiten<br />

horizontes sin fronteras ,<br />

mi alma saldrá a buscarte<br />

arroyito de mi pueblo.<br />

Cuando enciendan los veranos<br />

sus hogueras milenarias,<br />

seré enero en la piel<br />

fugitiva de tu cauce.<br />

Y volverá aquel gurí<br />

con una sonrisa eterna.<br />

para besar en tus aguas<br />

el cielo azul de mi tierra.<br />

Yo fui chicharra en tus siestas,<br />

crespín al anochecer,<br />

fui lucero de esperanzas<br />

un feliz amanecer. (Martinez, A.; 1990).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

6. SU BÚSQUEDA<br />

________________________________________________<br />

“Coplas del caracolero” (Acuarela de: Linares Cardozo, dedicada a su madre Delicia)<br />

6 .1 Rumor de río… Misterio de monte…<br />

En la calma de la tarde<br />

se escucha la voz del río,<br />

es música cuando marcha<br />

y arenita en el camino.<br />

Sobre la cresta de islas<br />

donde cae un sol herido,<br />

cual dulce canción de cuna<br />

se oye el rumor del río.<br />

El cielo mira a los montes,<br />

los montes miran al río,<br />

todos se quedan llorando<br />

no pueden seguir al río.<br />

El río pasa cantando<br />

va buscando su destino,<br />

mientras los hombres tememos<br />

que se termine el camino.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

El río no es solo un río,<br />

es un camino que anda,<br />

va juntando corazones<br />

dolidos por la distancia.<br />

Un día le dije al río<br />

detiene un poco tu marcha,<br />

se calló por un instante<br />

y cantó con las calandrias.<br />

Y le comenté al pasar:<br />

“pasas brincando y cantando<br />

¡Ay! como envidio tu andar,<br />

yo de pie tu agua mirando”.<br />

Me dijo: “mira las nubes<br />

y canta con las calandrias,<br />

y te irán creciendo alas<br />

en lo profundo del alma”.<br />

Desde entonces yo lo espero<br />

como un sauce en el camino,<br />

y le agradezco el consejo<br />

¡Ya no envidio su destino! (Martinez, 2016, Inédito).<br />

De este juglar entrerriano, el “Linares” andador de caminos, buscador de historias, el que anduvo con los<br />

duendes costeros y descubrió los secretos del bravo monte entrerriano se desconoce aún gran parte de su obra,<br />

del misterio que encierran sus creaciones.<br />

Muchas veces nos quedamos con sus canciones más conocidas, pero cuando uno bucea y se mete en el universo<br />

linariano encuentra los pesares y las alegrías de nuestra gente; el paisaje cantado y contado en una copla; el río,<br />

las islas, las aves y los árboles magistralmente pintados. Su guitarra, sus obras, sus vivencias a pesar de su ausencia<br />

física, se siguen proyectando hacia el país y el mundo.<br />

Me parece verlo aún hoy, a orillas del arroyo donde su madre le mostraba la magia de los caracoles y donde<br />

buscaba “el caballito pintado” que caía después de la lluvia, encorvado sobre el bastidor, con sus dedos manchados<br />

de acuarelas cortando ramitas de biznaga que usaría como pinceles; a su lado, el mate amargo de buen entrerriano<br />

y la guitarra, fiel compañera de sus andanzas.<br />

Y mi mamá nos enseñaba las maravillas de un caracol que tomábamos del arroyo, nos empezaba a deletrear<br />

las formas, la belleza de este espiral que se iba agrandando en una perfección tan sublime, tan armónica, tan<br />

equilibrada. Después, con el tiempo, cuando tuve que estudiar estética, me vuelvo a reencontrar con esas<br />

lecciones sencillas de la madre maestra. Yo, como buen hombre del litoral, como buen paceño, me guardé esos<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

recuerdos de juntar caracoles; no perdí nunca ese fervor de la nota del caracol y a todos los amigos que llegaban<br />

a mi casa en Bajada Grande les tenía preparado un caracol verde con una dedicatoria para que se llevaran el<br />

canto y la música del río. Con sólo ponerlo en el oído iban a sentir el mensaje puro, profundo, toda esa canción<br />

de esperanza, de amor, de sinceridad de amigo que está latente en el ánimo de la entrerrianía. (Cardozo, 1982b<br />

p.10).<br />

No sé por qué algunos días<br />

costeando el anegadizo,<br />

salgo a juntar caracoles<br />

como ayer cuando era niño.<br />

Porque guarda un caracol<br />

todo un secreto escondido<br />

primitivo mar distante<br />

razón de tiempo infinito.<br />

Encarne de pescador,<br />

fuerza y color de mi río,<br />

si le roban su dulzor<br />

se hace música su nido.<br />

Y ahí se queda abandonado<br />

entre las tapias vacío<br />

hasta que llega el gurí<br />

a descubrirlo en su olvido.<br />

Manos de gracia, ilusión,<br />

lo llevan junto a su oído<br />

el caracol ya es poesía,<br />

le cuenta el canto del río.<br />

Y vuela, vuela el ensueño<br />

cual mariposa amarilla<br />

con esa gracia y misterio<br />

que se presiente en las islas.<br />

Cuando oscurezca la senda<br />

final de huella y cencerro,<br />

se dormirá para siempre<br />

el caracol de mis sueños.<br />

Por eso que alguna tarde<br />

ensillada de misterio,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

sale a juntar caracoles<br />

un gurisito costero. (Cardozo, 1977, p. 1).<br />

Linares Cardozo puso en su música y en sus letras el misterio que encierra desde siempre nuestra provincia;<br />

con sus crónicas, coplero popular; todo eso que el rastreó y en gran parte recuperó para nosotros y las<br />

generaciones venideras; elementos que enriquecen la historia cultural entrerriana.<br />

Con su honda mirada y un corazón florecido abarcó en su guitarra y en sus cientos de canciones el alma de la<br />

entrerrianía. Le cantó dulce y sencillamente a la humilde madre ribereña; pintó en versos nuestras aves; plasmó<br />

las leyendas ancestrales, pero también, denunció los pesares de la tierra y de su gente; “Lonja costera”, “Peoncito<br />

de estancia”, entre otras creaciones, nos devuelven la voz de los que no tienen voz.<br />

Su léxica, su forma tan particular de rasguear la guitarra, sus obras, perduran en la memoria del pueblo; su vida<br />

estuvo marcada por una constante búsqueda de la identidad plenamente entrerriana y popular y aunque muchas<br />

veces la indiferencia se le cruzó en al camino y amenazó con interrumpirle el rumbo, el siguió con paciente<br />

inquietud andando montes e islas; metiéndose en los ranchos más humildes rastreando la sabiduría de los ancianos<br />

del pago, buscando la dulzura de las madres entrerrianas.<br />

Que dicha es haber nacido<br />

en mi pago litoral<br />

ñandubay, aguada, rio<br />

y el aliento de un zorzal. (Cardozo, 1989, p. 24).<br />

Para cantarle a Entre Ríos<br />

provincia de mi esperanza<br />

hay que ser como el chiviro,<br />

tener dulzura y pujanza. (Cardozo, 1989, p. 51).<br />

De niño su padre lo llevaba a la estancia de su tío Manuel situada en un típico y mágico entorno entrerriano a<br />

orillas del río Feliciano. Allí observaba y seguramente guardaba todo en su corazón; se dejaba llevar y seducir por<br />

las líneas serpenteantes e interminables de las picadas del monte.<br />

Muy amigo de los peones, quienes lo dejaban ayudar en las tareas más pequeñas, aunque luego él contaría: En<br />

realidad, molestaba, pero ellos me querían mucho, me tenían mucha paciencia. (Cardozo, 1982b, p. 3).<br />

Cuando no andaba hurgando con sus ojos el paisaje, revolvía con avidez los baúles llenos de libros que<br />

atesoraba su madre Delicia. De allí salían historias, cuentos, poesías, algunas tan iguales a las de los peones del<br />

campo de su tío y ese niño, Rubén Manuel, las iba acumulando, las iba guardando en su alforja soñadora. Pero la<br />

magia de las letras se terminaba si oía una guitarra, entonces dejaba todo; ese sonido era mágico. Su mamá era<br />

buena guitarrista y cantaba muy bien; tenía una voz suave y dulce; a veces se arrimaban músicos del pago o alguno<br />

que pasaba por el pueblo cantando y tocando en los boliches ganándose la vida y la puerta de su hogar paterno<br />

se abría para ellos.<br />

Evocaba algunas hermosas y graciosas anécdotas:<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

A veces cuando el encuentro musiquero se hacía de noche algo tarde, mi padre, solo con una mirada, nos<br />

mandaba a nuestro dormitorio. Pero con mis hermanos Lindolfo y Juan María, nos ingeniábamos y nos escondíamos<br />

debajo de la mesa que tenía un mantel de hule con flores verdes y blancas que llegaba hasta el suelo<br />

y allí nos quedábamos, en silencio, quietos, sólo para escuchar a mi madre y a los cantores y músicos que nos<br />

visitaban.<br />

Una noche de lluvia, mamá abrió uno de los baúles con libros, sacó uno y comenzó a leer un poema gauchesco<br />

hermoso, estaba en décimas. De pronto, quedó azorada porque yo iba recitando la poesía con ella. Usted<br />

me está revisando los baúles sin mi permiso - me dijo muy seria-. Yo contesté apurado y asustado: -A veces,<br />

madre, solo a veces-; ella largó una fresca carcajada. (Cardozo, 1983, p. 15).<br />

Cuando iba a cumplir diez años, su madre una tarde se sienta con él muy cerca del aljibe, le da la guitarra, le<br />

acomoda los dedos en las cuerdas, éste es un mi menor -le dijo- (Cardozo, 1982b, p. 14) y le enseñó unos rasgueos.<br />

Ese momento lo marcó para siempre, fue inolvidable; allí supo que su destino sería el de cantor.<br />

La guitarra le hablaba intuía Linares, parecía que lo esperaba; empezaba a vibrar su madera y sus dedos<br />

obedecían cómplices y felices. Aferraba en sus manos el instrumento como una cuna inmensa y se iba en ella,<br />

sentía que se mecía entre sus brazos y no podía dejar de temblar.<br />

Una vez finalizados sus estudios secundarios comienza a trabajar en distintos lugares, pero un día decide ir a la<br />

capital provinciana a estudiar. Se recibe y se queda. Construye una casa en Bajada Grande sobre las barrancas y<br />

allí empieza a concretar su sueño de cantor. En Paraná se hace amigo de poetas y músicos, y habrá un encuentro<br />

que marcará su vida. Lo invitan una noche a una cena; le comentan, además: -No faltes Rubén, hay una sorpresa-<br />

. Al llegar, descubre que la sorpresa era la presencia de Atahualpa Yupanqui. Después de compartir recuerdos y<br />

coplas con el gran folclorista, los amigos le piden a Linares que cante algo. Interpreta Semblanza para la madre<br />

maestra, la dulce milonga que había sido su primera creación musical y le comenta a Atahualpa: -La compuse para<br />

mi madre que siempre fue mi estrella en la frente-. Atahualpa lo felicita y al culminar la reunión antes de despedirse<br />

se le acerca y le dice: -Linares, siga en ese camino, componga, rastree, Entre Ríos necesita alguien que la sacuda<br />

musicalmente, y usted está destinado para eso-. (Schubert, 2011, fundación atahualhualpa.com.ar).<br />

Siempre recordaría ese buen momento y esas palabras; ese fue su primer encuentro con Atahualpa, después<br />

llegarían otros… Ya convertido en Linares Cardozo no olvidaría nunca a sus padres y a sus maestros. En cada diálogo<br />

mantenido con el poeta afloraban estas palabras: Me gusta el monte y las islas, el campo sin alambrado, escuchar<br />

el silbo del viento y el golpe de la marejada; compartir el silencio de los espineleros y las rondas festivas de los<br />

costeros cuando la pesca ha sido buena. (Cardozo, 1983, p. 17).<br />

Ese contacto con la gente humilde del pago y con la naturaleza fue creando en él, un infinito horizonte de libertad.<br />

Cuando venía a La Paz era común verlo recorrer las costas del Paraná; meterse en los ranchitos costeros,<br />

compartir unos mates y hablar con los ancianos. Así, recuperaba historias perdidas, esas que estaban guardadas<br />

en la memoria de los viejos ribereños. Siempre volvía a los caminos con un parco equipaje, con su guitarra y sus<br />

pinceles, juntando tesoros culturales entrerrianos olvidados.<br />

127


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Anotaba en pequeños papeles palabras que luego darían vida a una canción. A veces algún suceso inesperado<br />

le daba la idea para componer. El encuentro de la ocarina en la isla Curuzú Chalí y el recuerdo de su madre que la<br />

limpió con mucha devoción y le sacó sonidos quedaron plasmados en un hermoso tema Canción de la ocarina<br />

perdida. Cuando encuentra a Dominga Almada en Puerto Sánchez hace un boceto de esa mamá costera dándole<br />

de mamar a su hijo recién nacido y fue anotando también en papelitos lo que serían las estrofas de una pieza<br />

única, irrepetible. Solía contar: Me llevó seis meses componer Canción de cuna costera, no la música ni la letra…,<br />

sino el hacerla sencilla, como salió. (Yedro, 1980, p. 4).<br />

128


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

6.2 El cancionero entrerriano y la identidad<br />

Querencia, dulce querencia, / querencia es el canto mío, / si copla sabe a querencia, / querencia es toda<br />

Entre Ríos. / Dónde no irás entrerriano / amor cargado de ausencia / con un profundo reclamo / de volver a tu<br />

querencia. / Dónde no irás entrerriano / andariego y soñador / con una estrella en la frente / y un corazón<br />

volvedor. / Ganador de la esperanza / entero, fiel, buen amigo, / con una consigna humana / soy paceño, de<br />

Entre Ríos. (Cardozo, 1983, p. 1).<br />

Toda su vida se sintió preocupado por la cultura de su tierra de ríos y montes y por la causa entrerriana y<br />

argentina. En afán de motivar a su pueblo con un programa de formación que lleve implícito el ejercicio de una<br />

gran labor esclarecedora del sentimiento entrerriano, universalmente humano, destaca en muchas de sus obras<br />

dos conceptos que son fundamentales: honestidad, verdad y libertad; y junto a estos valores nos habla permanentemente<br />

de tradición y entrerrianía. Dos ideas sublimes para la historia de nuestra patria chica. Ellas se dan con<br />

fuerza rotunda y están latentes con una carga emocional intensa, animadora de la argentinidad.<br />

Si pudiéramos revisar en forma integral el comportamiento de nuestro pueblo; rastrear sus huellas emotivas,<br />

nos sorprenderíamos al descubrir su riqueza en costumbres. Esto lo aprendimos de este juglar; era común oírle<br />

decir en largas charlas compartidas, lo rica que es Entre Ríos en su tradición; y acotaba, “lamentablemente mucho<br />

se ha perdido porque no supimos respetar, valorar, recopilar y guardar nuestra herencia”.<br />

Podríamos decir que fue un hombre de dos tiempos. En su niñez a orillas del Cabayú Cuatiá pudo vivir las<br />

costumbres aquellas de una infancia feliz; cuando el tiempo no urgía y recibía la caricia cálida de su madre maestra<br />

y cantora; disfrutando del trajinar de los carros de las mensajerías que pasaban por su casa.<br />

Sentíamos muy temprano, la entrada de la mensajería de don Guillol, -solía recordar-, su cuarteador tocaba<br />

su clarinada y hacía un paseo por la ciudad; y viviendo en La Tablada, de mañana temprano veía cruzar a todos<br />

los carreros; cuando venía a la escuela San Martín donde cursaba cuarto grado nos traían y nos llevaban de<br />

vuelta. De manera que transitar el camino en el carro con esa tranquilidad; carros que tirados por una yunta<br />

de bueyes me dieron conciencia del tiempo. Después, cuando desde la Estancia San Antonio del Yeso me venía<br />

con los carreros en las embuchadas, me acomodaba con un cojinillo en el embuchado y echábamos tres días<br />

para llegar a La Paz. Me extasiaba sintiendo su cantar por el camino.<br />

Preparaban sus guisos y hacían sus diálogos, sus cuentos, sus bichearías; había un caudal emotivo maravilloso<br />

en esos hombres y una pureza de la que nunca por más que pasaron los años me pude olvidar.(Cardozo,<br />

1983, p. 2).<br />

Bajo ese manto magnífico del cielo tachonado de estrellas; el golpe de la pala del carrero y el grito del crespín<br />

que se hundía en la noche, sobre todo en las noches de verano; en ese mundo mágico de coplas improvisadas<br />

cantadas al calor del fogón creció este patriarca entrerriano. Hombre de dos tiempos decíamos, porque allí en los<br />

caminos de su pago natal a la vera del arroyo cansino que mojó sus pies, se quedó aquel niño, que la vida quiso<br />

dejar atrás, olvidado; pero al que, afortunadamente, rescató Linares hurgando en sus recuerdos y siendo ya<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

hombre en su obra cancionera y poética. Siempre decía que la tradición es una idea viva, con una intensa carga<br />

emocional que debe renacer en cada momento difícil como estimuladora del alma argentina y barrera de contención.<br />

Siguiendo su ejemplo, tenemos que tratar permanentemente de desentrañar y de descubrir cuáles son los<br />

problemas que afectan a nuestro país y lograr una conciencia americana en el pueblo argentino; nos podemos<br />

olvidarnos lo que hemos vivido hace tan poco tiempo; que la gran problemática argentina está enraizada en el<br />

sentir, en la economía, en la nebulosa social que acosa a nuestra América del Sur.<br />

Transcribo lo que, en una conferencia brindada en La Paz con motivo de los 150 años de su fundación, en julio<br />

de 1985, el poeta contaba: Una vez vino a nuestro país Jean Casoux, y le preguntaron los estudiantes de la ciudad<br />

de La Plata, ¿qué pensaban, como pensaban los jóvenes de Europa?, y él dijo: pero si ustedes tienen un continente<br />

más joven, dejen de preocuparse de lo que están pensando los estudiantes europeos, si acá tienen problemas<br />

nuevos, vírgenes; su tierra apenas si ha sido tocada en la superficie; (Cardozo, 1985, p. 5) por eso, recordando esas<br />

palabras, él nos decía que nuestra tierra necesita que rastreemos los mitos, las leyendas, las historias dormidas y<br />

las devolvamos con una emoción motivadora.<br />

Nuestra riqueza en historias y tradiciones debe constituir un cándido refugio renovador de fuerzas y de esperanzas<br />

terruñeras; y una positiva herencia de valores nacionales, debería ser nuestra dirección tradicionalista, que<br />

se afirma en ese vasto repertorio basado en la fe cristiana, en nuestros códigos morales, instituciones culturales,<br />

políticas, jurídicas, normas sociales muy estrechamente ligadas, solidarias; apuntalados por la voz de los forjadores<br />

del ideal argentino que es voluntad del pasado y visión del provenir que exige un amor incondicional a la tierra y<br />

a su gente<br />

Nacer en La Paz; en un solar de esperanza rodeado de viejos músicos y cantores populares amigos de sus padres<br />

lo hizo sentirse totalmente integrado a la humanidad, porque allí recibió el calor, el amor; toda la experiencia que<br />

es fundamental en un niño en cuanto a la formación en todos los aspectos. De modo que desde el momento en<br />

que nació lapaceño y entrerriano, litoral y argentino se sintió capaz de poder confraternizar con el hombre y con<br />

su tierra. Pero las tradiciones no pueden transmitirse de cualquier manera; recibirlas, amarlas y transferirlas exige<br />

un compromiso perpetuando en la primera infancia con la escuela diaria del ejemplo; la lección viva de sembrar<br />

en los niños el amor profundo por las cosas del pago.<br />

La tradición es un acto de entrega de raíz esencial. Ella está asegurando la supervivencia del grupo. En definitiva,<br />

constituye al hombre en un ser integrado. Así es, ante todo, heredero. Pertenece a la esencia del ser humano y no<br />

solo no se opone al progreso, sino que es una de sus piezas constitutivas junto con la inversión; uno de los dos<br />

polos fundamentales indisolubles de nuestro acontecer histórico; pieza central y clave de la humanidad.<br />

Joaquín V. González dice cuando habla de su obra que se las recomiendo a todos los queridos amigos y<br />

básicamente a los que están cultivando música; es un consejo dicho con humildad; les sugiero, como decía este<br />

gran escritor, que se acostumbren a visitar las bibliotecas populares, es necesario que vuelvan a los grandes<br />

autores que tuvo y tiene nuestra Entre Ríos. Traten de formarse, de seguir estudiando. (Cardozo, 1983, p. 17).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Los entrerrianos necesitamos un programa de cultura que esté íntimamente ligado a los anhelos del hombre,<br />

al suelo, al paisaje y a la gran ciencia de la antropología que canaliza el destino humano y trata de investigarlo y<br />

conformarlo a un mundo de intereses, tratando siempre de mejorar sus posibilidades; allí debemos buscar un<br />

proyecto fundamental para la identidad. Así es nuestra tierra, con un despertar sano, vigoroso, que pone al servicio<br />

de la causa por la libertad todo el ardor, el colorido, el sabor de su naturaleza; la que le da ha dado al entrerriano<br />

el brío de su entusiasmo, la grandeza de su alma y la fantasía de su imaginación, heredado de sus antepasados,<br />

que han hecho de él un hombre rico en impulsos heroicos. Es ese carácter animoso, ese temple indomable de<br />

nuestros prohombres el que, en el tiempo de la patria, los consagró ribeteados de mitos y leyendas y que el poeta<br />

rescató en los caminos de la amada provincia.<br />

Es notable cómo, al momento de la conquista contamos con una tradición que desde su amanecer conviene<br />

rescatarla. En nuestro suelo estaban los mocoretáes, guaraníes, chanáes y charrúas habitando nuestra provincia.<br />

Se decían parientes y parece que entre ellos había un contacto amistoso o de respeto por lo menos. Tanto<br />

es así que podemos ver que en la toponimia entrerriana la mayoría de los vocablos son de origen guaraní,<br />

desde el norte y hasta Gualeguaychú, y después sigue todavía más al sur. El poeta Gaspar Benavento escribió<br />

El guaraní en Entre Ríos, obra que les recomiendo. (Cardozo, 1982b, p. 5).<br />

En los últimos tiempos a pesar de las adversidades, seguía investigando; y una de sus últimas creaciones fue:<br />

La pluma de ñandú… La pluma de ñandú anda en el aire, -dice en la canción-, en uno de los encuentros mantenidos<br />

recordaba:<br />

El charrúa tenía un instinto; en su espíritu estaba latente el sentimiento de libertad. Nunca tuvo jefe; vivió en<br />

grupos hogareños y cuando presentían un inminente peligro había un llamado de solidaridad para defender sus<br />

intereses o defenderse contra una fuerza superior elegían al hombre más sagaz, valiente, astuto, y lo designaban<br />

líder provisoriamente. Una vez pasada la amenaza, volvían a vivir otra vez en total independencia. Es notable,<br />

porque yo recogí una historia hace muchos años, me la entregó un viejito que vivía en una zona llamada<br />

“El Churrinche”; anduve haciendo un rastreo en las islas y me contó una leyenda muy linda. Él me dijo que era<br />

entrerriano y que sus abuelos narraban que los duendes del Montiel cuando decidieron darle al hombre un<br />

lugar para que soñara y viviera en plena libertad, le crearon esta ínsula que se llama Entre Ríos y en esa tierra,<br />

pusieron hombres libres y bravos. Ínsula en la que ahora vivimos, con angustias en las inundaciones y alegrías<br />

en las bajantes, rodeados de agua; es decir, somos desde siempre insulares. (Cardozo,<br />

1985, p. 11).<br />

Esas palabras me hicieron pensar en Mastronardi cuando dice: “…Un dulce abrazo de agua la nombra para<br />

siempre”; qué hermosa manera de contar el origen de nuestra tierra; en un vaivén, los duendes del Montiel, fueron<br />

juntando la arena, el barro y todo lo que tenían; y entre el cauce de los dos grandes ríos movieron y arrimaron<br />

todo lo que juntaron, tierra, arena, árboles, hasta que se formó esta bella isla; Entre Ríos, la provincia de los trinos.<br />

El ayer heroico es pues la primera necesidad del espíritu y es un culto tan sagrado como el de la religión. Cuando<br />

los pueblos olvidan su tradición, lo dice Avellaneda, están borrando el cauce de su nacionalidad, de su propia<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

cultura. Por eso, siempre es bueno volver a desandar el camino de los grandes cultores para no dejarnos engañar,<br />

embaucar, con las fantasías negativas; respetemos nuestras tradiciones, nuestro glorioso pasado y veremos volar<br />

nuestros claros ideales hacia un devenir promisorio que incide sobre el porvenir colectivo y en los más nobles<br />

sentimientos de la entrerrianía y argentinidad.<br />

En Linares sin lugar a dudas, encontramos y descubrimos las cualidades que tipifican la esencia del ser entrerriano.<br />

-Un pleno sentido de libre albedrío.<br />

-Su inmenso orgullo de ser un hombre insular y ribereño, derivado de un profundo amor a su tierra rodeada de<br />

ríos.<br />

-Su devoción al paisaje que le da un sentimiento poético.<br />

-Integridad moral. Su palabra, vale mucho más que un documento.<br />

-Su valeroso patriotismo. Osado y generoso.<br />

-Su optimismo, manso y animoso. Su prudencia no es especuladora, nuestro paisano entrerriano no es amigo de<br />

los términos medios.<br />

Estas condiciones relevantes en la idiosincrasia del hombre entrerriano, denotan en el ser entrerriano, rasgos<br />

inconfundibles de una conducta ejemplar, esperanzada. El paisaje incide en su temperamento; tiene también<br />

añoranzas y es nostalgioso y si se aleja del pago vive siempre extrañando el reencuentro con su solar, con sus seres<br />

amados.<br />

Un detalle que conviene destacar es que Linares en su obra, siempre encontró el matiz, la manera de ser de<br />

cada solar entrerriano; uno se da cuenta enseguida de que todos encierran una identidad y una particularidad,<br />

con características propias dentro de la entrerrianía, pero que se nutre de una esencia que lo tipifica.<br />

Amaba los caminos… Alguna vez lo escuché decir: A veces pienso que soy una senda, un camino que anda.<br />

Recorría cada paraje, cada pueblo, cada ciudad entrerriana. Desde la más pequeña hasta la más importante, para<br />

el cantor no había diferencias. Cruzó ríos y arroyos, se metió en los montes para hablar y conocer a los obrajeros,<br />

y en las islas, compartió el silencio y el sufrimiento de los costeros.<br />

Y todas esas historias las fue guardando en el sagrado cofre de su guitarra amiga. Por eso fue la voz, como<br />

alguna vez dijo Atahualpa: “la voz del más abuelo de los abuelos”. Esa voz que no se calla a pesar del ruido de las<br />

grandes ciudades; siempre defendió un estilo de vida buscando la identidad de nuestra tierra entrerriana. A lo<br />

mejor por eso, por haber andado tantos senderos provincianos cantando y contando en las coplas las alegrías y<br />

pesares de la gente, sus canciones siguen en el aire entrerriano como el trino de los pájaros; será por eso que<br />

sigue floreciendo en coplas y guitarras, porque alguna vez fue madera andando los caminos. Y en su obra de<br />

profunda entrerrianía le cantó a cada paraje, a cada lugar, a cada pueblo de nuestra amada provincia…<br />

Gualeguay, la enamorada<br />

de mi provincia buena…<br />

Río nochero, tajo estrellero,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

trino orillero despertó tu zorzal,<br />

numen costero, lechigüanero,<br />

silbo y cencerro alumbrando el cantar.<br />

Villaguay, mi Villaguay<br />

tu nombre dulzura encierra,<br />

sabor a voz de mi tierra<br />

cielo, monte y ñandubay.<br />

Bella Colón, flor del palmar,<br />

dulce emoción de mi Entre Ríos,<br />

el canto mío busca el nido<br />

de tus aguas, de tu arena,<br />

de tu amor y de tu paz.<br />

Chamarrita de mi tierra,<br />

chamarrita montaraz,<br />

carandaizal de mi tierra<br />

cogollo dulce, Maciá.<br />

Remozada de río, cantándole a la vida,<br />

airosa en el barranco, iluminada,<br />

costera, luchadora, esperanzada,<br />

se alza La Paz, querencia bendecida.<br />

¡Federal, mi Federal<br />

tu figura es montaraz, es patria chica,<br />

Federal, mi Federal<br />

tu nombre sabe ya de entrerrianía,<br />

late tu ilusión clara y fecunda<br />

todo tu pueblo se alumbra<br />

con tu aurora, Federal.<br />

No desmayes Santa Elena<br />

tu pueblo ya está cantando,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

y que “tiemple” tus guitarras<br />

el alma de Agüicho Franco.<br />

Despierta aquí mi cantar<br />

con un silbido entrerriano<br />

cantan y silban las aves<br />

de tus costas Feliciano..<br />

Se rejuntó el bicherío<br />

hace mucho tiempo atrás,<br />

a bailar la chamarrita,<br />

chamarrita de Alcaraz.<br />

Besada por las brisas<br />

y las ondas del río que la nombra,<br />

son los duendes del padre fluvial que la hechizan,<br />

proclamándola:- ¡la elegida! -... ¡americanísima!...<br />

Es Paraná verde y jovial, del mar azul... jacarandá...<br />

Rosario ‘el Tala me dio<br />

firmeza pa’ la amistad,<br />

y un corazón soñador<br />

entrerriano y nada más.<br />

Chacarera del Rincón<br />

lindas de esas como no hay,<br />

que no se apague el fogón<br />

¡arrímale ñandubay!.<br />

Puerto Víbora, Puerto Víbora<br />

el polvo de las moliendas<br />

va blanqueando mi ilusión,<br />

eso no cuenta, ni mella<br />

porque soy Andrés Hernández<br />

de los que forjan tu huella libertario corazón.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Y a todos esos parajes, a todos esos pueblos, parece juntarlos en un pedido final:<br />

Y si me duermo en la huella<br />

que me vuelvan es preciso,<br />

mejor muerto en Entre Ríos<br />

que vivo en el paraíso.<br />

Te digo adiós mi Entre Ríos<br />

con el corazón transido....<br />

Tenemos que transmitir a los más jóvenes esa convicción que nos legó en su obra, la de trabajar para el pueblo<br />

entrerriano y desentrañar toda esa riqueza magnífica que tiene; ese río de emociones populares que corren libres,<br />

frescas en cada una de sus plumas, en sus guitarras. Saber, además, que nuestra tradición provinciana, no obstante,<br />

la sacudida que continuamente sufre, sigue firme, auténtica, proyectada a un devenir sin renuncias.<br />

Ese es el legado a las generaciones que vendrán. Por eso debemos integrarnos a los ideales argentinos con<br />

devoción y con prudente y razonado discernimiento, y saber deslindar y descubrir todo lo contraproducente, lo<br />

que desde afuera nos corroe, nos desalienta, nos daña, nos desfigura.<br />

Escuchemos a nuestros poetas y músicos que siguen creando grandes obras, las que van a asegurar un destino<br />

glorioso para nuestra querida provincia.<br />

Los entrerrianos tenemos hombres que fueron verdaderos ejemplos, espejos donde mirarnos, hombres que<br />

hicieron de nuestro solar un mojón de esperanza. Una sola palabra basta para desatar nuestro orgullo de bien<br />

nacidos, de plena entrerrianía.<br />

Si nos alguien nos pregunta en otros pagos de dónde somos, decimos: “Soy entrerriano”, ese es nuestro<br />

mejor carnet de presentación, -decía Linares-. Recuerdo cuando fui a conquistar Buenos Aires; había una larga<br />

cola de muchachos muy jóvenes que buscábamos trabajo y me presento diciendo: “Soy entrerriano”, y ya me<br />

ganaba la changuita. Fíjense si nos tendrán bien conceptuados, bueno, a ese concepto hay que mantenerlo y<br />

cada región debe ser un mojón de lucha y de esperanza. Entre Ríos tiene todas las posibilidades y pienso que<br />

nuestras ganas permanentes de luchar y el amor a nuestra tierra, va a lograr que más amigos se integren y<br />

vayamos juntos a “calentarles la cabeza y a aguijonearlos”; decía Sócrates: “Dios me puso sobre la ciudad como<br />

un tábano en el noble caballo para picarlo y tenerlo despierto”. (Cardozo,1983, p. 21).<br />

En todo tiempo hubo luchas, sacrificios; egoísmos, más nosotros tenemos una patria joven, una tierra todavía<br />

virgen, hay mucho por escarbar y buscar. Podemos decir que, desde nuestro amanecer, existen en nuestras costas<br />

e islas símbolos, mitos, vestigios, coplas, leyendas, elementos fundamentales para la inspiración de nuestros<br />

cantores, novelistas y poetas. Entre Ríos tiene una pléyade de grandes hombres de letras; hoy hay muchos jóvenes<br />

que son muy capaces poética y musicalmente que tienen que cultivarse, mejorar y aprender, es la única forma en<br />

que vamos a llegar a afianzar un gran movimiento cultural en nuestra querida provincia. Hay que conocer nuestra<br />

historia, leerla y volverla a leer. Encontrar a aquellos hombres entrerrianos o no, que lucharon por nuestro<br />

federalismo, por nuestra gente provinciana contra el centralismo mezquino de los porteños. Leyó y le impactó la<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

vida y la lucha de Dorrego.<br />

Recordaba unas coplas de un gran payador oriental, José Curbelo decía: Argentino, americano / en la idea y en<br />

los hechos / impulsivo y corajudo / en los embates guerreros / recibió sendas heridas / en Sansana y Nazareno / y<br />

le pidió a sus soldados / para seguir combatiendo / lo alzaran sobre el caballo / así fue Manuel Dorrego.<br />

13 de diciembre de 1928. Faltaban once días para Navidad. A la orden de “¡Fuego!", un pelotón de fusilamiento<br />

unitario acribilló de ocho tiros en el pecho al valiente coronel federal Don Manuel Dorrego, ex gobernador de<br />

Buenos Aires. Linares, amante del federalismo, y un ferviente defensor de nuestra entrerrianía, lo recuerda también<br />

en una hermosa huella: “La Dorregueña”.<br />

Me azoto por las huellas<br />

a ver si puedo,<br />

cantar la huella, huella,<br />

la de Dorrego.<br />

Es tu huella, Dorrego<br />

huella de hermanos,<br />

huellita de la Patria<br />

pa’ ser baqueano.<br />

En tu huella, Dorrego<br />

se borran males,<br />

y apadrina en la gloria<br />

los federales.<br />

A la huella, a la huella<br />

junten los dedos,<br />

como trenzan sus sueños<br />

mi vida, los de Dorrego. (Cardozo, 1974, p. 4).<br />

Roberto Alonso Romani, hombre conocedor de la cultura provinciana, poeta y cantor, al conmemorarse los<br />

dieciséis años de la partida del gran cultor entrerriano nos decía:<br />

Siempre es bueno realizar una pausa en las actividades habituales y evocar con emoción y gratitud a quienes<br />

nos han dejado un recuerdo imborrable, como Linares Cardozo que transitó un camino de luz y de siembra<br />

bienhechora para regocijo de todos los habitantes de nuestro verde misterio. Fue indudablemente un elegido,<br />

aprendió de los abuelos las historias que se transmitían de generación en generación, así pudo reencontrarse<br />

con aquellos hombres que, en aquellos tiempos primeros de la Patria, formando parte de las bravas<br />

montoneras, lucharon por la libertad y el bienestar de nuestra tierra. Podemos recordar uno de sus bellísimos<br />

temas que nos cuenta de aquellas epopeyas…<br />

Achiral de los esteros<br />

temple gaucho del coraje,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

pasión de achira salvaje,<br />

achiral del montonero.<br />

En la quietud del bajío<br />

cuando el monte duerme en paz,<br />

retumban ecos de aguada<br />

con la voz del achiral.<br />

Soy la flor de los valientes<br />

los de estirpe federal,<br />

la llamarada que enciende<br />

mi predio de libertad.<br />

Achiral... achiral...<br />

Achiral del montonero…<br />

Ya se escucha el tropel de los invasores,<br />

se vienen por el estero del achiral,<br />

le sale al cruce<br />

el coraje de indios varones,<br />

es la montonera defendiendo su solar.<br />

La fuera indómita charrúa<br />

despertó el alma montaraz<br />

jugó su libertad,<br />

son hombres gauchos<br />

que la historia se olvidó,<br />

su tierra defendió<br />

a puro corazón.<br />

Se agrandó la noche<br />

con el entrevero<br />

y una retirada<br />

se tornó silencio;<br />

por la alborada<br />

se hizo luz de flor vibrante<br />

encendida por el pecho<br />

montonero que cayó,<br />

y hoy por los pagos<br />

entrerrianos la veneran<br />

y se cuenta que la achira<br />

guarda un gaucho corazón. (Cardozo, 1981, p. 7).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Podemos recordar también, cómo concluía Linares una charla en La Paz en el 12 de julio del año 1985: Y<br />

ya crece en el aire la permanente convocatoria casualmente inspirada en aquel caudillo que cuando se vio<br />

arrinconado allá en las barrancas de Santa Fe y tenía 800 hombres y nada menos que Lamadrid venía con el<br />

ejército de López que traía 1300 soldados; les dice el Supremo a sus fieles seguidores como yo les digo ahora<br />

amigos: “Adelante, ¡que en esta patriada no puede haber ninguna retirada!”. (Cardozo, 1985, p. 10).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

6.3 Canciones y danzas entrerrianas<br />

Algunos estudiosos llegaron a dudar de la existencia de una música comarcana, sin embargo, Entre Ríos, rica<br />

en sucesos memorables, ha demostrado una manera musical de decir, que tiene tonalidades propias ligadas a la<br />

naturaleza, justificadora de una idiosincrasia sana, auténtica, forjadora y renovadora del alma entrerriana. Hubo<br />

que andar, buscarla con mucho amor monte adentro; descubrirla guardada en el rescoldo de los fogones de las<br />

viejas estancias, en los acontecimientos ocurridos en nuestra provincia que fueron trascendentales. Sí, nuestra<br />

comarca ha sido, es y será un inmenso corazón abierto, nido cordial de trabajo y esperanza que entibió el espíritu<br />

volandero de este gran entrerriano.<br />

Contaba Linares sobre sus canciones:<br />

Yo no tengo un momento para componer. Salgo a andar, a recorrer los hermosos lugares de mi solar y<br />

seguramente mi corazón va guardando retacitos del paisaje, y quizás, algunos duendes traviesos se quedan en<br />

mis manos y un día me llega esa catarata de imágenes y recuerdos y compongo una canción. A veces, queda<br />

estancada un tiempo porque no me convence y después la vuelvo a “ensillar”; en otras, me viene una urgencia<br />

y nace un tema enseguida con música y todo. Eso me pasó con Canción de la ocarina perdida. Nosotros de<br />

muchachuelos íbamos la gran isla Curuzú Chalí. Allí, estábamos hasta la tardecita y luego regresábamos.<br />

Una tarde, encontramos un pedacito de barro, parecía el nido de una avispa, pero era duro cual una piedra<br />

y tenía unos dibujos que no se veían muy bien. Lo metí en una bolsita en la canoa y cuando volvimos se lo di a<br />

mi mamá y ella me dijo: -Sabes Rubén, has hecho un descubrimiento realmente hermoso esto es una ocarina,<br />

un instrumento de los antiguos dueños de estas tierras-. Mi mamá con una paciencia infinita y la sabiduría que<br />

sólo tienen las madres, la fue limpiando minuciosamente, y una noche nos sorprendió a todos tocando una<br />

hermosa melodía. Le habían vuelto los sonidos y en el sonido seguro, andaba el alma de algún chaná o guaraní.<br />

Pasaron los años, ya era Linares Cardozo y una noche veo a mi madre en sueños que me decía: -Rubén, me<br />

debes el tema referido a la ocarina… no te olvides, la estoy esperando-. Me desperté sobresaltado porque había<br />

sido un sueño corto pero hermoso; allí estaba ella pidiéndome una canción. Recuerdo que miré el reloj y eran<br />

casi las tres de la mañana. Busqué la guitarra, me senté en la cama y a las 6 ya tenía terminada Canción de la<br />

ocarina perdida; al poco tiempo la grabé en un disco llamado “Dos ríos y un sólo amor”. Así que no hay horas,<br />

no hay días determinados para componer; hay que dejar que el alma y el corazón canten. (Cardozo, 1982b, p.<br />

6).<br />

Esta tierra de trabajo cual corazón abierto permitió que se integren a su cordial amparo y grandeza humana<br />

inmigraciones, lo que originó la introducción de nuevas costumbres, nuevos recursos, estilos de vida y tantos otros<br />

factores que se han ido integrando a la fisonomía de su paisaje; incidiendo sobre las conductas de su pueblo. En<br />

esas comunidades sus memorias son una mezcla de sus recuerdos y sus vivencias actuales; en su música sí son<br />

auténticos, cantan y tocan muy bien sus ritmos originales. Así es como los abuelos les han transmitido a sus hijos<br />

y sus nietos leyendas, melodías, versos que, aunque se fueron adormeciendo en el tiempo siempre dejaron la<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

llama encendida. De esos ranchitos criollos o de inmigrantes, él recuperó historias olvidadas, alguna fantasía, algún<br />

cuento, coplas que hablaban de la chamarrita, de los cielitos, del carancho cupé y que alentaron su búsqueda.<br />

Me hablaron algunos viejos pobladores de algunos temas como la “cotorrita y la golondrina”, y me contaron<br />

de una historia muy hermosa que hablaba de la usanza de salir los carreros a la salida del sol cantando para<br />

cumplir sus obligaciones, muy parecido al carrero de nuestro norte entrerriano, pero ellos improvisaban, una<br />

costumbre plenamente entrerriana, siempre lamenté el hecho de no poder documentarla. Decían qué mientras<br />

algún guitarrero hacía sonar los acordes de una vieja guitarra los otros comenzaban con una copla y así se<br />

pasaba de voz en voz. (Acebal, 1985, p. 17).<br />

Con los inmigrantes vino un proceso de folclorización y llegó el acordeón, y ese instrumento musical se pegó al<br />

alma de la gente y ahí se dan los factores que a mediados del siglo pasado incidieron en ciertos cambios y así<br />

nacieron nuevos temas musicales, nuevas danzas, como el caso de la mazurca que diera lugar a la ranchera; el<br />

rasguido doble que también tiene un origen que parece estar vinculado con los aires de la polca, pero en el norte,<br />

esta es una danza que posee un gran parentesco con el chamamé y el carancho cupé.<br />

El carancho cupé es un estilo musical que rescata Linares para el cancionero entrerriano. Tenía la costumbre<br />

de visitar los asilos de ancianos; generalmente en esos lugares solía encontrar un musiquero que aún tocaba algún<br />

instrumento y rescataba testimonios. Un amigo de su adolescencia que además de doctor era guitarrista, director<br />

del Asilo de Ancianos de Paraná, solía llamarlo cuando llegaba algún músico, guitarrero o acordeonista, este<br />

médico y otro gran instrumentista Hermenegildo Cabral, quien ejecutaba el violonchelo en Crucesitas le dieron el<br />

dato de que en esa zona se tocó durante mucho tiempo una melodía que sus abuelos y sus padres llamaban<br />

“carancho cupé”. Pero fue en la ciudad de Rosario del Tala donde recuperó esa musicalidad: Una enfermera me<br />

dijo un día: hay un viejito enamoradizo que nos toca la guitarra y nos canta un ritmo muy parecido a sus temas;<br />

ahí nomás fui a verlo y él me dio los compases. (Cardozo, 1983, p. 18). Después en las costas del Cabayú Cuatiá un<br />

músico de apellido Quiroz que era constructor de aguadas y muy buen bailarín le dio referencias de esa armonía.<br />

Yo pienso que el carancho cupé ha sido una danza que ha tenido una ilustración, un contenido onomatopéyico,<br />

porque muchos ancianos me dijeron que se imitaba los movimientos del ave cuando se larga sobre el<br />

nido para protegerlo; la coreografía del baile era esa, aunque confieso que nunca pude verlo bailar. (Cardozo,<br />

1983, p. 18). Siempre le intrigó ese ritmo. Carancho cupé quiere decir: “carancho chico” en guaraní. A pesar de<br />

muchos estudios realizados no pudo saber cómo se dio en la provincia de Entre Ríos, pero compone un tema con<br />

esa melodía rescatado de viejos musiqueros y lo titula Cururú tajamarero en recuerdo de ese viejo amigo de su<br />

padre a quien apodaban “Cururú” por el oficio que tenía. Yo lo titulé Cururú tajamarero porque a ese constructor<br />

de aguadas artificiales que les nombré anteriormente le decían como apodo: “Cururú”. (Cardozo, 1983, p.18).<br />

Me dicen el cururú<br />

porque soy tajamarero,<br />

bailarín y guitarrero<br />

entrerriano ´el Cabayú.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Para aguadas de mi flor<br />

atajo los cañadones<br />

y se embretar corazones<br />

con terraplenes de amor.<br />

Si voy a Corrientes<br />

bailo chamamé<br />

si vuelvo a Entre Ríos<br />

carancho cupé;<br />

carancho cupe, carancho cupe,<br />

salí cururú no seas tan saité;<br />

carancho cupe, carancho cupe,<br />

salí cururú no seas tan saité;<br />

carancho cupe, carancho cupe,<br />

salió cururú bailando en un pie…<br />

Los pilló la autoridad<br />

y ya se armó el zafarrancho<br />

y una voz que le gritaba:<br />

“cada carancho a su rancho”. (Cardozo, 1972, p. 9).<br />

La tierra entrerriana no es ajena a ese proceso de folclorización en algunos de sus aires musicales. Aquí se<br />

destaca la chamarrita sobre todo como danza. Su mamá Delicia, le cantaba coplas con ese ritmo dulzón y cansino,<br />

también la encontró en las voces y guitarras de los troperos, rastrear sus orígenes fue su obsesión. Busca, investiga,<br />

habla con viejos musiqueros y la va encontrando olvidada o adormecida. En 1942 cuando empieza a componer ya<br />

la tiene en su mente. Su primera composición, quizás porque era una deuda que tenía su corazón fue una milonga:<br />

Semblanza de mi madre maestra dedicada a su madre.<br />

Después empezó a reencontrarse con aquel compás que guardaba en los recuerdos de niño. Comienza con:<br />

Chamarrita entrerriana, tema compuesto con versos anónimos que había juntado caminando los montes y las<br />

islas. Luego vendrían otras: Chamarrita del chupín, El cardenal y el cuclillo, La hernandiana y La lindera; esta última,<br />

símbolo del cancionero entrerriano.<br />

Anteayer fin de semana<br />

estuve en las “Cuatro esquinas”<br />

bailando la chamarrita,<br />

chamarrita correntina…<br />

Le dije: mi palomita<br />

a una moza de ojos vivos,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

bailemos la chamarrita,<br />

chamarrita de Entre Ríos… (Cardozo, 1974, p. 2).<br />

Nuestro territorio siempre fue cantado en todos sus niveles culturales, en todo su ámbito ya sea en su<br />

paremiología, en su coplero, en sus compuestos, y hallamos en la frescura de su cancionero ese sano optimismo<br />

ligado al solar entrerriano.<br />

Recoge en distintos parajes entrerrianos, antecedentes lo idóneamente fundados para sostener que la<br />

chamarrita o chamarra como la llamaban los troperos es entrerriana, aunque vino de lejos, es nuestra. Decíamos<br />

que su tiempo de la niñez fue arrullada por los compases de las chamarras entrerrianas revividas por los músicos<br />

y cantores de tropas.<br />

Siempre recordaba los comentarios de su tía Virginia Martínez Vigil cuando sus padres entonaban con gracia y<br />

donaire una dulce chamarrita que lo cautivaba, ella decía: Bueno, lo que faltaba, el bailecito de los troperos.<br />

(Cardozo, 1989a, p. 60). Pero no sólo fueron graciosas anécdotas, valiosas investigaciones de campo, cotejos,<br />

confirman esta notable especie musical que nos revela una nota fundamental y nos asegura la vigencia de una<br />

danza y canción provinciana a la que nuestro pueblo y nuestros poetas y músicos, -siguiendo la huella de Linaresle<br />

han estampado su cuño emotivo. Nunca quiso polémicas siempre fue cauto, más mantuvo una consciente<br />

responsabilidad folclórica que lo ha llevado a dejar un mensaje esclarecedor.<br />

Hace unos treinta y pico de años, conocí en las costas del Gualeguay un viejito costero don Crisanto Luna.<br />

Después que partió su mujer se fue a vivir costeando; amaba las tradiciones y en su mocedad se distraía con la<br />

guitarra. Según él, tenía amigos famosos como don Cesáreo Bernaldo de Quiroz, varias veces había posado<br />

para él; también lo era de don Ángel Nigro, afamado lutier gualeyo que le arreglaba su “guitarrita” y con afecto<br />

recordaba a don Luciano Albarenque, el sabedor y baqueano, a quién Daniel Elías le contestó una carta en<br />

décimas; este viejo ribereño era dueño de una tremenda riqueza regional. Una de esas tardes, me dijo: - ¿Quiere<br />

que coplee? -Cómo no amigo -contesté- y cantó aquellas coplas tan lindas que las anoté porque me parecieron<br />

realmente hermosas.<br />

Me las cantaba mi abuelo, me comentó:<br />

Chamarrita, chamarrita,<br />

chamarrita de la loma,<br />

¿por qué no me despertaste<br />

al canto de la paloma?<br />

Adónde vas, chamarrita,<br />

adónde me dé la gana,<br />

donde encuentre un calorcito<br />

de una guitarra entrerriana.<br />

Me dijo la chamarrita<br />

qué calentita es tu mano.<br />

Le dije a la chamarrita<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

tibieza de un entrerriano.<br />

Son muchas las lavanderas<br />

que vienen del albardón,<br />

si escuchan la chamarrita<br />

dejan la ropa en jabón.<br />

Me dijo la chamarrita<br />

que la llevara hasta el bajo,<br />

le dije a la chamarrita<br />

que te lleve quien te trajo. (Cardozo, 1983, p.11).<br />

El paso del tiempo hizo que Entre Ríos se fuera llenando de notas musicales en toda su geografía. El canto de<br />

la tierra comenzó a ser escuchado por cantores populares improvisadores acompañados de su fiel instrumento, la<br />

guitarra. En momentos de animar las reuniones en los galpones de las estancias o acompañando a los caudillos<br />

federales y a las montoneras gauchas echaban sus coplas al viento para dejar su huella poética y musical en los<br />

pueblos y parajes de la región montielera.<br />

Nuestro mapa musical se divide en dos partes: zona sur, donde es notable la ascendencia de las melodías de la<br />

región del Plata y de la pampa gaucha argentina (El tango, la milonga, el vals criollo); y zona norte, aquí se manifiesta<br />

con mucha fuerza la música de la región guaranítica (El chamamé). Pero el ritmo que más identifica a<br />

nuestra provincia es la chamarrita. Se trata de una danza tradicional que proviene de otra cultura y que al llegar<br />

al sur de Corrientes y noroeste de Entre Ríos retoma su nombre original “chamarrita”, sufriendo en nuestra tierra,<br />

un lógico proceso de transformación y adaptación a una modalidad muy costumbrista y regional.<br />

Figuró en el repertorio musical entre 1850 y 1920 en los salones de Paraná y villas entrerrianas. Linares<br />

afirmaba que era la música y baile de los troperos y que la había visto bailar en la zona rural de La Paz y en las<br />

costas del río Feliciano. En los últimos tiempos ha vuelto a renacer esta legendaria especie musical pasando a<br />

ser una danza viva. En las bailantas se intercalan algunas chamarritas y el público las baila con mucha alegría;<br />

no ya en forma tradicional colectiva o en rueda, sino en pareja suelta e independiente. (Casals, 2011, p. 53).<br />

Aceptemos que nuestro pueblo reveló su sentido de libre albedrío desde el despertar de su rica sensibilidad<br />

con una fina, firme y madura autenticidad en medio de una transición de fuerzas auténticas, expresivas, vigorosas.<br />

La pampeana por el sur y la guaranítica por el norte.<br />

Así que hay dos fuerzas, pero ello no significa que le hayan impuesto en el proceso evolutivo del pueblo su<br />

carisma expresivo; sino que se modeló un cambio lento, paulatino, que se adaptó en una forma total a la<br />

idiosincrasia del hombre entrerriano. A nuestra hermosa y criolla tierra provinciana entraron la milonga, la huella,<br />

los cielitos influidos por el este, por la Banda Oriental. La zona sur de Entre Ríos es bastante llana, de manera que<br />

por ahí llegó el influjo de La Pampa, y por el norte la lengua guaranítica que trajo su aporte con el río, porque no<br />

había una definición geográfica que le pusiera una valla. Los ríos Guayquiraró y Mocoretá no fueron suficientes y<br />

entonces se produjo la gran afluencia musical, y hay una franja en esa zona de muchos afluentes de agua, incluyen-<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

do a La Paz, Feliciano, Federal, Federación, que tienen una autenticidad bien marcada y se debe casualmente a la<br />

gran influencia de los guaraníes que han entrado a nuestro territorio. Basta apreciar la forma particular de ejecutar<br />

las chamarritas, por ejemplo, decía Linares: Estas se tocaban con un rasgueo que no era igual al del chamamé, se<br />

interpretaban con un charrasqueo. (Cardozo, 1985, p. 7).<br />

Ahora ya sabemos que los ritmos musicales expresados en la danza y la canción, se encuentran doblemente<br />

ligados a una raíz común que brota del sentir guaraní, una noble y muy discutida, pero ineludible influencia<br />

tronchada por la expulsión de los jesuitas en el año 1767.<br />

Cuando los jesuitas fueron expulsados, todos esos miembros de la nación guaranítica, todas esas familias<br />

comenzaron a disgregarse por el litoral. En el libro de Nacimientos de la vieja capilla de Alcaraz, Departamento La<br />

Paz, hay niños guaraníes anotados por Gregoria Pérez de Denis (“generosa patriota," donó al Ejercito del General<br />

Belgrano que marchaba a combatir al Paraguay, sus criados, haciendas, bienes, casas, desde el Río Feliciano, hasta<br />

el puesto de Las Estacas", Entre Ríos); algunos sabían pintar, otros tenían una gran experiencia artesanal, y hubo<br />

también entre ellos excelentes músicos. (Martinez, 2002, p.33).<br />

Las estancias de nuestra región se transformaron en su ambiente familiar y la música no estuvo ajena. Así es<br />

cómo, por ejemplo, tomó tanta gravitación en toda la zona del norte litoraleño mesopotámico la enseñanza del<br />

arpa que es una cascada que fluye y que se adaptó maravillosamente a su ámbito fluvial; uno siente el trino de los<br />

pájaros, el salto y el correr de las aguas; esos contrapuntos que tiene el arpa de bajos y agudos que son<br />

maravillosos. Graciosa viene la polca / por el río enamorada / y en el arpa galopera / luce su gracia en cascadas.<br />

(Cardozo, 1989, p. 42).<br />

No podemos precisar con certeza lo ocurrido en nuestra provincia, pero sin duda fue receptora de esa música<br />

que desciende desde el norte y se va hamacando en las aguas de sus grandes ríos hasta transformarse en esa<br />

calma y dulce canción costera. Mientras que por el sur se estiraron los aires pampeanos, cielitos, huellas y creció<br />

en la labor decidora de sus cifras, milongas y triunfos. El aislamiento geográfico fue también motivador para<br />

conformar un estado vivencial y un gran contenido espiritual; aspiración ancestral que legara el charrúa; la que a<br />

pesar del empuje civilizador estalla en el grito nochero que traspasa hondo los retazos de la selva montielera.<br />

Entre Ríos en muchos casos tomó esos ritmos y los adaptó a su paisaje, al sentir de su gente. Así, tenemos por<br />

ejemplo, el compuesto entrerriano se cantaba por milonga, desarrollando sus estrofas en décimas más o menos<br />

numerosas. Era muy utilizado por los payadores, pero el verdadero compuesto entrerriano contaba de cuatro<br />

décimas, siempre con sus respectivos punteos y la característica consiste en que la primera y la tercera décima se<br />

cantaban recurriendo al lirismo del estilo y la segunda y la cuarta, por milonga. Recupera datos sobre la vidalita<br />

también cantada en nuestro solar; y que enriqueció su temática con la gracia del paisaje. Linares rescata en uno<br />

de sus trabajos literarios una letra hermosa con este ritmo tan dulce, compuesta por Guillermo Saraví, reconocido<br />

poeta lírico entrerriano: “Esa es una obra digna de la más pura antología provinciana”. (Cardozo, 1989, p. 53).<br />

Algo parecido sucede con el triste, uno de los ritmos muy difundidos a fines del siglo XIX y comienzos del siglo<br />

XX en nuestro suelo. Su temática se vincula con raíces melódicas que se rozan con otras especies como el yaraví,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

la vidala, la vidalita y el estilo. Recordaba a veces coplas cantadas por su madre en ese ritmo y siempre sobre temas<br />

sentimentales: Bajo los sauces / a orillas del arroyuelo / me contabas tus pasiones, / tus penas y tus desvelos.<br />

(Cardozo, 1989, p. 54). También mencionaba otras cantadas por las señoritas Espil que fueron sus educadoras y<br />

le hacían escuchar lo que ellas llamaban “Triste entrerriano”: Contame mi cardenal / copetito colorado / que<br />

vuelas por todos lados / agitado y montaraz / qué pasa con tu cantar / tan triste y desmejorado/ y el pobre,<br />

desconsolado… / parecía que en su gorjeo / me expresaba su deseo / de encontrar al ser amado. (Cardozo, 1989,<br />

p. 54). Notamos que en este triste se incorpora a la letra una de las bellas avecillas de nuestro pago, pero la<br />

temática sigue siendo amorosa y con un dejo de tristeza.<br />

Dentro de las danzas rescata varios testimonios del cielito, hermosa danza que alumbró la patria naciente de<br />

mayo que fue cantado con ironía panfletaria en los antagonismos apasionados del siglo XIX en la Argentina.<br />

Afirma: También anduvo por Entre Ríos (Cardozo, 1989, p. 55), y recupera versos que habían quedado guardados<br />

en el corazón de algún paisano: Por prima alta cantaré / un cielito de a caballo / por la “salú” de Entre Ríos / y el<br />

25 de mayo. / Qué es aquello que relumbra, / debajo del montecito / son los bravos entrerrianos / que están<br />

bailando un cielito / Cielito celeste y blanco / cielito é Gualeguaychú / que me cuentan del Supremo / cómo andará<br />

su “salú”. / Cielito del Entre Ríos / del Arroyo de la China / los que niegan mis caudillos / niegan la raíz argentina.<br />

(Cardozo 1989, 56).<br />

No podemos dejar de mencionar entre las formas cantables más populares del folclore provinciano a la payada<br />

de contrapunto; especie de desafío con el acompañamiento solo de guitarras, donde los contendientes cantando<br />

en milonga o en cifra revelan su sapiencia. Admiraba a los payadores, admiró siempre ese don, esa facultad de<br />

improvisar que tenían. Seguía con asombro aquellas frecuentes lides que generalmente se daban en los boliches<br />

o pulperías.<br />

Cuando llegaba a La Paz, mi ciudad paloma, algún payador afamado, con presteza se organizaba una<br />

controversia; cuando no podía convencer a mis padres en la obtención del debido permiso, Llegué a veces<br />

hasta escaparme para hacer entre el público la entrada triunfal con otros chicuelos, siguiendo a nuestro crédito<br />

paceño el payador Cóceres que ostentaba una auténtica presencia del gaucho entrerriano: prolijo en su<br />

vestimenta; tenía un registro bajo de voz que manejaba con suavidad y dulzura. Su punteo era limpio como<br />

nuestros cielos y sus décimas sabedoras florecían transparentes como los blancos caireles de los yucales<br />

lapaceños. En mi memoria de muchachuelo solo quedó el final de una de sus décimas: Dónde voló una paloma<br />

/ fui gavilán decidido, / dónde andará ese entrerriano / que a mí me cope un envido. (Cardozo, 1983, p. 21).<br />

No sé si mi canto es lindo<br />

o si saldrá medio triste;<br />

nunca fui zorzal, ni existe<br />

plumaje más ordinario.<br />

Yo soy pájaro corsario<br />

que no conoce alpiste.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Vuelo porque no me arrastro,<br />

que el arrastrarse es la ruina;<br />

anido en árbol de espina<br />

lo mesmo que en cordilleras<br />

sin escuchar las zonceras<br />

del que vuela a lo gallina.<br />

Menos mal que llevo adentro<br />

lo que la tierra me dio.<br />

Patria, raza o qué sé yo,<br />

pero que me iba salvando,<br />

y así, seguí caminando<br />

por los caminos de Dios.<br />

Pero como en la payada<br />

bien llamada contrapunto<br />

no acaba en esto el asunto<br />

sino que debe seguir,<br />

algo más debo decir<br />

en la cuestión de los puntos. (Yupanqui, 1973, p. 1).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

6.4 El coplero popular entrerriano<br />

La copla que dicen o cantan los copleros tiene un origen remoto, y una rica historia mezclada con largos viajes<br />

por mar y tierra desde hace siglos. Quizá su embrión está en las antiguas moaxajas árabes, pues el pueblo<br />

musulmán dominó la península ibérica durante ocho siglos. Los españoles, la cultivaron y la difundieron por todo<br />

el nuevo mundo y se fue haciendo carne en las sucesivas generaciones. Es el fundamento de la literatura castellana<br />

y la forma literaria más original, profunda, fresca y hermosa de los pueblos latinoamericanos.<br />

Entre 1820 y 1920 circuló por la República Argentina un repertorio de versos en forma oral o escrita en libros<br />

de cordel u hojas sueltas impresas, buena parte de las cuales habían arribado desde España. (Maita, 1996,<br />

carlosjesusmaita.com.ar).<br />

Desde antiguo, el hombre buscó en las formas poéticas una manera -tal vez la más hermosa- de contar hechos<br />

y cantar sentimientos. En las poesías épicas se leen las grandes hazañas de uno o varios iluminados que, por su<br />

patria, sus creencias o sus afectos, se enfrentaron a toda suerte de vicisitudes. En el soneto está el secreto cálido<br />

y lacerante de un tormento de amor o la magia lírica de un instante que se perpetúa en la rima. Los nocturnos y<br />

poemas son espejos velados por lágrimas de nostalgia o de despecho. Pero es la copla popular la que ha sido<br />

siempre el medio idóneo con que ha contado para expresarse y relatar bajo el exigente imperio de la métrica los<br />

acontecimientos y situaciones que vive y se viven a su alrededor. Cuartetas de impecable factura han sido<br />

secularmente el archivo, el recuerdo de los poblados y el testimonio fehaciente de cómo fueron sus gentes,<br />

costumbres y tradiciones. Algunas de esas coplas se perdieron definitivamente en los viejos baúles del olvido, pero<br />

gran parte la rescató la memoria oral de los pueblos; y Linares, incansable caminante de senderos provincianos,<br />

buscador de historias guardadas encontró muchas de ellas, hermosos testimonios que forman el tesoro poético<br />

entrerriano.<br />

Copla, es cópula, unión, enlace, y es también composición poética, verso que lleva, como rúbrica característica,<br />

el alma popular sirviendo de metro para que la estrofa sea lo más parecido a la vida. Remotas en el tiempo, sin<br />

que nadie haya podido precisar fecha ni autor, las coplas eran entonadas por los troperos, por las madres costeras<br />

o campesinas, por los soldados entrerrianos en los fogones previos o posteriores a las batallas. Hombres de campo<br />

y monte, rudos, elementales, en su mayoría analfabetos pero sensibles; se burlaban de la muerte después de<br />

haber escapado de ella cantando por los caminos de la provincia. (Barrera, 1950, cervantesvirrtual.com.ar).<br />

Y el poeta, en su incansable transitar por la amplia geografía de Entre Ríos, de norte a sur, de este a oeste, llegó<br />

a lugares impensados, allí donde sabía que podía encontrar alguna copla guardada. Hablaba con los peones de<br />

campo, con los viejos musiqueros, con los pescadores, con las madres costeras, tenía lo que tienen los elegidos,<br />

el poder conectarse con el alma de la gente. Así, en ese andar caminos fue encontrando vestigios del viejo coplero<br />

anónimo entrerriano. En la disertación realizada en el mes de julio de 1983 en la Escuela Técnica de La Paz, bajo<br />

el nombre Algunos aspectos del cancionero entrerriano, Linares Cardozo y la canción, (Cardozo, 1983, pp. 20 - 25)<br />

nos deja una serie de viejas y valiosas coplas populares cantadas por los abuelos a sus hijos y nietos.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

En la isla Curuzú Chalí en el norte de La Paz recoge éstas: Vientito entrerriano / sobre el tajamar, / si tengo mi<br />

arroyo / ¡que me importa el mar! (Cardozo, 1983, p. 22).<br />

Y en costas del río Feliciano en una noche de fogones reúne otras que decían: Yo soy un gaucho entrerriano /<br />

que nunca supo de malas / y aquí he de morir soñando / en mis costas junto al tala. (Cardozo, 1983, p. 22).<br />

Unas muy bellas referidas a nuestra provincia entrerriana y su gente las escucha en la zona de Diamante: Entre<br />

Ríos tiene fama / de aguadas y leña fuerte, / de las mujeres hermosas / y de los hombres valientes. (Cardozo, 1983,<br />

p. 22). Allí también, en un amanecer costero y guitarrero descubre y registra esta cuarteta: Entrerriano soy señores<br />

/ para mi bien o mí mal, / con un ideal argentino / y un corazón federal. (Cardozo, 1983, p. 23).<br />

La poesía popular es una flor humilde de los campos y de los ríos. Siempre es grata, fresca, tiene la naturalidad<br />

y sencillez del pueblo que la cultiva y traduce el sentimiento del hombre ligado a la tierra o al agua. En un rancho<br />

costero a orillas del Feliciano, recopila estas que tienen la esencia y la profundidad del río, simples, pero a la vez<br />

llenas de sabiduría: Navegando en esta vida / pienso que el hombre es el río, / en ocasión es profundo, / otras veces<br />

tan playito. (Cardozo, 1983, p. 23).<br />

En Santa Elena entre los pescadores escucha unas donde el coplero popular reconoce su atadura al agua:<br />

Siempre soy de la costa / es mi orgullo ser costero, / con mujer, gurí, canoa, / alambre y achicadero. (Cardozo,<br />

1983, p. 23).<br />

Estas aparecen en unos campos cercanos a El Yeso, versos llenos de frescura: ¡Ah!, tiempo cuando era mozo /<br />

en cualquier río me azotaba / si me faltaba el cuchillo / con el sombrero peleaba. (Cardozo, 1983, p. 23).<br />

A veces, tenían una relación con el tono festivo o popular: De ande salió este paisano / pichón de ñacurutú, /<br />

que llegó hasta Feliciano / a jinetear cururú. (Cardozo, 1983, p. 23).<br />

En los pagos de Chajarí oye de viejos pobladores un cantar que decía: Soy gaucho de por aquí, / del norte de<br />

mi Entre Ríos / no crean que en Chajarí / nos criaron con el rocío (Cardozo, 1983, p. 24).<br />

En el aire de Urdinarráin descubre otras plenas de picardía, sobradoras, pero no soeces: Llegan las viejas al<br />

baile / se vienen sin las muchachas, / permita Dios que les roben / sus chancletas las vizcachas. (Cardozo, 1983, p.<br />

24).<br />

Recopila algunas coplas que revelan experiencia o clima tentador, como si fueran un piropo, con un tono<br />

intencionado, con una picardía y soltura e ingenuidad sorprendente. La siguiente la recoge en los pagos de Maciá:<br />

Te doy todo lo que tengo / mi corazón sembrador, / cosechero de esperanza / endulzado en la canción. (Cardozo,<br />

1983, p. 24).<br />

En Colón atesora una llena de la picardía criolla. Así la contaba:<br />

Un domingo que no teníamos yerba fui a comprar al “bolicho” y da la casualidad que estaba lleno de<br />

parroquianos. Eran las nueve de la mañana y estaban tomando una copa, no se podía entrar casi, todos los<br />

domingos se parecían. Un conocido pescador había dejado su palanca afuera y se acomodó cerca de la puerta,<br />

y por ahí pasa una chica jovencita, muy bonita y le dice: Adiós linda tararira / si te tuviera en mi plato, / te<br />

como hasta el espinel / pa´l pesca ‘o, soy como el gato. (Cardozo, 1983, p. 24).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Las coplas son el sentimiento del pueblo que se crearon para cantar por los campos a pulmón lleno o decirlas<br />

al son de una guitarra. Bien se ha dicho que no siempre es el pueblo el autor de ella, con lo que se haría la distinción<br />

sugerida por el historiador y folclorista español Ramón Menéndez Pidal, entre lo popular y lo tradicional, más una<br />

copla no tiene verdadero valor sino cuando se desprendió de manos de un poeta conocido y se pierde en el<br />

anonimato de lo colectivo. En muchos casos, se conserva el recuerdo de escritores conocidos que soltaron a volar<br />

los cuatro versos pero que, al obtener esa libertad, si vuelve al lugar de la partida regresa tan transformada que a<br />

veces hasta el mismo creador no la conoce.<br />

Contaba Linares en una de sus disertaciones:<br />

En el pago de Gualeguay había un criollo muy famoso don Lucindo Albarenque, que fue un célebre que hasta<br />

Daniel Elías le cantó. Yo lo conocí y era un verdadero personaje, querido y respetado por todo el mundo, un<br />

paisano de estos sabedores. Él conocía métodos para las plagas, técnicas para cualquier cosa; usted le pedía y<br />

él sabía; también era buen curandero por supuesto; sobre él escuché esta coplita buscando la casa de Juan L.<br />

Ortiz; entré a un almacén y descubrí la copla. Entra un paisano aparentemente enfermo y un sobrador acodado<br />

en el mostrador le dice: Adelaido, que andas caído / la pucha que estás enclenque, / anda que te de unos yuyos<br />

/ don Lucindo Albarenque. (Cardozo, 1983, p. 24).<br />

Así son las coplas, comentaba, en cada encuentro con algún paisano o costero siempre las encontraba. ¿De<br />

dónde venían?, ¿Quién se las había enseñado?, no lo sabían… quizás como decía Atahualpa: “…las coplas son del<br />

viento, de algún vientito nomás”.<br />

Señores yo soy la copla<br />

mi origen es ancestral<br />

mi destino en esta vida<br />

solo coplear y coplear. (Cardozo, 1983, p. 28).<br />

Latió en la calma tarde aquel sonido<br />

tristones los acordes que dejaba,<br />

el alma del paisaje se extasiaba<br />

para oírlo, casi apago mis latidos.<br />

Era ese canto dulce y tan dolido,<br />

de a ratos esperanzas me entregaba,<br />

cuando alguna tristeza desgranaba<br />

te juro que escuché llorar al río.<br />

Mis pasos me acercaron lentamente<br />

y allí estaba, curvado en el madero,<br />

el hombre y la guitarra, confundidos.<br />

Y el agua que pasaba lentamente,<br />

detuvo un rato su andar indefinido<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

para escuchar coplear al musiquero. (Martinez, 2012, p. 82).<br />

Después, hay coplas y versos extraídos de canciones, narraciones, de los dichos y sucedidos de los viejos<br />

mentirosos, muchos de los cuales ya han sido evocados en el canto popular. Él, conoció algunos que eran amigos<br />

de sus padres y cada vez que los veía llegar a su casa se aprestaba a escuchar hermosas trovas. Recordaba a<br />

Gregorio Cardozo, al viejito Villordo, a don Goyo Aguilar quienes siempre tenían a flor de labios una copla sencilla,<br />

fresca. Solía contar:<br />

La nuera de don Goyo Aguilar me mandó una cuantía de anécdotas escritas de puño y letra para que yo las<br />

recopilara. Era la nochebuena, Don Goyo que estaba preparando todo para la fiesta, se descompone, le da un<br />

ataque de epilepsia y queda como muerto. Los amigos que iban a festejar la alegría de nochebuena se ponen<br />

en el drama y no tenían médico, no sabían que hacer; entonces lo dieron por fallecido y lo empezaron a velar<br />

sobre la mesa. De repente se les sienta don Goyo y pregunta: ¿Qué pasa acá? -Y le contestan-: ¡Todos creíamos<br />

que estaba muerto don Goyo! ¡No, pero miren como estoy! -dice-, era una descompostura nada más y ¡qué<br />

siga la fiesta! Y sigue la reunión… No faltó un payador coplero que deja la copla que quedó para siempre en el<br />

recuerdo: Tres cosas en este mundo / he visto resucitar / el Carnaval, Jesucristo / y el viejo Goyo Aguilar.<br />

(Cardozo, 1983, p.14). Recordaba también una graciosa anécdota de su infancia:<br />

Un día estaba en calle San Martín junto a mí padre y pasó don Pedro Montenegro Acosta con el hijo y traían<br />

de tiro otra yeguariza atada a los tientos, al costado venía la guitarra-. Entonces le dice mi papá: Mira Pedro,<br />

me han dicho que tu hijo canta muy lindo, le doy cinco pesos si lo haces cantar. Y ya le improvisó unas coplas,<br />

él ¡era un payador!, él se presentaba: Soy Pedro Montenegro Acosta / un gaucho de boleadora y lazo, / que<br />

vive bajo el regazo / de su Cabayú Cuatiá /. Entonces, con una décima hermosa le dijo a su hijo que desatara el<br />

instrumento de los tientos y que cantara… y empezó a cantar bastante… en realidad cantaba mal ¿no es cierto?;<br />

papá, que tenía una chispa bárbara le dice: Bueno, mira Pedro te doy diez pesos pa´ que lo hagas callar. Yo dije:<br />

no vaya a ser que algún día me pase lo mismo porque “ya le hacía a la guitarra”. (Cardozo, 1983, p. 25).<br />

Muchas estrofas recogidas por él tienen el colorido y el acento de la tierra además de referirse a asuntos<br />

netamente nuestros. Ese cantar anda gallardo y fresco. Es el canto que no ha muerto, vive y busca crecer todos<br />

los días. Es la canción… cantares que andan rodando todavía. Es la copla que sigue su camino…<br />

Si ustedes quieren, amigos,<br />

aquí les voy a dejar,<br />

unos versos que mi abuelo<br />

me enseñó en el pedregal.<br />

Tan solo con el sonido<br />

que me da el río al pasar,<br />

con mi tonada entrerriana,<br />

coplitas voy a cantar.<br />

El río para mi abuelo<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

era el fondo musical<br />

y un viento costero a veces<br />

con él se echaba a coplear.<br />

Aquí estamos en la costa,<br />

arriba está la ciudad,<br />

somos dueños de lo mismo,<br />

cambiaditos de lugar.<br />

Yo soy río y soy arena,<br />

soy parte de este solar,<br />

como un cardenal, arisco,<br />

dulce, cual miel de panal.<br />

Mi mamá lavando ropa,<br />

mi padre en el espinel,<br />

los dos ponen la comida<br />

en la mesa sin mantel.<br />

A veces veo a mi madre<br />

que canta por no llorar,<br />

mi padre, como el “alambre”,<br />

duro y de nunca aflojar.<br />

Y según como se mire<br />

es río y arena nomás,<br />

pa´ nosotros, nuestra tierra,<br />

la que amamos por demás.<br />

El río viene de lejos<br />

-solía mi abuelo deciragua<br />

bendita, pedile,<br />

lo que quieras conseguir.<br />

Y a veces cuando estoy solo<br />

al río le se pedir,<br />

que tan solo por un rato<br />

haga a mi madre reír.<br />

Nosotros somos de abajo,<br />

de la costa nada más,<br />

los de arriba van de paso,<br />

se acercan solo a mirar.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Y ahora los dejo, señores,<br />

otro día he de volver,<br />

para contar los embrujos<br />

que tiene mi atardecer.<br />

Coplas que me dio el abuelo<br />

y alimentan mi ilusión,<br />

si alguna copla fue dura<br />

pido disculpas… señor. (Martinez, 2014, p. 59).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.5 Las madres y las nanas costeras<br />

Las canciones de cuna son parte de las tradiciones que aparecen en América. Tienen su origen en el cancionero<br />

español popular y fueron transmitiéndose oralmente de generación en generación. Se cantan en voz baja o<br />

susurrando y sirven para ayudar a calmar y lograr el sueño de los niños. Las nanas, son acaso, la manifestación<br />

más antigua del cariño de una mamá por su hijo. Desde la noche de los tiempos, las madres han arrullado y mecido<br />

a sus pequeños, les han musitado palabras de consuelo para evitarles miedos o dolores, invocar el sueño o hacerles<br />

compañía, es una de las muestras más hermosas de la poesía secular y popular. Aunque muchos autores han<br />

dedicado sus mejores palabras a esas armonías.<br />

Los arrullos son tonadas tradicionales de origen sencillo y de difusión oral que presentan estrechas vinculaciones<br />

con el folclore de cada lugar.<br />

Desde el punto de vista literario las nanas son canciones y pertenecen al género lírico. Presentan generalmente<br />

una métrica variada; aunque suelen sobresalir en su organización rítmica las estrofas de cuatro versos. Otro<br />

elemento que contribuye a acentuar el ritmo y la musicalidad de estos textos literarios es la incorporación y<br />

reiteración de determinados grupos vocálicos y consonánticos, como "ea-ea”, “ia-ia”, “na-na” y “ro-ro”. Redonda<br />

salió la luna / miren quién le ve la facha / bailando la chamarrita / ¡Eh-ahh! ¡Eh-ahh! Las vizcachas. /… El indio<br />

Guarumba viejo / se fue, pero no volvió / lejos quedó el entrevero / y el pumpo roró y el pumpo roró. (Cardozo,<br />

1989, p. 158).<br />

Han tomado un carácter universal ya que ellas se encuentran presentes en diversas culturas, siendo el objetivo<br />

de las mismas ayudar al descanso del pequeño. Variados elementos lingüísticos, musicales, corporales, instrumentos<br />

hechos con materiales del entorno se conjugan en el canto de la canción de cuna, generalmente musitada<br />

por una suave y dulce voz maternal. En este marco, encontramos una variada gama: religiosas, en las que se<br />

invocan a personajes que protegerán el sueño de los niños, coercitivas, mencionan duendes conocidos en la región<br />

que despiertan temores en los niños e incluso aquellas en las que aparece el imperativo: la madre debe lograr que<br />

el niño se duerma pronto para culminar con las tareas hogareñas.<br />

Duerma, duerma mi niño de la costa<br />

que su madre lo cuida y no se va,<br />

cierre los ojitos y no llore<br />

que la luna de uste´ se va a burlar.<br />

Y no se me destape costerito<br />

que la brisa del río lo enfriará<br />

y una dulce tibieza fogonera<br />

las manos de su madre le darán.<br />

Su padre y sus hermanos ya descansan<br />

y si llora, me los va a despertar,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

mire que apenitas cante el alba<br />

a pelearle a la vida ellos saldrán.<br />

Cual pequeños farolitos que se prenden<br />

luciérnagas curiosas llegarán,<br />

trayendo de la mano a una estrellita<br />

que a tu sueño costero velarán.<br />

El niño está sonriendo porque sueña<br />

su madre se ha dormido sin mirar<br />

que están en la ventana una estrellita<br />

y un ángel morenito de guardián. (Hack, 1989, p. 7).<br />

Don Linares fue un incansable buscador de cánticos entrerrianos. Recupera un gran número de rondas y<br />

canciones anónimas, pero también enriquece el cancionero entrerriano y argentino con sus composiciones.<br />

En su disco Dos ríos y un sólo amor, hace un aporte hermoso incluyendo un tema dedicada a un conocido<br />

habitante de los campos entrerrianos:<br />

Mamá comadreja parece de fiesta,<br />

salió de su cueva una vieja higuera.<br />

Prendida a su cola, cola con colitas<br />

toditas colgadas las comadrejitas.<br />

Mamá comadreja es muy paseandera<br />

y se va de noche a ver las estrellas.<br />

Como es muy cumplida después de soñar<br />

a los gallineros suele visitar.<br />

Se escucha un ladrido, uno y otro más,<br />

mamá comadreja se entra a preocupar.<br />

A la bolsa todas las comadrejitas,<br />

y que no se asome ninguna colita.<br />

Mamá comadreja está más tranquila,<br />

las comadrejitas que bien guardaditas.<br />

Mamá comadreja, la buena nochera<br />

regresa contenta a su madriguera.<br />

Las comadrejitas se quieren salir,<br />

mamá comadreja las manda a dormir.<br />

Ya les cuenta un cuento,<br />

uno y otro más, las comadrejitas<br />

dormidas ya están. (Cardozo, 1980, p.10).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

En gran parte de su obra encontramos el paisaje entrerriano y sus duendes. Los animalitos del campo disfrutando<br />

de un baile en Chamarrita de Alcaraz, las avecillas hermosamente descriptas en Canción del Juan Chiviro, el<br />

Hornerito, Canción del Mainunbí, Como los pájaros, entre otras.<br />

La simpleza y la dulzura de sus versos llegan al corazón del niño. ¡Qué hermosa manera de describir las bellezas<br />

de nuestra provincia!<br />

En su permanente andar por los senderos de su tierra, el investigador, compartía momentos con los viejos<br />

habitantes, -aquellos que guardaban historias perdidas- quizás porque conservaba los tesoros que su mamá Delicia<br />

le regaló cuando niño en los pagos de La Paz. En cada lugar de la provincia que visitaba observaba a las madres en<br />

su diario trajín y atesoraba en su interior la dulzura de sus gestos.<br />

Ellas, eran poseedoras de una sapiencia infinita. En las noches veraniegas recorría las riberas y se detenía a<br />

observar cuando veía alguna ronda de gurises cantando coplas que él no conocía; y al acercarse, descubría la<br />

presencia de la mamá buena, transmitiendo esos copleros aprendidos quizás de sus abuelos. Los pequeños, felices,<br />

echaban sus voces a la fresca brisa costera y en esa simple canción, en esa melodía pura, venía creciendo el<br />

recuerdo de los antepasados dormidos y se estiraba como un río cariñoso, transparente; y los llevaba al imaginario<br />

arco iris de la vida entibiando dulcemente su sangre desbordada de luz por las nanas dulces y placenteras que,<br />

simples y sugestivas, se constituyeron en un mensaje incomparable de amor de todos los tiempos. Yo seré luz de<br />

tus ojos / lucero que te acompañe / alimento de tu boca, / crucifijo de tus males. / Yo seré esa luz / la de tu destino,<br />

/ lunita costera / allí en tu camino. (Cardozo, 1989, p. 100).<br />

Anduvo por los caminos de nuestra tierra con esa preocupación que justifica la existencia; buscando los<br />

elementos que aún subsistían, que estaban vivos, latentes; y que son perdurables en el sentimiento de nuestro<br />

pueblo. Siguió la trayectoria de todo ese rico caudal de emociones, tradiciones, usos y costumbres, leyendas y<br />

rondas de un vasto cancionero hasta que, por fin, quedó convencido de que la canción maternal es la flor más<br />

codiciada porque, en definitiva, es la única capaz de exhalar un perfume y trae consigo el sueño; la madre canta<br />

tocada por la vara mágica de un amor especial.<br />

En la costa, en el campo, en las islas, tenía amigos. De cada lugar guardó la sonrisa de los gurises que se<br />

acollaraban al paso de la madre buena y en un ambiente casi siempre muy humilde, encontraba un clima encantador;<br />

la dulce mujer improvisando versos para sus pequeños, y así, lograba que duerman con una placidez e<br />

ingenuidad digna de análisis; y no eran iguales, cada niño recibía una distinta. Las palabras muy sencillas, pero, en<br />

la voz materna se tornaban más expresivas, con una increíble dulzura.<br />

Esa mujer sin nombre, anónima, era el símbolo y exaltación de la vida; todo cabe en su seno integral; humildad,<br />

generosidad, sacrificio, amor; ejemplo de lucha y fortaleza. Para el poeta, era poesía pura, era música y la canción<br />

misma.<br />

Mi madre que fue paloma<br />

una paloma me dio<br />

y me la dejó en la frente<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

al primer beso de amor.<br />

Mi madre si, fue paloma,<br />

mis amigos, mi solar<br />

y toda La Paz paloma,<br />

paloma de humanidad.<br />

Voy andando por la vida<br />

con mi bagaje de amor,<br />

mis palomas, mis palomas,<br />

las que mi madre me dio. (Cardozo, 1982a, p. 56).<br />

Leopoldo Lugones nos decía, que poeta es aquel que nos comunica la emoción de la belleza por medio del dulce<br />

mensaje musical; quiere decir con palabras adecuadas y dispuestas de una manera que canten. (Sallenave, 1979).<br />

Linares siempre buscaba eso y sumarle además la simplicidad.<br />

... Canción de cuna costera, me llevó seis meses componerla, y eso que a las estrofas las compuse enseguida<br />

andando por la costa, entre trazo y trazo que le hacía al boceto de doña Dominga Almada; la música también<br />

ya me rondaba, pero lo más difícil y por lo cual demoré todo ese tiempo fue hacerla sencilla; lograr esa sencillez<br />

que al final tuvo. (Yedro, 1981, p.4).<br />

Permanente observador del paisaje y sus duendes; las avecillas y los animales del pago encontraban un nido en<br />

su guitarra. Para componer un tema hacía todo un trabajo de elaboración previa.<br />

Te canto esta chacarera<br />

morajusito andariego,<br />

porque sos tordo sin gloria,<br />

ni dulzura de boyero.<br />

Poncho de noche y misterio,<br />

negro azul tornasolado,<br />

sigue buscando tu rancho<br />

corazón abandonado. (Cardozo, 1974, p. 2).<br />

Al timbó ‘e La Rinconada<br />

una vez llegó un cuclillo,<br />

y desató su gorjeo<br />

como si llorara un niño.<br />

Las avecillas del pago<br />

palidecieron su trino<br />

y se llamó a una asamblea<br />

de pájaros afligidos.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Se nombró por mayoría<br />

cantor de clase y estilo,<br />

menta’o de costa y cuchilla<br />

al cardenal amarillo.<br />

Y allá va don cardenal<br />

tan airoso y buen vestido,<br />

ya se armó la tremolina<br />

cuantito lo halló al cuclillo. (Cardozo, 1974, p. 5).<br />

Traigo coplas de Montiel<br />

bello monte secular,<br />

con su silbar armonioso<br />

me las dio un zorzal.<br />

Yo soy como la calandria<br />

que florece en su decir,<br />

antes que verse apresada<br />

prefiere morir.<br />

No hay espinas para mí<br />

si riendas doy al soñar,<br />

igualito que el chingolo<br />

vivo entre el cardal. (Cardozo, 1974, p. 4).<br />

Buen cantor, de larga fama, volandero,<br />

andariego, con empaque varonil,<br />

se lo ve por todas partes muy travieso<br />

¡ay!, qué lindo pajarito saltarín...<br />

Su guitarra suelta claros bordoneos,<br />

Juan Chiviro, lo llamaron con amor...<br />

Juan cualquiera, Juan del monte, Juan islero,<br />

voz del pago que al desvelo<br />

lo traduce en un pregón…<br />

Juancito Chiviro, Juancito Chiviro,<br />

Juancito Chiviro. (Cardozo, 1973, p. 3).<br />

El gallito del agua<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

¡Ay! qué lindo se ve,<br />

el gallito del agua<br />

y la flor de irupé.<br />

Al calor del solcito<br />

esbozado el ocó,<br />

y volando a ras de agua<br />

el Martín pescador.<br />

Allá están los naranjos<br />

tá cantando el chogüí,<br />

ya diviso mi rancho<br />

ya salió mi gurí. (Cardozo, (Cardozo, 1981, p. 2).<br />

Del cielo bajó una flor<br />

animada, primorosa,<br />

capullo alado de sol<br />

pajarito mariposa...<br />

Cuenta el mito guaraní<br />

que fue Tupá el bondadoso,<br />

del arco iris caprichoso<br />

le dio vida a Mainunbí.<br />

No sé qué dulce emoción<br />

que ventura, que alborozo,<br />

nos anuncia el picaflor<br />

que todo se vuelve gozo.<br />

Irrumpe en ágil temblor<br />

tan pequeño, luminoso,<br />

zigzagueando presuroso<br />

el jardín su tornasol. (Cardozo, 1973, p. 3).<br />

Entre pájaros cantores<br />

uno destila dulzor,<br />

porque trabaja cantando<br />

el caserito cantor.<br />

Entre sus pilchas lo veo<br />

un gauchito pobretón.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

bayito tosta’o casero<br />

quema’o a pura ilusión.<br />

El hombre ya ni lo mira<br />

su pecho se escureció,<br />

parece que del casero<br />

poquito o nada aprendió. (Cardozo, 1973, p.4).<br />

Que tienen las garzas moras<br />

esas que vienen y van,<br />

desde mi costa entrerriana<br />

hasta la Banda Oriental.<br />

Se cruzan de mañanita<br />

juntitas vienen y van<br />

que tienen las garzas moras<br />

soñadoras del juncal.<br />

Vuelo de franco destino,<br />

ida y vuelta de amistad,<br />

del corazón argentino<br />

y la nobleza oriental. (Cardozo, 1973, p. 7).<br />

En la boca ‘el Cabayú<br />

Doña Cunda me enseñó<br />

la canción de Atí-Guasú<br />

el gracioso rayador.<br />

Todo habrá sido un soñar<br />

el sueño del Cabayú<br />

si ya no gozo el pasar<br />

rayador de Atí-Guasú.<br />

Cuando amanece en el río<br />

y se levanta la niebla<br />

arando, arando, a flor de agua<br />

pasa don pico tijera. (Cardozo, 1982, p 10).<br />

Jugando a las escondidas<br />

la tacuarita canta a la vida,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

plumaje marrón rojiza<br />

tan chiquitita y escurridiza.<br />

Entra y sale agachadita<br />

por los horcones, por las hendijas,<br />

es un ratón con alitas<br />

la tacuarita, la tacuarita.<br />

Carrasquita melodiosa<br />

curiosa demás,<br />

qué andará buscando afanosa<br />

sin poderla hallar. (Cardozo, 1982, p. 11).<br />

Tacuarita del monte<br />

vidalitay,<br />

que hiciste tu nido,<br />

en las ramas grises<br />

de un ñandubay,<br />

tierno y escondido.<br />

Eres pequeñita<br />

vidalitay,<br />

purito alborozo,<br />

y el árbol más gaucho<br />

vidalitay,<br />

se llena de gozo. (Cardozo, 1981, p.5).<br />

Siempre que componía una canción, hacía todo un estudio del personaje, del oficio, de los animalitos del monte<br />

y de las aves. Una chamarrita hermosa incluida en una de sus grabaciones es Misia Gallineta, canción que llega de<br />

una manera increíble al corazón de los niños. Aparentemente es un trabajo muy sencillo, pero Linares tuvo que<br />

estudiar al ave, sus costumbres y llegar a un programa de humanización para que llegue al pequeño. Entonces<br />

viene lo de Misia; porque realmente parece una señorita coquetona que va caminando. (Yedro, 1981, p. 5).<br />

Ahí va Misia Gallineta<br />

con un aire copetón,<br />

botas largas coloradas<br />

y su chaqueta marrón.<br />

Desconfiada y muy nerviosa<br />

va costeando el pajonal,<br />

como no vuela muy mucho<br />

160


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

se le da por caminar.<br />

Según cuentan era dueña<br />

de todo un vasto solar,<br />

isleta, pantano, estero,<br />

el albardón y el juncal.<br />

Por soberbia y pretenciosa<br />

quedó para solterear,<br />

arisca y con tantos bienes<br />

que gaucho se iba a animar.<br />

Su comadre doña Bruja<br />

no tenía ni pa’ matear,<br />

le pidió un poquito ‘e yerba<br />

le contesto: opacaá...<br />

Doña gallineta... opacaá<br />

un poquito ‘e yerba... opacaá.<br />

Ahí va Misia Gallineta<br />

quien la ha visto y quien la<br />

ve, desgarbada su silueta<br />

tan apurada y de a pie.<br />

Que duro le fue el destino<br />

ni la quieren saludar.<br />

ni el caraú, ni la bandurria,<br />

ni el mirasol, ni el chajá.<br />

Si escucha una chamarrita<br />

se sale del malezal,<br />

con su cola paradita<br />

anda marcando el compás.<br />

De tanto comer tucura<br />

su pico verde ya está,<br />

tempranito en la espesura<br />

se la escucha protestar.<br />

Adiós comadre mezquina<br />

le gritan del tajamar,<br />

me presta una cebadura<br />

les contesta: opacaá...<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Misia Gallineta... opacaá,<br />

una cebadura... opacaá,<br />

no sea tan mezquina... opacaá<br />

Misia Gallineta... opacaá. (Cardozo, 1980, p.4).<br />

Su contacto permanente con las madres, cargadas de sabiduría, lo llevaron a recolectar muchas y hermosas<br />

nanas anónimas cantadas de generación en generación.<br />

Duérmase mi niño<br />

por Dios duérmase<br />

que anda por el monte<br />

el gato montés.<br />

Duerma, duerma mi niño<br />

hay mucho que trabajar,<br />

su mama cocina y lava<br />

su tata va a desmontar.<br />

Vamos mi niño a dormir<br />

juntitos nos dormiremos<br />

en un ranchito chiquito<br />

y los dos nos meteremos. (Cardozo, 1989, p. 110).<br />

Las melodías de cuna son un recurso de la mujer humilde, ella parece dialogar dulcemente a través de las coplas<br />

con el pequeño. Aunque tiene cada día duras tareas que la aguijonean, igual le germinan coplas como la flor en<br />

los cardales. De las madres isleras recolectó dulces coplas entonadas en las noches de correntada y luna.<br />

Si mi niño no se duerme<br />

si mi niño está llorando,<br />

haciendo ruido en los dientes<br />

llegará el carpincho blanco.<br />

Pobre gurisito no puede dormir<br />

porque ahicito… ahicito…<br />

cerca `e la orilla<br />

un gran surubí corre que te corre<br />

a las mojarritas. (Cardozo, 1989, p. 138).<br />

Muchas de esas nanas encontradas en la zona islera de la Curuzú Chalí lindando con San Javier (Santa Fe), tienen<br />

una indudable raíz guaraní:<br />

Gurí poriahú no quiere dormir<br />

porque no le dan la flor de jazmín.<br />

Duerme cunumí, florcita de azahar<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

naranjita dulce de mi naranjal.<br />

Arrorró mi niño tierno cunumí<br />

retoñito fresco / de mí taraguí… (Cardozo, 1989, p. 143).<br />

Hermosa es la que encuentra en Puerto Sánchez:<br />

La dulce madre hacía dormir a su “pichoncito” cantándole una melodía dulce que se escapaba y estiraba tan<br />

mansamente que hasta el Paraná parecía calmarse:<br />

No llore mi niño duérmase soñando,<br />

su madre costera lo está consolando<br />

y lo está hamacando y lo está hamacando…<br />

Hay niebla en el río y una cerrazón<br />

islerito guacho solito y sin sol,<br />

ya tiene mi amor, ya tiene mi amor…<br />

Duérmase cogollo de mi corazón,<br />

ya tiene una mama que le da su amor<br />

por gracia de Dios, por gracia de Dios…<br />

Arrorró mi niño, arrorró mi amor,<br />

islerito guacho de mi corazón,<br />

ha salido el sol, ha salido el sol. (Cardozo, 1989, p. 144).<br />

Acotemos que la palabra “arrorró” sería una voz de raíz batuque africana que en su dialecto significa “duérmete<br />

pronto”, es un mensaje onomatopéyico que llegó con los esclavos tornándose en sentida canción de cuna.<br />

Recuerda en su libro El caballo pintado y la paloma:<br />

En los atardeceres del arroyo Cabayú Cuatiá; entre el humo pesado que estaba suspendido sobre los chilcales<br />

y escapaba del rancho solitario de la isleta; entre el llanto de los niños; el ladrar de perros y los gritos estridentes<br />

de las gallinetas; afloraba la nítida voz de doña Cunda, que era en la madrugada neblinosa, como la mismísima<br />

madre tierra, patrona de las islas y la isleta, improvisando con una delicada ternura litoral, una dulce y original<br />

canción de cuna a su nietecito:<br />

¡Anda a dormir benteveo!<br />

Que no te veo.<br />

¡Cruz diablo! Pitanguá ¡Ándate ya…!<br />

¡Anda a dormir calandrita!<br />

No me vengas con tus cuitas.<br />

¡Anda a dormir chororó!<br />

Que mi pichón no te escucha.<br />

¡Solo escucha mi arrorró!<br />

¡Anda a dormir pajarito!<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Como duerme el gurisito.<br />

Duérmase gurí, duerma gurisito,<br />

dulce miquichí de mi chilcalito. (Cardozo, 1982a, p. 60).<br />

Toda la belleza del pago, sus avecillas y las mieles populares en estas coplas recuperadas por Linares nos<br />

muestran la sabiduría y el afecto de una madre paceña. Tomó como ejemplo esas vivencias sencillas, pero de<br />

notable contenido litoral; destacando la manera en que ella embellece el amanecer del niño erigiéndose en una<br />

fuerza expresiva que fructifica el alma popular en constante y prodigioso amor.<br />

Y todas las costumbres, el paisaje, las vivencias cotidianas se dan en esos arrullos populares lugareños que<br />

llegan con la pureza y con una autenticidad desde el mismo corazón del pueblo, la palabra “gurí” que identifica a<br />

los niños de Entre Ríos se repite eterna y dulcemente:<br />

Pobre mi gurí, gurí, gurisito.<br />

llora que te llora y se desmejora,<br />

y pa´ “pior” de males está escaldadito.<br />

¡Se meó en los pañales!<br />

Pobre mi gurí, gurí, gurisito<br />

llora que te llora ¡póngase contento!<br />

Ya llega Melchora con su canastita,<br />

ya trae pañales limpitos… limpitos.<br />

Gurí, gurisito, deje de llorar,<br />

aquí está Melchora que lo va a cambiar. (Cardozo, 1989, p. 142).<br />

Compuso varias poesías y canciones inspirado en esas estrofas anónimas que escuchó andando los caminos<br />

entrerrianos. En otras, solo aporta la música y aclara que a las coplas “se las arrimó el río”. Tuvo siempre la decencia<br />

y delicadeza en sus discos, de destacar cuando los versos eran patrimonio del pueblo y él simplemente los<br />

había rescatado. Pero muchos de sus temas infantiles fueron inspirados en las mujeres que conoció en los campos,<br />

en la costa, en las islas. Ellas con su ternura; con su pureza, con entrañable amor hacia sus pequeños lo inspiraron<br />

para componer hermosas rondas dedicadas a esos humildes hogares que lo cobijaron en su andar.<br />

Toda la ternura de la madre entrerriana se hace presente en la dulcísima Canción de cuna montielera:<br />

La madre cantaba su dulce arrorró<br />

y el eco del monte vibraba de amor.<br />

Pasó una paloma, paloma torcaza<br />

y con suave arrullo preguntó: ¿Qué pasa?<br />

Paloma torcaza deje de arrullar,<br />

que a mi pichoncito me lo va a asustar.<br />

Paloma torcaza por Dios ¡váyase!<br />

que a mi niño bueno no lo dormiré.<br />

164


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

¡Váyase a su monte! ¡Mándese a volar!<br />

que mi pequeñito no la va a escuchar.<br />

Se fue la paloma al monte voló,<br />

y el niñito gaucho que ya se durmió. (Cardozo, 1989, p. 154).<br />

Otra tierna nana es la que está inspirada en la mamá del hogar que cuidaba el conocido “Molino Forcláz”<br />

cercano a San José. Allí solía pasar mañanas y tardes dibujando o pintando y había entablado una hermosa relación<br />

con los esposos. Un día, algo que vio le causó un inmenso placer, la madre meciendo a su pequeño niño que dormitaba<br />

en una cunita de madera. A la semana cuando regresó, le dejó una dulce canción maternal: Molinito de<br />

Forcláz…, se observa en su contenido motivos religiosos.<br />

Gira, gira suavecito molinito de Forcláz,<br />

que mi niño no se duerme si te escucha rechinar.<br />

Este niño no se duerme, un niñito que yo sé,<br />

manzanita, bucles de oro, el niño de San José.<br />

Patroncito carpintero, patroncito San José,<br />

hazme una cunita hamaca, para un niño que yo sé.<br />

Es muy mimoso mi niño, mi niño no duerme bien,<br />

hazme una cuna blandita patroncito San José.<br />

Tú que fuiste manso y bueno para el Niño de Belén,<br />

tú puedes curar el llanto de este niño que yo sé.<br />

Trajo el dulce carpintero una cunita y se fue,<br />

cunita hamaca de sauce para un niño que yo sé.<br />

Artesano generoso patroncito San José,<br />

se fue contento y dichoso solo me aceptó un clavel.<br />

Cunita blanda, anhelada… costó poquito, un clavel,<br />

que feliz duerme mi niño un niñito que yo sé.<br />

Canta, canta molinito, molinito de Forcláz,<br />

que mi niño está dormido no se quiere despertar. (Cardozo, 1989, p. 170).<br />

En los últimos años a pesar de su grave enfermedad; igual seguía en su búsqueda, realizando trabajos de<br />

investigación de campo por las costas del río Guayquiraró hasta donde desemboca el Mocoretá. Allí recopila más<br />

coplas anónimas, leyendas, dichos, historias. Hurgando entre los ancianos de la zona recogió algunas anécdotas<br />

del indio coronel “Guarumba”, aguerrido y valiente caudillo federal, lanza tremenda en la gesta entrerriana. En la<br />

paz, era un hombre generoso, de nobles sentimientos con su gente. Amaba a su tierra, a las avecillas y, sentía<br />

una gran ternura por los niños de la zona. Linares cuenta así la historia:<br />

Ya anciano, solía sentarse a la sombra de un frondoso guaraniná a recibir el afecto profundo de su pueblo,<br />

al que siempre atendía solícito y afectuoso. A los indiecitos les hacía regalos y mientras saboreaba un mate,<br />

165


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

compartía con ellos alguna ronda. Después de su partida contaban en el pago, los pequeños tuvieron por<br />

costumbre traer yerba y arrojándola al pie del árbol amigo, reían, cantaban y jugaban como si Guarumba estuviera<br />

presente. (Vera Cruz, 2014, p. 2).<br />

Inspirado en esas referencias, rescatando la figura y el nombre de “Guarumba”, compuso una hermosa<br />

chamarrita, que se canta como ronda:<br />

Ya no retumba, retumba<br />

su sapucay montielero,<br />

la ronca voz de Guarumba<br />

el leal federacionero.<br />

Guarumba se ha puesto triste<br />

su lanza ya se durmió<br />

lejos quedó el entrevero<br />

y el pumpo roró y el pumpo roró.<br />

Está esperando a los niños<br />

debajo el guaraniná<br />

todos le traen yerba mate<br />

que su consuelo es matear.<br />

Guarumba Taita vamos a jugar<br />

con los indiecitos del Mocoretá.<br />

Guarumba ha `evé es todo emoción<br />

con los gurisitos de Federación.<br />

Guarumba Taita, Guarumba Ha `evé,<br />

échale caá, toma tereré.<br />

El indio Guarumba viejo<br />

se fue, pero no volvió,<br />

buscando los entreveros<br />

y el pumpo roró y el pumpo roró.<br />

Cunumisitos lo esperan<br />

quieren volver a jugar<br />

donde Guarumba mateaba<br />

debajo del guaraniná.<br />

Échale caá, échale al caiguá<br />

cantemos la ronda del guaraniná.<br />

Guarumba se fue Guarumba no está<br />

si no toma mate no va a regresar.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Se fue por aquí, se fue por allá<br />

está en Chajarí o en Mocoretá.<br />

Guarumba Taitá, Guarumba ha`evé<br />

échale caá, toma tereré. (Cardozo, 1989, p.158).<br />

Destacaba que sus apreciaciones sobre las rondas infantiles apenas constituían un aire leve en relación con las<br />

múltiples nanas del litoral. En cada madre que conoció en los hogares donde recibió cobijo en su largo caminar,<br />

encontró latente las canciones de cuna más puras, esas que se aprendieron de generación en generación, de<br />

abuelos a nietos; un legado hermoso que recordaba días luminosos de un tiempo que siempre regresa remozado<br />

en la dulzura del canto regional.<br />

Dice en su libro Júbilo de esperanza:<br />

Si pasan los gurisitos del pago cantando alegremente como si fueran una bandada de “Juanchos chiviros”<br />

y van hacia la escuelita rodeada de una ilusión vibradora; allí donde el primer toque de luz se eleva en<br />

delicadísimos verdes cerúleos confundidos en la mansa transparencia del azul mañanero; ¿qué es lo que cantan?,<br />

¿un villancico, una rondita juguetona?... No, es la antigua canción de cuna que les enseñaron sus<br />

abuelas cuando eran pequeñitos y que un día cantarán los hijos de sus hijos; pues las canciones maternales,<br />

son puras, frágiles, inmortales, vuelan y anidan en el corazón a través de las edades. (Cardozo 1989, p. 148).<br />

Y él lo sabía bien porque pasaban los años, pero la dulce canción de su mamá Delicia, paloma añorada, volaba<br />

con él cada mañana y se dormía cuando llegaba la noche. Se elevaba proyectándose al futuro como un manto<br />

sutil de armonía para darle paz a su alma.<br />

Tiempo de otoño feliz,<br />

qué linda está la mañana,<br />

más linda porque la arrulla<br />

la madrecita entrerriana…<br />

En la mañana de octubre<br />

albricias de primavera<br />

y ya florece mi acento<br />

para la madre costera.<br />

Aprendí tu dulce amor<br />

maternal y con tu empeño<br />

alumbraste un arrorró<br />

espinelera de sueños.<br />

Si te habré visto acunar<br />

tu bello gurí durmiente,<br />

río de amor, fuerza pura<br />

esperanzada creciente. (Cardozo, 1989, p. 150).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

El río corría ahora suavemente, amainaba sus pasos como si quisiera quedarse y escuchar al cantor. Linares<br />

desgranaba unas coplistas de lo que seguramente sería luego, otra de sus hermosas creaciones. A su lado, el joven<br />

poeta amigo y admirador del músico lo contemplaba en silencio. En un momento el maestro le dice: léeme algo<br />

nuevo que hayas escrito, pero que sea algo bien nuestro, bien costero… Y entonces, el joven emocionado le recita<br />

Las nueve lunas costeras…Al finalizar, Linares lo mira, le pone la mano en el hombro y le dice: vas por la buena<br />

senda, no la pierdas, ahí está la esencia de tu poesía…<br />

Por los gajos de los sauces<br />

viene bajando la luna,<br />

redonda, tan misteriosa,<br />

como la de tu cintura.<br />

Los zorzalitos costeros<br />

le cantan a tu hermosura,<br />

en tu vientre ya se siente<br />

candor de vida desnuda.<br />

Noche costera, envidiosa,<br />

trajo la estrella más bella,<br />

para iluminar la senda<br />

de la vida que se acerca.<br />

Y ya sientes que tu vida<br />

empieza a ser menos tuya,<br />

te va robando los sueños,<br />

tu sueño de nueve lunas.<br />

Miles de duendes costeros<br />

te cuidan como a ninguna,<br />

y a veces encuentras nombres<br />

que allí en la arena dibujan.<br />

Tus ojos, también tus manos,<br />

se han llenado de ternura,<br />

la ternura de las madres…<br />

simple… tan blanca… tan pura.<br />

Muy pronto vendrá tu niño<br />

con un brillito de luna,<br />

un gajito de esperanza,<br />

luz de amor de tu cintura.<br />

Varas de un sauce costero<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

fueron armando la cuna,<br />

y un lucerito andariego<br />

será la almohadita suya.<br />

Se hizo florcita de ceibo<br />

tu vientre de nueve lunas,<br />

y el río dejó cantando<br />

un collarcito de espuma. (Martinez, 1976, Inédito).<br />

Él era un ser de una gran facundia verbal. Capaz de hablar horas, días, siempre te atrapaba con sus historias<br />

heredadas de sus mayores, de los troperos, de los peones de campo, de los costeros, de los ancianos del pago. Él<br />

puso en sus canciones todo aquello que le dieron los hombres simples de la tierra, porque Linares creía en ellos.<br />

El silencio -solía decir- es el creador de la música. Los pueblos han perdido el silencio, han perdido también el oído<br />

para la música. A veces, lo vi sonreír cuando hacía esta comparación: el poeta es como un ciego, ellos ven más<br />

claro y nítido que los que abrimos los ojos, porque ellos ven para adentro, adentro de su alma.<br />

Él era correntada de río, quietud de un arroyito, un vuelo de ave; era la copla caminando; tenía la sabiduría de<br />

los abuelos, era el calor de un fogoncito en las frías noches de los inviernos.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

6.6 Los niños y la canción<br />

El canto ha sido y será uno de los dones humanos destinados a su elevación mediante temas nobles, sencillos,<br />

auténticos, capaces de enriquecer el espíritu. ¿Quién no ha escuchado los murmullos de la naturaleza<br />

armónicamente orquestados? ¿O no se ha deleitado con las variadas y alegres melodías de nuestra música<br />

entrerriana? ¿O es capaz de negar que nuestros niños y niñas en edad escolar están ávidos de percibir, crear y<br />

combinar tanto sonidos como palabras?<br />

La música además de ser un lenguaje entendido y bien recibido por todos, es una herramienta indispensable<br />

en la labor de los maestros; es una manera fácil de comunicarse. Su valor es inmenso en cada uno de los<br />

semblantes del desarrollo integral como son la creatividad, la memoria, entre otros.<br />

Es por eso que, en la educación inicial, la integración de los tres aprendizajes fundamentales para el desarrollo<br />

del ser social: hacer, conocer y convivir, tienen en la música un aliado fundamental que va unido al proceso de<br />

crecimiento y aprendizaje.<br />

Tal como acontece con muchas otras formas de expresión cultural; la música, es la manera que tiene el ser<br />

humano para expresarse y representar a través de ella diferentes sensaciones, ideas, pensamientos. Es de vital<br />

importancia no sólo por su belleza y valor estético (ambos dos elementos de suma relevancia en lo que respecta<br />

a nuestro acervo de una comunidad). Parte de lo que nos hace seres humanos sin dudas, es la música. Todas las<br />

culturas; desde las primeras civilizaciones hasta las actuales la han creado y la han practicado. (1)<br />

Los instrumentos musicales están entre los objetos más antiguos diseñados por el hombre; hay hallazgos, por<br />

ejemplo, de flautas de 37 mil años de edad.<br />

Si comparamos esto con el proceso de lectura y escritura que tiene unos 35 mil, e incluso hay comunidades que<br />

lamentablemente aún no lo practican, podemos darnos una idea del significado que tienen las melodías en la<br />

evolución de la sociedad.<br />

Los pequeños en edad escolar fueron siempre para el poeta, el músico, el educador, una gran preocupación.<br />

Nos decía permanentemente en cada encuentro compartido, la necesidad imperiosa de acercar a los pequeños al<br />

paisaje y la historia, a nuestros personajes y costumbres. Usen la abundante y maravillosa obra que han escrito<br />

grandes poetas entrerrianos, y lleguen a esos corazones, que, les puedo asegurar, están ávidos de conocer nuestros<br />

cantares, nuestras leyendas, nuestras memorias. (Cardozo, 1983, p. 26).<br />

Para el tiempo de los niños, quizás no exista otro recurso más efectivo. Cada armonía es como una primicia<br />

aleccionadora que muy dulcemente lo atrapa; una exploración y una experiencia que lo incitan al descubrimiento<br />

de su entorno, de su paisaje y todo eso que enriquecen al pequeño de una manera muy profunda.<br />

El ritmo y las palabras que tiene la canción se graban fácilmente en la memoria del pequeño; tienen cabida<br />

fecunda para el desarrollo de su sensibilidad. Y cantando -decía- encontrarán y amarán las cosas de su pago,<br />

(1) Ángel Durán Tarazona. (2012). Identificándonos con nuestra música regional. Monografía.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

de su solar; descubrirán el paisaje que lo rodea y en él, los duendes bellísimos, mágicos que lo pueblan. Todos<br />

sienten el deseo de cantar. Si alguno no puede expresarse en el juego cantando es porque algún malestar lo<br />

aqueja. El canto de un pequeño necesita el respaldo de una permanente atención; del alimento cotidiano que<br />

le dé bríos y compense su equilibrio vital. (Cardozo, 1982, p. 37)<br />

Como poetas, cantores o educadores, debemos alertar a la sociedad para que detenga su mirada en el pequeño<br />

postergado; así lo hizo don Linares cuando le cantó al Peoncito de estancia:<br />

En un tobiano pasuco<br />

con caronita pelada,<br />

ahí va el peoncito de estancia<br />

cruzando por la picada.<br />

Gauchito varón, maduro el rigor,<br />

sin saber por qué, tierno corazón,<br />

falto de calor le tocó crecer.<br />

Cumple su deber, chingolito fiel,<br />

de aquí para allá, cogollo de amor;<br />

cielo de ilusión, anda, viene y va.<br />

Recién florece su vida,<br />

dura y áspera será;<br />

anda jugando al trabajo<br />

y rinde como el que más.<br />

Los pajaritos del monte<br />

le saludan al pasar<br />

y el peoncito va silbando,<br />

silbando su soledad.<br />

Pero se endulza el camino<br />

con la frutita del tala<br />

y el chañaral florecido<br />

le va perfumando el alma.<br />

Jugo ‘el miquichí, miel de camachuí,<br />

fruto ‘el ubajay, pisingallo, tas,<br />

baquiano demás, sabe bien dónde hay.<br />

Agreste vivir, si tiene un sufrir<br />

no se escapa un ¡ay!, con que despertó.<br />

La tierra lo crio como el ñandubay.<br />

Cachorro de viaje largo<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

¡qué duro es tu trajinar!<br />

Destino sin una queja<br />

de silencio y soledad.<br />

Los pajaritos del monte<br />

lo saludan al pasar<br />

y el peoncito va soñando,<br />

soñando con su silbar. (Cardozo, 1974, p. 12).<br />

O al dulce, pero sufrido gurisito habitante de nuestras islas y costas:<br />

Islerito, islerito, pichoncito de zorzal<br />

brote de vida que alumbra inocencia litoral.<br />

Vas creciendo. Tostadito… encerrado en tu ilusión,<br />

murmullo de brisa y agua enjaula tu corazón.<br />

Fresca tu huella en la playa mañana se afirmará,<br />

y una ligera chalana al río te llevará.<br />

A prepararse islerito vamos, vamos a jugar<br />

que ya se viene la ronda, la ronda de tu ansiedad.<br />

A la rin… a la ron… la rondita del buen cazador.<br />

Curiyú… Curiyú… la rondita del buen cazador.<br />

Mojarrita, mojarrita, flor en tus manos, candor,<br />

crecen los sueños de plata, semilla de pescador.<br />

Islerito, islerito, ágil barrito de sol,<br />

adónde irá tu esperanza niño embalsado de amor.<br />

Ojo en la tarde tu estrella viene a besarte los pies,<br />

quiere enseñarte el camino sufrido del espinel.<br />

A prepararse islerito vamos, vamos a jugar,<br />

que ya se viene la ronda, la ronda de tu ansiedad.<br />

A la rin… A la ron… La rondita del buen fijador.<br />

Surubí… Surubí… La rondita del buen fijador. (Cardozo, 1981, p. 11).<br />

El docente debe saber que, con afecto, con amor y con entrega no puede haber fracasos en el alborear de la<br />

canción nativa. Las preocupaciones educativas y sociales de Entre Ríos son alentadoras. El federalismo entrerriano<br />

ha tenido que pasar por muchas pruebas, algunas muy duras, emanadas desde el centralismo que, a veces, parece<br />

absorber al país del interior. Pero nuestra provincia ha logrado siempre incorporar su agreste y sencilla entonación<br />

al himno de los argentinos, revitalizando con su obra un programa de cultura nacional que confirma, una vez más,<br />

la verdad incuestionable de que la nación está en cada rancho, en cada pueblo, en cada comarca. Para alegría del<br />

cantor, el sonido de la tierra nativa fluye de una manera transparente y pura; y desde su emoción estamos los<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

habitantes de este suelo plantados con conciencia de destino. Motivemos la copla en nuestros hijos hasta lograr<br />

que amen nuestra poesía y nuestros acordes sin descuidar un ápice las áreas de su formación integral; incluyendo<br />

el total desarrollo de su sensibilidad y capacidad creadora, compartiendo sus vivencias, su paisaje, enriqueciendo<br />

su sentimiento, buscando los recuerdos guardados, las cadencias candorosas del primer alborear. Desovillemos<br />

el hilo de los recuerdos en los niños, a través de una prosa, de una poesía, de una copla, para que lo aprendido<br />

desde la infancia deje una marca imborrable en su corazón. Que puedan siempre recoger lo que ha quedado<br />

sembrado en su alma, las palabras de sus padres y abuelos, el paisaje, el color y el calor de su tierra, para que<br />

nunca la olviden, para que nunca dejen de amarla…<br />

Los duendes montaraces<br />

se enredaron en mi voz para encender el canto.<br />

Y desde ese instante,<br />

estoy fluyendo en coplas por mi tierra amada.<br />

Y me vuelvo grito y pluma, agua y cielo,<br />

y digo su nombre, y ella se acerca mansamente,<br />

y me lleva de la mano<br />

por el camino azul de la nostalgia.<br />

Entre Ríos,<br />

protege esta luz del canto que me diste,<br />

busca en el vientre de arena y pedregullo de tus ríos<br />

alguna arcaica vasija de barro<br />

que arrastra el tiempo,<br />

para que regrese cándida y fresca<br />

cuando necesite saciar mi alma sedienta.<br />

Entre Ríos,<br />

tierra del latido y pródigas riberas,<br />

libera esta luz del canto que me diste<br />

si algún día se callan tus zorzales y calandrias.<br />

Ya sé, tú me dirás,<br />

no es lo mismo, pero igual cuenta con él;<br />

siempre fue tuyo<br />

y hasta puede morir por ti si lo reclamas. (Martinez, 2014, p. 9).<br />

Cantemos con ellos siguiendo los pasos de Linares, viviendo su frescura, su sencillez y dejemos que se grabe<br />

para siempre el clima musical de la niñez; y así, gozando de la euforia de los cantos y ritmos sonoros, entrerrianos;<br />

crezcan alegres, sanos de amor por su pago, ese pago de ensueños que tiene la belleza de los pájaros, la caricia<br />

de sus ríos, la variedad de su fauna, que nos permite encontrar canciones que les ayudarán a compenetrarse y<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

jugar con el paisaje, y así crecerán plenos de vitalidad en beneficio de un destino mejor.<br />

Se rejuntó el bicherío<br />

hace mucho tiempo atrás,<br />

a bailar la chamarrita,<br />

chamarrita de Alcaraz.<br />

Volando van los chasqueros<br />

muy dispuestos a invitar,<br />

a Santa Fe un tero-tero<br />

y a Corrientes un chajá.<br />

Por entre arroyos y aguadas<br />

se vino don yacaré,<br />

del brazo con la tortuga<br />

verseados en chamamé.<br />

Escoltados de un caraú<br />

un coqueto tuyuyú,<br />

un cuí y un capibaé<br />

monta’os en la curiyú.<br />

Despiertan los musiqueros<br />

la chamarrita mejor,<br />

hay un zorro guitarrero<br />

y un tatú con acordeón.<br />

Un guasuncho bastonero<br />

dio a la nutria un charabón,<br />

la iguana coluda y vieja<br />

al hurón por pelador.<br />

Después de mucho bailar<br />

dijo el juez un dormilón,<br />

es la pareja mejor<br />

comadreja y bizcachón.<br />

Se terminó la función<br />

cuento de nunca acabar,<br />

cuando bailaron los bichos<br />

chamarrita de Alcaraz. (Cardozo, 1973, p. 8).<br />

Cantemos niños, cantemos.<br />

Cantemos todos con bríos<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

jubilosos de esperanza<br />

como el canto de Entre Ríos… (Cardozo, 1989, p. 196).<br />

¡Jubiloso!... ¡Esperanzado!... ¡Amoroso, dulce y tierno!... Así lo refleja Linares en muchas de sus composiciones<br />

dedicadas a los niños y a las madres. Fue casi una obsesión en su camino de poeta y cantor, dejar coplas que los<br />

atrapen, que los nombren y en ellas estaba reflejado el inmenso amor que sentía por ellos…<br />

Es la mañana de octubre<br />

albricias de primavera<br />

y ya florece mi acento<br />

para la madre costera.<br />

Aprendí tu dulce amor<br />

maternal, y con tu empeño<br />

alumbraste un arroyó<br />

espinelera de sueños.<br />

Si te habré visto acunar<br />

tu bello gurí durmiente<br />

río de amor, fuerza pura<br />

esperanzada creciente.<br />

¡Santa Madre... Luz costera!...<br />

se vuelve manto azulado,<br />

la que suaviza asperezas<br />

de mis arroyos tapiados.<br />

Estrella en mi cielo oscuro<br />

mi resolana y sombrita<br />

y de mi arenal desnudo<br />

la varilla florecida.<br />

Duerma niñito costero<br />

lucerito en cerrazón,<br />

la madre vela tu sueño<br />

río..., ¡creciente de amor!... (Cardozo, 1982, p.<br />

Los niños hallarán siempre en su poesía y en su canción una esperanza, un mensaje de aliento; esas coplas<br />

les dirán a los pequeños que en la vida podemos perder muchas cosas, menos el respeto hacia nuestros mayores,<br />

el amor a la tierra que nos vio nacer, la dignidad, ni las convicciones.<br />

Su canto siempre estará con ellos, reflejando sus ilusiones, sus alegrías, y el río será como un bálsamo fresco<br />

en los días de tristeza. Y les dirá: Canten, canten porque es una hermosa manera de reproducir y transmitir toda<br />

nuestra cultura, nuestros ideales y las causas justas. (Cardozo, 1983, p. 12).<br />

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176<br />

“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

7. <strong>LINARES</strong>… CORRIENTE DE AGUA DULCE DE RÍO<br />

______________________________________________<br />

“La orilla” (Acuarela de: Linares Cardozo)<br />

7.1 Linares y los ríos<br />

Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre;<br />

sus costas están solas y engendran el verano.<br />

Quien mira es influido por un destino suave<br />

cuando el aire anda en flores y el cielo es delicado.<br />

La conozco agraciada, tendida en sueño lúcido.<br />

Da gusto ir contemplando sus abiertas distancias,<br />

sus ofrecidas lomas que alegran este verso,<br />

su ocaso, imperio triste, sus remolonas aguas. (Mastronardi, 1956, 2da. Ed., p. 5).<br />

En el comienzo de su vasto y hermoso poema Luz de provincia, Carlos Mastronardi dice refiriéndose a Entre<br />

Ríos: “Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre...” Y es quizás, esa fluida caricia la que fecunda y se queda<br />

en el canto de Linares y lo convida a demorarse en la gracia profunda de su gente, de sus costas, de sus campos,<br />

de su luz y de su aire. Esa canción se vuelve tibio abrazo, leñita fogonera, guitarra trasnochada; esa copla terruñera<br />

se abre también a las voces de otras tierras y les cuenta como es el entrerriano; y les habla de su historia, sus<br />

leyendas mágicas, sus costumbres. De este modo, su mensaje cancionero cumple con aquello que dijo el gran<br />

novelista ruso León Tolstói: Pinta tu aldea y pintarás al mundo. Su canto va desde lo regional hasta lo nacional y<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

lo universal preparando el humus donde el tiempo entra en la floración de nuevas y más amplias formas de<br />

expresión. Si bien esa canción de dos ríos le otorga una validez excluyente de entrerrianía; es una voz que se<br />

comparte y se vive en esa manera tan sencilla y hermosa que tiene para expresarlo: el simple tajamar, el arroyo,<br />

el río cantan según su voz y nadie puede pretender encerrarlo en un cauce poético, melódico o rítmico preconcebido<br />

y único a riesgo de caer en la elaboración de un cliché que resulte ajeno a su modo de fluir que sabemos,<br />

con alegría, es tentativo y libre; como fueron las coplas del patriarca del folclore entrerriano.<br />

En una ronda de amigos contaba la siguiente anécdota, y en ella, como nació sin pensar un tema que siempre<br />

le agradó porque le traía muchos recuerdos:<br />

En mis tiempos de mozo, todavía residía en La Paz, me enamoré de una paisanita que vivía en una estancia<br />

muy cercana a la de mi tío Manuel. A la siesta, Don Lino me ensillaba el tordillo y yo me iba a visitarla; su padre<br />

me aceptaba, a regañadientes, pero me aceptaba. Una tarde se desató una tormenta y al costear un arroyito<br />

el tordillo, por un trueno, se asustó y me tiró, con tanta mala suerte que caí cerca de la orilla y quedé todo<br />

embarrado. Cuando el caballo se calmó, lo volví a montar y no sabía qué hacer, estaba tan cerca del rancho,<br />

pero todo embarrado. Me lavé un poco la cara y el pelo y enfilé igual, las ganas de verla me superaban. Mientras<br />

iba llegando en un galope, fui improvisando unas coplas, y así nació con el tiempo, recordando esa hermosa<br />

anécdota de mi juventud, una canción que la titulé: “Costeando el tajamar”, y que dice:<br />

Chaparroncito, chaparroncito,<br />

lávame la cara<br />

que estoy llegando de un galopito<br />

a mi enamorada…<br />

Chaparroncito, chaparroncito,<br />

lávame la cara,<br />

que voy llegando de un galopito<br />

a mi enamorada;<br />

repica un dulce trinar<br />

caseritos de vivo aletear,<br />

cuánta alegría y algarabía<br />

en el pajonal.<br />

Costeando voy el tajamar<br />

con la ilusión de mi heredad,<br />

en el bañado ya dio<br />

su alerta el chajá, chajá;<br />

las gallaretas se van<br />

nadando al juncal,<br />

y dele chistar está pitangüá<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

en un curupí a ver si puede pescar.<br />

Salió el solcito, salió el solcito<br />

refrescada el alma,<br />

y un arco iris luce pialando<br />

la verde lomada;<br />

blancas casitas se ven<br />

asomadas entre el paraisal,<br />

muy donosita, mi entrerrianita<br />

me sale a esperar.<br />

Costeando voy el tajamar<br />

con la ilusión de mi heredad,<br />

en el bañado ya dio<br />

su alerta el chajá, chajá;<br />

las gallaretas se van<br />

nadando al juncal,<br />

y dele chistar está pitangüá<br />

en un curupí a ver si puede pescar.<br />

Chaparroncito, chaparroncito,<br />

lávame la cara,<br />

chaparroncito, chaparroncito,<br />

refréscame el alma. (Cardozo, 1980, p. 8).<br />

Y esta provincia abrazada por dos grandes cauces de agua y surcada por cientos de riachos y arroyos le marcó<br />

el destino. Esos dos ríos muy diferentes, pero unidos en un mismo caudal, el de la poesía y la música de Linares<br />

Cardozo.<br />

Del Paraná de los sueños<br />

al Uruguay de ilusión,<br />

se viene andando mi río<br />

verdeando alegre pregón.<br />

Soy un río esperanzado<br />

de corazón silbador,<br />

y digo en gracia del pago<br />

dos ríos y un sólo amor. (Cardozo, 1980, p. 1).<br />

Desde el momento en que la tierra se despereza ante Linares Cardozo, el poeta aparece junto al río. Quizás,<br />

porque su niñez estuvo rodeada de agua. El arroyo de la infancia bordeando su casa paterna y allí muy cerca a<br />

unos pocos metros el Paraná, pariente del mar. El cantor, el músico ya está ahí cuando se alza el telón. A pie, en<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

chalana, a caballo, a nado llega hacia las aguas un muchacho entrerriano a quien la vida le depararía el mejor de<br />

los destinos: hacerse célebre cantándole a su solar y su gente. “Por el Cabayú Cuatiá viene Linares Cardozo /<br />

nadando hasta el Paraná y el alma llena de gozo, / cuando lo veo pasar de arriba de la barranca / suelo chiflarle<br />

demás para que me lleve en ancas”. (Guarany, 2002).<br />

Tú me dirás,<br />

¿qué pretender de aquello que se ha ido?<br />

pero no me conformo porque en mi ser perdura<br />

dulce y amanecido con amor que atesora<br />

muchachuelo paceño integral en tus bríos<br />

que anda hurgando en su sangre sus auroras.<br />

La Paz de mi añoranza, La Paz de mi ternura,<br />

La Paz, de mi alabanza.<br />

Noches lejanas sin La Paz… ¡Sin paz!<br />

Sin ese azul soleado<br />

que ilumina tu apretada y lineal gracia sencilla,<br />

sin tu río con aires volanderos,<br />

empinada, jovial, entre verdes costeros,<br />

sin ágiles torcazas, sin amigo y chalana,<br />

sin los caireles del yucal florido,<br />

sin el Cuatiá del inocente trino.<br />

¡Oh! Mi La Paz querida…<br />

Presente estás, paloma bendecida,<br />

presente, esperanzada y más hermosa.<br />

La Paz de mi fortuna, la que alumbró mi vida,<br />

que despertó mi canto, que me encendió la rosa… (Cardozo, 1982 a, p. 44).<br />

Lo primero que piensa el poeta, el cantor provinciano es que si quiere hacerse célebre el camino es Buenos<br />

Aires. Sin embargo, Linares elige Paraná; solamente iría a la gran capital a grabar o contratado por actuaciones.<br />

Allí, eligió su lugar en Bajada Grande y como en La Paz, muy cerca del río. No quiso huir de su tierra; la quería<br />

demasiado y sabía que aquí con sus paisanos y sus ríos amados encontraría la fontana de su canto. Se quedó para<br />

conocer los atajos y encontrar la senda que lo lleve hasta el corazón de los entrerrianos. A caballo, a pie, en chalana<br />

o a nado… recorrer su amada provincia fue, diríamos, casi una secuencia de la desesperación. En búsqueda de los<br />

ritmos perdidos; aquellos que había escuchado de niño en la estancia de su tío Manuel; en busca de las leyendas<br />

e historias que andaban en el aire entrerriano emprende su aventura literaria: cabalga, camina, se zambulle, rema.<br />

Así, fue parte de ese fresco abrazo de agua de su amada comarca.<br />

A esta comunión con sus arroyos y ríos la encontramos en sus comienzos como autor. A los 22 años ya compone<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Semblanza de la madre maestra: Un sentido homenaje que se le escapó del corazón, -solía decir- (Cardozo, 1982b).<br />

Después nacen: Honderito del Cuatiá y Chacarera del arroyo.<br />

Está trenzado este canto<br />

para mi pago el más criollo,<br />

donde florece el ceibal<br />

iluminando el arroyo.<br />

Arroyo que serpenteando<br />

hizo fuerza y abrió cancha,<br />

parece un lazo jugando<br />

entre las verdes lomadas.<br />

Arroyo de los misterios<br />

encerrados en barrancos,<br />

mogotes de cortaderas<br />

luciendo penachos blancos.<br />

Arroyito, mi arroyito<br />

que en mi recuerdo he’ i volver,<br />

como tropilla sedienta<br />

que va trotando al jagüel.<br />

Solía mirar los caseros<br />

con su pico bien cargado<br />

y en un algarrobo viejo<br />

hacer su nido cantando.<br />

Murmullo del pajonal<br />

los chororoces y urracas,<br />

el silbo de algún zorzal,<br />

los gurises en las marañas.<br />

Arroyo de lecho seco<br />

de recodos admirados,<br />

cuando lo besa el solcito<br />

en las tardes de verano.<br />

Arroyito, mi arroyito<br />

que en mi recuerdo he’i volver,<br />

como como tropilla sedienta<br />

que va trotando al jagüel. (Cardozo, 1972. p. 11).<br />

Allí están, el cantor, el arroyo y sus ríos donde las aguas se transforman en una gran guitarra que lleva sus<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

canciones primero, por su tierra entrerriana, luego por el país; hasta que nace Canción de cuna costera y entonces<br />

su canto, su poesía toman vuelos insospechados y las grandes voces de la patria grande ponen sus ojos en ese<br />

entrerriano que le cantaba al río y a su gente.<br />

Sin embargo, es posible disponer en diversas series sus canciones del río. Los momentos, las madres, los<br />

hombres, los oficios, los pájaros. Todo lo ligado a ese Paraná mágico y al Uruguay de los trinos tendrá un lugar<br />

preferencial en su obra creadora. Esa decisión estética dota a su poesía de una inmediata novedad. El río es el río.<br />

Ese militante menoscabo de la ambición toponímica tiene en su reverso la efectiva consignación de los matices<br />

que adquieren las orillas, las islas, su correntada. En sus creaciones todos esos elementos aflorarán. Lentamente<br />

en cada copla hilvanada, en la melodía buscada, brotará el diálogo sonoro que la ausencia ha silenciado y entonces<br />

él retornará; y allí estarán los árboles, los pájaros, los abuelos dormidos, los pescadores en sus canoas, las madres<br />

con sus nanas y bordeando el arroyuelo los niños, los amigos de la infancia.<br />

Lo encontré en las Cuatro Bocas<br />

entre arena y varillal,<br />

bolsita con pedregullo,<br />

honderito del Cuatiá.<br />

-No le tienes miedo al solme<br />

abarajó sin dudar,<br />

- ¿no ves que soy cazador,<br />

honderito del Cuatiá? -<br />

Y yo que andaba de vuelta<br />

eché mi copla a volar,<br />

copla es semilla de amor<br />

suele a veces germinar.<br />

Honderito del Cuatiá<br />

no le tires al zorzal,<br />

porque está alumbrando el pago<br />

y te regala el cantar.<br />

Cardenalina gentil,<br />

overito tero real,<br />

son las joyas de tu arroyo<br />

honderito del Cuatiá.<br />

Hay un cielo de matracas<br />

que te alerta sin cesar,<br />

centinela del barranco<br />

tu tierra así has de cuidar;<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

el aire sabe a “capincho”<br />

tu sangre lo fue a rastrear,<br />

no lo apures al camino<br />

honderito del Cuatiá.<br />

La palomita de gris<br />

parece un juguete más,<br />

tiene cuerda y va embuchada<br />

picando entre el biznagal.<br />

Mira la yunta feliz<br />

no se cansan de amasar,<br />

trabajan los caseritos<br />

su rancho en el paraisal.<br />

El aire sabe a “capincho”<br />

su sangre lo fue a rastrear,<br />

no lo apures al camino<br />

honderito del Cuatiá.<br />

Sonrióse el gurí, siguió<br />

chiflando entre el varillal,<br />

su trino quedó en el aire<br />

su huella en el arenal. (Cardozo, 1977, p. 9).<br />

La índole de las sucesivas observaciones fluviales que registra en sus todas creaciones demuestran un atento<br />

contacto: están los colores, los sabores, los matices tan particulares, la calidad y variedad de los sonidos y todo<br />

esto en combinación con las estaciones del año; incluso con los diferentes horarios del día y es tan sutil, que a<br />

veces, en alguna de sus creaciones conjuga al paisaje del río y la ribera, con los pájaros que en esas horas surcan<br />

el cielo costero:<br />

Qué lindo cuando amanece<br />

sobre la boca de los arroyos<br />

la costa mansa y serena<br />

va despertando con sus pregones,<br />

irrumpe la gracia alada<br />

diamante vivo de pico rojo<br />

rayando el cristal dormido<br />

los rayadores, los rayadores.<br />

Qué lindo en el mediodía<br />

cuando las aguas pasan calladas<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

está soleada y vibrante<br />

la plata y bruma de los confines,<br />

cadencia de vuelo airoso<br />

hacen su ronda en la playada<br />

calando el alma del río<br />

los gaviotines, los gaviotines.<br />

Litoral querido, déjame cantar<br />

pulsando los días<br />

mi dicha costera junto al Paraná.<br />

Qué lindo son los ocasos<br />

de resplandores sobre el barranco,<br />

gorjeos de despedida<br />

hay un suspenso de luz que aquieta,<br />

contraste de movedizas<br />

llenan la tarde con sus piruetas<br />

cortando el rayo del cielo<br />

las tijeretas, las tijeretas.<br />

Qué linda la noche clara<br />

cuando la estrella danza en las aguas,<br />

lejana la ceja islera<br />

está apagando cálidos grises,<br />

se escucha el eco estirado<br />

de un chicotazo en la corredera<br />

y en una audaz serenata<br />

los siririces, los siririces.<br />

Litoral querido, déjame cantar<br />

pulsando los días<br />

mi dicha costera junto al Paraná. (Cardozo, 1977, p. 6).<br />

En su obra cancionera fue tomando las vivencias, los recuerdos de su infancia, y así, le cantó a los ríos y a la<br />

gente que los habita, y se vuelve interesante contemplar que si tomamos alguna canción en forma aislada no todo<br />

el río aparece en sus poemas, pero al ir penetrando en sus creaciones, el lector, el oyente, tiene la impresión de<br />

estar ante una totalidad que lo abarca plenamente.<br />

Si tuviésemos que resumirlo en una fórmula sería la siguiente: su poesía, sus canciones no contienen al río sino<br />

a la inversa, es el río quien contiene a ellas. Y en esos cantares rescata al paisaje, al hombre, a los oficios; dedica<br />

gran parte de sus realizaciones para plasmar poesías, leyendas e historias ligadas a su provincia de agua.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Siempre recordaba momentos fascinantes de su infancia y de su adolescencia, esos instantes que le habían<br />

dejado hermosas y profundas huellas en su corazón.<br />

Nosotros de muchachuelos íbamos a la isla Curuzú Chalí en canoa y nadando. Allí, pasábamos el día y a la<br />

tardecita emprendíamos el regreso. Una vez, encontramos con Lindolfo, mi hermano mayor, un pedacito de<br />

barro; parecía el nido de una avispa, pero era duro como una piedra y tenía unos dibujos que no se veían muy<br />

bien. Yo lo metí en una bolsita y cuando volvimos se lo di a mi mamá y ella me dijo: Rubén, han hecho un descubrimiento<br />

hermoso, esto es una ocarina, un instrumento de los antiguos dueños de esas tierras. Mi mamá, con<br />

una paciencia infinita y la sabiduría que sólo tienen las madres, la fue limpiando y una noche nos sorprendió<br />

tocando una hermosa melodía con esa ocarina. Le habían vuelto los sonidos y en esos sonidos, seguramente,<br />

andaba el alma de algún chaná o guaraní.<br />

Pasó el tiempo, yo ya era Linares Cardozo; y una noche sueño con mi madre que me decía: Rubén, me debes<br />

la canción de la ocarina… no te olvides, la estoy esperando… Me desperté sobresaltado porque había sido algo<br />

corto, pero hermoso; allí estaba ella pidiéndome una canción. Recuerdo que miré el reloj y eran casi las tres de<br />

la mañana. Busqué la guitarra, me senté en la cama… y a las seis ya tenía terminada Canción de la ocarina<br />

perdida. (Cardozo, 1982b, p. 9).<br />

Como comienzan los cuentos<br />

hubo una vez un gurí,<br />

que descubrió una ocarina<br />

allá en Curuzú Chalí,<br />

en el arenal perdida<br />

allá en Curuzú Chalí.<br />

Era de arcilla liviana<br />

como una brisa de abril,<br />

era un cascabel del aire<br />

de mi Curuzú Chalí,<br />

era de arcilla liviana<br />

como una brisa de abril.<br />

Yo desperté su dulce palpitar<br />

lejano sol, eco de eternidad,<br />

que delicada mano de alfarero feliz<br />

modeló la ocarina de Curuzú Chalí.<br />

¡Cuánto tiempo guardado!<br />

¡Cuánta luz por vivir!,<br />

en el trino y la gracia de Curuzú Chalí.<br />

Ha corrido mucho el río<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

lejos se quedó el gurí<br />

de aquella dulce ocarina<br />

de mi Curuzú Chalí,<br />

ha corrido mucho el río<br />

lejos se quedó el gurí.<br />

Alguna vez fue música y cantor<br />

lejano sol, trago de ilusión,<br />

que musiquero indio anduvo por allí<br />

y la dejó dormida en Curuzú Chalí.<br />

¡Cuánto tiempo callada!<br />

¡Cuánta luz por vivir!,<br />

en el trino y la gracia de Curuzú Chalí.<br />

La, la, la, la, la, la, la, la...<br />

aquella dulce ocarina<br />

se perdió con el gurí,<br />

era de arcilla liviana,<br />

como una brisa de abril,<br />

era de arcilla liviana<br />

de mi Curuzú Chalí. (Cardozo, 1980, p. 2).<br />

En sus letras, la temática de los habitantes de las islas con sus sueños y esperanzas, sus alegrías y sus dolores<br />

es la que mayor trascendencia ha tenido dentro de sus realizaciones. La razón es compleja, quizás, el cantor en<br />

algunas de sus obras, quiso ser la voz de los que no tienen voz. En varias creaciones denuncia las injusticias: A la<br />

injusticia la grito, / nunca la voy a callar, / porque soy lobo del río, / porque soy la libertad…, se revela en El alza ‘o<br />

de las islas (Cardozo, 1973, p. 6); y en Lonja costera (Cardozo, 1973, p. 10) se detiene en la figura del islero que<br />

se levanta contra un atropello. La mayoría de las islas del norte entrerriano son tierras fiscales; en ellas han vivido<br />

familias isleras de generación en generación y muchas veces, son apurados, apretados por los poderosos que<br />

quieren quedarse con la tierra. (Cardozo, 1983, p. 4). Lonja costera, es una sentida milonga entrerriana en la cual<br />

el poeta cuenta esa realidad y destaca en su letra la firmeza<br />

del hombre por defender lo que considera que es suyo:<br />

Esta tierra no se da<br />

ni se vende compañero,<br />

esta es la lonja que queda<br />

pa’ que sueñen mis costeros.<br />

Que por qué no busco rumbo,<br />

cómo aguanto este arenal,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

apretuja ‘o y a los tumbos<br />

en esta franja fiscal.<br />

Será porque soy un brote<br />

de mi tierra litoral,<br />

será porque tengo un río<br />

que me está haciendo cantar.<br />

Será porque sobra vida<br />

y un alambre pa’ luchar,<br />

porque en cada recorrida<br />

la esperanza va alumbrar.<br />

Que venga la sudestada,<br />

que me tape el arenal,<br />

soy pescador de mi río,<br />

cancha de mi libertad.<br />

Será porque soy del pueblo<br />

río que nutre y se da,<br />

ese que crece en la sangre,<br />

río de la humanidad.<br />

Que venga la sudestada,<br />

que me tape el arenal,<br />

soy pescador de mi tierra,<br />

cancha de mi libertad.<br />

Como que soy bien costero<br />

y no nací pa’ aflojar,<br />

en esta lonja me quedo<br />

cantaré hasta el aclarar. (Cardozo, 1973, p. 10).<br />

Otra temática muy interesante que uno encuentra en su cantar es la de recuperar viejas leyendas costeras.<br />

Aquellas que recogió en su largo peregrinar y en sus animadas charlas con los habitantes ribereños. Toma esas<br />

historias, las recrea, las vuelve canción, las hace amenas para que lleguen sobre todo a los niños de las escuelas.<br />

La leyenda de “los negritos del agua o hijos del diablo”, la escuché en varias regiones y de distintas formas,<br />

pero siempre referida a un pequeñito que se ahoga. Oí contar que los “añamembuy” o sea los “hijos del Diablo”,<br />

llegaban a la orilla a llevar a los gurises a las profundidades y así robar almitas de esos niños. Otros relatos,<br />

sobre todo uno que recolecté de una vieja lavandera de la Bajada de la Cruz a quien se le había ahogado un<br />

hijo, narraba la historia diciendo que “los negritos del agua” eran duendes que vivían en socavones del río y si<br />

estaban aburridos, venían a la superficie y se llevaban a algún costerito tan solo para jugar, y entonces el niño<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

se ahogaba… Y ella me decía: mi gurisito apareció a los tres días, cuando se cansan, lo sueltan… (Cardozo,<br />

1983, pp. 14-15).<br />

Toma estos relatos que venían de las antiguas voces costeras y compone una canción muy profunda y triste y<br />

la titula: Dolora de una madre costera…<br />

La barranca y la playada<br />

se sacuden por un grito,<br />

es un llamado de madre<br />

al negrito del remanso<br />

que le ha llevado su niño<br />

hacia el socavón del río.<br />

La costa vive un dolor,<br />

un dolor sin igual;<br />

la madre busca su amor<br />

cogollito ‘el ceibal.<br />

Es tan reciente su flor<br />

ya no está, ya no está,<br />

solo se escucha un clamor<br />

soledad y arenal.<br />

Negrito... devuélveme mi gurí,<br />

devuélveme mi gurí;<br />

y nadie responde<br />

solo un eco vago<br />

el del remanso gris.<br />

Tan chiquitito es mi realito,<br />

es mi cunumí,<br />

mi pichoncito, pitangüacito<br />

lo robó el cambaí;<br />

cambaí maldito, cambaí maldito<br />

el añamembuí, dame mi hijito,<br />

mi tapecito, mi cunumí.<br />

Tan chiquitito, tan tostadito,<br />

es mi cunumí,<br />

che mitacito, mi virachito,<br />

lo robó el cambaí;<br />

cambaí maldito, cambaí maldito<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

el añamembuí, dame mi hijito,<br />

mi tapecito, mi cunumí.<br />

Negrito... devuélveme mi gurí,<br />

devuélveme mi gurí…<br />

La costa vive un dolor<br />

ancestral, maternal. (Cardozo, 1980, p. 12).<br />

Otra tradicional leyenda que rescata en un paraje denominado El Ramblón, lugar cercano a su pago de La Paz,<br />

es la Leyenda de la Cambuiré. Esta triste historia en nuestra zona se ve ligada al origen del pato crestón cuyo canto<br />

en las tardes se asemeja a un mustio gemido. Este relato escuchado en esas noches de fogón y guitarras lo inspira<br />

para componer La Cambuiré:<br />

No se asuste tanto, comadre<br />

por esos lamentos que le trae el viento<br />

si es la Cambuiré.<br />

En noches de luna<br />

cuando hay niebla baja sobre la laguna<br />

con la crestonada, la melena al viento,<br />

sollozando triste va la Cambuiré.<br />

Es la historia de una moza<br />

que a un hombre gaucho no le fue fiel,<br />

guaina hermosa del Basualdo<br />

y la llamaban la Cambuiré.<br />

El gaucho era golondrina<br />

y a la faena un día se fue,<br />

con la esperanza guardada<br />

porque lo amaba la Cambuiré.<br />

Cuentan los nutrieros, comadre,<br />

que una vez volvió<br />

y al verse engañado<br />

se ahogó en El Ramblón.<br />

La pobre desesperada<br />

entre la niebla se fue tras de él,<br />

solo halló a la crestonada<br />

con ella vaga la Cambuiré;<br />

se lo cuento mi comadre<br />

pa’ que le rece una oración,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

pueda ser que con el tiempo<br />

quede librada ‘e su maldición.<br />

Escuche a la crestonada<br />

va sollozando la Cambuiré...<br />

Escuche a la crestonada<br />

va sollozando la Cambuiré. (Cardozo, 1973, p. 12).<br />

Los ríos han sido el centro de la vida de los seres, de los animales y de las plantas de la región desde los tiempos<br />

remotos; y si el deseo es mantener viva esa memoria, nada mejor para ello, parece decir el cantor que contarlo. Y<br />

el hombre, es el elemento esencial de ese paisaje; y el poeta, gran observador, lo ha retratado en su obra literaria<br />

y cancionera; en ella aparecerá siempre el costero sufrido, esperanzado, luchador. El ribereño y su silencio ante la<br />

inmensidad de la tierra.<br />

Auténtico baqueano del río es el pescador espinelero. Se lo puede ver inmóvil sobre su canoa detenida. El<br />

pescador nace, vive y muere en una humilde población costera cuyos ranchos se superponen y acomodan en los<br />

desniveles, ganando espacio al barranco para defenderse de las crecientes.<br />

El oficio es heredado del padre y del abuelo, y no existe recurso propio de la tarea que no le sea conocido. El<br />

mismo teje sus redes y tiende su "alambre”, conoce todos los secretos del río. Los distintos encarnes, sus diversas<br />

épocas, sabe cuándo está pasando el pescado, donde están los pozos para echar las redes e intuir las honduras.<br />

Los largos silencios y la soledad compartida con el río durante años, hacen del pescador un hombre callado. A<br />

esta estampa del río y el hombre la pinta plenamente en una hermosa milonga que él titula: Soledad de espinelero.<br />

Velo gris sobre el paisaje<br />

desnudo el mundo costero<br />

y en la grandeza ‘e la cancha<br />

solito, el espinelero.<br />

La llovizna cae serena<br />

está llorando el invierno,<br />

como perdido en las brumas<br />

solito, el espinelero.<br />

No da trinos el paisaje<br />

más bien está pa’ silencio<br />

y allá en la raya ‘e la espuma<br />

solito, el espinelero.<br />

El grito de una gaviota<br />

va quebrando el aire quieto,<br />

y vertical sin derrotas<br />

solito, el espinelero.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Botador, remo, esperanza,<br />

lucha firme, achicadero,<br />

canoita arribadora<br />

solito, el espinelero.<br />

Desde lejos le pregunto<br />

es decir, pa’ mis adentros,<br />

qué pensará sobre el río<br />

solito, el espinelero.<br />

Es una sombra lejana<br />

y yo nomás la contesto,<br />

ese es el hombre en el tiempo<br />

solito, el espinelero.<br />

En el río del destino<br />

vamos quemando los sueños,<br />

pa’ quedar en soledad<br />

mesmito el espinelero.<br />

No hay repecho que no canse<br />

por más que sea un hombre entero,<br />

del remanso de la vida<br />

a la noche de silencio.<br />

Malaya quede una estrella<br />

pa’ iluminarle el pesquero<br />

y no se sienta tan solo,<br />

solito, el espinelero. (Cardozo, 1977, p. 12).<br />

Las personas, los hechos, las vivencias que convoca el poeta vienen a ser ya reunidos cual un secreto carnet del<br />

alma; como una ternura retrospectiva que no aspira a lograr autonomía exterior. La canción de Linares tiene, por<br />

otro lado, un cariz visual que impacta desde el momento inicial: su forma en la letra y en la música remedan el<br />

cauce de un río visto desde la altura y junto a él, su gente. Tomaba el concepto de Juan L. Ortiz cuando decía: “era<br />

yo un río… me atravesaba un río”. Es decir, el paisaje no frente al hombre sino en el hombre, la unidad, rompiendo<br />

la frontera entre sujeto y objeto.<br />

Está tirante el alambre<br />

señero del corazón,<br />

para evocar esa vida<br />

de Feley, el pescador;<br />

era una vida sencilla<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

río crecido de amor,<br />

era trabajo, esperanza,<br />

don Feley, el pescador.<br />

El arroyito e’ Las Viejas<br />

las veces que vio partir,<br />

a su canoita islera<br />

en procura del vivir;<br />

dejó el espinel cantando,<br />

la barranca repechó,<br />

palanca, provista y sueños<br />

don Feley con su pregón.<br />

Pescadito... Pescadito...<br />

Una mañana de invierno<br />

cuando la bruma pasó<br />

repuntando su destino<br />

en la playa se durmió;<br />

las olas lo acariciaban<br />

como siempre pienso yo<br />

se le empañaron los ojos<br />

a Feley, el pescador.<br />

Ya no está su canoita<br />

que tantas vidas salvó<br />

con arrojo y valentía<br />

de aquel remanso traidor;<br />

solo un eco por las islas<br />

se escucha por la oración<br />

es el pregón endulzado<br />

de Feley, el pescador. (Cardozo, 1981, p. 12).<br />

Y le canta a la esperanza que, más allá de las adversidades siempre estará presente en el humilde; y el cantor<br />

lo refleja permanentemente en su obra.<br />

La confianza del costero… Si el río crece; ya bajará… y empezaremos de nuevo… Si la pesca hoy ha sido escasa;<br />

mañana será abundante… La esperanza del ribereño, de la gente sencilla del pago.<br />

Mira Negra, si es preciso<br />

al Anegadizo me vi ‘a azotar,<br />

tal vez entre sus isletas<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

alguna pieza pueda agenciar.<br />

Anda un casal de picazos<br />

y por si acaso vi ´a preparar,<br />

la trampa en el jugadero<br />

con algún cuero nos va a sobrar.<br />

Que querés que le haga<br />

no sale el pesca ‘o,<br />

he probra’o encarnes y sigue roga´o;<br />

anímate vieja no seas así<br />

que la vida ´el pobre se ha hecho pa’ sufrir.<br />

Bueno “Negra” no es pa’ tanto<br />

guarde su llanto que ya me voy,<br />

que despedida me asiste<br />

pollona triste, lucido estoy,<br />

dele un beso a los gurises<br />

mis siririces que ya me voy<br />

no es pa’ sábalo esta fija<br />

no se me aflija soy un Godoy.<br />

Cuántas cosas lindas que le vi ´a traer,<br />

y pa’ los hijitos habrá que comer,<br />

anímate vieja no seas así<br />

que la vida ‘el pobre se ha hecho pa’ sufrir.<br />

Bueno, vieja, bueno, bueno,<br />

alcánzame el botador,<br />

mañana pa’ antes de que vuele la mosca<br />

yo vi ´a estar de vuelta,<br />

arriba Canela, vamos perro, vamos...<br />

Cuántas cosas lindas que le vi ‘a traer,<br />

y pa’ los hijitos habrá que comer,<br />

anímate vieja no seas así<br />

que la vida ´el pobre se ha hecho pa’ sufrir. (Cardozo, 1973, p. 2).<br />

Toda su obra fue un gran canto fluvial que nos lleva a la contemplación y a la inmensa valoración de nuestra<br />

provincia de los trinos. Las costumbres costeras, las viejas historias escuchadas entre mate y mate en un fogón<br />

islero; los gurises jugando en ese entorno maravilloso del Paraná y las costas paceñas son retratadas en sus<br />

canciones. Una composición en aire de chacarera estirada que muestra este bello paisaje y a su gente es: La<br />

193


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

costera. En su letra están los gurises a quienes compara con los “macacitos” al zambullirse; los remedios de la<br />

madre buena utilizando las plantas que le da su entorno para curar los males; las comidas típicas del hombre<br />

ribereño; y hasta nos muestra en ella que a pesar del trabajo y de una vida sufrida… hay tiempo para el amor…<br />

En la boca del arroyo<br />

vivía un viejito entona’o,<br />

se lo pasa a tararira<br />

y a sancocho con arma’o.<br />

Para males de cabeza<br />

he visto en la costa usar,<br />

parchecitos en las sienes<br />

con hoja de palan-palan.<br />

Viví como negro ‘el agua<br />

no te dé por asomar,<br />

porque andan los carpincheros<br />

te van a querer chumbear.<br />

Costera mi chacarera<br />

costerita por demás,<br />

la aprendí con brazolada<br />

y espinel del Paraná.<br />

Debajo de unos sauzales<br />

se está bañando un gurí,<br />

si parece un macacito<br />

por el modo ‘e zambullir.<br />

El gritón de Las Conchillas<br />

no es entrerriano cuña’o,<br />

aunque arrastre bien las “erres”<br />

es un duende de otro la’o.<br />

Va remando aguas arriba<br />

con la prienda de su querer,<br />

la va mirando entre sueños<br />

y le canta un chamamé.<br />

Costera mi chacarera<br />

costerita por demás,<br />

la aprendí con brazolada<br />

y espinel del Paraná. (Cardozo, 1973, p. 5).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Y todo está muy bien logrado, un hondo cantar a los dos ríos nace desde un humilde arroyo de su pago natal y<br />

a partir de allí, remontar con sus coplas un vuelo hacia los cauces mayores.<br />

Que tienes río, mi río,<br />

que siempre pasas y pasas<br />

y vas trenzando dulzura<br />

diapasón de mi guitarra.<br />

Qué tiene río que tienes<br />

que cuando agitas tus aguas,<br />

como remando los sueños<br />

vienen del fondo del alma.<br />

Yo pescador de mi tierra<br />

de mi tierra litoral,<br />

te pido un poco de fuerzas<br />

Paraná, para luchar.<br />

Que tiene río, mi rio<br />

que, si reflejan tus aguas,<br />

madrina nube del cielo<br />

se va arriando mis nostalgias.<br />

Que tienes río, que tienes,<br />

que, si las brisas levantas,<br />

pasan haciendo caricias<br />

como alentando mis ansias.<br />

Tú tienes rio, mi rio,<br />

un anchuroso camino<br />

dame un poquito tu senda<br />

quiero cumplir mi destino.<br />

Has escuchado mi río,<br />

ya florece mi esperanza. (Cardozo, 1981, p. 3).<br />

Ante una composición de Linares sentimos ese milagro que trae la canción y nos deja una sensación de plenitud<br />

y asombro. Tanto el paisaje de las islas y el río como sus hombres y mujeres aparecen con verdad y belleza en cada<br />

uno de sus temas; a través de sus manos y su cálida y terruñera voz. Cada copla es como el agua fresca de un<br />

arroyito islero que corre libre, esperanzado. Así fue, toda su vida fue una canción que corrió libre como sus ríos y<br />

arroyos.<br />

De La Paz vengo, vengo remando,<br />

voy por mi río crecido o manso.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Y aunque yo creo que voy andando,<br />

el río manda, me va llevando.<br />

Mi “carpinchera” va aguas abajo,<br />

corto es mi aliento y el río es largo.<br />

Siempre en el río yendo y viniendo,<br />

los años pasan, me van doliendo.<br />

Pobre, muy pobre así he quedado,<br />

no sirve el oro de los dorados.<br />

La lucha es dura y el pago amargo,<br />

solo en el río me voy quedando.<br />

Lo que he ganado lo voy juntando,<br />

y un poco en vino lo voy gastando.<br />

Amo a las aguas del bravo río,<br />

cuando navego lo siento mío.<br />

Donde otros siguen me quedo un rato,<br />

y si se quedan sigo remando.<br />

El río sabe que lo que planto,<br />

si él lo quiere puede llevarlo.<br />

Calla conmigo cuando me callo,<br />

canta conmigo cuando yo canto.<br />

Te voy dejando hermano mío,<br />

busca este cauce, el de mi río.<br />

Este es un río que es todo abrazo,<br />

nos va juntando en un mismo paso.<br />

Y aunque tu río sea de otro lado,<br />

nos va llamando el mismo remanso.<br />

Nadie del todo anda alejado,<br />

un mismo puerto nos va juntando.<br />

La vida es río y, al fin y al cabo,<br />

todos en ella vamos remando. (Martinez, 2014, p. 37).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

7.2 Linares y el amor… Ausencia de río con luna<br />

En la orilla los niños mojaditos de río,<br />

sus ojitos guardaban un solcito de estío.<br />

En la costa los niños con piecitos de barro,<br />

cucharitas del agua el tesoro buscado.<br />

Y ese río cargado de misterios y siglos,<br />

se detuvo un ratito y jugó con los niños.<br />

Y hasta el sauce costero se olvidó de sus penas,<br />

se prendió con los niños a jugar en la arena.<br />

Los miré desde lejos y volví al dulce tiempo,<br />

y al igual que esos niños de la costa fui dueño.<br />

De un puñado de arena, de un poquito de río,<br />

de un reflejo costero, de los niños… y mío.<br />

Y me vi desandando esas tardes de enero,<br />

en un mágico mundo de cielo y mojarrero.<br />

En mi pueblo costero cuando llega el estío,<br />

hay un niño que es dueño de un poquito de río… (Martinez, p. 41, 2014).<br />

La canoa se zarandeaba y las marejadas se encimaban golpeando las viejas maderas pintadas de tiempo como<br />

si fueran a meterse adentro. El niño, aunque no quería demostrar su temor, aferraba la mano de su padre que con<br />

gran maestría manejaba el timón de la canoa con motor “Villa” al medio. El viejo costero, lo calmaba con viejas<br />

historias de pescadores, de voces antiguas, de amigos que en otros tiempos cabalgaron esas mismas aguas en<br />

busca del sustento diario. La canoa avanzaba rompiendo las marejadas y el niño meditaba las historias contadas<br />

por su padre, viejo conocedor del río y de las islas, aunque no podía dejar de temblar. En el horizonte ya se divisaban<br />

los islotes y los montes, y aquel arroyito que penetraba hacia el corazón de las islas, “buen pesquero”,<br />

comentaba el baqueano pescador. “A la tardecita regresamos, te lo traigo sano y salvo”, le decía sonriendo a su<br />

esposa, que, con una preocupación mal disimulada, los despedía cada amanecer.<br />

El costerito, admiraba como se amaban. Siempre estaban juntos, ayudándose, siempre intercambiando una<br />

sonrisa, aún en aquellos días en que el pan no alcanzaba. Cuando las aguas se calmaban, su padre canturreaba<br />

una hermosa canción que hablaba del río y de la luna, un día le preguntó: - ¿De quién es esa canción, papá?, me<br />

hace acordar a vos y a mamá- -Es de un cantor llamado Linares Cardozo, un entrerriano de ley, conocedor de las<br />

cosas costeras, suele visitarnos muy seguido, ya lo vas conocer-.<br />

Llegaron a la boca del arroyo “El Largo” y penetraron en él a remo buscando los “pesqueros”. Comenzaron con<br />

la tarea del “encarne”. El niño alcanzaba la carnada, en el aire islero se escuchaba la voz de su padre que cantaba<br />

suavecito: “Río con luna, redonda y clara…” El niño se sintió feliz, una pequeña brasa de amor le calentaba el<br />

197


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

pecho, y entre los sauces, le pareció escuchar que florecía el tímido sonido de una guitarra costera…<br />

Río con luna, redonda y clara,<br />

luz argentada, luz argentada<br />

riela en el agua...<br />

Río con luna, redonda y fría,<br />

barca dormida, barca dormida<br />

brumosas islas...<br />

Río con luna, vas espejada,<br />

el mundo es calma, el mundo es calma,<br />

sueño en el alma...<br />

Río con luna sin alborada<br />

larga es la noche toda nostalgia,<br />

luna en ceniza, río que pasa<br />

sin sus caricias, sin sus caricias,<br />

lejos mi amada...<br />

Río con luna, lejos mi amada,<br />

el mundo es calma, sin sus caricias<br />

pena en el alma.<br />

Río con luna sin alborada<br />

larga es la noche toda nostalgia,<br />

luna en ceniza, río que pasa<br />

sin sus caricias, sin sus caricias,<br />

lejos mi amada...<br />

Río con luna... Río con luna...<br />

Río con luna… (Cardozo, p. 10, 1977).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

7.3 Su gran obra: Canción de cuna costera<br />

Cuando llega Linares Cardozo a Paraná construye su casa en Bajada Grande. Mi casita cuelga de las barrancas<br />

(Cardozo, 1983, p. 3) -solía contar-; pero su lugar preferido para pintar, caminar e inspirarse era Puerto Sánchez;<br />

quizás porque ese paraje le recordaba a aquel de su infancia a orillas del Cabayú Cuatiá o a esas tardes en que el<br />

niño paceño disfrutaba las horas de la siesta recorriendo las costas comarcanas. Así como son muchas las tintas<br />

que pintó en La Paz, también fueron varias las acuarelas y óleos logrados en este cautivante lugar de la capital de<br />

la provincia. Fue por el año 1954 que conoció a un matrimonio de pescadores: don Domingo Almada y su mujer<br />

doña Dominga. Ella por ese entonces amamantaba a su bebé. Linares pinta un boceto de la madre ribereña. Las<br />

varas de sauce peladas servían a la mamá para fabricar la cunita, uniéndolas formaba el respaldo y el enrejado<br />

donde asentaba un cuero de oveja sobre el que dormía el niño. De esos sencillos elementos el músico y poeta,<br />

sacó la inspiración y crea uno de sus mayores éxitos: Canción de cuna costera.<br />

Siempre confesaba su admiración por la pareja y solía contarnos que don Domingo Almada era dicharachero y<br />

oportuno en sus cuentos y gran conocedor del río y de las islas. (Yedro, 1981, p. 4). Doña Dominga, la madre<br />

inspiradora de la canción había salido desde la ciudad de Colón con sus familiares en su “chalana”. Bajaron por el<br />

Uruguay, llegaron al Paraná y lo remontaron hasta llegar a Puerto Sánchez, en las costas paranaenses. En ese lugar<br />

conoció a Domingo Almada y se unieron para siempre. Este era un buen pescador y amaba la naturaleza. No era<br />

de extrañar que las calandrias anidaran en su rancho; que un lobito de río lo siguiera a todas partes subiendo a su<br />

canoa acompañándolo en la pesca y al regresar durmiera bajo su lecho. Una pareja de chajáes siempre deambulaban<br />

en su patio.<br />

La obra nació en un encuentro casual: el entonces joven Linares se enamoró de súbito de la estampa criolla<br />

que ofrecía Dominga que amamantaba a su segundo bebé en Puerto Sánchez. En ella se inspiró el artista para los<br />

versos, la melodía y la pintura; y tanto se aquerenció que en adelante encontraría siempre la oportunidad de<br />

reiterar su admiración por esta pareja de orilleros cargados de hijos propios y adoptivos en los que veía el prototipo<br />

del hombre entrerriano. (Nanni D., 1997).<br />

Y esta familia entrerriana de la madre cariñosa, quedó inmortalizada por siempre en la dulce canción de cuna<br />

compuesta por Linares. Este tema ya no es mío, pertenece al pueblo y sobre todo a las madres costeras. Pienso<br />

que cualquier mamá que viva a orillas de un río, de un arroyo, cuando escuche mis coplas seguramente pensará<br />

que están compuestas para ella. (Yedro, 1981, p. 4).<br />

Noche calma sobre el río<br />

sueño, trabajo y querer,<br />

ahí va el pescador curtido<br />

recorriendo su espinel.<br />

Allá en el rancho la madre<br />

mece con tierna emoción<br />

199


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

una cunita de sauce<br />

entonando esta canción.<br />

Gurisito costero, duérmase<br />

gurisito costero, duérmase.<br />

Si se duerme mi amor<br />

le daré chalanita de ceibo<br />

collar de caracol… collar de caracol.<br />

El niño ya se ha dormido<br />

la luna salió a mirar<br />

hamacándose en las aguas<br />

por entre el camalotal.<br />

La brisa juega y el canto<br />

parece que viene y va<br />

en eco dulce se pierde<br />

por el rio Paraná.<br />

Gurisito costero, duérmase<br />

gurisito costero, duérmase.<br />

Duerma, duerma mi amor<br />

crecerá junto al río, mi cielo<br />

será buen pescador…<br />

Será buen pescador. (Cardozo, 1972, p. 1).<br />

Yo vine en el año 1940, -cuenta Dominga- a los 8 años y mis padres se volvieron luego río abajo, pero yo<br />

no me quise ir y formé pareja con un baqueano, don Domingo Almada. Tuve 3 hijos, me casé y así pude<br />

organizar a mi familia. Un día estaba amamantando a mi segundo hijo y Linares, que venía siempre a un rancho<br />

que había en la costa de un señor Rabufetti, un locutor de aquella época, se detuvo un día a contemplarme. Me<br />

pregunta si yo tenía algún descendiente correntino porque me veía rasgos parecidos a los de su mamá; le dije<br />

que sí, mi padre era de Corrientes. Ahí me pidió permiso e hizo un boceto de la madre criolla y al tiempo nace<br />

la canción de cuna.<br />

Él dice: “le daré chalanita de ceibo”, se refiere a un juguete que se hace de ceibo, que es como una embarcación.<br />

También la chalana se puede construir con el ceibo: uno lo va calando a cuchillo, porque es una madera<br />

muy blanda. Y lo de: “una cunita de sauce entonando una canción”; eso es porque la cuna estaba hecha con<br />

esa madera, con varitas finas de sauce. Si uno las tuerce le da las formas que uno quiera. Mi hijo tenía una, y la<br />

conservo todavía… (Casís, J., 2012).<br />

200


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

7.4 Linares… Educador<br />

Eliana Tardío, escritora de origen boliviano expresa que:<br />

El canto contribuye al desarrollo de la localización auditiva (la capacidad de reconocer y localizar de dónde<br />

procede un ruido, es decir, una fuente sonora), además de un crecimiento cerebral y el refuerzo de las emociones.<br />

La música también aporta la armonía espiritual, la intimidad y la calma que los pequeños necesitan para<br />

conocerse y entenderse. (Tardío, 2013, consejos/cancionesinfantiles.com).<br />

Las canciones a menudo tienen su origen, su raíz, en un determinado país. Pero la mayoría ha traspasado<br />

fronteras y en algunos casos la letra tiene distintas variantes dependiendo del lugar donde se canten.<br />

Ninguna es mejor que otra, cada maestro puede cantar la versión que le guste o que más se adapte a su cultura<br />

de origen. Además, las tonadas populares son un modo de transmitir al niño una gran parte de las raíces maternas<br />

o paternas desde la temprana edad.<br />

Enrique González Gómez, escritor español, en el prólogo del libro Cancionero Popular Infantil del escritor Juan<br />

Hidalgo Montoya, nos hace entender que las palabras deben ser para el niño como un juguete más, las coplas<br />

deben formar parte de la vida del niño, y nos explica que el pequeño toma los vocablos como un juguete y descubre<br />

la magia de que unas palabras excitan a los que las oyen y otras los dejan tranquilos. Los pequeños aprenden<br />

mediante el juego y la música; y las rimas de las canciones populares les ayudan a reforzar el recuerdo y el aprendizaje.<br />

Y eso, los ayuda a mirar y a emprender el presente de una manera distinta. (Montoya, 1969, p. 1).<br />

Y Linares, humanizado por las hermosas y sanas experiencias que le dio la vida desde la cuna misma en sus<br />

canciones y en su poesía, recuperó muchas de esas vivencias acumuladas, guardadas en su corazón de niño,<br />

bordeando el arroyuelo y las consagró y las plasmó en su canto y en su música regional.<br />

Nunca trató de imponer nada en sus charlas a lo largo y a lo ancho de la provincia y del país; siempre sembraba<br />

sugerencias, no pretendía definir una posición exclusivista sabiendo que a los pequeños como hizo su madre, hay<br />

que enseñarles a descubrir y conocer su querencia donde una riqueza encontrada en las simples cosas; en el vuelo<br />

de un pájaro, en el correr de un arroyo o en la soledad de un pescador espinelero los llevarán hacia rumbos<br />

positivos en la vida.<br />

Sabía cómo educador que, la escuela debe buscar y atender una formación integral, que el niño entrerriano<br />

necesita como alimento espiritual el florecimiento de su sensibilidad, la poesía y el canto de su entorno. En ese<br />

sentido siempre decía: La música amplía su horizonte estético y el maestro no tiene que eludir el mensaje nativo:<br />

base fundamental arraigada y duradera para el desarrollo de la personalidad de los niños. (Cardozo 1983, p. 2).<br />

Pero a esa idea había que afianzarla emotiva y tenazmente, afirmar esta imagen de ser insulares, de ser de una<br />

provincia de agua con ricas historias de caudillos que merecen contarse; una tierra de cielos limpios, de verdes<br />

tonificadores de la templanza; con canciones y coplas plenas de ensoñación y optimismo.<br />

Fue un partícipe activo en la educación artística. Dedicó gran parte de su vida a rescatar creaciones infantiles<br />

anónimas; esas rondas encontradas en los caminos entrerrianos, contadas de “boca en boca” por los abuelos y<br />

201


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

que él desgranaba plenas de dulzura en sus charlas y en sus clases. Sabía que cada pequeño tiene siempre un<br />

corazón predispuesto a recibir cosas bellas y él, fue una puerta que llevó a nuestra niñez y juventud a la belleza<br />

del arte, ejercitándolos en el descubrimiento de la naturaleza donde el ser más insignificante podía motivar a los<br />

niños, lo supo por experiencia propia cuando escuchó por primera vez las nanas templadoras de su madre.<br />

Conocía las dificultades y la aridez que encontraban los maestros para enseñar las cosas del pago, sumadas a<br />

otros factores que siempre obstruyen, por ejemplo, una televisión salvo raras excepciones sin contenidos culturales<br />

argentinos. Una difusión escasa de los grandes cantores del país que muestran la obra de buenos y sanos<br />

poetas, a veces se le oía decir: ¿Será posible, uno da vueltas en el dial de una radio y le es imposible encontrar a<br />

Atahualpa cantando? (Yedro, 1981, p. 3).<br />

Por eso su lucha, recalcaba la necesidad de hablar con los niños y contarles plenos de convicción y fervor<br />

provinciano las historias, las leyendas que conforman el rico patrimonio entrerriano. Compartir con ellos en el aula<br />

y en la casa esa noble conducta que resume a la gente de nuestra provincia, hombres y mujeres de corazón<br />

predispuesto, hospitalarias, generosas, donde se renueva y florece cada día la canción de la vida. Contamos por<br />

suerte, y él lo sabía con los valores básicos que califican el optimismo entrerriano; su paisaje motivador es un<br />

estímulo eficaz para lograr plasmar su belleza agreste en sencillas melodías y poesías que exaltan la definición<br />

categórica de su libre albedrío, tonificando desde el amanecer un futuro venturoso auspiciado por el mensaje<br />

cálido de nuestra tierra querida.<br />

Y toda su existencia tiene ese mensaje. Nunca pretendió una postura erudita, anhelaba simplemente que sus<br />

humildes canciones cumplan la finalidad de poder llegar a los maestros, a los niños y jóvenes como un ofrecimiento<br />

al pueblo entrerriano que siempre sintió y vivió la música, y buscó contar en su cancionero, la vida de las<br />

ciudades hasta de las más pequeñas, desde una alegría rural a una lucha costera. Fue fiel portador de esa manera<br />

de ser proverbial que identifica y pone colores al alma de Entre Ríos llena de nobles costumbres, forjadora de una<br />

permanente canción que sabe a encuentro fraterno. En la presentación de la primera edición de su libro El caballo<br />

pintado y la paloma, realizada en 1982 en La Paz, decía:<br />

Con todo ese haber emotivo; y con una juventud que entusiasmada y esperanzada se acerque en mensajes<br />

y poesías elogiadoras cantándole al solar entrañable, hemos de seguir siempre el rumbo prefijado; entibiando<br />

el espíritu de la urdimbre fluvial; coadyuvando a mantener en plena vigencia los prestigios acrisolados de<br />

nuestra provincianía, afirmando así su sensibilidad lugareña y su frescura insular. (Cardozo, 1982b, p. 2).<br />

Motivado desde la infancia y juventud en su pago de palomas, salió en la década del `50 a arrimarle un fueguito<br />

más al cancionero de nuestra alada provincia con una verdadera propuesta didáctica, buceando y siguiendo el<br />

cauce de la música del litoral, organizando programas de contenidos entrerrianos, ofreciendo conferencias y<br />

charlas llevando por el país las melodías, las coplas, las tradiciones, las anécdotas; con el fin de difundir el espíritu<br />

numen montielero. Rastreó y exhumó algunas de las danzas típicas recopilando expresiones frescas en su coplero,<br />

paremiología y leyendas buscando el mensaje de sus grandes líricos populares y mostrando la delicada bondad de<br />

nuestro paisaje. Es el deseo que sus conferencias, poesías, canciones y libros con acentos familiares, lleguen a<br />

202


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

nuestros maestros y niños y se constituyan en un aporte al clima educativo que desde el acontecer histórico de<br />

nuestra comarca nos honra. Que en los programas formativos de la provincia se tenga en cuenta el invalorable<br />

contenido de las creaciones populares. Trabajó toda su vida para brindarles a los educadores un material fresco y<br />

sano surgido del río de la emoción popular y de una región entrañable. Un imperativo ineludible nos alienta, nos<br />

lleva a acrecentar el ser nacional en el verdadero sentido de lo argentino y americano, partiendo siempre desde<br />

nuestro solar, buscando aquellas estampas que parte de un tiempo feliz y que quedaron grabadas en el dulce<br />

tiempo de la niñez.<br />

En la orilla los niños mojaditos de río,<br />

sus ojitos guardaban un solcito de estío.<br />

En la costa los niños con piecitos de barro,<br />

cucharitas del agua el tesoro buscado.<br />

Y ese río cargado de misterios y siglos,<br />

se detuvo un ratito y jugó con los niños.<br />

Y hasta el sauce costero se olvidó de sus penas,<br />

se prendió con los niños a jugar en la arena.<br />

Los miré desde lejos y volví al dulce tiempo,<br />

y al igual que esos niños de la costa fui dueño.<br />

De un puñado de arena, de un poquito de río,<br />

de un reflejo costero, de los niños… y mío.<br />

Y me vi desandando esas tardes de enero,<br />

en un mágico mundo de cielo y mojarrero.<br />

En mi pueblo costero cuando llega el estío,<br />

hay un niño que es dueño de un poquito de río…(Martinez, 2104, p. 41).<br />

No ignoren los recuerdos de los días de niño; evoquen las estampas hogareñas; esa memoria es indeleble; y<br />

seguramente encontrarán un clima candoroso de trinos, canciones, poesías que les devolverán misteriosamente<br />

a los ángeles y duendes de la infancia, y serán entonces, un motivo feliz para llevar a nuestros niños al encuentro<br />

fraterno con su solar, con su patria chica, con sus ancestros. (Cardozo, 1982b, p. 9).<br />

203


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

7.5 Linares Cardozo: Acuarela del paisaje<br />

Referirse a la obra del maestro Linares es tarea placentera como siempre acontece cuando se analiza un poema<br />

suyo, se escucha una canción o se mira un dibujo o una pintura. No es analógica la calificación, porque la plástica<br />

es poesía y es canción, en tanto cumpla con: “regresar los materiales a su condición original”; así lo decía el gran<br />

Octavio Paz: “Ser un gran pintor quiere decir, ser un gran poeta". Dos cosas se conjugan en la obra pictórica de<br />

Linares: el lenguaje pictórico, y lo que está más allá del mismo, ya que el pintor no se traiciona ni traiciona a sus<br />

personajes: “so pretexto de subjetividades artísticas”. Sin negar los valores estéticos propios de toda obra de arte,<br />

que, a no dudarlo, ésta los tiene. Reivindico el mensaje y el testimonio que hacen al compromiso del artista con<br />

su tiempo y con su gente. No es Linares, de aquellos creadores insípidos que utilizan el arte como mero maquillaje,<br />

por ello sus poesías, sus canciones, sus pinturas, conmueven al público de todas las regiones. No se trata, como<br />

algunos dicen, de obras tan solo regionalistas, por el contrario, el testimonio musical, poético y pictórico del<br />

maestro es universal, como lo son las carencias de vastos sectores de la población, y también sus alegrías, las que<br />

provienen de ser más libres, más dueños del paisaje, poseedores de una identidad, que deberíamos tomar más<br />

en cuenta, sobre todo, los que estamos sometidos a los problemas que tiene el hombre que vive en las grandes<br />

ciudades.<br />

Retomando en lo que se refiere a su obra pictórica, digamos que resultaría egoísta, quedar atrapados por el<br />

mensaje y los tonos, que Linares maneja con gran maestría, porque nos estaríamos olvidando del excelente<br />

dibujante, cuyo talento jerarquiza aún más sus cuadros. Uno lo veía hacer sus dibujos costeros usando como<br />

pinceles las ramitas de biznaga que encontraba en las orillas, y no podía creer la composición, textura, trazo y<br />

alma, por sobre todo alma, presencia insoslayable para hacer de toda obra algo vivo, particularmente aquellas,<br />

como la de Linares, que no se agotan en el paisaje, sino que se nutren y recrean en sus habitantes, que no son<br />

tristes, como podría suponerse, sino parcos, tal la geografía del sitio donde transcurren sus vidas, personajes<br />

arraigados a una tierra de la que son patrimonio y que es su patrimonio.<br />

Linares aprendió a dibujar, a pintar y a cantar -tal sus declaraciones- de la mano de su madre, una maestra de<br />

la escuela y de la vida, ella le inculcó desde su niñez el amor por el paisaje y por la gente del pago. Sobre la base<br />

de ese convencimiento, ha desarrollado su creación autodidacta, al cabo de la que se produjo el milagro, esa<br />

intensa comunión entre la obra y el público.<br />

Concluyendo, cuando la necedad, la negligencia humana y la soberbia de lo que se ha dado en llamar progreso,<br />

acaben con la natural belleza del paisaje, la obra de Linares Cardozo emergerá como un aleccionador testimonio<br />

de lo irracional que ha sido el hombre con la obra de Dios.<br />

Linares será siempre en su canto, en su poesía, en su pintura, un gran río… al que habremos de volver siempre<br />

para abrevar un poco de sus aguas, o tan solo para contemplarlo… Como dijo el gran músico y compositor Chacho<br />

Müller: “El río pasa, lleva. Algo nos trae. Algo se va…”<br />

La luz sostiene su brillo sobre el agua,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

allí está la barranca y los ceibos floridos,<br />

el río avanza y el árbol se queda<br />

aunque a veces quiere seguir ese camino.<br />

Y allí está el hombre, la tela, los pinceles<br />

y el ceibo mira como el río amigo,<br />

entre los trazos azules y marrones<br />

se queda quieto, tan calmo y dormido.<br />

Retacitos amarillos van cayendo,<br />

son puntitos de luz en al paisaje,<br />

sendero y río y los ceibos costeros<br />

se confunden con un azul celaje.<br />

Los dedos van y vienen en la tela<br />

y el alma del pintor que se desliza,<br />

mientras mira los diáfanos colores<br />

en cada trazo él pone luz y vida.<br />

Contempla el pintor ese paisaje<br />

y ve que el sol costero ya caía,<br />

mira lo plasmado en la tela<br />

y descubre que hay pasión y armonía.<br />

Las sombras se dibujan en la arena,<br />

la noche va trayendo soledades,<br />

el pintor ya desanda su camino<br />

más se lleva en la tela claridades.<br />

Y el Linares del río, ya regresa,<br />

va silbando suavecito una chamarra,<br />

y el paisaje costero que ha pintado<br />

es canción de luz en su guitarra. (Martinez,2016).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

7.6 Linares y la “Leyenda de Lázaro Blanco”<br />

Hombre servicial y bueno<br />

-como cuadra a un entrerrianole<br />

bastó al pobre la huella<br />

y el adorno de unos cardos...<br />

Con los días y los meses<br />

se deschalaron los años;<br />

una sequía de muerte<br />

siembra osamentas y espantos.<br />

Alguien entonces acude<br />

con la esperanza en los labios,<br />

hasta el lugar donde ronda<br />

el ánima de aquel santo.<br />

Hace llover, Lazarito,<br />

y te prometo que en cambio<br />

por esta cruz que te guarda<br />

vas a dormir en sagrado...<br />

Chasque celeste, te juro,<br />

cumplió a conciencia el encargo;<br />

San Pedro abrió las compuertas<br />

y los campos se salvaron.<br />

Cien leguas a la redonda<br />

todos dicen que es milagro,<br />

hay que revelar los votos<br />

conforme a los ritos gauchos...<br />

Entre rezos y estandartes,<br />

flores, guitarras y tragos<br />

a pulso de procesión<br />

lo llevan al campo santo....<br />

Aumentan los promesantes;<br />

y en su propio calendario<br />

el pueblo lo santifica:<br />

¡“Viva San Lázaro Blanco!”.<br />

No hay miseria que no quite,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

ni mal de ojo que sea tanto,<br />

ni angustia o calamidad<br />

que duren al invocarlo.<br />

¿Superstición, o ignorancia?,<br />

¿Consuelo ante el desamparo?<br />

solo sabemos -señores-<br />

¡Que la fe nunca hizo daño! (Arévalo, 1967, p. 21).<br />

Don Bruno López, se levantó muy temprano esa mañana. Sus 86 años le pesaban, “me queda poco rollo<br />

en el carretel” -solía decirles a sus hijos y nietos-. Pero ese día era muy especial, había prometido visitarlo Linares<br />

Cardozo. Que honor para Don Bruno recibir en su humilde rancho felicianero a una figura del renombre de Don<br />

Linares. Se sentó en un viejo sillón con asiento de totora muy cerca de la ventana, era uno de sus lugares<br />

preferidos, desde allí veía la calle y a la gente que pasaba.<br />

Se aprontaba a disfrutar los amargos mañaneros cuando lo vio. Allí estaba Don Linares, el anciano admiró esa<br />

estampa, alto, bien peinado, con prolijos bigotes, campera gris oscuro, pantalones y camisa negra y un pañuelo al<br />

cuello. -Pase amigo- le dijo desde la ventana. Linares entró a la humilde casa y abrazó con afecto a Don Bruno y le<br />

dijo muy emocionado: -es un honor para mí estar en la casa del hijo de Lázaro Blanco-. Y luego acotó: -quiero<br />

escribir una canción sobre su padre, por eso vine a molestarlo, para que me cuente lo que usted pueda, todo me<br />

va servir-. -Mire Don Linares, -contestó el anciano-, yo era muy chico, tenía en ese tiempo sólo 5 años, pero algo<br />

me acuerdo y, además familiares y amigos me han contado muchas cosas. Lázaro, era un paisano de esos que hoy<br />

no abundan, conocedor de las cosas del campo y de los caminos, muy buena persona, muy servicial. Había nacido<br />

y crecido en el campo, sabía hacer de todo, conocía los montes como la palma de la mano, y además era muy<br />

valiente, no le tenía miedo a nada. La gente lo apreciaba mucho, era un muchacho de palabra, no necesitaba firmar<br />

nada, si él le prometía algo, seguro que lo cumpliría, solo le estrechaba la mano y con eso alcanzaba.<br />

Sabe Don Linares, su caballo preferido era un tordillo, pero mire que ironía, ese día en que murió, montaba un<br />

gateado, por esa creencia que los caballos atraían los rayos… pero bueno, era su destino nomás, debía morir ese<br />

día.<br />

¿Qué edad tenía cuando murió?, - preguntó Linares -. Veintidós - respondió Don Bruno- Él vivía aquí con mi<br />

madre Isabel López, no eran casados porque no había adonde hacerlo, por eso yo llevo el apellido López y no Blanco<br />

como debería ser.<br />

Don Linares escuchaba atentamente y con mucho respeto lo que aquél paisano le contaba y tomaba notas en<br />

una pequeña libreta. Entre charla y mate se fue la mañana. Linares comparte la mesa del mediodía con la familia<br />

y luego se despide con un afectuoso abrazo y agradeciendo las atenciones recibidas.<br />

Pasaron unos pocos meses y don Bruno recibe en su casa un sobre. Al abrirlo se encuentra con un disco de Don<br />

Linares, y allí entre los temas estaba: “Lázaro Blanco” (Chamamé galopeado). Que hago -pensó Don Bruno, - no<br />

tengo en que escucharlo, entonces le dice a una de sus nietas: m´hija, lleve este disco a la radio y dígale que pongan<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

el tema a Lázaro.<br />

Cerca del mediodía, después de un elogioso comentario del locutor se escuchó en el cielo felicianero. “…Humilde<br />

Cruz de leyenda cerquita del Feliciano…” Así era Don Linares, un gran autor y compositor, pero sobre todo<br />

un gran investigador…<br />

El sol de la mañana otoñal pegaba sobre el camino que se mete bien adentro, dejando atrás la ruta que une<br />

San José de Feliciano y La Paz. Luego de diez kilómetros de ripio, la humilde construcción aparece recortada en<br />

el fondo, agrandándose y mostrando su fisonomía a medida que los metros se reducen a nada.<br />

Después de cruzar unos sinuosos caminos, aparecen dos pequeños templos repletos de ofrendas y un salón<br />

dispuesto para los agradecimientos que no cesan de acumularse, desde vestidos de novia, amuletos, fotos, instrumentos<br />

musicales, guantes de boxeo. Además, un tinglado largo y sin cerrar está pegadito a un quincho, de los<br />

clásicos de paja. El paisaje sin planificar tomó un orden propio y se completó con un escenario al fondo que traza<br />

el inédito paisaje del monte que se abre en medio de la picada.<br />

La fe de la gente y su creencia pagana en el mito que crece a fuerza de cumplir pedidos, se presenta como una<br />

devoción que sacude hasta aquellos que no la tienen.<br />

El santuario de San Lázaro, enclavado en el paraje Palo a Pique, en el distrito Manantiales, parece ser sostenido<br />

por infinidad de placas, muchas de ellas pequeñas y humildes que delatan el fervor de los más pobres. Esto las<br />

resalta junto a las pocas y pretenciosas de bronce o de plata. Cada una cuenta alguna historia. Entre ruegos y<br />

agradecimientos, los pedidos más numerosos exigen desde salud y trabajo, hasta un camión o la “carpa del circo”,<br />

lo que confirma que no hay limitaciones para el milagrero felicianense. Mientras tanto ahí bajito en el suelo, las<br />

velas encendidas son el testimonio de la ofrenda de “algún peregrino que pasó y las dejó”, como asegura la<br />

responsable de proteger el santuario, Gloria Villarruel.<br />

El mito popular nace en el monte entrerriano. Es un milagrero que vive en la gente, rodeado y recordado cada<br />

27 de septiembre, aunque algunos lo hacen el 7, ya que su rastro se diluye y se convierte en centro de la discusión<br />

pueblerina. Sea como sea, el 27 de setiembre de cada año, es el día que Lázaro Blanco vuelve a la vida en medio<br />

de canciones, alegrías, acordeones, sapucay y chamamé.<br />

La leyenda cuenta que murió fulminado por un rayo que cayó sobre el algarrobo que lo cubría de la tormenta.<br />

Tres días más tarde, se encontró su cuerpo en el sendero que por entonces se conocía como el “Camino Bollero”.<br />

El funeral duró tres días, tal como se estilaba en aquellos tiempos por “si resucitaba el fulminado”. Fueron la<br />

creencia popular y el sueño de un baqueano las que lo convertirían en mito.<br />

El algarrobo inmortalizado por los fieles se hace presente al mito y sus proezas. Por eso en su nombre y a falta<br />

de uno, levantaron tres santuarios, para nunca olvidar la tragedia. El santuario que levantaron sus fieles, no deja<br />

lugar para el asombro. Botellas de caña, cascos de motos, muletas, rastras de gauchos y camisetas de fútbol, se<br />

disponen sin permisos ni acomodos entre zapatitos de bebés, baberos, chupetes y hasta una inmensa foto de una<br />

quinceañera.<br />

Son sus paredes con ofrendas las que construyen el altar y no al revés. En esos estantes también se llamaron a<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

silencio las criollas guitarras, cambiando música por ofrendas trenzadas en cintos, cascos y flores de plásticos de<br />

todos los colores. El santuario más pequeño retiene las gratitudes, traducidas en placas, plaquitas o simples<br />

mensajes que la punta rota de un fibrón supo dejar en las paredes que, a fuerza de cal, mantienen el color.”<br />

“Gracias Lázaro. Acá estoy para agradecerte”. “Volví Chalito”. “Gracias por el favor”. Las frases, algunas más<br />

pretenciosas en su armado y otras hechas de apuro, tienen como común denominador restituir los favores<br />

recibidos por el santo nativo. El fervor popular que en su devoción deja la marca de la pertenencia de clase, se<br />

funde en una sola imagen para un milagrero que escapa a las tradiciones más arraigadas y tradicionales de la<br />

provincia.<br />

El hombre que fue santito, el milagrero que fue hombre, descansa su sueño eterno en el campo santo de<br />

Feliciano, similar a cualquiera de cualquier pueblo. Al ingresar, viejos y altos mausoleos invitan a levantar la vista,<br />

con cruces que parecen buscar la piedad mucho más arriba de la tierra. Pero a los pocos pasos, brillos coloridos<br />

tornan más luminoso el lugar. Aquél es el de Lázaro, - dice el cuidador de su tumba -, como si hiciera falta agregar<br />

algo más para saber que los agradecimientos estampados en cientos de placas y flores de plástico, anuncian donde<br />

“está el Chalo”.<br />

Celeste, “por el color del pañuelo que usaba Lázaro”, se alza el mausoleo en medio del cementerio de la ciudad<br />

que marca la frontera de Entre Ríos al norte. El centenar de metros que separa el portón de acceso hasta donde<br />

se encuentra el milagrero anticipa la proximidad de su leyenda, que cobra vida otra vez en el sin número de<br />

ofrendas. La devoción que se multiplica con el paso del tiempo.<br />

Una base cuadrada de dos metros a cada lado y coronada con una gran cruz, sirve para el descanso eterno del<br />

milagrero y corona el esperanzado viaje de sus devotos. Las placas, testigos de su historia, trazan el recorrido del<br />

mito desde sus inicios hasta nuestros días. Fe y creencias que poco saben de fronteras o imposibles, laten a su<br />

alrededor.<br />

Feliciano es el lugar de la leyenda del más célebre de sus pobladores, el chasque corajudo, quien desafió la<br />

tempestad e inscribió su nombre en la historia de un pueblo. (Martinez, 1998).<br />

Humilde cruz de leyenda,<br />

cerquita del Feliciano,<br />

marca el lugar en que cayera<br />

el chasque Lázaro Blanco,<br />

jinete de clara estampa<br />

anunciadora del alba;<br />

fugaz resplandor del monte<br />

hecho de luna y aguada...<br />

¡Lázaro Blanco!<br />

galopando fiel tordillo<br />

vuelan tus pilchas de garza<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

aromadas de espinillo.<br />

¡Lázaro Blanco!<br />

noble baqueano, señero,<br />

por "güeno" creció en el pago<br />

tu destino de milagrero...<br />

¡Gaucho chasquero!<br />

frescura de arroyo manso,<br />

rescoldo de la amistad,<br />

renovales de tus sueños<br />

le dan fuerza a la querencia,<br />

ya se prodiga tu tierra<br />

dando varones enteros,<br />

no quiere entregarse el hombre<br />

sabedor de tu sendero,<br />

sapucay, trino, cencerro,<br />

¡Corazón felicianero!<br />

Savia fuerte de tu pueblo<br />

fervor del norte entrerriano<br />

grabado quedó en las huellas<br />

tu nombre, Lázaro Blanco.<br />

Ilusión de rancherío,<br />

consuelo de noche larga<br />

allá va... por los cielos gauchos<br />

¡tú brillazón de esperanza!... (Cardozo, 1974, p. 10).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

8. UN CI<strong>EL</strong>O DE ESPU<strong>EL</strong>AS EST<strong>EL</strong>ARES<br />

_____________________________________________________________<br />

“Tristeza en la costa” (Oleo de: Juan María Martinez)<br />

8.1 Su partida<br />

Hoy en estos últimos días, Carlitos, (se refiere a Carlos Casís, amigo personal del maestro a quien le confía<br />

estas palabras) me doy cuenta que “doña Muerte” anda rondando, y tengo la impresión cabal de que estoy<br />

recibiendo toda la fuerza cariñosa de ese pago entrañable, de ese mi pago de palomas que tanto quiero y que<br />

lo llevo integralmente en mi alma, con todas las sugerencias de aquel niño travieso que se quedó correteando<br />

por las costas del Cabayú. Yo soy el que vuelvo a buscar mi niño, porque el hombre cuando quiere ser feliz,<br />

cuando quiere renovarse, cuando quiere sentir el espaldarazo de una esperanza realizadora, tiene que hurgar<br />

en ese niño que, cargado de emociones, de intuiciones positivas le dejó la marca como grabada en fuego de<br />

todas las vivencias felices compartidas junto a las costas del Cabayú, en ese pago empinado, pleno de verdor y<br />

de sugestión que se llama La Paz, Entre Ríos. Y a pesar de los problemas que tengo, no he postergados mis<br />

humildes vicios que son la poesía, la pintura, el dibujo, la música, eso que me alentó tanto en toda mi vida y me<br />

hizo tanto bien.<br />

He tratado como pude de devolvérselo a mi pueblo, pero quiero que el pueblo de La Paz sepa que todo lo<br />

que tengo en mi alma y en mi ser realizador se lo debo a mi querida ciudad de La Paz. Este es el último poema<br />

que he compuesto, es un encuentro en la costa con los poetas que partieron, que fueron mis amigos, como Juan<br />

L., Marcelino Román, como don Guillermo Saraví, Julio Migno, Gaspar Benavento, y tantos otros que compartieron<br />

los mismos sueños, la misma huella. Y bueno, parecía que me llamaban, y será el estado psíquico en que<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

uno se encuentra, tan sensible a todo, me llevó a escribir este “Desprendimiento” que va dedicado a mi pueblo<br />

y a mis queridos amigos…<br />

Guitarra, es tiempo de partir,<br />

mis manos se aquietaron en un manso crepúsculo,<br />

los dedos, ya no pueden agitar<br />

en armonía tu aljibe iluminado.<br />

Presiente el ser una música cósmica,<br />

el eterno sonido de la inmensa guitarra<br />

de cuerdas estelares.<br />

Asombrado del desprendido vuelo,<br />

escapando del lastre que impusiera<br />

un destino probatorio de valores,<br />

allá voy, aligerado,<br />

hacia la profunda guitarra de la noche.<br />

La zafadura deja atrás<br />

quemándose los restos de ese negocio<br />

existencial que pesa,<br />

desde la altura se desdibujan<br />

un muchacho costero bordeando su arroyuelo,<br />

los ríos del diario amor con su agua bienhechora<br />

y el dialogo final de barcas descansadas.<br />

Sorprendido el suindá,<br />

alerta con el último chistido porque yo voy pasando<br />

en suave elevación<br />

hacia el encuentro con la dulce,<br />

infinita guitarra madre de la noche estrellada. (Cardozo, 1995, Inédito).<br />

En el filo de las islas se ha degollado la tarde. Las sombras van devorando los detalles, pero sobre la línea de los<br />

lejanos alisos y sauces que retienen aún las claridades, resisten retacitos de luz. Los niños miran, cantan, juegan y<br />

tejen anhelos y quimeras; los viejos observan el cielo y las nubes, averiguan en ellas el tiempo que hará mañana.<br />

Poco a poco, paso a paso, la costa se va poblando de estremecimientos. Se insinúa la sinfonía del ocaso con un<br />

adagio a cargo de las guitarras invisibles del pajonal; luego la melodía se afirma en el susurro de las suaves<br />

marejadas y en las flautas chillonas de los grillos estrelleros que dialogan con los rumores del río y de los montes.<br />

Los ceibos, se desangran por unir su cantar al concierto ribereño.<br />

Hay angustia en la ribera. El río, eterno caminante, viejo cantor… ha detenido un poco sus pasos. Se va la tarde<br />

con el silencio triste de los espineleros, con el rumor de una canción de cuna montielera, con el canto tristón de<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

los crespines. Los sonidos del ocaso recorren todos los matices, desde el crescendo de los sauzales hasta el canto<br />

monótono y fresco del río al pasar. Toda la tierra respira un largo y poderoso aliento de tristeza. Las manos de los<br />

pescadores están cansadas y olorosas; vuelven con los remos y las redes en el hombro y con la tristeza en el alma.<br />

En el cielo han visto un reventón de estrellas, parece que colgaran en ese azulado todas las espuelas de aquellos<br />

gauchos que conoció en la estancia de su tío Manuel allá en “El Yeso” y que llenaron de luz su vida. El oscuro<br />

crepúsculo que se acerca a pasos agigantados engendrará pesares y calmará fatigas. Un último “caserito” pasa<br />

en tajante vuelo, como un cacharro con alas. Lo demás, ya es pura sombra, buena y azul. Ya no se escucha ni un<br />

rumor. Todos los sonidos de la noche costera han ido desapareciendo. Duermen los grillos, calla el pajonal, se<br />

silencia el río. El viento mismo es algo ausente. El aire, inmóvil. Sobre los montes costeros vagan, como mortajas,<br />

extraños tonos morados, lilas. Ya lo saben el hombre y el paisaje… ha partido el trovador… se ha callado su guitarra<br />

estrellera… Allí cerca, en el viejo cementerio sobre las barrancas lo espera aquel viejo timbó costero que había<br />

elegido. En primavera sus flores cubrirán su regazo eterno, después sus chauchas dejarán caer sus semillas para<br />

confundirse con la semilla del viejo cantor, y entonces su canto y su poesía, volverán a florecer en cientos de<br />

tonadas de cantores populares que llevarán sus canciones por un cielo entrerriano y argentino.<br />

Linares Cardozo de Entre Ríos,<br />

un timbó en su ruta fue gobierno,<br />

el timbó playero del ensueño<br />

y el otro, de su descanso eterno.<br />

Hoy Don Linares ya volvió,<br />

para quedarse siempre aquí,<br />

salió a esperarlo el Cabayú<br />

para entregarle aquel gurí.<br />

Y en chamarritas brillará,<br />

donde su vida comenzó,<br />

juntito al río, en su La Paz,<br />

cuando florezcan los timbós. (Yedro, (1998 p. 6).<br />

La noche en calma, hay tristeza cubriendo la ribera, se ha callado hasta el río, pero de un ranchito costero,<br />

unas coplas chamarriteras llenan el paisaje…<br />

Cuando ando mi río buscando orillas,<br />

mirando al cielo entre las barrancas<br />

o cuando busco al caer la tarde<br />

guardar en mi alma una estrellita,<br />

suena en las cuerdas de mi guitarra<br />

un dulce canto de chamarritas.<br />

Dicen que vino de Las Azores<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

y en las lomadas quedó prendida<br />

y fue dejando por mi Entre Ríos<br />

magia y embrujo en las tardecitas,<br />

fue mate amargo de mano en mano,<br />

el dulce canto de chamarritas.<br />

Y fue una cinta celeste y blanca<br />

flameando al viento en las clavijas,<br />

fue roja sangre en los caudillos<br />

cuando luchaban dando la vida,<br />

cuando esperaban esas contiendas,<br />

un dulce canto de chamarritas.<br />

Prendida al silbo de los troperos,<br />

pisando pasto, tierra o gramilla,<br />

si hasta los talas se estremecían<br />

cuando buscaban tropilla arisca,<br />

y por las noches fogón y mate<br />

y el dulce canto de chamarritas.<br />

En nuestros pagos hubo un paisano<br />

que, en los fogones, de nochecita,<br />

se volvió copla para contarnos<br />

de los costeros todas sus cuitas,<br />

fue don Linares, paisano franco,<br />

un dulce canto de chamarritas.<br />

Todo el paisaje de mi Entre Ríos<br />

lloró un febrero a la tardecita,<br />

hubo tristeza hasta en las calandrias,<br />

en los zorzales, las tacuaritas,<br />

triste noticia, murió Linares<br />

y el dulce canto de chamarritas.<br />

Ayer anduve costeando el río<br />

y en los fogones busqué cenizas,<br />

“negros del agua” andaban jugando<br />

en una ronda bien costerita,<br />

y en las guitarras de los costeros<br />

cantó Linares… su chamarrita. (Martinez, 2014, p.79).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

8.2 Los árboles mueren de pie<br />

Si es cierto que una buena muerte ennoblece toda vida, en el caso de nuestro amigo Linares, digamos que toda<br />

su vida estuvo dedicada a ganarle la batalla al olvido, que, para mí, es la verdadera muerte del hombre. El<br />

verdadero silencio.<br />

Citando al profesor Raúl Tournoud, debería decir: Ineludible formalidad de todo lo que vive es esta de morir,<br />

pero bendita posibilidad de vencer al silencio y al olvido es la reservada a las almas grandes y nobles como la de<br />

Linares Cardozo.<br />

Como un árbol, sumergido en la tierra que lo ve nacer, creció enamorándose del viento, cantando con él. Estoy<br />

convencido que eso, lo hizo cantor. El verdor del follaje que predomina en su frescura lugareña, los dorados del<br />

otoño en una voz que nunca le terminó de convencer, la leña que amaina los inviernos solitarios en su consuelo<br />

de esperanza, el parentesco con los pájaros de los que fue nido. Y la identidad del lugar. Nuestro amigo, por<br />

extensión, como tan cierta la afirmación de Alejandro Casona, se pareció a un árbol hasta en eso. Para mí, murió<br />

de pie.<br />

Para los que no lo conocen, el Aguaribay es un árbol que lleva el sello entrerriano. Tiene distintas denominaciones,<br />

pero la preferida de nuestros paisanos es llamarle Gualeguay. Como hombre de ciudad, yo no lo conocía.<br />

Pero la ignorancia todo lo oscurece y, si me hubieran preguntado por “ese arbolito”, probablemente lo hubiera<br />

definido como una especie de sauce. Pero la generosa dedicación a la educación y la profunda vocación de raíz<br />

que tuvo Don Linares, nos hizo la luz para la ignorancia, corriendo el velo imperceptible de la soberbia de ¿cómo<br />

no voy a saber? Para indicarnos con su convicción y hacernos saber cómo se llamaba ese arbolito humilde y fuerte,<br />

con un tronco suave y maleable, pero resistente a las tormentas que es el aguaribay.<br />

Cosa sencilla parece esto para definir a un verdadero Maestro. Sin embargo, es mi humilde definición de un<br />

hombre que, si fue poeta, cantor, pintor y escritor, todo lo fue para develar los secretos que encerraba el ser<br />

entrerriano. Es decir, entregó su vida a desterrar la ignorancia. Fue Maestro.<br />

Tal vez por eso llegó a la profundidad de la raíz y la extrajo para nosotros. No para que muera la planta, sino<br />

para que viva en nuestra alma.<br />

Presto para la gauchada, despreciaba el egoísmo. Solía decir: No me gusta los que se atraviesan el pecho con el<br />

dedo, son “yoístas, -me decía-.<br />

Su casa tenía el color de la costa, un verde pálido siempre en calma. Y siempre una sorpresa había presente en<br />

su corazón grandote y su espíritu en paz.<br />

En el regazo de un hogar tibio y dulce le escuché cantar lo que fueron sus últimos legados de entrerrianía como<br />

La Pluma de ñandú, apenas ensayada en esas grandes y rugosas manos, ya casi vencidas por la artrosis, pero<br />

siempre generosas.<br />

En tantas tardecitas que me regalara, supe escuchar de sus labios, los sinsabores de una vida llena de fatigas y<br />

preocupaciones. Su inmenso deseo de permanecer en el hogar, como aquella poesía profunda que nos dejaba<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

saber y que interpretara su amigo Atahualpa:<br />

Hace mucho tiempo que recorro el mundo, he vivido poco, me he cansado mucho, y al viaje que cansa,<br />

prefiero el terruño.<br />

Sabe, amigo, realmente estoy sintiendo que voy para el final -decía-. Me ha visitado “la señora” (nunca<br />

nombró, al menos en mi presencia, a la muerte) y yo la invito con unos mates, le recito unos versos, la invito a<br />

bailar y se va contenta, pero sin mí. Lo que pasa ahora, es que estoy sintiendo que ya no me cree. Cada vez,<br />

demora más en irse...<br />

En el chamamé: Soy entrerriano él se definía como árbol. Soy entrerriano, -dice- de ñandubay, corazón tierno<br />

y fibra fuerte de caranday. Pero también menciona: En un apretón de manos, se va toda mi amistad. Y así era él<br />

en la vida, amigo generoso, de mano abierta.<br />

A mí no me ahoga el calor / ni me entumecen los fríos.<br />

yo soy gaucho aguantador / porque nací en Entre Ríos.<br />

Siempre tenía una preocupación, a veces lo ensombrecía una tristeza y nos decía:<br />

La orientación didáctica en nuestra hermosa juventud tiene una falencia fundamental. Siempre ha postergado<br />

los valores de la argentinidad y, sobre todo, el conocimiento de su geografía, de sus prohombres, de sus<br />

poetas, de sus grandes artistas, de sus grandes maestros, de sus grandes científicos. Y lamentablemente, el<br />

niño, el joven van creciendo en una orfandad y agarra un rumbo que no tiene eficiencia como para sostenerlo<br />

y darle plena conciencia de su nacionalidad.<br />

Ese sentido de regionalidad y pertenencia es el que le da la conciencia de universalidad al hombre, el que le<br />

da el sentido de humanidad en el verdadero contenido del concepto. De manera que, a mí me dolía como<br />

argentino, cuando estudiábamos geografía, por ejemplo, nos enseñaban con obligación de aprender los ríos de<br />

Suecia cuando no conocíamos los ríos que teníamos en Entre Ríos. Es esa falencia que ocurrió desde siempre en<br />

este país.<br />

La Educación en nuestro país, no tuvo una orientación total globalizadora de Argentina. Y a eso lo estamos<br />

pagando... Lo estamos pagando, mi amigo… Por eso, cualquier ingreso, cualquier irrupción, a lo primero que<br />

daña es a la juventud, porque con facilidad se le pueden desdoblar los más caros sentimientos de nacionalidad.<br />

Yupanqui, amigo mío, tuvo esa conciencia y ese compromiso. Por eso escribió que: “El hombre es tierra que<br />

anda”.<br />

Y todo esto lo decía con dolor. Con mucha bronca. En aquel ocaso también de su vida, las reflexiones dominaban<br />

la escena y las reminiscencias eran su pan cotidiano.<br />

Qué lindo es haber nacido / en mi pago litoral / ñandubay, aguada, río / y el aliento de un zorzal. En cada palabra<br />

rondaba la dicha de haber sido lo que fue, sin embargo, se preocupaba en señalar que nunca se consideraba un<br />

cantor, ni un poeta. Tan solo soy, decía, un decidor, un educador.<br />

A modo de síntesis, quise traer otra frase de una nota periodística textual, que lo pinta de cuerpo entero:<br />

Soy un intuitivo. Y si es verdad que tengo muchas canciones, todas fueron hechas con una gran humildad,<br />

216


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

pero también con una inmensa responsabilidad para mi pueblo, para hacerle ver que, dedicándose un<br />

poquito, podemos tener un programa para elevarnos y, sobre todo, para hacer un poco de cultura, que la<br />

estamos necesitando tanto. (Izaguirre, J., 2005).<br />

En fin, cuando hablamos del árbol, hablamos de identidad. De frescura, de amistad, de cercanía necesaria con<br />

el agua, de abrigo de la juventud y nido de esperanzas cantoras.<br />

Hablamos de enseñanza, de paciencia, de crecer a pesar de las tormentas. Aún, perdiendo algunas ramas, pero<br />

profundamente hundido en la tierra a través de la raíz. Y cuando ya no se es, cuando de pie y con dignidad se<br />

recibe el final, seguir siendo en la guitarra de los amigos y en el recuerdo imperecedero de algún cantor anónimo<br />

o de alguien que pasa caminando, silbando por las calles una simple y dulce chamarrita.<br />

Nada resulta superior al destino del canto.<br />

Ninguna fuerza abatirá tus sueños,<br />

porque ellos se nutren con su propia luz.<br />

Se alimentan de su propia pasión.<br />

Renacen cada día, para ser.<br />

Sí, la tierra señala a sus elegidos.<br />

El alma de la tierra, como una sombra,<br />

sigue a los seres indicados para traducirla<br />

en la esperanza, en la pena, en la soledad.<br />

Si tú eres el elegido, si has sentido el reclamo<br />

de la tierra, si comprendes su sombra,<br />

te espera una tremenda responsabilidad.<br />

Puede perseguirte la adversidad,<br />

aquejarte el mal físico,<br />

empobrecerte el medio, desconocerte el mundo,<br />

pueden burlarse y negarte los otros,<br />

pero es inútil, nada apagará la lumbre<br />

de tu antorcha, porque no es sólo tuya.<br />

Es de la tierra, que te ha señalado.<br />

Y te ha señalado para tu sacrificio,<br />

no para tu vanidad.<br />

La luz que alumbra el corazón del artista<br />

es una lámpara milagrosa que el pueblo usa<br />

para encontrar la belleza en el camino,<br />

la soledad, el miedo, el amor y la muerte. (Yupanqui, 1979, p. 1).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

8.3 Me duelen los febreros<br />

La tarde me pide<br />

que cante mi alma la canción más pura,<br />

para el gurisito que busca la costa<br />

desde aquella altura,<br />

descubro en sus manos una flor silvestre<br />

que se lleva el río,<br />

tristeza en febrero, se ha ido Linares,<br />

lo llora el estío.<br />

En algún ranchito<br />

como en un susurro su canción de cuna,<br />

entibia los sueños de ese costerito,<br />

ojitos de luna,<br />

y por el amigo desgrana un rosario<br />

la madre costera,<br />

tristeza en febrero, se ha ido Linares,<br />

gime la ribera.<br />

Busca mi guitarra<br />

las voces perdidas de antiguos copleros<br />

y juntos le cantan al “viejo Cacique”,<br />

al dulce trovero<br />

porque, aunque nos digan se ha ido Linares<br />

un triste febrero<br />

yo sé que su copla aviva el rescoldo<br />

de un fogón costero.<br />

Y anda el peoncito de estancia silbando,<br />

un chamamecito que una vez cantó<br />

y en el arroyito<br />

hay ausencia de luna por ese cantor.<br />

Y en fogoncito de los pescadores,<br />

la humilde biznaga leñita se hará<br />

y un “soy entrerriano” trepará en la noche<br />

por ese cantor.<br />

La vieja ocarina se quedó en silencio,<br />

218


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

hoy es un lamento el último son,<br />

penita en la copla del caracolero,<br />

tristeza en febrero, ya no está el cantor<br />

y por caminos un vejo tropero<br />

un silbido largo, buscan al cantor. (Martinez, 1997, p.3).<br />

No le tengo miedo a la muerte, -decía Atahualpa Yupanqui- a lo que sí le tengo respeto es al trance, el ir<br />

hacia allá. Confieso que tengo curiosidad por saber de qué se trata. La guitarra con toda su luz, con todas las<br />

penas y los caminos, y las dudas. ¡La guitarra con su llanto y su aurora, hermana de mi sangre y mi desvelo, irá<br />

conmigo para siempre! (Frasesypensamientos.atahualpa.com.ar).<br />

En el libro El caballo pintado y la paloma, están los recuerdos íntimos de Linares; allí, su tiempo niño florece y<br />

nos muestra dulce y sugestivamente a través de la poesía el momento y el lugar donde comenzó a encontrar el<br />

diálogo con el paisaje; plática que volvería a descubrir siendo hombre, en cada copla y en cada melodía.<br />

Su canto fue suyo y supo ser de todos; sin duda porque supo ser él mismo, íntegramente y, por serlo, puede<br />

ser tan nuestro. Las sensaciones guardadas en algún rincón del alma regresaron nítidas en su instrumento y se<br />

constituyeron en canciones que desbordaron de amor por su pago de palomas que nunca olvidó; y volvió henchido<br />

de coplas para mostrar su cielo, su arroyo y la nobleza de su gente. Su voz y su guitarra se convirtieron, con<br />

indudable señorío, en la evidencia de una identidad personalísima y en el renacimiento de recuerdos no olvidados.<br />

A veces lo asolaban las ausencias largas, por eso siempre estaba regresando, como si buscara esas fuentes de<br />

antaño llenas del amor materno; y sus manos, su voz, se cargaban de trinos nunca olvidados. Constantemente<br />

supo que volvería a su pueblo, La Paz lo llamaba y él sabía que el descanso final sería allí, junto a su arroyo y su<br />

río, muy cerca de donde reposan los padres amados. El silencio lo andaba rondando, un silencio inmenso y<br />

profundo igual al de los espineleros se iba acercando a cada instante, como una sombra amplia, desconocida, pero<br />

él no le temía, la música también estuvo siempre llena de silencios.<br />

Y ese sosiego le llegó un febrero pleno de estío, de arena, de gurises jugando y de guitarras tristes; los musiqueros<br />

populares sabíamos que sería difícil volver a escuchar una guitarra como la suya.<br />

Vihuela, / es tiempo de partir. / Mis manos se aquietaron / entre un manso crepúsculo. / Los dedos ya no pueden<br />

agitar en armonía / tu aljibe iluminado. (Linares, 1995, Inédito).<br />

Fue en febrero, lo lloraron los sauces y los ceibos costeros; los niños apagaron sus rondas; dicen que en la ribera<br />

se oyó el canto tristón de los crespines y el susurro dulzón de las madres costeras murmurando su canción de<br />

cuna… Desde entonces se llora su ausencia… y duelen los febreros.<br />

Cuando el cielo gris y triste<br />

que traen los febreros,<br />

congregue mansamente<br />

las guitarras calladas,<br />

se doblarán los sauces<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

en un dolor antiguo<br />

y andará en la ribera<br />

una lágrima estirada.<br />

Descenderá en el río<br />

una nota llorona<br />

escapada quizás<br />

de tristones cordajes,<br />

se callará el rumor<br />

de pájaros costeros,<br />

por esa ausencia amada<br />

se apagará el paisaje.<br />

Y entonces una madre<br />

de algún ranchito humilde<br />

canturreará esa noche<br />

esa canción de cuna,<br />

será un abrazo largo<br />

cubriendo la ribera<br />

y andarán a su lado<br />

el lucero y la luna.<br />

Y vendrán a la costa<br />

los “negritos del agua”<br />

se juntarán en ronda<br />

y buscarán sus manos,<br />

yo sentiré mi voz<br />

quebrada para siempre<br />

buscando que en mi tierra<br />

no se apague su canto.<br />

Recientemente supe<br />

que en el cielo entrerriano<br />

un dulzor de guitarras<br />

aparece en febrero<br />

y algunos pescadores<br />

me han jurado por Dios,<br />

que lo han visto jugando<br />

con los niños costeros.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Mis manos abrazadas<br />

otra vez al madero,<br />

de nuevo la nostalgia<br />

floreciendo en las cuerdas,<br />

yo no sé cómo sabe<br />

que ha llegado febrero<br />

más llora por Linares,<br />

el juglar de mi tierra<br />

La tarde va juntando<br />

de a poco sus retazos<br />

y la costa se llena<br />

de sones estelares,<br />

ha llegado febrero,<br />

le creo a los costeros,<br />

a orillitas del río<br />

hoy lo he visto a Linares. (Martinez, 2014, p. 53).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

8.4 Adiós mi Entre Ríos<br />

Llorando está sobre el agua<br />

mi corazón desahuciado,<br />

anda buscando al cantor<br />

que no encuentra en ningún lado.<br />

Me pregunta por su voz<br />

que ya no está en estos lares,<br />

como le digo que anda<br />

con guitarras estelares.<br />

Mañana por la mañana<br />

lo llevaré por el río,<br />

quizás encuentre sus coplas<br />

en las rondas de los niños.<br />

Gustito a pan en las mesas,<br />

tristeza en los pescadores,<br />

ha partido el trovador<br />

que contaba sus dolores.<br />

Los sauces cómo reían<br />

aquel día que lo vi,<br />

y ahora que él ha partido<br />

los sauces lloran por mí.<br />

Bajo los sauces llorones<br />

me senté a llorar su adiós,<br />

llorando estaban los sauces<br />

pero más lloraba yo.<br />

El viento silba sus penas,<br />

yo silbo por no llorar<br />

y así nos vamos costeando<br />

los dos queriendo olvidar.<br />

Espejo de agua es el río<br />

donde los cielos se bañan<br />

y yo busco en esas nubes,<br />

su hondo canto y su guitarra.<br />

Cuando andamos otros pagos<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

no somos nosotros solos,<br />

porque sé que don Linares<br />

y el pago, van con nosotros.<br />

Dicen que el río se lleva<br />

las penas de soledad,<br />

más en mi alma aún encuentro<br />

solamente sequedad.<br />

Por las noches me conformo<br />

con matear junto al fogón<br />

y Linares me acompaña<br />

su voz está en mi canción. (Martinez, 2015).<br />

El afán consumista que ha caracterizado a la sociedad y la cultura de los últimos años, desdibujó la historia de<br />

hombres que se destacaron por un inmenso amor hacia su tierra y su gente, el que se destacaba por su entrega y<br />

su honestidad, el que sobresalía por su hombría de bien. La legitimidad del artista, de una voz auténtica y<br />

respaldada en esa hombría de bien, no ha sido algo que abunde; la distracción del espectáculo logra hacernos<br />

olvidar los valores que puede o no encarnar un poeta, un cantor. El ruido nos ha hecho olvidar, en definitiva, el<br />

valor profundo y fecundo de los silencios que llevan a algunos hombres a hacer de su voz la medida de su hombría<br />

de bien.<br />

Si de alguna manera los entrerrianos quisiéramos definirlo, seria justamente con esa expresión; por eso al<br />

nombrar a Linares Cardozo, nace sin esfuerzo esa expresión que lo caracterizó; Linares fue un hombre de bien, un<br />

buen hombre. Fue un artista único; no sólo porque confluyeron en él el poeta, el músico, el pintor, el educador y<br />

el eterno viajero, sino porque su descendencia artística pueden ser todos, pero no es ninguno. Intentó alejarse de<br />

la maquinaria del espectáculo del folclore masivo, del público consumidor sin amor y conocimiento. No le resultó<br />

muy fácil, pero su legado permanece inalterado, su voz no ha sido vencida y su mensaje continúa vigente. Nació y<br />

creció amando a su terruño, nunca quiso marcharse de su amada tierra entrerriana, le rindió honor a lo largo de<br />

su vida; no traicionó los principios heredados de sus padres, enlazando en su voz al canto provinciano y el afán de<br />

caminante, de viajero incansable, y eso lo llevó en busca de la verdad por los caminos de su tierra de agua.<br />

Perdido entre los libros de aquellos baúles de su madre, encontró aquellas historias que dejaron en su alma<br />

huellas inolvidables, relatos que luego volvería a escuchar en la voz de los ancianos de las islas y los campos,<br />

hermosas semblanzas que su canto y su guitarra desgranaron en el aire de su amada Entre Ríos. Y siempre, en<br />

cada encuentro, recordaría esa frase que decía: “Los acontecimientos más grandes no son los más ruidosos, sino<br />

nuestras horas más silenciosas". Siempre recordaba a su madre que le enseñó un día como poner las manos sobre<br />

el instrumento, adoptando la actitud física de ahuecamiento para que quepa en él la guitarra y sus sonidos más<br />

auténticos, que son reflejos de su alma.<br />

Más de una vez recordó las palabras de Atahualpa que decían: “Cuando muere un poeta, no deberían enterrarlo<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

bajo una cruz, sino que deberían plantar un árbol encima de sus restos. Así lo pienso yo, por cuanto, con el tiempo,<br />

ese árbol tendrá ramas y un nido y en él nacerán pájaros. De ese modo, el silencio del poeta, se volverá trino y<br />

vuelo”… Será por eso que el eligió su lugar, allí en el viejo cementerio de su pago natal, muy cerca del río al que<br />

tanto le cantó, bajo un timbó que le regalará sus flores en la primavera paceña y donde cantarán los zorzalitos<br />

costeros. Siempre fue un adiós... un eterno caminante… un tibio abrazo… una mano en alto… una chamarrita<br />

deshojándose en los aires provincianos… fue libre correntada en ríos y arroyos… y cuando quiso quedarse quieto,<br />

vino el viento costero de la noche y lo llevó con él…<br />

Te digo adiós mi Entre Ríos<br />

con el corazón transido<br />

me voy ya que tú me diste<br />

la ansiedad de andar caminos.<br />

Añoraré mis barrancas<br />

mi costa verde mi río,<br />

mi arroyito, mis lomadas<br />

y mis pájaros queridos.<br />

Y si me duermo en las huellas<br />

que me vuelvan es preciso<br />

mejor muerto en Entre Ríos<br />

que vivo en el paraíso. (Cardozo, 1973).<br />

Voy andando con mi pena<br />

en la quietud de la tarde,<br />

el río quiere saberla<br />

pero es mejor que la calle.<br />

Algún día he de decirle<br />

que ha partido don Linares,<br />

cuando él empiece a extrañar<br />

sus coplitas en el aire.<br />

Hoy ha dejado su ausencia<br />

dolor en toda mi tierra,<br />

si hasta el lucero ha dejado<br />

lagrimitas por la pena.<br />

Unos crespines tristones<br />

andan llorando su ausencia,<br />

el cielo de los cantores<br />

será su nueva querencia.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Lo busca en la Cruz del Sur<br />

el tropero de la huella,<br />

y se vuelve pena el canto<br />

de alguna madre costera.<br />

Sigo andando mi camino<br />

hilvanando los recuerdos,<br />

tardes de mates y coplas<br />

y también de algún silencio.<br />

Miro hacia atrás y descubro<br />

que el río me anda siguiendo,<br />

pa´ mí que se ha dado cuenta<br />

del dolor que estoy sintiendo.<br />

Y me voy silbando bajo<br />

“Chamarrita del adiós”,<br />

y el río es todo silencio,<br />

silencio de pescador.<br />

Y entonces veo en sus aguas<br />

lagrimitas que se van,<br />

sabe que se fue Linares<br />

y ahora quién le ha de cantar. (Martinez, 2016).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

8.5 Su legado<br />

A 20 años de su muerte la figura de Linares Cardozo -acaso el mayor paisajista de la música popular entrerriana-<br />

, expresa una contradicción que denuncia un modo de asumir la propia cultura: aquella que opone la inmensidad<br />

de sus creaciones a la poca difusión en los medios radiales y televisivos de su gran obra cancionera. La resonancia<br />

antigua de la guitarra con rasgos de viejos musiqueros; la sencillez de las coplas; la belleza austera; las progresiones<br />

armónicas; y los arpegios pesados; trazaron el perfil de un artista inmensurable. Su obra alejada de los guiños de<br />

la industria permanece intacta en el imaginario colectivo: La lindera, Canción de cuna costera, El alza´o de las islas,<br />

Entrerriano, Lázaro Blanco, por mencionar algunas; invitan a desentrañar la distancia que se insinúa entre lo<br />

popular y lo masivo; la sencillez y el verso moldeado para el mercado. Su técnica, su poética y su valor fundacional<br />

en la evolución de la música popular lo convirtieron en la figura por excelencia del tradicionalismo folclórico<br />

entrerriano, pero el vigor de su gesto artístico fue suficiente para sepultar toda categoría de frontera.<br />

En su voz abrevan las expresiones contemporáneas más sensibles del folclore; las que se complacen en la<br />

repetición y las que se entregan a la evolución.<br />

Los días de su infancia a orillas de un cansino arroyo, transcurrieron de asombro en asombro, de revelación en<br />

revelación. Su obra se popularizó en los años ´60 con el impulso de grandes músicos: Los Fronterizos, Los Quilla<br />

Huasi, Los Trovadores del Norte, Ramona Galarza, Mercedes Sosa, Horacio Guaraní, Los Hermanos Cuestas, Julio<br />

López, Los de Imaguaré, Jairo, son algunos de esos cantores que grabaron sus temas.<br />

A veces se lo veía nostálgico, un poco triste; lo envolvía una mirada pesimista y compartía entonces la frase<br />

de Atahualpa: El folclore seguirá siendo para algunos una misión, para otros algo que está de moda, y para la<br />

gran mayoría, una industria. (Cardozo, 1983, p. 25).<br />

Linares miraba el mundo y la vida desde la mirada del hombre consustanciado con su tierra y su gente; era una<br />

idea ritual de la existencia. Siempre fue al meollo, nunca se anduvo por las ramas para hablar de las cosas. Ha sido<br />

dueño de un poder de síntesis producto de su formación observadora del paisaje y del hombre. Era uno de esas<br />

personas con el raro don de expresarse y de expresar el universo de una forma sintética. Son seres que vienen a<br />

ser mensajeros. En el caso de Linares, eso le permitió transmitir desde lo entrerriano y argentino una visión del<br />

mundo que se convierte en universal. Su obra atraviesa lenguajes, estilos e ideologías. Linares fue… un artista sin<br />

edad ni tiempo.<br />

Su voz profunda me llega todavía,<br />

navega suavemente el largo río<br />

y en el solar entrerriano es regadío,<br />

flor silvestre, terruño y lejanía.<br />

Quizás no sabe esta tierra mía<br />

que esa voz se apagó en un triste estío,<br />

pero fieles cantores de Entre Ríos<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

van dejando sus coplas día a día.<br />

Partió es verdad, pero nunca se ha callado,<br />

canta Linares en el trino alado<br />

y en la madre costera esperanzada.<br />

Será por siempre el corazón paisano<br />

de este pago bendito, enamorado,<br />

lucero ardiente que alumbra la alborada. (Martinez, 2011, p. 102).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

8.6 Réquiem para Don Linares<br />

Linares fue un investigador con una misión concreta: recoger, clasificar, descubrir, recuperar y escribir historias<br />

y canciones que contengan el corazón y el alma de nuestra provincia de ríos y trinos. Las historias, las canciones<br />

comenzaron a sumarse por cientos. Y los desvelos, por años. Caminó los senderos de la áspera geografía de<br />

nuestra provincia hasta llegar al ranchito más humilde. Solo con su guitarra, oyendo viejas melodías del pueblo,<br />

acumulando temas, desbrozando orígenes. Compartió inquietudes con otros estudiosos de la provincia y del país<br />

despertando en ellos respeto y un trato preferencial de cordialidad. Dio charlas, conferencias, se acercó a los<br />

jóvenes y a los niños; siempre con su humildad y su música. Música para anotar, para estudiar, para alcanzar una<br />

conciencia de lo que cantó nuestra tierra antes, dónde, cómo y porqué. Nos queda su obra, Maestro Linares, su<br />

gran aporte a la cultura de nuestro pueblo. Nos ha dejado usted una arroba de documentos. Auténticamente,<br />

cabalmente, documentos. Formas. Ritmos. Melodías. Letras. Estribillos. Hallazgos originales. Modalidades que nos<br />

diferencian de otras comarcas. Todo lo que se pueda discutir, o pretender agregar, o transformar, han de ser<br />

meras interpretaciones, juegos literarios o gustos estéticos, ensayos para “alguna proyección”, como se estila decir<br />

en estos días, para darle importancia a una deformación de lo tradicional, que consagre como talentosos a<br />

descubridores de “un nuevo folclore”. Ahora que ya no lo veremos aparecer de tarde en tarde, cordial y sereno,<br />

como un maduro joven cargado de consciencia y de sabiduría, quiero agradecerle, como entrerriano, su obra, su<br />

desvelo, su claridad, su ejemplo. No olvidaré algunas frases suyas. Alguna vez me dijo: “No olvides, lo verdadero<br />

es la esencia. Y la esencia no brilla, pero está, porque ella es la verdad. La mayoría canta para el disco. No canta<br />

para el pueblo, para la tradición”. “Hay cantores que cantan lindo, pero no te dejan nada aquí adentro… y otros<br />

que cantan y te sacuden… a esos no le pierdas pisada”. Desde el más claro rincón de mis anhelos rindo mis simples<br />

palabras en homenaje a su obra y me inclino reverente ante su silencio, Maestro Linares Cardozo.<br />

¡Ay! timbó costero, ha partido,<br />

se fue en busca de sonidos estelares,<br />

yo no sé si alguien te ha contado<br />

la tristeza que hay en estos lares.<br />

Hoy lo he visto partir, timbó costero...<br />

dale a su descanso la sombra buena,<br />

une a su voz la raíz de tu silencio<br />

se nido del zorzal y de su pena.<br />

Su mundo estuvo lleno de caminos,<br />

campo y río… sol y arena.<br />

Hoy tengo una sed tan infinita,<br />

hazme un lugar también para mi pena.<br />

Él siempre fue un adiós, un brazo en alto,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

una chamarra quebrándose en la arena;<br />

otras veces su canto fue ese viento<br />

o la lunita blanca, espinelera.<br />

Hoy te he visto timbó, quieto en la tarde,<br />

angustiado, sin flores y sin fuerza.<br />

Pero vi que tu sombra era un abrazo<br />

que caía tibiamente allí en la tierra.<br />

Hoy lo he visto partir, timbó costero,<br />

solamente me dijo: ¡Hasta la vuelta!<br />

Es un río profundo que me trae<br />

un sonido de guitarras estrelleras.<br />

Hoy me queda seguir por su camino<br />

con el canto Linariano cual bandera,<br />

dejar mi corazón, mi alma entera<br />

por mi tierra entrerriana y montielera. (Martinez,2016).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

8.7 Entre mates y recuerdos… Reflexiones<br />

Hasta aquí llegamos. Entre mates y coplas recordadas, en la búsqueda de su obra y de su vida. La madrugada a<br />

veces me sorprendía leyendo o escribiendo. Y aquí están el cantor y su obra, su genio y su figura. No es todo, de<br />

aquí en adelante otros deberán tomar la posta y seguir buscando los infinitos mensajes de amor hacia nuestra<br />

tierra entrerriana que dejó Linares. Pero siempre tendrán que buscar al cantor y a su canto, ellos son dos<br />

elementos inseparables. El canto de Linares es expresión de vivencias y experiencias vinculadas indisolublemente<br />

a su propia vida. No es el poeta o el juglar que compone sobre las sugestiones que le plantea un paisaje externo.<br />

En la poesía y la música de Linares todo, prácticamente, es fruto de sus andanzas, su lazo profundo con seres<br />

humanos, sencillos, francos, como aquellos peones que conoció de niño, y su admiración infinita por el paisaje de<br />

agua de su provincia amada. En toda la obra del cantor paceño está presente de un modo tan cabal la fusión de la<br />

tierra, el hombre y el canto.<br />

Linares Cardozo es el infinito camino que ha transitado. Es tierra lapaceña, entrerriana, argentina. En algunos<br />

momentos de su vida, fue pescador espinelero, “mariscador”, peoncito de campo, carrero, cantor. Su destino,<br />

siempre lo supo, fue el camino.<br />

Encontró en el andar los senderos y ríos la forma más elevada de libertad. Cierto día, ese niño nacido a orillas<br />

de un arroyito entrerriano se echó a andar en busca de los sueños y secretos de la gente del pago. Con las estrellas<br />

arriba y algo de polvo abajo, despertó en las islas y los montes y, a partir de ahí, nada sería igual. Nacía Linares, el<br />

cantor, el guitarrero y el poeta errante. Su figura es grande, su poesía y su música tan perfectas y de profundas<br />

resonancias, porque Linares enalteció la música popular entrerriana.<br />

Linares era solista en todo sentido: no sólo componía, escribía e interpretaba, sino que en público prefería tocar<br />

en solitario, sin músicos. Él y su guitarra. Durante toda su vida, se mantuvo lo más alejado posible de la escena<br />

pública. Y no fue fácil seguirle los pasos. Peregrino por naturaleza, tuvo tantas residencias como canciones, ya sea<br />

por decisión propia o por mudanzas, pero nunca abandonó su provincia, vivió y murió bajo su cielo.<br />

Linares entendió desde muy joven que la responsabilidad del cantor es traducir las penas y los gozos del pueblo.<br />

Él entiende el anonimato como uno de los valores sublimes dentro del arte. Porque cuando esa obra pasa a ser<br />

un bien del pueblo tiene un sentimiento de pertenencia que se multiplica. Y es mucho más importante desde el<br />

punto de vista social y popular. En su vida, en obra musical y poética enseña que la real misión del artista es<br />

alumbrar, no deslumbrar.<br />

Sin duda, el campo temático de Linares tuvo variados tópicos recurrentes: la soledad, el silencio, el paisaje y<br />

las alegrías y penas del hombre. Sin embargo, todo era indisociable. Es un error considerarlo un “paisajista”,<br />

porque en su obra, el paisaje y el hombre forman parte de una misma cosa. En muchos temas del cantor, Lonja<br />

costera, La partida, El alza´o de las islas, el Peoncito, hay una fuerte conciencia social, pero a la vez despegada de<br />

la canción de protesta, es como si el poeta hizo suyo el sufrimiento del peón de campo, del carrero, del pescador,<br />

del islero. Anduvo tantos caminos, conoció y habló con abuelos sabios y eso le dio una gran sensibilidad por la<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

gente humilde del pago. En su andar por las tierras profundas de nuestra provincia recogió las historias de esos<br />

hombres, se comprometió con ellas y las hizo canciones y poemas. Fue piedra, arena, flor silvestre, canoa, río y<br />

arroyo, y fue el hombre en el paisaje.<br />

El folclore, como la cultura, no es algo estático. Está en constante movimiento. Lo que hoy puede ser novedoso<br />

o contemporáneo, mañana, si perdura y le es útil a la sociedad, será folclore. Además de incorporar al hombre del<br />

río y del campo como eje temático, su obra ha atravesado las fronteras y el tiempo, no sorprende entonces, que<br />

las nuevas generaciones de músicos exploren en sus canciones y mensajes.<br />

Finalmente podemos decir que el que se acerca a Linares, lo comprende, lo ama y no se cansa nunca. No fue<br />

un folclorista que se dedicó a cantar las melodías y las poesías del paisaje entrerriano, en sus obras estaban toda<br />

la esencia del hombre en el paisaje. Lamentablemente su poesía, su música tiene muy poca difusión, Linares está<br />

demasiado ausente, aunque los grandes del canto grabaron sus obras, elogiaron sus creaciones, está<br />

prácticamente ausente en los medios. Su arte va en dirección opuesta al ruido y al vértigo. Exige mucho silencio,<br />

porque él trabaja mucho con él y tiene un peso muy grande en su obra. Tal vez haya habido una falencia en la<br />

gente que se encarga de difundir la cultura y el folclore. Sin embargo, muchos jóvenes cantores entrerrianos<br />

levantan la bandera del canto linariano. Se lo recuerda y se lo valora, y es además hermoso el acercamiento que<br />

hacen los docentes entre la obra de Linares y los niños.<br />

Sus creaciones son muy importantes para la formación de las nuevas generaciones. Fue un hombre muy sabio.<br />

Un eterno caminante repartiendo en coplas los sueños, las alegrías y los pesares del hombre entrerriano.<br />

Para cantarle a Entre Ríos<br />

provincia de la esperanza<br />

hay que ser como el chiviro<br />

tener dulzura y pujanza.<br />

Hay que vibrar de emoción<br />

como la verde gramilla<br />

al aire acariciador<br />

de la hermosa patria chica. (Cardozo, 1972, p. 1).<br />

… Entre Ríos tiene fama<br />

de aguadas y leña fuerte,<br />

de las mujeres hermosas,<br />

y de los gauchos valientes. (Cardozo, 1083, p. 7).<br />

231


232<br />

“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

9. EPÍLOGO<br />

________________________________________________<br />

Linares Cardozo (Dibujo: Carlos Pintos)<br />

El ensayo es para mí la más completa de las manifestaciones literarias, puesto que permite la conjunción de la<br />

sensibilidad de la poesía y la reflexión crítica de la razón. Escribir y leer un ensayo es entrar y posesionarse de la<br />

mente sensible y comprometida que forma el ser humano del escritor, y, al mismo tiempo, es permitir la entrada<br />

y posesión de nuestro ser por el ensayista.<br />

Como en ningún otro de los géneros literarios, es fusión entre los individuos que se encuentran a través del<br />

discurso. Los poetas dicen que también sucede con la poesía, y quizás es cierto que el alma se libera con los versos,<br />

pero en el ensayo ocurre algo más que una liberación momentánea, se produce una necesidad de libertad permanente,<br />

una perenne búsqueda de la esencia del ser.<br />

Tiene el ensayo otra virtud: no pretende ser verdad colectiva; le basta con ser verdad individualizada. Después<br />

de todo, en el mundo no hay más que individuos.<br />

En este ensayo quise simplemente dar a conocer a hombres de distintas latitudes la obra del juglar entrerriano,<br />

cuya vida transcurrió en un permanente canto a su tierra amada y en la constante búsqueda del ser.<br />

No hemos perdido a Linares. Él anda por aquí todo el tiempo. Sus poemas y melodías están entretejidos en el<br />

complejo y vasto campo cultural de Entre Ríos. El saber popular toma sus palabras despreocupado de autorías, y<br />

en las artes es reinterpretado con asiduidad. En general, lo que conocemos de él es tan significativo que lo<br />

incluimos dentro de nuestro capital simbólico. Sin embargo, es mucho más lo que desconocemos.<br />

Nunca debemos olvidar su mensaje, su andar por los caminos dándose por entero. Esa obsesión por el camino<br />

lo convirtió en un imparable viajero de la provincia y el país, no lo olvidemos, como tampoco la amplitud y<br />

profundidad de su obra.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

<strong>EL</strong> <strong>CACIQUE</strong><br />

Para nombrarlo hay que rastrear la copla<br />

o buscar zorzales en la sangre;<br />

templar la cuerda de miel en la garganta<br />

y en el alma la suavidad que nos da el ave.<br />

Se bautizó en los ríos, fue llama en cada ceibo,<br />

fue canoa y madera en una ausencia,<br />

fue reflejo de luz en el lucero<br />

y fogoncito costero en una estrella.<br />

Yo conocí el abrazo fuerte, franco, limpio<br />

en el gesto tibio y dulce del amigo<br />

que con sus coplas me marcó el camino.<br />

Hoy me ronda su mensaje en la memoria,<br />

recupero en sus canciones las historias<br />

y las canto con un vino amanecido. (Martinez, 2012, p. 33).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

HOMENAJE D<strong>EL</strong> ALMA (Poema final)<br />

Como si quisiera<br />

hallar esta noche la canción más bella,<br />

como si buscara detener las horas<br />

se duerme en las manos del cantor amigo<br />

la vieja guitarra;<br />

como si anhelara descolgar estrellas,<br />

perderse en la risa de nuestros gurises,<br />

pintarse de rojo en un ceibo costero<br />

y poder decirle al duende nochero<br />

la canción de cuna que hasta ayer cantaba.<br />

Y así, como en sueños,<br />

dejarla en el alma de ese hombre nuestro,<br />

hijo de esta tierra, paceño, entrerriano,<br />

padre de mil versos, dueño de esperanzas,<br />

estrellero viejo, amigo del alma, cantor desde siempre<br />

del “caballo blanco” y de la paloma.<br />

Hermano en el canto,<br />

padre en el afecto y abuelo en el tiempo.<br />

Y entonces estalla la guitarra en voces<br />

cantándole al hombre buscador de coplas,<br />

al hombre que es monte, río, sauce y ceibo,<br />

calandria y hornero, zorzalito islero,<br />

vincha colorada… bandera entrerriana.<br />

Cantándole al hombre<br />

del silbido largo como la esperanza;<br />

y entonces comprendo<br />

de donde provienen las voces que cantan,<br />

porque el río canta, porque el monte canta,<br />

es la tierra misma la que se levanta<br />

diciéndole al mundo del orgullo inmenso<br />

de tener un hijo llamado: Linares.<br />

Linares del tiempo, Linares del río,<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

Linares del trigo, Linares poesía.<br />

Se forma en la costa la ronda costera<br />

y el rio que corre la canción se lleva…<br />

Y cuenta la copla<br />

que cantan en ronda los niños costeros:<br />

“usted no ha se ha ido abuelo Linares<br />

está en el zorzal cuando estalla en canto ,<br />

en el andar manso del timbó canoero,<br />

en braza encendida de un fogón islero<br />

y es la luz que veo buscando el regazo del viejo lucero”.<br />

Y sigue diciendo la copla costera:<br />

“Gracias don Linares, por darnos sus sueños,<br />

gracias don Linares por ser estrellero,<br />

por tantas mañanas llenas de poesía,<br />

por su aliento largo, por su fe en la vida,<br />

por la mano abierta, corazón de amigo,<br />

gracias don Linares, gracias don Linares<br />

por quererla tanto a nuestra Entre Ríos”. (Martinez, 1998, p. 3).<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

10. D<strong>EL</strong> AUTOR<br />

___________________________________<br />

Luis Horacio Martínez, nació en la ciudad de La Paz, provincia de Entre Ríos, ciudad del místico Linares Cardozo.<br />

El prólogo de su primer libro de poesías “Luces florecidas en el canto”, fue escrito por su amigo y maestro: “…<br />

Es de seguro, la apertura a “todo un destino de poesía”, de esa creación verbal tan singular, que se aúna a la calidad<br />

de tu riqueza individual; honroso aliciente, promesa ostensible en la dimensión de un brillante mensaje. Una vez<br />

más se justifica en nuestra poesía el porqué de las bellezas entrerrianas; cada uno de tus poemas es un<br />

alumbramiento, es una feliz identificación con el paisaje, es el descubrimiento de nuestra realidad, de nuestro pago<br />

hermoso que hace al “todo” del Entre Ríos. Tu lirismo está rebosante de luz y frescura, fiel al paisaje familiar,<br />

revelador de un sentido plástico representativo, despierto hacia el amor verdadero y la libertad, gesto permanente<br />

de la esperanza entrerriana. ¡Cómo ennobleces a nuestra querida comarca!<br />

Con mis mejores votos para el amigo de ensueños comunes. Quiera Dios que este libro llegue hasta las manos<br />

de los niños y jóvenes como estímulo al devenir, como revelación tipificadora, pero también como una defensa,<br />

alerta a la deplorable acción depredadora; aliciente al trabajo honesto, a las buenas costumbres, al reencuentro<br />

con la vida sana y el fervor argentino.<br />

Mi abrazo cordial y… ¡gracias!.<br />

La Paz, Entre Ríos, 25 de mayo de 1991.<br />

Linares Cardozo…<br />

Su actividad cultural:<br />

Grabaciones: en el año 1982 graba “Cuando el pago se hace canto” [Casete]. En el año 1997 graba con más de<br />

cien músicos locales el disco “Canto a La Paz”.<br />

Como solista a grabado “El entrerriano de los pájaros”, “Sueños de agua” y “Homenaje I y II” (Obras dedicada a<br />

Don Linares Cardozo). Destacados cantantes argentinos le han realizado grabaciones de sus temas: Daniel<br />

Altamirano, Antonio Santamaría, Roque Mario Erazun, Iván Faisal, Mario Suárez, María Luz Erazun, entre otros.<br />

Es ganador del: “Festival del Amigo” (Gualeguay), Certamen de la “Canción inédita” (Villaguay), Certamen de la<br />

“Canción Navideña” (Buenos Aires), 2do. Y 3er. Premio en el Certamen de la “Chamarrita” (Santa Elena), 1er.<br />

Premio Certamen Navideño (La Paz). En el año 2007, obtiene el 3er. Premio en el Certamen Nacional de la<br />

Canción organizado por el Consejo Federal de Inversiones, con su tema” “Gurí de la calle”, un aire de chamarrita.<br />

Libros:<br />

En 1995 edita “Luces florecidas en el canto”, con prólogo de don Linares Cardozo. En 1998 edita: “Poemas de<br />

río y cielo” y “De trinos y bandadas”. Este último trabajo, se transforma en el año 2008, a través del Proyecto<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

“Identidad Entrerriana”, y auspiciado por el Consejo Federal de Inversiones, en una Enciclopedia Interactiva de<br />

aves. En el año 2005 edita “Pinceladas”. En el 2014, “Contorno de agua”. Tiene terminados para editar: “El camino<br />

de la nostalgia” y “Coplas del río”.<br />

Actividad radial y televisiva:<br />

En el año 1.983 y durante diez años, conduce un programa en L. T. 40 Radio la Voz de La Paz, llamado: “Patria<br />

Adentro”. En televisión realiza de “Patria y cielo” y “Nuestras pequeñas historias”. Con el primero de ellos, gana<br />

en 1.993 el premio “Broadcasting” como mejor programa cultural del país, y con “Nuestras Pequeñas Historias”<br />

es ternado para el “Prensario ‘94”.<br />

En 1.997 gana el concurso del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales “Hacia nuevas miradas en la<br />

televisión cultural”. En la década del 2000, realiza varios documentales cortos sobre personajes e historias de<br />

Entre Ríos.<br />

Desde el año 2007 hasta el 2015 se desempeñó como Director de Cultura de la Municipalidad de La Paz,<br />

provincia de Entre Ríos.<br />

Integró el Proyecto Identidad Entrerriana formando parte del “Vagón Cultural” que recorrió la provincia de<br />

Entre Ríos.<br />

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“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

11. FUENTES CONSULTADAS<br />

_______________________________________________<br />

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Cardozo, L. (1974). Coplas a mi barranca, [L. P]. Buenos Aires, Argentina: Microfón<br />

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Yedro, H. (1981). Don Linares Cardozo, una comunión con el paisaje. Revista 2º<br />

Fiesta Nacional de Pesca Variada de Río, volumen 1.<br />

Yupanqui A. Pasaban los cantores. Pista 1. [LP].<br />

240


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

12. ÍNDICE<br />

___________________________________<br />

Página<br />

1.PROLOGO 7<br />

2.NOTA INTRODUCTORIA 11<br />

3. DESTINO DE CANTOR<br />

3.1 La guitarra 17<br />

3.2 Semblanza 23<br />

3.3 Su madre. Su padre. Estrellas en la frente 34<br />

3.4 “Linares Cardozo”…su seudónimo 43<br />

4. SUS COMARCAS DE AGUA<br />

4.1 Su pago de palomas 53<br />

4.2 Su provincia de alas libres 65<br />

5. <strong>LINARES</strong>… Y LOS POETAS Y MÚSICOS<br />

5.1 Palabras del alma 83<br />

5 2 Crónicas de un viaje 94<br />

5.3 El Elogio 98<br />

5.4 Pa´ don Linares Cardozo 108<br />

5.5 Linares y Víctor Velázquez 111<br />

5.6 Entre tintas y acuarelas 114<br />

5.7 16 de febrero 117<br />

5.8 Al cantor del Montiel 119<br />

5.9 Como leñita de biznaga 122<br />

5.10 Los amigos del alma 125<br />

5.11 Una canción vive cuando el pueblo la canta 128<br />

5.12 Por el regreso 135<br />

5.13 La chamarrita… Música de agua 139<br />

5.14 Atahualpa Yupanqui… y Linares 148<br />

5.15 Cardozo - Sampayo: Identidad musical 152<br />

5.16 “El Tata” y “La Tona” … sus hijos 156<br />

241


“Linares Cardozo, El Cacique” Sonoridades de un río insondable Horacio Martinez<br />

5.17 Walter Ocampo: Romance para Linares 158<br />

5.18 Daniel Elías, el poeta que siempre admiró 164<br />

5.19 Linares, el canto alado de Los Hnos. Cuestas 170<br />

5.20 Entre Martinez es la cosa 177<br />

6. SU BÚSQUEDA<br />

6.1 Rumor de río… Misterio de monte 181<br />

6.2 El cancionero entrerriano y la identidad 190<br />

6.3 Canciones y danzas entrerrianas 206<br />

6.4 El coplero popular entrerriano 220<br />

6.5 Las madres y las nanas costeras 229<br />

6.6 Los niños y la canción 255<br />

7. <strong>LINARES</strong>… VERTIENTE DE AGUA DULCE<br />

7.1 Linares y los ríos 265<br />

7.2 Linares y el amor… Ausencia de río con luna 296<br />

7.3 Su gran obra: Canción de cuna costera 299<br />

7.4 Linares… Educador 303<br />

7.5 Linares Cardozo: Acuarela del paisaje 309<br />

7.6 Linares y la Leyenda de Lázaro Blanco 312<br />

8. A UN CI<strong>EL</strong>O DE ESPU<strong>EL</strong>AS EST<strong>EL</strong>ARES<br />

8.1 Su partida 321<br />

8.2 Los árboles mueren de pie 328<br />

8.3 Me duelen los febreros 333<br />

8.4 Adiós mí Entre Ríos 339<br />

8.5 Su legado 345<br />

8.6 Réquiem para Linares Cardozo 347<br />

8.7 Entre mates y recuerdos… Reflexiones 350<br />

9. EPÍLOGO 355<br />

10. D<strong>EL</strong> AUTOR 361<br />

11. FUENTES CONSULTADAS 365<br />

12. ÍNDICE 369<br />

242

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