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escuela 3-6<br />
Aprehendiendo el mundo<br />
en Infantil<br />
164 in-fan-cia<br />
«Cuantas más cosas<br />
tocaba, aprendiendo<br />
tanto sus nombres<br />
como aquello para lo<br />
que servían, más dichosa<br />
me sentía y más confianza<br />
tenía en mi sintonía<br />
con el mundo.»<br />
HELLEN KELLER<br />
Me van a permitir que<br />
me ponga nostálgica<br />
echando una mirada<br />
retrospectiva a mis primeros años en una escuela<br />
en la villa de Muros, cuando los pequeños llegaban<br />
con 4 años y de la mano de sus familias<br />
ya se habían adueñado de un trozo del mundo.<br />
Llevados por padres, madres, abuelos o<br />
abuelas, habían aprehendido el aroma de las<br />
flores y de la marea baja, habían descubierto<br />
Melchor Sabichón era el niño más listo del<br />
mundo, según nos cuenta María Solar en Tengo<br />
unos pies perfectos (Solar, 2015). Sabía de<br />
todo: de dinosaurios, de mamíferos, serpientes,<br />
ríos y montes, batallas, reyes, estrellas y planetas,<br />
pero un día descubrió que no sabía nada<br />
de sus pies, los que le permitían correr, andar,<br />
moverse, ir hacia quien quería darle mimos, un<br />
abrazo o jugar con él. Al leer este libro, se cae<br />
en la cuenta de que en la escuela hay cientos<br />
de niños y niñas como él. Hoy en día nuestros<br />
niños tienen conocimientos que nos pueden<br />
dejar boquiabiertos, pero que en realidad no les<br />
sirven para saber por dónde pisan.<br />
cangrejos y lombrices,<br />
habían escalado por<br />
algún muro o por las<br />
rocas y todos habían<br />
caído encima de una<br />
zarza o unas ortigas.<br />
Cuando se acostumbraban<br />
a estar conmigo,<br />
deseaban que les<br />
contase cuentos y cosas<br />
de mundos desconocidos,<br />
porque en el suyo<br />
ya se sentían seguros,<br />
así sabíamos de otra gente, de otras culturas, de<br />
otras formas de vida. Ahora, casi tres décadas<br />
después, cada día pasmo más con niños y niñas<br />
que manejan los más sofisticados aparatos tecnológicos,<br />
conocen los nombres de los planetas<br />
o de los dinosaurios, pero que chillan espantados<br />
cuando en medio de la hierba encuentran<br />
Ángeles Abelleira<br />
un ciempiés o una araña. Son niños y niñas que<br />
no saben nada del lugar donde viven ni conocen<br />
a sus vecinos, por no hablar del desconocimiento<br />
que manifiestan sobre el origen de los<br />
alimentos que ingieren. Le dimos –entre todos–<br />
la vuelta al cuento: ahora, en las casas, el poco<br />
tiempo que están, lo ocupan con las diversas<br />
pantallas, consumiendo programas pseudoeducativos<br />
o de entretenimiento. El resto del<br />
día lo pasan entre las cuatro paredes de la<br />
escuela, yendo de la mano para que cada quién<br />
le cuente su historia, le ponga las fichas que<br />
considere y le cante las canciones que se le ocurran.<br />
No voy a hacer leña del asunto, tan solo<br />
es la constatación de una realidad frente a la<br />
que la escuela debe adoptar medidas.<br />
En estos casos, siempre tengo presente esta<br />
afirmación de Heidegger: «Es necesario que el<br />
cuerpo docente se sitúe en los lugares más<br />
avanzados dentro del peligro que constituye la<br />
julio agosto <strong>2017</strong><br />
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