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Edicion Especial Verano-17

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The Ruta Magazine<br />

Revista digital oficial de la Unión Internacional para la Defensa del Motociclista Año III- Núm <strong>Verano</strong> 20<strong>17</strong><br />

Perlanegra Viajes<br />

Viaje al centro de la tierra<br />

ICELAND 2016


En agradecimiento<br />

Esta próxima semana la revista realizará 3 años desde<br />

su primera aparición y pese a que no ha sido facil seguir<br />

dandole continuidad a mi sueño transformado en proyecto,<br />

siempre he tenido a mi lado a mi buen amigo David Avila el<br />

cual siempre me ha dado los animos suficientes para seguir<br />

adelante.<br />

Núm <strong>Especial</strong> Año III.<br />

<strong>Verano</strong> 20<strong>17</strong>.<br />

Edita:<br />

Ther Ruta Magazine<br />

Núm. depósito legal:<br />

DL B <strong>17</strong>980-2014<br />

Director Gral:<br />

David González (dMode).<br />

email : info@theruta.com<br />

Colaboradores:<br />

David Perlanegra<br />

Montse Fernandez<br />

Este mes hace ahora tres años, un lector se puso en contacto<br />

conmigo para ofrecer su ayuda a la revista, probando motos,<br />

escribiendo algunos de sus viajes por Catalunya.<br />

Hoy ese lector que “no era nadie” tal y como el mismo decia,<br />

ha recorrido media Europa hasta Cabo Norte, se embarco en<br />

una aventura donde nadie va, Islandia y este año se lanza a la<br />

máxima expresión de la aventura, Dakar.<br />

Este lector que no era nadie me ha hecho sentir a mi “alguien”,<br />

el ha apostado siempre fuerte por mi proyecto, y por este<br />

motivo, hoy he decidido dedicarle este número especial.<br />

Gracias David, gracias Perla y como no, gracias Montse.<br />

David dMode<br />

Para publicidad:<br />

Telf: 655 855 407<br />

comercial@theruta.com<br />

Diseño y maquetación :<br />

The Ruta Magazine<br />

The Ruta Magazine es una marca registrada bajo expediente nº 3520222/X y advierte<br />

que queda prohibida la reproducción total o parcial de trabajos (textos y/o<br />

imágenes) publicados en esta revista sin la autorización expresa de sus editores.


VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA.<br />

Después de realizar la misma gesta que la<br />

del año pasado, cuando fuimos al Cabo Norte,<br />

atravesando Europa de sur a norte, por Francia<br />

y Alemania, entramos de nuevo en Dinamarca, y<br />

volvimos a contactar con el mundo vikingo.<br />

Nuestro destino: el puerto de Hirthals, a donde<br />

llegamos con suficiente tiempo; la noche anterior,<br />

probablemente por el hecho de embarcar en el<br />

ferry, no dormimos muy bien, y algo de cansancio<br />

nos hacía mella.<br />

En la taquilla nos informan que el “MS Norröna”<br />

(el ferry que nos llevará a Islandia) venía con<br />

algo de retraso, por lo que decidimos hacer un<br />

poco de turismo por el pueblo.<br />

Nos habían informado que había un faro cerca<br />

y, como amantes de estas construcciones<br />

que tanto bien hacen y han hecho para los<br />

navegantes, marineros y pescadores, nos<br />

pusimos en marcha.<br />

El faro, construido en 1863, es espectacular; en<br />

sus bajos se halla un pequeño museo de la II<br />

Guerra Mundial, pero era muy temprano y aún no<br />

habían abierto, pero sí era posible subir hasta la<br />

parte superior, y así hicimos superando los 144<br />

escalones, a través de una escalera de caracol;<br />

el balcón superior está a 35 metros de altura,<br />

y desde su barandilla, como piratas al acecho<br />

sobre el mástil principal de un galeón, pudimos<br />

contemplar la grandiosidad espacial del Mar del<br />

Norte.


olsas…; y todas de países distintos, esperando<br />

con ansia subir al “Morröna” para desembarcar,<br />

en Islandia, ese nuevo mundo que Julio Verne no<br />

dudó en calificarla como la mítica isla de Thule.<br />

Allí, entre la multitud, vimos a Luigi, un italiano<br />

con una GS, a quien habíamos conocido en<br />

el hotel la noche anterior, y que igualmente se<br />

disponía a descubrir los bucólicos escenarios<br />

naturales de Islandia.<br />

A la hora de embarcar, como saben nuestros<br />

lectores, los motoristas tenemos preferencia;<br />

somos los primeros en entrar y también los<br />

primeros en abandonar la embarcación; por<br />

eso nos hallábamos en las entrañas de aquel<br />

gigante del mar, y todos los moteros, siguiendo<br />

indicaciones de la tripulación, nos pusimos a atar<br />

nuestros caballos de dos ruedas; las cinchas y yo<br />

no somos muy amigos, y la verdad es que no me<br />

quedé muy tranquilo dejando a la “Perla” en la<br />

bodega de carga más atada que la protagonista<br />

de 50 sombras de Grey.<br />

Ensimismados con aquel espectáculo, no<br />

tardamos en descubrir en la raya del horizonte<br />

un pequeño barco a motor que se acercaba<br />

tímidamente al puerto. ¡Es nuestro ferry!,<br />

exclamamos al unísono.<br />

Aprovechamos para hacer algunas fotos del<br />

paisaje, mientras nos agarrábamos a la baranda<br />

metálica del faro, porque el viento azotaba, y<br />

entonces recordamos la violencia del Dios Njord<br />

(Dios del Viento escandinavo), que también se<br />

nos mostró en el viaje del pasado año.<br />

Estamos en el pasillo del camarote; nos tienen<br />

esperando porque están terminando de hacerlo<br />

y los viajeros que embarcan en coche están<br />

empezando a llegar. Por un momento nos<br />

hallamos todos con los petates por el suelo<br />

esperando que nos abran.<br />

El tiempo en ocasiones se dilata; nos<br />

encontrábamos tirados en la moqueta con la<br />

tranquilidad manifiesta de haber hecho los<br />

deberes con nuestras queridas motos en la<br />

bodega de carga y de que ya estamos a bordo<br />

del ferry.<br />

Entonces es cuando nos pusimos a recordar<br />

Descendimos la escalera de caracol del faro<br />

con rapidez pero, al mismo tiempo, con la mayor<br />

precaución, para no resbalarnos.<br />

Una vez en tierra, pusimos rumbo al puerto,<br />

porque la sirena del barco ya anunciaba que<br />

estaba amarrando en los muelles.<br />

Sin darnos cuenta, en un instante nos vimos<br />

rodeados de motos; todas ellas de tamaño<br />

mastodóntico, como nuestra querida “Perlanegra”,<br />

equipadas como una nave espacial a punto de<br />

despegar, llenas de gadgets, protecciones,


cómo narices empezó esta aventura… Y para<br />

ello, rebobinamos en lo más profundo de nuestra<br />

memoria.<br />

Estamos en octubre de 2015, y en nuestras<br />

mentes flotaban los paisajes más espectaculares<br />

de Noruega, y es cuando nos preguntamos ¿qué<br />

podríamos hacer en el siguiente reto motero?<br />

Comenzamos a ir eliminando destinos, y, sin<br />

darnos cuenta, llegamos a Islandia.<br />

Tenemos que reconocer que, al comienzo,<br />

nos dio algo de miedo; una isla perdida en el<br />

Atlántico Norte, cerca de Groenlandia, de la cual<br />

no disponíamos de mucha información. Pero<br />

nos pusimos a ver videos, examinar mapas, leer<br />

crónicas viajeras…, y no tardamos en quedarnos<br />

fascinados.<br />

Empezamos a confeccionar el viaje, buscando<br />

formas de ir hasta esta lejana isla, y todos los<br />

itinerarios nos llevaban a un punto de partida:<br />

Hitshals (Dinamarca), donde tomar el ferry que<br />

nos llevara a Seyôisfjôrôur (Islandia).<br />

Se acercaba el mes de diciembre, y teníamos<br />

que decidir algo YA. Vimos que sólo partía un<br />

ferry a la semana, y éste se llena en todas sus<br />

travesías; por lo que aceleramos el cuadre de<br />

nuestras siguientes vacaciones y señalamos en<br />

el calendario los días…<br />

Mientras tanto, los meses se hacían eternos,<br />

planeamos la ruta a realizar una y mil veces,<br />

buscando siempre lo más interesante, en todos<br />

los sentidos, queríamos aprovechar bien los días<br />

y no dejábamos de darle vueltas al mapa y a las<br />

rutas preestablecidas…; llega un momento que<br />

tienes que dejar aparcado el viaje, era imposible<br />

recibir más información; nos volveremos locos.<br />

Así que Montse no quería saber nada más,<br />

no quería ver más videos, ni nada que tuviese<br />

que ver con Islandia. Al tiempo que decidimos<br />

bautizar nuestra soñada aventura como: “Viaje<br />

al centro de la Tierra”, emulando la gesta literaria<br />

de Julio Verne, el escritor que puso en su inmortal<br />

obra a Islandia como punto de entrada al centro<br />

de nuestro planeta.<br />

Y ahora seguimos esperando que nos dejen<br />

entrar al camarote, al igual que el resto de<br />

personas que, como nosotros, nos hallábamos<br />

tirados sobre la moqueta de los pasillos, en<br />

medio de una atmósfera relajante, silenciosa y<br />

expectante.<br />

Después de acomodarnos (dejar los cascos, las<br />

chaquetas, las bolsas…) en nuestro camarote.<br />

Nos dispusimos con la mayor curiosidad a<br />

inspeccionar el Norröna.<br />

Los ferrys, como saben los lectores viajeros<br />

de largas travesías, en general no son muy<br />

diferentes entre sí; sin embargo, siempre nos<br />

hace ilusión dar una vuelta por la cubierta y el<br />

puente, para inspeccionar el barco y determinar<br />

los mejores lugares para divisar el horizonte;<br />

teníamos 36 horas para descubrirlo.<br />

Un ligero vaivén nos recordó que estábamos<br />

navegando por el Mar del Norte y la proa puso<br />

rumbo NNW, en dirección a las islas Fäeroe,<br />

nuestra primera escala.<br />

Nos hallábamos reposando en las butacas<br />

del bar cubierta, mientras pensábamos dónde<br />

comer, y en esas casualidades de la vida, delante<br />

nuestro vimos a una familia de Madrid, y como<br />

dos familiares que se encontraban después<br />

de mucho tiempo sin verse, iniciamos una<br />

conversación animada, a la que poco después<br />

se unió al grupo Jaime, Luigi y un suizo…; la que<br />

liamos en un momento.<br />

Las horas en el ferry transcurren muy de prisa,<br />

si hay una tertulia amena de por medio, aunque<br />

los deseos de alcanzar tierra firme, en nuestro<br />

caso el paraíso soñado de Islandia, hacían que<br />

el tiempo se dilatara.<br />

Sin darnos cuenta, con el grito incesante de


las gaviotas, llegamos a Tórshavn, la capital de<br />

las islas Faeroe, en cuyo puerto estuvimos un<br />

par de horas atracados; sabíamos que en este<br />

archipiélago íbamos a estar tres días; pero sería<br />

a la vuelta.<br />

El silbido del Norröna anunciaba ya que levaba<br />

anclas, y nos íbamos deleitando la vista a medida<br />

que el ferry sorteaba estas paradisíacas islas,<br />

sin perder el rumbo hacia Islandia. Durante el<br />

trayecto tuvimos ocasión de darnos un relajante<br />

baño en el “hotpot” (especie de jacuzzi, pero<br />

sin burbujas, tan sólo agua caliente), situado en<br />

cubierta, desde cuya circular bañera de madera<br />

podíamos seguir contemplando la inmensidad<br />

del océano.<br />

El sonido de los altavoces del camarote nos<br />

indicaban que ya debíamos de comenzar a salir,<br />

y es cuando pudimos darnos cuenta que nos<br />

esperaba un idioma, estrechamente vinculado<br />

con la cultura vikinga, tan difícil de escuchar<br />

como intentar leerlo, cuyas frases parecen un<br />

juego de palabras, con muy pocas vocales.<br />

Con los bártulos a cuestas, nos dirigimos al<br />

bar, para tomarnos el primer café de la mañana<br />

(aviso para navegantes: no esperéis mucha<br />

cosa en estos cafés, son aguachirri; el efecto de<br />

la cafeína es pura coincidencia); y allí volvimos a<br />

encontrarnos con los compañeros de ferry.<br />

Al asomarnos al exterior, pudimos comprobar<br />

que la inmensidad del mar estaba dejando<br />

paso a la tierra firme; después de despedirnos<br />

de tan fantástica compañía, nos dirigimos a las<br />

entrañas del Norröna.<br />

Las puertas se abrieron de golpe; las bodegas<br />

estaban llenas hasta la bandera: coches,<br />

furgonetas, caravanas, motos, bicicletas…, y<br />

en pie nos esperaba la Perla, con tantas ganas<br />

como nosotros de entrar en acción.<br />

Salimos del ferry; el golpe de aire frío nos daba<br />

la bienvenida a Islandia; el termómetro nos decía<br />

que estábamos a 4ºC…<br />

Nada más descender a tierra, una mujer con<br />

uniforme nos preguntó en inglés: ¿cuánto tiempo<br />

estaremos en Islandia?, y después de ponernos<br />

una pegatina en la cúpula, no tardamos en salir<br />

del puerto.<br />

Ya estábamos en la isla soñada, la legendaria<br />

Thule, donde el fuego y la nieve se complementan<br />

en un paisaje único en el mundo.<br />

El GPS indicaba que nuestro primer destino


estaba a 2 h de distancia; pero nos habíamos<br />

dejado el forro sin poner en los trajes, y algo nos<br />

decía que íbamos a parar antes.<br />

Iniciábamos un recorrido a la isla en dirección<br />

contraria a las agujas del reloj.<br />

Nada más salir de Seyöisfjöröur, nos<br />

encontramos con la primera cascada, que está<br />

a pie de carretera: Gufufoss.<br />

Estaba chispeando, paramos en el arcén<br />

y hacemos las primeras fotos…; esto es<br />

acojonante, y no hemos visto nada aún!!!<br />

Proseguimos nuestra ruta; la carretera nos<br />

llevó al primer pueblo, donde paramos en la<br />

gasolinera, para tomar el segundo café…<br />

Las estaciones de servicio de Islandia nos<br />

recuerdan a las de Noruega, caracterizadas por<br />

la abundancia y variedad de comida rápida y<br />

el café, que seguía siendo agua chirri; al poco<br />

aparece Jaime, y se nos une.<br />

Después de un reparador café nos despedimos<br />

y continuamos hacia Dettifoss; somos valientes<br />

y continuamos el trayecto sin los forros de<br />

invierno.<br />

A partir de ese momento concretamente, nos<br />

faltaban palabras para describir y explicar el<br />

paisaje que nos envolvía…; cada kilómetro<br />

cambia radicalmente, como cortado con la<br />

precisión de un bisturí, y nuestros ojos se<br />

deleitaban admirando un prado verde, un mar de<br />

lava, una cascada, un río con aguas impetuosas<br />

que bajan afanosamente entre abismos hacia<br />

el océano, una grieta en el suelo de lava…; un<br />

sinfín de colores, aromas, texturas…, y el cielo<br />

no dejaba de chispear.<br />

Recuerdo vagamente que, cuando estaba<br />

en clase de geología, en EGB, te explicaban<br />

someramente los volcanes, las fallas, los ríos<br />

de lava… Pero esto era una lección en vivo y<br />

en directo, en estrecho contacto con el medio<br />

natural. La montaña que teníamos enfrente<br />

que admiramos enfrente, desafiante, de oscura<br />

tonalidad, con la cima abierta, era un volcán, con<br />

su cráter, en forma piramidal…; teníamos allí<br />

delante la mejor definición hecha realidad.<br />

Estamos extasiados; no dábamos crédito a<br />

lo que la orgía de la naturaleza nos estaba<br />

deparando; resultaba casi imposible abarcar un<br />

radio de 360º en las miradas…<br />

¿sabéis cuando se saca un pastel del horno<br />

y la corteza superior está rota? Pues aquí, en<br />

este fascinante mundo que nos rodea, parece<br />

como si la tierra hubiese salido de una caldera<br />

después de explotar en su interior; aquí, en<br />

este caos geológico, tenemos la sensación que<br />

la Tierra está viva, respira; Islandia es el lugar<br />

idóneo para comprender mejor la naturaleza de<br />

nuestro planeta.<br />

Llegamos al desvío de Dettifoss, dejamos la<br />

carretera (nueva nota para los navegantes:<br />

sólo hay una carretera asfaltada en Islandia,<br />

que circunvala la isla por la costa, aunque se<br />

mantiene un trozo del sur que aún no ha recibido<br />

asfalto).<br />

Nos encontramos con una granja que hacen<br />

cafés y tienen habitaciones; sin pensarlo, nos<br />

animamos a tomar el tercero, colocar los forros<br />

en los trajes y cambiar los guantes por los de<br />

invierno.<br />

El café, aunque agua chirri, nos hizo revivir y<br />

ahora, abrigados, estábamos listos para todo.<br />

El camino se complicaba, los baches se<br />

alternaban con las piedras y las roderas no nos<br />

hacían ningún favor.<br />

En el aquel instante noté algo extraño al mirar<br />

por el retrovisor y ver que me faltaba la maleta<br />

derecha, que estaba en el suelo, y Montse me<br />

preguntó alarmada ¿qué sucede?, y le contesté<br />

que se había caído la maleta; frené de golpe<br />

para recogerla.<br />

Pero al llegar a la maleta comprobé de inmediato<br />

que algo no iba bien; faltaban los soportes<br />

inferiores; después de examinar algunos metros<br />

recorridos, vimos que estaban en el suelo.<br />

El plástico se había roto, sin saber cómo resolver<br />

aquel problema. Pasaron algunos minutos, y<br />

decidimos simplificar: podemos continuar el<br />

viaje; los soportes de la maleta están rotos y no<br />

podemos dejarla bien sujeta; para subsanarlo,<br />

sacamos la bolsa interior y con una cincha la<br />

atamos al soporte de la maleta…; ahora había<br />

quedado la maleta huérfana, y, muy a nuestro<br />

pesar, decidimos dejarla en el margen del<br />

camino a su suerte.....


Amanece en Aôaldalsvegur, parece que hoy el<br />

Sol está de nuestro lado, y nos quiere acompañar,<br />

lo cual es de agradecer en unos parajes tan fríos<br />

como los que estamos atravesando.<br />

El periplo de hoy es normal, del cual anhelamos<br />

por vivir dos nuevas experiencias; el resto,<br />

es simplemente ruta; pero nos hallamos en<br />

Islandia, y aquí pueden producirse sorpresas<br />

impensables.<br />

Nuestra primera parada fue en Goðafoss,<br />

así llamada la Cascada de los Dioses. Este<br />

espectacular salto se halla al norte de la<br />

isla. Las frías aguas del río Skálfandafljót se<br />

precipitan desde una altura de doce metros,<br />

con una anchura de treinta metras. Las crónicas<br />

de tiempos vikingos narran que en el año 1000<br />

se declaró la Cristiandad en Islandia, y, para<br />

confirmar la victoria de la nueva religión sobre<br />

los cultos paganos anteriores, se lanzaron al<br />

lecho de la cascada todos los iconos e ídolos<br />

de las anteriores divinidades, y las gentes<br />

abrazaron el nuevo credo católico. Este es<br />

uno de los escenarios para contemplar in situ<br />

las grabaciones de “Juego de Tronos”, que<br />

podremos disfrutar en su cuarta temporada.<br />

resultaba casi imposible seguir la marcha, sin<br />

distraernos ante la grandiosidad espacial que<br />

nos rodeaba; eran imágenes extraídas de las<br />

visiones de los viajeros románticos del siglo<br />

XIX, grabadas en tarjeta postal, pero, en este<br />

caso, en nuestro archivo más imborrable: la<br />

memoria; todo formaba parte del caleidoscopio<br />

espacial que nos envolvía (riachuelos, rocas,<br />

volcanes, lagos, acantilados, profundos valles,<br />

algunos rebaños de ovejas…, y una carretera<br />

que había olvidado su condición de vía asfáltica,<br />

que nos llevaba a través de una de las islas más<br />

fascinantes de la tierra.<br />

Un elemento casi constante en este viaje fue<br />

el viento, que hacía mover la proa de la Perla,<br />

mientras que los lados había que mantenerlos<br />

firmes, para no caer al suelo; en suma, teníamos<br />

que ir con la mayor precaución.<br />

Volvimos a dejar la N-1, adentrándonos en una de<br />

esas pistas que tanto nos encanta a los moteros,<br />

por sus baches, arenilla y roderas…; pero para<br />

eso también hemos venido a aquí, a los confines<br />

del mundo conocido, y, sin dejar de acatar las<br />

órdenes del GPS, fuimos guiados durante unos<br />

30 minutos por un camino de cabras.<br />

de tres en tres; más adelante os explicaremos<br />

por qué…); seguidamente llegamos a un parking<br />

de tierra, donde no habían más de una docena<br />

de coches (la mayoría 4X4).<br />

Allí aparcamos la Perla, bien calzada, para que<br />

el aire no hiciera de las suyas, y con el peso que<br />

llevaba la pobre, hubiese sido un problema que<br />

ésta se hubiese caído al suelo. Hvitserkur nos<br />

aguarda a unos 50 metros del parking.<br />

Aquella espectacular roca, que cuenta con<br />

dos arcos naturales en su base, acosada<br />

constantemente por las fuertes mareas, el<br />

viento, la lluvia y los excrementos de las aves,<br />

mostraba un peculiar aspecto de un elefante,<br />

o mamut prehistórico, de piedra varado en la<br />

costa. Diferentes especies de aves anidan en<br />

sus verticales y negruzcas paredes de roca<br />

volcánica; por ello, este acantilado es conocido<br />

en islandés “camisa blanca”.<br />

En aquel espectacular escenario nos hubiésemos<br />

quedado toda aquella jornada; parecía imposible<br />

que la Naturaleza hubiese esculpido aquella<br />

maravilla geológica, rodeada por el mar y a un<br />

tiro de piedra de la costa. Un viento salvaje quería<br />

arrancarnos la cabeza, por lo que decimos ir de<br />

camino al hotel.<br />

Después nos esperado un largo trecho; el<br />

paisaje nos iba sorprendiendo a cada kilómetro;<br />

Pero debíamos conducir con precaución, porque,<br />

de vez en cuando, se nos cruzaba alguna oveja<br />

despistada (aviso al navegante: las ovejas van


Debíamos tomar la misma ruta que hicimos<br />

en la ida, para regresar al punto de partida; el<br />

itinerario parecía más liviano; la Perla ya se<br />

había acostumbrado a los baches, a la arenilla<br />

suelta volcánica, las rodeas…, incluso las ovejas<br />

tuvieron el gesto de esperar nuestro paso.<br />

El hotel de aquella jornada tiene un Hot-pot, y no<br />

vamos a hacerles el feo de no usarlo; por lo que,<br />

nada más llegar entramos en el establecimiento<br />

para disfrutar del merecido descanso. Otro aviso<br />

de navegantes: en la mayoría de los lugares de<br />

Islandia, al abrir el grifo del agua, tener cuidado<br />

porque sale muy caliente, y, al ser de origen<br />

volcánico, transmite un pesado olor a azufre.<br />

Sin darnos cuenta, llegó el ansiado día, cuando<br />

nos esperaba, nada menos, que atravesar la<br />

isla de norte a sur, siguiendo la F35, la ruta más<br />

aconsejable y accesible para descubrir las tierras<br />

altas de Islandia. Se trata de una ruta legendaria;<br />

en algunos manuales de época leemos que era<br />

la pista ya usada en los cortos veranos estivales<br />

para acortar camino, por las sagas vikingas. En<br />

su longitud: 200 kilómetros, la piedra y la lava<br />

constituyen el pavimento; poca gente sensata<br />

se atreve a entrar con sus coches, porque se<br />

rompen los amortiguadores; pero nosotros, una<br />

vez más, desafiamos esta prueba.<br />

Quiero recordar que durante los meses previos<br />

a este singular viaje, no paramos de buscar<br />

información sobre la ruta y la F35 quedó en mi<br />

recuerdo como un desafío; la pista que atraviesa<br />

la isla por la mitad, entre dos glaciares. La verdad<br />

es que nos cautivó, antes de iniciar el viaje, y,<br />

una vez concluido éste, he de manifestar que la<br />

realidad superó todas las expectativas.<br />

Accedimos por el sector norte, Blonduos,<br />

dejando la N-1 a nuestra espalda, mientras que<br />

la F35 se perdía en el horizonte.<br />

Quiero manifestar que los primeros kilómetros<br />

se hicieron cómodos, las ruedas de la Perla<br />

cabalgaron como un caballo de raza árabe sobre<br />

aquella pista de asfalto y tierra en los márgenes.<br />

Aquella jornada fue un día espléndido. Íbamos<br />

cargados hasta los topes, no sé cómo podía tirar<br />

de tanto peso la Perla (calculo que más de 500


kg, entre el equipaje y nosotros), y sin inmutarse;<br />

seguimos avanzando. Íbamos dejando atrás<br />

algunas pequeñas granjas, dedicadas a la pesca<br />

del arenque y el salmón y a escasos huertos de<br />

cultivo, en medio de una inmensidad, donde<br />

la nada nos hace ver lo pequeños que somos<br />

comparados con la Universo.<br />

Era una sensación de paz y quietud que pedía<br />

a gritos dar un descanso a la Perla, y respirar<br />

ese aire mágico que dominaba el firmamento.<br />

La escasa vida humana iba quedándose<br />

atrás, mientras que las incondicionales ovejas<br />

permanecían hieráticas, como espectadoras de<br />

nuestra aventura.<br />

La carretera F35 iba dejando el cómodo asfalto,<br />

ganando presencia un suelo de tierra agreste,<br />

para, sin dar nos cuenta, avanzad sobre una<br />

pista de roderas, tierra, piedras y baches…; un<br />

auténtico camino de cabras, que a más de uno<br />

le habrá provocado vómitos.<br />

Sin embargo, la grandiosidad espacial del paisaje<br />

se abría ante nosotros; aquella gesta había<br />

valido la pena, porque pudimos contemplar, a<br />

izquierda y derecha, dos inmensos glaciares, que<br />

impasiblemente parecía que nos observaban,<br />

mientras algún 4X4 se cruzaba con nosotros,<br />

saludándonos por nuestra hazaña.<br />

Ya habíamos cubierto un número incontable de<br />

kilómetros, con un traqueteo infernal. Montse<br />

me comunicó que notaba arenilla en el interior<br />

de su manga izquierda; había momentos que<br />

debía conducir de pie, para dominar mejor la<br />

moto. La F35 nos estaba enseñando sus dientes<br />

con todas sus fuerzas. Las suspensiones de la<br />

Perla estaban trabajando horas extras; lo que<br />

era ligeramente divertido, se había convertido<br />

en tremendamente doloroso.<br />

Estaba claro que la grandiosidad espacial<br />

de aquel mundo fascinante que nos rodeaba<br />

fue la causa de no haber desistido de nuestro<br />

empeño en seguir aquella diabólica ruta; los<br />

gigantescos glaciares, con bloques de hilo de<br />

muchas generaciones, generaban explosiones<br />

cromáticas de paisajes que parecían surgidos<br />

del pincel de Mondrian. Había momentos que nos<br />

daba la sensación estar flotando en levitación<br />

sobre un paraje de la nada infinita.<br />

Antes de acabar aquella inolvidable jornada<br />

llegamos a una cafetería perdida en la<br />

inmensidad de todo, haciendo una parada para<br />

descansar y reponer algunas energías.<br />

La propietaria del estableciendo nos informó que<br />

ya nos quedaba poco trecho para llegar, y que<br />

la pista iba a estar mucho mejor que el tramo<br />

ya realizado. Después de consumir un sándwich<br />

y un cortado, teníamos los ánimos renovados,<br />

arrancamos la dura Perla y proseguimos la ruta.<br />

El camino, en efecto, se iba haciendo más dócil<br />

a medida que avanzábamos, aquellas piedras<br />

sueltas, los altos baches y la arena se fueron<br />

transformando en trozos de asfalto, hasta<br />

configurarse un manto negro delante de nosotros,<br />

animándonos a proseguir. Fue entonces, cuando<br />

me puse de pie alcé los brazos y grité a todo<br />

pulmón, consciente de que no sería oído por<br />

ningún humano, aunque sí los antiguos dioses<br />

paganos de aquella isla: “YO SOY EL REY DEL<br />

MUNDOOOOOOO!!!”, emulando la imagen de<br />

Leonardo DiCaprio, sobre la proa del Titanic.


Montse intentaba disimular su profunda<br />

impresión de cuanto iban captando sus retinas,<br />

y, a través del comunicador, me dijo que no era<br />

para tanto; giré la cabeza y comenzamos a reír…<br />

Ahora la pista asfáltica era toda una bendición;<br />

nunca había sentido nada más plano, nada más<br />

liso y nada más maravilloso…; creo que nos han<br />

hecho una foto, que nos enviarán a casa, a modo<br />

de diploma que nos convalidan el París-Dakar.<br />

Llegamos a Gullfoss, dejando a la Perla en el<br />

parking de arriba; había mucha gente. Nuevo<br />

aviso para navegantes: existe en una notable<br />

diferencia entre el norte y el sur de Islandia; el<br />

turismo se concentra principalmente en la zona<br />

meridional. Había una tienda atractiva repleta<br />

de souvenirs, pero los precios eran prohibitivos<br />

para nosotros. No tardamos en dirigirnos a la<br />

cascada, a pie.<br />

Gullfoss se encuentra en el amplio cauce del<br />

río Hvitá, corriente que trazo un arco hacia el<br />

sur y, a un kilómetro del borde de la cascada,<br />

traza un curso hacia el este, precipitándose<br />

en tres escalones curvos. En ese momento, el<br />

agua irrumpe en dos saltos espectaculares (de<br />

21 y 11 metros de caída libre), creando en el<br />

fondo una grieta de 32 metros de profundidad,<br />

20 metros de anchura y 2,5 km de longitud.<br />

Además, debemos recordar que el caudal medio<br />

de esta espectacular cascada es de 140 m3 por<br />

segundo, en verano, y de 80 m3 por segundo en<br />

invierno; alcanzando un flujo medio de agua de<br />

2.000 metros cúbicos. Podemos imaginarnos al<br />

escritor francés Julio Verne cuando, en el siglo<br />

XIX, llegó a Islandia, para ambientar una de<br />

sus inmortales obras literarias: “Viaje al centro<br />

de la Tierra”. Desde el nivel inferior, donde se<br />

encuentra el parking, las vistas son todavía<br />

más espectaculares, la bruma del agua, en<br />

suspensión, genera un arco iris permanente,<br />

mientras contemplamos los tres niveles de la<br />

cascada. Las sensaciones y vibraciones que<br />

nos están causando este viaje van creciendo por<br />

momentos.<br />

Nos llama la atención un descomunal 4X4<br />

que vemos en el parking. Otro aviso para los<br />

navegantes: los 4X4 que vemos circular en<br />

Islandia, en la mayoría de los casos, disponen<br />

de más extras que un equipo de “Camel Trophy”.<br />

Le dije a Montse que se pusiese al lado de<br />

aquel brutal vehículo, y nos echamos a reír al<br />

comprobar que la rueda era tan alta como ella…;<br />

verdaderamente alucinante.<br />

Seguimos por aquella dulce carretera, donde<br />

toda parecía que iba a ir muy bien; el astro<br />

rey brillaba con intensidad, pero sin calentar.<br />

La temperatura era de 10ºC; se notaba que<br />

estábamos en el sector meridional de la isla. En<br />

el norte, esta temperatura sería impensable.<br />

Geysir se encuentra cerca de Gullfoss; ahora es<br />

todo más liso, y después de cruzar un puente<br />

llegamos a un estacionamiento que, sin pena ni<br />

gloria, nos esperaba. Otro aviso de navegantes:<br />

los puentes en Islandia normalmente son de un<br />

solo carril; hay que alternar el paso, en caso de<br />

coincidir dos vehículos en dirección opuesta.<br />

Apenas una docena de coches estacionados en<br />

la puerta y una valla de acceso, nos indicaban<br />

que habíamos llegado a Geysir.<br />

Dejamos la Perla como si fuese un árbol de<br />

Navidad (cascos, gps, bolsa sobre depósito,<br />

etc.), con esa tranquilidad que tienes al dejar<br />

las cosas encima de la mesa de tu comedor.<br />

Estamos en Islandia y por aquí los amantes de<br />

lo ajeno no suelen hacer acto de presencia.<br />

La entrada al parque es sobria; el camino se<br />

encontraba acotado por unas cuerdas a poco<br />

más de 30 cm del suelo; unas minúsculas<br />

señales nos recordaban la temperatura del agua<br />

(entre 80 y 100ºC). El suelo es una inmensa<br />

roca grisácea, que tiene charcos, unidos entre<br />

sí por pequeños filamentos de agua, que, con<br />

los reflejos del atardecer, parecen una sinfonía<br />

inacabada de luces y estrellas brillantes.<br />

círculo, sin pasar el límite de la pequeña cuerda<br />

que advierte del peligro.<br />

Todo el mundo está mirando una gran poza<br />

de agua cristalina, que no deja de moverse de<br />

arriba abajo, imitando un mar embravecido.<br />

Poco después se produjo un silencio sepulcral…;<br />

una tremenda explosión surgida de las entrañas<br />

de la tierra, y una columna de agua ardiente brotó<br />

del suelo en dirección a las nubes. Apenas duró<br />

unos instantes, y cuando la mezcla del agua y<br />

el vapor se disipan en la atmósfera, se escuchó<br />

al unísono un enorme “OOOOHhhhh!!!!”, que<br />

retumbó en el lugar.<br />

Se trataba de la madre de todos los géiseres,<br />

como así llaman los islandeses, en toda su<br />

efervescencia. El más antiguo y conocido de los<br />

ejemplos más impresionantes de este fenómeno<br />

natural en todo el mundo. La palabra “géiser”,<br />

que sirve para describir un tipo de fuente de<br />

En el centro vemos gente reunida, formando un


aguas termales, deriva de Geysir (que, a su<br />

vez, procede del verbo “gjósa”, que significa<br />

erupción).<br />

La mayor parte del tiempo, el Geysir es capaz de<br />

lanzar agua hirviendo hasta más de 80 metros<br />

de altura; acción que repite cada 5 u 8 minutos.<br />

Visto en fotografía, resulta espectacular; en<br />

video, brutal, y en directo, a pocos metros,<br />

no encuentro palabras para describirlo… Es<br />

el Geysir, la madre de todos los géiseres del<br />

mundo.<br />

No podíamos marcharnos de aquel mágico<br />

escenario; estábamos enganchados al<br />

espectáculo que la Naturaleza nos ofrecía gratis<br />

de forma gratuita; pero el día estaba siendo<br />

largo, y ya era el momento para ir a descansar.<br />

Regresamos a la Perla; estaba tal como la<br />

habíamos dejado (¿os acordáis del árbol de<br />

Navidad?), y nos subimos rumbo a la Burbuja.<br />

Aquella noche nos tocaba dormir dentro de una<br />

burbuja, y me acordé de una película que ví en<br />

infancia relacionada con un niño autista. Pero<br />

nosotros íbamos a vivir una dulce experiencia;<br />

son de esas cosas que, cuando planeas el viaje,<br />

aparecen en el camino por casualidad, y haya<br />

que aprovecharlas sin dudarla un instante. Se<br />

trata de una granja tradicional islandesa que ha<br />

acondicionado parte de sus terrenos para instalar<br />

una tienda de campaña en forma de burbuja, y<br />

totalmente transparente… qué cosas!!!<br />

Nos salimos de la carretera en dirección a la<br />

citada granja –volvíamos a dejar el asfalto por<br />

una pista con roderas-; no tardamos en alcanzar<br />

una casa de madera. Nos recibió la dueña, y<br />

entre inglés y francés, logramos entendernos;<br />

se subió a su coche y, con la Perla, la seguimos<br />

hasta nuestra burbuja.<br />

Dejamos a la Perla en la pista, para seguir a<br />

pie por un camino unos metros a través de<br />

un pequeño bosque; y en un claro, apareció<br />

de golpe nuestra burbuja, suspendida sobre<br />

una tarima de madera. Toda ella de plástico<br />

transparente, como de cristal; dentro un colchón<br />

nórdico y nada más…<br />

La sensación fue bastante extraña; tienes ante<br />

ti todo a la vista; entramos las bolsas, y aquel<br />

circular y aéreo espacio lo convertimos en algo<br />

nuestro. A pesar del frío exterior, dentro estaba<br />

cálido, gracias a la calefacción de aire caliente;


tienes la sensación de estar tumbado en medio<br />

de la soledad del bosque…; pasaban las horas y<br />

el cielo no terminaba de oscurecerse totalmente<br />

(estamos muy al norte del globo terráqueo, para<br />

que la noche se haga completa); pero tuvimos la<br />

paciencia de aguardar aquel momento mágico<br />

que se hizo la oscuridad terrestre, y el firmamento<br />

se iluminara con miles de estrellas –algunas<br />

también fugaces-; advertimos la proximidad de<br />

dos ardillas que, desde las ramas, nos estaban<br />

observando fijamente…<br />

Aquella noche fue una experiencia, en todos los<br />

sentidos…<br />

Os acordéis de la arenilla en la manga izquierda<br />

de Montse? era la esfera del reloj que se había<br />

hecho polvo por el traqueteo de la F35, la cual<br />

provoco la rotura de un tornillo del caballete<br />

central y la salida de los fastoms de la toma de<br />

mechero... cuando os contamos que la F35 fue<br />

dura es que lo fue.


Dntro de aquel globo de plástico transparente,<br />

desde el cual, el mundo parecía distinto, no<br />

sabíamos si éramos nosotros los que observábamos<br />

el Universo, o el mundo sideral estaba pendiente de<br />

nosotros.<br />

Aquel amanecer fue aleccionador, a pesar de un<br />

cierto cansancio, porque dormimos a ratos. En<br />

el interior de la burbuja, tapados con el edredón<br />

nórdico, calentitos, con miedo a sacar las manos<br />

fuera, rodeados de espesos bosques y un silencio<br />

sepulcral reinante en el mundo exterior.<br />

Por las fechas que eran, y la latitud en que nos<br />

encontrábamos, sólo habíamos visto el Sol de<br />

media noche…<br />

Lentamente, como siguiendo un ritual, nos pusimos<br />

a cargar la Perla; tarea que, a estas alturas del viaje,<br />

era un acto mecánico; parecía que la moto supiera<br />

también la misión de cada jornada. Abandonamos<br />

con nostalgia aquel paraíso en la tierra y en la<br />

primera gasolinera llenamos de combustible la<br />

Perla, y nuestros estómagos de un café aguado.<br />

¡Cuánto hemos echado a faltar nuestros cafés de<br />

España!<br />

Nuestro primer objetivo de aquella jornada era<br />

contemplar Flosagjà, la falla que separa las masas<br />

continentales de Europa y América. No existe otro<br />

lugar del mundo en donde se pueda ver con tanta<br />

claridad el choque de placas. ¡Espectacular es poco!<br />

No hay nada más gráfico.<br />

El sendero sobre lava volcánica abre espacios<br />

naturales de notable belleza paisajística, que siguen<br />

la belleza de esta isla. El sendero nos llevó hasta<br />

un valle, en medio del cual se extendía un lago con<br />

aguas frescas y cristalinas; en la orilla, un parking,<br />

donde dejamos la Perla, para estirazar las piernas.<br />

Allí mismo tenemos una grieta llena de agua que<br />

parece cristal, la cruzamos por un puente y nos<br />

adentramos en una explanada donde hay una iglesia,<br />

riachuelos de aguas transparentes, caminos y al<br />

fondo una pared de roca. Si miramos la grieta llena<br />

de agua parece que es la falla de los continentes<br />

pero si ampliamos el campo de visión nos damos<br />

cuenta que este valle es la falla realmente y que<br />

estamos dentro de ella.<br />

En aquella profunda falla se encuentra el valle de<br />

Pingvellir, uno de los enclaves más importantes de la<br />

historia de Islandia, porque fue aquí, en el año 930,<br />

en pleno período vikingo, cuando se fundó Alpingi,<br />

considerada una de las instituciones parlamentarias<br />

más antiguas del mundo.<br />

Carrer d’Aragó, 153, 08011 Barcelona<br />

www.italovespa.com<br />

tienda<br />

on line !!!!


Quisimos inmortalizar aquel lugar y aquella evocación<br />

con once siglos de historia, haciendo sobrevolar el<br />

drone y captar algunas inolvidables imágenes, pero<br />

una señora nos explicó amablemente que allí estaba<br />

prohibido; y lo volvimos a colocar en el topcase, para<br />

poner seguidamente rumbo a Reikiavik.<br />

Llegamos a la capital islandesa por su sector NE. Los<br />

suburbios de Reikiavik impresionan. Todo el paisaje<br />

está abierto por pequeños cráteres; da la sensación<br />

que infinidad de chimeneas volcánicas hubiesen<br />

entraron en erupción al unísono en épocas pasadas.<br />

Sobre un suelo pedregoso de color marrón oscuro,<br />

el verde del musgo ha ido avanzando algo increíble<br />

que nuestros ojos no estaban acostumbrados<br />

pese al llevar ya unos días contemplando paisajes<br />

asombrosos.<br />

Ya dentro del casco urbano de la capital, Reikiavik<br />

nos sorprendió por la escasa densidad de tráfico<br />

rodado. Con sus 200.000 habitantes, la ciudad<br />

ofrece un paisaje de inmuebles coloreados de<br />

casas, de baja altura, y escasos bloques. Ante esto,<br />

es fácil pensar que estamos en una ciudad diseñaba<br />

a escala humana.<br />

Después de atravesar algunas plazas, llegamos<br />

a Sólfariô (Viajero del Sol), escultura del artista<br />

islandés Jón Gunnar Árnason, que recrea un bote<br />

de sueños, a modo de oda al astro rey. En su<br />

concepción, la obra evoca un territorio salvaje por<br />

descubrir, un sueño lleno de esperanza, y también<br />

de progreso y libertad.<br />

Esta colosal escultura se levanta a pocos metros del<br />

paseo marítimo, y muy cerca del centro urbano. Allí<br />

nos hicimos unas fotos y comenzamos a entablar<br />

conversación con otros españoles que estaban en<br />

Reikiavik. Al poco nos llamó la atención la callada<br />

presencia de un pescador, sentado sobre la cornisa<br />

del espigón; no dejaba de lanzar la caña sobre<br />

las limpias aguas del mar sacando a menudo el<br />

sedal con una pieza; en sólo cinco minutos había<br />

capturado una decena de peces…<br />

Era más fácil probar suerte con la caña, que ir a<br />

la pescadería a comprar los peces para la cena;<br />

al menos, mucho más barato, porque el coste<br />

de la vida en Islandia es muy elevado. Después<br />

de acompañar al pescador unos minutos, y de<br />

contemplar un tanto asombrados cómo llenaba su<br />

canasta de pescado fresco, tras pasar de nuevo<br />

por la escultura del “Viajero del Sol”, nos dirigimos<br />

a un puesto de perritos calientes; calificados<br />

como los mejores del mundo, según palabras del<br />

mismísimo Bill Clinton, cuando visitó la capital<br />

islandesa.<br />

No lejos de allí, en una recoleta plaza, donde nos<br />

costó trabajo encontrarle un hueco a la Perla,<br />

tomamos asiento en uno de los tres bancos con<br />

mesas, y en un chiringuito pequeño hicimos cola<br />

para adquirir los solicitamos perritos calientes.<br />

Dejamos los cascos y las chaquetas y guantes<br />

sobre la moto, y con la mayor tranquilidad del<br />

mundo, nos colocamos en aquella ordenada<br />

cola, para pedir los perritos calientes con toda<br />

su guarnición y dos refrescos. La verdad es que<br />

aquellos perritos no tienen ningún misterio, sin<br />

duda lo que los hace tan suculentos es la salsa<br />

que los cubren, toda una delicia para el gusto, y<br />

más cuando se tenía tanto apetito.<br />

Con el estómago bien lleno era más fácil ver las<br />

cosas de otra forma, y no tardamos en dirigirnos<br />

a Hallgrimskirkja, la “Catedral de Reikiavik”; en<br />

realidad es una iglesia que, con sus 74,5 metros<br />

de altura, es el edificio más elevado de Islandia.<br />

Su enhiesto campanario, desde lejos, recuerda a<br />

una pirámide.<br />

Después ponemos rumbo al Blue Lagoon,<br />

estación termal situada a 48 km de Reikiavik. Eran<br />

las 16:00h, y disponíamos de toda la tarde para<br />

disfrutar de un gratificante baño mineromedicinal.<br />

El sendero que llevaba a Blue Lagoon estaba<br />

lleno de grietas y fisuras, como las escamas de un<br />

pastel que se abre con el calor del horno, por lo


que debíamos conducir con precaución. Comenzó a<br />

llover, y al poco vimos en el horizonte unas columnas<br />

de vapor de agua que se elevaban hacia el frío<br />

cielo. Pasamos por el desvío hacia los baños, pero<br />

no giramos, porque decidimos ir primero a la Guest-<br />

House, que está a sólo 6 km, y dejar las bolsas.<br />

Era una casita de madera muy acogedora, al lado<br />

del pequeño pueblo de Grindavik. Hablamos con la<br />

dueña y nos dijo que para acceder al Blue Lagoon<br />

era preciso hacer la reserva con tiempo a través<br />

de la página web; no tardamos en verla, y darnos<br />

cuenta que estaba todo lleno hasta las 23:00h; pero<br />

estábamos allí, y no queríamos entregar las armas,<br />

sin luchar.<br />

Volvimos al cruce por la pista asfáltica que se abre<br />

camino entre campos de musgo. No habíamos visto<br />

antes tanto musgo junto; era un musgo de 20 cm de<br />

grosor.<br />

La pequeña montaña que resguarda al complejo<br />

termal de Blue Lagoon era, en realidad, un volcán.<br />

Entramos a aquel paraíso por el camino rodeado<br />

de rocas y bombas volcánicas, y alcanzamos el<br />

acceso con los enseres a punto para darnos<br />

un gratificante baño; pero nos informan que las<br />

entradas sólo podían sacarse a través de Internet,<br />

que no hay taquilla, y había que hacerlo por la<br />

web y que estaban llenos.<br />

Nos vamos al bar, nos conectamos a la wifi (nota<br />

para el navegante la wifi es gratuita en todos los<br />

sitios de Islandia que hemos estado) y volvemos a<br />

ver las entradas a las 23h; decidimos comprarlas.<br />

Son las seis de la tarde y tenemos mucho tiempo<br />

por delante hasta la hora del baño, así que<br />

decidimos dar una vuelta y buscar un lugar para<br />

cenar.<br />

Sin darnos cuenta llegó la hora del baño; el<br />

cielo estaba en un crepúsculo infinito, momento<br />

mágico en que el cielo parece alcanzar la plenitud<br />

cromática.<br />

Las instalaciones del Blue Lagoon eran de primera.<br />

Y por fin nos introducimos en la Laguna Azul. Es<br />

un balneario geotermal situado al suroeste de<br />

Islandia, y uno de los más al norte en el globo<br />

terráqueo, que se ha convertido en una de las<br />

atracciones más visitadas del país, donde las<br />

vaporosas aguas son parte de una formación<br />

interna de lava. Las aguas templadas son ricas en<br />

minerales como sílice y azufre.


Bañarse en estas aguas dice que ayuda a personas<br />

que padecen de enfermedades de la piel como la<br />

psoriasis, como ocurre con las aguas del Mar Muerto.<br />

La temperatura del agua en el baño y la zona de<br />

natación de la laguna es de 40 °C, de media. La<br />

sensación es más que placentera. El agua caliente,<br />

el cielo casi a punto de romper entre la luz y la<br />

oscuridad, mientras nosotros disfrutamos del baño<br />

y las mascarillas de sílice.<br />

Como podéis imaginar, aquella jornada, antes de<br />

llegar a la cama ya estábamos durmiendo…<br />

A la mañana siguiente, comenzamos el viaje por la<br />

costa meridional de la isla; la temperatura era algo<br />

más cálida (15ºC); notamos una mayor densidad<br />

humana; en el paisaje, más personas viviendo y<br />

menos ovejas pastando.<br />

La carretera que une todo el sur de Islandia es<br />

impresionante, y el paisaje va “in crescendo”, como<br />

dicen los italianos; cualquier lugar es digno de ser<br />

inmortalizado en una postal o foto de catálogo.<br />

A nuestra derecha, la inmensidad de un mar que<br />

se pierde en el horizonte, y a nuestra izquierda<br />

de marcha, bravíos acantilados de roca volcánica<br />

cubiertos de líquenes y musgos que buscan<br />

afanosamente morir en el océano; en medio, playas<br />

de arena negra. Nos faltaban las palabras para<br />

describirlo.<br />

La N-I nos llevó a la cascada de Seljalandsfoss, cuya<br />

espuma ya sobresalía sobre las rocas y se hacía<br />

más grande a medida de que nos acercábamos.<br />

Una de las cosas que más nos impresiona es que<br />

todo está al lado; el mismo parking de la cascada<br />

se encontraba a unos 80 metros de la misma… casi<br />

dejamos a la Perla debajo.<br />

En esta cascada se puede pasar por detrás y la caída<br />

es de 60 metros. Nos ponemos a volar el drone para<br />

sacar unas vistas increíbles y al poco el drone se<br />

cae a plomo. Menos mal que no estaba muy alto y el<br />

suelo es césped… lo revisamos, cambiamos baterías<br />

y hace lo mismo, el motor delantero derecho está<br />

roto (eso marca la app que hace el check) decidimos<br />

guardarlo… será otra víctima de la F35?<br />

Después de volver a la N1 y seguir por la costa sur<br />

llegamos al volcán Eyjafjallajökull. Os acordáis que<br />

en 2010 dejó los cielos de Europa sin tráfico aéreo,<br />

él solito!!! Pues aquí estamos en su falda admirando<br />

su obra plasmada en un pequeño museo al pie de<br />

la carretera.<br />

Es impresionante ver las fotos de la gente que sigue<br />

tan ricamente con su vida normal mientras la bestia<br />

arroja ceniza, lava por su boca.<br />

Tras la pausa del impronunciable nombre del volcán<br />

volvemos a la ruta para llegar a la cascada de<br />

Skógafoss. Os diremos que teníamos muchísimas<br />

ganas de llegar aquí, son esas ilusiones del viaje<br />

cuando lo planeas, ves fotos de sitios y hay uno que<br />

te marca más que los demás; Skógafoss es uno de<br />

ellos.<br />

La carretera tiene el mismo decorado que el de<br />

la mañana; tenemos el mar a la derecha y a la<br />

izquierda vamos cambiando entre playas negras,<br />

verdes montañas y acantilados… en uno de ellos<br />

a mano izquierda lo pasamos dejando a la vista la<br />

majestuosidad de la cascada de Skógafoss…; más<br />

grande del país con una anchura de 25 metros y una<br />

caída de 60 metros. Debido a la cantidad de espuma<br />

que produce constantemente la cascada, un arco iris<br />

simple o doble es normalmente visible en los días<br />

soleados… si os decimos que es impresionante nos<br />

quedamos cortos.<br />

El espectáculo merece la pena, Montse sube hasta<br />

el mismo borde del salto y hace algunas fotos; yo<br />

me quedo en la parte de abajo realizando un “timelapse”<br />

para el video. Hay una zona verde donde la<br />

gente acampa a pie de la cascada, tiene que ser<br />

brutal pasar la noche en este lugar escuchando de<br />

fondo el agua…<br />

Skógafoss nos ha encantado, después de ver<br />

multitud de fotos y videos podemos decir que no se<br />

le hace justicia y en vivo es magnífica.<br />

La Nacional 1 nos espera, continuamos bordeando<br />

el sur de la isla y llegamos al desvío del camino<br />

que lleva al avión estrellado en la playa de arena<br />

negra. Es un DC-3 del ejército norteamericano que<br />

se estrello en la playa de Sólheimasandur hace 40<br />

años y los restos están allí. Pero el camino está<br />

cerrado y ahora hay que ir andando (como una hora<br />

de ida y otra de vuelta); a nuestro pesar decidimos<br />

dejar abandonado el avión a su suerte.


Amanece en el pueblo de Vik, el pueblo más<br />

meridional de Islandia, que corona el extremo sur<br />

de la región de Suburland.<br />

En su término se levanta el volcán Eyjafjalläkull,<br />

cuyas cenizas tantos problemas dio hace unos años<br />

al espacio aéreo europeo.<br />

Con un poco de decepción ya que nos hubiese<br />

gustado visitar el avión seguimos camino a la playa<br />

de arena negra Reynisfjara, considerada por el<br />

American Journal Islands (Islands Magazine) una<br />

de las playas más hermosas del planeta.<br />

Llama la atención del lugar el color de la arena de<br />

origen volcánico, pero sobre todo las caprichosas<br />

formas de las rocas (columnas de basalto negro)<br />

que conforman muchos trozos del acantilado. El<br />

contraste de la arena negra con la espuma blanca<br />

del embravecido mar es espectacular.<br />

En este bello antojo o capricho de la naturaleza se<br />

localiza una de las colonias de frailecillos (Fratercula<br />

arctica) o puffins (en inglés) de mayor importancia<br />

en Islandia. Estás pequeñas y simpáticas aves,<br />

que se han convertido en todo un símbolo de<br />

Islandia. Dado que nos encontrábamos en pleno<br />

periodo reproductor por lo que pudimos ver algunos<br />

individuos sobrevolando por encima de nuestras<br />

cabezas.<br />

En la misma playa hay un restaurante en el cual<br />

cenamos (según la hora española sería la merienda)<br />

y curiosamente el camarero era sevillano… que<br />

ilusión ver un sevillano en Islandia!!!<br />

Después de la cena fuimos a ver la iglesia del<br />

pueblo de Vik i Myrdal. La iglesia se halla coronando<br />

una colina y una foto espectacular es subir hasta<br />

el cementerio donde hay una vista de la iglesia, el<br />

pueblo debajo y al fondo la playa negra… os hemos<br />

dicho que aquí las fotos son de postal?<br />

En Vik viven unas 350 personas; y el paisaje que<br />

dominamos no puede ser más impresionante, con<br />

unos acantilados de vértigo y la silueta de los “tres<br />

trolls” de piedra; sobre los cuales encuentran su<br />

residencia los cariñosos frailecillos (puffin); todo este<br />

paraíso en la tierra forma parte del Parque Nacional<br />

de Vatnajokull y su lago-glaciar de Kökulsárlón, una<br />

de las maravillas naturales más espectaculares de<br />

Islandia.<br />

Muy a nuestro pesar, teníamos que abandonar aquel<br />

paraíso en la tierra y seguir nuestra marcha. El sol,<br />

muy madrugador, ya nos había dado los buenos<br />

días.<br />

Con la iglesia de madera a nuestras espaldas,<br />

cabalgando sobre la Perla, es cuando volvemos a<br />

tomar contacto con el paisaje vivo, continuamente<br />

cambiante, entre los prados verdes tamizados<br />

de musgo, loas piedra negras que recuerdan<br />

constantemente su naturaleza volcánica, infinidad de<br />

pequeños cráteres, riachuelos de aguas cristalinas<br />

y el aire fresco que nos despeja los sentidos.<br />

Sin darnos cuenta, como flotando sobre una alfombra<br />

persa –en este caso nuestra Perla- llegamos a<br />

Laufskálavarôa, y comenzó a chispear…; ya sabéis<br />

que si no os gusta el tiempo en Islandia, esperaros<br />

sólo 15 minutos y cambiará…<br />

Nos hallamos sobre un campo cubierto con rocas y<br />

bombas volcánicas; a estas alturas del viaje, no nos<br />

podía impresionar, puesto que ya nuestras pupilas<br />

se habían acostumbrado a infinitas extensiones de<br />

lava, de musgo; sin embargo, como nos pillaba de<br />

camino, decidimos verlo y disfrutar con este singular<br />

paisaje.<br />

La lluvia islandesa es caprichosa; de repente,<br />

las gotas te golpean como si fuesen lágrimas de


dioses encolerizados; parecía que no tenía pinta de<br />

mejorar. Aquella jornada parecía tener que bailar<br />

bajo la lluvia.<br />

Tuvimos la osadía de desviarnos de la “I”; por un<br />

camino de unos 4 kilómetros de baches alcanzamos<br />

el cañón de Fjaôrárgljúfur; un paraje tamizado de<br />

un verde intenso que cubría las paredes de aquel<br />

profundo barranco de piedra y que, al mirarlo,<br />

molestaba la vista.<br />

Ese sensacional paraje fue creado gracias a la<br />

erosión producida por el agua que, al descender<br />

de los glaciares, fue cortando la piedra como un<br />

bisturí. Aún hoy día, ese proceso sigue vivo y en sus<br />

profundidades aún pueden verse los vestigios de<br />

cómo un paisaje se va construyendo poco a poco;<br />

lo malo era la pertinaz lluvia que no nos dio tregua.<br />

Aprovechamos el amparo de una pequeña caseta<br />

de madera para resguardarnos un poco.<br />

Las gotas que caían eran de kilo, que al caer sobre<br />

aquella rústica caseta parecía que iban a perforar<br />

su endeble tejado. Aquella lluvia impidió que<br />

pudiésemos disfrutar con las vistas del cañón, y, al<br />

ver que no cambiaba el tiempo, decidimos proseguir<br />

el camino; en nuestra mente, el disfrute de un café y<br />

también entrar en calor.<br />

Volvimos por nuestros pasos y el camino de regreso<br />

a la Nacional 1 era una alfombra mojada comparada<br />

con la F35… A los pocos kilómetros llegamos a una<br />

estación de servicio, donde paramos para tomar algo<br />

y entrar en calor. (Aviso para los navegantes: en las<br />

estaciones de servicio de Islandia hay normalmente<br />

cafetería y restaurante de comida rápida).<br />

También la Perla tenía sed y llenamos el depósito;<br />

nosotros entramos en calor con los rayos tímidos<br />

de un sol que comenzaba a abrirse paso entre las<br />

nubes; no tardamos en volver a la carretera.<br />

La próxima parada era el lago de icebergs.<br />

Durante el trayecto, fuimos bordeando el tercer<br />

glaciar más grande del mundo, que se extendía<br />

a nuestra izquierda, mientras que al lado opuesto<br />

la vista se perdía en la inmensidad de una llanura,<br />

que muy bien pudo haber sido ganada al mar.<br />

Las vistas eran increíbles; aquellos paisajes no<br />

podíamos describirlos con palabras; unos parajes<br />

de brutal belleza; la carretera se elevaba sobre<br />

un suelo de tierra negra; unas cuantas tímidas<br />

hierbas verdes asomaban sobre el suelo; como<br />

telón de fondo, unas montañas –cráteres- y en<br />

los valles unas lenguas de hielo blancas azuladas<br />

que van escapando del grupo de montañas que lo<br />

confinan… y te preguntas ¿que cantidad de hielo<br />

habrá para que rebose de esa forma por cada<br />

hueco de la sierra montañosa?<br />

Llegamos a Jökulsárlón, pasando un puente de<br />

hierro que cruza por un río con pequeños icebergs<br />

que van camino al mar del Norte y a nuestra<br />

izquierda un lago con icebergs nadando a sus<br />

anchas... esta lleno, contraste de colores blancos,<br />

azulados…<br />

Estamos alucinando, nos hallábamos tan cerca<br />

de los icebergs; vemos unos autobuses anfibios<br />

que te dan una vuelta por el lago... ¡¡¡nos vamos<br />

a subir!!!<br />

Dentro del lago es aún más espectacular, la lengua<br />

del glaciar es inmensa, va rompiéndose los trozos<br />

de hielo y se quedan a la deriva en el lago que<br />

finalmente salen al mar... Los icebergs que vemos<br />

están formados por agua de hace mil años...; por<br />

lo tanto, se remontan a la época de los drakars<br />

vikingos; el lago se formó hace unos 80 años, la<br />

temperatura del agua está sobre los 5ºC y no se<br />

llega a congelar porque está formada por agua<br />

salada del mar.<br />

En el lago se han rodado varias películas de<br />

acción (Lara Croft, Batman, 007) y en una ocasión<br />

pusieron una presa para evitar que entrase el agua<br />

del mar; nos dijeron que en un mes se congeló<br />

el lago con más de un metro de espesor!!! La<br />

experiencia es totalmente recomendable, dar una


vuelta en un autobús anfibio ha sido todo un acierto<br />

y nuestro guía italiano ha sido la mar de simpático.<br />

Dejamos el lago Jökulsárlón a nuestras espaldas<br />

camino al hotel y coincidimos en que ha sido una<br />

experiencia increíble el día de hoy… el lago nos ha<br />

enamorado.<br />

Se levanta el día, las vistas del hotel son una<br />

pasada… campos verdes y al fondo la desafiante<br />

montaña volcánica conteniendo el glaciar.<br />

Hoy desayunamos con una pareja de jubilados<br />

canarios, los cuales era la segunda vez que visitaban<br />

este paraíso de Islandia; por sus comentarios, no<br />

tardamos en comprender que se trataban de un<br />

pozo de sabiduría, dada la experiencia acumulada…<br />

Volvemos a nuestra querida “1” con las montañas a<br />

nuestra mano izquierda y del mar a nuestra derecha.<br />

El paisaje por el sur de la isla es muy bonito en<br />

ocasiones abrupto y repetitivo.<br />

Os dijimos que en Islandia tan solo hay una carretera<br />

asfaltada que rodea la isla y hay un tramo que no lo<br />

está, pues ya hemos llegado al tramo donde el<br />

liso asfalto se transforma en una pista…<br />

La pista es de tierra bien compactada y se puede<br />

transitar sin problemas. Ahora dejamos la costa y<br />

nos adentramos hacia el centro de las montañas.<br />

Vamos serpenteando entre montañas y cascadas<br />

salvajes hasta llegar al liso asfalto.<br />

Ahora estamos cerca de Seyðisfjörður y hemos<br />

cerrado el circulo, ya le hemos dado la vuelta a la<br />

isla, parece que fue ayer que llegamos… volvemos<br />

a subir el pequeño puerto de montaña que corona<br />

el puerto de nuestro ferry y tan solo nos queda<br />

bajar pasando por la cascada de Gugufoss (donde<br />

en la película “La vida secreta de Walter Mitty”<br />

pasa montado en su long board...) hasta el puerto<br />

y mañana nos subimos al Norröna para volver a<br />

casa… y soñar en la próxima aventura:<br />

La llamada de Dakar!!!<br />

No dejes que tus sueños sean sueños!!!<br />

Perlanegra<br />

Perlanegra


NO TE LA PIERDAS !!!!!! y si tienes una aventura que contar, no lo dudes contacta con<br />

nosotros en editorial@theruta.com, será un placer contarla.

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