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La memoria<br />

Nisán - Siván 5770<br />

Maguén-Escudo<br />

Editorial<br />

En su más reciente visita, comentaba Isaac Nahón, profesor universitario en<br />

Ottawa y ex director de Nuevo Mundo Israelita, que causa sorpresa la intensa<br />

actividad cultural de la comunidad judía de Venezuela en esta época de evidente<br />

declive demográfico. Para él, con varios años fuera del país, no existe relación<br />

entre lo que se hace, lo que se publica, lo que se quiere seguir haciendo en el área<br />

cultural con el tamaño real de la comunidad judía y que, como buen comunicador,<br />

él creía que debía buscarse una razón para explicar este fenómeno.<br />

La observación de Nahón apunta hacia la sensación que tiene el visitante de<br />

que la comunidad judía está haciendo, por medio de sus actividades, un inventario<br />

antes de cerrar la puerta y apagar la luz. Dicho en otras palabras, si antes<br />

se inauguraban preescolares judíos hoy se inauguran museos, a propósito de la<br />

apertura del Sefardí de Caracas Morris E. Curiel.<br />

Desde esta trinchera cultural que significa el Centro de Estudios Sefardíes de<br />

Caracas, en su 30º aniversario, creemos exactamente lo contrario: la vida intelectual<br />

en estos momentos es una reacción al ambiente hostil que por primera vez<br />

se respira en Venezuela y que da una especie de trinchera de resistencia espiritual<br />

donde religiosos y laicos se encuentran para hallar respuestas a lo que está pasando.<br />

No se trata de que seamos los émulos de Emanuel Ringelblum, quien, con su<br />

grupo Oneg Shabat, dejó por escrito constancia de lo que los nazis hicieron en el<br />

gueto de Varsovia, sino que la memoria sirve de espacio para revisar las cuentas del<br />

debe y el haber con Venezuela y con la comunidad judía. Si bien son tiempos difíciles<br />

e inciertos, también es verdad que la vida judía ha florecido libremente, sin<br />

prejuicios, sin ataduras, en nuestro país, y prueba de ello son las ocho décadas que<br />

acabamos de celebrar de la Asociación Israelita de Venezuela, a cuya sombra han<br />

crecido generaciones de judíos y con cuyos auspicios la comunidad, en conjunto<br />

con la Unión Israelita de Caracas, ha echado bases para su fortaleza, lo que ha<br />

permitido seguir adelante ante las amenazas, veladas o no, del estamento político.<br />

Las crisis son buenas porque dinamizan las relaciones humanas y porque despiertan<br />

la creatividad, la audacia y la necesidad de buscar objetivos claros. Son<br />

buenas porque nos obligan a revisar quiénes somos y qué es lo auténtico y falso en<br />

nosotros. La experiencia acumulada durante miles de años, evidenciada en la memoria<br />

colectiva del pueblo judío, nos da respuesta, nos ayuda a tomar decisiones<br />

acertadas, nos da luces al momento de evaluar el entorno y los posibles escenarios.<br />

Lo que se está viviendo en esta insistencia de dejar abiertos los espacios para<br />

el pensamiento libre, para compartir experiencias, imaginarios, preocupaciones y<br />

nuestros deseos de paz para Venezuela e Israel, para conocernos a nosotros mismos<br />

e intercambiar con los demás, no es otra cosa que una reafirmación, bendita sea,<br />

de nuestra condición de judíos venezolanos, sefardíes y askenazíes, diaspóricos y<br />

sionistas, religiosos y laicos, que con la bendición de Hashem, nunca olvidaremos<br />

lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser.<br />

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