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sEmblanza dudarlo: la carrera solo duraba dos años, lo que le permitiría empezar a trabajar en poco tiempo. Se graduó en 1954 y comenzó su dura lucha por ayudar a la manutención de su familia. Salía de madrugada en autobús a visitar a los pacientes para tomarles las muestras y luego llevarles los resultados. No sé cuánto costaba un examen de laboratorio en esos años; pero, seguramente era muy poco en un país con un verdadero bolívar fuerte e inalterable, y una inflación cero. Abraham mostró sus dotes de liderazgo y su vocación de servidor de sus semejantes, desde la profesión de bioanalista o laboratorista, como mejor se le conocía. Fue presidente del Colegio del Distrito Federal y Estado Miranda y luego de luchar por la creación de la Federación de Bioanalistas de Venezuela, fue su presidente. En el ínterin, yo me casé con su primo, Samuel Almosny Benshimol, por lo que pasamos a ser, además de amigos, parientes. Abraham era el invitado infaltable en los almuerzos sabatinos de nuestra casa y el catador más confiable de mis postres. Después de la sobremesa, venía la partida de Gin Rummy que se inició hace más de cuarenta años con otros cuatro jugadores y de la que Abraham, mi amigo de toda la vida, y yo somos los únicos sobrevivientes, mejorado lo seamos por muchos años más. Con la desaparición de cada uno de los queridos compañeros, se ha incorporado uno nuevo; pero, el ritmo de la ludomanía jamás se ha detenido. Tanto Abraham como yo seguimos al pie de la letra el consejo de aprender un juego de cartas para practicarlo en la vejez, como lo más efectivo para mantenerse lúcido. Claro que tratándose de Abraham es difícil competir: es el maestro en todos los juegos de mesa; tanto que mi sobrino nieto cuando tenía apenas cuatro años nos vio jugando rummy un sábado cualquiera, 16 Maguén-Escudo Abril - Junio 2010 y a los pocos minutos sentenció: «Abraham es el profesor». A mediados de los años 60, los Gamus y los Almosny decidimos que había llegado el momento de hacer turismo nacional y viajamos a Coro, a Cumaná y a Margarita antes de que la isla fuera siquiera zona franca; Abraham era parte infaltable del grupo. Aquellos viajes por carretera duraban muchas más horas de las normales, por las paradas que hacíamos para engullir los bastimentos que llevaba mi mamá. De su cesta mágica salían kibbes, falafel, rosquitas y borrecas suficientes para alimentar a un batallón. Abraham, siempre flaco como ahora, era, sin embargo, un degustador con excelente apetito de aquellos manjares. Abraham, el comunitario El espíritu de superación estuvo siempre presente en Abraham: después de ejercer varios años como bioanalista, decidió estudiar la carrera de Biología. Al graduarse en esa profesión, fue un destacado docente y llegó a ocupar la dirección de posgrado y la coordinación académica de la facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela. A la par que lograba esos hitos profesionales, en su conciencia profundamente judía estaba pre- Los hoy esposos Amram Cohén y Paulina Gamus (autora de esta semblanza) se conocieron gracias a un shídaj hecho por Abrham Levy (Foto Néstor Luis Garrido).

sente el deber de cumplir con su comunidad. En el año 1967, un grupo de profesionales de edad mediana –lo que ahora llamamos adultos contemporáneos– que nunca antes se había vinculado a las escasas instituciones comunitarias que existían para la época, decidió que había llegado el momento de involucrarse y de modernizar la dirección y orientación de la Asociación Israelita de Venezuela. Ese grupo, liderado por Gonzalo Benaím Pinto y su hermano John, contó con la entusiasta participación de Claudio Bentata, Samuel Eskenazi, Jacob Carciente, Samuel Almosny y Abraham Levy, entre otros. Y también de las esposas de muchos de ellos que por primera vez tuvimos participación activa en la política comunitaria, como animadoras y encargadas de la publicidad, especialmente de Radio Bemba. Nunca hubo en ninguna otra institución judía de Venezuela, ni antes ni después, una campaña tan movida como aquella de la generación renovadora. El resultado fue la elección de una junta directiva presidida por don José Benatar. Al año siguiente Gonzalo Benaím fue electo presidente de la AIV y Abraham resultó designado secretario de la misma. Nunca más dejaría de estar vinculado a distintas instituciones, siempre en cargos de mucha responsabilidad, entre ellos los de presidente de la kehilá sefardí en cuatro oportunidades y dos veces presidente de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela, CAIV. Esos cargos los ejerció sin abandonar otras responsabilidades como su participación en las directivas del Centro de Estudios Sefardíes de Caracas y del Museo Sefardí de Caracas Morris E. Curiel; además de ser el creador y presidente de la Fundación de Amigos de la Cultura Sefardí Fue mi amistad de toda la vida con Abraham Levy y nuestro común deseo de probar suerte en los casinos, lo que motivó un viaje de carnaval a la isla de Aruba hace ya quince Nisán - Siván 5770 Maguén-Escudo sEmblanza años. Abraham fue el promotor; él invitaría a su amigo Amram Cohén, y yo, a mi prima Vicky Lucy para compartir aquel viaje. Fue así como por primera vez entablé una conversación con mi vecino de muchos años, Amram Cohén, con quien apenas había cruzado saludos. Y así nació un amor otoñal que culminó en boda y nos une en nuestra tercera juventud. No puedo dejar de referirme a un aspecto muy destacado del fructífero trayecto vital de Abraham: su empeño en dar a conocer los aportes que miembros de la comunidad judía venezolana han hecho a este país, en diferentes épocas. Lo hizo de manera impecable en los textos que forman parte del catálogo de la exposición Los sefardíes: vínculo entre Curazao y Venezuela, y en su más reciente obra: Dejando Huellas, aproximación a la judeidad venezolana. Me consta con cuánta disciplina y paciencia se dedicó a la investigación de la vida y obra de los diecinueve judíos que eligió para figurar en ese libro. Con este recuento más bien intimista, lleno de anécdotas y recuerdos de momentos y de hechos que fortalecieron nuestra amistad, he querido sumarme al homenaje a Abraham, de la única manera que podría hacerlo: expresándole mi cariño y admiración por su voluntad de trabajo, su sentido de la organización, su profunda vocación de servir a nuestra comunidad judía y su permanente responsabilidad con Venezuela, el país donde nació y ha vivido siempre. Estoy segura de que –ni queriéndolo– Abraham dejará de ser una figura destacada en el quehacer comunitario, siempre dispuesto a atender el llamado del deber, incluso en tiempos difíciles como los que no ha tocado vivir. ¡Que vivas muchísimos años más, querido Abraham, y que podamos seguir disfrutando siempre de tu inteligencia, de tu experiencia en tantas lides comunitarias y de tu compañía tan cálida y amena! 17

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dudarlo: la carrera solo duraba dos años, lo<br />

que le permitiría empezar a trabajar en poco<br />

tiempo. Se graduó en 1954 y comenzó su dura<br />

lucha por ayudar a la manutención de su familia.<br />

Salía de madrugada en autobús a visitar a<br />

los pacientes para tomarles las muestras y luego<br />

llevarles los resultados. No sé cuánto costaba<br />

un examen de laboratorio en esos años;<br />

pero, seguramente era muy poco en un país<br />

con un verdadero bolívar fuerte e inalterable,<br />

y una inflación cero.<br />

Abraham mostró sus dotes de liderazgo y su<br />

vocación de servidor de sus semejantes, desde la<br />

profesión de bioanalista o laboratorista, como<br />

mejor se le conocía. Fue presidente del Colegio<br />

del Distrito Federal y Estado Miranda y luego<br />

de luchar por la creación de la Federación de<br />

Bioanalistas de Venezuela, fue su presidente.<br />

En el ínterin, yo me casé con su primo,<br />

Samuel Almosny Benshimol, por lo que pasamos<br />

a ser, además de amigos, parientes. Abraham<br />

era el invitado infaltable en los almuerzos<br />

sabatinos de nuestra casa y el catador más confiable<br />

de mis postres. Después de la sobremesa,<br />

venía la partida de Gin Rummy que se inició<br />

hace más de cuarenta años con otros cuatro<br />

jugadores y de la que Abraham, mi amigo de<br />

toda la vida, y yo somos los únicos sobrevivientes,<br />

mejorado lo seamos por muchos<br />

años más. Con la desaparición de cada<br />

uno de los queridos compañeros, se ha<br />

incorporado uno nuevo; pero, el ritmo de<br />

la ludomanía jamás se ha detenido. Tanto<br />

Abraham como yo seguimos al pie de la<br />

letra el consejo de aprender un juego de<br />

cartas para practicarlo en la vejez, como<br />

lo más efectivo para mantenerse lúcido.<br />

Claro que tratándose de Abraham es difícil<br />

competir: es el maestro en todos los<br />

juegos de mesa; tanto que mi sobrino nieto<br />

cuando tenía apenas cuatro años nos<br />

vio jugando rummy un sábado cualquiera,<br />

16 Maguén-Escudo Abril - Junio 2010<br />

y a los pocos minutos sentenció: «Abraham es<br />

el profesor».<br />

A mediados de los años 60, los Gamus y<br />

los Almosny decidimos que había llegado el<br />

momento de hacer turismo nacional y viajamos<br />

a Coro, a Cumaná y a Margarita antes de<br />

que la isla fuera siquiera zona franca; Abraham<br />

era parte infaltable del grupo. Aquellos viajes<br />

por carretera duraban muchas más horas de las<br />

normales, por las paradas que hacíamos para<br />

engullir los bastimentos que llevaba mi mamá.<br />

De su cesta mágica salían kibbes, falafel, rosquitas<br />

y borrecas suficientes para alimentar a<br />

un batallón. Abraham, siempre flaco como<br />

ahora, era, sin embargo, un degustador con<br />

excelente apetito de aquellos manjares.<br />

Abraham, el comunitario<br />

El espíritu de superación estuvo siempre<br />

presente en Abraham: después de ejercer varios<br />

años como bioanalista, decidió estudiar<br />

la carrera de Biología. Al graduarse en esa<br />

profesión, fue un destacado docente y llegó a<br />

ocupar la dirección de posgrado y la coordinación<br />

académica de la facultad de Ciencias<br />

de la Universidad Central de Venezuela. A la<br />

par que lograba esos hitos profesionales, en su<br />

conciencia profundamente judía estaba pre-<br />

Los hoy esposos Amram Cohén y Paulina Gamus (autora de esta semblanza) se conocieron<br />

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