M A G U É N - E S C U D O E - M 2 0 1 2 - Centro de Estudios ...
M A G U É N - E S C U D O E - M 2 0 1 2 - Centro de Estudios ...
M A G U É N - E S C U D O E - M 2 0 1 2 - Centro de Estudios ...
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Parece un duen<strong>de</strong> yendo presuroso con sus<br />
cortas piernas <strong>de</strong> un lado a otro, pendiente<br />
<strong>de</strong> todo. Es ella quien se ocupa <strong>de</strong> lo atinente<br />
a la persona <strong>de</strong> Isaac. Está allí cuando lo ayudan<br />
a acostarse y cuando pi<strong>de</strong> que lo auxilien<br />
para incorporarse. Se asegura <strong>de</strong> que coma,<br />
administra sus medicinas y está a su lado por<br />
las noches cuando las pesadillas atormentan<br />
su <strong>de</strong>scanso.<br />
Des<strong>de</strong> luego, fue abonada permanente al<br />
camastro que las clínicas <strong>de</strong>stinan a los acompañantes<br />
<strong>de</strong> los pacientes.<br />
—Pasa muy malas noches. Se queja <strong>de</strong><br />
dolores y habla... dice cosas. Cosas <strong>de</strong> otras<br />
épocas. El doctor ha sufrido mucho— ¡Ah,<br />
porque siempre le ha dicho «doctor»!<br />
En cuanto llego, a las 12:30 <strong>de</strong>l mediodía,<br />
como él fijó, me hacen pasar a don<strong>de</strong> está.<br />
Des<strong>de</strong> hace por lo menos un año, Isaac no<br />
duerme en el piso <strong>de</strong> arriba, don<strong>de</strong> está su<br />
cuarto, sino en la sala, don<strong>de</strong> han hecho instalar<br />
una cama <strong>de</strong> hospital. Lo encuentro pálido<br />
y más <strong>de</strong>lgado. Con voz exhausta imparte<br />
dos ór<strong>de</strong>nes: a mí, para que vaya al comedor a<br />
ver la mesa servida para aten<strong>de</strong>rme; y a Sara,<br />
para que le haga servir un vodka con amargo<br />
<strong>de</strong> Angostura. Salimos disparadas. Efectivamente,<br />
la mesa está espléndida. Y al ratico<br />
Sara regresa trayendo ella misma el trago, que<br />
<strong>de</strong>posita en la mesa rodante <strong>de</strong> hospital.<br />
Me dispongo a hacer la visita en una actitud<br />
inusual: aprieto las heladas rodillas <strong>de</strong> mi<br />
anfitrión como quien se aferra a un manubrio<br />
<strong>de</strong> don<strong>de</strong> proviene el efluvio <strong>de</strong>l arte y la creación.<br />
Aún muriéndose, Isaac Chocrón flota<br />
en lo que Ugo Ulive ha <strong>de</strong>finido como «un<br />
impulso creativo enorme».<br />
Puedo sentirlo.<br />
Los dos sabemos que se está muriendo;<br />
pero, no po<strong>de</strong>mos obviar nuestro protocolo<br />
<strong>de</strong> siempre, el <strong>de</strong> hablar <strong>de</strong> los libros que él ha<br />
escrito y va a escribir. Le pregunto cómo está<br />
Tévet - Adar 5772<br />
Maguén-Escudo<br />
EntrEvista<br />
y me dice: «Estoy mejor, porque ya no tengo<br />
miedo. Ni <strong>de</strong> morir ni <strong>de</strong> vivir».<br />
Con las dificulta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l caso, hablamos <strong>de</strong> los<br />
miedos que ha sentido meses atrás (en algunos<br />
momentos estuvo verda<strong>de</strong>ramente aterrado).<br />
De pronto se queda callado, cierra los ojos<br />
y en una frágil duermevela balbucea, habla<br />
<strong>de</strong>l <strong>Centro</strong> Médico, dice algo acerca <strong>de</strong> los<br />
doctores, algo así como que no le dicen la<br />
verdad. Le pido que abra los ojos y me mire.<br />
Lo hace. Despliega unos ojos como platos en<br />
cuyo fondo está Isaac. El Isaac <strong>de</strong> siempre.<br />
—Que estás mejor, me dices— le digo.<br />
—Sí –constata con esa melodía que era su<br />
marca, su precioso estilo–. Pedí que no me enviaran<br />
la muerte, que me <strong>de</strong>jaran hacer cinco<br />
o seis cosas que me faltan. Después <strong>de</strong> eso, me<br />
entrego tranquilo a la muerte. Recuerda que<br />
yo tengo una ventaja: soy judío. Tengo, por<br />
tanto, una gran seguridad frente a la muerte.<br />
—¿Qué cosas te faltan, Isaac?<br />
Los párpados se le caen, sacu<strong>de</strong> la cabeza<br />
pesadamente.<br />
—Quiero seguir escribiendo. Cualquier<br />
cosa. Lo que sea. Tal vez, una historia <strong>de</strong> amor.<br />
Me parece una i<strong>de</strong>a extraordinaria. Todos<br />
queremos escribir una historia <strong>de</strong> amor.<br />
—¿Entre quiénes? –quiero saber–. Quiénes<br />
serían los protagonistas <strong>de</strong> esa historia <strong>de</strong> amor.<br />
–Unos amigos. Me encantaría escribir la<br />
historia <strong>de</strong> mi amistad con Victoria De Stéfano.<br />
Da un sorbo al vodka. Retoma un asunto<br />
<strong>de</strong>l que solíamos hablar (y que he <strong>de</strong>cidido<br />
que será su legado secreto para mí). «Mi horario<br />
<strong>de</strong> escribir siempre fue <strong>de</strong> 9 <strong>de</strong> la mañana a<br />
12 <strong>de</strong>l mediodía. Si no me hubiera impuesto<br />
ese horario, nunca hubiera escrito nada».<br />
Sarita viene a ver cómo va la cosa. Lo mira<br />
con una inmensa ternura, como siempre, por<br />
lo <strong>de</strong>más. Le pregunto si juzga conveniente<br />
que lo <strong>de</strong>je <strong>de</strong>scansar. Pero, el propio Isaac interviene<br />
para retenerme.<br />
63