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La ciudad del zorro

A pesar de su juventud, Francisco el Zorro tiene grandes planes para su futuro. Deja su madriguera familiar en las montañas y con sus botas pulidas se encamina a la ciudad para conocer al alcalde Guillermo el Lobo y pedirle que le dé un trabajo. Cuando el viejo lobo sale de vacaciones de pesca a una isla desierta, deja a Francisco encargado de la alcaldía. Pero la ambición de Francisco y sus acciones despiadadas provocan el disgusto de los habitantes de la ciudad. Algo sospechoso está ocurriendo en el ático de la biblioteca principal, y las palomas mensajeras de la ciudad desaparecen misteriosamente. Entretanto, está previsto que en la ciudad se celebre un partido de fútbol con un país vecino. ¿Será un partido amistoso, como todos los anteriores?

A pesar de su juventud, Francisco el Zorro tiene grandes planes para su futuro. Deja su madriguera familiar en las montañas y con sus botas pulidas se encamina a la ciudad para conocer al alcalde Guillermo el Lobo y pedirle que le dé un trabajo.
Cuando el viejo lobo sale de vacaciones de pesca a una isla desierta, deja a Francisco encargado de la alcaldía. Pero la ambición de Francisco y sus acciones despiadadas provocan el disgusto de los habitantes de la ciudad. Algo sospechoso está ocurriendo en el ático de la biblioteca principal, y las palomas mensajeras de la ciudad desaparecen misteriosamente.
Entretanto, está previsto que en la ciudad se celebre un partido de fútbol con un país vecino. ¿Será un partido amistoso, como todos los anteriores?

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SPANISH<br />

EDITION<br />

TUULA PERE • ANDREA ALEMANNO<br />

<strong>La</strong> <strong>ciudad</strong> <strong>del</strong> <strong>zorro</strong><br />

WickWick


<strong>La</strong> <strong>ciudad</strong> <strong>del</strong> <strong>zorro</strong><br />

Relato de Tuula Pere<br />

Ilustraciones de Andrea Alemanno<br />

Diseño de Peter Stone<br />

Traducido al español por Fabio F Morales Garcia<br />

ISBN 978-952-325-696-5 (eBook)<br />

ISBN 978-952-325-196-0 (Impreso)<br />

Primera Edición<br />

Derechos Reservados © 2016 Wickwick Ltd<br />

Publicado en 2016 por Wickwick Ltd<br />

Helsinki, Finlandia<br />

Impreso en <strong>La</strong> Unión Europea<br />

The Fox's City, Spanish translation<br />

Story by Tuula Pere<br />

Illustrations by Andrea Alemanno<br />

<strong>La</strong>yout by Peter Stone<br />

Spanish translation by Fabio F Morales Garcia<br />

ISBN 978-952-325-696-5 (ePub)<br />

ISBN 978-952-325-196-0 (Print)<br />

First edition<br />

Copyright © 2016 Wickwick Ltd<br />

Published by Wickwick Ltd<br />

2016, Helsinki, Finland<br />

Printed in EU<br />

Originally published in Finland by Wickwick Ltd in 2016<br />

Finnish “Ketun kaupunki”, ISBN 978-952-325-194-6 (Print), ISBN 978-952-325-694-1 (ePub)<br />

US English “The Fox's City”, ISBN 978-952-325-195-3 (Print), ISBN 978-952-325-695-8 (ePub)<br />

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted<br />

in any form or by any means, mechanical, electronic, photocopying, recording, or otherwise, without the prior<br />

written permission of the publisher Wickwick Ltd. The only exception is brief quotations in printed articles and<br />

reviews. For details and written permissions, contact rights@wickwick.fi.<br />

Wickwick books are available at special discounts when purchased in quantity for premiums and promotions as<br />

well as fundraising or educational use. Special editions can also be created to specification. For details, contact<br />

specialsales@wickwick.fi.


SPANISH<br />

EDITION<br />

<strong>La</strong> <strong>ciudad</strong> <strong>del</strong> <strong>zorro</strong><br />

Tuula Pere • Andrea Alemanno<br />

W<br />

ickWick<br />

Children’s Books from the Heart<br />

1


A<br />

un joven <strong>zorro</strong> llamado Francisco le gustaba poner<br />

a rodar rocas por la ladera de la montaña para que<br />

cayeran sobre la <strong>ciudad</strong>. Desde un promontorio, Francisco<br />

disfrutaba <strong>del</strong> paisaje que se extendía ante sus ojos y hacía<br />

grandes planes para su futuro.<br />

“Apenas crezca un poco más, me mudaré a la <strong>ciudad</strong>”,<br />

pensaba Francisco. “Mi pueblo natal es demasiado pequeño<br />

para un talento grande como el mío”.<br />

Y, en efecto, Francisco era un <strong>zorro</strong> muy diferente de cualquier<br />

otro. Tenía una mirada penetrante, un fino sentido<br />

<strong>del</strong> olfato y un ingenio veloz como un rayo. Pero carecía de<br />

muchas cualidades importantes. No podía imaginar lo que<br />

los demás animales sentían. Y si lo hubiera podido imaginar,<br />

no le habría importado mucho lo que los demás deseaban.<br />

“Un día, esa <strong>ciudad</strong> y el mundo entero sabrán quién soy yo”,<br />

se jactó, echando a rodar al mismo tiempo una roca más<br />

grande que todas las anteriores.<br />

2


3


4<br />

En el hogar de Francisco había siete cachorros de <strong>zorro</strong>, y él era el <strong>del</strong> medio.<br />

Sus padres cuidaban bien de toda la camada y los querían a todos por igual.<br />

Francisco, sin embargo, sentía que no recibía suficiente comida y atención. Y sobre<br />

todo, creía que no tenía suficientes juguetes, ropa u otras cosas.


“Pero Francisco, tú no necesitas tanto”, suspiraba su madre a menudo. “Tus armarios<br />

y tus gavetas están repletos de cosas. Creo que ni siquiera recuerdas todo lo que<br />

tienes”.<br />

“Pero mamá, necesito una bicicleta más veloz”, insistía el joven <strong>zorro</strong>. “Quiero<br />

derrotar en una carrera a mis hermanos mayores, y luego a todos los niños <strong>del</strong><br />

pueblo”.<br />

5


Cuantos más días pasaban, más se preocupaba la mamá <strong>zorro</strong>. Finalmente, decidió<br />

pedirle consejo al Doctor Búho. El Doctor Búho era a quien solían acudir los<br />

animales <strong>del</strong> pueblo montañés cuando tenían problemas.<br />

“No sé qué hacer”, se lamentó la mamá <strong>zorro</strong>. “Francisco es cada día más conflictivo.<br />

Al principio, solía amedrentar a los niños más pequeños que él, quitarles sus<br />

juguetes y meriendas, pero ahora se pelea con todo el mundo”.<br />

6


“¿Y los niños mayores no hacen nada para detenerlo?”, preguntó el Doctor Búho.<br />

“Supongo que Francisco no será tan tonto como para meterse con los hermanos<br />

osos, que son tan fuertes”.<br />

“Mi querido viejo amigo búho, me temo que no has entendido. Francisco se ha<br />

vuelto tan astuto, que los demás niños muchas veces ni siquiera se dan cuenta de<br />

que los está engañando”.<br />

7


En efecto, no existía probablemente un estafador más listo que Francisco. Con sus<br />

bromas pesadas arruinó incluso el espíritu de compañerismo de los animales<br />

pequeños.<br />

<strong>La</strong> forma en que los niños se divertían juntos cambió. Ya no jugaban a las escondidas<br />

o a la pelota, ni construían casas en los árboles o pequeños diques en el arroyo en<br />

primavera. Francisco dividió a los niños en dos bandos. Escogió a los niños más<br />

grandes, rápidos y hábiles para su propio equipo. El otro equipo tuvo que conformarse<br />

con los niños más pequeños, débiles y lentos.<br />

8


Al principio, los niños animales lo desafiaron, pero poco a poco se fueron sometiendo<br />

a su voluntad. Al final, todos querían estar en el equipo de Francisco,<br />

porque era el que se llevaba siempre todos los premios.<br />

Si alguien trataba de rebelarse contra Francisco, éste encontraba fácilmente la manera<br />

de doblegarlo. Sus adversarios recibían sorpresas desagradables, como, por ejemplo,<br />

una rueda misteriosamente pinchada o una casa de árbol destruida. A veces, los<br />

castillos de arena aparecían pisoteados por alguien que usaba grandes botas. <strong>La</strong>s<br />

botas tenían exactamente la misma talla que las de la entrenadora <strong>del</strong> equipo, pero<br />

¿quién iba a sospechar de ella?<br />

9


10


<strong>La</strong>s brisas de primavera fueron sustituidas por el sol inclemente <strong>del</strong> verano, y luego,<br />

poco a poco, las lluvias de otoño fueron reemplazadas por las feroces tormentas<br />

de invierno. Tras ellas, regresó otra vez la primavera. Francisco ya no era un niño<br />

<strong>zorro</strong>, sino todo un joven adulto. Se miró en un espejo de cuerpo entero, complacido<br />

con su reflejo. Adoptando una posición erguida, sacó el pecho y elevó ligeramente<br />

el mentón.<br />

“Es tiempo de abandonar el nido”, anunció Francisco. “Me mudaré a la gran <strong>ciudad</strong><br />

que está junto al mar”.<br />

“Cuídate mucho, querido hijo”, le dijo su madre, secándose una lágrima de la comisura<br />

de un ojo. “Y no te olvides de quienes nos quedamos aquí en tu pueblo”.<br />

“¡Adiós, pues!”, se despidió Francisco alegremente, y emprendió la marcha. Pensaba<br />

en las nuevas oportunidades y aventuras que tenía por <strong>del</strong>ante, y ni siquiera miró<br />

hacia atrás.<br />

11


Cuando estaba cerca de la gran <strong>ciudad</strong>, Francisco se sentó en una roca durante un<br />

rato. Recogió una hoja <strong>del</strong> suelo, restregó con ella sus botas para sacarles brillo<br />

y se sacudió el polvo de su pelaje. Era importante verse aseado, pues se proponía<br />

pedirle trabajo al alcalde de la <strong>ciudad</strong>. El viejo Guillermo el Lobo necesitaría sin<br />

duda un asistente joven y listo como él. Y, definitivamente, Francisco era alguien<br />

capaz de lograr lo que se proponía.<br />

El viejo lobo había sido alcalde por mucho tiempo. Bajo su liderazgo, la <strong>ciudad</strong><br />

costera había crecido y prosperado. Sus habitantes estaban muy satisfechos.<br />

Ahora, con sus relucientes botas, Francisco entró al despacho de Guillermo el Lobo,<br />

y le ofreció sus servicios al veterano alcalde.<br />

“Supongo que es verdad que me estoy poniendo viejo y que estoy un poco cansado”,<br />

admitió el alcalde lobo.<br />

“Cierto, cierto”, asintió Francisco. “Estoy seguro, señor alcalde, de que unas pequeñas<br />

vacaciones en una isla solitaria le sentarán muy bien. Mientras tanto, si usted quiere,<br />

yo podría ocuparme de los asuntos de la <strong>ciudad</strong>”.<br />

“Tal vez tengas razón. Erasmo, que trabaja en la biblioteca de la <strong>ciudad</strong>, te servirá de<br />

guía. Él ha sido mi amigo de confianza desde hace mucho tiempo”, dijo Guillermo<br />

el Lobo, aceptando la sugerencia de Francisco. “Nos mantendremos en contacto a<br />

través de las palomas mensajeras”.<br />

Francisco se rió para sus adentros cuando oyó esta última sugerencia, pero no le dijo<br />

al lobo lo que estaba pensando. Habría muchos cambios en la <strong>ciudad</strong>, y en los planes<br />

de Francisco de seguro no cabían ni bibliotecarios ni palomas mensajeras.<br />

12


13


14<br />

El viejo alcalde lobo se dirigía lentamente hacia el barco que lo esperaba en la<br />

orilla. Ya imaginaba los días relajados que pasaría en la tranquila isla. Por fin<br />

dispondría de todo el tiempo <strong>del</strong> mundo para pescar y recostarse en una hamaca a<br />

descansar y admirar el sol vespertino.


<strong>La</strong> camioneta cargada con el equipaje <strong>del</strong> alcalde se<br />

acercaba al puerto. Los habitantes de la <strong>ciudad</strong><br />

habían salido de sus casas para despedir al lobo, quien nunca antes se había separado<br />

mucho tiempo de su cargo. Guillermo saludaba hacia ambos lados de la calle,<br />

sonriéndole a todo el mundo.<br />

Francisco el Zorro caminaba con paso enérgico <strong>del</strong>ante de la camioneta. Con su<br />

mentón ligeramente levantado, contemplaba a la gente, imaginando qué sentiría<br />

si todos ellos hubieran venido para despedirlo a él. Ese día habría de llegar,<br />

pensó.<br />

15


16


Lo primero que hizo Francisco fue regresar al ayuntamiento. Entró directamente<br />

a la oficina vacía <strong>del</strong> viejo lobo y se sentó en una butaca de respaldo alto.<br />

Después de reflexionar un momento, comenzó a tocar frenéticamente el timbre de<br />

su escritorio.<br />

“¿Por qué diablos tardaron tanto?”, le espetó Francis al conserje y a todos los asistentes<br />

<strong>del</strong> despacho, que, alarmados, se habían precipitado a entrar en la habitación.<br />

“¡No están aquí para divertirse, están aquí para trabajar! Tenemos miles de cosas<br />

que hacer, así es que saquen sus libretas de apuntes”.<br />

Los asistentes anotaron rápidamente todas las órdenes y los planes que les dictó el<br />

<strong>zorro</strong>, sin dejar nada por fuera. El conserje envió memoranda e instrucciones por<br />

todo el edificio, y ató cartas a las patas de las palomas mensajeras para los destinos<br />

más alejados.<br />

“¡Qué método tan lento y anticuado!”, resopló Francis con impaciencia. “Debemos<br />

deshacernos de las palomas. Necesitaremos al menos una docena de halcones<br />

bien entrenados para reemplazarlas. Encarguen de inmediato los halcones a las<br />

montañas”.<br />

“Pero si las palomas mensajeras son importantes. Ellas nos ayudan a mantenernos en<br />

contacto con el alcalde de la <strong>ciudad</strong> mientras éste se halla ausente”, trató de mediar<br />

el conserje. Pero el <strong>zorro</strong> no lo estaba escuchando.<br />

17


Un par de días después, la primera paloma mensajera trajo un<br />

mensaje desde la isla. Era una carta <strong>del</strong> viejo alcalde lobo.<br />

Querido Francisco:<br />

Mis vacaciones comenzaron muy bien,<br />

he pescado mucho y los vientos han sido<br />

favorables. Por favor, cuida muy bien de la<br />

<strong>ciudad</strong> y de sus habitantes. Si tienes alguna<br />

pregunta, sabes que siempre puedes recurrir<br />

a mi buen amigo Erasmo. Pero si surge algo<br />

urgente, sólo envíame un mensaje con una<br />

paloma mensajera y yo regresaré en barco lo<br />

antes posible.<br />

Con recuerdos para todos desde este lugar<br />

soleado, tu alcalde de la <strong>ciudad</strong>,<br />

Guillermo el Lobo<br />

18


Francisco echó un vistazo displicente al mensaje, lo arrugó hasta formar una bola<br />

y lo tiró a la papelera. Un nuevo plan se estaba gestando en su mente. Para realizarlo,<br />

necesitaría unas cuantas jaulas de pájaro, una trampa y una gran cantidad<br />

de <strong>del</strong>icioso alimento para aves. Además, tenía que encontrar un lugar tranquilo<br />

adonde nadie fuera nunca.<br />

Dando media vuelta en su butaca giratoria, se fijó en las ventanas <strong>del</strong> ático <strong>del</strong><br />

edificio de la biblioteca, que estaba al otro lado de la calle.<br />

“De hecho, mañana es un buen momento para visitar a Erasmo el bibliotecario”,<br />

sonrió Francisco con suficiencia.<br />

19


<strong>La</strong> mañana siguiente, Erasmo estaba de pie en las escaleras de la biblioteca, esperando<br />

para conocer al sustituto <strong>del</strong> alcalde. Le sorprendió el interés repentino<br />

que el sustituto había tenido por el edificio de la biblioteca, pero obedeció y le mostró<br />

las instalaciones, desde el sótano hasta el ático.<br />

“Por cierto, considero que yo debería tener también una llave de la biblioteca”,<br />

declaró Francisco al final <strong>del</strong> recorrido. “Después de todo, soy el sustituto <strong>del</strong> alcalde<br />

de la <strong>ciudad</strong> y debería poder entrar a la biblioteca cada vez que necesite hacerlo”.<br />

“Supongo que sí, si usted lo cree conveniente”, accedió Erasmo, y le dio a Francisco<br />

un duplicado de la llave.<br />

<strong>La</strong> noche siguiente, una figura oscura iba y venía por las escaleras de la biblioteca,<br />

llevando consigo trampas y jaulas para pájaros y bolsas llenas de alimento para<br />

aves. Desde la calle, nadie se dio cuenta de que algunas ventanas <strong>del</strong> ático habían<br />

sido abiertas y que había en los alféizares una estela de granos y otras <strong>del</strong>icias para<br />

pájaros que conducía directamente a las trampas y a las jaulas.<br />

En pocos días, todas las palomas mensajeras de la <strong>ciudad</strong> habían quedado atrapadas<br />

en el ático de la biblioteca.<br />

20


21


22


El equipo de fútbol de la <strong>ciudad</strong> se estaba preparando para un campeonato. Erasmo,<br />

el bibliotecario, era el tesorero <strong>del</strong> club de fútbol, y había venido a reunirse con<br />

el <strong>zorro</strong> para concertar la organización de los juegos. El encuentro final de la serie<br />

iba a tener lugar pronto, y el equipo visitante venía desde el país vecino. <strong>La</strong> <strong>ciudad</strong><br />

rebosaba de actividad: los habitantes estaban ultimando la remo<strong>del</strong>ación <strong>del</strong> estadio<br />

de fútbol para el juego, acondicionando habitaciones para alojar a los visitantes,<br />

preparando comida adicional para ellos y engalanando las calles.<br />

“Tenemos que ganar este partido. ¡Qué fiesta tan espectacular daremos para<br />

celebrar nuestra victoria, y qué discurso tan inspirador pronunciaré desde<br />

un podio elevado!”, planeaba el <strong>zorro</strong> en voz alta. “¡Qué lástima que el equipo<br />

visitante esté en tan buena forma!”<br />

“Pero, ¿no es continuar nuestra antigua tradición lo que realmente importa?”,<br />

intervino el bibliotecario tratando de apaciguar<br />

al <strong>zorro</strong>. Él también era un gran aficionado<br />

al fútbol, pero sabía disfrutar <strong>del</strong> juego<br />

incluso si su propio equipo perdía.<br />

“Por supuesto que no”, le espetó el <strong>zorro</strong>. “Lo<br />

que realmente importa es obtener una victoria<br />

aplastante y recibir el trofeo más grande posible.<br />

Sólo así obtendremos la gloria que merecemos”.<br />

23


Erasmo sacudió la cabeza y regresó a la paz y al silencio de la biblioteca. El <strong>zorro</strong><br />

se quedó solo, elucubrando sus planes desmedidos y sin detenerse ante nada.<br />

Como alcalde temporal de la <strong>ciudad</strong>, ordenó que el equipo visitante realizara su<br />

entrenamiento previo al partido en una pequeña cancha situada a las afueras de la<br />

<strong>ciudad</strong>. El sistema de riego y el césped de esa cancha estaban siendo reparados en<br />

ese momento.<br />

24


Los miembros <strong>del</strong> equipo local, en cambio, fueron instalados por el <strong>zorro</strong> en una<br />

nueva y resplandeciente sala deportiva situada justo al lado <strong>del</strong> recién modernizado<br />

estadio. Para garantizar el éxito <strong>del</strong> equipo local, el <strong>zorro</strong> lo había complementado<br />

con seis coyotes de una <strong>ciudad</strong> vecina conocidos por sus métodos bruscos.<br />

Según las reglas vigentes, todos los jugadores debían residir en la <strong>ciudad</strong> a la que<br />

representaban. El nuevo alcalde dispuso que se construyesen barracas junto al ayuntamiento<br />

para que los coyotes se alojaran en ellas.<br />

“Así nadie se podrá quejar”, sonrió el <strong>zorro</strong>, complacido de sí mismo. “Hemos<br />

seguido cada regla al pie de la letra”.<br />

25


En la semana previa al encuentro, el <strong>zorro</strong> empleó cada minuto y todas sus fuerzas<br />

en planificar las celebraciones de la victoria. No quiso perder tiempo durmiendo<br />

ni comiendo. Su pelo se enmarañó, tenía ojeras, y sus planes se fueron haciendo<br />

cada vez más descabellados.<br />

“Todos los habitantes de la <strong>ciudad</strong> deben usar uniformes deportivos. Todos recibirán<br />

un nuevo collar que tendrá grabado el escudo de la <strong>ciudad</strong>”, añadió eufórico<br />

a su lista. “O mejor, en lugar <strong>del</strong> escudo, el collar deberá llevar<br />

mi imagen. Después de todo, en este momento yo soy oficialmente<br />

el alcalde en funciones”.<br />

26


Después se le ocurrió la idea de que todos los <strong>ciudad</strong>anos fueran convocado a<br />

un ensayo colectivo, donde aprenderían los nuevos vítores. Además de animar<br />

al equipo local, la muchedumbre debía repetir en voz alta la frase: “Viva el <strong>zorro</strong>,<br />

nuestro gran líder y amigo <strong>del</strong> fútbol”.<br />

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28


Erasmo se estaba preocupando seriamente. Los planes<br />

<strong>del</strong> <strong>zorro</strong> iban a arruinar todo el evento deportivo.<br />

El bibliotecario había tratado de adaptarse a las exigencias<br />

<strong>del</strong> <strong>zorro</strong>, pero llegó un momento en que dijo basta.<br />

“Este no es, definitivamente, el tipo de fiesta deportiva que<br />

nuestro viejo líder lobo hubiera deseado para nosotros”,<br />

pensó Erasmo. “Me pregunto si él estará al tanto de lo que<br />

está pasando aquí”.<br />

El bibliotecario estaba sentado, solo, en el silencioso<br />

edificio de la biblioteca. Ahora ya nadie tenía tiempo<br />

de ir allí a pedir libros en préstamo. Mientras reflexionaba<br />

sobre lo extraño de la situación, algo lo distrajo.<br />

El edificio no estaba completamente en silencio,<br />

después de todo. Se podía escuchar con claridad un<br />

sonido arrullador que provenía de la parte alta. Era<br />

como si zumbaran cientos de burbujas provenientes<br />

de un gran caldero de agua hirviendo.<br />

Erasmo se puso a buscar de dónde provenía el sonido.<br />

Revisó un cuarto tras otro, hasta que finalmente empezó<br />

a subir las escaleras que llevaban al ático. El sonido se<br />

hacía cada vez más intenso.<br />

29


<strong>La</strong> pesada puerta <strong>del</strong> ático se abrió. Erasmo no podía dar crédito a lo que veían sus<br />

ojos. Toda el área estaba repleta de palomas mensajeras enjauladas. <strong>La</strong>s palomas<br />

<strong>del</strong> alcalde también estaban entre ellas, con el escudo de la <strong>ciudad</strong> colgado de sus<br />

cuellos.<br />

“Ya empiezo a entenderlo todo”, se dijo Erasmo a sí mismo, asintiendo pensativamente.<br />

“Debo enviar rápidamente un mensaje urgente al viejo alcalde. Se acabaron<br />

sus vacaciones”.<br />

Poco después, una paloma mensajera oficial alzaba el vuelo desde una ventana y<br />

se dirigía a la isla vacacional, divisable en el horizonte. Luego, Erasmo procedió<br />

a alimentar al resto de las aves aprisionadas en el ático y abrió de par en par las<br />

puertas de todas las jaulas.<br />

Los habitantes de la <strong>ciudad</strong> se preguntaron por qué de repente una<br />

bandada de palomas mensajeras inquietas revoloteaba sobre la<br />

biblioteca y el ayuntamiento.<br />

30


31


32


Guillermo el Lobo estaba tan furioso que echaba humo. Su estado de ánimo relajado<br />

desapareció en cuanto leyó el mensaje urgente de su amigo Erasmo. Esto<br />

era algo que él no había previsto, aunque tuvo que admitir que el joven <strong>zorro</strong> se<br />

había mostrado un poco más servicial de la cuenta.<br />

“Empaquemos lo más importante y zarpemos de inmediato”, le dijo el viejo lobo a<br />

su esposa. “Rescatar nuestra <strong>ciudad</strong> es algo que no admite demora. Ya habrá tiempo<br />

para ir a pescar en otro momento”.<br />

En la tarde, el líder lobo ya estaba de vuelta en su despacho. Hizo que su sustituto<br />

se sentara <strong>del</strong>ante de su escritorio y le exigió una explicación. El <strong>zorro</strong> describió sus<br />

logros con lujo de detalles, tratando por todos los medios de presentar sus acciones<br />

bajo una luz favorable.<br />

“Podrás decir todo lo que quieras”, rugió el lobo. “¡Pero lo cierto es que la ambición<br />

<strong>del</strong> poder te ha enfermado! Y se trata, por cierto, de una enfermedad grave. Creo que<br />

te debería enviar a una isla solitaria para que te cures”.<br />

33


Más tarde, sin embargo, el corazón <strong>del</strong> lobo se ablandó. El <strong>zorro</strong> pudo asistir al<br />

encuentro final de fútbol y sentarse junto al alcalde en el gran estrado. Pero<br />

no se le permitió pronunciar ningún discurso, y todos los habitantes de la <strong>ciudad</strong><br />

pudieron vestirse con sus propias vestimentas.<br />

El <strong>zorro</strong> se molestó al enterarse de que a los coyotes que él había contratado como<br />

refuerzo se les había prohibido jugar para el equipo local. El lobo no cedió en este<br />

punto, por más que el <strong>zorro</strong> trató de persuadirlo.<br />

“En esta <strong>ciudad</strong> no hacemos trampa”, declaró el viejo alcalde. “Pero también<br />

encontré una tarea para tus coyotes. Mira hacia allí”.<br />

34


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Los coyotes se habían alineado en una isla al lado <strong>del</strong> estrado para realizar una<br />

exhibición de gimnasia. Como eran tan grandes y anchos de espalda, formaron<br />

una impresionante pirámide y se levantaron unos a otros sin ninguna dificultad.<br />

Aunque fue un espectáculo impresionante, Francisco el <strong>zorro</strong> no podía ocultar lo<br />

decepcionado que estaba. En lugar un acto de gimnasia, habría preferido ver a los<br />

coyotes subir al podio tras el partido portando medallas de oro alrededor de sus<br />

cuellos.<br />

Pero cuando los sueños <strong>del</strong> joven <strong>zorro</strong> se hicieron realmente trizas fue<br />

cuando el equipo visitante ganó el reñido partido por un gol. Eso lo<br />

dejó cabizbajo.<br />

“No te desanimes, Francisco, se trata sólo de un juego”, lo consoló<br />

el viejo lobo. “El año próximo, habrá otro encuentro cordial. Y<br />

eso es lo que realmente importa”.<br />

37


A pesar de su juventud, Francisco<br />

el Zorro tiene grandes planes para su futuro. Deja<br />

su madriguera familiar en las montañas y con sus botas<br />

pulidas se encamina a la <strong>ciudad</strong> para conocer al alcalde<br />

Guillermo el Lobo y pedirle que le dé un trabajo.<br />

Cuando el viejo lobo sale de vacaciones de pesca a una<br />

isla desierta, deja a Francisco encargado de la alcaldía.<br />

Pero la ambición de Francisco y sus acciones despiadadas<br />

provocan el disgusto de los habitantes de la <strong>ciudad</strong>.<br />

Algo sospechoso está ocurriendo en el ático de la<br />

biblioteca principal, y las palomas mensajeras de la <strong>ciudad</strong><br />

desaparecen misteriosamente.<br />

Entretanto, está previsto que en la <strong>ciudad</strong> se celebre un<br />

partido de fútbol con un país vecino. ¿Será un partido<br />

amistoso, como todos los anteriores?<br />

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