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Cartas al Editor
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Dios viviente respeta y lo toma
en serio. Pero esta libre voluntad
puede convertirse también en la
causa de la eterna tragedia del
hombre si este no quiere aceptar la
salvación en Jesucristo. Respecto a
la manera extraordinaria y única
en que se convirtió Saulo de Tarso
se refiere: es un suceso profético
que señala hacia la repentina y
única manera en que se convertirá
todo Israel. Tal cual Pablo, Israel
no se convertirá mediante la Palabra
que escucha sino por la repentina
revelación de Jesucristo (cfr.
Zac. 12:10 y ss.).
W.M.
¿Tiene la palabra “regeneración”
varios significados?
Le ruego cordialmente que me
explique la palabra “regeneración”
de Mateo 19:28. ¿A qué se refiere?
Para creyentes la palabra “regeneración”
vale ahora, ¿no es así?
Según mi comprensión el Señor
habla aquí de la regeneración de
esta Tierra tras haber pasado por
los terribles juicios que servirán
para su purificación, esos juicios
relatados en el único libro profético
del Nuevo Testamento que es
el Apocalipsis de Jesucristo. Usted
no debe comprender en este contexto
la palabra “regeneración”
con vistas al renacimiento individual
de los hombres el cual es necesario
porque solo quienes
nacieron de nuevo pueden ver el
reino de Dios (compare Juan 3:3).
Tampoco debe suponer que esta
expresión hable de un cielo nuevo
y de una tierra nueva. Ellos llegarán
a existir solo más tarde. La regeneración
mencionada aquí por
el Señor comprende toda la creación
al inicio del milenio, y tendrá
por consecuencia condiciones
completamente nuevas en todos
los niveles. Por ejemplo, habrá un
clima nuevo, los continentes serán
juntados otra vez y el comportamiento
de los animales
cambiará de un modo maravilloso
(compare Isaías 11:6-9). Esta regeneración
universal será, como
ya dije, el principio del maravilloso
milenio de paz de nuestro
Señor.
W.M.
¿Qué es la unidad del Espíritu,
del agua y de la sangre?
Por favor, explíqueme 1 Juan
5:8 donde está escrito: “Y tres son
los que dan testimonio en la tierra:
el Espíritu, el agua y la sangre”.
En primer lugar, es el Espíritu el
que vivifica la Palabra en nuestros
corazones. En segundo lugar, renacimos
mediante el lavamiento
del nuevo nacimiento (Tito 3:5).
Y en tercer lugar, es la preciosa
sangre de Jesucristo que nos purificó
de la culpa y simultáneamente
nos liberta del poder del
pecado (cfr. 1 Juan 1:7; Efesios
1:7). Esto va más allá del bautismo,
por lo que el Señor Jesús
dice por boca de Juan, en el capítulo
3, versículo 5 de su evangelio:
“De cierto, de cierto te digo, que
el que no naciere de agua y del Espíritu,
no puede entrar en el reino de
Dios”.
El “lavamiento del agua por la
Palabra” es mencionado también
en Efesios 5:26. Pero, a pesar del
maravilloso poder de la Palabra
de Dios y del Espíritu de Dios no
hubiéramos sido renovados si el
Hijo de Dios no hubiera derramado
Su preciosa sangre para
nuestra salvación. Por eso, esta
impresionante manifestación
acerca de la unidad inseparable
del Espíritu, del agua y de la sangre
en 1 Juan 5:7. Esta línea la vemos
también en el versículo
anterior, el versículo 6, que dice:
“Este es Jesucristo, que vino mediante
agua y sangre; no mediante
agua solamente, sino mediante agua
y sangre. Y el Espíritu es el que da
testimonio; porque el Espíritu es la
verdad”.
W.M.
El “lavamiento del agua por la Palabra” es
mencionado en Efesios 5:26.