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Excodra XXXV: La descendencia

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EXCODRA<br />

REVISTA DE LITERATURA<br />

(Y OTRAS ARTES)<br />

Nº 35<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong><br />

REVISTA EXCODRA<br />

2017


Edición: © Revista <strong>Excodra</strong>.<br />

Imagen portada: © Dmitriy Rogozhkin.<br />

<strong>La</strong> autoría de los textos e imágenes de la revista pertenece a cada uno de sus respectivos autores.<br />

Dirección Revista <strong>Excodra</strong>: Rubén Darío Fernández.<br />

Revista <strong>Excodra</strong>. Número <strong>XXXV</strong>, <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>. Mayo, 2017.<br />

ISSN: 2014­1998.<br />

http://www.excodra.com<br />

excodra@excodraeditorial.com


ÍNDICE<br />

Contenidos<br />

Página<br />

EXCODRA <strong>XXXV</strong>: LA DESCENDENCIA 3<br />

EDITORIAL 5<br />

PROSA 9<br />

Rita Rodríguez: Otra Ítaca 9<br />

Fran Norte: ¿Cómo sería? 13<br />

Javier García Nubral: Descendencia errante 16<br />

Nacho Munío: De lo que nos lleva 20<br />

María José Díaz: <strong>La</strong> luna en los cristales 23<br />

POESÍA 29<br />

Pablo Anadón: Sobre esos restos 29<br />

Antonio Gómez de Juan: En el tintero 32<br />

Pepa Herrán Flores: Dos poemas 33<br />

Enrique Orion García: Desubicados nos agarraremos 35<br />

Felipe Muñoz: Hija mía 37<br />

Gustavo Caracas: Todo y Te debatías 38<br />

ARTES VISUALES 41<br />

Dmitriy Rogozhkin 42<br />

Nicolas Bruno 58<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 1 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


Simon Edmonson 74<br />

James Guppy 88<br />

Zena Holloway 104<br />

ENTREVISTAS 119<br />

Antonio Maura 119<br />

Inés Mendoza 126<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 2 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


EXCODRA<br />

REVISTA DE LITERATURA<br />

(Y OTRAS ARTES)<br />

Nº 35<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong><br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 3 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 4 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


EDITORIAL<br />

Queridos lectores, llegamos al número treinta y cinco con una selección<br />

muy sabrosa de textos e imágenes sobre <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> y lo que<br />

este hecho representa, sobre el legado, sobre lo que recibimos y lo que<br />

aportamos, en ese flujo constante, casi en un efecto invernadero entre<br />

la ascendencia y la <strong>descendencia</strong>, a nivel cultural, moral, político, económico,<br />

medioambiental, a todos los ámbitos, con la dialéctica jugando<br />

un papel clave entre lo antiguo, lo moderno y el presente que vivimos<br />

como resultado.<br />

Dejamos aquí unas palabras de Heráclito, recogido por varios autores,<br />

en traducción de Constantino Láscaris, opinando sobre la <strong>descendencia</strong><br />

y lo que sea una generación:<br />

PLUTARCO, Def. orac. 11,415 E. Quienes leen 'adolescentes'/ en Hesiodo,<br />

fr. 171,2 /afirman que, según Heráclito, una generación abarca<br />

treinta años, en el cual tiempo el que engendra halla al engendrado por<br />

él capaz de engendrar/ /el padre halla al hijo capaz de ser padre/.<br />

FILON. fr. Harris (Cambr. 1886). Es posible que el hombre llegue a<br />

ser abuelo a los treinta años; llega a adulto hacia los catorce, edad en la<br />

cual engendra, y de nuevo tras un ciclo de quince años el hijo puede<br />

engendrar por sí mismo.<br />

CENSORINO, 17, 2. Un siglo es el espacio más largo de la vida humana,<br />

limitado por el parto y la muerte. Por lo cual quienes opinaron<br />

que un siglo tiene treinta años, se ve que erraron mucho. Heráclito es el<br />

autor de que este lapso de tiempo sea llamado una 'generación' pues en<br />

este espacio de tiempo se da un ciclo de edad; y llama ciclo de edad<br />

pues la naturaleza humana de engendrada se cambia en engendradora.<br />

Nos ha llamado mucho la atención la manera tan certera y cercana<br />

de definirla, por aquel entonces, como raíz, siendo raíz, meramente referida<br />

a lo biológico y luego cómo hemos ido usando el término para<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 5 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


acotar partes de la Historia y de nuestra modernidad, porque resume<br />

perfectamente ese camino de ida y vuelta en nosotros, permitiendo ver<br />

nítidamente cómo vamos recibiendo el mundo en herencia que luego<br />

dejaremos como herencia. Es maravilloso el ciclo de la vida, cómo suma<br />

todo, cuánto se habrá perdido, cuánto ganando con tal hecho o acontecimiento,<br />

con tal decisión, con tal casualidad, con determinado pero<br />

inesperado cruce de caminos. <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> es el futuro, pero también<br />

parte de nuestro presente, como fuimos en nuestro pasado. Hay<br />

siempre que tener un ojo mirando a lo que dejamos con nuestras acciones,<br />

lo que representan, lo que simbolizan, lo que crean y lo que destruyen,<br />

porque será la materia prima de nuestros descendientes en su<br />

caminar y parte de muchos días de nuestra vida.<br />

Para el número hemos hecho una selección tirando a lo emocional,<br />

a la impresión sobre la <strong>descendencia</strong> y la ascendencia, pinceladas de<br />

sentires, seguro que las disfrutáis enormemente. Gracias como siempre<br />

por acompañarnos en este viaje por el conocimiento y sus sensaciones.<br />

Salud y feliz lectura.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 6 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 7 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 8 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


PROSA<br />

Otra Ítaca<br />

Rita Rodríguez<br />

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca<br />

pide que el camino sea largo.<br />

Constantino Cavafis<br />

Aparece desdibujado en su memoria el recuerdo de qué es lo que la<br />

incitó a desear transitar el camino hacia la maternidad. Era demasiado<br />

joven como para que se disparara la alarma de su reloj biológico. Tampoco<br />

existía el anhelo de fotocopiar un gris retrato familiar sino más<br />

bien lo contrario. Como si ella fuera el último eslabón de una cadena<br />

de subyugación a unos cánones preestablecidos, parecía estar predestinada<br />

a romper la dinámica que las mujeres de su estirpe habían repetido<br />

generación tras generación. Piensa que tal vez ni siquiera tomó la<br />

firme decisión de forma consciente. Que se dejó llevar por alguna interna<br />

intuición. Con el tiempo aprendes que las elecciones nunca son arbitrarias.<br />

Que el verdadero rumbo de la vida está fijado desde dentro.<br />

Lo cierto es que bastaron los nueve meses que duró la gestación<br />

para que las circunstancias la invitaran a emprender, sola, el largo viaje.<br />

Guardó aficiones y proyectos personales en una caja de cartón que<br />

depositó encima del armario y, sin más equipaje que la valentía de la<br />

que está dotada la juventud y el convencimiento de estar obrando de la<br />

mejor manera para el recién llegado ser, se adentró en el frondoso bosque.<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 9 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


Pronto advirtió que no disponía de un mapa afectivo bien delimitado<br />

con el que orientarse. Apenas unas frágiles coordenadas heredadas<br />

de sus progenitores. Suficiente trabajo habían tenido ellos con alimentar,<br />

vestir y adiestrar disciplinadamente a la amalgama de hijos que habían<br />

traído a este mundo como para preocuparse por legarles una sólida<br />

educación emocional a la que aferrarse. Algo tan extravagante<br />

como innecesario, a su pobre entender. Tampoco podía trazar una hoja<br />

de ruta precisa con las descripciones de los peregrinos que, antes que<br />

ella, habían visitado el lugar. Por alguna inexplicable razón siempre se<br />

muestran las luces del paisaje. Tal vez alguna sombra. <strong>La</strong>s tinieblas jamás.<br />

Con la mirada fija en el pasado, pincela un oscuro y minúsculo piso<br />

en el barrio de la Barceloneta. Entonces aún de espaldas al mar. El hedor<br />

a humedad. <strong>La</strong>s paredes desconchadas. <strong>La</strong> criatura gateando sobre<br />

el gélido terrazo. <strong>La</strong> nevera vacía en sus tres cuartas partes. <strong>La</strong> mantilla<br />

de lana con la que cubre al bebé cada mañana, antes de salir de la casa.<br />

<strong>La</strong> negligencia en la guardería. <strong>La</strong>s noches de vela en el hospital. <strong>La</strong><br />

culpa arañándole el vientre. El consuelo del vaho exhalado. Los dedos<br />

menudos acariciándole el rostro mojado. Los pasos bisoños. Los ojos vivarachos.<br />

Los besos. <strong>La</strong>s carcajadas. Los saltos en los charcos. El cuento<br />

antes de dormir. Ancestros valores martilleándole las sienes. <strong>La</strong> palabra<br />

arraigo chirriando en los dientes. <strong>La</strong> voz interior que invita a la huida.<br />

<strong>La</strong> voluntad de seguirla. Pálpitos. Los oídos sordos ante la crítica. <strong>La</strong><br />

fuerza que llama a la puerta. <strong>La</strong> renuncia a un trabajo estable, pero insuficientemente<br />

remunerado. El nuevo hogar en otro país. El colegio de<br />

pago. <strong>La</strong>s clases extraescolares de francés, las de inglés, dibujo, música.<br />

El afán de que su pequeña dispusiera de todo aquello de lo que ella careció,<br />

sin pensar en lo que a cambio le estaba negando.<br />

Sonríe, no sin cierta ternura, cuando visualiza a la joven que aquellos<br />

días fue. Luce un vestido verde esperanza, estampado con brotes<br />

rojos en la parte inferior. Botas de caña alta. Se arropa con el abrigo del<br />

ingenuo sentir que los días añiles habían quedado atrás. Los bolsillos<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 10 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


los lleva llenos de confianza. Pasea con su niña por los quais del Sena<br />

los domingos por la mañana, si el tiempo acompaña. Si hace frío van a<br />

la chocolaterie de Mathilde, en el Marais, donde ambas engullen los sabrosos<br />

crêpes con mermelada. Visitan la Bibliothèque Nationale, el Museo<br />

de Orsay o deambulan por las librerías de viejo en St. Michel en<br />

busca de historias que las distraigan. A la pequeña cualquier propuesta<br />

le parece bien. Disfruta del único día de la semana que puede pasar con<br />

su mamá. <strong>La</strong> sigue a todas partes con las manitas entrelazadas.<br />

Pero el tiempo pasa y de repente se las suelta, porque llega la edad<br />

de la vergüenza. El apremio de romper el cordón umbilical. Y con él los<br />

juicios, la crítica, el rencor. <strong>La</strong> necesidad de aullar que ya no puede callar<br />

más. Que el dolor le corroe las entrañas. El grito de la hija abre la<br />

puerta de la incomprensión, del desconcierto. Que da paso a la abrupta<br />

despedida y la desgarradora incomunicación.<br />

Cierra los ojos cuando aparecen los meses de silencio. El tiempo en<br />

el que sus vestidos floridos se tiñeron de gris. Cuando con las suelas de<br />

los zapatos desgastadas, de tanto buscar, desanda un tramo del camino.<br />

Retrocede hasta el cruce en el que se bifurcan los paisajes vividos<br />

e inspecciona el sendero por el que la criatura anduvo perdida, alimentando<br />

a sus monstruos. Repara en las sombras al anochecer, convertidas<br />

en cíclopes cuando las yergue un alma en soledad. En el aliento del<br />

miedo soplando tras la nuca. En la hojarasca de vértigos crujiendo con<br />

cada nuevo paso que da. En el alud de preguntas mudas que ciñen hasta<br />

la asfixia la cintura. En las respuestas imaginadas, nutriéndose como<br />

lapas de su pesar. En el disfraz de purpurina con el que ocultaba sus cicatrices.<br />

En el reclamo a abandonar todo cuanto tenía para encontrar lo<br />

que la habitaba. En la urgencia por descomponer cada átomo de su<br />

cuerpo para tejer un nuevo ser. Una vez embebida del sentir de su hija<br />

es capaz de rehacer el mosaico de angustias que la obligó a huir, de la<br />

misma forma que lo hiciera ella muchos años atrás. Recuerda, entonces,<br />

que en el mismo espacio que habita una madre y una hija cabe un<br />

océano.<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 11 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


El zumbido de la tetera la saca del ensimismamiento. Mira a Aurora<br />

que se ha quedado dormida en el mismo sofá que amantó su infancia.<br />

Por el que de nuevo se deja abrigar cuando la visita. El cuadro enmarcado<br />

en su memoria reaparece resplandeciente: el instante en que se<br />

cruzan, con las miradas mudadas, por el camino de la reconciliación.<br />

Con el deseo compartido de seguir creciendo juntas aunque por carreteras<br />

separadas. Alertas para no tropezar con las mismas piedras. Conscientes<br />

de que habrá otras nuevas. Seguras de que las examinarán con<br />

cautela cuando las vean rodar.<br />

RR<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 12 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


¿Cómo sería?<br />

Fran Norte<br />

Pasan cada mañana, sobre las nueve, un poco antes, saliendo juntas<br />

de su edificio. No sé si viven juntas, si son hermanas, o amigas que<br />

comparten el alquiler o viven su amistad coincidiendo en el mismo bloque<br />

de pisos. Son hermosas. Pero con esa hermosura que desprende<br />

cierto aire de crueldad, de ser conscientes del poder de su belleza, de<br />

su atracción hacia a los demás, manipulables hacia sus intereses si hicieran<br />

uso de esas artes hacia sí. Parecen muy jóvenes, rondando los<br />

veinte años, tal vez. Una es rubia y la otra es morena. <strong>La</strong> morena, de<br />

pelo liso, largo, como una tela suave y brillante, tiene unos pechos demasiado<br />

vibrantes. Se ven rígidos, curvos, como si siempre tuvieran<br />

una lámina de agua que los recubre y sustenta, con pequeños y firmes<br />

pezones coronando la cúspide. Es realmente una mujer muy erótica. Su<br />

cara es suave también y viva, de nariz algo egipcia. Sus ojos parecen<br />

marrones. El culo es menudo y gracioso, un cuerpo a mitad de camino<br />

entre la serpiente y el gorrión. He soñado varias veces con ella pero he<br />

fantaseado mucho más, despierto, sorbiendo un café, entre sueños,<br />

dando vueltas en la guerra con la almohada de las noches muy largas,<br />

en esa tibia duermevela de las ensoñaciones calientes, haciéndole el<br />

amor. Le iba quitando la ropa lentamente, besándole poco a poco la<br />

piel que iba descubriendo. Ella respiraría agitada, extasiada, acariciándome<br />

la nuca, el cabello, los brazos que la iban desnudando, queriendo<br />

recibirme, invitando y aceptando la invitación del sexo. <strong>La</strong> imagino ya<br />

desnuda, agachándose con rodilla al suelo, desabrochándome el pantalón,<br />

sacándome despacio la polla de los calzoncillos, metiéndosela entera<br />

en la boca, lenta, cálida, subiendo, bajando, meciendo, ardiendo,<br />

ayudándose con una mano y con la otra haciendo fuerza por la espalda<br />

y las nalgas marcando ritmos inversos hasta notar mi clímax y mi descarga<br />

de semen llegando y deslizándose por su garganta.<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 13 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


<strong>La</strong> rubia es quien de veras desprende más crueldad, como una crueldad<br />

inocente e infante, de disfrute ejerciéndola, pero más desde la inconsciencia,<br />

sintiéndose poderosa. Es muy parecida a la morena, de pechos<br />

algo menores, más normales en su balanceo al andar. Pero es ahí,<br />

en su andar, donde reside, donde habita, donde radica su fuerza. Camina<br />

reventando el aire sin concesiones. Cuando sale sola anda a demasiada<br />

velocidad, no con prisas, sino con intención, dejando tras de sí<br />

ese mensaje de aquí estoy yo en cada paso. Es un andar agresivo, en<br />

cierto modo, de prepotencia o arrogancia, un andar descarado, de pisada<br />

fuerte a conciencia, premeditada, pretendida, buscada, pero sin maldad,<br />

con cierto matiz ingenuo y simpático. Es una mezcla insondable<br />

entre ternura y violencia. Su andar es como el cuerpo de su amiga. A<br />

esta chica la vida le hará mucho daño, porque siempre lo hace, y tendrá<br />

que enfrentarse consigo misma en una muy cruenta pelea contra su ego<br />

y, o su mirada se hará dura y se instalará en el rol de la crueldad sin<br />

miramientos, o hará lugar a la ternura, a lo más tierno y bello, suavizar<br />

su andar. No parece mala persona. Tendrá que luchar contra su propio<br />

poder, balanceándose entre el hacer daño al débil o ayudarlo. Será lo<br />

segundo, debería serlo. Suele llevar una coleta alta cogida con la goma<br />

firmemente. El flequillo, tibio, como la coleta, se mueven de un lado a<br />

otro a cada paso, como el balancear de una guillotina.<br />

Me agrada mucho cuando las veo sonreír.<br />

Hay otra chica, más adulta, que siempre pasea a su perro a media<br />

mañana y a media tarde, anocheciendo, y está como del otro lado de la<br />

vida, es una crack. Tiene el pelo rubio platino, imagino que teñido, con<br />

las raíces negras, y encrespado, ni peinado ni en desorden, una selva en<br />

un acuario. Un caos medido. Parece una persona muy tierna, sensible,<br />

con un puntito de tal vez ser algo cabrona pero con salero. Parece que<br />

cuida mucho su imagen medio desaliñada. Viste, generalmente, chaqueta<br />

de cuero negro y sombrero de ala ancha, una especia de pamela,<br />

como una vaquera muy sexy, vivaracha. Es coqueta. Pero también francotiradora.<br />

Recuerda un poco a <strong>La</strong>dy Gaga cuando viste medianamente<br />

normal. Es realmente hermosa, no se atisba sangre fría por ningún sitio.<br />

Parece simpática y pispireta. Me cuesta pensar en ella de manera<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 14 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


erótica, sería como romper algo bonito. Pero sí imagino que nos enamoramos<br />

a lo bestia y la beso muchas veces, muy despacio, mucho<br />

tiempo. Suele llevar ropas algo holgadas y casi siempre de negro, pero<br />

es fina, tibia, también, piernas fuertes. Miel.<br />

Luego, claro, yo tiendo algo al tremendismo y me imagino que me<br />

voy con las tres de copas, a un concierto, a charlar borrachos en algún<br />

oscuro bar, esquinados, metiéndonos rayas en el baño, también éxtasis,<br />

luego en casa, con la música algo baja, bailando un poco, quitándonos<br />

la ropa en el sofá, besándonos los cuatro, bebiendo y tomando más cocaína,<br />

follando a sorbitos, como quien ríe. Sería bonito. Después amaneceríamos<br />

de uno en uno, resacosos pero aún borrachos. Tomaríamos<br />

café y cigarrillos y tostadas de pan con aceite y tomate. Jugaríamos un<br />

poco más en la cama, el éxtasis aún estaría haciendo de las suyas en<br />

nuestros sentidos y los orgasmos serían muy potentes, las caricias submarinas.<br />

Besarse sería simplemente magia. Dormiríamos un poco más<br />

hasta media tarde y haríamos de comer. Sobre las seis estaríamos en el<br />

sofá mirando una película y acariciándonos con pausa, deslizados, teniendo<br />

orgasmos tranquilos hasta dormir un sueño abrigado y breve.<br />

Con la noche en el cielo bajaríamos a pasear por el centro de la ciudad,<br />

mirando a la gente entrar en restaurantes, con ese hechizo amarillo de<br />

las farolas haciendo ambiente.<br />

¿Cómo sería la vida así, o una mujer con tres hombres, viviendo naturalmente?<br />

¿Cómo sería la vida así, actualmente y aquí, cómo nos vería<br />

nuestra ascendencia?<br />

FN<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 15 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


Descendencia errante<br />

Javier García Nubral<br />

Lunes: Me llevan al hospital, ambulancia desde mi casa. Tensión.<br />

Electro. Análisis de sangre y orina. Vía. Sedante. Eléctrico calmar. Dormir.<br />

<strong>La</strong>s charlas infinitas y locas por irme.<br />

Martes: Me trasladan a hospital psiquiátrico antes de la comida, en<br />

ambulancia también, para cruzar una calle, a media mañana, eso, antes<br />

de la comida. Justo antes fumé dos cigarrillos, me trasladan estando<br />

afuera sin volver a la camilla donde dormí, cené y desayuné. Voy con<br />

mi madre. Vienen los tres y luego mi madre. Hablo con la enfermera.<br />

Cenando lloro.<br />

Miércoles: Sigo en Psiquiatría. Análisis de sangre. Tensión. Seguimos<br />

con pastillas. Vuelvo a hablar con el Dr. A. y con un Juez y un Médico<br />

Forense. Vienen los abuelos. Me llevan a hacer un TAC. Merienda<br />

y pastilla. Esperar. <strong>La</strong> tarde se alarga y es espesa como un rayo de sol<br />

queriendo alcanzar la Tierra, el suelo. Dudo en si el nombre de nuestro<br />

planeta Tierra es hermoso u horrendo. <strong>La</strong> tarde se aplasta despacio. No<br />

hay viento. Esta quietud espanta. Este mirar por una ventana. Todo es<br />

sol. Canta un grillo. Y nada más.<br />

Si fuera árbol sería de viento.<br />

Me han dado una pastilla que simplifica –resume, esquematiza– la<br />

tristeza y eleva absurdamente el bienestar.<br />

Ahora entiendo más algunas frases de Pizarnik. Tiene cojones la<br />

cosa.<br />

En el TAC se apreciarán caries hasta el cerebelo. Más o menos.<br />

Es aburrido sentirse bien.<br />

¿Qué es más primigenio, primitivo, la alegría o la tristeza?<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 16 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


Sobre las siete vienen los abuelos y les digo que sé que es ella. <strong>La</strong><br />

cena fue tranquila. Luego las pastillas de las diez. Leer a CJC es como<br />

un lento anochecer de verano.<br />

Jueves: Ducha de nuevo. Tensión. Desayuno y pastillas. <strong>La</strong> mañana<br />

es larga como cayendo a un pozo. Como dos filetes de lomo. Siesta. El<br />

día está siendo larguísimo, estoy como fatigado y me cuesta fijar la vista,<br />

leer. Hoy el médico no habló conmigo, no llega hasta el lunes. Estaré<br />

sin pisar la calle hasta el lunes. Merienda y pastilla. Vienen los abuelos.<br />

Se van. <strong>La</strong> tarde es aburrida y lenta. Ha vuelto el calor, pues por la<br />

mañana había refrescado. Me está gustando mucho Viaje a la Alcarria<br />

de CJC. No hay mucho que hacer, leer, escuchar radio, escribir un<br />

poco. Comer y dormir. Podría inventar un relato para pasar el tiempo.<br />

De momento, estos tres días, a las siete es cuando mejor estoy. El sol<br />

baña y late esponjoso, como una bruma ardiente. Algunos árboles están<br />

muy quietos, sólo algunas ramas se les mueven. Algunas ramas están<br />

totalmente quietas. Parecen árboles de pasta dura, de cera fría. Árboles<br />

de hielo bajo un sol de fuego, bañados, cubiertos, por una neblina menuda<br />

y caliente.<br />

En un ratito, a cenar.<br />

Cena normal, la tibia y pesada procesión de personas hacia sus celdas,<br />

habitaciones.<br />

Anochecerá mientras el sol se hunde, literalmente, en un mar de nubes.<br />

Como una canica en una jarra de espumosa cerveza. Por el otro<br />

lado mece y crece una tormenta roja y negra, como una ola inmensa<br />

que descargará en tierra.<br />

Viernes: Ducha. Tensión, desayuno y pastillas más jarabe. Viene la<br />

abuela y se va. Leo un poco pero cansado. Comida normal. Siesta. Leer.<br />

<strong>La</strong>s cuatro hierven lento. Hasta esperar ha perdido su significado. Todo<br />

sigue siendo molestia. Hoy me siento mejor desde las cuatro. He leído<br />

muy a gusto. Merienda y pastilla.<br />

A ver cuándo inventan el acelerador de tiempo personalizado. Se<br />

llamaría ATP.<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 17 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


Transcurro a la velocidad relativa de las nubes cuando no sopla el<br />

viento. Qué aburrimiento.<br />

Hay momentos en la vida a los que llegas y te contemplas como si<br />

estuvieras balanceando las páginas de un libro, para saber si pasaste ya,<br />

o no, de la mitad. Tumbado boca arriba.<br />

Cena. Pastilla más tarde. Dormir.<br />

Sábado: 37,2 ºC. Tensión. Ducha. Desayuno. Pastillas y leer. Por lo<br />

demás, un poquito de fiebre. Vino mi madre antes de comer. Me trajo<br />

un libro más… <strong>La</strong> comida normal, la tarde inmensa, de viaje por la Alcarria.<br />

Merienda y pastilla.<br />

Es una tarde de sábado farrangosa, pegajosa, como una tira caza<br />

moscas colgando de un ventilador. <strong>La</strong> vida me pisó la cara sin contemplaciones.<br />

Siento como si hubiera sido el pequeño juguete de unos seres<br />

muy grandes y muy crueles. <strong>La</strong> tarde está apacible y eterna.<br />

Domingo: Todo igual. Pero igual.<br />

Lunes: Todo igual. Visita doctor y puedo bajar.<br />

Martes: Cansado. ¿Cómo sería la vida de una persona normal entre<br />

los años 790 y 890 en Córdoba? Mirar de hacer un relato o con otra<br />

ciudad árabe y visigoda.<br />

Miércoles: Charla con el Dr. A. Esta semana vuelvo a casa. Me siento<br />

atiborrado de pastillas. Al menos, creo que ya son menos, que están reduciendo<br />

la dosis. Me siento como un ratoncito de laboratorio. Espero<br />

que todo salga bien y pueda vivir tranquilo y con mis hijos, mis pequeños.<br />

Me está gustando Córdoba de los omeyas de Antonio Muñoz Molina,<br />

la pena la edición del libro, que es fatal para leer.<br />

El olor rudo de la lluvia.<br />

Jueves: Me voy mañana por la mañana. Desde ayer estoy muy empanado,<br />

como con sueño constante. A ratos se va y luego sigo como<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 18 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


turbio, con ganas de echar una siesta y no poder. Me pesan un montón<br />

los párpados. Espero que esta noche pueda dormir bien. Me acuerdo de<br />

la película Bailando con lobos. Tengo que mirar si es libro o fue guión.<br />

Es un peliculón. Bueno, mañana será otro día. Tengo ganas de ver y<br />

abrazar a mi perra. Cómo estaréis, vosotros, mis niños, cómo me recordaréis.<br />

Creo que, después de todo lo malo, ahora habéis estado bien.<br />

Tengo ganas de saber cómo seréis ahora. Por teléfono, a veces, parecíais<br />

un poquito cambiados, pero creo que sois los de siempre, tímidos,<br />

fuertes y alegres.<br />

Viernes: Esperando a irme. Apenas si he tenido sueños estos días.<br />

¿De dónde era lo de detener el viento?<br />

JGN<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 19 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


De lo que nos lleva<br />

Nacho Munío<br />

Le estaba pegando una cantidad desmesurada de puñetazos en la<br />

cara a su mejor amigo. Algunos de los golpes, casi todos, eran dobles:<br />

puñetazo en la cara por delante, cabezazo de la coronilla con la pared<br />

por detrás. <strong>La</strong> cara de su mejor amigo se había convertido en un saco<br />

de boxeo que así rebotaba en sus puños, así rebotaba en la pared, en un<br />

vaivén hipnótico, eterno, animal. <strong>La</strong> verdad es que no sabía por qué se<br />

estaban pegando. El Peli, como lo llamaban de mote, siempre le chinchaba,<br />

pero sin duda aquella cantidad de golpes fue desmedida. El resultado<br />

final fue un ojo muy morado e hinchado, varios chichones, un<br />

diente partido, unos nudillos enrojecidos, mucho sudor y nervios y lágrimas<br />

a dos bandas. Los dos chiquillos se fueron llorando a sus casas y<br />

ahí había acabado para siempre su amistad, en un atardecer tras salir<br />

del colegio y haber tomado el bocadillo de mortadela de la merienda,<br />

en que soplaba entre los edificios y sobre las aceras y los coches aparcados<br />

un viento seco y rojo que ponía fin al cuadro, al del día, al de la<br />

amistad y al de la infancia que pierde, un día más, un cachito de ternura.<br />

No era la primera vez que Álex se peleaba, pero sí la primera vez en<br />

que no era él quien recibía la mayor parte de los golpes. <strong>La</strong>s peleas infantiles<br />

suelen ser siempre sin medida, esos pequeños cuerpos, aquí<br />

aún de once años, golpeándose con demasiada furia, arañándose, tirándose<br />

de los pelos, escupiéndose, sin saber, todavía, que se puede morir<br />

tras un golpe o una mala caída. Algunos de los niños que conocía Álex<br />

ya sabían lo que era la muerte, de un abuelo, sobre todo, de algún pariente<br />

que no habían visto mucho pero sus padres hablaron de su muerte,<br />

alguno fue a un entierro y llorado mientras a su alrededor todo se<br />

desmenuzaba en dolor, y su amiga Sonia ya conocía la muerte de su<br />

madre. Sonia había perdido a su madre cuando tenía ocho años, en una<br />

edad de mierda para perder a alguno de tus padres, pero la chiquilla se<br />

iba moviendo en sus días entre el estar algo desorientada, el no enten­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 20 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


der exactamente por qué se tuvo que morir su madre y qué fuera eso de<br />

la muerte, y el seguir disfrutando con sus amigos y su familia sin recordar<br />

ni entender la magnitud de la ausencia. Su padre, sus tíos y primos,<br />

sus abuelos, los profesores y la señorita de la clase especial que tenía<br />

una hora por semana al salir del colegio en el Centro de la Cultura cerca<br />

de casa, le daban cariño y compresión para hacerla sentir que, básicamente,<br />

la vida sigue, y que, en cierto modo, la hacían sentir como si<br />

todo cuanto hiciera estaba hecho de tal manera que a su madre le hubiera<br />

parecido bien y estaría muy orgullosa de ella. Se sentía rara, pero<br />

siguió viviendo, claro que sí, sólo que con un pedazo de dolor extra que<br />

la marcaría a hierro y por siempre su vida. Todos los niños llevan consigo<br />

un carga particular y personal, pero la mayoría no se da cuenta hasta<br />

bien pasado el tiempo y pueden ver cómo toda su vida prácticamente<br />

gira alrededor de aquel epicentro sin comprensión. Algunos llevan una<br />

vergüenza en clase por un profesor cruel, una burla en el patio tras<br />

mancharse con mermelada, un sentirse menos que los demás, menos<br />

guapo, menos fuerte, menos listo, menos gracioso, menos flaco, menos<br />

hábil, un menos, una resta en sus deseos, al final. Una ausencia, una<br />

muerte. O también un demasiado, demasiado lo que fuera, da igual, la<br />

resta, el exceso de lo que uno no puede quitar, ni la carencia que uno<br />

no puede rellenar. Cada uno lo suyo, cada uno portando su cachito de<br />

lo imposible, su cachito de lo que le hubiera gustado que no hubiera<br />

sido como fue. Ella y Álex ahora no eran amigos de los que jugaban todos<br />

los días, pero los tres primeros cursos solían estar juntos siempre,<br />

haciéndose gracietas con los recortes y los colores y los juguetes en la<br />

arena del patio y también en el parque al salir de clase cuando iban con<br />

sus padres. Eran compañeros. Sabían que estaban ahí, que estaban en<br />

la misma clase, que se reían cuando tocaba y que pasaban nervios en<br />

clase cuando también les hacían que tocara, juntándose a veces los dos<br />

grupitos de amigos en los que cada uno estaba. Para Álex, ahora, Sonia<br />

era la chica que perdió a su mamá, antes era la chica que no paraba de<br />

hacer tonterías con él. Para Sonia, ahora, Álex era el chico que hacía la<br />

voltereta tras meter un gol, antes era el chico que ponía un muñeco de<br />

pie en la arena y alejándose unos pasos, en concreto, siempre tres, lo<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 21 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


derribaba tirándole más muñecos encima y partiéndose de risa. Cuando<br />

Álex se mudó, como con el resto de sus amigos y profesores, se cerró su<br />

vida en común como se cierra una puerta y se llevaron ahí, nueve años<br />

de vida juntos casi a diario, formando parte de los recuerdos del otro,<br />

como el suelo de sus habitaciones de infantes, presente, sustentando<br />

sus pisadas y sus vidas, casi sin pretenderlo.<br />

NM<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 22 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


<strong>La</strong> luna en los cristales<br />

María José Díaz<br />

Decía que solía cantar en la ducha para afinar su voz. Al menos así<br />

dijo en una entrevista que la hicieron en la radio unos meses antes de<br />

morir. Tenía una voz grandiosa. Sus padres se dieron cuenta muy pronto<br />

de su talento, ya cuando tenía cinco años se podía percibir en el timbre<br />

esponjoso y profundo de su voz. Bromeaban con el hecho de que<br />

sería cantante. Igualmente, nada ocurrió hasta que cumplió doce años<br />

y, aunque en los coros de las fiestas del colegio iba sorprendiendo, no<br />

fue hasta que conoció a Susana, o más bien Susana a ella, la hermana<br />

mayor de una compañera de su clase, de dieciocho años, que viéndola<br />

cantar en su aniversario, se quedó profundamente hechizada por sus<br />

palabras para abrir la puerta del viaje que sería su vida. Estaban celebrando<br />

la fiesta de sus doce años en el parque grande al lado del puente,<br />

Susana estaba paseando con su pareja y se iba a acercar allí para<br />

darle una sorpresa a su hermana Verónica. Antes de llegar a abrazarla<br />

medio de escondidas, escuchó la voz de Carmen, a dúo con otra amiga,<br />

en plena euforia de azúcar y niñez saliendo por la ventana, berreando<br />

una canción de Pereza, <strong>La</strong>dy Madrid, creo que sería. Susana se apretó a<br />

su novio, había notado algo grande, algo que no se escucha ni sucede<br />

con normalidad, fuera de lo común, pero como si sólo ella lo hubiera<br />

percibido. No dijo nada de lo que había sentido y fue a saludar a su<br />

hermana, olvidándose de la sorpresa y del abrazo que había imaginado<br />

darle hacía un momento.<br />

Susana llevaba unos meses ensayando en un local de las afueras con<br />

dos amigas, fantaseando con formar una banda de punk. Al llegar a<br />

casa por la noche se lo comentó a sus padres, la voz tan increíble que<br />

había escuchado, saliendo del menudo cuerpo de la amiga de Verónica.<br />

Les consultó si era una locura que cantara con sus amigas, en su pequeño<br />

grupo, o decirle a los padres que la llevaran a estudiar música, o<br />

ambas cosas, pero que tenía que hacer algo, que sabía que aquello estaba<br />

fuera del límite de lo normal y que esa chica podría ser una cantante<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 23 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


verdaderamente espectacular, si ella quisiese, si tuviera manera de fortalecer<br />

su talento, de mimarlo.<br />

Habían pasado tres años desde que Susana escuchara la voz de Carmen,<br />

dándole clases desde dos semanas después, ella misma, en su<br />

casa, aprendiendo ambas, cada sábado por la tarde. Susana le explicaba<br />

cosas que iba recién aprendiendo, sobre la música, el arte, las personas,<br />

sobre el cómo somos, a veces, en determinadas tareas, cuando nos<br />

exponemos hacia los demás mostrando esa piel que tenemos dentro. El<br />

artesano reproduce mientras que el artista se reproduce, le decía, se reproduce<br />

en los demás que quieren imitarle. Es un objeto reproducible,<br />

es duro, pero es un sujeto que es objeto a reproducir, que se desea, que<br />

se desea imitar, poseer, suplantar, igualar, superar, destruir. El artesano<br />

produce y reproduce objetos, le seguía diciendo, que cualquiera<br />

podría reproducir, hacer. El artista es el objeto a reproducir, más grande<br />

cuanto menos imitable, cuanto menos reproducible su arte y su persona,<br />

su carisma, su llama. Es ese objeto de deseo inalcanzable, pero<br />

tiene que parecer que lo es, que cualquier podría ser como él si se lo<br />

propone, para no generar rechazo, para protegerse, en cierto modo. Se<br />

desea por ser único, le explicaba, como para que entendiera que ella<br />

era única y la importancia de esto. No era algo sencillo, todo lo contrario,<br />

le decía. Pero tienes que disfrutarlo, Susanita, venga, dale al cante,<br />

compañera.<br />

<strong>La</strong> luna en los cristales fue su primera canción, totalmente compuesta<br />

en su música y en su letra por Carmen. Su voz había madurado tanto<br />

que cantaba de una manera que recordaba tanto a Adele como a Beth<br />

Hart, era una cosa totalmente bestial, y además con letras bien gamberras,<br />

era divertido, especial, tenía ese acento de lo que es genuino por<br />

nacimiento. <strong>La</strong> guitarra la tocaba lo suficientemente bien como para<br />

hacer canciones ella sola que impactaran al instante. Una bala rompiendo<br />

un florero. A lo largo de esos años, Carmen y Susana se habían hecho<br />

muy amigas, con ese barniz de la relación maestra y alumna pero<br />

transparente, sin barreras ni escalones, sin atriles ni pantallas, una<br />

amistad donde quien enseña está tan asombrado de su par como quien<br />

aprende. Tenían casi más amistad que Carmen y Verónica, pero Veróni­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 24 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


ca estaba encantada, porque así ella se sentía como más libre en el grupo<br />

de amigas que tenían en común desde muy temprana edad. Carmen<br />

era tímida pero absorbente, acaparaba la atención de los muchachos,<br />

solamente con estar, así que Verónica, feliz de disponer los sábados por<br />

la tarde para tener más presencia. Ella y su hermana, asimismo, se querían<br />

como si fueran parte la una de la otra, que lo eran, pero aún más,<br />

como una misma persona que al mirarse en el espejo se viera seis años<br />

antes, si lo hiciera Susana, o seis años después, si lo hiciera Verónica.<br />

Desde los catorce, Carmen y su voz y su guitarra, ensayaban una o<br />

dos veces por mes, además, con el grupo de Susana, pero aún no iba<br />

con ellas a hacer bolos, hasta que compuso <strong>La</strong> luna en los cristales. El<br />

verano en que hizo dieciséis, la cantó con ellas en dos pubs del centro<br />

antiguo. Aún se es muy joven a esa edad para entender el efecto de las<br />

emociones causadas en los demás cuando se les muestra algo tan hermoso<br />

y arrebatado. El padre y la madre lloraron como unos campeonas<br />

del llanto en las dos ocasiones. Tenían muy buena relación y Carmen<br />

se dejaba cuidar. Les necesitaba como padres y los tenía como<br />

amigos, como esas personas con las que se comparte la vida navegando<br />

en la misma barca y deseando ir en la misma dirección, alcanzar la misma<br />

orilla. Es algo muy difícil, pero a veces ocurre.<br />

Precisamente la timidez de Carmen venía de que no sabía, aún, gestionar<br />

su talento. No sabía, no comprendía exactamente, cómo estar<br />

con las personas que tanto la admiraban. Lo portaba, por no comerse<br />

mucho el tarro, con resolución tímida, callada, sonrojada casi siempre,<br />

como sintiendo que si hablara de más, tal vez, pudiera decir algo que<br />

fuera a romper el encanto que sentía que embebía su vida. Así que, cortando<br />

por lo sano con su ego y con las dudas, hablaba lo justo y componía<br />

canciones con un poco de obsesión, pero nunca perdiendo la ternura<br />

y el mimo, el tacto melódico, lo espontáneo, lo sincero a flor de piel,<br />

y cantaba, cantaba y volaba por los putos aires tras cada concierto, después,<br />

tocando en solitario o acompañada por bandas, con sus padres<br />

siempre cerca, sus amigos, sus parejas, que llegó a tener cuatro en firme,<br />

y sus hijos con el último, dos chavalotes un poco descentrados en<br />

su juventud, pero que irían viviendo más o menos normal, hasta que un<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 25 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


día, con setenta y nueve años, murió de vejez, tras haber dado unos<br />

meses atrás su última entrevista en un programa de radio que resumía<br />

la década en que ella hubo de estar más en activo y fue más conocida.<br />

¿O es que acaso pensabais que no se puede vivir una vida enterita,<br />

principalmente, estando medianamente feliz y en armonía? Pues claro<br />

que sí, se puede, no te jode.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 26 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


Y la canción:<br />

Tan libres como encerradas<br />

Plumas dentro del aire inmenso<br />

Tan libres como obligadas<br />

Por su propia forma y por su propio peso<br />

a merced así:<br />

Dirección del viento<br />

Piedras hundiéndose en el agua<br />

Piedras robadas a la montaña<br />

Gotas de agua cayendo<br />

Niños haciendo equilibrios<br />

<strong>La</strong> muerte cercando el tiempo<br />

<strong>La</strong> sonrisa de un delfín<br />

El odio de una mirada<br />

Plumas dentro de un cojín<br />

Tan libres como encerradas<br />

Plumas dentro del aire inmenso<br />

Tan libres como obligadas<br />

Tan libres como obligadas<br />

Sigiloso sonido el silencio<br />

<strong>La</strong> luna en los cristales<br />

Sintiendo como el flamenco<br />

Plumas dentro de un cojín<br />

MJD<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 27 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 28 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


POESÍA<br />

Sobre esos restos<br />

Pablo Anadón<br />

A N. A. N.,<br />

in memoriam,<br />

y a sus hijas<br />

Amanece en el patio de la casa,<br />

Que era hasta ahora indistinta oscuridad,<br />

Y adentro está la luz aún encendida.<br />

Qué raro que parece que los pájaros,<br />

Y el follaje del fresno, y los geranios,<br />

Y la gata que cruza sigilosa,<br />

Sigan su vida de cada mañana,<br />

Tan cerca y lejos a la vez del hombre<br />

Bajo la lámpara, no sepan nada<br />

De todo lo que adentro ha sucedido,<br />

De lo que ha sucedido tras la tapia<br />

En el país, alrededor del mundo.<br />

Deja el hombre su libro y su libreta,<br />

Y esa pena que siempre lo acompaña<br />

En estos días, aunque mire el techo<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 29 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


E intente no pensar, no recordar<br />

Al muerto y a sus hijas, y a los cuervos<br />

Que graznan roncos, rondan y desgarran,<br />

Convirtiendo en carroña lo que tocan…<br />

Se asoma al patio, a las paredes blancas<br />

Que ha visto desde niño; ya clarea<br />

Y sale a caminar por los ladrillos<br />

Como si caminara en su memoria,<br />

Va y viene, viene y va, y se detiene<br />

Un instante, asombrado, como quien<br />

Ha recordado algo lejano o ve<br />

Por vez primera lo que ha visto tanto:<br />

Los pájaros, el fresno, los geranios,<br />

<strong>La</strong> vieja gata de sus padres viejos,<br />

<strong>La</strong>s paredes bolseadas a la cal,<br />

Son el mundo también, y son la vida<br />

Que a la vida renace en la mañana…<br />

Y sigue andando, de ida y vuelta, ahora<br />

Más sereno, diciéndose en silencio,<br />

Como si hablara: “No lo lograrán;<br />

Podrán volver harapos nuestra carne<br />

Y nuestro hígado roer por años,<br />

Pero siempre estarán estas pequeñas<br />

Alegrías que nunca nadie, nunca<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 30 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


Podrá quitarnos, aunque nos despojen<br />

De todo: ellas regresan, como vuelve<br />

A la memoria lo que más amamos,<br />

<strong>La</strong> niñez a los ojos del anciano,<br />

Y esos fragmentos memorables son<br />

<strong>La</strong> patria verdadera, que la historia,<br />

<strong>La</strong> pesadilla que revolotea<br />

Alrededor de la razón que sueña,<br />

No podrá aniquilar –sobre esos restos<br />

Atesorados de un país en ruinas,<br />

Del planeta expoliado, volveremos<br />

Piedra tras piedra, a levantar la vida.”<br />

PA<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 31 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


En el tintero<br />

Antonio Gómez de Juan<br />

Estamos mecidos en el filo de la guadaña,<br />

como jueces del horror,<br />

amoratados por los golpes y los cortes<br />

recibidos en el rostro por la vida.<br />

Hemos visto la locura apuntarnos a los ojos<br />

y sangrando de rodillas abatidos por los días sin descanso.<br />

Hemos deshecho nuestra infancia entre cortinas de viento violento<br />

donde el cariño se esfumaba con palabras de tan huecas<br />

martillazos.<br />

Hemos visto morir nuestros pilares y observardo impasibles<br />

[derrumbarse.<br />

Hemos andado sin rumbo por declamaciones feroces.<br />

Hemos gozado ignorantes lo que había en el plato<br />

sintiendo cómo la sangre y las tripas<br />

se abrían paso a puñetazos entre sueños y pesadillas.<br />

Hemos estrangulado,<br />

como jueces del horror,<br />

la única verdad que nos quedaba en el tintero y sabíamos cierta:<br />

la vida desde el nacimiento<br />

es decadencia.<br />

AGdJ<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 32 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


Dos poemas<br />

Pepa Herrán Flores<br />

I<br />

En esta noche sin luna como una perra solitaria<br />

con hogueras en mis ojos merodeo por la playa;<br />

y ando coja de ceniza y de arena que me halla.<br />

El silencio es una llama muy difícil de apagar.<br />

El silencio es una grieta profunda como un silencio.<br />

Me paseo inadvertida entre gente que disfruta.<br />

Esta senda cuesta arriba y cuesta abajo escogí yo.<br />

Cuando el viento era negro y era esparto te perdí.<br />

El silencio es un abismo que ahora hace de mi ruta.<br />

El silencio pide a gritos que solventes mi blancura.<br />

Ya no duermo de tan triste y apenada por las noches.<br />

<strong>La</strong>s mañanas son peores con el sol que es una flecha.<br />

Y así se muere entre tanto el pájaro gris de mi corazón.<br />

Y en la senda del silencio nos hundimos tú y yo.<br />

Cabo un hoyo en la arena con los dientes y apretando,<br />

pensando a ver si te encuentro en esta fosa ya hecha.<br />

Tú escogiste otro camino y el silencio va matando.<br />

Tú encontraste en mí a un planeta muy perdido y solitario.<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 33 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


II<br />

Una muerte por sonrisa hace de estandarte<br />

Añorando días donde la lluvia era parte del arte<br />

Y ahora es verte muerto o solo lo que me ensombrece<br />

Hace mi sombra tan extensa como la pena más grande<br />

No entender nuestro amor elástico de senderos tan sombríos<br />

Me colma la cordura para acabar perdiendo el hilo<br />

de tu historia y de mi historia<br />

Para andar andando triste y derrumbada: botella en mano y,<br />

corazón entre los dientes de mi boca.<br />

PHF<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 34 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


Desubicados nos agarraremos<br />

Enrique Orión García<br />

Sucesión desubicada de relojes desbocados.<br />

Imágenes escaladas en gris de la vida que transcurre.<br />

Cementerio de objetivos donde el suelo se alimenta.<br />

Horizontes con medusas venenosas a tus pies.<br />

Flores de alegría que recoge tu pequeña incertidumbre.<br />

Bienvenido en ningún sitio por caballo encabronado.<br />

Terremoto de silencio cuando charlas en las calles.<br />

Parpadean los vestidos de las piernas donde pisan.<br />

Los olores de la noche ocultando los olores de la risa.<br />

Olores de castillo abandonado desprendías.<br />

Treinta y una suman cero en el teatro de los años.<br />

Alegato a la caída en la subida decidida no buscada.<br />

Vieron espectáculos de sangre a mordiscos de sus uñas.<br />

Los caminos que no existen se confinan en tu mente.<br />

Decidieron besarle la lengua para morir tristemente.<br />

El agua del pozo roto derramada por tus ojos.<br />

Tenía el límite un abismo y lo bebiste con detalle.<br />

<strong>La</strong> grandeza está en los ojos que te miran.<br />

Dos colinas rezagadas ofendidas ante el cielo por su altura.<br />

<strong>La</strong>s dos colinas las subiste gritando con las manos a la espalda.<br />

Condenadas <strong>descendencia</strong>s por ti mismo a la roca sube y baja.<br />

Liberado por ti mismo a la prisión del ir despacio contemplando.<br />

Melodías en un barco te penetran los oídos con su herida.<br />

Lo mejor ir de la mano paseándole las rosas.<br />

Una cueva criminal se dormía en su regazo abandonado.<br />

Escribías un dibujo que sonaba a vida tierna.<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 35 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


Caminando por el monte y caminando muy despacio.<br />

Andaremos te lo digo cogiditos de la mano cuesta arriba y cuesta<br />

[abajo.<br />

Silbando, maldiciendo, cantando.<br />

EOG<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 36 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


Hija mía<br />

Felipe Muñoz<br />

<strong>La</strong> vida, hija mía, sé que a veces la sentirás<br />

como un prado de rosas, plagado de minas.<br />

Y habrás, si lo deseas, de pisar cada mina<br />

y beber de cada rosa.<br />

Aprenderás tanto de los dolores<br />

como de cada amor que te colme.<br />

Yo estaré, a tu lado, hasta que dure,<br />

hasta que quieras,<br />

alzando tu barbilla:<br />

Si hay tiempos en que bajarás la cabeza<br />

ante el hastío de los días y las personas<br />

habrás de ponerte más dura que tus penas<br />

y preguntarte, cuando puedas, qué es eso<br />

por lo que sufres, y tus respuestas,<br />

harán retirar mi mano, porque tu barbilla<br />

ya estará, por sí sola, en todo lo alto,<br />

disfrutando los instantes.<br />

Los instantes, hija mía, lo son todo en esta vida:<br />

Somos un continuo instante, sostenido,<br />

a lo largo de los días.<br />

Goza cada lágrima.<br />

Goza cada sonrisa.<br />

Tu vida la verás oscilando<br />

entre penas y alegrías.<br />

Y es hermoso, lo verás,<br />

sentarte en cualquier orilla y<br />

ver las olas llegando.<br />

FM<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 37 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


Todo<br />

Gustavo Caracas<br />

<strong>La</strong> derrota. El miedo. <strong>La</strong> tristeza. <strong>La</strong> agonía.<br />

<strong>La</strong>s sombras que nos acechan desde el pasado.<br />

<strong>La</strong> niebla que surge del horror.<br />

<strong>La</strong> pena. <strong>La</strong> lástima. <strong>La</strong> melancolía. <strong>La</strong> depresión.<br />

El polvo. Lo muerto. <strong>La</strong> muerte. <strong>La</strong> sinrazón.<br />

<strong>La</strong> oscuridad que nos envuelve en nuestras vidas.<br />

Los sentimientos que dejamos de sentir.<br />

Los nervios. <strong>La</strong> soledad. <strong>La</strong> pesadumbre. El penar.<br />

No sé si fue perderte o simplemente que nunca te tuve.<br />

No sé si fue no odiarte por no conseguir quererte.<br />

No sé si fue tu muerte o la mía.<br />

<strong>La</strong> incertidumbre.<br />

Arrodillado abrazándome noto aún más cómo quema<br />

todo lo que ya no tengo, todo lo que perdí.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 38 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


Te debatías<br />

Gustavo Caracas<br />

Había una mitad de camino recorrida por tu mirada.<br />

Podrías estar en los diez años o en los veinte.<br />

Tu mirada, te decía, vagaba entre la inocencia y la nostalgia.<br />

Tus años, te contaba susurrando: no entendían de la muerte.<br />

Te pienso en un sufrimiento indecible, por no entenderlo,<br />

por no saberle poner a las palabras los sentimientos.<br />

Te pienso llorando a solas entre la rabia y el miedo.<br />

Te pienso ahogando los gritos en tu garganta.<br />

Debiste caer en la angustia, o en el olvido.<br />

De tu rostro tus labios, abandonaron.<br />

Debiste caer en un pozo muy negro para buscarlos.<br />

Saliste del pozo con la mirada hermosa y enredada,<br />

con un nudo en la garganta que blanqueaba tu cuerpo.<br />

Te debatías, ya firme sobre tus suelas: entre el amor o la nada.<br />

GC<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 39 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 40 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


ARTES VISUALES


ARTES VISUALES I


Dmitriy Rogozhkin


ARTES VISUALES II<br />

Nicolas Bruno


ARTES VISUALES III


Simon Edmonson


ARTES VISUALES IV<br />

James Guppy


ARTES VISUALES V<br />

Zena Holloway


ENTREVISTAS<br />

I<br />

Antonio Maura<br />

Antonio, para ir comentando sobre qué sea la <strong>descendencia</strong>,<br />

dando un paso más a lo puramente biológico, ¿qué es para ti una<br />

generación, cultural, o histórica, digamos, cómo se acota o tendemos<br />

a acotarlas y qué nos lleva a hacerlo así y sentirlas como tales?<br />

Una generación nunca podría definirse desde dentro. Son siempre<br />

apreciaciones externas. Se habla de la Generación del 98 o la del 27, en<br />

la España del siglo pasado, o de la Generación del 30 o del 45, en Brasil.<br />

Pero son clasificaciones de orden escolar, para diferenciar una forma<br />

de literatura o de arte sobre otra. Ahora bien, yo me pregunto: ¿qué<br />

tienen que ver Unamuno con Ortega, Baroja con Valle Inclán, Azorín<br />

con Machado? Muchos críticos buscarán elementos unificadores, pues<br />

los hay entre todos los escritores, pero son tremendamente imprecisos.<br />

Es decir, realmente no creo en las “generaciones”. Creo en las “edades”.<br />

No es lo mismo tener 20 que 60 años, ser un niño o un adulto. Sólo que<br />

en ese proceso vital, muchos niños parecen viejos, y hay ancianos que<br />

tienen la ilusión de niños. En verdad, la vida sobrevuela las edades y<br />

las generaciones. Tal vez estemos más cerca de Heráclito o de Nietzsche,<br />

de Cervantes o de Shakespeare, que del vecino que nos encontramos<br />

en el kiosco o en la panadería, o del que comparte el espacio laboral<br />

con nosotros. Me resulta muy difícil creer en las generaciones de<br />

una forma global o precisa. Sirve, como digo, como punto de orientación,<br />

de referencia: “ese hombre era de la generación de mi padre” o<br />

“estos muchachos son de la misma edad que mi hijo”. No preciso, dis­<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 119 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


tingo entre estratos de tiempo. Pero, acaso, ¿no es el tiempo un puro<br />

fluido?<br />

Conoces ampliamente la literatura brasileña, pero también su<br />

cultura e historia en general, ¿cómo has sentido a lo largo de tus<br />

años la recepción de la literatura por parte de los jóvenes brasileños<br />

y los españoles? ¿Se vive de manera diferente el hecho literario<br />

en Brasil y en España? Por comentar un poco, por extensión, cómo<br />

influye o se absorbe el legado literario entre diferentes regiones<br />

geográficas, entre diferentes culturas y Estados, en este caso.<br />

En Brasil, pienso, sucede un poco como en España: hay más escritores<br />

que lectores. <strong>La</strong>s nuevas tecnologías, las redes sociales, la edición<br />

digital y los blogs han diluido aquella censura, no siempre bien intencionada,<br />

de los antiguos editores, que decidían en qué gastarse su dinero<br />

y que libros les interesaban y cuales no. Ahora hay una sobreabundancia<br />

de palabra escrita. Muchas voces, pocos oyentes. A veces me parece<br />

que es un guirigay en medio de una plaza, donde todos gritan y<br />

nadie es capaz de oír. Habrá voces, sin duda, que se levanten y prevalezcan,<br />

pero el ruido es tan atronador que es imposible distinguir los<br />

sonidos. Y esto vale tanto para España como para Brasil. Al menos, a mi<br />

manera de ver. Y también semejante al mundo ibérico, Brasil son muchos<br />

brasiles, como España muchas españas. En la literatura lo que importa<br />

son las lenguas, no la economía ni las fronteras. Se escribe en español<br />

o en portugués, no sé es de una determinada región a no ser que<br />

esa región sea el fundamento mismo de la narración. Entonces Macondo<br />

es un lugar concreto como Celama, el condado de Yoknapatawapha<br />

o la Bahía de Jorge Amado. Son ámbitos oníricos, no regiones o países.<br />

<strong>La</strong> Mancha del Quijote no es Castilla­<strong>La</strong> Mancha: es un paisaje universal<br />

que unos pueden visualizarlo como una tundra y otros como el sertón<br />

brasileño o como el desierto de Arizona. Es un lugar despoblado<br />

donde ocurren las historias, donde dos personajes proyectan sus sueños<br />

y frustraciones. Y, por ello, quizás sea más real que la propia realidad.<br />

Creo en los paisajes de la imaginación. Los geográficos son simples apa­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 120 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


iencias que sólo sirven a los que se creen sus propietarios. <strong>La</strong> tierra es<br />

más grande que las naciones y la vida mayor que las ambiciones personales.<br />

Por otra parte, desplazándonos un poco en el tiempo, eres experto<br />

en Clarice Lispector, ¿podría darse, naciendo a día de hoy en<br />

el mismo lugar, la figura y relevancia de esta escritora, partiendo<br />

de este presente? Para reflexionar sobre las épocas, sobre el entorno<br />

diferente al que se van enfrentando cada nueva generación<br />

de personas al llegar a la vida.<br />

Clarice es un ser universal. Era una auténtica jasidim. Sabía que la<br />

palabra era sagrada, que servía para denominar la Vida. Su propio<br />

nombre, en yidis, era Chaia o Haia (Vida). Ella siempre fue fiel a su<br />

nombre originario. Entendía que la palabra guardaba en su entraña<br />

otra u otras palabras, que su significado apenas es una corteza que<br />

oculta nuevos y más profundos significados. <strong>La</strong> verdad estaría en el núcleo<br />

de la vida, en la semilla ancestral. En este sentido era una “mística”<br />

como Teresa de Jesús o Hildegarda von Bingen, que entendieron la<br />

expresión literaria como fracaso, como ceniza de un fuego que, al brillar,<br />

les ha quemado. En este sentido, respondería a esta pregunta diciendo<br />

que ha habido muchos espíritus como el de Clarice y seguirá habiéndolos<br />

en todas las épocas, siempre que haya una mujer, o un hombre,<br />

que entienda que nuestras vidas son meras formas de una fórmula<br />

única y universal, un código genético, que no es otra cosa que una palabra<br />

biológica, una palabra cuya modulación fonética somos cada uno<br />

de nosotros, de nuestras breves e indispensables vidas.<br />

Yéndonos un poco hacia la intimidad, ¿cómo nos afecta nuestra<br />

familia a cada uno de nosotros? Tanto en lo íntimo, me refiero,<br />

para el desarrollo de una personita hasta su edad adulta, pero también,<br />

cómo nos influye el propio modelo familiar actual, más o menos<br />

similar en las grandes poblaciones, pues no siempre ha sido<br />

así.<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 121 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


<strong>La</strong> familia es fundamental como nuestro entorno. No es lo mismo<br />

que las plantas crezcan en un páramo o en la selva. Somos semillas con<br />

significado y, como luciérnagas, alumbramos el espacio que nos ha tocado<br />

en suerte. Eso es la familia, el entorno en el que nacemos. <strong>La</strong> familia<br />

como el lugar de nuestro nacimiento son los espacios que enmarcan<br />

nuestra historia. Pueden variar los paisajes y las anécdotas, pero no<br />

la profunda historia de cada uno: el héroe puede habitar en una gran<br />

urbe o en un pueblo perdido, en tiempos de guerra y conflictos, o en<br />

medio de una paz enmarañada. Sin embargo, recorrerá su camino, perseguirá<br />

su objetivo y naufragará o saldrá ileso. Claro que las familias,<br />

como el lugar geográfico y el momento histórico condicionan y contaminan<br />

nuestra vida, inevitablemente, ineludiblemente. Pero nuestra<br />

historia es nuestra y de toda la especie, nuestra búsqueda es individual<br />

y también colectiva, cósmica. Por otra parte, las grandes ciudades han<br />

originado una expresión propia porque varían los oyentes y la forma de<br />

percibir la voz. Pero el contenido último viene a ser más o menos el<br />

mismo por encima de los estilos y las épocas. Se trata de la pregunta<br />

que late en nuestro ánimo como en nuestra inteligencia. <strong>La</strong> gran pregunta<br />

que nadie ha sabido responder satisfactoriamente y que, una y<br />

otra vez, formulamos. Tal vez no exista una respuesta. Tal vez la respuesta<br />

seamos nosotros mismos.<br />

Desde tu posición en la Academia Brasileña de Letras, pero también<br />

desde tu visión a nivel personal, ¿cómo se enfoca la representación<br />

y estructuración de una lengua para ser el terreno semántico,<br />

sintáctico y gramatical, lingüístico en general, en el que se desarrollan<br />

y desarrollarán nuestros hijos? Será con lo que formen<br />

sus pensamientos, ¿qué se busca y qué se consigue, o pretende<br />

conseguir?<br />

Creo que las lenguas como las palabras son herramientas vivas. <strong>La</strong>s<br />

usamos, pero nunca las dominamos. Ellas nos llevan por caminos insospechados.<br />

Comenzamos a escribir, pero no sabemos el destino al que<br />

nos conducirá el texto. <strong>La</strong>s palabras son la corteza de lo sagrado que<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 122 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


habita en nosotros. Por ello somos incapaces de controlar la lengua,<br />

que varía según los tiempos, que se modifica como las formas de la<br />

vida, que muda y se metamorfosea. El estudio etimológico es semejante<br />

a una pasarela de disfraces: vemos como una voz se transforma, viene<br />

incluso a significar lo contrario de lo que decía en un comienzo, cómo<br />

se trastoca, se contradice, se refuerza, se anula. Es semejante a una variación<br />

musical: conocer su origen no evita reconocer su rica variedad,<br />

su orfebrería de sonidos. <strong>La</strong> vida es única, pero infinita su variedad.<br />

Como el mar, donde las olas que lo surcan son siempre las mismas,<br />

aunque diferentes, expresiones diversas de lo mismo. ¿Qué dejaremos a<br />

nuestros hijos? Les dejaremos nuestra pequeña verdad, nuestra pregunta<br />

incontestable, nuestra lengua fugaz. Su vida les pertenece. <strong>La</strong> Vida<br />

misma les pertenece.<br />

Me llama muchísimo la atención al viajar, como a tanta gente,<br />

claro, el entorno arquitectónico tan diferente en el que crecemos<br />

cada uno de nosotros a lo ancho del mundo. ¿Son la estética de las<br />

ciudades, de los núcleos de población en general, el esqueleto de<br />

nuestras emociones? ¿Cómo sientes que la integramos, o se nos integra,<br />

en nuestra vidas y cómo la van modelando nuestros descendientes?<br />

El entorno, que llamas arquitectónico, es nuestro paisaje vital. Nacemos<br />

en una gran ciudad entre edificios circundados por calles como por<br />

laberintos. Algunos de esos monolitos de cemento, piedra o ladrillo, todos<br />

ellos habitados, son símbolos en nuestro camino. Detrás de ese edificio<br />

está nuestra casa, o siguiendo, a la derecha, nuestro lugar de trabajo.<br />

Vivimos en las grandes ciudades porque son nuestro mundo. Si<br />

fuese la selva, nos adecuaríamos a ella. Sería aquel el árbol sagrado, la<br />

maleza del ritual, el grito del animal que nos acecha. Nosotros hemos<br />

cambiado esos árboles por letreros luminosos, esos senderos por calles,<br />

esos gritos por bocinas de coches. Por la selva circulan seres vivos a velocidad<br />

vertiginosa, por las ciudades son los peatones, los automóviles,<br />

el tráfago urbano. Viajar es cambiar de lugar: ya no reconocemos nues­<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 123 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


tra ubicación, el edificio de referencia, el café donde fuimos felices o<br />

desgraciados. Son otros los cafés, los edificios, otras las costumbres.<br />

Pero, si nos quedáramos en la nueva ciudad, seríamos lo mismo, retomaríamos<br />

la urdimbre de nuestras vida en el mismo hilo perdido. Como<br />

decía el poeta, “la ciudad te acompañará siempre. Volverás a las mismas<br />

calles. Y en los mismos suburbios envejecerás.” <strong>La</strong> vida, cada una<br />

de nuestras vidas, tiene una trama única que tejemos en la oscuridad,<br />

ignorantes de nuestra labor, como sonámbulos de la existencia. Nos<br />

movemos por las ciudades como la sangre circula por nuestras venas:<br />

somos parte de ellas, somos ajenos a ellas, somos y no somos. Y continuamos<br />

tejiendo, como arañas, la red de nuestras vidas, sin saber…<br />

¿Será la naturaleza entera, con sus desiertos y megalópolis, un organismo<br />

que habitamos y nos habita?<br />

¿Y el legado artístico en general? <strong>La</strong> pintura, la escultura, la fotografía,<br />

la literatura, el cine, por ejemplo, ¿qué sientes que te ha<br />

aportado a ti para tu desarrollo y qué te gustaría aportar o que<br />

aportara tu legado, tus estudios y tus creaciones literarias?<br />

Todo autor, todo artista, es una biblioteca, un catálogo vivo. Sólo<br />

somos capaces de crear sobre lo ya creado. Ellos, los que nos antecedieron,<br />

sus obras, son los rudimentos de nuestra expresión. Tardamos en<br />

comprenderlo, pero un día nos damos cuenta de que esa frase la tomamos<br />

prestada, que aquella idea fue desarrollada también por ese otro<br />

escritor, por ese artista que expresó un sentimiento que creíamos nuestro<br />

desde siempre. Pensamos ser originales, pero, al fin, nuestra originalidad<br />

es un gesto, una forma de interpretar el mágico libreto de un<br />

autor anterior y genial. Todo nos aporta y nosotros aportamos, porque<br />

no hay un todo y un nosotros. Lo mismo que decía antes de las “generaciones”:<br />

son formas de orientarse, de diferenciar lo opaco de lo claro, lo<br />

ruidoso de lo callado. En el fondo es lo mismo, pues un fluido –la vida–<br />

lo atraviesa todo, y todo lo transforma y lo hace suyo. Trabajamos sobre<br />

telares, sí, que otros han tejido anteriormente. ¿Qué me gustaría<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 124 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


aportar? El haber colaborado en la gran construcción cósmica, en la inmensa<br />

urdimbre del Universo.<br />

Antes me dejé atrás a la música, pues creo que sientes una inquietud<br />

muy viva por ella, sobre todo por la ópera. Por enredar<br />

con su magia, ¿cómo interviene la música en la creación de la identidad<br />

tanto a nivel individual como colectivo y, cómo evoluciona o<br />

incluso cómo hace evolucionar, a las sociedades?<br />

<strong>La</strong> música como el movimiento, la danza, nos acompañan desde<br />

siempre. Antes del relato estuvo siempre el canto, y el baile fue el primer<br />

gesto de la plegaria. Moverse, danzar, siempre ha ido acompañado<br />

por la melodía. Los pitagóricos pensaron en la inaudible música de las<br />

esferas: el Cosmos era una gran partitura polifónica. Los derviches danzan<br />

hasta caer desmayados en el seno de una totalidad que es la melodía<br />

pura. Numerosas son las tradiciones, como innumerables las ciudades,<br />

pero la música está detrás y antes que nuestros gestos. En cuanto a<br />

la ópera es un género musical más. Me gusta por la amplitud que abarca,<br />

porque todo cabe en ella: la palabra, el canto, la melodía, el movimiento,<br />

la danza, las artes plásticas. Y también porque es un maravilloso<br />

ejemplo de la creación compartida. Uno nunca vale más que otro,<br />

pues si el texto inicial podría compararse a un esqueleto, la composición<br />

debería ser la carne –la musculatura y los órganos internos–, la escenografía<br />

sería entonces la piel y la interpretación el movimiento. Y, al<br />

fin, de lo que se trata es de elaborar un organismo vivo, un ser que se<br />

mueva y aliente. Cada uno de los creadores de una ópera sabe que es<br />

tan sólo parte de un todo y que nada funcionaría sin el conjunto armónico<br />

de cada una de esas partes. En definitiva, la música de las esferas<br />

canta dentro de nosotros.<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 125 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


II<br />

Inés Mendoza<br />

Inés, en cuanto a la <strong>descendencia</strong>, como esa parte de la población<br />

que llega al mundo y se encuentra con un determinado estar<br />

en la vida, ¿qué sientes que sea una generación a nivel cultural,<br />

político incluso, histórico y, cómo interviene lo que represente en<br />

el desarrollo de las sucesivas <strong>descendencia</strong>s?<br />

Sin ánimo de enmendar a pensadores como Ortega y Gasset, he de<br />

confesar que desconfío de términos como generación, que suelen incluirnos<br />

en conjuntos a los que quizá no queramos pertenecer. Para ponerte<br />

un ejemplo, no me siento identificada con el conjunto de los escritores<br />

y escritoras que persiguen dinero o notoriedad. Mi deuda es<br />

con Baudelaire, Byron, Novalis, Miller, no con el estatus. Aún así, admito<br />

que “generación” es un término muy útil para abordar ciertos estudios,<br />

como los literarios.<br />

Contestando a tu pregunta, creo que nada puede escapar a lo histórico,<br />

lo político o lo social. Somos pura historia. Por lo tanto, es muy lógico<br />

que la cosmovisión de un movimiento literario influya sobre las generaciones<br />

posteriores, y también que un escritor reaccione a las pautas<br />

o “maestros” que le precedieron, ya sea rebelándose contra sus propuestas<br />

o resucitándolas. En realidad, yo prefiero una tercera postura:<br />

la que revisa y cuestiona tanto las ideas del pasado como las del presente<br />

sin caer en la ambigüedad política o en el “todo vale”. De ahí que<br />

la vanguardia y el romanticismo sean mis dos grandes amores. Como<br />

lectora y como escritora valoro las propuestas de ruptura que parten<br />

del conocimiento de lo previo. <strong>La</strong> fea costumbre de descubrir el Mediterráneo<br />

es de un narcisismo insultante, y me parece un mero subterfugio<br />

para justificar el arribismo intelectual.<br />

<strong>La</strong> arquitectura es una parte muy significativa de tu formación y<br />

de tu vida, como persona, como escritora, entonces, se me ocurre<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 126 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


preguntarte, ¿cómo y de qué manera estimula nuestro intelecto y<br />

también nuestras pasiones la arquitectura que nos rodea? Curiosamente,<br />

casi de las primeras cosas que vamos viendo al nacer, son<br />

sus obras… Por indagar acerca del entorno arquitectónico creado<br />

para nuestros descendientes y en el que nosotros nos encontramos.<br />

Tu pregunta me encanta. <strong>La</strong> verdad es que para ser arquitecta me<br />

paso de utopista. Cuando empecé a colaborar con revistas de arquitectura,<br />

descubrí que me interesaba más el aspecto social, histórico (incluso<br />

el literario) de mi profesión que su lado técnico, matemático o material.<br />

De hecho, he trabajado más en estudios que en obra. <strong>La</strong> metafísica<br />

no es mi fuerte, pero parafraseando a cierto filósofo, diría que somos<br />

“el ser que mora”. Somos seres abocados a construir en el vacío nuestro<br />

espacio físico y psíquico. Por eso es tan peligroso que perdamos lo que<br />

en otras entrevistas he llamado la “facultad de utopizar”. En cualquier<br />

caso, suscribo la reflexión “psicogeográfica” que han hecho, entre otros<br />

movimientos, el Situacionismo, el Surrealismo, el Futurismo, el Letrismo,<br />

etc. Ellos se pusieron manos a la obra para llevar al entorno físico<br />

la voluntad de transformación social. Los surrealistas de hoy siguen haciéndolo.<br />

Son admirables. Qué duda cabe; ahora es más urgente que<br />

nunca repensar nuestra relación con el entorno. Pero soy pesimista, no<br />

lo puedo evitar. El daño ecológico no es el único irreversible; el capitalismo<br />

también ha destruido nuestra “conducta espacial” y alterado<br />

nuestro inconsciente colectivo, que diría Jung. No rehuyo mi responsabilidad<br />

en este daño: no hemos conseguido hacer nada efectivo contra<br />

esta catástrofe. He leído que en unas décadas nos mataremos por el<br />

agua. Y los que ahora son jóvenes o niños lo pagarán. Aún así, no tengo<br />

la misma responsabilidad que los que especulan con el suelo o gentrifican<br />

un barrio. Es más: me niego a formar parte de su “nosotros”. ¿Qué<br />

hacer? No lo sé, pero sí sé que no es una tarea de cuatro rebeldes.<br />

Desde tu experiencia impartiendo talleres y cursos sobre literatura,<br />

¿qué papel juegan ahora mismo los centros de formación –escuelas,<br />

talleres, universidades, etc.– y, qué papel, o qué otras ca­<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 127 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


acterísticas, crees que tal vez deberían implementarse en ellos<br />

para el desarrollo de los jóvenes?<br />

Desconozco la esfera de la formación juvenil, entre otras cosas porque<br />

no tengo hijos, pero quizá la sociedad ayudaría mucho a los jóvenes<br />

si los adultos diéramos más ejemplos de inteligencia crítica y menos<br />

ejemplos de aspiraciones televisivas como la fama, el lujo, el ascenso<br />

social, la competencia feroz, etc. En ese sentido, ciertas conductas que<br />

fomentan las redes sociales me parecen peligrosas para todos, antisociales.<br />

En otras épocas los jóvenes de la nobleza tenían que ver mundo<br />

y formarse en el campo intelectual, afectivo, político, etc., para crecer.<br />

Muchas novelas del siglo XIX y hasta del XX tratan este tema. Creo que<br />

hay una parte de esa práctica que sería rescatable si se fomentara entre<br />

los jóvenes de todas las clases sociales.<br />

Quizá hoy en día los talleres literarios cumplan la función que antes<br />

tuvieron las escuelas filosóficas, las tertulias, etc. Los profesores somos<br />

guías, acompañantes de los futuros escritores y escritoras. Ellos y ellas<br />

ponen el estudio, la lectura, la poesía, los afectos, el cuidado. En suma:<br />

las ganas. Nosotros ponemos nuestras vivencias como escritores, les recomendamos<br />

lecturas y formas de leer, intentamos contagiarles nuestro<br />

entusiasmo por una corriente, un recurso, un poema; les mostramos caminos,<br />

les animamos, y también les queremos. Como siempre les digo a<br />

mis alumnos/as, me considero ni más ni menos que una escritora que<br />

comparte con ellos su experiencia.<br />

Un poco al margen de lo que venimos comentando, pero no mucho…<br />

sobre la economía, sobre el poder adquisitivo, sobre la capacidad<br />

de proveerse uno de bienes para su subsistencia y desarrollo,<br />

¿cómo sientes que afecta en el desarrollo y evolución de las personas?<br />

Por ejemplo, a la hora de la creación artística, en la formación<br />

del patrimonio histórico que vamos dejando atrás y formándolo<br />

cada día.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 128 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


A mí me parece espeluznante que lo económico tenga tanta importancia<br />

como la que tiene en las sociedades capitalistas. Se percibe semejante<br />

hipertrofia como algo normal o inevitable, pero yo no lo veo<br />

así. <strong>La</strong> economía no es un estallido volcánico, es una consecuencia de la<br />

gestión humana. El patrimonio histórico está sufriendo un asalto a manos<br />

de las mafias económicas y/o políticas. Exactamente lo mismo pasa<br />

en otros campos de la vida social. Yo creo que el dinero no casa bien<br />

con la creación, artística o no. El dinero se alimenta de la eficacia, la<br />

competitividad, la rapidez, la cosificación, la obediencia, la uniformidad,<br />

etc. <strong>La</strong> creación y la poesía necesitan mimo, deseo, libertad, imaginación.<br />

Se alimentan de tiempo, como ya intuyera Proust. Últimamente<br />

empiezo a sospechar que el “espíritu” (entendido en el sentido Hegeliano)<br />

trabaja contra el capitalismo.<br />

Ya en el campo de la literatura, como escritora de cuentos, creadora<br />

de ficciones, muy genéricamente, ¿cuál es la función de la ficción,<br />

directa o colateral, en la creación de imaginarios de las personas<br />

que luego irán abriéndose paso en la vida, creando a su vez<br />

nuevos imaginarios? Sobre el legado literario que uno se encuentra<br />

y el que crea después, cuentos, relatos, leyendas, novelas y demás.<br />

Como buena amante del romanticismo, siempre he creído que la<br />

imaginación es un factor determinante en cualquier actividad humana.<br />

Da igual si se trata de una revuelta política, un gesto de amistad, un libro,<br />

o una aventura erótica. A mi modo de ver la imaginación sigue<br />

siendo tan esencial para la vida humana como lo fue para los románticos<br />

de Jena. Ahora bien, en la formación del imaginario literario no intervenimos<br />

solamente los escritores; también intervienen los editores,<br />

los lectores, los críticos, la prensa, los docentes. Quiero decir, que si millares<br />

de lectores se empeñan en devorar best­sellers en lugar de leer a<br />

Breton o a Kerouac, sea por pereza o porque esas ideas les interrogan,<br />

es fácil que la imaginación colectiva se empobrezca, que es lo que pasa<br />

hoy. Lo mismo ocurrirá con la imaginación individual. Igualmente, si<br />

un autor no se hace preguntas sobre el mundo, si se encierra en un jar­<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 129 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


dín de rosas, es bastante posible que sus libros acaben siendo esclavos<br />

del mercantilismo y refrenden el discurso único. En su ensayo Un pistoletazo<br />

en medio de un concierto Belén Gopegui cuestiona la supuesta<br />

neutralidad que algunos cándidos atribuyen a los textos literarios.<br />

Como ella, yo no creo en los libros apolíticos. Ya soy mayorcita para los<br />

Reyes Magos. Eso no significa que un escritor esté obligado a denunciar<br />

el estado de cosas. Los caminos de la poesía son insondables. Existe un<br />

camino de Swann y un camino de Schwob. Hay caminos variados: Camus,<br />

Kafka, Cortázar o Beckett. Existen quienes, como los surrealistas,<br />

se lanzan a los caminos y los desmantelan para que nazca algo nuevo.<br />

Algunos caminos son rectos; otros serán erráticos, sinuosos o laberínticos.<br />

En materia de imaginación lo fundamental es que la travesía sea<br />

auténtica; al menos eso es lo que yo respeto. Personalmente, espero ser<br />

digna de la familia de los romanticismos (en plural), que se opusieron y<br />

se siguen oponiendo a la maquinización de la vida, la domesticación social,<br />

la injusticia política y económica, o el desencantamiento del mundo.<br />

¿Cuánto le debemos al romanticismo como descendientes de su<br />

imaginación, del yo, de la fantasía, de su libertad creativa? Y,<br />

¿crees que podrá surgir, o cómo podría surgir, una nueva corriente<br />

artística y de pensamiento que vuelva a reinventarlo todo?<br />

En principio lo de reinventar una sociedad parecería imposible. Pero<br />

la Francia del siglo XVIII lo cambió todo, también lo hicieron el cristianismo<br />

y hasta el capitalismo actual. Por indeseable que sea el resultado<br />

no podemos negarlo. Entonces, ¿qué impide que se reinvente la sociedad<br />

en un sentido opuesto? Como es lógico, ninguna corriente de pensamiento,<br />

artística o del tipo que sea, podría llevar a cabo una tarea así<br />

en solitario. Pero quizá podría abrir algunas grietas. Como digo siempre,<br />

Platón ideó una herramienta para pensar, Rousseau un modelo de<br />

organización política, Freud una senda hacia el corazón del individuo.<br />

<strong>La</strong>s vanguardias transformaron hasta la propia noción de poesía. ¿Acaso<br />

no fue reinventar el mundo lo que hicieron todos ellos? Yo pienso<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 130 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


que hasta cierto punto sí. Lo que pasa es que en la actualidad no me<br />

parece que tengamos ninguna base real para el optimismo. Más bien<br />

sospecho que pasarán décadas antes de que aparezcan formas de pensar<br />

y actuar que sean realmente nuevas.<br />

A mi modo de ver, la cosmovisión romántica dejó su huella en muchos<br />

campos: el arte, el feminismo, el ecologismo, el psicoanálisis, la filosofía<br />

política, etc. No soy la única que lo cree. Si nos ocupáramos de<br />

lo que supuso para el arte moderno este movimiento tendríamos para<br />

varios folios. Sin embargo, no me gusta hablar del romanticismo en pasado,<br />

pues para mí no es sólo una escuela literaria, sino una “actitud<br />

del espíritu”. Una actitud amplia, pero bastante específica. Tengo la impresión<br />

de que hay algo en la poética romántica, no sé, un germen, que<br />

quizá podría colaborar con un reencantamiento futuro del mundo.<br />

Igual peco de romántica, qué remedio.<br />

Comentando sobre esto, en torno al simbolismo, que eres también<br />

apasionada del tema, ¿qué es, cómo lo sientes, qué importancia<br />

tiene desde el propio lenguaje a las estructuras sociales, como<br />

red, digamos, en la que caemos desde el nacimiento y que luego<br />

también vamos tejiendo, y cómo lo empleas en tus creaciones literarias?<br />

Es que yo incluyo al Simbolismo entre las corrientes románticas. Es<br />

más: diría que la escuela simbolista, sobre todo la francesa, es algo así<br />

como un romanticismo “enragé” (rabioso). Sus mejores representantes<br />

respondieron al difícil período histórico que les tocó en suerte con una<br />

especie de poética de la rabia. En mis textos literarios he recurrido tanto<br />

al romanticismo alemán como al simbolismo. Recurrido o incurrido.<br />

Se nota más en Objetos frágiles, mi próximo libro, que en El otro fuego,<br />

el anterior. No es que cuando me siento a escribir fuerce el uso de recursos<br />

románticos o simbolistas como quien maquilla un rostro; es más<br />

bien que después de pasar varios días leyendo a Baudelaire o a Byron,<br />

supongamos, me invade una cierta atmósfera, tal vez porque me identi­<br />

<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 131 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


fico bastante con las ideas y sentimientos de los dos movimientos, con<br />

su rabia, con su rebeldía.<br />

Para terminar, Inés, de la herencia cultural que te encontraste –<br />

y también que cada día vamos descubriendo, que ancho es el mundo...–<br />

al ir abriéndote en la vida, a la que ahora se van encontrando<br />

las nuevas generaciones, ¿cómo lo percibes, qué crees que ha<br />

mejorado y qué sientes que se haya ido perdiendo que no debería<br />

haberlo hecho?<br />

En el ámbito literario, que como ya dije no concierne solamente a<br />

los escritores, quizá lo que más se haya perdido hoy en comparación<br />

con otras épocas sea el rigor. El rigor a la hora de juzgar, escribir, y<br />

hasta de leer un libro. En cambio ha mejorado la participación de las<br />

mujeres en la literatura, que ahora es más amplia y variada que antes.<br />

No deja de ser un logro, pero no me conformo. Está muy bien que se<br />

siga creando conciencia feminista o fomentando la lectura, pero me parece<br />

igualmente urgente despertar el espíritu crítico de los lectores, por<br />

ejemplo, o hasta defender el valor y la vigencia de ciertas áreas del pensamiento<br />

que hoy están siendo muy golpeadas, como ocurre con la filosofía.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong> 132 <strong>La</strong> <strong>descendencia</strong>


<strong>La</strong> <strong>descendencia</strong> 133 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXV</strong>


LA DESCENDENCIA<br />

NÚMERO <strong>XXXV</strong><br />

MAYO 2017<br />

REVISTA EXCODRA<br />

http://www.excodra.com

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