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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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El médico tenía un rostro tranquilo, con pobladas pestañas negras que parecían<br />

aletear sobre los ojos. Tartamudeaba un poco la primera sílaba de cada frase, pero su<br />

voz estaba llena de autoridad. Después de todo, a su clínica acudían los hombres más<br />

ricos de Dinamarca, hombres cuya tripa sobresalía por encima del cinturón, y que tan<br />

obsesionados estaban por atender a sus fábricas de zapatos de goma, o de tintes<br />

minerales, o de superfosfatos, o de cemento Portland, que habían perdido el control<br />

sobre lo que les colgaba por debajo del cinturón.<br />

—Aunque su marido tenga al demonio dentro —dijo Vlademar—, yo se lo<br />

sacaré.<br />

—Eso es lo bueno que tienen los rayos X —dijo entonces Hexler—, que<br />

consumen lo malo y conservan lo bueno. No creo una exageración decir que son<br />

milagrosos.<br />

Los dos hombres sonrieron, y sus dientes se reflejaron en el cristal negro; Greta<br />

sintió algo así como un leve remordimiento en el pecho.<br />

Cuando hubieron terminado, Vlademar llevó a Einar a una habitación con dos<br />

pequeñas ventanas y un biombo plegable sobre ruedas. Allí durmió durante una hora<br />

mientras Greta dibujaba. Dibujó a Lili dormida en la cama del instituto. ¿Qué pasaría<br />

si los rayos X encontraban un tumor y el doctor Hexler lo extirpaba? ¿No volvería<br />

nunca más a ver a Lili en el rostro de Einar, en sus labios, en las pálidas venillas<br />

verdes que surcaban la parte inferior de sus muñecas como los ríos de un mapa? Se<br />

había puesto en contacto con el doctor Hexler, en primer lugar, porque quería<br />

tranquilizar a Einar. Entonces se le ocurrió preguntarse si no sería a sí misma a quien<br />

quería tranquilizar. No, en primer lugar había telefoneado a Hexler desde la pequeña<br />

cabina telefónica que había junto a correos porque sabía que tenía que hacer algo por<br />

Einar. ¿No era acaso responsabilidad suya cerciorarse de que recibiría los cuidados<br />

necesarios? Greta se había prometido que su marido no se le escaparía de las manos,<br />

como le había ocurrido con Teddy Cross. Recordó la sangre que manaba de la nariz<br />

de Einar y empapaba la pechera del vestido de Lili.<br />

Einar se agitó en la cama, gimiendo. Estaba pálido, y la piel de las mejillas le<br />

colgaba fláccida. Greta le puso un paño caliente sobre la frente. Una parte de su ser<br />

quería que Hexler ordenase a Einar vivir libremente como Lili y emplearse como<br />

dependienta en los grandes almacenes Fonnesbech’s. Otra parte de su ser, en cambio,<br />

quería estar casada con el hombre más enemigo de las convenciones sociales del<br />

mundo. Siempre la había irritado el que la gente diese por supuesto que sólo porque<br />

se había casado debía llevar una vida convencional.<br />

«Estoy segura de que serás tan feliz como tus padres», le había escrito una prima<br />

de Newport Beach después de su boda con Einar, y a Greta le costaba mucho<br />

esfuerzo no reventar de irritación contra ella cuando lo recordaba. «Pero yo no soy<br />

como ellos», se dijo al tiempo que rompía la carta de su prima y la tiraba a la estufa.<br />

«Nosotros no somos como ellos.» Esto ocurrió mucho antes de que Lili hiciese su<br />

aparición en escena, pero incluso entonces Greta sabía que se había casado con un<br />

www.lectulandia.com - Página 96

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