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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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larga serie de médicos y pruebas. Sin saber por qué, estaba convencido de que los<br />

rayos X no descubrirían nada, y de que el doctor Hexler le haría nuevas pruebas o le<br />

mandaría a un segundo especialista, o a más de uno. Sin embargo, le daba igual, al<br />

menos de momento, porque cualquier cosa valía la pena si era por Greta o por Lili.<br />

Imaginaba que la luz de los rayos X sería dorada y moteada, pero resultó ser<br />

invisible, y no sentía nada. Al principio pensó que era porque la máquina no<br />

funcionaba. Casi se incorporó y preguntó:<br />

—¿Es que pasa algo?<br />

Y entonces la máquina de rayos X pasó a otra marcha, y su zumbido adquirió una<br />

octava más de potencia. El abollado revestimiento metálico de color verde aumentó<br />

su vibración. De pronto, Einar se preguntó si no tenía una sensación rara en el<br />

estómago, pero no estaba seguro. Mentalmente, vio un estómago lleno de gusanos de<br />

luz cogidos del pantano de Bluetooth. Luego se preguntó si sentía calor y un leve<br />

mareo, o eran imaginaciones suyas. Se incorporó cuanto pudo, pero no se vio nada<br />

raro en el estómago, que parecía grisáceo en la habitación en penumbra.<br />

—Por favor, estese quieto —dijo el doctor Hexler por su embudo—, échese bien<br />

de espaldas.<br />

Pero no ocurría nada, o eso, al menos, le parecía a Einar. <strong>La</strong> máquina hacía ahora<br />

mucho ruido, y por el abdomen de Einar se esparció una sensación de vacío: no<br />

estaba seguro de si había en él algo caliente o no. Luego creyó sentir un comienzo de<br />

quemadura, pero, cuando volvió a mirar, su estómago seguía exactamente igual que<br />

antes.<br />

—Estese quieto, señor Wegener —volvió a resonar la voz del doctor Hexler—,<br />

esto es importante.<br />

Einar no sabía cuánto tiempo llevaba funcionando la máquina. ¿Habían pasado<br />

dos minutos o veinte? ¿Cuándo terminaría aquello? <strong>La</strong> habitación se oscureció más<br />

todavía, ahora estaba casi del todo negra, y un anillo de luz amarilla se proyectaba en<br />

torno a la lente pardusca. Einar estaba aburrido, y, de pronto, se sintió soñoliento.<br />

Trató de volver a mirarse el estómago, pero sus codos se negaron a moverse para<br />

levantarle. Sentía la cabeza como una pelota de plomo que tuviese pegada al cuello.<br />

En la garganta sintió el sabor del café del desayuno.<br />

—Intente dormir, señor Wegener —dijo Hexler.<br />

Ahora la máquina hacía más ruido todavía, y Einar sintió algo caliente que le<br />

oprimía el estómago.<br />

Y entonces tuvo la impresión de que la cosa no iba bien. Abrió los ojos. Justo el<br />

tiempo suficiente para ver a alguien que inclinaba su frente contra el cristal negro de<br />

la ventana, luego vio otra frente más, apoyada también contra el cristal, en el que<br />

dejaba una mancha grasienta. Si estuviese Greta aquí, pensó Einar, soñoliento, me<br />

quitaría las cintas y me llevaría a casa. Y daría patadas a la máquina hasta hacerla<br />

parar. Sacudió la habitación un estruendo de metal vapuleado, pero Einar no<br />

conseguía abrir los ojos para averiguar lo que estaba pasando. Si Greta estuviese aquí,<br />

www.lectulandia.com - Página 93

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