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de ocultarle que sangraba y se limpiaba a escondidas con viejos trapos cogidos del<br />
estudio que luego tiraba al canal. Pero ella lo sabía. Lo sabía por el olor que despedía,<br />
húmedo, como de turba. Lo sabía porque tenía calambres en el estómago. Lo sabía<br />
porque los trapos empapados en sangre aparecían a la mañana siguiente pegados a los<br />
pilares de piedra del puente del canal.<br />
Una mañana Greta fue a la oficina de correos para llamar por teléfono sin que<br />
Einar la oyese. Cuando volvió al estudio, encontró a Lili echada sobre un canapé<br />
color cereza que habían tomado prestado del departamento de utillería del Teatro<br />
Real. También el camisón que llevaba era prestado; una soprano a punto de retirarse,<br />
cuya garganta era vieja y azulada y de temblorosos tendones, lo había usado para<br />
cantar en el papel de Desdémona. A Greta le parecía que Lili nunca tenía la menor<br />
idea de su aspecto. De tenerla, no estaría echada así, con las piernas abiertas, los dos<br />
pies en el suelo y los tobillos torcidos, como si estuviese borracha. Con la boca<br />
abierta y la lengua en los labios, una morfinómana. A Greta, sin embargo, le gustó la<br />
escena, aunque no la hubiese preparado ella. Einar había pasado la noche anterior en<br />
vela, con calambres en el estómago y Greta temía una hemorragia.<br />
—He pedido hora para ti —le dijo Greta.<br />
—¿Para qué?<br />
Lili comenzó a respirar entrecortadamente, y sus pechos subían y bajaban.<br />
—Para que te vea un médico.<br />
Lili se incorporó. Parecía alarmada. Fue ésa una de las pocas veces en que Greta<br />
pudo ver a Einar asomado al rostro de Lili: de pronto aparecieron en su labio superior<br />
las sombras azuladas del bozo.<br />
—¡Pero si no me pasa nada! —dijo Lili.<br />
—No he dicho que te pase nada —Greta se acercó al canapé y se puso a atar las<br />
cintas de satén de las mangas de Lili—, pero has estado enferma —añadió tras meter<br />
las manos en los bolsillos de su bata de pintar, donde guardaba los lápices<br />
mordisqueados, la foto de Teddy Cross entre las olas de la playa de Santa Monica, un<br />
pedazo del vestido ensangrentado que llevaba Lili cuando volvió al apartamento de<br />
Menton pronunciando el nombre de Hans entre sollozos—. Lo que me preocupa son<br />
esas hemorragias.<br />
Greta observó el rostro de Lili: parecía estar retorciéndose de vergüenza. Pero ella<br />
sabía que tenía razón al hablarle así.<br />
—Tenemos que averiguar por qué sangras. Si no estarás forzando algo en tu<br />
organismo al… —comenzó, pero se estremeció y un escalofrío le recorrió la espina<br />
dorsal. Se preguntó qué estaba ocurriendo en su vida matrimonial, al tiempo que<br />
tiraba de las cintas del cuello del camisón. Quería a su marido, y quería a Lili—. ¡Oh,<br />
Einar!<br />
—Einar no está aquí —dijo Lili.<br />
—Pues hazme el favor de decirle que se reúna conmigo en la Estación Central<br />
para coger el tren de las once y cuatro minutos que va a Rungsted —dijo entonces<br />
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