You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
confusa, por lo que se limitó a decir:<br />
—<strong>La</strong> verdad es que hay veces en las que no sé lo que me pasa.<br />
En otra excursión de un día, Hans llevó a Lili en coche a Niza para comprar<br />
cuadros en los tenderetes de antigüedades.<br />
—¿Por qué no quiere Greta venir con nosotros? —le preguntó.<br />
—Es que está demasiado ocupada pintando, supongo —le respondió Lili—. No<br />
conozco a nadie que trabaje tanto como ella. Trabaja más que Einar. Un día acabará<br />
siendo famosa, ya verás.<br />
Lili sentía los ojos de Hans fijos en ella mientras hablaba, y le pareció curioso que<br />
un hombre como él prestase tanta atención a sus opiniones. En uno de los tenderetes,<br />
cuya propietaria tenía bozo en la barbilla, Lili encontró un retrato ovalado de los que<br />
suelen ponerse en los nichos de los cementerios; representaba a un joven cuyas<br />
mejillas eran de un color muy curioso, y tenía los ojos cerrados. Lo compró por<br />
quince francos, y Hans, inmediatamente, se lo compró a su vez a ella por treinta.<br />
Entonces le preguntó:<br />
—¿Te sientes bien hoy?<br />
Todos los días, antes de salir con Hans, Lili posaba para Greta en el sofá. Cogía<br />
un libro sobre pájaros de Francia, o se ponía a Eduardo IV en el regazo, porque si<br />
tenía las manos vacías se le agitaban nerviosamente. Excepto por el ruido que llegaba<br />
de las calles, el apartamento estaba silencioso, y el tictac del reloj de la repisa era tan<br />
débil que, una vez por lo menos cada tarde, Lili sentía la necesidad de levantarse para<br />
cerciorarse de que tenía cuerda. Y entonces se asomaba a la baranda de la terraza a<br />
esperar que Hans acudiese a la cita. Éste había cogido la costumbre de gritar desde la<br />
terraza:<br />
—¡Lili, venga, date prisa, baja!<br />
Y ella, entonces, bajaba corriendo los siete tramos de escalera de azulejos,<br />
demasiado impaciente para esperar a que subiese el ascensor.<br />
Pero, antes de que llegase Hans, Greta solía dar una palmada y decir:<br />
—¡Eso es! ¡Mantén la cara así, esto es justo lo que quería! Lili esperando.<br />
Esperando a Hans.<br />
Un día, Lili y Hans estaban en la terraza de un café al pie de los escalones de<br />
Saint Michel. Cinco o seis niños gitanos muy sucios fueron a su mesa a venderles<br />
tarjetas postales, fotos de las playas de la Côte coloreadas a mano. Hans compró una<br />
colección de ellas para Lili.<br />
El aire era espeso, y el sol quemaba a Lili en el cuello. <strong>La</strong> cerveza se estaba<br />
volviendo pardusca en su vaso. Aquella semana de salir todas las tardes con Hans<br />
había hecho que Lili se llenara de nuevas expectativas, y se preguntaba qué pensaría<br />
de ella. Habían paseado juntos y la había cogido del brazo. Hans, el de la risita<br />
irónica y las holgadas camisas de hilo, el de la piel atezada cada vez más oscura a<br />
causa del sol de agosto, el antaño apodado Valnød, había conocido a Lili sin<br />
reconocer en ella a Einar. Hans no veía a Einar desde que ambos eran muchachos. Era<br />
www.lectulandia.com - Página 78