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Einar notó que el rostro de Greta se iba encendiendo de deseo.<br />
—Sigue, sigue —le dijo su esposa acercándose a él.<br />
Pero a Einar le faltaba aire a causa de lo desvalido y avergonzado que se sentía, y<br />
cruzó los huesudos brazos sobre su torso con las manos abiertas igual que hojas de<br />
parra. Greta se dio cuenta al fin de la situación que había creado, porque se fue del<br />
baño tras decirle:<br />
—Perdona, lo siento, debí llamar.<br />
Ahora Einar se desnudó de espaldas al espejo. En el cajón de la mesita de noche<br />
había un rollo de esparadrapo y tijeras. El esparadrapo estaba pegajoso y tenía la<br />
misma textura que un lienzo. Einar estiró un trozo y lo cortó en cinco partes. Pegó<br />
cada pedazo de esparadrapo por una punta en el borde de los pies de la cama, y luego,<br />
con los ojos cerrados y sintiendo que se deslizaba por el túnel de su alma, tiró hacia<br />
atrás de su pene y lo acomodó, pegándolo con el esparadrapo, hacia la parte posterior<br />
del escroto, en el hueco que se abría entre sus piernas.<br />
<strong>La</strong> ropa interior estaba hecha con un tejido elástico que Einar estaba convencido<br />
de que era un invento norteamericano.<br />
—No vale la pena gastar dinero en seda para cosas que sólo te vas a poner una o<br />
dos veces —había dicho Greta, al darle el paquete, y Einar se sintió demasiado<br />
violento para discutir.<br />
<strong>La</strong> braga pantalón era plateada como la concha de las orejas de mar del biombo.<br />
El liguero era de algodón, bordeado de un encaje que parecía de papel. Tenía ocho<br />
ganchos de latón para sujetar las medias, mecanismo éste que Einar encontraba<br />
fascinadoramente complicado. Cuando los huesos de aguacate comenzaron a pudrirse<br />
en sus pañuelos de seda, Einar se acostumbró a utilizar como postizos esponjas<br />
marinas del Mediterráneo que colocaba en los someros huecos de la camisola.<br />
Y, finalmente, se puso la bata.<br />
Empezaba a pensar en la caja de maquillaje como si fuera una de sus paletas.<br />
Pinceladas en la frente. Pequeños retoques en los párpados. Mezcla de colores en las<br />
mejillas. Era justo como un cuadro, como el pincel que transforma el lienzo virgen en<br />
un paisaje invernal del Kattegat.<br />
<strong>La</strong>s ropas y el maquillaje eran importantes, pero la verdadera transformación<br />
estaba en el descenso por aquel túnel interior tocando una especie de campanilla de<br />
cristal para despertar a Lili. A ella siempre le había gustado el tintineo del cristal. Y<br />
culminaba la transformación, la subida por el túnel, tirando de su húmeda mano y<br />
asegurándole que el ruidoso y brillante mundo que la esperaba a la salida era suyo,<br />
todo suyo.<br />
Einar se sentó en la cama. Cerró los ojos. <strong>La</strong> calle estaba llena de las explosiones<br />
de los tubos de escape de los coches, que sonaban como disparos de rifle. El viento<br />
resonaba contra las puertas de las terrazas. Detrás de sus párpados Einar veía luces de<br />
colores estallando sobre el fondo negro, como los fuegos artificiales del sábado<br />
anterior sobre el puerto de Menton. Oía el lento latir de su corazón. Sentía el<br />
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