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—Está solo en Copenhague esta noche, me temo —dijo Greta—, demasiado<br />
ocupado con su trabajo hasta para tomarse unas pequeñas vacaciones.<br />
Lili asintió y se llevó a la boca la punta de su servilleta. Hans se retrepó en su<br />
silla, mientras con el tenedor ensartaba los calamares, y dijo:<br />
—Pues, sí, eso que dices me recuerda a Einar.<br />
Les contó a continuación que Einar solía llevar su caja de colores al pastel cuando<br />
salían juntos para dibujar escenas del pantano en las peñas. Por la noche, sus dibujos<br />
los borraba la lluvia, y al día siguiente volvía allí, con su caja de colores al pastel, a<br />
repetir la operación.<br />
—Y a veces te dibujaba a ti —dijo Lili.<br />
—Sí, claro, horas y horas. Me sentaba al borde del camino, y así podía dibujar mi<br />
rostro en la roca.<br />
Lili, notó Greta, había echado los hombros un poco para atrás, lo que hacía que<br />
sus pechos se proyectaran como las rugosas mimosas que crecían en las montañas por<br />
encima de Menton. Greta olvidó, o casi olvidó, que los pechos de Lili no eran pechos,<br />
sino aguacates envueltos en pañuelos de seda y metidos bajo la camisola de verano<br />
que Greta había comprado aquella misma mañana en el gran almacén que había junto<br />
a la estación.<br />
Greta notó también la manera que tenía Lili —con los ojos de Einar bien vivos<br />
bajo el maquillaje que le cubría los párpados— de hablar con Hans sobre Jutlandia.<br />
En su forma de morderse el labio antes de responder a una de las preguntas de Hans<br />
había una honda añoranza. Y en su manera de levantar la barbilla.<br />
—Sé que a Einar le gustaría verte —dijo Lili—. Me ha dicho que el día que te<br />
escapaste de Bluetooth fue el peor de su vida. Dice que eras la única persona que le<br />
dejaba pintar en paz, que le decía que, pasara lo que pasase, la única salida para él era<br />
hacerse pintor.<br />
<strong>La</strong> mano de Lili, que, bajo la lámpara en forma de vela, parecía demasiado<br />
huesuda y fina para ser de hombre, se doblaba y arqueaba hacía el hombro de Hans.<br />
Algo más tarde, Lili y Greta estaban en el ascensor que les llevaba a su<br />
apartamento. Greta estaba fatigada y quería que Einar se quitase el vestido y se lavase<br />
los labios.<br />
—Hans no se dio cuenta, ¿eh? —dijo, con los brazos cruzados sobre los pechos,<br />
que, dadas las circunstancias, eran más planos que los de Lili.<br />
En el techo del ascensor había dos bombillas sin tulipa, de modo que la luz<br />
mostraba crudamente las arrugas de la frente de Einar y en torno a su boca, donde la<br />
base anaranjada del maquillaje se le notaba ahora entre las cuentas de ámbar. Olía a<br />
macho: un olor a hoja húmeda que procedía de los oscuros boquetes donde sus brazos<br />
se juntaban con sus hombros y su pierna derecha con su pierna izquierda.<br />
Greta se quedó dormida antes de que Einar se acostase. Cuando despertó, vio a<br />
Lili echada, todavía en camisola, bajo la sábana de verano. Tenía el pelo apelmazado,<br />
y el rostro, bajo la luz débil, estaba limpio y comenzaba a mostrar vello en las<br />
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