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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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sus sienes. También veía temblar sus dedos, que a ella siempre le habían parecido<br />

más de pianista que de pintor.<br />

—Estaba pensando si invitar a Lili a que viniese a vernos —dijo Einar—, nunca<br />

ha estado en Francia.<br />

Greta jamás había echado a Lili de su casa. Momentos hubo, a lo largo del<br />

verano, en los que Einar anunciaba de pronto que Lili iba a venir a cenar, y entonces<br />

Greta, agotada de un día pasado en su fracasada exposición, pensaba: «Vaya, hombre,<br />

sólo me faltaba eso, lo último que me gustaría ahora es pasar la velada con mi marido<br />

vestido de mujer.» Pero esos pensamientos Greta se los guardaba para sí,<br />

mordiéndose el labio hasta detectar el sabor de su propia sangre. De sobra sabía, por<br />

lo ocurrido con Henrik, que Lili era voluntariosa en extremo.<br />

Durante las semanas anteriores a su viaje a Menton, Lili había empezado a<br />

aparecer en el apartamento por las tardes sin avisar. Greta salía de la Casa de las<br />

Viudas por algún asunto y, al volver, se encontraba a Lili asomada a la ventana y<br />

embutida en un vestido largo, con los botones de la espalda desabrochados. Greta,<br />

entonces, la ayudaba a terminar de vestirse, y le ponía un collar de cuentas de ámbar<br />

en torno al cuello. Greta siempre se asustaba al encontrar a su marido vestido así,<br />

esperándola con el cuello de un vestido de mujer desabotonado entre los hombros<br />

pálidos. Pero jamás le dijo nada a Einar, ni tampoco a Lili. Lo que hacía era dar<br />

siempre la bienvenida a Lili como si fuese un divertido amigo extranjero. Y no<br />

cesaba de chismorrear con ella mientras la ayudaba, por ejemplo, a ponerse los<br />

zapatos. Se echaba un poco de perfume en la punta del dedo índice y se lo pasaba a<br />

Lili por la garganta y los sobacos. Ponía a Lili ante el espejo y le susurraba, con<br />

suave, íntima voz conyugal:<br />

—Eso, sí, así… qué guapa estás.<br />

Greta hacía todo esto llevada por un impulso de lealtad, porque siempre había<br />

pensado que podía enfrentarse con cualquiera, excepto con su marido. Lo mismo le<br />

había pasado con Teddy. Podía pelearse con su madre y discutir con su padre y negar<br />

el saludo a toda Pasadena y a todo Copenhague, pero en su pecho había un pozo sin<br />

fondo de tolerancia por todo cuanto hiciera el hombre a quien amaba. Nunca lo<br />

cuestionaba, fuera lo que fuese, y ésa era la razón de que hubiese permitido a Lili<br />

invadir sus vidas. Cualquier cosa con tal de hacer feliz a Einar, solía decirse.<br />

Cualquier cosa.<br />

Y, sin embargo, Greta, por ser Greta, se sentía a veces a disgusto en medio de<br />

todo esto. Después de las citas de Lili con Henrik, Greta comenzó a salir con ella<br />

cuando se lanzaba a las calles de Copenhague. Lili le había dicho que nunca más<br />

volvería a ver a Henrik, que sus relaciones se habían enfriado definitivamente, pero, a<br />

pesar de eso, Greta sabía que había docenas de chicos jóvenes que podían adular a<br />

Lili hasta hacerla sonrojarse y caer rendida en sus brazos. Y por eso Lili y Greta se<br />

paseaban juntas, del brazo, ante el bojedal del parque. Los ojos de Greta exploraban<br />

los caminos del parque en busca de posibles pretendientes, sabiendo lo que Lili, con<br />

www.lectulandia.com - Página 64

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