La chica danesa

Una novela de David Ebershoff Una novela de David Ebershoff

02.05.2017 Views

Cuando estuvieron en una calle desierta, sin otro ser vivo que un perro abandonado, Henrik la besó. También se vieron las dos noches siguientes. Lili salía siempre del apartamento bajo la mirada severa de Greta por encima del periódico que estaba leyendo. Y Henrik siempre llegaba con retraso, corriendo, con pintura en las uñas y entre los rizos. —Me gustaría ver a Greta un día de estos —dijo Henrik—, quiero demostrarle que no soy realmente el tipo de hombre que huye ante una mujer que se ha desmayado. La tercera noche se quedaron hasta tarde, hasta después del último tranvía, hasta después de la una de la madrugada, cuando cerraban bares y tabernas. Lili daba la mano a Henrik mientras paseaban por la ciudad nocturna mirando el reflejo plano y negro de las lunas de los escaparates, besándose en la oscuridad que les brindaban los portales. Sabía que tenía que volver a la Casa de las Viudas, pero había algo que la tentaba a seguir al aire libre para siempre. Lili estaba segura de que Greta la esperaría con los ojos fijos en la puerta de la calle. Pero ese día el apartamento estaba a oscuras cuando volvió, y se lavó la cara y se desnudó y se metió en la cama, convertida de nuevo en Einar. Al día siguiente Greta le dijo a Lili que debía dejar de salir con Henrik. —¿Te parece que eres justa con él al engañarle de esa forma? —le preguntó—. ¿Qué te parece que pensaría si lo supiera? Pero Lili no acababa de comprender lo que quería decir Greta. ¿Qué iba a pensar Henrik sobre qué? A menos que Greta se lo dijese claramente, Lili olvidaba con frecuencia su nueva personalidad. —Es que no quiero dejar de verle —decía. —Pues entonces, hazlo por mí. Lili dijo que lo intentaría, pero incluso en el momento de decirlo se daba cuenta de que le iba a ser imposible. En el cuarto de estar del apartamento, junto al caballete vacío de Einar, se dijo que estaba mintiendo a Greta. Pero no lo podía remediar. No podía dejar de comportarse de aquel modo. Y así fue como Lili y Henrik comenzaron a verse en secreto, hacia el fin de la tarde, antes de que Lili tuviese que volver a casa para la cena. Al principio era difícil para Lili ver a Henrik a plena luz del sol, que le iluminaba de lleno la cara. Tenía miedo de que Henrik se diese cuenta de que no era realmente bella, o de que descubriese algo peor. Se echaba un pañuelo al cuello, y se lo anudaba justo debajo de la barbilla. Se sentía muy a gusto sentada con él en el oscuro cine Rialto, cogidos los dos de la mano, o en la silenciosa biblioteca de la Real Academia, en la sala de lectura, cuya luz se atenuaba gracias a las pantallas de lienzo verde. Una noche Lili quedó con Henrik junto al lago del parque Ørsteds a las nueve de la noche. Había dos cisnes nadando en el agua y un sauce se inclinaba sobre la hierba. Henrik llegó tarde, y cuando estuvo junto a ella la besó en la frente. www.lectulandia.com - Página 60

—Ya sé que sólo tenemos unos pocos minutos —dijo mientras su pelo rozaba la garganta de Lili. Pero esa noche Greta estaba en una recepción de la embajada norteamericana. Se quedaría allí unas horas todavía, y Lili estuvo a punto de decir a Henrik que podían cenar juntos tranquilamente en el restaurante de las paredes revestidas de paneles de madera junto al mercado de los Franciscanos, y luego podrían pasear por Langelinie como cualquier otra pareja danesa que hubiese salido a disfrutar de una noche agradable. Casi no se creía la buena noticia que iba a dar a Henrik, que ya se había acostumbrado a no verla más que unos minutos cada día. —Tengo algo que decirte —le dijo. Henrik le cogió la mano, se la besó y la apretó luego contra su pecho. —Oh, Lili —dijo—, no digas nada más, ya lo sé. No te preocupes por nada, porque ya lo sé. En los ojos de Henrik había una mirad franca, una mirada que era una muda confesión. Lili apartó su mano de la de Henrik. El parque estaba silencioso, los obreros que lo cruzaban camino de sus casas estarían ya sentados a la mesa para cenar, un hombre se paseaba cerca del retrete público encendiendo una a una todas las cerillas de un librito que tenía en la mano. Otro hombre pasó junto a él y luego le miró volviendo la cabeza. ¿Qué era lo que sabía Henrik?, se preguntaba Lili, pero enseguida lo comprendió. Henrik seguía mirándola de aquel modo y Lili sintió que un terrible escalofrío le recorría el espinazo. De pronto, tuvo la impresión de que Einar se había unido a ellos y que, a un paso de distancia de Lili y Henrik, había sido testigo de aquella íntima confesión. Allí estaba Einar, vestido de chica joven, coqueteando con un chico joven. Era un espectáculo espantoso. Lili sintió otro escalofrío. El hombre que estaba junto al retrete público entró en él, y al poco se oyó el estrépito de un cubo de la basura que se volcaba. —Me temo que no voy a poder seguir viéndote —acabó por decir Lili—, te tengo que decir adiós esta noche. —Pero ¿qué dices? —protestó Henrik—. ¿Por qué dices eso? —No podemos seguir viéndonos. Al menos, por el momento —repitió Lili. Henrik alargó la mano para coger la de Lili, pero ésta rehusó. —Pero si te aseguro que no me importa… ¿Es eso lo que te preocupa? Eso es lo que estoy tratando de decirte. ¿Dices eso porque temes que yo no…? —Por el momento, no podemos seguir viéndonos —volvió a decir Lili, y, sin más, se alejó de allí. Cruzó el césped, que estaba seco a causa del calor y casi crujía bajo sus pisadas, y salió del parque. —¡Lili! —gritó Henrik desde debajo del sauce. Todavía quedaba tiempo, unas horas, para colgar de nuevo el vestido de Lili y www.lectulandia.com - Página 61

Cuando estuvieron en una calle desierta, sin otro ser vivo que un perro abandonado,<br />

Henrik la besó.<br />

También se vieron las dos noches siguientes. Lili salía siempre del apartamento<br />

bajo la mirada severa de Greta por encima del periódico que estaba leyendo. Y<br />

Henrik siempre llegaba con retraso, corriendo, con pintura en las uñas y entre los<br />

rizos.<br />

—Me gustaría ver a Greta un día de estos —dijo Henrik—, quiero demostrarle<br />

que no soy realmente el tipo de hombre que huye ante una mujer que se ha<br />

desmayado.<br />

<strong>La</strong> tercera noche se quedaron hasta tarde, hasta después del último tranvía, hasta<br />

después de la una de la madrugada, cuando cerraban bares y tabernas. Lili daba la<br />

mano a Henrik mientras paseaban por la ciudad nocturna mirando el reflejo plano y<br />

negro de las lunas de los escaparates, besándose en la oscuridad que les brindaban los<br />

portales. Sabía que tenía que volver a la Casa de las Viudas, pero había algo que la<br />

tentaba a seguir al aire libre para siempre.<br />

Lili estaba segura de que Greta la esperaría con los ojos fijos en la puerta de la<br />

calle. Pero ese día el apartamento estaba a oscuras cuando volvió, y se lavó la cara y<br />

se desnudó y se metió en la cama, convertida de nuevo en Einar.<br />

Al día siguiente Greta le dijo a Lili que debía dejar de salir con Henrik.<br />

—¿Te parece que eres justa con él al engañarle de esa forma? —le preguntó—.<br />

¿Qué te parece que pensaría si lo supiera?<br />

Pero Lili no acababa de comprender lo que quería decir Greta. ¿Qué iba a pensar<br />

Henrik sobre qué? A menos que Greta se lo dijese claramente, Lili olvidaba con<br />

frecuencia su nueva personalidad.<br />

—Es que no quiero dejar de verle —decía.<br />

—Pues entonces, hazlo por mí.<br />

Lili dijo que lo intentaría, pero incluso en el momento de decirlo se daba cuenta<br />

de que le iba a ser imposible. En el cuarto de estar del apartamento, junto al caballete<br />

vacío de Einar, se dijo que estaba mintiendo a Greta. Pero no lo podía remediar. No<br />

podía dejar de comportarse de aquel modo.<br />

Y así fue como Lili y Henrik comenzaron a verse en secreto, hacia el fin de la<br />

tarde, antes de que Lili tuviese que volver a casa para la cena. Al principio era difícil<br />

para Lili ver a Henrik a plena luz del sol, que le iluminaba de lleno la cara. Tenía<br />

miedo de que Henrik se diese cuenta de que no era realmente bella, o de que<br />

descubriese algo peor. Se echaba un pañuelo al cuello, y se lo anudaba justo debajo<br />

de la barbilla. Se sentía muy a gusto sentada con él en el oscuro cine Rialto, cogidos<br />

los dos de la mano, o en la silenciosa biblioteca de la Real Academia, en la sala de<br />

lectura, cuya luz se atenuaba gracias a las pantallas de lienzo verde.<br />

Una noche Lili quedó con Henrik junto al lago del parque Ørsteds a las nueve de<br />

la noche. Había dos cisnes nadando en el agua y un sauce se inclinaba sobre la hierba.<br />

Henrik llegó tarde, y cuando estuvo junto a ella la besó en la frente.<br />

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