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Una semana después del Baile de los Artistas, Lili se encontró con Henrik en el<br />
Jardín Real tres tardes seguidas. Insegura aún, aceptó verle, pero sólo al oscurecer, lo<br />
cual, a fines de junio, quería decir tarde, después de cenar. Todas las noches, cuando<br />
sacaba una falda del armario ropero a fin de vestirse para la cita, Lili se sentía llena<br />
de sentimientos de culpabilidad. Greta estaba leyendo el periódico en el cuarto de<br />
estar, y casi sentía sus ojos fijos en ella mientras se daba los polvos y se aplicaba el<br />
lápiz de labios y se rellenaba la pechera de la camisola con calcetines enrollados. Lili<br />
pasaba de puntillas junto a Eduardo IV, que estaba echado cuan largo era sobre la<br />
pequeña alfombra ovalada que había delante del espejo, y se miraba con cuidado el<br />
perfil en su cristal, primero desde la izquierda, luego desde la derecha. Se sentía mal<br />
dejando a Greta a solas con su periódico y con el cono de luz de su lámpara de leer,<br />
pero no tan mal como para dar plantón a Henrik bajo la farola de siempre.<br />
—¿Vas a salir? —preguntó Greta la primera noche que vio a Lili ir derecha hacia<br />
la puerta de la calle, justo cuando sonaba la sirena del ferry de Bornholm.<br />
—Sí, salgo a dar un paseo —dijo Lili—, me hace falta un poco de aire fresco.<br />
Hace demasiado buen tiempo para quedarse encerrada en casa.<br />
—¿A estas horas?<br />
—Si no te parece mal…<br />
—No, en absoluto —dijo Greta señalando el montón de periódicos que tenía a sus<br />
pies, y que quería leer antes de acostarse—, pero ¿vas sola?<br />
—Bueno, sola no —Lili no podía mirar a Greta a los ojos al decir esto, así que los<br />
apartó y miró al suelo—, voy a ver a Henrik. —Y añadió—: Pero sólo para dar un<br />
paseo.<br />
Lili miró entonces el rostro de Greta. Tenía las mejillas tensas, y sus dientes<br />
parecían rechinar. Se incorporó en su butaca y estrujó el periódico que tenía sobre el<br />
regazo.<br />
—Bueno, no tardes mucho —dijo al fin.<br />
Henrik hizo esperar a Lili casi veinte minutos junto a la farola. Lili comenzó a<br />
preocuparse, temiendo que a lo mejor había cambiado de idea, que quizás hubiese<br />
notado algo raro en ella. <strong>La</strong> asustaba sentirse sola en la calle. Pero, al tiempo, la<br />
embargaba una sensación de euforia por estar libre, y el rápido palpitar de su garganta<br />
le decía que podía hacer casi todo cuanto se le antojara.<br />
Cuando, por fin, llegó Henrik, estaba jadeante, le sudaba el labio superior.<br />
—Estaba pintando y perdí toda noción del tiempo —dijo—. ¿Te pasa eso alguna<br />
vez, Lili? ¿Te olvidas de quién eres o de dónde estás?<br />
Anduvieron durante cosa de media hora en la noche cálida. Apenas hablaban, y<br />
Lili tenía la sensación de que no había nada que decir. Henrik la cogió de la mano.<br />
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