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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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de bronce tocando sus lure. Lili parecía frágil, y llenaba el cuadro, arropada por el<br />

abrazo de un hombre y con el pelo cayéndole sobre el rostro. Nunca olvidaría aquella<br />

escena, se decía Greta mientras pintaba, jamás podría olvidar la creciente mezcla de<br />

horror y confusión y rabia que aún sentía correrle por la espina dorsal. Era consciente<br />

de que a partir de entonces algo había cambiado.<br />

—¿Llevas mucho tiempo aquí? —preguntó Greta a Lili al entrar en el<br />

apartamento.<br />

—Menos de una hora —las agujas continuaban resonando metálicamente en su<br />

regazo—. Es que salí. Fui a pasear por el Jardín Real y me senté a hacer ganchillo en<br />

un banco. ¿Has visto ya las rosas?<br />

—¿Te parece buena idea salir así, sola?<br />

—No estaba sola —dijo Lili—. Estaba con Henrik. Nos encontramos en el banco.<br />

—Henrik —dijo Greta—. Ya.<br />

Greta escrutó a su marido por el rabillo del ojo. No tenía la menor idea de cómo<br />

hacer frente a aquella situación, ni a Lili, pero ahí la tenía, vestida con una falda<br />

marrón y una blusa blanca de mangas holgadas, y con los zapatos anticuados de<br />

hebillas de peltre que le había dado el primer día. Sí, la tenía justo allí. <strong>La</strong> garganta de<br />

Greta se llenó de una fuerte pesadumbre: hubiese querido que ambos se sintiesen más<br />

comprometidos con las andanzas de Lili. Se dio cuenta de que nunca iba a saber a<br />

ciencia cierta cuál era exactamente su papel en aquel asunto.<br />

—¿Y qué tal está el pintor de peces? —preguntó Greta.<br />

Lili levantó la vista y se puso a contar a Greta la historia del reciente viaje de<br />

Henrik a Nueva York, donde había cenado con la señora Rockefeller.<br />

—Está convirtiéndose en un pintor importante —prosiguió Lili, y le repitió los<br />

comentarios que la gente del mundillo del arte hacía de Henrik—. ¿Sabías que es<br />

huérfano? —añadió.<br />

Y se puso a contarle su juventud como aprendiz de marinero, en una goleta que<br />

pescaba en el Mar del Norte. Luego le dijo que Henrik había afirmado, sentado a su<br />

lado en el banco del Jardín Real, delante del bojedal, que nunca hasta entonces había<br />

conocido a una <strong>chica</strong> como Lili.<br />

—Es evidente que le gustas.<br />

Greta se daba cuenta de lo acalorado que estaba el rostro de Lili. Acababa de<br />

pasar un día sin incidentes en la galería, con sus diez cuadros colgados de las paredes<br />

y sin vender. Y ahora, esto: su marido, con una falda marrón lisa; y la historia de<br />

Henrik recibiendo una invitación para cenar con la señora Rockefeller en el National<br />

Arts Club, en Gramercy Park. Y el extraño aspecto que debían de tener Lili y Henrik<br />

en un banco público, a la sombra de las torrecillas del palacio de Rosenborg. Todo<br />

eso se mezcló de pronto en su mente, y preguntó, sin pensarlo:<br />

—Dime una cosa, Lili, ¿has besado alguna vez a un hombre?<br />

Lili dejó de hacer ganchillo y apoyó la labor en el regazo.<br />

Fue como si esta pregunta hubiese caído por su propio impulso de la boca de<br />

www.lectulandia.com - Página 55

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