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La chica danesa

Una novela de David Ebershoff

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Lili se llevó la mano a la nariz. <strong>La</strong> sangre era espesa, y le corría por la boca. <strong>La</strong><br />

música del Ayuntamiento le resonaba en la nariz. Con cada gota de sangre Lili se<br />

sentía más limpia, vacía pero limpia.<br />

—¿Qué te ha pasado?<br />

Su voz era ahora un alarido y la sangre de Lili pareció, de pronto, hacerse más<br />

espesa, como agradeciéndole su inquietud.<br />

—Deja, voy a ver si puedo hacer algo.<br />

Antes de que Lili pudiera detenerlo, echó a correr por la plaza del Ayuntamiento<br />

para pedir auxilio a unas personas que estaban metiéndose en un coche. Henrik estaba<br />

ya a punto de dar un golpecito en el hombro de una mujer que en aquel momento<br />

abría la puerta del coche, le vio alargar lentamente el dedo. Y sólo entonces se dio<br />

cuenta.<br />

Trató de gritarle: «¡No!, ¡no!», pero no consiguió pronunciar una sola palabra.<br />

Era el recio hombro de Greta el que Henrik golpeaba. Greta, que justo entonces<br />

ayudaba a Helene a entrar en el coche oficial de la Real Compañía Comercial de<br />

Groenlandia.<br />

Pero era como si Greta nunca hubiese visto a Henrik hasta aquel momento. Sólo<br />

veía a Lili, cuya sangre relucía por toda la plaza del Ayuntamiento. El rostro de Greta<br />

se tensó, y Lili creyó oírle murmurar: «¡Ay, no, por Dios bendito, no!» E,<br />

inmediatamente, vio contra su rostro el chal azul de Greta, el mismo que había cogido<br />

la costumbre de quitarle a hurtadillas, frotándole la nariz, mientras caía como un<br />

fardo en brazos de Greta y oía, suave como una canción de cuna, la voz de ésta, que<br />

le decía:<br />

—¡Lili, Lili! ¿Te encuentras bien? ¡Oh, Lili, por favor, ponte buena! —y luego<br />

añadió—: ¿Te ha hecho daño?<br />

Lili contestó que no con la cabeza.<br />

—¿Qué es lo que ocurrió? —preguntó Greta al tiempo que le frotaba<br />

circularmente las sienes con los dedos pulgares de ambas manos.<br />

Pero Lili no podía decir nada, únicamente podía mirar a Henrik, que, huyendo de<br />

Greta, cruzaba corriendo la plaza del Ayuntamiento, con sus piernas, largas y veloces,<br />

moviéndose a ritmo rápido, con su pelo revuelto agitándose al aire nocturno. El<br />

retumbar de sus pies contra los adoquines de la plaza le pareció extrañamente<br />

semejante al ruido del bofetón que el padre de Einar le había dado a éste con la mano<br />

abierta al verle con el delantal de su abuela puesto mientras los labios de Hans se<br />

apretaban cálidamente contra su cuello.<br />

www.lectulandia.com - Página 52

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