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Pero Lili cogió el bolso y el chal y dijo:<br />
—Lo siento, disculpa.<br />
Se sentía demasiado sorprendida de estar hablando con él. Sentía un intenso calor,<br />
así como el impulso de quitarse la ropa y echar a nadar mar adentro. Salió de la sala<br />
por una puerta que daba a un jardín. Fuera soplaba la brisa. Un añejo roble cubría el<br />
pequeño jardín como un dosel; era como si estuviese protegiéndolo de alguien que se<br />
hubiera subido a la torre del Ayuntamiento para espiar. Se notaba un aroma a rosas y<br />
a tierra removida. El césped era plateado, del color del ala de un pez volador. Lili dio<br />
unos pasos y vio que la pareja formada por la <strong>chica</strong> del vestido escotado y su<br />
admirador de oscura tez se estaba besando detrás de un roble. Una mano del hombre<br />
asía el muslo de la <strong>chica</strong> y le levantaba el vestido por encima de la cadera, de modo<br />
que la hebilla de su liguero relucía a la luz de la luna.<br />
Sobresaltada, Lili se apartó de allí y tropezó con el joven que se había sentado en<br />
el banco junto a ella.<br />
—¿Sabes lo que se dice de este viejo roble? —le preguntó.<br />
—No.<br />
—Pues que si comes sus bellotas puedes conseguir el deseo de convertirte durante<br />
un día en la persona que quieras.<br />
—¿Y por qué lo dicen?<br />
—Pues porque es verdad.<br />
El chico, tras decir esto, cogió la mano a Lili y la condujo a un banco. Resultó ser<br />
pintor y llamarse Henrik Sandahl. Acababa de exponer una serie de cuadros de peces<br />
del Mar del Norte: lienzos que representaban platijas, lenguados, rodaballos, esos<br />
peces esquivos y de rostro extraño llamados brujas. Greta había visto los cuadros. Un<br />
día, al volver al apartamento, dejó caer inmediatamente el bolso y las llaves al suelo,<br />
y miró a Einar con los ojos muy abiertos: «¡No he visto nada parecido en mi vida!»,<br />
le dijo. «Tienes que ir y verlos con tus propios ojos. ¿Quién iba a decirme que podría<br />
enamorarme del rostro de un bacalao?»<br />
—¿Estás aquí con alguien? —preguntó Henrik.<br />
—Con la mujer de mi primo.<br />
—¿Y quién es?<br />
Lili se lo explicó.<br />
—¿Einar Wegener? ¡Ah, ya!<br />
—¿Le conoces? —preguntó Lili.<br />
—No, pero es un buen pintor. Mejor de lo que piensa mucha gente. —Henrik hizo<br />
una pausa—. Seguramente, ya lo sabes, pero hay mucha gente que dice de él que está<br />
algo anticuado.<br />
Ésta fue la primera vez que Einar intuyó que estaba volviendo el mundo del revés<br />
con sólo vestirse de Lili. Podía eliminarse a sí mismo nada más con ponerse la<br />
camisola del dobladillo de encaje de veneras. Einar podía desaparecer de la sociedad<br />
con sólo levantar los hombros y asir la triple vuelta de perlas que le rodeaba el cuello.<br />
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