Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
4<br />
Greta celebró su decimoctavo cumpleaños en el Princess Dagmar, enfadada y<br />
apoyada contra la baranda. Era la primera vez que volvía a California desde el<br />
incidente del carro de la carnicería. El recuerdo de la casa enjalbegada de la colina,<br />
con su vista del Arroyo Seco, con sus nidos de águilas, y el recuerdo de las montañas<br />
de San Gabriel tornándose purpúreas al anochecer la llenaban de melancolía y<br />
añoranza. Sabía que a su madre le gustaría que reanudase el trato con las hijas de sus<br />
amistades: con Henrietta, cuya familia poseía campos petrolíferos junto al océano en<br />
El Segundo; con Margret, cuya familia era la dueña del periódico; con Dottie Anne,<br />
cuya familia poseía el rancho más grande de California, situado al sur de Los<br />
Ángeles, cuya extensión era casi la misma que la de Dinamarca. Los padres de Greta<br />
esperaban que se comportase como si fuese una de ellas, como si nunca se hubiese<br />
ido de California, que se convirtiese de repente en la joven californiana de clase alta<br />
que debía ser por nacimiento y educación. O sea, elegante, culta, buena amazona, y<br />
callada. Se iba a celebrar el baile de puesta de largo en el Valley Hunt Club, donde las<br />
<strong>chica</strong>s bajarían la escalinata vestidas de organdí blanco, con el pelo moteado de<br />
blancas hojas de flor de Pascua.<br />
—Es una suerte volver a Pasadena para tu puesta de largo —decía casi a diario su<br />
madre durante el viaje en el Princess Dagmar—. Eso tenemos que agradecer a los<br />
alemanes.<br />
El cuarto de Greta en la casa de la colina tenía una ventana con arco desde la que<br />
se veían el cuidado césped del jardín trasero y las rosas, cuyos pétalos tomaban un<br />
color pardusco en los bordes al avanzar el otoño. A pesar de la buena luz, la<br />
habitación era demasiado pequeña para pintar. Al cabo de sólo dos días, Greta se<br />
sentía como apretujada, como si la casa, con sus tres pisos de dormitorios y sus<br />
doncellas japonesas, cuyas sandalias resonaban escaleras arriba y escaleras abajo,<br />
estuviese atiborrando su imaginación sin dejar en ella sitio para nada más.<br />
—Madre, tengo que volver a Dinamarca inmediatamente. ¡Mañana mismo! Esto<br />
es demasiado agobiante para mí, me ahogo —se quejaba—. No dudo de que para ti y<br />
para Carlisle será estupendo, pero es que aquí no puedo hacer nada, me siento como<br />
si se me hubiese olvidado pintar.<br />
—Pero, Greta, querida, es imposible —le dijo su madre, que estaba ocupada<br />
convirtiendo el establo en garaje—. ¿Cómo es posible sentirse sin espacio vital en<br />
California? ¡No tienes más que compararla con Dinamarca, hija!<br />
Greta estaba de acuerdo en que la cosa era absurda, pero así era como se sentía.<br />
Su padre les envió un libro de estadísticas sobre Dinamarca, publicado por las<br />
Reales Sociedades de Control Científico. Greta se pasó una semana entera mirándolo,<br />
estudiando sus mapas y sus planos llena de añoranza y aflicción: el año anterior había<br />
www.lectulandia.com - Página 36